Los criticones

Éstos son el tipo de suegros tóxicos que en cada interacción encuentran una oportunidad para escrutar tus opiniones, sentimientos y acciones, compararlos con los suyos y señalar tus carencias. Ya sea su intención agredirte, ejercer su superioridad o sólo delimitar su territorio, casi siempre lo hacen por reflejo y a través de la culpa, la desaprobación y los insultos destinados a hacerte saber que no estás a la altura de sus estándares o expectativas. Cuando no están de acuerdo, son incapaces de dejar pasar la situación. Insisten. Molestan. “Aconsejan.” Regañan.

Al igual que todos los patrones de comportamiento negativo, la crítica abarca un espectro que va desde irritar hasta herir, lo cual no implica que todos los comentarios críticos sean destructivos o incluso problemáticos. Si la mayoría de sus críticas te parecen mezquinas, anticuadas o hasta bobas (se burlan de tu viejo auto o hacen observaciones desdeñosas porque usas jeans para salir a cenar), no te hará mayor daño dejarlas pasar, en especial si la relación con tus suegros es sólida en términos generales y si la crítica es esporádica y no cruel, aunque no puedan evitar recordarte de cuando en cuando que ellos saben más que tú. Es posible apartar estos comentarios como si se tratara de mosquitos, hasta con algo de humor. Sé que quizá pienses en contraatacar con algunas palabras bien elegidas, pero, al lidiar con suegros que en esencia no son tóxicos, casi siempre podrás encontrar estrategias creativas para dar a entender lo que sientes.

Por ejemplo, mi amiga Erica descubrió que no tenía que sacar la artillería pesada para que su suegra Ruth dejara de criticarla con frecuencia por su forma de conducir.

“Ruth está cerca de cumplir los 70. Le admiro muchas cosas y disfruto pasar tiempo con ella, por lo regular. Es perspicaz y le interesa el arte, pero es un poco compulsiva y quiere que todo se haga a su manera. No le gusta conducir de noche, así que, cuando mi esposo sale de viaje, la invito al cine o a cenar. Pero es la peor copiloto del mundo y, como va a mi lado, es difícil ignorarla.

”Apenas nos subimos al auto, empieza: ‘¿Por qué tomaste esta calle? Hay mucho tráfico. Deberías ir más despacio. Eres muy imprudente. Nos perderemos el comienzo de la película. ¿Por qué no tomas un atajo?’ Ese tipo de cosas. Quizá suena mezquino y tal vez sólo debería ignorarla, pero me pone muy tensa, y pedirle que deje de hacerlo no sirve de nada. Solía acumular el resentimiento y terminaba pasándomela mal por lo enojada que estaba, así que una noche decidí que debía hacer algo al respecto.”

Erica fue sensata al respetar sus propios límites. Otra persona ignoraría a Ruth y dejaría que los comentarios se le resbalaran, pero Erica no era capaz de hacerlo. En vez de permitir que la irritación incrementara y la hiciera explotar, con lo cual dañaría una relación bastante sólida, mi amiga encontró una solución para sentirse mucho menos estresada.

“La siguiente vez que ocurrió, me orillé, apagué el auto, le entregué las llaves y le dije con absoluta calma: ‘Veo que no apruebas en lo más mínimo mi forma de conducir o mi elección de ruta, así que creo que sería mejor que condujeras ’. Cuando abrí la puerta para salir del auto e intercambiar lugares, me contestó: ‘Está bien, está bien. Ya entiendo. Sé que tengo la mala costumbre de intentar controlar la forma en la que otros conducen. También lo hacía con mi marido. Es casi automático. Prometo ser más cuidadosa’. Le dije: ‘Prometo que cuando los comentarios se salgan de control te lo haré saber. ¿Trato hecho?’”

Esto es posible cuando ambas partes son razonables, tienen buena voluntad y están dispuestas a hacer algo para resolver un conflicto menor. Erica cambió su forma típica de manejar la situación al decidir que no estaba dispuesta a seguir acumulando la ira y permitir que le arruinara la velada. Y Ruth no sólo aceptó que su comportamiento era molesto, sino que hizo un esfuerzo genuino por cambiar su crítica a la forma de conducir de Erica. Valoraba su relación y, por ello, reconoció que hacer críticas molestas sobre algo sin verdadera importancia afectaba los buenos sentimientos que cada una tenía por la otra. Como ocurre con cualquier mal hábito, de vez en vez volvía a caer en él, pero, si no se daba cuenta, Erica le recordaba con amabilidad el trato que habían hecho.

Sé que quizá tengas una expresión de incredulidad y pienses que tus suegros jamás reaccionarían de forma razonable si les señalaras su comportamiento de un modo amable. Sin embargo, antes de tomar una decisión, toma en cuenta los siguientes filtros:

 

•  ¿Tu relación con ellos es bastante sólida? ¿Las partes buenas de la convivencia suelen pesar más que la irritación?

•  ¿Las críticas son mezquinas e irritantes, o conllevan una intención de herirte?

 

Tal vez te sorprenda lo sencillo que resulta hacer consciente a un suegro olvidadizo de sus críticas y ayudarlo a cambiarlas. Una buena técnica para desviar la crítica poco agresiva es sólo decir algo como: “¿Cuáles son tus razones para decirme algo así?” Entonces el balón está de nuevo en la cancha del criticón, con lo cual se accionan sus defensas y se ve obligado a esforzarse para explicar por qué le pareció necesario, en un principio, hacer comentarios críticos.

CUANDO LA CRÍTICA TOCA FIBRAS SENSIBLES

Hemos observado los mejores escenarios posibles, las relaciones que son tolerables y más, siempre y cuando seamos capaces de mantenernos en perspectiva, recordemos que somos adultos y eduquemos un poco a nuestros suegros cuando las situaciones irritantes amenacen con salirse de control. Sin embargo, muy pocos somos capaces de mantener la calma y el equilibro cuando los suegros critican algo que nos es muy entrañable: el valor de lo que hacemos, la sensatez de nuestras decisiones de vida, nuestro valor o atractivo como personas, la calidad del amor y cuidado que damos a nuestra pareja o a nuestros hijos. Los suegros tóxicos parecerían tener un radar integrado para detectar nuestras fibras más sensibles. No apuntan el arma hacia nuestra forma de conducir o cocinar, sino directo a nosotros.

Por medio de distintos estilos y mecanismos, nos dan donde más nos duele. Algunos dicen cosas crueles, con desprecio y con la fuerza de un puño que va directo a la cara. También hay quienes hacen críticas veladas, silenciosas o incluso ocultas tras un gesto de apoyo y generosidad. Es fácil caer en el pensamiento mítico (“Cambiarán cuando me conozcan mejor”, “Sólo intentan ayudar”), hasta que observamos su comportamiento detenidamente. Así que ahora veamos algunos de los distintos modus operandi y disfraces del típico criticón.

EL CRITICÓN ALTRUISTA

Los criticones altruistas aseguran que buscan lo mejor para ti. Si desafían tus decisiones, intentan cambiar la forma en que haces las cosas o te imponen sus preferencias y rutinas, justificarán sus acciones con frases como:

 

•  ¿No ves que sólo intento ayudarte?

•  ¿No ves lo mucho que te amo?

•  ¿No ves que sólo quiero simplificarte las cosas?

•  ¿No ves que es por tu propio bien?

 

Es difícil “ver” cualquiera de esas cosas, claro está, porque de hecho los consejos “afectuosos” que no les pediste y su interferencia en tus asuntos “por preocupación” se perciben inevitablemente como lo que son: críticas.

Cal, contratista de 32 años, creía haber encontrado un aliado, e incluso un amigo, en su suegro Ray, un empresario que había construido su propia casa.

“Ray me pareció un tipo genial la primera vez que hablé con él. Sabe mucho sobre construcción y se veía muy interesado en lo que hago. Así que, cuando Karen me dijo que quería venir y ayudarme a convertir la cochera en la oficina de su hija, acepté con gusto. Resulta que es el típico sabelotodo. Un día pinté las puertas del clóset, y, al siguiente, Ray las desmontó y comenzó a pintarlas de nuevo, con el argumento de que mi trabajo ni siquiera era digno de un taller de carpintería de secundaria. No podía creerlo. A esto me dedico, pero, según él, ni siquiera sé sostener bien un martillo. Dijo que me ayudaría a hacer las cosas más rápido, pero, tan pronto como hago algo, niega con la cabeza, me quita la herramienta de la mano y dice: ‘Mira, te enseñaré cómo se hace’. Estoy a punto de estrangularlo, pero Karen cree que es un héroe, porque él la hace creerlo.”

Los criticones altruistas, como lo descubrió Cal, transforman cualquier iniciativa de ayuda en un ejercicio de autoengrandecimiento, como una forma de construir una imagen de sí mismos a tus expensas.

Karen, la esposa de Cal, agregaba leña al fuego al comprarse la pose altruista de su padre: “Francamente, creo que Cal actúa como un niño chiquito. Mi papá está haciendo un trabajo espectacular. Digo, sé que es perfeccionista y eso enloquece a Cal, pero el resultado es maravilloso. Mi oficina está quedando preciosa; justo como yo quería. Cal está muy ocupado, y papá tiene más tiempo para hacerse cargo de los detalles. ¿Cuál es el problema entonces?”

El problema era que Ray actuaba de forma competitiva con su nuevo yerno. No es inusual que un padre desee demostrarle a su hija que es mejor hombre que su nuevo marido; más inteligente, fuerte, competente y exitoso. Al trabajar con Cal y Karen, supe que Ray rara vez perdía la oportunidad de aprovechar cualquier situación para hacer menos a su yerno a los ojos de su hija, por lo regular con el pretexto de “ayudarlos” y “facilitarles las cosas”.

Karen, quien siempre había adorado a su padre, era incapaz de reconocer la validez de las quejas de Cal. Por lo regular se ponía del lado de su padre, lo cual enfurecía a su marido aún más, y no se daba cuenta de lo tensas que se estaban volviendo las relaciones familiares. Cuando Cal decidió que debía confrontar a Ray, Karen le rogó que no hiciera algo que pudiera “herir los sentimientos de su padre”. Por desgracia, los sentimientos de Cal no parecían ser tan importantes para ella.

LA ABUELA SABE MÁS

Un ejemplo también muy común del criticón altruista es el suegro que utiliza el nacimiento de un nieto como una oportunidad infinita para demostrar su superioridad, a expensas de la vulnerabilidad de los padres novatos.

Mi clienta Rita, una guapa organizadora de eventos de 34 años, me relataba con detalle el flujo constante de críticas que recibía de su suegra: “Al principio, Vivian parecía tener muy buenas intenciones. Adoraba al bebé, su primer nieto, y siempre traía regalos y nos ayudaba con dinero. Venía muy seguido a ayudarme, incluso con la limpieza. Sin embargo, por alguna razón empezó a creer que eso le daba derecho a criticar casi cualquier cosa que yo hacía, no sólo a veces, sino incesantemente. Si levantaba al bebé cuando lloraba, me decía: ‘Lo estás mimando demasiado. Lo estás estimulando de más. Déjalo que llore hasta que se duerma’. Quizá eso era lo que ella hacía, pero no era lo que yo quería hacer. Luego se horrorizó al enterarse de que decidí no amamantarlo, y me dijo que era muy egoísta, que todo lo que había leído indicaba que los niños amamantados se ajustan mejor al mundo y que estaba privando a mi hijo de tener un buen comienzo en la vida, como si yo no hubiera leído suficiente sobre maternidad. En lo que respecta a Alex, ella es la experta y yo soy la idiota. Dice que arruinaré al pequeño Alex, y que ella es la única que puede salvarlo”.

Según los suegros criticones, nunca harás las cosas bien e incluso les dejarás cicatrices emocionales a tus hijos de por vida. Al investirse como los expertos o salvadores, nos dicen a través de sus palabras y acciones: “Yo sé más que tú. Yo lo haré mejor que tú. Yo sé cómo criar a un bebé, y tú no”.

Todos nos sentimos ansiosos al criar a nuestro primer hijo: ¿lo estaré haciendo bien?, ¿estaré haciendo algo que le dejará marcas? Aunque ya ha pasado bastante tiempo, aún recuerdo lo inepta que me sentía con mi primer hijo, y que las dudas propias me hacían hipersensible a cualquier crítica.

Aun si tus suegros no son tan abiertamente criticones como Ray o Vivian, el consejo del altruista trae consigo una enorme carga de crítica, la cual con frecuencia hace enfurecer al destinatario. No es amistosa ni afectuosa y, por lo regular, tampoco es bienintencionada. Su propósito es sólo demostrar el conocimiento, la habilidad y la aptitud superior del criticón.

CUANDO TU PAREJA NO ENTIENDE

Al igual que Karen era incapaz de entender por qué Cal estaba tan molesto con su padre, el esposo de Rita, Lee, también tenía dificultades para comprender cuánto afectaban las críticas de su madre, disfrazadas de consejos útiles, a su esposa.

“Mi madre es tan buena y pasa tanto tiempo con el bebé que Rita y yo podemos descansar un poco. Sé que tiene sus formas particulares de hacer las cosas, pero yo salí bien, ¿no? Mi mamá siente que no valoramos su ayuda, y las cosas empiezan a salirse de control. Rita se queja la mitad del tiempo... Sé que mi mamá puede ser quisquillosa, pero así es ella. Tiene buenas intenciones, así que no entiendo por qué Rita es tan fría con ella.”

Lee sólo enfocaba su atención en una parte del paisaje, la de los mensajes aparentemente positivos de su madre (“Miren cuánto estoy haciendo por ustedes”, “Miren que es por su propio bien”, “Sólo intento ayudarlos”), mientras perdía de vista la crítica, ya fuera obvia o implícita, que lastimaba tanto a Rita.

LO ACEPTABLE Y LO INACEPTABLE

Lidiar con los criticones altruistas es como un acto de malabarismo, porque, por un lado, su ayuda y contribuciones pueden ser bienvenidos. Sin embargo, si su afán de protagonismo y la forma en la que te menosprecian se vuelve un patrón, no puedes sólo morderte la lengua y quedarte callado. Pagas un precio muy alto, en términos de salud mental y emocional, si no estableces límites apropiados al comportamiento dañino. No estoy sugiriendo que entres a la arena de lucha cada vez que te ofrecen un consejo, pero sí que hay una gran diferencia entre los consejos no solicitados y las críticas denigrantes que funcionan como ataque directo contra ti, así que es importante distanciarse un poco y determinar de cuál se trata. Tienes derecho a lidiar de manera activa con la crítica que te hiere o denigra, aun si tu pareja sigue racionalizando e insistiendo en excusas como: “Sólo intentan ayudarnos”.

En la segunda parte de este libro te mostraré estrategias muy efectivas para lidiar con los criticones altruistas. Aprenderás a aceptar su ayuda mientras pintas una raya muy clara que ellos no deberán cruzar.

LOS CRITICONES DOBLE CARA

Algunos suegros critican de formas retorcidas. Quizá tus suegros:

 

1. Te critican cuando tu pareja no está cerca, pero actúan con amabilidad cuando está presente.

2. Te critican frente a tu pareja a tus espaldas, y ponen una cara amable cuando están contigo.

 

Sean como sean, sus críticas maliciosas producen tensión y malos entendidos en tu matrimonio.

Pam, una diseñadora de aparadores de tiendas de 27 años, se sentía abrumada por los comentarios “privados” de Sylvia, su suegra.

“Detesto cuando llega de visita y Chris no ha regresado del trabajo. Una de sus frases favoritas es: ‘¿No crees que es hora de empezar a pensar en tener hijos? El tiempo no perdona, ¿sabes? A tu edad yo ya tenía tres hijos’. También le encanta sacar su maquillaje en la mesa del comedor, ponerse más labial, voltear a verme y susurrarme: ‘Estás muy pálida, querida. Te hace falta maquillaje’. Es como si criticarme fuera su forma de vincularse conmigo. No me deja en paz cuando estamos solas, pero cuando Chris está presente cambia por completo y es la más linda. Le dice que vaya a ver televisión mientras ‘las chicas’ limpiamos la cocina, y cuando él se va empieza a reclamarme que mi cocina está muy sucia. Chris no me cree cuando le cuento estas cosas y, por si fuera poco, me dice que soy demasiado sensible. Entonces me pregunto si no tendrá razón. ¿Por qué es incapaz de entender que necesito que me apoye y no que me critique igual que su madre?”

La indiferencia de Chris frente al comportamiento de su madre provocaba que Pam se sintiera muy sola. Sabía que su esposo no la escuchaba ni la entendía. En última instancia, optó por retraerse en su ira, en lugar de encontrar métodos apropiados para contrarrestar el comportamiento de Sylvia.

CRÍTICA INDIRECTA A TRAVÉS DE UN REPRESENTANTE

Cuando nombras a alguien tu representante legal, lo autorizas a actuar en tu nombre. Los suegros que critican a través de un representante utilizan a tu pareja para evitar la incomodidad de atacarte directamente. Mientras tanto, frente a ti se muestran sonrientes, empalagosos y amables. Al observar la forma en la que se comportan en tu presencia, quizá no parezcan criticones en lo más mínimo. Tal vez percibes su falta de aprobación, y quizá te parecen un poco altaneros e hipócritas, pero el razonamiento te indicaría que sus actitudes no equivalen a ataques en tu contra. Sin embargo, como verás, su amabilidad artificial suele ser un disfraz de las críticas que ejercen a tus espaldas.

Una estrategia bastante común de “crítica indirecta a través de un representante” es la que practica un tipo de criticón al que yo llamo “el recolector de injusticias”. Estos criticones llenan su bolsa de resentimientos con afrentas imaginarias. Los recolectores de injusticias distorsionan muchas de las cosas que dices y haces, y las perciben como ataques personales. Sin embargo, en vez de decírtelo de frente, involucran a tu pareja cuando desean ventilar sus críticas en tu contra.

Angela, de 22 años y asistente en un despacho jurídico, descubrió que su suegra Frances era una maestra de este tipo de distorsión.

“El día de acción de gracias vino toda la familia a nuestra casa. Yo estaba en la cocina, mientras Frances y Ed estaban sentados a la mesa. Alcancé a escuchar a Frances quejándose con Ed de lo ofendida que estaba por mi actitud hacia ella, en especial al teléfono. Decía que cada vez que yo contestaba el teléfono y se lo pasaba a Ed porque ella quería hablar con él, le decía: ‘Es tu madre’. Eso era cierto, así que me pregunté cuál sería el verdadero problema. Bueno, al parecer está convencida de que soy, en sus propias palabras, ‘grosera y desdeñosa, y no le muestro suficiente respeto’. Le dijo a Ed que debía hacer que yo fuera más amable con ella. Él susurró algo así como que lo había intentado. No podía creer lo que estaba escuchando.”

El desconcierto de Angela era muy comprensible. Por lo regular es muy difícil descifrar cómo hace el recolector de injusticias para malinterpretar hasta el comentario o comportamiento más benigno y verlo como algo negativo.

Por lo menos, al haber escuchado a escondidas la conversación entre su esposo y su suegra, Angela abrió la puerta hacia un nuevo tipo de honestidad con Ed.

“Cuando todos se fueron, le dije a Ed lo que había escuchado y le pregunté sobre qué otras cosas se quejaba su madre, porque ella no me las diría a la cara. Intentó hacer a un lado el problema, pero noté que estaba muy alterado. Le dije que siempre había notado cierta frialdad de parte de ella, y que él y yo debíamos hacer algo al respecto. Estuvo de acuerdo y me dijo que estaba harto de siempre estar en medio. Dijo que su madre se resentía por muchas de las cosas que yo le había dicho y que se quejaba de mi ‘hostilidad y falta de respeto’ casi desde que nos conocimos. Si él me defiende, ella se queda callada y se retrae, así que siente que nunca puede ganar.”

Ed tenía razón. Nunca podría ganar si seguía manejando las cosas igual que siempre. Sólo lograba empeorar la situación. Frances intentaba utilizarlo como medio para modificar el comportamiento de Angela que le parecía objetable. Le dije a Ed que permitía que lo manipularan hasta ponerlo en una posición similar a la de un árbitro que intenta intervenir entre dos oponentes que luchan por un premio. ¿Quién creía que saldría apaleado en esas circunstancias? Necesitaba dejar que las dos personas involucradas encontraran la forma de resolver las cosas. Su trabajo consistía en negarse a estar en medio y a transmitir las quejas de su madre a Angela.

Los recolectores de injusticias adoran quejarse con todo el mundo de la persona que creen que los ha herido, excepto con la persona involucrada. Los incidentes que critican suelen ser mezquinos y ridículos, pero, para ellos, son casi como crímenes contra la humanidad. Suelen desempeñar el papel de víctima o mártir al máximo, y prefieren que otras personas hagan el trabajo sucio por ellos; por lo regular, su hijo, tu pareja.

EL RESENTIMIENTO CONTAGIOSO

Pat, una activa maquillista de 42 años, estaba muy alterada al descubrir el efecto corrosivo que tenían las críticas de sus suegros en su matrimonio.

“Me di cuenta de que cada vez que Jeff regresaba de visitar a sus padres —va a Santa Bárbara dos veces al mes a verlos— se portaba muy hostil conmigo al llegar a casa. Era otra persona; detestaba mi forma de cocinar y cómo me vestía. Nada de lo que hacía lo satisfacía, y pasaban días antes de que se calmara y las cosas regresaran a la normalidad. Era como estar casada con dos hombres distintos. No hay que ser un genio para sumar las piezas; algo debía estar pasando en casa de sus padres. Así que le pregunté directamente: ‘¿Qué te dicen cuando vas a visitarlos?’ Resulta que se dedican a hacerme pedazos frente a su hijo. Repasan la lista completa: es muy egoísta, no sabe administrar el dinero, cree que es mejor que los demás. ¡Cielos! Resulta que cuando terminan, Jeff no sabe ni qué pensar. Lo increíble es que son muy dulces y afectuosos conmigo cuando estamos juntos.”

Le dije a Pat que sus suegros estaban utilizando a Jeff como portavoz de su negatividad y sus críticas. Al no ser capaces de criticar a Pat de frente, la atacaban a través de Jeff. De ese modo, se convencían a sí mismos de que no eran responsables de herir los sentimientos de Pat y de que en realidad no estaban haciendo nada dañino.

EL CHICO BUENO

Durante las sesiones de terapia de pareja con Pat y Jeff, pronto se hizo evidente que el papel de Jeff en su familia siempre había sido el de “el chico bueno”: “Mis padres siempre han esperado lo mejor de mí. No creo que eso sea algo malo. Siempre debía sacar las mejores notas, ser un atleta destacado, cantar en el coro de la iglesia... Me encantaba sentir que estaban orgullosos de mí”.

¿A quién no le encantaría? Sin embargo, Jeff estaba bajo demasiada presión, y aquellas sonrisas de aprobación y orgullo podían transformarse en un instante en decepción y críticas si no estaba a la altura de sus expectativas de alguna forma: “Debo admitir que, si algo salía mal, los reclamos eran interminables... Detestaba sentir que los había decepcionado”.

De vuelta al presente, Jeff sabía que sus padres querían que se casara con la hija de unos amigos adinerados, y que había tenido muchas agallas al elegir a otra mujer. Por desgracia, a pesar de esa muestra de independencia, regresó al papel de siempre una vez que sus padres comenzaron a atacar a Pat. Jeff creía que no tenía otra opción más que escucharlos. Los chicos buenos no discuten con sus padres. Aquella programación temprana que lo designó como “el chico de oro”, aquel que hace todo lo que sus padres quieren, en esos instantes era más fuerte que su lealtad hacia Pat. Era como si su reserva de valentía se hubiera agotado después de la boda.

Si sus padres querían criticar a Pat, él los escuchaba. Si querían que regresara a casa y se separara de ella, él lo haría. Seguiría siendo el chico bueno hasta que su matrimonio estuviera al borde del precipicio.

Hasta que empezaron a asistir a terapia de pareja, Jeff casi no percibía lo mucho que sus padres seguían influyendo en sus pensamientos, sentimientos y comportamiento: “En realidad creía que absorbía buena parte de la negatividad, pues al menos Pat no tenía que escucharlos. Sé que me pongo de malas después de ver a mis padres, pero no me di cuenta de lo mal que me estaba comportando con mi esposa. En verdad creía que la estaba protegiendo”.

LAS CRÍTICAS NO EMPEZARON AYER

Es cierto que Jeff podría poner fin a buena parte del comportamiento de sus padres si insistía en que dejaran de criticar a Pat a sus espaldas y se salía del campo de batalla. Sin embargo, como yo sospechaba y Jeff confirmó, él, al igual que muchas personas que se vuelven inválidas frente a sus padres, estaba condicionado por los años de exposición a las críticas parentales. Jamás había sido capaz de protegerse cuando los había decepcionado en el pasado. Ahora los había decepcionado de nuevo al elegir una esposa distinta de la que ellos querían. Entonces, cuando trasladaron sus críticas hacia Pat, la situación fue familiar para Jeff.

Cuando los criticones te atacan a espaldas de tu pareja, puede ser conveniente para tu pareja utilizar la ignorancia de los hechos como pretexto.

“Jamás escuché que mi mamá dijera algo grosero frente a Pat, así que no entendía por qué a ella le molestaba tanto. Deberías verlas cuando están juntas. Mamá la abraza y le dice cosas lindas, pero Pat la hace a un lado.”

Quizá tu pareja no ve lo mismo que tú, o es incapaz de sentir lo que tú sientes cuando tus suegros te atacan. Quizá pase cantidades extraordinarias de tiempo y energía intentando explicarte el “contexto” de su comportamiento o “ayudándote a entender” por qué no debes ofenderte o defenderte. Y aunque tú puedas cortar con un cuchillo la tensión que se ha formado entre tus suegros y tú, tal vez tu pareja no la perciba con la misma precisión, porque creció en ese ambiente y está acostumbrado a él.

CUANDO EN VEZ DE CRITICARTE TE USAN
DE CHIVO EXPIATORIO

Usarte de chivo expiatorio va más allá de meramente criticarte, pues, cuando lo hacen, tus suegros no sólo ven tus defectos, sino que también te culpan por todo lo que anda mal en tu matrimonio, en la vida de tu pareja y en las vidas de tus hijos. Incluso te adjudican la responsabilidad de la discordia existente en la familia política y de infinidad de situaciones que es evidente que están fuera de tu control.

Fran, una profesora de preparatoria de 31 años, se convirtió en el chivo expiatorio de los problemas de salud de su hija: “Libby, mi hija mayor, sufre alergias y padece asma, y mi suegro me dice a cada rato que no estamos brindándole la ayuda adecuada. Ahora está bastante controlada, pero Jake me culpa del simple hecho de que esté enferma. El tratamiento no es lo suficientemente bueno. El doctor no debe ser bueno porque yo lo elegí. Desearía que Libby no tuviera asma, pero es una niña feliz y está creciendo bien. Jake es incapaz de reconocerlo. Él cree que de algún modo yo le provoqué esto a mi hija”.

Los suegros amorosos mostrarían empatía y te ofrecerían ayuda si tu hijo o hija tuviera problemas de salud, pero suegros como Jack utilizan momentos difíciles y complicados como éstos para desbalancearte aún más e intensificar los sentimientos de culpa e incompetencia que puedas tener. Aunque parezca absurdo, he visto suegros culpar a la pareja de sus hijos por cosas como la hiperactividad y la dislexia, así como por problemas emocionales que tienen una multiplicidad de causas, incluyendo desequilibrios bioquímicos, los cuales no son culpa de nadie. Y, por lo regular, les interesa menos entender la situación que utilizarla como un arma más.

LAS CONVENIENTES VENDAS EN LOS OJOS

Algunos suegros te usan como chivo expiatorio para protegerse de las dolorosas verdades sobre ellos mismos y sus hijos. Quizá se comporten de forma amistosa, hasta que ocurra algo que ponga en riesgo las defensas que con tanto cuidado han erigido.

Catherine, una contadora de 31 años, descubrió que se había convertido en chivo expiatorio cuando empezó a tener problemas en su matrimonio con Sam, un músico difícil de sobrellevar y cada vez más abusivo.

“Al principio, Mona y Harold estaban emocionados de que yo formara parte de su familia, por considerarme ambiciosa y responsable. Pero, poco después de que nos casamos, Sam, quien era un hombre muy interesante cuando éramos novios, se convirtió en otra persona. Se volvió demasiado celoso y voluble. No le agradaban mis amigos y se ponía furioso cuando me gustaba una pieza musical que él no consideraba buena. Ya no sabía qué lo haría enojar. No quería preocupar a mis padres, porque tenían problemas financieros, así que recurrí a Mona. Creo que Harold también sabía lo que estaba pasando, pero era muy pasivo y sólo hacía lo que Mona decía... No pude creer la reacción de Mona la primera vez que le pedí ayuda para entender lo que ocurría con Sam. Pensé que sería empática, porque, después de todo, ella lo conoce muy bien. Sin embargo, cuando Sam y yo peleábamos, ella siempre decía que era mi culpa, que yo no sabía cómo lidiar con él y que era demasiado exigente y poco comprensiva, a pesar de que su hijo cada vez me agredía más verbalmente y sus arranques de ira comenzaban a darme miedo.”

Los padres de Sam estaban cegados en todo lo relativo a su hijo y, sin importar lo amables que fueran con Catherine, siempre se ponían del lado de Sam —Mona de forma activa y Harold con complicidad—, en lugar de tomar en serio las preocupaciones de su nuera sobre el comportamiento de su hijo.

“Me dijo que debía encontrar formas de llevarme bien con Sam, y puesto que él es un artista, debía entender que es ‘sensible’ y ‘muy emotivo’. Reconocía que había sido un niño difícil, pero, según ella, ese temperamento volátil era lo que lo hacía especial. Yo, por otro lado, pertenecía al ‘mundo de los negocios’, por lo que mis valores estaban retorcidos —según ella—, y convenientemente dejaba de lado el hecho de que yo mantuve la casa cuando Sam estuvo sin empleo. Incluso me dijo que necesitaba ir a terapia para aprender a ser más amorosa y tolerante.”

Los padres de Sam habían creado una imagen romántica de su hijo que les permitía negar el hecho de que era un hombre inestable y quizá hasta violento. Si hubieran dejado de criticar a Catherine un poco y se hubieran mirado en un espejo, tendrían que haber enfrentado algunas verdades muy incómodas sobre su propio hijo. A pesar de lo difícil que habría sido reconocer la realidad, les habría permitido aliarse con su nuera para intervenir en la situación, y quizá incluso habrían podido ser una fuerza que guiara a Sam a buscar la ayuda que tanto necesitaba.

Por desgracia, estaban encerrados en su propia negación. Si se animaban a reconocer la realidad, ¿qué reflejaría ésta sobre el trabajo que habían hecho como padres? ¿Cómo podrían vivir con la culpa de saber que quizá habían criado a un chico disfuncional? ¿Cómo justificarían que no le dieron ayuda médica y psiquiátrica cuando aparecieron las primeras señales de problemas? Era mucho más cómodo buscar la explicación afuera, como también lo era transformar la potencialmente dolorosa autocrítica en crítica hacia Catherine.

Sam, por su parte, estaba también aliviado de que todos los problemas de su matrimonio recayeran sobre los hombros de Catherine. Entonces podía evadir la responsabilidad de todo lo erróneo, doloroso y hasta inexplicable en su vida, ya que sus padres siempre se lo habían permitido.

No te sorprenda descubrir que tu pareja está de acuerdo con sus padres en que algunos problemas “son culpa tuya”. De hecho, mientras más disfuncional sea el matrimonio, es más factible que esto ocurra. Si tus suegros te usan de chivo expiatorio, tu pareja puede verse tentada a hacerlo también. Siempre es más fácil señalar culpables externos para así justificar nuestras propias deficiencias.

UN PATRÓN PELIGROSO

Convertirte en el chivo expiatorio puede hacerte dudar de tu percepción de la realidad. Es difícil aferrarse a lo que sabemos que es verdad cuando algunas de las personas importantes de nuestra vida se ponen en nuestra contra.

En el capítulo 1 vimos cómo a Leslie la arrastró de forma temporal la marea que indicaba que “todo lo que está mal en esta familia es culpa de Leslie”, y cómo empezó a creer que ésa era la realidad. Entonces se convirtió en la aliada de los suegros que intentaban demonizarla.

El escenario más lúgubre para los chivos expiatorios se presenta en casos que involucran la violencia física. Los padres del agresor por lo regular maquillan la violencia y culpan a la nuera de una serie de “defectos de personalidad” que, según su razonamiento, provocan u ocasionan la agresión. En muchos casos, incluso la culparán de mentir al respecto.

EL DILEMA DEL OBJETO DE LA CRÍTICA

¿Qué hay de los objetos de la crítica? Es bastante desconcertante ver adultos fuertes e inteligentes responder a la crítica de sus suegros con timidez e impotencia.

Estoy segura de que te estarás preguntando por qué las personas que se vuelven objeto de las críticas de sus suegros no son capaces de cuidarse mejor a sí mismas. ¿Por qué no dicen las cosas en el momento? Finalmente, son adultos con derechos y no siempre deberían esperar a que su pareja los defienda.

Muchos nos sentimos pequeños ante la idea de confrontar a los suegros tóxicos porque, por lo regular, no nos sentimos en el mismo nivel que los padres de nuestra pareja. Los suegros son personas que llegan a nuestra vida no sólo en calidad de familia, sino también de personas mayores. Por tanto, es común sentir una fuerte presión social de no ofenderlos, aunque ellos sí parezcan hacer su mejor esfuerzo para ofendernos a nosotros.

“NO QUIERO SER EL VILLANO DE LA FAMILIA”

Rita señaló con precisión algunas de las fuerzas subyacentes que impiden a muchas personas reaccionar de forma efectiva a las críticas de sus suegros: “Pues sí, todo mundo sabe que mi suegra es una entrometida, y me encantaría poder decírselo con todas sus letras, pero al parecer hay una especie de regla implícita de que nadie debe meterse con ella. Es una familia muy cordial y chapada a la antigua. No quiero ser la que ponga el desorden; la que la haga enojar y altere la paz general. Es mucho más fácil seguir la corriente”.

Rita reconocía que era capaz de expresar su irritación y de emprender las acciones necesarias para enfrentar las críticas hechas por amigos o colegas; pero lidiar con su suegra implicaba mayores riesgos y muchas más consecuencias potenciales. No querer alterar la paz familiar y ser ubicado como el alborotador obliga a muchas personas a quedarse calladas.

LA FALTA DE ELOCUENCIA

Muchos también nos quedamos callados porque nos paralizamos y no sabemos qué decir cuando nos lastiman o nos hacen enojar. Eso le ocurría a Cal cuando su suegro lo menospreciaba: “Tengo muchos empleados con los que me comunico de maravilla. Pero te juro, Susan, que cuando este tipo me empieza a fastidiar, me siento como si tuviera cinco años, y no se me ocurre qué decirle para defenderme. Siento un nudo en el estómago y una fuerte opresión en el pecho... A veces creo que voy a explotar”.

Pocas personas han desarrollado la habilidad para encontrar las palabras adecuadas en situaciones de estrés; esas palabras que les darán poder y desvanecerán la tensión en el aire. En vez de eso, la ansiedad se apodera de nosotros, y explotamos o declaramos la guerra, o estamos tan heridos que lo único que deseamos es retirarnos de la batalla. ¿Cuántas veces te has enojado contigo mismo porque se te ocurrió la respuesta perfecta una hora o un día después de que te ofendieron? Es una reacción del todo normal, pues no es fácil para tu mente reaccionar con claridad cuando tu estómago está hecho un nudo. Por eso te serán muy útiles los guiones que te ofrezco en la segunda mitad del libro. Una vez que te aprendas tus diálogos, serás capaz de reproducirlos, sin importar qué tan nervioso estés.

EL ESTIRA Y AFLOJA

Había otro factor que impedía que Cal emprendiera una acción positiva: la preocupación de su esposa de que ofendiera a su padre. Muchos de quienes son objeto de las críticas de los suegros acumulan el resentimiento para evitar alterar a sus parejas o ponerlas a prueba. La situación puede ser espantosa, pero, al igual que Cal, muchas personas sacrificarán su dignidad antes de molestar a su pareja o a sus suegros.

Rita se encontraba en este estira y afloja: “No quiero poner a Lee en una posición en la que tenga que tomar partido y decidir en dónde está puesta su lealtad. Quizá es que temo que sea una batalla perdida”.

Rita tenía miedo de poner a prueba las prioridades de Lee. Sentía que, si le pedía que tomara partido, con base en sus reacciones previas a las quejas de Rita, era posible que eligiera estar del lado de su madre. El dolor provocado por las críticas de su suegra parecía menos intenso que la idea del dolor que le causaría la traición de su marido. Por tanto, Rita, al igual que muchas personas con suegros tóxicos, eligió no arriesgarse.

Vistas desde afuera, estas razones tal vez no parezcan muy convincentes. Sin embargo, cuando se está dentro de la familia apiñada que trae consigo el matrimonio, éstas son algunas de las fuerzas más poderosas para conservar el statu quo, aunque no sea sano para ninguno de los involucrados.

EL ELEVADO COSTO DE LAS CRÍTICAS

Los criticones desencadenan muchas de nuestras vulnerabilidades y dudas propias, además de que minan la confianza que tenemos en nosotros mismos. Si eres vulnerable a sus comentarios crueles, pronto empezarás a dudar de tus propias percepciones y juicios. Quizá incluso te preguntes: ¿estarán en lo correcto?, ¿será cierto lo que dicen? Escuchar las voces externas que hacen juicios negativos sobre ti puede reforzar la autocrítica contra la que todos luchamos. En el peor de los casos, terminarás dudando de tu habilidad para hacer lo correcto y de tu valor como individuo.

En ese punto, es fácil terminar por hacer las cosas como ellos quieren y darles mucho poder sobre nuestra vida con tal de silenciar sus críticas.