CAPÍTULO 1

Mundo exterior. Mundo interior

El título de esta sección podría haber sido «Percepción y realidad». En la concepción tradicional ese título sugeriría que la realidad «está fuera, en algún sitio» y que la percepción es diferente de la realidad. Pero la percepción es tan real como cualquier otra cosa. De hecho, la percepción es lo más real para una persona. El terror que siente un niño ante una cortina que se mueve en la oscuridad es un terror real. La desazón que producen en un esquizofrénico las voces interiores es una desazón real. De hecho, la percepción es la única realidad para la persona. Por regla general, la percepción no es una realidad compartida, ni tampoco se puede cotejar con el mundo exterior, pero es ciertamente real.

Durante muchos siglos el pensamiento occidental ha estado dominado por la analogía que presenta Platón, según la cual una persona encadenada en el interior de una caverna sólo podrá ver las sombras que se dibujan al fondo de dicha cueva y no la «realidad» que causa dichas sombras. Por eso los filósofos han intentado buscar la «verdad» de la que emanan esas sombras o percepciones. Es cierto que algunos como Freud, y particularmente Jung, centraron su atención en las sombras, aunque no generalmente en la percepción. Esta falta de interés por la percepción es comprensible. La gente deseaba distanciarse lo más posible de la percepción para acercarse a la solidez de la verdad. Más importante aún, no es fácil hacer mucho más que percibir las percepciones, a no ser que se esté en posesión de una cierta comprensión de su funcionamiento. Esa comprensión sólo la hemos logrado muy recientemente.

Una casa de estilo georgiano se levanta solitaria en medio del campo. Un grupo de personas llega a ella para pasar un fin de semana en su recinto. Una de las personas observa la casa con nostalgia de los buenos momentos que en ella disfrutó. Otra persona la observa con envidia pensando que le hubiera gustado vivir en una casa como ésa. Una tercera persona la observa con horror recordando la dolorosa infancia que vivió en ella. Una cuarta persona inmediatamente hace una estimación valorativa del coste de la casa. La casa es la misma en cada caso y si cada una de las cuatro personas le hiciera una foto, el resultado serían cuatro casas idénticas. Pero el mundo interior de la percepción es totalmente diferente.

En el caso de la casa percibida de diferente manera la visión física de la casa es idéntica, pero los cauces de la memoria y las emociones personales producen mundos interiores de percepción diferentes. No obstante, la percepción podría ser diferente, incluso si no existieran los cauces de la memoria particulares. Si cada uno de los invitados observara la casa desde ángulos diferentes, cada uno obtendría una perspectiva diferente. La persona que la observara desde la fachada obtendría la visión de la clásica casa georgiana. Una persona que la observara lateralmente podría ver la casa original de estilo isabelino, cuya fachada se ha renovado. La persona que la observase desde la parte trasera podría confundir la casa con una granja.

Todos conocemos las clásicas ilusiones ópticas por las que al mirar un dibujo vemos objetos que realmente no están presentes en el dibujo: líneas que parecen curvas, aunque verdaderamente sean rectas; una silueta que parece de mayor tamaño que otra, aunque en realidad ambas sean exactamente iguales. En un espectáculo los ilusionistas se las arreglan para engañar magnífica y simultáneamente a todo el público mediante el embaucamiento de sus percepciones.

Es evidente que la percepción es sumamente individual y que es posible que no corresponda al mundo exterior. En primer lugar, la percepción es la manera en la que el cerebro organiza la información que recibe del mundo exterior a través de los sentidos. El tipo de posible organización depende totalmente de la naturaleza fundamental de los circuitos nerviosos del cerebro. Esta organización se ve afectada por el estado anímico de un preciso momento, que favorece a unos patrones en vez de a otros. La memoria a corto plazo del contexto presente, y de lo que haya sucedido inmediatamente antes, afectará a la percepción. La traducción de una lengua a otra mediante ordenadores es tan difícil porque lo que se ha expresado previamente, y el contexto, pueden alterar por completo el significado de la palabra. Por ejemplo, la palabra inglesa live se pronuncia de dos formas diferentes dependiendo del contexto en que se utilice. Por último están las memorias a largo plazo y los surcos de la memoria que, o pueden alterar lo que percibimos, o adherirse a la percepción.

Uno de los más extraordinarios ejemplos del poder de la percepción es el fenómeno de los celos. En un restaurante se le recrimina a un hombre por haber escogido sentarse en un lugar en vez de otro porque supuestamente desde el primer lugar puede observar a la rubia que se sienta enfrente. La verdad es que el hombre ni siquiera se ha percatado de la rubia y su único deseo era ofrecer a su acompañante el asiento con la mejor vista. Parece que una esposa se ve demasiado con un hombre con quien coincide en la oficina. Ella asegura que es una relación de trabajo, pero a su marido le parece que es otra cosa. Los celos producen complejas interpretaciones de situaciones normales que pueden ser totalmente falsas y, sin embargo, dar ocasión a fuertes emociones, riñas y violencia. El hecho es que las percepciones podrían ser verdades factibles, y el que no lo sean no altera las percepciones.

No sorprende por tanto que los pensadores de la antigüedad consideraran una magnífica proeza alejarse de un asunto tan sumamente subjetivo como es la percepción y que emprendieran la búsqueda de verdades y absolutos que se pudieran verificar y validar en cada caso.

Si usted quisiera construir una mesa podría hacer un cálculo de las piezas necesarias y cortarlas de acuerdo con su cálculo. Probablemente le iría mejor si midiera las piezas que necesita. Eso facilitaría que las piezas encajaran y que las patas de la mesa fueran de la misma altura. La medición es una excelente forma para cambiar la percepción de algo concreto, tangible y permanente. Lo damos por supuesto, pero es un concepto maravilloso.

Las matemáticas son otro de los métodos para evadir las incertidumbres de la percepción. Traducimos el mundo en símbolos y relaciones. Una vez que esto se ha logrado, penetramos en el «mundo de juegos» de las matemáticas; un mundo con su propio y particular universo y reglas de conducta interiores a ese universo. Jugamos ese juego con todo rigor y luego traducimos el resultado obtenido de vuelta al mundo real. Ciertamente el método funciona muy bien, siempre y cuando las matemáticas sean correctas y válida la traducción de entrada y salida del sistema.

La gran contribución del grupo de los tres griegos fue la de preparar el terreno para hacer lo mismo con el lenguaje. Las palabras adquirirían definiciones específicas y serían tan reales, concretas y objetivas como la medición. Luego se establecería un juego riguroso con regias que nos dirían cómo juntar las palabras y cómo razonar. La base principal de ese juego sería la identidad: esta cosa «es» o «no es» otra cosa. El principio de contradicción sostuvo que algo no puede «ser» y «no ser» al mismo tiempo. Partiendo de esa base desarrollamos nuestros sistemas de lenguaje, de lógica, de argumentación, de pensamiento crítico y de todos los demás hábitos que utilizamos constantemente.

El resultado fue la apariencia de ser capaces de juzgar (algo que le encanta hacer al cerebro humano) y de alcanzar verdades y certezas. Todo esto resultaba muy atractivo y tuvo mucho éxito cuando se aplicó a cuestiones técnicas. También parecía que había obtenido éxito cuando se aplicó a los asuntos humanos, ya que el juicio y la certeza establecieron las bases para la acción y para la rectitud moral. De hecho, esa clase de «lógica» no deja de ser un sistema de creencias como cualquier otro. Si uno opta por observar el mundo de una cierta manera, el constatar que el mundo es de esa manera, reforzará su creencia al respecto.

Por tanto, en lo que respecta al pensamiento la tendencia ha sido huir del mundo de la percepción y dejar ésta exclusivamente para lo concerniente al arte, puesto que éste puede explorar y elaborar las percepciones a su gusto. Pienso que ha llegado el momento de prestar atención al mundo de la percepción para poder comprender lo que verdaderamente pasa en el mundo. El mundo de la percepción está estrechamente relacionado con la manera en que el cerebro maneja la información y es eso precisamente lo que exploro en el libro Yo tengo razón, tú estás equivocado.

En la percepción no existe el «juego de la verdad» como en las matemáticas, en las que algo es verdad porque se desprende de las reglas del juego y del universo. En la percepción toda verdad es circular o provisional. Una verdad circular es como cuando dos personas se dicen mutuamente que están diciendo la verdad. La verdad provisional se fundamenta en la experiencia: «a mí me parece»; «tanto como puedo ver»; «en mi experiencia». En esta verdad no hay nada de esa maravillosa certeza que encontramos en la lógica corriente, que no es otra cosa que una «verdad de creencia» enmascarada como «juego de la verdad».

En el mundo interior de la percepción no existe la solidez ni la permanencia de la «lógica rígida». La roca es dura, definitiva y permanente, y no cambia. Ésta es la lógica del «es». En cambio, la percepción se fundamenta en la lógica fluida. El agua fluye. El agua no es definitiva ni de consistencia dura, sino que se adapta al recipiente en que se vierte. La lógica fluida se fundamenta en el «hacia».

Este libro se propone explorar la naturaleza y la conducta de la lógica fluida y mostrar algunas formas prácticas de cómo utilizarla.

La lógica fluida es la lógica del mundo interior de la percepción. Sospecho que también se aplica, mucho más de lo que hasta ahora hemos creído, al mundo exterior. Cuando comencemos a examinar los sistemas autoorganizadores, cuando las matemáticas empiecen a observar los sistemas no lineales y el caos, encontraremos que la lógica fluida es también importante para muchos aspectos del mundo exterior al que siempre hemos aplicado la lógica rígida. Creo que esto ya se da en las ciencias económicas.

Incluso la lógica aparentemente rígida de la ciencia acusa él impacto directo de la percepción y de la lógica fluida. La mente sólo puede ver aquello para lo que está preparada. El análisis de datos no produce ideas por sí mismo. El análisis de datos sólo nos ayuda a seleccionar entre las ideas existentes. Cada vez se acrecienta más la importancia del énfasis depositado en la hipótesis, en la especulación, en la provocación y en la construcción de modelos y todos ellos nos permiten ver el mundo de manera diferente. La creación de esos marcos de posibilidad es un proceso perceptivo.

Debo añadir que en la percepción no existe la contradicción. En líneas paralelas se pueden sostener visiones opuestas. La desigualdad se presenta cuando algo no encaja en nuestras expectativas, como sería una carta de cuatrocorazones-negros en la baraja. Pero eso es otra cosa.

Dada esta habilidad de la percepción para manejar las contradicciones, la lógica ha contribuido muy poco a cambiar las percepciones. Las percepciones se cambian (mediante la exploración, la intuición, los cambios de contexto, la atrofia, etc.), pero no por la lógica. Ésta es otra de las muy buenas razones para intentar comprender la percepción.

Invertimos sólo una mínima porción de nuestras vidas en los análisis matemáticos o lógicos. Una considerablemente mayor porción de nuestra vida la invertimos tratando con la percepción. Lo que vemos en televisión y la respuesta que damos a ello es la percepción. Las nociones que tenemos sobre el peligro ecológico y el efecto invernadero se basan en la percepción. Los prejuicios, el racismo, el antisemitismo, son todas cuestiones de la percepción. Los conflictos que no se deriven de simples juegos de poder propios de camorristas se basan en percepciones erróneas. Puesto que la percepción es parte tan importante de nuestra vida, merece la pena que examinemos la naturaleza de la lógica fluida en vez de continuar intentando encajar el mundo en nuestra tradicional lógica rígida.