Hacer la revolución en la educación

Todos los días vivimos situaciones que hace unos años nos hubieran parecido inimaginables. Si miramos el mundo del periodismo, resulta que los diarios, esos soportes de información que compraban y leían con total credulidad millones de personas, se encuentran casi en vías de extinción. Debido a la expansión de internet, el periódico en formato papel se lee cada vez menos, al mismo tiempo que esos mismos diarios no saben todavía cómo rentabilizar sus formatos online. Ahora miremos el mundo de la música, también convulsionado por las nuevas formas de distribución digital, en la que los papeles tradicionales están cambiando a un ritmo acelerado, lo que está generando grandes discusiones sobre los temas relacionados con la autoría o la propiedad intelectual y pocas soluciones. En el ámbito de las relaciones sociales, millones de personas se conocen, se atraen, se reúnen y hasta se dejan por WhatsApp, Facebook o Twitter. Miremos la medicina, la biología, la cocina (pensemos en Ferran Adrià), las artes visuales, la literatura, y ahora miremos la educación.

¿Qué vemos? Vemos un aula, un lugar cerrado y aislado del mundo; vemos una figura de pie y unas cuantas figuras sentadas; vemos que detrás de la figura que está de pie hay una pizarra (puede que sea electrónica, pero solo la maneja la figura que está de pie); vemos que las figuras sentadas están quietas, mientras que la que está de pie deambula por los estrechos pasillos que dejan las mesas apretadas porque hay menos espacio del necesario. De repente suena una sirena, las figuras sentadas se levantan, recogen sus cosas y se van. Pasan cinco minutos y aparecen otras treinta figuras que miden, se comportan y visten prácticamente igual que las que se acaban de ir… ¿No serán las mismas? Estas figuras se sientan y vuelta a empezar. Así desde las nueve de la mañana hasta las cinco de la tarde. De lunes a viernes. Todo el mes. Nueve meses al año. En la universidad, en la educación secundaria, en un curso del Inem, en un seminario sobre estudios mesopotámicos, en una conferencia en un museo, en la educación primaria, en unas jornadas sobre física nuclear…

Mientras todo cambia, especialmente los sectores y las industrias relacionados con la gestión del conocimiento, el mundo de la educación permanece igual, anclado en un paradigma más cercano al siglo XIX y a la producción industrial que a las dinámicas propias del siglo XXI, líquidas, posmodernas e impredecibles, que vivimos día a día. La pregunta que propongo que nos hagamos es: ¿cómo puede ser que el resto de los sectores se encuentren seriamente amenazados, y a la espera de sufrir una drástica transformación, y la educación permanezca impasible, sin alteraciones, que los espacios pedagógicos −en especial nuestro sistema educativo formal− sigan monolíticamente construidos y sin perspectivas de cambio? Sinceramente, creo que es necesaria la rEDUvolution o lo que desde hace algún tiempo se viene llamando revolución educativa.

El término rEDUvolution condensa mediante la hibridación de los términos revolución y educación la necesidad de ejecutar un cambio real en los lugares destinados a que la educación suceda. La meta que persigo es la de desplazar el (des)aprendizaje hasta el (a)prendizaje y crear alternativas a los modelos hegemónicos de ejercicio de la pedagogía, mediante la construcción de dinámicas que operen como microrrevoluciones y que socaven el sistema a través de la configuración de ciudadanas y ciudadanos que generen su propio cuerpo de conocimientos. Persigo recuperar la pasión por el conocimiento, la efervescencia intelectual, porque no existe un ser humano que no quiera aprender, y experimento un enorme dolor al comprobar cómo las instituciones destruyen dicha pasión, dicha efervescencia, día a día. La rEDUvolution resulta urgente en todos los contextos educativos, pero, sobre todo, en los ámbitos formales, desde los jardines de infancia hasta la universidad, donde la obsesión por la certificación y lo académico ha convertido los procesos de aprendizaje en verdaderos simulacros y ha transformado la producción de conocimiento en representaciones vacías en las que nadie enseña ni nadie aprende realmente y donde lo que denominaremos prácticas bulímicas reproducen acciones perversas.

Mapeando

La rEDUvolution no consiste en una macrorrevolución, sino más bien en una sucesión de microrrevoluciones; no consiste en el cambio absoluto y total de nuestras prácticas, sino más bien en mirar la educación desde una óptica diferente, más reflexiva, analítica y autocrítica, lo que nos llevará a la transformación de lo que no funciona de una forma no violenta, de manera gradual, poco a poco. Mi intención es estimular a la lectora o al lector con ideas y propuestas a partir de cinco claves muy sencillas, pero a la vez profundas, que nos permitirán afrontar la encrucijada ante la que nos encontramos, y que no es otra que la de pasar de una educación basada en un paradigma de épocas anteriores a una educación basada en el mundo que nos rodea, es decir, de una pedagogía obsoleta a una pedagogía contemporánea.

Empezaremos por aceptar que «Lo que nosotros enseñamos no es lo que los estudiantes aprenden». En este capítulo abordaremos un terreno bastante inexplorado en la pedagogía, como son sus relaciones con el inconsciente. Veremos que el tercer participante del acto educativo desbarata todo el proceso, así como la falsa creencia de que lo que los profesores enseñamos es lo que nuestros estudiantes aprenden. Comprobaremos que este hecho ya ha sido ampliamente discutido en otras disciplinas, de ahí que no haya duda a la hora de afirmar que nadie ve la misma película ni lee la misma novela; entonces, si esto es así, ¿por qué aceptamos la idea de que todos aprendemos lo mismo? Aceptar el inconsciente como el tercer participante nos llevará a aceptar la ignorancia como un concepto positivo o el trabajo con lo invisible de manera casi tan activa como con lo visible.

En «No solo hay que parecer democráticos, sino que hay que serlo» analizaremos cómo se desarrollan las dinámicas de poder en el aula y veremos cómo cuestiona la rEDUvolution dichas relaciones. Entender la dimensión política del acto pedagógico y trabajar para crear situaciones horizontales, colaborativas y, en resumidas cuentas, más democráticas será sobre lo que trataremos de reflexionar en este bloque, porque, si nos definimos como demócratas en nuestro día a día, también deberíamos practicar la democracia en el aula. Repensaremos los roles clásicos para abandonar la idea del docente como guía (ni siquiera como faro) y empezar a considerar a docentes y estudiantes como un todo agrupado bajo el concepto de comunidad.

En el capítulo «De la clase a la reunión» repensaremos el espacio, el tiempo, el humor, los sonidos y los sentidos para imaginar cómo debemos utilizarlos en el siglo XXI. Nos preguntaremos acerca del mobiliario, de las paredes, de las mesas…, porque ¿realmente son necesarias las mesas en clase?, ¿es imprescindible que los estudiantes estén sentados de manera que sea inviable que se vean unos a otros o hay otras formas de distribución? Reflexionaremos sobre los tiempos y si es posible aprender en los cuarenta y cinco minutos que nos permiten algunas instituciones para empezar a aceptar que el aprendizaje sucede en cualquier momento y en cualquier lugar. El aula debe dejar de ser un lugar cerrado, frío y dominado por el profesor para convertirse en un lugar abierto, cálido y negociado por todos los miembros de la comunidad de aprendizaje. Un lugar habitado. Un lugar que se prolongue, mediante las nuevas tecnologías, en los espacios y en los tiempos que decida la comunidad. Dejaremos atrás la noción industrial del aula como cárcel para empezar a entenderla como salón, como cafetería, como plaza, como recreo (aceptando que la red puede ser también cualquiera de estos cuatro lugares). En definitiva, entenderemos el aula como un espacio de encuentro y de intercambio donde todo el mundo aprende.

Tras haber reflexionado sobre la verdad, el poder y el cuerpo, entraremos en el capítulo titulado «No tengo tiempo para aprender porque tengo que estudiar», una frase que sintetiza de manera narrativa la idea de que, actualmente, la educación se reduce en muchos casos a un simulacro pedagógico. Intentaremos deshacer el simulacro desde tres bloques temáticos. Primero, veremos que es imprescindible pasar de lo descriptivo a lo narrativo, reproducir las dinámicas de la industria del entretenimiento y vincular la educación con el suspense, la sorpresa y el placer para clausurar el aburrimiento, verdadero eje central de los procesos de enseñanza del pasado. En segundo lugar, veremos que es necesario pasar de un único lenguaje a los lenguajes múltiples, porque en una sociedad en la que el lenguaje audiovisual se configura como el principal sistema de transmisión de información resulta vital sustituir los formatos monológicos, secos y rígidos (como la lección magistral o el examen final) por formatos dialógicos, orgánicos y flexibles que enlazarán con lo lúdico sin caer en lo superficial. En el tercer bloque, migraremos de lo contemplativo a lo experiencial, nos preguntaremos cómo seleccionar y generar la información para una educación del siglo XXI, teniendo en cuenta la evidencia de que lo que ocurre en el aula no tiene nada que ver con lo que ocurre fuera de ella, la evidencia de que el conocimiento que se genera en gran parte de los actos educativos tiene muy poco o nada que ver con la vida real, la evidencia de que aprendemos para el examen y, una vez superada esta fase, la información se evapora a través de dinámicas tóxicas. Cuando lo que ocurre en el aula se conecta con la vida real logramos que el conocimiento pase de ser una representación a ser una experiencia, de ser algo ajeno a ser algo nuestro y de ser algo muerto a ser algo vivo. Este cambio nos llevará a preguntarnos por qué los contenidos relacionados con lo biográfico y con la cultura visual no forman parte del currículum.

Para terminar, reflexionaremos sobre la importancia de pasar «De una educación basada en la evaluación a una educación basada en el aprendizaje». Explicaremos por qué, además de ligarla a la investigación, hay que descentrar la evaluación, y por qué ese cambio puede hacerse a partir de otros sistemas de representación. Olvidaremos los castigos, el esfuerzo a corto plazo y la competitividad para empezar a hablar de la motivación, la responsabilidad a largo plazo y el trabajo en equipo.

* Nota a la edición digital: para llevar a cabo los ejercicios de rEDUvolution házte con un cuaderno.

Rizomas

Muchas de las cosas que vamos a ver en este libro no me las he inventado yo, aunque puede que les haya dado un nombre, las haya organizado en una secuencia adecuada para ser leída y las haya unido en una sola publicación. En el primer capítulo defiendo la creación contemporánea como un proceso de remezcla rizomática, y este proceso es el que me posibilita escribir: mis ideas solo emergen de las ideas de otros, y espero que se mezclen con las ideas de los demás para crear un infinito rizoma de conocimiento inacabado. Por esta razón, muchos de los conceptos que se desarrollan en esta obra provienen de profesionales del ámbito de la educación, pero también del mundo de las artes visuales, como Nicolas Bourriaud o Joan Fontcuberta (ambos teóricos, además de artista este último), porque otra de las demandas de la rEDUvolution es la de romper la membrana, deshacer las separaciones artificiales entre disciplinas y acometer la producción intelectual desde la transdisciplinaridad. Nutrirnos de los otros, de los que consideramos extraños, es lo mejor que nos puede pasar. Tengo que decir que cada vez encuentro más ideas interesantes en la antropología, las artes visuales o la sociología que dentro del marco estricto de la pedagogía, un área de conocimiento demasiado cerrada en sí misma.

Quiero dejar claro que antes que nosotros ha habido bastantes profesionales de la educación que han luchado e incluso han consolidado metodologías rEDUvolucionarias, como es el caso de Maria Montessori, John Dewey o Paulo Freire (pero que, desgraciadamente, siguen siendo excepciones que confirman la regla). También es importante señalar que hoy son muchos los docentes que claman por la revolución educativa desde las redes sociales, desde las charlas TED (Tecnología, Entretenimiento y Diseño) y desde las aulas, y que en este libro encontrarán conceptos e ideas que han desarrollado y compartido intelectuales, educadores y activistas como Alejandro Piscitelli, Elizabeth Ellsworth, bell hooks (Gloria Jean Watkins), Ken Robinson, Sugata Mitra, Henry Giroux, Jacques Rancière o Francesco Tonucci, entre otros.

Pero la mayoría de los rEDUvolucionarios somos docentes anónimos que trabajamos con pasión día a día y que transformamos la pedagogía desde la práctica. Todos luchamos por una educación diferente, pero no me cabe la menor duda de que será el tándem formado por el docente y el estudiante el que finalmente llevará a cabo la rEDUvolution, figuras demonizadas desde diferentes ámbitos, cuando la gran mayoría son competentes profesionales amordazados por un sistema obsoleto. Los docentes y los estudiantes no son los responsables del fracaso educativo: el fracaso educativo es el fracaso del sistema, y quizá, analizado desde una perspectiva semiótica, este reiterado desastre sea la única forma que ambas figuras tienen de mostrar su rechazo; quizá significa que los estudiantes no están de acuerdo en cómo están siendo enseñados.

¿Por qué los libros de pedagogía son tan feos?

Esta es una pregunta que me llevo haciendo desde hace muchos años. Entro en una librería y en la sección de arte o en la de novela gráfica encuentro ejemplares que no solo son hermosos en cuanto a su contenido (entendiendo la belleza desde el punto de vista del significado), sino que también lo son en cuanto a su desarrollo formal, en cuanto a su formato; libros en los que la textura del papel, la tipografía, el uso del color y la calidad de las ilustraciones alcanzan la misma importancia que lo que se cuenta a través del lenguaje escrito. Y esta demanda no es una cuestión meramente formal, superficial o comercial: tiene que ver con la reivindicación de situar el lenguaje visual al mismo nivel de transmisión intelectual que el resto de los lenguajes. Miramos a nuestro alrededor y vemos que las imágenes están en todas partes… menos en muchos libros y, en concreto, en los libros teóricos sobre educación. De la misma manera que el diseño de las aulas y de los centros educativos debe cambiar hacia formatos contemporáneos para reivindicar la importancia pedagógica de la estética, los libros sobre pedagogía deberían considerar su diseño como una prioridad, como ocurre, por ejemplo, cuando se concibe el catálogo de una exposición.

Para que este libro fuese hermoso y coherente, además de innovar en los contenidos hemos considerado importante innovar en el formato. Sería completamente absurdo defender la narratividad y el lenguaje visual en el aula, y editar un texto que no atendiera a estas características. Y, para lograr este propósito, la profesional que se ha ocupado de la parte visual es Clara Megías, profesora, música y artista visual. Clara comparte todas y cada una de las demandas de la rEDUvolution y, como se verá más adelante, ha sido capaz de comunicarlas visualmente formando equipo con Amanda Robledo, Elisa González y las hermanas Cámara, productoras culturales incapaces de diferenciar dónde empieza su trabajo como artistas visuales y dónde acaba su trabajo como educadoras. Entre las seis hemos intentado crear un libro en el que el lenguaje visual aporte un conocimiento que queremos situar a la misma altura que el que aporta el lenguaje escrito. Por esta razón, no queremos dejar pasar la oportunidad de darle las gracias a Keri Smith, la gran ilustradora canadiense, por lo mucho que su obra nos ha iluminado a la hora de dar formato a este libro. Keri, y en concreto su obra Destroza este diario,01 representa de forma admirable este cambio de formato en el que lo visual y lo escrito van en paralelo, y nos ha dado pie para fusionar la pedagogía con el diseño y para entender que un libro puede transformarse con la participación del lector. De la misma manera que hemos hecho rizoma en la parte escrita con Bourriaud o Ellsworth, consideramos que en la parte visual hemos hecho rizoma con ella.

Cada capítulo presenta una estructura específica que empieza con una imagen detonante que conecta con el contenido principal del tema, una serie de propuestas visuales interiores que pretenden provocar el siempre difícil paso de la teoría a la práctica mediante la participación del lector o lectora en el propio libro y un apartado final con diferentes recursos para seguir trabajando más allá del texto. Nos sentiremos orgullosas cuando descubramos ejemplares subrayados, llenos de dibujos y de anotaciones, cortados y pegados, porque, lejos de considerar la huella del lector como un ultraje, nos sentiremos felices de que cada uno de vosotros haya hecho suyo este libro no solo de forma intelectual, sino también de forma física. Por eso os pedimos que no temáis intervenirlo, perforarlo, transformarlo; así, al final del viaje, lo que habrá en vuestras manos será un artefacto que represente el rizoma de conocimiento creado entre nosotras y vosotros, y donde esta diferenciación quedará superada.

En fin, tenemos mucho trabajo, y este trabajo nos va a quitar gran parte de nuestro tiempo, pero a cambio conseguiremos algo necesario: que la educación deje de ser un simulacro, una serie de falsas promesas enfocadas a la creación de un individuo incapaz de pensar por sí mismo, para transformarla en una fuerza de cambio poderosa. La idea clave, el detonante, las esporas que me gustaría que se esparciesen con el viento, es que hemos heredado de la modernidad un modelo centrado en que el aprendizaje no ocurra, por lo que, ahora, los profesores de la posmodernidad tenemos la obligación histórica de construir una pedagogía acorde con los tiempos que corren y cuya meta será que el aprendizaje, por fin, suceda.