No intentes que las cosas ocurran como quieres, deséalas, en cambio, tal y como suceden y todo te irá bien.
MARCO AURELIO
Si de buena mañana nos despertamos malhumorados, Marco Aurelio nos propone el siguiente pensamiento: «Me despierto para llevar a cabo una tarea propia de hombre». Por consiguiente, no puedo continuar indignado si voy a hacer las cosas que me son propias. «¿O he sido hecho para esto, para yacer en el calor de un lecho?» En absoluto. Los seres humanos hemos sido creados para deleitarnos y, en general, para la actividad. Y una de las actividades que nos es más propia es cultivar el pensamiento.
El tiempo de la vida humana es breve. La existencia se escurre como el agua entre los dedos. La percepción sensorial es turbia. La fortuna es algo que sobreviene. La fama es incierta. «En pocas palabras: todo lo que pertenece al cuerpo, un río; sueño y vapor, lo que es propio del alma; la vida, guerra y estancia en tierra extraña; la fama póstuma, olvido.» Solo nos puede ayudar en nuestro camino la filosofía, porque nos permite conservar esta divinidad interior que todos tenemos, que nos permite pensar y decidir y salvar las circunstancias amargas de la existencia: «La filosofía consiste en aceptar lo que acontece [...] a esperar la muerte con pensamiento favorable».
El pensamiento es la farmacopea del enfermo; la sabiduría, su medicina (una metáfora que acuñará Marco Aurelio y englobará las propuestas de autores tan diversos como Epicuro, Schopenhauer o Nietzsche). El mismo pensamiento que reivindica el ideal epicúreo de una filosofía balsámica como «medicina del espíritu» que ha arraigado con fuerza entre nosotros gracias al movimiento de «filosofía práctica».
La modernidad también reivindica una forma pragmática de cultivo del pensamiento que esté arraigada en la vida cotidiana y que nos acerque al preciado autodominio en forma de serenidad. Por eso mismo centra su atención en las escuelas de pensamiento que más se acercan a sus intereses. En la época clásica, cada escuela tenía su propio método, pero todas parecen converger en un mismo punto: «Esforzarse por despojarse de las pasiones», porque a ellas se atribuían todos los males del espíritu.
Observemos en primer lugar el ejemplo de los estoicos. La atención es la actitud intelectual fundamental del estoico: un estado de alerta, concentración y tensión gracias al cual percibimos nuestros estados de ánimo en relación con nuestras acciones. La meditación facilita la previsión de futuras circunstancias que pueden ser desagradables. Huelga decir que el autodominio se considera fundamental, tanto como el arte del diálogo, el cultivo de la amistad y la preparación para una buena muerte. Filón destaca en su particular tabla de entrenamiento la lectura, la escucha, el estudio y el examen en profundidad de uno mismo.
Escribe Hadot sobre esta práctica cotidiana de la filosofía:
Sobre todo, el ejercicio de la razón supone «meditación»: por otra parte, etimológicamente, ambas palabras son sinónimos. A diferencia de la meditación en Extremo Oriente, de tipo budista, la meditación filosófica grecolatina no está unida a ninguna postura corporal concreta, pues constituye un ejercicio puramente racional, imaginativo o intuitivo. Las formas pueden ser en extremo variadas. Implican, en primer lugar, la memorización y asimilación de los dogmas fundamentales y de las reglas vitales de cada escuela [...]. Estos dogmas, reglas vitales, habrá que tenerlas siempre «a mano» para poder conducirse filosóficamente en cualquier circunstancia de la vida. Por otro lado, será necesario imaginarse por adelantado estas circunstancias para estar preparado ante posibles eventualidades. Para todas estas escuelas, por razones diversas, la filosofía consistirá especialmente en una forma de meditación sobre la muerte y de concentración sobre el momento presente, para disfrutar de él o vivirlo con plena conciencia.
Somos protagonistas de un drama cuya autoría compartimos. Podemos decidir si queremos que sea corto o largo, también si lo preferimos intenso o insulso, pero no están en nuestras manos todas las circunstancias que tienen que vivir cada uno de los personajes, entre otros, nosotros mismos y nuestros seres queridos. Nos tocará interpretar papeles diversos: mendigo, cojo, magistrado, una persona cualquiera. Todos son igual de agradecidos para un actor que ama su trabajo. Es propio de cada uno interpretar magníficamente el personaje que le toca. Sin embargo, la elección de nuestro personaje tendrá que adaptarse a las circunstancias de la existencia en forma de destino cruel y vengativo o suave brisa refrescante que nos acompaña en un tramo del camino.