ZONA CERO

Luis y Rafa fueron los primeros componentes de La Unión que se conocieron entre sí, aunque este primer encuentro fue estrictamente casual. Así lo recuerda Luis Bolín: «Sí, Rafa fue el primero al que conocí. Yo andaba cantando en grupillos, y por esos días vendí mi primer bajo para comprarme uno más moderno de los que venían con caja y comencé a hacer música con grupos punk y heavy sólo por el hecho de tocar. Estuve mucho tiempo así, y dentro de una de estas bandas hubo una serie de cosas que a mí no me gustaron y decidí dejarlos. Yo era el cantante en ese grupo. Recuerdo que nuestro último concierto lo íbamos a dar en la sala Marquee [mítico local madrileño] y en el ensayo apareció un chico que era quien me iba a sustituir; se llamaba Rafa. Más adelante, por casualidades del destino, me volví a encontrar con Rafa en un bar y me comentó que estaba buscando un bajista, y yo le dije que mis amigos y yo estábamos buscando un cantante y lo invité a que viniera un día a nuestro local a hacer una prueba.»

Por su parte, Rafa recuerda este segundo encuentro con Luis como si fuera ayer: «Me acuerdo perfectamente… El ensayo al que me invitaron fue un jueves y allí estaban Mario, Luis e Íñigo con una caja de ritmos y la verdad es que ya tenían seis o siete canciones montadas, que por cierto eran como muy oscuras. Entre ellas estaba Lobo hombre en París. Todas en plan instrumental, eso sí. Bueno, también recuerdo que ya había una con letra que se titulaba Tijeras y cuchillos, que Íñigo había escrito tras ver una exposición de Warhol en Madrid que se llamaba precisamente “Puñales, tijeras y cuchillos”.»

Luis, Mario e Íñigo coincidieron en una academia de publicidad y comenzaron a esbozar los primeros pasos de lo que sería su grupo musical. En sus inicios se hicieron llamar La Visión, y más tarde Los Nocturnos, pero el proyecto no acababa de cuajar; sin duda necesitaban un cantante. Por su parte, Rafa cantaba en las fiestas de la universidad y también se encontraba en el proceso de montar un grupo. Así que, cuando por casualidad coincidió con Luis, éste le invitó a que conociera al resto de sus amigos. Ya en el local de ensayo, se soltó cantando y todos lo tuvieron muy claro: «Rafa es la voz que buscamos.»

En cuanto a Mario, nunca olvidará cómo conoció a Luis y a Íñigo: «Sí, fue estudiando en una academia de publicidad, y recuerdo perfectamente que íbamos a las sesiones matinales del Rockola, que entonces pinchaban a New Order; claro, era la época de la Movida. Yo no es que fuera un experto, pero había tenido mis grupillos, como Alone y Nocturno, y éramos muy mod y, quieras que no, se notaba que teníamos un bagaje.»

Íñigo también quería ser músico, pero no era buen instrumentista porque nunca había tocado nada: «Hubo un momento en que no tenía banda, pero tenía un teclado y estaba como loco por formar un grupo. Además, tenía unas pesetillas ahorradas y mis amigos me aconsejaron que me comprara una caja de ritmos, que era lo más moderno y lo que más molaba del mundo. Así, cuando conocí a Luis y a Mario decidimos empezar los tres. Luis tocaba el bajo y Mario la guitarra; luego, a los tres meses, más o menos, apareció Rafa.»

Rafa comenta que «los primeros años las letras las hacía con Íñigo y algunas veces con Mario. Luis ha sido el que menos letras ha escrito, y cuando se fue Íñigo tomé yo un poco las riendas. Mario y Luis son como el filtro para decidir si una letra está bien o está mal porque, claro, al escribirla tú puedes pensar que está muy bien, pero ellos siempre me han aportado la objetividad necesaria. Creo que eso ha sido siempre lo bueno de La Unión, que nunca ha habido un afán de estrellato y liderazgo por parte de ninguno de nosotros. Siempre hemos pensado que lo importante eran y son las canciones. Sinceramente, creo que este pensamiento es lo que nos ha mantenido vivos hasta hoy».

Luis tenía un gran amigo dentro del negocio musical que había cosechado un éxito muy importante un par de años antes: Nacho Cano. Ambos, según recuerda Luis, habían coincidido en el colegio: «Como entonces nos sentaban por orden alfabético y yo era Bolín y él Cano, pues nos sentaron juntos ya desde los seis años. Nacho siempre quiso dedicarse a la música, incluso llegamos a preparar algo juntos, pero vamos, sin ninguna importancia. En mi casa a todos nos gustaba la música, y escuché los primeros singles, que en ese momento se llevaban mucho, con mis hermanas. Por su parte, mi padre nos acostumbró a escuchar los programas de música de Radio Nacional, en los que él además pinchaba o hacía alguna entrevista. Como curiosidad, recuerdo que el primer concierto al que fuimos fue el de Genesis, y allí conocí a Ana Torroja. También recuerdo que había mucha gente, porque las entradas eran en blanco y negro y la gente se las había fotocopiado. Luego Nacho se fue a pasar un verano a Irlanda y volvió tocando los teclados. Vivíamos la música con mucha intensidad y una libertad tremenda.»

Nacho triunfó con su grupo, Mecano, pero «yo nunca dejé de ser amigo suyo –continúa Luis– y recuerdo, por ejemplo, que en los primeros conciertos de Mecano yo vendía camisetas de ellos. Así que un día Nacho se pasó por el local donde ensayaba con mi grupo, en casa de Íñigo. Vino con Alejo Stivel y creo que venían de jugar al fútbol. A Nacho le encantó lo que hacíamos y nos dijo que nos iba a echar una mano». Alejo, cantante de los inolvidables Tequila, que tras la disolución del grupo se ha dedicado a la producción de discos de artistas como Joaquín Sabina, La Oreja de Van Gogh, Los Peces, etcétera, recuerda que «yo organizaba partidos de fútbol en los que jugábamos gente del mundillo musical: Nacho Cano, Antonio Flores... Aquella mañana, al terminar de jugar, Nacho me pidió que le acompañara a casa de unos amigos a ver un grupo en el que tocaba Luis Bolín. Era en la casa de Íñigo Zabala (desde entonces gran amigo mío) y recuerdo que nos tocaron Lobo hombre en París. Yo los vi un poco verdes, la verdad, y así se lo dije a Nacho, pero él confiaba plenamente en ellos y me comentó que esa noche en su estudio daría una vuelta a la maqueta».

Rafa y Mario también recuerdan este episodio: «Nosotros conocíamos a Nacho de verlo en televisión, y en concreto yo [Rafa] había pasado el verano anterior en Ibiza y recuerdo que Hoy no me puedo levantar sonaba por todas partes. Hicieron que aquel verano todo el mundo fuera vestido como de nuevos románticos, con lo que me producía cierta curiosidad conocerlo. Recuerdo que el primer día que fuimos a grabar fue en un estudio que tenía en Ríos Rosas, en Cristóbal Bordiú 53, y me sorprendió cómo nos recibió: en el estudio, en una especie de plataforma, tenía su piano de cola, y él estaba allí subido y tocando, con un abrigo negro hasta los pies. Me gustó ver cómo se creía la historia.» «Reconozco –continúa Mario– que a mí la idea de que nos produjera Nacho Cano no me atraía nada; de hecho, él y yo discutíamos mucho. Yo tenía muchos prejuicios y entonces Mecano no me gustaba nada. Pero hoy lo digo con cariño, porque Nacho fue todo un descubrimiento para nosotros, nos enseñó muchísimo y, además, supo plasmar muy bien lo que queríamos. Recuerdo perfectamente cuando apareció en casa de Íñigo acompañado de Alejo. Nacho tenía muchas ganas de producir y después de escuchar Lobo hombre nos comentó que nos pasáramos por su estudio al día siguiente. Me gustara o no, la verdad es que el entusiasmo que demostró nos contagió, y allí que fuimos. El estudio estaba en un sótano de una calle en Ríos Rosas y nos recibió vestido como con una capa negra hasta el suelo… Era una estrella y nosotros parecíamos superpringados. Nacho es como el quinto miembro de La Unión. Fue todo muy divertido con él, la verdad.»

Totalmente cierto, pues Rafa también recuerda que «Nacho y Alejo aparecieron con cara de estar perdiendo el tiempo y la verdad es que empezamos a tocar sin pensarlo dos veces. Yo nunca he tenido pudor a la hora de cantar delante de desconocidos, y aquí eché el resto. Nacho salió de casa de Íñigo hipnotizado con el “Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhhh!”.»

Nacho Cano había creado por aquel entonces una productora junto a Rafael Abitbol y había probado suerte en la producción con grupos como Olé Olé y Betty Troupe. Sobre su amistad con Nacho Cano y su primer contacto con los integrantes de La Unión, Rafael Abitbol recuerda: «Puedo decir tranquilamente que fui la primera persona que pinché en la radio Hoy no me puedo levantar. Un día me llamaron los Mecano para darme las gracias y a la vez preguntarme si les podría hacer una entrevista dentro de mi programa. Naturalmente, les dije que sí. Nació una bonita amistad con Nacho y entre copas y conversaciones decidimos montar una sociedad llamada C&A (Cano-Abitbol), en la cual cada uno de los dos tendría una participación del 45 por ciento; el 10 por ciento restante fue para Rosa Lagarrigue. Cuando Nacho me invitó a escuchar el primer grupo en el que había puesto el ojo, aluciné. Me encantó la forma de hacer música de los cuatro, y al día siguiente me presenté con el contrato por el que firmamos tres discos. Hablé con Luis Javier Martínez de Wea (actualmente director de marketing de Walt Disney España) y les gustó tanto que me pidieron que no se lo enseñara a nadie más.»

«Nacho se salió en nuestro trabajo –cuenta Mario– porque, con todos mis respetos, lo de Olé Olé y Betty Troupe, pues como que no. En cambio, La Unión fue como un reto para Nacho y acertó. Además, en la grabación pasaron cosas muy curiosas; por ejemplo, el día que fuimos por primera vez a su estudio había luna llena. Recuerdo muy bien que ese día Nacho nos impresionó con sus teclados nuevos. Y tengo que decir que ahora, conociendo ya de sobra toda su trayectoria, es un orgullo que nos haya producido, la verdad. Es un tío superválido a todos los niveles, lo que pasa es que en aquella época yo tenía veintidós años y cuando me dijeron lo de Nacho yo no lo veía en mi rollo. Yo era como más punk.»

Rafa no tiene más que palabras de agradecimiento hacia sus primeros productores: «Es que Nacho para nosotros siempre ha sido como el quinto miembro de La Unión; todos los recuerdos que tengo de él son muy buenos. A Rafael Abitbol le avalaban leyendas que circulaban por ahí que no nos gustaban, pero tengo que decir que con nosotros se portó estupendamente. Él siempre aportó un punto de vista diferente. Yo era oyente asiduo de su programa “Champú, peine y brillantina”, que para mí era como la Biblia; ponía canciones alucinantes, y gracias a su programa conocí la música de Tom Petty, Elvis Costello, etcétera. Me parece que tenía un gusto musical excelente y que, por lo tanto, había que respetarlo. Lo que decía Abitbol en su programa para mí iba a misa. Piensa que cuando estudiaba Arquitectura me pasaba horas y horas en la mesa dibujando y mi única compañía era la radio, y las mejores conversaciones sobre música venían de él, de Mario Armero, de Gonzalo Garrido, etcétera. Además, en la Escuela de Arquitectura había mucha gente que asistía como público a los conciertos de los grupos de la Movida; de hecho, uno de los mayores festivales de la época fue el Festival de Arquitectura, en el que tocaron Alaska y los Pegamoides, Nacha Pop y Los Secretos. Fue un boom, en la escuela había mucha melomanía, al menos entre la gente con la que me movía. En cuanto a nuestra primera maqueta, la grabamos en el estudio de Nacho. Él apareció con un abrigo hasta los pies, el Project 5 ahí montado… Vamos, una pasada. Grabamos Lobo hombre en París y La niebla y ya cuando llegó el otoño, en octubre, grabamos el disco. Durante ese verano yo me dediqué a poner la maqueta a todos mis amigos y flipaban…»

Warner, la compañía de discos, se mostró desde el principio decidida a apoyar al grupo, y tanto es así que incluso antes de publicar el primer single informó a todos los medios de comunicación de su fichaje, deshaciéndose en elogios hacia ellos. La expectación, pues, estaba asegurada.

Corría el año 1983 y las listas de éxitos las copaban grupos noveles españoles. Hacía furor el segundo disco de Mecano, cuyo tema estrella era Barco a Venus; Alaska y Dinarama editaban su álbum «Canciones profanas», dejando atrás así a los Pegamoides y comenzando una carrera llena de éxitos y buena música; Radio Futura conocía por fin un más que merecido éxito con Escuela de calor. Los tres miembros de La Unión siempre han sentido una especial admiración por el grupo de Santiago Auserón: «Radio Futura siempre han sido nuestros héroes en España –confirma Mario–; han sido la mejor banda de este país con mucha diferencia. En ese momento había grupos muy curiosos, como Derribos Arias, o bandas de ésas que no consiguieron grabar discos pero que tocaban en los locales de Madrid… Había algunas cojonudas, pero yo estaba obsesionado con Radio Futura.» Por otra parte, comenzaban a surgir grupos de diseño como Olé Olé, con Vicky Larraz (entonces Vicky Lagos) al frente y producidos por Nacho Cano; Azul y Negro, que casualmente esos días presentaban una canción titulada El hombre lobo, o Vídeo, producidos por Tino Casal, que entonces también gozaba de un merecido éxito. Tino falleció unos años más tarde en un accidente de tráfico y con su desaparición se perdió uno de los mayores talentos musicales de la época.

En otro orden de cosas, 1983 se recordará también por el tercer puesto de Bravo, grupo liderado por Amaya (antigua cantante de Trigo Limpio), en el Festival de Eurovisión. Este festival comenzó aquí su declive, del que tan sólo se recuperó ligeramente, y da la impresión que muy transitoriamente, casi veinte años más tarde con Rosa.

Además, la Movida seguía adelante, derrochando talento y entusiasmo. Sin embargo, según Mario Martínez, también tenía su lado menos grato: «Había muchos prejuicios en la Movida. Existía la “pandillita”, en la que estaban Olvido y Almodóvar, que a decir verdad eran un poco los que seleccionaban quién podía estar dentro de ese movimiento y quién no. De hecho, nosotros tuvimos muchísimos problemas al principio, porque al estar producidos por Nacho Cano, que era como su antítesis, no estábamos bien vistos y, sobre todo, no nos perdonaban que no hubiésemos hecho el circuito habitual de tocar en el Rockola y demás locales míticos. Esta gente también se encargó de ir diciendo que éramos un invento de Nacho, y como estaba Rafa Abitbol en medio, pues te puedes imaginar… Pero entonces nosotros dijimos “¡Qué coño! Somos un grupo de verdad, y sí, tocamos mal, pero igual que vosotros”. La Movida fue algo memorable, pero también hubo mucha intolerancia. Luego, al cabo de los años, nos hemos conocido todos y la verdad es que muy bien, pero en aquel momento eran muy exclusivistas, lo cual era una auténtica estupidez.»

Rafa también tiene muchos recuerdos de la tan comentada Movida: «Todas las formaciones de Alaska me han gustado, y recuerdo que fui a ver en San Juan Evangelista un concierto de Parálisis Permanente que me encantó. Iba a todos los conciertos que había en el Madrid de la época; cada uno era una aventura diferente. Ahora ya no hay tantos prejuicios; creo que los prejuicios que hubo en la Movida fueron una “catetada”, aunque también es verdad que el pastel era muy pequeño. Yo iba mucho a Pentagrama, a Vía Láctea… Mi movida musical era como más radical. Ahí estuvieron también mis primeros porros, mis primeras pastillas; en fin, un cúmulo de esas cosas que hicieron de ese momento algo mágico. La verdad es que a la larga, desgraciadamente, mucha gente se ha quedado en el camino, pero entonces los fines de semana eran eso, ¿no? Sexo, drogas y rock and roll… Bueno, poco sexo, algo de drogas y mucho rock and roll.»