EL CANTU TESCORU

En la zona de Campoo de Suso, concretamente en el legendario pueblo de Abiada, uno de los más altos de la comarca (nombre, dicho sea de paso, estrechamente emparentado con los de Abia, Ibia, Ibio, etcétera, cuyo significado se perdió al desaparecer la lengua de los cántabros con la romanización), hay una loma en las estribaciones de las majestuosas montañas del Cueto de la Horcada, que tiene su mayor elevación en el pico El Aguijón, de más de 2.000 metros, que se hace llamar en dialecto campurriano el «Cantu Tescoru».

La majestuosidad del Cantu Tescoru, en la sierra del Cordel, refugio de aves con las que los antiguos habitantes de la comarca tomaban los augurios.

Abiada, lugar donde se encuentra el paraje que nos ocupa, es un pequeño pueblo situado a las faldas de la sierra del Cordel, en la parte más meridional de Cantabria. Pertenece a la Hermandad de Campoo de Suso, cuyo ayuntamiento se ubica en la localidad de Espinilla. Es el pueblo más occidental de la comarca campurriana, camino de Brañavieja. Si por la carretera CA-183 nos desviamos a la derecha y cruzamos la vecina y hermana localidad de Hoz de Abiada, nos encontraremos en nuestro destino. Ya en Abiada, en su parte más occidental, tan sólo nos restará recorrer a pie un precioso sendero que nos pondrá a los pies de la sierra del Cordel. El pueblo tiene una población habitual de unas 75 almas, cantidad que para al medio millar en la época estival, debido a la afluencia de turistas y vecinos que se encuentran desarrollando su actividad laboral fuera del lugar.

El Cantu se encuentra a merced de los vientos del norte, junto a la muralla que forman las cumbres de Liguardi, con 1.967 metros, con un fabuloso robledal a sus faldas, y el Cordel, con sus 2.040 metros de altitud, así como otras cumbres legendarias, como pueden ser el pico Iján (Aguijón) o el Cuetu Ropero. Estas cumbres se abren al sureste por la explanada de La Joyanca, un vasto valle de origen glaciar que acompaña al río Guares, rodeado de legendarios bosques de acebos y hayas.

Gracias a fuentes literarias romanas, hoy podemos saber que muchas tribus celtas divinizaban los accidentes geográficos. Las cordilleras y las elevadas cumbres significaban para ellos la majestuosidad de los dioses. Estas creencias fueron de alguna manera adoptadas por los conquistadores latinos y heredadas después por los demás pueblos, hasta llegar a tener noticias suyas en nuestros días.

De los romanos situados en el sur de Cantabria y de otros pobladores anteriores era costumbre la de tomar augurios y obtener adivinaciones observando el desarrollo de la naturaleza que tenían a su alrededor. Así, la corriente de un río sagrado para ellos (como pudiera ser el Deva, vocablo que proviene del latín divas, «divino») decidía sobre la legitimidad de los recién nacidos y la castidad y fidelidad de sus madres.

Estrabón habla de sacerdotes de la zona de Lusitania que decidían los agüeros dependiendo de las entrañas y convulsiones de las víctimas de una batalla. Esta mancia se denomina antropomancia. También se podían tomar los augurios mirando al fuego, llamada ésta piromancia. Hay muchísimas técnicas en este tipo de artes adivinatorias, con diferentes objetos y materiales, que si el lector es curioso, sin duda que las encontrará en muchos trabajos editados al respecto.

Este Cantu Tescoru, en apariencia extraño vocablo, proviene según algunos historiadores de las palabras latinizadas tesca, tescorum y significa el lugar donde se tomaban los augurios o se practicaba la ornitomancia o heteromancia. Dicha técnica consistía en adivinar el porvenir por las costumbres de las aves y la forma de comportarse en el vuelo, sus migraciones, sus cantos, etcétera. La ornitomancia ya se practicaba en la antigua Grecia.

Este roquedo, que los lugareños, por supuesto, conocen desde siempre, ya que se encuentra al lado de una cañada de paso de ganado, se sitúa a su vez muy cerca, a unos cien metros, de lo que fue un extenso poblado de pastores, del que perviven aún restos de paredes, cimientos de cabañas, algún dolmen, pozos y otras señales que indican que el lugar fue poblado en tiempos inmemorables, el cual, de manera segura, fue la semilla de la actual Abiada y de otros pueblos cercanos.

Este poblado pastoril, en su génesis, conocía a la perfección, por su contacto continuo con la madre naturaleza, el vuelo, el canto y, en definitiva, todas las costumbres de las aves que allí rondaban. Tales conocimientos de la vida de dichos animales eran utilizados por estos antiquísimos habitantes para presagiar acontecimientos y para la toma de decisiones, sopesando los augurios. Así, se suponía que les eran de gran utilidad en sus frecuentes incursiones depredadoras a los poblados próximos de los turmódigos y vacceos, que estaban mejor situados geográficamente, por lo que poseían productos agropecuarios más ricos que ellos.

De esta forma, volaban y se posaban sobre el Cantu Tescoru diversos pájaros, según la época del año, como los grajos y los cuervos, que anidan en las peñas vecinas, cernícalos, azores, aguiluchos, halcones y milanos, así como otras aves menos dañinas para los pastores por su afán de rapiña. De esta manera, por ejemplo, la corneja o el águila dirigiendo su vuelo hacia el este o el oeste determinaba la dirección que debía tomar una colonia de emigrantes o descubría el porvenir que aguardaba a tal o cual empresa.

Cuenta la historia que al pie del Cantu, las pastoras que se refugiaban del frío y de las inclemencias meteorológicas tiempo ha solían dejar como recuerdo de sus horas allí pasadas pequeños retales de las camisas y ropajes que en aquel singular lugar remendaban, mientras esperaban a que pasara el temporal, a la vez que se contaban leyendas y entonaban canciones de la comarca.

Y no es casualidad que en los emplazamientos tildados como sagrados o mágicos en todas las civilizaciones y en todas las partes del mundo aparezcan restos de otras culturas y pueblos que, curiosamente, decidieron ubicar en ese preciso lugar sus lares o sus altares de adoración, como punto tremendamente importante dentro del vasto territorio que los rodeaba. Sin duda que esos centros de espiritualidad poseían unas connotaciones mágicas y sagradas que esos antiguos habitantes sabían reconocer y tristemente, con el paso del tiempo el hombre moderno ha perdido. Y nuestro Cantu Tescoru, por desgracia, puede ser un claro ejemplo. A pesar de ello y aseverando esas cualidades favoritas a la hora de elegir ciertos lugares destacados, hay que señalar que muy cerca de su parte más alta y abrupta se ha descubierto un asentamiento conocido como el Castro de Abiada. En un cerro alargado dentro de aquella zona, con una superficie plana inclinada levemente hacia el este, dan como resultado el emplazamiento antiquísimo de un castro casi desconocido en una atalaya natural que domina gran parte del valle adyacente. El yacimiento fue descubierto a finales de los años ochenta del siglo pasado por Miguel Ángel Fraile, quien encontró restos de cerámicas. Posteriormente otros investigadores hallaron monedas romanas del siglo III d. C.

¿Sería cierto que estas prácticas y observaciones adivinaban el futuro? Por supuesto que muchas de esas mancias han sido explicadas por la ciencia actual (por ejemplo, si los pájaros vuelan bajo es porque los insectos, su alimento, así lo hacen, debido a que detectan las bajas presiones meteorológicas, que traen consigo lluvias y tiempo desapacible. A partir de estas premisas, sería sencillo «adivinar» que cuando los pájaros vuelan bajo, una tormenta se aproxima). Pero… ¿desde cuándo se utilizaban estas sabidurías? ¿Fueron el resultado de tradiciones de origen pagano o existieron unos seres, unos «iluminados» tenidos por dioses por el resto de los mortales, como en otras culturas ocurría, maestros de dichas mancias? Me temo que para responder a estas y otras preguntas es ya demasiado tarde.

Para finalizar, tomaremos como epílogo la exclamación del sacerdote e investigador del pueblo cántabro Calderón Escalada, conocido como el Duende de Campoo, cuando se refiere al mencionado lugar:

«El Cantu Tescoru fue en suma una peña venerada a lo largo de muchos siglos y lugar de brujería.

»¡¡Cantu Tescoru!! Peña venerada a lo largo de muchos siglos… Hoy, su nombre no dice nada a los que le conocen… Le nombran a cada paso y le toman como punto de referencia…».