OPCIONES:
1) Pues sí, las dos son clásicas: una, del mundo romano; la otra, del griego.
2) Nada. La etimología de la primera no tiene nada que ver con la de la segunda.
3) Bastante. Las dos vienen a decir lo mismo.
Preguntas y respuestas:
Lector (L): He leído su libro Palabrotalogía y recuerdo que la primera de esas dos palabras, «culibonia», era una forma de llamar a las prostitutas de Pompeya que se caracterizaban por tener un ‘culo bueno’, un buen culo.
Autor (A): ¡Bien, qué memoria! Y, si ha escuchado alguno de mis programas de radio, sabrá además que es una de mis palabras latinas favoritas. Retumba al pronunciarla: «culibonia». Del latín culus, ‘culo’, y bonus, ‘bueno’. La del ‘culo bueno’. (Véase Figura 1.1). Tan bueno como esa exquisitez gastronómica que son las “hormigas culonas” para algunos paladares latinoamericanos.
L.: ¿Por qué no me la explica algo más? Así nos regodearemos un poco más en ella.
A.: Sí, será un regodeo (en latín, gaudere significa ‘gozar’; por lo tanto, regaudere será ‘gozar una y otra vez’; asimismo, en latín, gaudium significa ‘gozo’ y, según Covarrubias (1611), el prefijo re- con el sustantivo gaudium darán ‘regodeo’). O sea, gozaremos repetidamente: repetiremos el gozo. Nos regodearemos. Así que, como dirá Cervantes en el Quijote (1605), «viva bien y hable mejor y caminemos, que ya es mucho regodeo éste».
L.: De acuerdo, caminemos. ¿De dónde les venía a los romanos el culus?
A.: ¡Con el culo hemos topado! Pues bien, la palabra latina culus les venía quizá del griego: de la palabra griega koilos. Del koilos al culus. Y de ahí a nuestro ‘culo’.
L.: ¿Y qué significaba koilos en griego?
A.: Pues koilos, en griego, tenía varias acepciones, a cuál más sugerente. Selecciono unas cuantas, tomándolas de un diccionario griego-español. Elija usted la que más le guste: ‘hueco’, ‘cóncavo’; ‘agitado’, ‘movido’; ‘cavidad’, ‘profundidad’; un río ‘crecido’, una ‘bahía’ en la que te engolfas. ¡Qué golfo!
L.: Como dice una amiga mía, «antes los culos estaban dentro de las bragas, hoy las bragas están dentro de los culos».
A.: Pues sepa usted que las bragas las importaron los romanos desde las Galias. Los romanos vestían directamente una tunica (que significaba túnica o también ‘ropa interior’: Plauto decía que «Tunica propior pallio est», o sea, que «la túnica está más cerca [de nuestro cuerpo] que la capa», pues les tocaba el culo... o casi: a veces usaban un subligaculum, taparrabos que se ‘ligaba por abajo’). En cambio, los galos, para protegerse de un clima más adverso que el de Roma, vestían bracæ, una especie de ‘calzones’ que los romanos adoptaron y adaptaron, transformándolas en las ‘bragas’. (Véase el juego etimológico «¿Qué tienen que ver las bragas de mi amiga con mis calzoncillos?».)
L.: ¿Y el ano? ¿De dónde nos viene el ano?
A.: ¡A ver, no confundamos las cosas! Las etimologías le ayudarán a clarificar sus ideas. El culus era el ‘culo’, las ‘nalgas’, el ‘trasero’. En cambio, anus al principio significaba ‘anillo’, ‘aro’ (el mismo Plauto usa esa palabra para designar el ‘aro para los pies’). Era ‘lo circular’. Y, claro, de ahí pasó a designar el ‘ano’.
L.: ¿Entonces el ‘anillo’? ¿Qué es un anillo?
A.: ¡Pues qué va a ser! Etimológicamente, el anillo es un ‘anito’, un anus diminutivo, un ano diminuto. Evidente: el diminutivo de anus era anulus, que, por su forma circular, empezó a designar esa sortija que es el ‘anillo’. Por el ‘ano’ al ‘anillo’. ¡El camino más directo!
L.: ¿Y el dedo anular?
A.: ¡No siga! ¡No piense mal! A pesar del origen etimológico, no viene de meter ese dedo por el ‘ano’, sino de poner en ese dedo el ‘anillo’. ¡Eso primero sería un círculo vicioso!
L.: Vale, ya entiendo. Es como en un eclipse ‘anular’, en el que la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra y forma un ‘anillo’. Pero no me diga, que el coito anal...
A.: ¡Ahí sí me ha pillado! Debo reconocer que las etimologías no tienen la culpa: el autor sólo estudia las palabras, no escribe un libro de ética. Allá cada uno. El ‘coito anal’ es el que se practica por el ‘ano’.
Figuras 1.1 a 1.3: De la culibonia a la esteatopígica pasando por la calipígica. ¿Qué tienen que ver estas “tres gracias” entre sí? Su etimología, por supuesto. Un bello mito griego cuenta que tres diosas, cual tres gracias, competían entre sí por ser la más ‘bella’ (kalé en griego). Y encargaron a Paris que decidiese él dando una manzana a la elegida. Intentando sobornarle, Hera le ofreció la riqueza; Atenea, la victoria; y Afrodita el amor... de Helena, la ‘más bella’ (kálliste) de las mujeres. Como era de esperar, Paris dio la manzana a Afrodita, la bellísima diosa del amor.

Figura 1.1: Pintura mural de Pompeya que muestra a una mujer culibonia ofreciendo su culo durante el acto sexual. Culibonia era una de las más de sesenta palabras que tenían los romanos para decir ‘puta’, y su significado es más que evidente: se compone de culus (‘culo’) y bonus (‘bueno’). O sea, que tiene un ‘culo bueno’. Del latín culus proceden otras muchas palabras nuestras, como culón y culito, culero y culote, culillo y culata, recular y encular.

Figura 1.2: Versión moderna (s. XVII, Museo del Louvre) de la famosa Venus Calipígica de los griegos. Si en griego kalé significaba ‘bella’ y pygé ‘nalgas’, resulta fácil deducir que calipigia es el don de lucir ‘bellas nalgas’, unas ‘buenas posaderas’. Como esta bella Venus romana (equivalente de la Afrodita griega) que alza su peplo para lucirlas.

Figura 1.3: Cabeza sin rostro; brazos y pies, apenas esbozados. Al artista paleolítico que talló en marfil esta Venus de Lespugue hace veinticinco mil años sólo le importaban los voluminosos pechos y las muy prominentes caderas de esta mujer esteatopígica, de ‘nalgas de grasa’ (griego: stéatos, ‘grasa’; pygé, ‘nalgas’).
L.: Le ha salido el tiro por la culata...
A.: ... que es un derivado de ‘culo’, pues la culata es como el culo de una escopeta o de un fusil. Y hay otros derivados de tan enjundiosa palabra, éstos mucho más agradables: culón (de posaderas abultadas), culito (lo contrario, aunque si es respingón...), culote (braga femenina), culero (perezoso), culillo (miedo, preocupación, según los países) o los verbos recular (hacia atrás) o encular (hacia delante).
L.: En resumen, que el culo son las redondeces que sobresalen, y el ano las profundidades que se penetran. ¿No?
A.: ¡Exacto! Lección aprendida.
L.: ¿Y la pregunta del principio? ¿Qué tiene que ver todo eso que hemos comentado sobre una culibonia de Pompeya... con una Venus Calipígica de Atenas?
A.: Bueno, de hecho la Venus Calipígica más famosa no es griega, sino romana: se conserva en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles. Es una estatua de mármol romana de hace más de dos mil años, que probablemente sea copia de una estatua griega anterior. Una muchacha de bello culo, digna de ser la misma diosa romana Venus o la Afrodita griega, se ha levantado el peplo hasta la cintura, dejando el culo al aire, y vuelve su rostro para comprobar cuán bello es. (Véase Figura 1.2).
L.: Y estando medio desnuda resulta aún más erótica que si estuviese desnuda del todo. ¿Por qué se llama «Calipígica»?
A.: Le voy a dar alguna pista, a ver si lo descubre usted mismo. Fíjese en la primera mitad de esa palabra, ‘cali-’, y ahora analice estos términos que puede encontrar usted mismo en el DRAE: caligrafía (‘escritura bella’), caligrama (‘letra bella’), calipedia (el supuesto arte de procrear ‘hijos bellos’), calocéfalo (de ‘bella cabeza’), calóptero (de ‘alas bellas’, como la libélula), calobiótica (el arte de ‘vivir bien’)...
L.: ¡No siga! ¡Ya lo tengo! Ese ‘cali-’ debe de proceder de alguna palabra clásica que signifique ‘bello’.
A.: ¡Exacto! Viene de la palabra griega kalós, que significa ‘bello’. Todavía hoy, los griegos, buscando más la estética que la ética, no te dan los ‘buenos días’ sino los ‘bellos días’ (kalimera), ni las ‘buenas tardes’ sino las ‘bellas tardes’ (kalispera), ni las ‘buenas noches’ sino las ‘bellas noches’ (kalinykhta).
L.: ¡Ah, claro! Ahora recuerdo unos dibujos animados de cuando éramos niños: el personaje principal se llamaba Calimero, el tímido pollito de los ‘buenos días’.
A.: Mire más ejemplos. Los griegos clásicos aspiraban a ser «kalós kai agathós», personas ‘bellas y buenas’. La musa de la elocuencia y de la música era Calíope, la de la ‘bella voz’. Las ciudades que hoy se llaman Galípoli son en griego Kallípolis, la ‘bella ciudad’. Si usted se llama Calisto y hace honor a su nombre, sepa que será ‘el más bello’ de todos (pues el superlativo de kalós es kállistos, ‘el más bello’). Y en muchos vasos de cerámica griega es frecuente hallar una inscripción de este tipo: «Kalós eimí» (‘Soy bello’), si se lo decía el vaso a sí mismo, o «Aléxandros kalós» (‘Alejandro [es] bello’), si se lo decía un amigo a su amiguito llamado Alejandro... o con cualquier otro nombre.
L.: No siga, que me abruma. Y, además, ya lo he cogido. Al menos la primera mitad de la palabra. Pero ¿y la segunda mitad? ¿De dónde nos llega eso de ‘-pígica’?
A.: Pues también del griego: de la palabra pygé, que eran las ‘nalgas’. O sea, el ‘culo’. Así que ya lo tiene: kalé, ‘bella’ + pygé, ‘nalgas’ = la de las ‘bellas nalgas’. ¿Qué prefiere usted, un seno trepidante o un culo cimbreante?
L.: ¿Y hay que elegir? Mejor un seno lozano y un culo bailongo. Que una Venus Calipígica debería tener ambos, ¿no?
A.: Bueno..., el cantautor francés Georges Brassens prefirió cantar a la Vénus Callipyge (1964) en unos versos gloriosos:
«Que jamás el arte abstracto, que nos arrasa hoy día,
le quite de sus encantos este volumen pasmoso.
Cuando los culos postizos son hoy la gran mayoría,
gloria a este que dice totalmente la verdad».
L.: ¿Y eso de la ‘calipigia’ tiene que ver con la ‘esteatopigia’? Esas dos palabras suenan parecidas.
A.: La palabra esteatopigia la utilizó ya el naturalista inglés William John Burchell en su libro Viajes al interior de África del Sur (1822), donde la aplicó a las mujeres de etnia hotentote: según él, tenían steatopygia. Y luego la usaría también Charles Darwin en El origen del hombre, y la selección en relación al sexo (1871): «En muchas mujeres hotentote, la parte posterior del cuerpo se proyecta de forma sorprendente: son esteatopígicas».
L.: ¿Entonces es una palabra inglesa?
A.: ¡No! La inventó el inglés Burchell, pero componiendo dos palabras griegas: stear, stéatos, que significa ‘grasa’, ‘tocino’, y pygé, ‘nalgas’, ‘trasero’. O sea, ‘nalgas de grasa’, ‘culo de tocino’. La esteatopigia se caracteriza porque se acumula mucha grasa en las nalgas. En el culo.
L.: Entonces, esa palabra inglesa es un neologismo que tiene origen en otras dos palabras griegas de hace más de dos mil años, ¿no?
A.: Sí... aunque, de hecho, la representación de la esteatopigia se remonta a hace más de veinte mil años. La famosa Venus de Lespugue ya es esteatopígica: carece de rostro, pero destacan sus voluminosos pechos y sus prominentes nalgas. ¡Al artista le importaba más su culo que su cara!
L.: El eterno femenino. (Véase Figura 1.3).
A.: Pues sí. Hoy no son sólo las mujeres africanas hotentote y las bosquimanas las de culo superprominente. También ciertas famosas ganan millones de dólares haciendo gala de su voluminoso trasero.
L.: ¡Tampoco es para tanto! No hay que pasarse.
A.: Pues sí. No siendo que le suceda lo que a la bella Calipso, abandonada por Ulises tras haber vivido con ella siete largos años: ¿con la edad no habría pasado Calipso, ‘la que oculta’, de calipígica a esteatopígica, tal como sugiere el historiador inglés Ernle Bradford en su obra En busca de Ulises?
L.: O sea, que ya sé la respuesta a la pregunta que encabeza este capítulo. Permítame que dé yo la solución.