¿PALABRAS SOECES?

Cuando éramos niños y nos regalaban nuestro primer Diccionario de la lengua, lo primero que hacíamos, lógicamente, era buscar las palabras “prohibidas”: ‘puta’, ‘pito’, ‘culo’, ‘tetas’, etc. Y, también lógicamente, esa búsqueda nos decepcionaba: el diccionario no colmaba todos nuestros amplios deseos de saber más.

Una amiga, muy culta ella, me decía que la primera palabra que buscó en el diccionario siendo niña fue la palabra ‘soez’. Viajaba con su madre en el autobús y vio un cartel que decía: «Prohibido decir palabras soeces». Preguntó a su madre qué era eso de «soeces» y la madre, claro, le dijo: «¡Calla, niña, que eso no se dice!». Y todo el autobús se enteró, para sonrojo de mi amiga. Por supuesto, en cuanto la niña llegó a casa, lo primero que hizo fue buscar en el diccionario, no las palabras soeces que todos buscábamos, sino la palabra ‘soez’. Y con un resultado tan negativo como el de todos los demás. Tanto, que aún lo recuerda.

Pues vamos a volver a la infancia, que siempre es sano, e intentaremos buscar esas palabras tan interesantes en este libro, que ahondará en sus respectivas etimologías. Deseo que les satisfaga mucho más que lo que me satisfizo a mí mi primer Diccionario ilustrado de la lengua, de Espasa (¡que tanto me enseñó en otros campos!). Y mucho más que la infructuosa búsqueda de la palabra ‘soez’ por mi amiga. Si el lector inquieto que buscaba aquellas cuatro palabras no ha llenado aún esas lagunas —ese “hueco”, como decimos los editores—, este libro se las colmará. ¡Seguro! Ésas... y muchas más.

Para ello, realizaremos un viaje en el tiempo que nos llevará a un lugar privilegiado en este sentido: Pompeya. La desgracia de sus habitantes es ahora todo un placer para quienes husmeamos entre los orígenes de las palabras, pues en ningún sitio como allí se puede decir que, con la muerte, la vida quedó congelada en el tiempo. Y, con la vida, también se congelaron muchas palabras que ellos usaban para vivirla, escritas en los graffiti de las paredes, en los mosaicos de los suelos y en los pedestales de las estatuas. O, también, en los textos de los clásicos.