«Hay una cualidad imprescindible para ganar: claridad de propósito y deseo ardiente de conseguirlo.»
NAPOLEON HILL
Autor de Piense y hágase rico
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE TENER CLARIDAD DE METAS?
Para conseguir algo lo primero es definir con claridad y precisión lo que quieres conseguir: qué te gustaría ser, hacer y tener. Parece obvio, pero no lo es. «La principal causa por la que la mayoría de la gente no obtiene lo que quiere es porque no sabe lo que quiere». Cuando no tienes claras tus metas te conviertes en una veleta que queda a merced del aire que sopla en cada momento moviéndose de un lado a otro, desperdiciando tiempo, esfuerzos y energía. «No hay buen viento para quien no sabe a dónde va», decía Séneca. La mayoría de personas funcionan por inercia, en modo piloto automático, dejándose llevar: se levantan, van al trabajo, cumplen y vuelven a casa, pero sin una dirección clara, sin un puerto al que arribar, y así es fácil acabar en cualquier lugar.
Napoleon Hill escribía en Piense y hágase rico: «Un deseo débil trae resultados débiles, de la misma manera que una pequeña cantidad de fuego crea poco calor. El deseo es el punto de arranque de todo logro, no una esperanza, ni un anhelo, sino un ardiente deseo que trasciende todo». Todo parte de ahí. Cuanto más específico, detallado y concreto seas en lo que quieres, mucho mejor, porque entonces podrás alinear todos los recursos y concentrar todas las energías y foco hacia ese objetivo. La energía va donde pones la atención, y si te dispersas, la energía también. Dicho de manera resumida: la claridad es fuerza para el cerebro.
Está demostrado científicamente que existe una relación muy estrecha y directa entre claridad de metas y lo que una persona finalmente consigue. Tiene todo el sentido del mundo. El ensayista Thomas Carlyle apuntaba: «Una persona que tenga una meta muy clara conseguirá avanzar incluso en las condiciones más difíciles. Una persona que no tenga ninguna meta clara no conseguirá avanzar ni siquiera en las condiciones más favorables».
La explicación es sencilla. Al final, todo en esta vida se resume en cómo pasar del punto A (dónde estoy) al punto B (dónde quiero estar). Es cuestión de ensayo y error hasta dar con la tecla que nos permita llegar al lugar previamente definido, sin perder nunca de vista el objetivo y sin desistir entre uno y otro momento.
Para ello, el cerebro es un excelente órgano buscador de soluciones, pero es así cuando tiene algo que encontrar, cuando la orden transmitida al mismo es precisa; es decir, cuando se le ha dado, como hemos señalado, una meta clara, concreta, específica, detallada. De otro modo, no sabe qué buscar y el mecanismo que le lleva a identificar alternativas no funciona de manera óptima.
Cuando una persona tiene claro lo que quiere, en el cerebro se pone en marcha el Sistema de Activación Reticular (SAR). A lo largo del día, el cerebro registra millones de bits de información; sin embargo, a la mayoría de ellos no les presta atención porque no añaden valor en la búsqueda de soluciones para las metas que tiene que conseguir en su actividad diaria. Por lo tanto, el SAR —de manera metafórica una especie de antenas que despliega el cerebro— capta y filtra toda la información que recibe, pero sólo somos conscientes de aquella parte que nos es útil para alcanzar nuestros objetivos. Si las metas no están claras, tampoco sabrá qué información añade valor para hacer realidad esos objetivos.
Si te preguntásemos qué información de toda la que registraste ayer a lo largo del día te fue útil para desarrollar un nuevo método de pesca de trucha, probablemente contestes que ninguna o que no sabes. Está claro, tu cerebro no buscaba nada que ver con eso, aunque a lo mejor registró bits de información útiles para ese objetivo, pero no eres consciente de los mismos.
Muchas veces habrás escuchado que las mujeres embarazadas suelen ver muchas mujeres embarazadas por la calle. No es que haya más, pero durante el embarazo la mujer está muy focalizada en ese cambio biológico en su cuerpo, y está muy sensible a cualquier aspecto que tenga que ver con ello, con lo que el SAR lo capta muy bien.
Lo mismo sucede cuando una persona se va a comprar un determinado modelo de coche, ve más coches de ese modelo por la carretera. La persona tiene ahí su atención, de tal modo que si está leyendo una revista y hay un artículo sobre ese tipo de coche, la atención se detiene ahí porque le interesa, cosa que en el caso de otro artículo sobre otro tema no sucedería y le pasaría desapercibido.
El SAR, por tanto, es un instrumento muy poderoso, pero sólo puede encontrar «medios» para lograr aquellos «fines» que busca. Dicho de otra manera, tus metas serán tanto más fáciles de conseguir cuanto más concretas, específicas, precisas, claras y nítidas.
Cuando eso ocurre, el cerebro tiene coordenadas precisas sobre lo que tiene que conseguir y acabará encontrando recursos, personas, herramientas y caminos que permitan hacerlo realidad. De otro modo está disperso, difuso, confundido, despistado, no sabe para dónde tirar y qué asimilar, y sus «antenas captadoras» no registran ni procesan oportunamente los datos necesarios.
El mundo de la arquitectura nos sirve de ejemplo de referencia. Toda casa bien construida empezó con planos definidos sobre papel. Una casa no se comienza a levantar hasta que las especificaciones arquitectónicas —materiales, distancias, cálculos y otras necesidades— no están claras. Sólo entonces empieza la obra de construcción. De ahí que sea tan importante saber qué es lo que quieres.
Las personalidades que llegan más lejos tenían muy claro a donde querían llegar y se recreaban mentalmente visualizando ese sueño a cada momento. El cerebro tenía clara la estación de destino, ya sólo se trataba de encontrar los medios para apearse en ella. No es casual que Stephen R. Covey, autor de Los 7 hábitos de la gente altamente efectiva, escribiese: «Todas las cosas se crean dos veces. Siempre hay primero una creación “mental” y luego una creación “física”».
Si prestas atención, en nuestro día a día para muchas cuestiones ocurre lo mismo, pero no somos conscientes del funcionamiento. Si subes a tu coche y te diriges de Madrid a Valencia, siempre llegas al destino. ¿Sabes por qué? Porque tienes muy claro a donde quieres llegar. A lo mejor la policía te desvía por el tráfico, a lo mejor te equivocas de salida, a lo mejor hay atascos, pero ninguno de esos inconvenientes te impedirá llegar a buen puerto porque sabes muy bien cuál es tu punto de destino y el cerebro encontrará de una u otra manera una solución.
Si te fijas con detenimiento, la mayoría de estudiantes que cursa una carrera universitaria obtiene su título. ¿Por qué? Porque tiene claro su objetivo: «No me voy de la facultad hasta que no tenga mi licenciatura bajo el brazo. Si me suspenden, iré a otra convocatoria, o buscaré otros apuntes, o me cambiaré de profesor, o me pasaré al turno de tarde, o estudiaré más». Lo que sea para que el objetivo final —que es muy nítido, concreto y detallado— se vea materializado.
No hay nada más rentable que tener claridad de metas. La evidencia empírica así lo corrobora. En 1953 se hizo la siguiente investigación en la Universidad de Yale: se preguntó a los estudiantes del máster en dirección y administración de empresas de ese año si tenían claras sus metas para el futuro y si las tenían puestas por escrito. Sólo el 3 por ciento lo había hecho, un 10 por ciento tenía pensadas sus metas pero no las había puesto por escrito y el 87 por ciento restante no tenía definidas sus metas.
En 1973, veinte años más tarde, se comprobó el progreso que habían hecho aquellos alumnos, y las diferencias resultaron sustanciales. El grupo del 10 por ciento que tenía objetivos definidos aunque no escritos, generaba —de media— el doble de ingresos que el grupo del 87 por ciento que había asegurado no tener metas. Lo más revelador fue que el grupo del 3 por ciento que había escrito sus metas estaba ganando, de media, diez veces más que el 97 por ciento restante.
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5 PASOS PARA LA ACCIÓN |
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1. El primer paso para conseguir lo que quieres, es saber lo que quieres. ¿Dónde estás ahora? ¿A dónde quieres llegar? ¿Cómo quieres estar? ¿Qué quieres hacer? Es importante que conectes contigo y con lo que de verdad quieres. 2. Clarifica tu meta. Una vez que sepas lo que quieres, céntrate en ello. Piensa cómo lo quieres, cuándo, dónde, y valora las consecuencias. La claridad de la meta se traduce en fuerza para llegar a ella. Tener clara tu meta es lo único que te va a permitir conseguirla. Define lo que quieres y deja trabajar a tu cerebro. 3. Escríbelo. No somos conscientes del poder de las palabras, pero menos del poder de las palabras escritas. Escribe en un papel qué quieres, cómo lo quieres, con detalle. Te ayudará a clarificarte y a hacerlo realidad. 4. Visualiza tu objetivo. Piensa cómo te sentirás cuando lo consigas. ¿Cómo vas a estar? ¿Cómo te vas a sentir? Este ejercicio te dará más fuerza para llegar al objetivo. 5. Una vez que tengas claro lo que quieres, da el primer paso. Nunca llegará el momento perfecto para comenzar, el momento perfecto es ahora. |
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5 LIBROS PARA LA ACCIÓN |
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1. Rohn, Jim, Siete estrategias para alcanzar riqueza y felicidad, Deusto, Barcelona, 1989. 2. Canfield, Jack, Los principios del éxito, RBA Libros, Barcelona, 2005. 3. Tracy, Brian, Máxima eficacia. Un sistema integral de planificación que le permitirá potenciar todas sus capacidades, Empresa Activa, Barcelona, 2003. 4. Tracy, Brian, Metas. Estrategias prácticas para determinar y conquistar sus objetivos, Empresa Activa, Barcelona, 2004. 5. Hill, Napoleon, Piense y hágase rico, Obelisco, Barcelona, 2012. |
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