La Morocha

Música

Enrique Saborido

Letra

Ángel Villoldo

Estreno

1905

Letra original

Yo soy la Morocha,
la más agraciada,
la más renombrada
de esta población.
Soy la que al paisano
muy de madrugada
brinda un cimarrón.

Yo, con dulce acento,
junto a mi ranchito,
canto un estilito
con tierna pasión,
mientras que mi dueño
sale al trotecito
en su redomón.

Soy la morocha argentina,
la que no siente pesares,
y alegre pasa la vida
con sus cantares.
Soy la gentil compañera
del noble gaucho porteño,
la que conserva el cariño
para su dueño.

Yo soy la morocha
de mirar ardiente,
la que en su alma siente
el fuego de amor.
Soy la que al criollito
más noble y valiente
ama con ardor.

En mi amado rancho,
bajo la enramada,
en noche plateada,
con dulce emoción
le canto al pampero,
a mi patria amada
y a mi fiel amor.

Soy la morocha argentina,
la que no siente pesares,
y alegre pasa la vida
con sus cantares.
Soy la gentil compañera
del noble gaucho porteño,
la que conserva el cariño
para su dueño.

La suba de alquileres

Yo soy inquilino
de su conventillo
y no soy un pillo
bien sabe el patrón.
Yo estoy sin dinero
y hasta sin trabajo.
Caramba,
tenga compasión.
Ya sabe José
que habiendo dinero
siempre soy primero
en pagar el mes.
Lo pago puntual
cuando tengo vento.
Caramba
hoy no puede ser.

Venga pasado mañana,
patrón, que le pagaré,
digo, si no caigo en cana,
ya sabe usted.
Y si no quiere esperarme
pase usted por el juzgado
y entábleme la demanda
en papel sellado.

Ya sabe que tengo
yo mucha franqueza
y algo con rudeza
antes me expresé.
Me sube diez pesos
tan a la ligera.
Caramba
sin tener por qué.

Ya le pagué veinte
por su ratonera
hoy treinta son feas,
son diez pesos más
para un pobre
obrero que trabaja a diario…
Caramba
es mucho cobrar.

No hay parte
del mundo alguna
que exista esta
expoliación
ni en los pueblos
de la luna
ni dentro ’el sol.

Allá existen habitantes
que viven mucho mejor
sin pagar los alquileres
que dan horror.

Ningún otro tango azarzuelado, de los del período inicial del género, se mantuvo en los repertorios con la lozanía de La Morocha, de Saborido y Villoldo. Su incomparable trayectoria abarca todas las generaciones de intérpretes femeninas del tango, de Flora Hortensia Rodríguez de Gobbi a Susana Rinaldi.

Sobre las circunstancias de su estreno, el propio Enrique Saborido proveyó versiones diferentes, aunque no irreconciliables.

Raúl Lafuente se basa en una entrevista publicada en el diario Crítica, el 1° de noviembre de 1925, para afirmar que La Morocha, dedicado a los socios del Club de Pelota, de Piedras al 400, fue estrenado en el local Tarana, anteriormente llamado Hansen, donde “por esa época Saborido estaba al frente de un trío con él en el piano, Genaro Vázquez en violín y Benito Masset en flauta”.

En la misma edición de Cuadernos de Difusión del Tango que incluye el trabajo de Lafuente, el coleccionista Eduardo Visconti reproduce, de su archivo personal, un reportaje publicado en Caras y Caretas el 1° de septiembre de 1928, en el que Saborido afirma que La Morocha fue estrenado por Lola Candales. Claro que ése pudo ser un informal preestreno, presumiblemente en el Bar Reconquista, previo a la interpretación a cargo del trío que menciona Crítica. La entrevista de Caras y Caretas que transcribimos a continuación aporta detalles sobre el origen de la pieza:

“-¿(La Morocha fue) Inspirado, quizá, por alguna linda criollita de entonces?

Saborido piensa. Parece que en su mente revivieran escenas de aquel tiempo inolvidable.

-En ese tiempo existía aún el Bar Reconquista -nos dice- del popular Ronchetti. Yo solía ir allí con frecuencia y también hacía lo propio una linda bailarina uruguaya llamada Lola Candales…

-¿Ella fue la musa?

–Le diré. Una noche la reunión estaba sumamente animada, figurando en ella los muchachos Víctorica, Argerich, el diputado Félix Rivas y otros. Como notaran que yo estaba muy entusiasmado con Lola, que era una morocha exquisita, me tocaron el amor propio asegurando que yo no podía escribir un tango que ella pudiera cantar con éxito. Siguió la jarana, y ya de madrugada nos retiramos todos. Me acosté y estaba por dormirme cuando me acordé del desafío.

–¿Y allí mismo escribió su tango?

–Inmediatamente. Eran las cinco, y yo me senté al piano. A las seis y media había compuesto la pieza. Una hora después estaba en casa de mi amigo Ángel Villoldo pidiéndole que escribiera la letra. A las diez de la mañana letra y música estaban de acuerdo, y a mediodía ambos visitábamos a Lola.

–¿Para ejecutarle el nuevo tango…?

–Así fue. Lo aprendió de memoria, lo ensayó y esa noche, en presencia de toda aquella barra memorable, ella misma lo cantó por primera vez.

–¿Todo un triunfo?

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Los mamertos

Somos los borrachos
los grandes campeones
que en los bodegones
van a emborracharse.
Somos pal escabio
los más afamados
para requebrarse.

Nadie nos iguala
a más bebedores.
No hay escabiadores
que se escabien más.
Nadie para el droguis
ganarnos nos pudo

…………………

Cuando salimos marcando
del almacén nuestro paso
no hay duda que algún porrazo
hay que llevar.
Mas con todo caminamos
con porte y con quebradura
y hacemos cada postura
que no hay que hablar.

Somos los mamertos
del cognac y la grapa
de la caña guapa
y de todo alcohol.
Somos los mimados
de los comerciantes
del barrio mejor.

Cazamos peludos
a la madrugada

…………………
nuestra asociación.
Somos los droguistas
más sobresalientes
de esta población.

Por eso cuando salimos
con ganas de chupandina
tomamos en las esquinas
algún licor.
Y si encontramos de paso
algún boliche acoplado
le prendemos al guindado
con gran ardor.

–Absoluto. Fue repetido ocho veces, entre los aplausos de la concurrencia, y el diputado Rivas envió a Lola 200 pesos como premio por su éxito.

–¿Y después?

–Se lo llevé a don Luis Rivarola, que era el principal editor de música. Él lo hizo imprimir y, un mes después, todo Buenos Aires lo cantaba, como creo jamás fue cantado tango alguno. Fue un triunfo inesperado, y pocas veces me sentí tan feliz como entonces”.

Señalemos que Héctor y Luis Bates, a partir de una entrevista de 1935 con Saborido, reseñada en su Historia del Tango, sitúan el nacimiento de La Morocha en la Navidad de 1905.

En torno a las condiciones de edición del tango, las versiones son contradictorias.

De nuevo Lafuente, basándose en Crítica, afirma: “Inmediatamente de componerlo lo llevó a la editorial Rivarola y cedió sus derechos de autor al editor. Éste le retribuyó regalándole un piano y además se hizo cargo de un viaje que hizo nuestro hombre a Montevideo”.

Pero los Bates, por su parte, denuncian:

“Editado por Rivarola, se vendieron 280.000 ejemplares a $ 0,70 cada uno. Sin embargo, a Saborido La Morocha no le produjo ni un solo centavo. ¡Absurdo, inconcebible pero exacto! A la casa Odeón se presentó un individuo atribuyéndose derechos que nadie le había dado, manifestando que, muerto Saborido (?), él era el único autorizado para disponer del tango. Grabado primeramente por la señora de Gobbi, y después de aquella ‘autorización’ por casi todas las orquestas e intérpretes, cobró todos los derechos el supuesto albacea. Al autor le quedó la gloria”.

Lo cierto es que, en cualquier caso, Saborido estuvo muy lejos de obtener con La Morocha un beneficio proporcional al descomunal nivel de difusión del tango.

Villoldo murió en 1919. Saborido, en 1941. En distintos momentos, los dos llegaron a viajar a Europa y obtener, al menos, la satisfacción de ver su tango divulgado internacionalmente.

Porque La Morocha está considerada la primera partitura de tango de exportación, la primera que cruzó el Atlántico, pocos meses después de su edición original, alrededor de 1906. “La fragata Sarmiento realizaba su segundo viaje a Europa –dicen los Bates–, y se llevó 1000 ejemplares del tango de Saborido, dejándolos en todos los puertos de su ruta”.

Tiempo después se presentaba en Buenos Aires la cupletista española Paquita Escribano. Ante la sorpresa del público porteño, entre las canciones de su repertorio estaba La Morocha. No faltó quien preguntó a la artista dónde había aprendido el popular tango, y ella dijo que lo había escuchado en Barcelona y luego lo había visto bailar en Marsella. Evidentemente, la expansión había sido veloz.

Además de la original y consagrada, Villoldo produjo otras letras sobre la música de La Morocha, que tuvieron grabaciones suyas o de su compadre Alfredo Gobbi (padre). Para empezar, existe una adaptación para intérprete masculino, de la que los dos artistas dejaron versiones. Esta letra reemplaza “Yo soy la Morocha” por “Tengo una morocha” y, sistemáticamente, la primera persona por la tercera persona, sin otras modificaciones esenciales.

Pero, también, Villoldo empleó la música de ese tango para escribir y grabar La suba de alquileres, jocoso ruego del locatario al dueño del inquilinato, que es una encendida protesta contra los aumentos. Por su parte, don Gobbi cantó y llevó al disco Los mamertos, con la misma música, que es el remoto antecedente de De puro curda y de los muchos tangos de esa línea temática.

Volviendo a la letra original, en trabajos de Eduardo Romano y de Ricardo Ostuni, hay referencias a una posible fuente de inspiración. Estos autores señalan que a principios de 1905, es decir, antes del nacimiento del tango, la revista Caras y Caretas publicó un poema titulado La morocha, de Francisco Aníbal Riu, que dice: “Yo soy la gracia argentina/ con mi garbo de morocha/ la que un poema derrocha/ de flores cuando camina…”. Las coincidencias son más que sugestivas.

Entre las cantantes que grabaron La Morocha, además de las mencionadas, destaquemos a la olvidada pionera Linda Thelma y a la legendaria Lola Membrives. Ada Falcón lo grabó en dos ocasiones con la orquesta de Francisco Canaro: como vocalista y como solista. También lo registraron, en distintas épocas, Mercedes Simone, Libertad I.amarque, Virginia Luque y Lolita Torres. En versiones instrumentales, lo grabaron las orquestas de Juan D’ Arienzo y de Carlos Di Sarli.

El propio Saborido intentó reeditar el éxito de La Morocha, con un nuevo tango titulado La hija de la Morocha, que no tuvo demasiada suerte.

No es el único tango vinculado al que nos ocupa. Hacia 1906 fue editada una pieza con los títulos: Yo soy la Rubia - Tanguito criollo. Retruque de La Morocha. Quizá la principal curiosidad de Yo soy la Rubia es que letra y música fueron escritas por una mujer, que además ostentaba título nobiliario: la baronesa Eloísa D’Herbil de Silva. El investigador Ricardo Ostuni reconstruyó, a través de diversas fuentes, la historia de esta singular figura. Estableció que era hija del barón francés Joseph D’Herbil y la duquesa de Portugal Raquel Ángel de Cadia, y que nació en Cuba, en 1852, vivió en la Argentina desde la infancia y fue pianista y compositora. Sus versos para Yo soy la Rubia, inspirados en los de Villoldo de La Morocha introducen la variante de la picardía: “Yo soy la rubia gentil/ la de los cabellos oro/ la que conserva un tesoro/ en su lánguido mirar./ Yo soy la rubia ideal/ la que soñando la vida/ a sus placeres convida/ con su risa angelical.// Tengo la gracia de la porteña/ tengo de la francesa todo su chic/ de la española tengo el salero/ y de la rubia inglesa su dulce flirt.// Soy cariñosa, soy hacendosa/ y sé hacer unas cosas!/ que sí que no.// Cantar, bailar, coser, bordar/ y un mate amargo/ también cebar…”.