CAPÍTULO 6

 

 

 

Después de la sesión de ouija, Toni se recupera de la impresión en su cuarto. A pesar de su curiosidad por lo paranormal, no imaginaba que el puntero fuera a moverse y aún menos que apareciera un espíritu en la habitación de Manu. El nombre de Rocío Costa no le suena de nada, pero para eso existe Internet. Lo teclea en Google y espera nervioso el resultado. Son varios links los que aparecen en la pantalla de su ordenador con Rocío Costa como protagonista. Clica en el enlace de la primera información y lee con atención el titular de la noticia:

«Fallece la joven atropellada ayer en el centro de Sevilla».

En la página de ese periódico digital, que recoge la noticia de la agencia EFE, fechada en Sevilla, se habla de un accidente de moto en el que una conductora, menor de edad, atropelló a una joven pareja. El chico estaba grave, ingresado en el hospital, aunque fuera de peligro. En cambio, la chica no había podido sobrevivir tras recibir el violento impacto del vehículo y darse un golpe mortal en la cabeza. El nombre de la fallecida era Rocío Costa.

—No puede ser. Esto no puede estar pasando de verdad —murmura el valenciano mientras busca otras informaciones relacionadas, clicando en otros enlaces.

En todas, más o menos, se hacen eco de lo mismo. No ofrecen datos de la menor de edad que conducía la moto. Tampoco se cuenta demasiado sobre los dos chicos. Aunque en una pequeña publicación, una semana y media más tarde del accidente, se revela que el joven atropellado había salido del hospital y añaden su identidad: Fernando Díaz Hernández. Ahí se pierde por completo el rastro de aquel suceso.

Toni se echa hacia atrás en la silla y piensa en si toda esa historia no será una simple casualidad. El mismo nombre, una chica muerta... Pero ¿cómo demonios va a ser una casualidad? Se pone de pie y empieza a caminar de un lado para otro, buscando una explicación razonable.

Un fuerte golpe en el techo del cuarto casi le provoca un infarto. Aún con el susto en el cuerpo, consecuencia del golpe, escucha un segundo impacto. No parece un ruido provocado por un espíritu. Más bien se trata de su vecino de arriba. Le resulta extraño, ya que Ricardo, el chico que vive en la 1254, es un tipo bastante tranquilo y prácticamente invisible; un estudiante de Informática del que no supo de su existencia hasta casi el mes de diciembre. Un tercer golpetazo en el techo empieza a enfadar a Toni, que por un instante se olvida de cualquier espíritu.

—¡Pero qué le pasa hoy a este! —grita tras oír un nuevo ruido, el más fuerte de los cuatro.

Muy molesto, abandona la habitación y sale del pasillo 1B. Camina hasta la escalera y sube al segundo piso. Entra en el pasillo 2B y llama a la puerta de la 1254. Rápidamente, esta se abre. Sin embargo, frente a él no aparece Ricardo, el estudiante de Informática. Una joven con el pelo corto y rubio, vestida con una camiseta negra de tirantes y un pantalón demasiado corto del mismo color, le observa de arriba abajo con los brazos en jarra.

—¿Sí?

—Hola... ¿Y Ricardo?

—Imagino que te refieres al chico que antes vivía aquí.

—¿Vivía? ¿Se ha ido?

—Sí, ha dejado la residencia y me han dado a mí su habitación. Era la primera en lista de espera.

—Ah, no lo sabía.

Toni no logra distinguir de dónde es por su acento. Se fija en que tiene los ojos verdes y una gran cantidad de pecas alrededor de la nariz. Su rostro es bastante corriente, pero no le desagrada. Es más bien mona. Lleva un piercing en la ceja y puede distinguir otro en la lengua.

—Bueno, ¿querías algo? ¿O solo buscabas a Ricardo? —pregunta la joven, que parece impaciente por volver a cerrar la puerta de la habitación.

—Verás..., es que... vivo justo debajo de ti. Y no sé qué estás haciendo, pero he oído mucho ruido en el techo de mi cuarto.

—¿En serio? Pues no estaba haciendo ninguna clase de ruido.

—Algo harías porque parecía que había un terremoto encima de mi habitación.

—Te repito que no estaba haciendo nada. Son imaginaciones tuyas. Solo estaba grabando un vídeo para mi canal de YouTube. Soy youtuber. A lo mejor alguna vez has visto un vídeo mío en Internet.

El valenciano vuelve a mirarla e intenta recordar si la ha visto en alguna parte antes. Él es seguidor de YouTube, pero esa chica no le suena de nada.

—No, me parece que no.

—¿Seguro? He colaborado con youtubers muy conocidos como Melo, Omai, Julen, Abi Power..., hasta he cantado en el canal de Rodrigo Septién.

Toni conoce a todos los que la chica nombra. Sin embargo, no recuerda ningún vídeo en el que salga con ellos.

—Nada.

—¿No? ¿Ni tampoco has visto el vídeo que hice con María Cadepe?

—No. No lo he visto.

—¡No fastidies! Espera, que te lo enseño.

La chica se da la vuelta y corre hacia el escritorio donde tiene el ordenador. Toni la observa desde la puerta. Esa joven es un torbellino, justo lo contrario que el informático que vivía antes allí.

—Oye, no te molestes, si solo venía a...

—¡Joder! ¡Ahora no me va Internet! —exclama la joven youtuber—. ¡Menuda mierda de wifi que hay en esta residencia!

—Qué raro. Casi nunca falla.

—¡Pues será en tu habitación! ¡Me va fatal!

El chico no se atreve a entrar en el cuarto de aquella curiosa joven, que tampoco le ha dado permiso para hacerlo. Desde la puerta observa cómo mueve el ratón a un lado y a otro con agresividad.

—Déjalo. No te preocupes. Me tengo que ir.

La chica desiste y regresa junto a Toni. Por arte de magia, su frustración ha desaparecido y de nuevo sonríe.

—No tengo datos, si no, te enseñaría el vídeo en el móvil.

—No te preocupes. Ya te buscaré en YouTube.

—Genial. Mi canal es «Isa come Pizza». No tiene pérdida —comenta la muchacha rubia acelerada, con intención de volver a cerrar—. Adiós, vecino de abajo.

El valenciano se encuentra con la puerta en sus narices. No ha sido demasiado educada. Y se ha quedado sin saber qué eran aquellos golpes. Se da la vuelta, todavía confuso por lo que acaba de suceder, y regresa a su habitación en el pasillo de abajo. Ya dentro del cuarto, vuelve a sentarse frente al ordenador. Sin duda, esa tarde es una de las más extrañas que ha vivido en la residencia. Y mira que han pasado cosas raras desde que llegó a la Benjamin Franklin: todavía está reciente en su cabeza el suceso de Lauren.

Contempla la pantalla de su portátil, en la que sigue abierta la página con la noticia de la muerte de Rocío Costa. Aquel asunto es tan particular como la chica que acaba de conocer. Siente curiosidad. Clica sobre la pestaña de YouTube, en su bandeja de favoritos, y teclea el nombre del canal que le ha dicho: «Isa come Pizza».

Allí está ella, la joven del piso de arriba. Apenas tiene dos mil quinientos suscriptores. Por lo visto, no es una youtuber demasiado conocida, como imaginaba, aunque ha subido más de cincuenta vídeos. El primero es de hace casi dos años. Lo selecciona y le da al play. En la imagen aparece ella con el pelo mucho más largo y menos rubio que el que lleva actualmente. Su cara no ha cambiado en exceso, aunque se la nota algo más joven. Está grabando en una habitación, que imagina que es la de su casa.

«Hola, pizzeros, ¿cómo estáis? ¡Bienvenidos a mi canal de YouTube! Me llamo Isa come Pizza y he abierto este canal para divertirme con vosotros y contaros... lo que me dé la gana. Espero que os guste y que cada semana estéis pendientes de mis vídeos. Prometo no defraudaros».

No lo hace mal, aunque se traba de vez en cuando, a veces habla demasiado deprisa y no mira siempre donde debería. Sin embargo, da bien en cámara y resulta simpática. Su voz es bonita y también su sonrisa.

«Me apasiona el mundo YouTube, el manga, el anime, los ponis y, como ya debéis imaginar, adoro comer pizza. Me podría pasar comiendo pizza todo el día. Mi preferida es la hawaiana. ¡Me muero de amor por la pizza hawaiana!».

En ese instante, Isa introduce en el plano, desde la derecha, una caja de cartón de Domino’s. La abre y extrae una enorme porción de pizza de jamón york y piña. Sonríe a la cámara y da un gran mordisco. Mientras la mastica, explica más cosas de su vida. Vive en Gijón, aunque es madrileña, no sabe a lo que se quiere dedicar cuando sea mayor, le encanta cantar y bailar, ha leído todos los libros de Harry Potter y le haría una enorme ilusión viajar a Australia y encontrarse a algún canguro. De inmediato, y pese a lo que ha vivido hace unos minutos, Toni siente simpatía hacia Isa. Se olvida de los espíritus y de las historias de fantasmas y, uno tras otro, va viendo los vídeos que la joven tiene subidos en su canal. Se ríe mucho con ella durante más de una hora, a pesar de que continúan los golpes en el techo de su habitación.

Isa come Pizza, sin duda, es una chica de lo más singular.