¿Por qué se portan mal los niños?

Los niños suelen portarse mal porque no hacen lo que nosotros esperamos que hagan, aunque seguramente no les hemos explicado claramente qué esperamos de ellos.

Al principio no conocen las normas, a veces los desorientamos porque improvisamos mucho y ellos no son capaces de entender lo que son las excepciones. Cuando queremos que duerman y no lo conseguimos a la primera, empezamos a probar cosas diferentes, un día lo acunamos, al siguiente lo cogemos en brazos, al otro lo sacamos de paseo, al siguiente le damos un biberón.

El niño siempre hace lo mismo, llorar, pero nosotros respondemos cada vez de forma diferente. El resultado es que el niño se desconcierta y no sabe qué ha de hacer, se siente inseguro y desconfiado. Y no aprende qué es lo que se espera de él en cada circunstancia.

Es un proceso de aprendizaje en el que a menudo se equivocan, ya que aprenden de sus errores y mediante la experiencia. Es parecido a cuando aprenden a ir en bicicleta. Los primeros días has de ir detrás de ellos sujetándolos para que no se caigan, has de darles confianza y, cuando parece que ya lo han pillado, de repente se caen o no miran por dónde van y chocan contra un árbol. Esos pequeños accidentes no hacen que pensemos que el niño ha fracasado y que no es capaz de aprender; tenemos claro que se trata de un proceso, que tardará un tiempo en ganar seguridad y que paulatinamente se irá equivocando menos. ¿Por qué no pensamos lo mismo cuando el niño está aprendiendo a portarse bien? El hecho de que al principio no acierte y monte más de una pataleta no significa que no vaya a aprender.

Las normas de una casa han de ser muy explícitas y expresadas en un lenguaje comprensible para los más pequeños. Por ejemplo, podemos decirle a un niño de menos de tres años: «No, ahora no. Luego», y el niño seguramente rompa a llorar, porque no comprende la situación ni nuestra negativa.

Los padres suelen sorprenderse de la reacción porque ellos entienden perfectamente que le han dicho al niño que sí, pero más tarde. Sin embargo, el niño ha entendido que no. De hecho, le han dicho la palabra «no» dos veces, y él ya sabe lo que eso significa. Los padres además han utilizado la palabra «luego», un término abstracto que describe un tiempo indeterminado, sin añadir ninguna pista de lo que eso significa.

Si por el contrario le hubieran dicho: «Ahora a cenar y después Chupa-Chups», el niño entendería que su deseo se aplaza en el tiempo, porque el pequeño divide su tiempo según las cosas que hace (desayuno, colegio, merienda, baño, cena); ésas son sus pautas horarias y así le es más fácil situarse y entender, ¡y tener paciencia!

Por otra parte, para comprender mejor el comportamiento del niño, a veces resulta muy útil preguntarse a quién se parece, si al padre o a la madre. Los padres hemos de intentar recordar cómo éramos de pequeños. En ese sentido es importante saber que los rasgos hereditarios del carácter conforman el 50 por ciento de la personalidad del niño.

Coincidencias curiosas

— Los niños muy impulsivos suelen ser varones

— Las madres que han tenido complicaciones durante el embarazo y el parto presentan una mayor incidencia de niños con carácter difícil

— Una asociación muy interesante, aunque todavía no contrastada científicamente, es la existente entre las alergias alimentarias y el comportamiento. Una gran mayoría de niños diagnosticados como «difíciles» tienen alergia a la leche. El mal comportamiento es uno de los indicadores para diagnosticar la celiaquía (intolerancia al gluten). También nos hemos encontrado padres que observan una relación entre episodios de pataletas o berrinches con una alimentación con alto contenido en azúcares o aditivos artificiales. En ese caso, después de merendarse un bollo con chocolate industrial, el niño puede tener un arrebato o «cruzarse» sin venir a cuento. Muchos profesionales están de acuerdo con la hipótesis de la relación de causa-efecto entre nutrición y comportamiento