Eres un experto en lengua
En este capítulo
Los diversos registros de la lengua hablada y escrita
Diferencias entre lengua vulgar, lengua coloquial y lengua formal
Mecanismos para adecuar la lengua a la situación
Hablas todos los días. Hablas en casa, aunque vivas solo; no lo niegues, todo el mundo sabe que las personas que viven solas hablan con las plantas, con el presentador del telediario, con el vecino de enfrente y con el repartidor de publicidad que llama al interfono. También hablas en el trabajo y en el supermercado y cuando compras la entrada para el cine y en el INEM y en la sala de espera del ambulatorio. Igual eres de esas personas cuya oreja parece haberse soldado con el teléfono. Y en todas esas situaciones te entiendes con la gente. Es decir, compartes con otras personas un código, de manera que comprenden lo que dices y tú entiendes lo que te dicen... más o menos. Pero no hablas igual con todo el mundo ni en todas las situaciones.
Así que sabes mucho más de lengua de lo que te parece. Tienes tal dominio de la sintaxis que no necesitas pensar. Mira, si no, los ejemplos: podrías haberlos pronunciado cualquier día sin pestañear. Sabes:
Que los verbos transitivos necesitan un complemento directo (CD).

Cómo concordar en número el sujeto (S) y el verbo (V), aunque sea en pluscuamperfecto de subjuntivo.

Si el género del adjetivo que califica al sustantivo que forma el complemento indirecto (CI) es correcto.

En qué modo debe ir el verbo en las oraciones subordinadas que hacen de sujeto de la principal.

La preposición adecuada para cada complemento de régimen preposicional (CRP).

Puede que no entiendas algunos de los términos que definen todo eso, pero no los necesitas para construir las oraciones correctamente. Claro que a lo mejor el truco está en no pensarlas. Quizá tengas más dudas si tienes que elegir entre
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esto |
y esto |
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Hubieron muchas protestas. |
Hubo muchas protestas. |
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El 15 % no llega a la nota media. |
El 15 % no llegan a la nota media. |
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En relación con el accidente hay que investigar más. |
En relación al accidente hay que investigar más. |
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Cogió un tomate en rodajas. |
Cogió un tomate y lo cortó en rodajas. |
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El alba estaba azul y luminosa. |
El alba estaba azul y luminoso. |
Por si no has leído la introducción, el tachado indica que algo no es correcto.
Y lo mismo pasa con la ortografía. Muchas personas con un nivel de estudios no precisamente bajo se arman un lío para decidir entre escrituras que se parecen:
ay/hay/ahí
mi/mí
administración/Administración
a/ha
La gramática es una disciplina muy amplia. A poco que navegues por internet toparás con conceptos como gramática descriptiva, gramática histórica, gramática generativa, gramática cognitiva, gramática funcional, gramática pragmática, o gramática normativa. Esta última es la que nos ocupa en este libro; es decir, las normas establecidas por la Real Academia Española (RAE).
No obstante, no todo son normas. Ocurre, con cierta frecuencia, que algo no es incorrecto pero no acaba de sonar bien; se puede decir que no es genuino, o sea, que no es así como le ha llegado al hablante tras siglos de evolución de la lengua.
Hace unos años, a un hablante medio se le habrían puesto los pelos de punta al oír o leer lo siguiente:
Es por eso que a día de hoy se va a reivindicar para ostentar el cargo de presidente.
A algunos todavía se nos ponen. En esa oración hay, al menos, cuatro razones para ponerse nervioso:
Es por eso que no es una expresión genuina en español; además es incorrecta (por ahora).
A día de hoy es un galicismo (o sea, una francesada), traducción directa de aujourd’hui. Si no fuera por políticos y periodistas, cualquier persona usaría hoy por hoy, hasta ahora o por el momento. Por el momento (¿ves como funciona sin problemas?), no se considera correcta (aún no).
Reivindicar es un verbo transitivo, no reflexivo ni pronominal (de momento).
Ostentar no es sinónimo de ejercer (aún).
En ese texto hay unas cuantas incorrecciones, pero, sobre todo, hay una manera de expresarse que no es genuina del idioma español.
Sin embargo, en la siguiente oración:
Golpeó la pelota con su pierna izquierda.
no hay ninguna incorrección, aunque sí una manera de expresarse muy propia del inglés y bastante impropia del español, lengua que asume que cuando golpeas una pelota lo haces con tu pierna y no con la de otro; por eso tendemos a restringir mucho el uso de los posesivos y nos arreglamos con un artículo:
Golpeó la pelota con la pierna izquierda.
De eso se trata en este libro, de recordar la gramática normativa (lo que es correcto y lo que no), pero también de darte herramientas que te ayuden a tener una expresión más precisa y elegante.
Por lo que respecta a la ortografía, las normas son bastante estrictas; solo que:
La primera gramática española
Antonio de Nebrija (Lebrija 1441 - Alcalá de Henares 1522) fue un humanista, entre otras cosas, autor de la primera gramática española y del primer diccionario español-latín y latín-español. No es que antes no se hablara español y no es que cada uno lo hablara como podía o como quería. Lo que ocurría es que aún se percibía el español como una lengua vulgar, que se hablaba pero que no era lengua de cultura; y para uso del vulgo nadie pensaba que mereciera la pena establecer unas normas, y menos escribirlas, puesto que sería para regular el habla de personas que, en su mayoría, no sabían leer. Eso no ocurría solo con la lengua española; de hecho, la gramática de Nebrija, que se publicó en 1492, fue la primera que se escribió en Europa en lengua vulgar, es decir, no en latín sino en la lengua que hablaba la gente. Además, también redactó unas normas de ortografía.
Según Nebrija, la gramática comprende cuatro ramas: ortografía (cómo se escribe), prosodia (cómo se habla), etimología (el origen y la evolución de las palabras) y sintaxis (cómo se combinan las palabras para formar oraciones).
Parece que la división era acertada, o al menos útil, porque sigue funcionando hoy en día. Hijo del Renacimiento, quería dar trascendencia a los actos y las creaciones humanas, y le parecía que la lengua, el español, en concreto, se merecía tener unas normas —que habían de durar para siempre, según él— para que eso que hablaba la gente tuviera la misma categoría que el latín. La gramática del latín, ya moribundo, apenas se modificó, pero la del español no había hecho más que empezar a cambiar, precisamente, porque era una lengua joven y cada vez tenía más hablantes. Ahí está el segundo factor del éxito de Nebrija y su gramática, que no por casualidad, se publicó en el año 1492, en plena expansión del Imperio español e iba dedicada a Isabel la Católica, lo cual tampoco debió de ser una casualidad. Con los barcos, cruzaban el Atlántico la lengua y otras manifestaciones culturales, y llegar con un código establecido facilitaba enseñar (y seguramente imponer) un idioma que ya hace tiempo es tan iberoamericano como español.
El poder siempre ha usado todo lo que ha tenido a su alcance para expandirse y perpetuarse, pero de eso las lenguas no tienen la culpa; y sus hablantes casi tampoco.
No son eternas. La RAE introduce novedades de vez en cuando. Verás en muchos libros el adverbio solo escrito como sólo; y eso es porque hasta el año 1999 era obligatoria esa forma.
No hay normas para todo. Por ejemplo, el uso de las mayúsculas se parece bastante a un limbo. Sí, claro, Manolo se escribe con mayúscula, pero ¿y península ibérica/península Ibérica/Península ibérica/Península Ibérica? Al principio de este apartado has leído la palabras internet, que podría haber aparecido como Internet, porque todavía no acaba de estar claro si es un nombre propio o común.
Así que la ortografía que vas a encontrar es la normativa y... la dubitativa, pero te avisaré de cuándo se trata de una y cuándo de la otra.
Los registros de la lengua son las diversas modalidades con que se puede usar la lengua en función de la situación o de la formación del que habla. Así, hay un registro especializado, que es el que usan, por ejemplo, los abogados, los médicos, los mecánicos o los futbolistas cuando hablan de sus campos profesionales respectivos; usan palabras propias, por lo general muy precisas, y expresiones características, y suele ser difícil entenderlos (por distintos motivos).
Según el medio en el que te comunicas, el registro varía. Nadie escribe como habla. Además, al hablar, no lo haces igual si estás con unos amigos que si te diriges a tu jefe; y si escribes no usas el mismo lenguaje cuando le dejas a tu pareja una nota enganchada con un imán en la nevera que si presentas una queja en un servicio público.
Es frecuente clasificar los registros en tres niveles de lengua:
Vulgar
Coloquial
Culto
Lo cierto es que puedes saltarte casi todas las normas gramaticales y ortográficas y hacerte entender; lo único que necesitas es un interlocutor que comparta el código que utilizas. Por eso funciona, sin problemas, la lengua vulgar, es decir, la que se caracteriza por la pobreza léxica y por quebrantar las normas.
La frase spro q mjors es un claro ejemplo de lengua vulgar, ya que lo que quiere decir el comunicante es espero que te mejores, pero faltan letras y un pronombre. Probablemente quien lo ha escrito conoce las normas necesarias para escribirlo correctamente, pero está mandando un SMS y ha adoptado otras normas que no son las de la gramática y la ortografía regladas pero que su interlocutor conoce también, así que no van a tener problemas de comunicación.
Otro ejemplo sería esta conversación:
—¿Hace una birra más?
—Quita, quita, yo me piro ya.
—Pues pa’luego es tarde, ¡tira, venga!
—Es que no me queda otra; ahí, pillando el curro ese pa’sacarme unas perras.
En cuanto a gramática y vocabulario hay poco que enseñar o aconsejar; esa conversación cumple perfectamente la misión comunicativa para la que está producida; por supuesto no hay academia ni autoridad que pueda decirte cómo debes hablar con tus colegas. En cuanto a la ortografía, es poco probable que escribas un texto como ese (y si lo haces es posible que seas un autor literario consagrado y nadie te rechiste).
La lengua coloquial es la que usa todo el mundo cuando está relajado (quizá los políticos y los abogados, no, pero nunca los vemos lo bastante naturales como para saberlo). Por lo tanto es la lengua que le sale al hablante cuando no planea cómo va a hablar. Si estás paseando con un amigo o acompañando a tu padre al médico o comentando con un compañero de trabajo cómo van las ventas, no te preocupas de elegir las palabras más precisas que conozcas ni el tiempo verbal más ajustado; es posible que ni te molestes en acabar las frases. Sin embargo, si vas a impartir una clase o a presentar una denuncia en comisaría o a hablar con tu jefe para proponerle una remodelación del departamento o escribir un libro, pensarás la lengua que vas a usar, y no será la misma que en las situaciones anteriores.
Eso no significa que la lengua coloquial sea menos correcta que la formal. En general, un hablante tiene interiorizada la lengua que habla con una corrección casi total; otra cosa es cuando nos ponemos a escribir y queremos que el texto nos quede enjundioso o cuando queremos impresionar al interlocutor o a un público (¿han aparecido ya en este libro los políticos y los abogados?).
La lengua formal, también llamada culta, es la que se atiene a las normas gramaticales y ortográficas, y usa el vocabulario de manera precisa y rigurosa. Así que..., efectivamente, no todo lo que parece culto lo es; a veces solo es ampuloso, pretencioso y, a menudo, engañoso; muchos osos para digerir bien un discurso de ese tipo.
La forma más larga de decir algo casi nunca es la más culta ni la más correcta, y casi nunca es elegante.
Cuando oigas influenciar en vez de influir; lo que viene siendo en vez de es, crecimiento inverso en vez de disminución, y otros circunloquios de ese tipo, sospecha que, quizá, quieren que no te enteres bien de lo que te dicen. Y, desde luego, no creas que quien habla es muy culto.
Necesitas la lengua formal, te guste o no, cuando, entre otras muchas situaciones:
• Redactas un currículum.
• Vas a hablar con los maestros de tus hijos.
• Le escribes una carta de queja a cualquier organismo o empresa.
• Hablas con un compañero de trabajo pero quieres establecer una distancia y que no crea que sois amigos.
• Recurres una multa.
• Cruzas correos electrónicos en una web de compraventa de productos de segunda mano.
• Tienes que redactar un informe.
• Estás preparando unos exámenes para acceder a un trabajo o a unos estudios.
• Quieres ayudar a tus hijos a hacer los deberes o a entender lo que estudian.
• Quieres escribir un comentario en el Facebook.
Sí, créeme; algo como:
Ola! Haber si acemos una kedada pronto!. En cuanto que pase el Jueves que viene si eso yo ya estare mas asequible. yamame!!!.
en tu estado del Facebook está lanzando un mensaje al mundo: ¡No sé escribir sin faltas de ortografía, no sé las normas básicas de la acentuación, mi vocabulario es pobre e impreciso!
Sin embargo, con esto:
A ver si nos vemos pronto. A partir del próximo jueves estaré más disponible. Llámame entonces, por favor.
el mensaje es: Puedo expresarme con concisión y usando bien las palabras. Conozco las normas de ortografía, sé dónde van las tildes y me tomo la molestia de escribir bien cuando hablo contigo porque soy respetuoso con quien me escucha y con quien lee lo que escribo.
Si te da lo mismo lanzar este mensaje o el anterior, deberías devolver ahora mismo este libro. Pero si no te da igual, sigue adelante.
Ten presente siempre que no es lo mismo hablar con un amigo que con el jefe. Entre esos dos extremos, seguro que tampoco usas el mismo léxico y el mismo tono con la persona a la que le compras el pan todos los días o con la que te pregunta una dirección en la calle.
Entre ese coche no tira y ese coche no funciona todo lo bien que sería de esperar, hay un cambio de registro que se ha conseguido eligiendo las palabras. La elección del léxico es, por lo tanto, un mecanismo de adecuación.
Por otra parte la expresión es diferente si estás hablando o si escribes una nota.
Ahí, ahí es donde se me filtra el agua.
El agua se filtra por el punto donde se encuentran el techo y la pared en la que está la bañera.
En el primer caso, una sola palabra, ahí, permite que la comunicación sea eficaz. En el segundo, el interlocutor no está presente y esa forma lingüística de señalar (con la palabra ahí) es totalmente ineficaz. En el primer caso está presente además el hablante (se me filtra a mí el agua, en mi casa). Señalar el lugar, el momento y al hablante hace que un texto sea menos formal, por lo que en textos (hablados o escritos) como informes, trabajos, solicitudes o exámenes, la construcción de las oraciones debe ser tal que quede desvinculada del autor. Por eso, por ejemplo, un cartel dirá Se alquila piso o Se busca aprendiz urgentemente y no Alquilo piso o Necesito un aprendiz ya.
En conjunto, la expresión refleja la actitud del hablante.
Espero que mañana abra esa oficina de una vez por todas.
Si mañana abrieran la oficina...
Resultaría muy útil que mañana abrieran la oficina.
Puede que mañana abran la oficina o puede que no.
Igual abren la oficina mañana o igual no, ¡quién sabe!
Todas las oraciones anteriores puede decirlas alguien que al acudir a una oficina se ha encontrado con el inconveniente de que está cerrada y desea que al día siguiente esté abierta, aunque no tiene mucha confianza en que eso ocurra. La diferencia entre unas frases y otras es que a base de cambiar las palabras (no mucho) algunas conjugaciones verbales, algunos signos de puntuación y, si la comunicación es oral, el tono, el efecto es muy distinto en el interlocutor o en el lector. Esos procedimientos son los mecanismos de adecuación de la lengua, que solo consisten en adaptar el léxico, la ortografía y la gramática al objetivo de un acto concreto de comunicación; o sea, lo que haces continuamente.