Introducción

 

Hubo un tiempo en que saber escribir era una de las condiciones más apreciadas para obtener un puesto de trabajo de prestigio y bien remunerado; de hecho, eso ha ocurrido en diversos momentos de la historia, desde los escribas que trabajaban para los faraones hasta los registradores, notarios y secretarios de las sociedades decimonónicas. Se requería tener buena letra, conocer las reglas ortográficas y redactar con cierta eficacia, lo cual comprende, entre otras capacidades, el dominio de la sintaxis y del vocabulario. Y todo ello era lógico, puesto que los escribas y los secretarios de todas las épocas han tenido por misión documentar lo sucedido.

Desde que las sociedades pasaron de la oralidad a la escritura (y eso se produce más o menos en todas las culturas cuando se fijan por escrito los libros sagrados), la prueba de los hechos no se fía a su narración sino que se exige constancia escrita. Verba volant, scripta manent, que parece que dijo un senador romano y que significa que las palabras se las lleva el viento pero lo que se escribe perdura. En eso estamos; pedimos por escrito el presupuesto para arreglar una ventana, el compromiso de lo que nos pagarán por escribir un libro y la obligación de tenerlo acabado en una fecha concreta, las notas del maestro sobre el comportamiento de un niño, la compraventa de un piso, los ingredientes de la mermelada y la forma de usar el MP3. Y, sin embargo, no siempre se entienden esos textos (las instrucciones de algunos electrodomésticos serían más inteligibles si estuvieran escritas en jeroglíficos egipcios y muchas novelas de vampiros dan menos miedo que los documentos notariales o los impresos de Hacienda).

Hace unos años no faltaron gurús y sabelotodos que auguraban el fin de la letra impresa y de la necesidad de escribir: en las nuevas tecnologías, decían, reinarán los mensajes audiovisuales (como si los textos no se oyeran y se vieran); las máquinas entenderán los mensajes de voz y no hará falta escribir nada, pronosticaban. Y, no obstante, parece ser que escribimos más que nunca, e-mails (o correos electrónicos), SMS (o mensajes de texto transmitidos por teléfono móvil); tuits (o mensajes cortos en la red social Twitter), estados (mensajes instantáneos en la red social Facebook), chats (conversaciones instantáneas en cualquier servicio en internet) o grafitis (pintadas). Las misivas —cartas, epístolas, notas, billetes o post-it—, arrinconadas por el teléfono durante el último cuarto del siglo XX, reviven en formatos inimaginables no hace mucho; y lo que tienen todos en común es que lo que se quiere decir se dice por escrito, con los malentendidos, ambigüedades, equívocos y desencuentros que eso provoca.

La única manera de que todo lo que escribes dé lugar a los mínimos desencuentros posibles es conocer bien el código que rige las comunicaciones; y ese código está formado por el significado de las palabras, las normas gramaticales y las reglas ortográficas.

Acerca de este libro

En este libro no encontrarás el significado de las palabras; para eso tendrás que mirar un diccionario (en el apéndice II encontrarás algunos que puedes consultar en línea). Aquí vamos a concentrarnos en la gramática y la ortografía. Considéralas una especie de código de circulación: puedes conducir sin respetar las normas, pero vas a tener problemas, seguro, con alguna autoridad y, probablemente, con otros ciudadanos. De la misma manera, puedes escribir y hablar sin conocer la gramática y la ortografía, pero es fácil que se produzcan malentendidos y, desde luego, la forma más fácil para que no te den un trabajo es presentar el currículum lleno de faltas de ortografía.

Pero no creas que las páginas que siguen son un tratado de gramática que ahonda en las raíces del desarrollo del español para entender por qué formamos las frases como lo hacemos o por qué jirafa se escribe con j y gitano con g. Si eres experto o al menos buen conocedor de esas materias, ya tendrás esa base teórica. Si no es así, leer este libro no hará de ti un corrector o redactor de textos impecables, pero sí te ayudará a resolver dudas; se trata de que amplíes tu conocimiento de la gramática y de la ortografía, con el objetivo de que digas y escribas exactamente lo que quieres decir o escribir, o de que lo hagas mejor. No obstante, debes saber desde este momento que no todas las dudas gramaticales u ortográficas tienen una solución única y perfecta. Hay muchos asuntos que son opinables, existen escuelas y tendencias, y no es raro encontrarse con dudas para las que no hay manera de hallar una solución dictada por un sabio. Eso ocurre sobre todo en asuntos relacionados con la ortografía, ya que muchas de sus normas son arbitrarias (el uso de las mayúsculas en español es un buen ejemplo de cómo volver locos a los correctores de libros). Además, sucede no pocas veces que las directrices más utilizadas no son normas sino recomendaciones, en ocasiones de la autoridad lingüística y en ocasiones de personas cuya larga trayectoria en el mundo de las letras hace que su criterio sea muy respetado.

Las normas y consejos que encontrarás aquí son los propuestos por la Real Academia Española (RAE), algo así como la Dirección General de Tráfico de la Lengua, pero sin la capacidad de poner multas y quitar puntos. Hay que destacar que en asuntos de ortografía, las normas más recientes no las elaboró ese organismo solo, sino que son fruto del trabajo conjunto con sus homólogas americanas, agrupadas en la Asociación de Academias de la Lengua Española.

Cómo utilizar este libro

Puedes leer capítulos aislados de este libro a medida que necesites conocer un tema o que te pique la curiosidad. Los títulos de las partes y los capítulos, así como el minisumario que encontrarás al principio de cada uno de ellos te servirán de pista para saber dónde está lo que buscas. También te será muy útil el índice de materias que encontrarás al final del libro, ya que allí puedes ver si sobre cierto asunto se habla en más de un capítulo.

No obstante, es buena idea leer el libro empezando por el principio y siguiendo los capítulos en orden porque, si te saltas justo el capítulo que trata aquello en lo que fallas, el texto que escribas deslucirá el empeño que habrás puesto. Si sigues ese sistema, puedes seleccionar por cuál de las partes te va mejor empezar. Uno de los inconvenientes de no saber algo suele ser que no sabes que no lo sabes y eso dificulta mucho buscar información para, por fin, saberlo. De todas maneras, los capítulos son independientes y, si tienes claro cuál te resulta más necesario, puedes ir directamente a él. Otra opción es abordar la lectura de alguna de las cuatro partes principales; por ejemplo, si no tienes dudas relacionadas con la ortografía básica, quizá te interese saltarte la parte II e ir a la III para adentrarte en asuntos más relacionados con la ortotipografía. O si conoces bien la función de las diversas categorías gramaticales, en vez de dedicar un tiempo a la parte I, puedes ir a la IV y meterte de lleno en la sintaxis.

Es importante que al leer prestes atención a los ejemplos (indicados con una manita que señala), ya que están pensados para que muestren la teoría y te sea más fácil recordarla. Si memorizas los ejemplos tendrás las normas interiorizadas y así, cuando las necesites, en muchos casos, te bastará con actuar por analogía con el ejemplo.

También es recomendable que pienses en unas páginas de libreta virtuales en las que apuntar y archivar la información que irás encontrando en las pizarras. La libreta es tu cerebro, y esas hojas son conocimientos, solo que la imagen de la hoja de libreta con la información escrita facilita la activación de la memoria visual, que resulta muy eficaz para aprender ortografía. Por ejemplo, en vez de recordar que abeja se escribe con b y j guarda en tu cabeza la imagen de la palabra escrita; cuando la necesites, solo tienes que recuperar la imagen.

Vamos a suponer que...

... se cumple alguna de las circunstancias siguientes:

visto.png   No solo sabes español, sino que es la lengua que usas con más frecuencia, o al menos, una de ellas (porque este no es un libro para aprender español como lengua extranjera).

visto.png   No eres filólogo ni traductor ni escritor ni corrector ni profesor de lenguas. O, si lo eres, siempre buscas herramientas de apoyo para tus alumnos o te compras, por deformación profesional, todo lo que se publica sobre el tema.

visto.png   No te ganas la vida ejerciendo oficios relacionados con los textos, pero escribir o hablar forma parte de tu actividad cotidiana y no has adquirido conocimientos en materia de lengua, por lo que no sabes si lo que crees correcto lo es o no.

visto.png   No es que no te interese la lengua, pero no tienes mucho tiempo, y puestos a priorizar, en asuntos de lengua te basta con pistas claras y fáciles de seguir acerca de lo que debes hacer y lo que no. No necesitas explicaciones de Gramática Comparada ni de Gramática Descriptiva, con las que se divertirían muchos filólogos. Ya, ya lo sé, la primera pregunta del libro, ¿por qué he escrito Gramática, Comparada y Descriptiva con mayúscula? Y sin resolver la primera, brota la segunda: ¿por qué en la pregunta anterior hay unas palabras que están inclinadas? Si tienes mucha prisa puedes ir directamente a los capítulos 11 y 12 para hallar las respuestas respectivas a ambas preguntas.

visto.png   Opinas que escribir y hablar mejor solo puede tener consecuencias buenas, como conseguir una comunicación más eficaz, mostrar una capacidad que es posible que te permita asumir más responsabilidad en el trabajo o aspirar a trabajos más cualificados. O no estás convencido de ello todavía, pero te lo han dicho y vas a probar.

visto.png   Tienes la seguridad de que incluso sin ventajas directas que se traduzcan en mejor trabajo y más dinero, al ser la lengua una de las capacidades que más distinguen al ser humano, cultivarla y usarla mejor es un signo de cultura e inteligencia. No conformarse con lo que se tiene y la voluntad de mejorar, y de esforzarse para ello, es una de las más extraordinarias características humanas.

Cómo se organiza este libro

Las partes en las que se divide este libro son autónomas pero guardan una estrecha relación entre ellas, y aunque parezca que hay grandes saltos, ir de una a otra es, en realidad, como recorrer una etapa ciclista en cuyas veredas te van dando bolsas de avituallamiento. Arrancar en la parte I no es difícil, pero al acabarla quizá te dé la sensación de que el problema es que te fallan algunos detalles de la escritura. Para eso llegan las partes II y III, que te proporcionarán la energía necesaria para poder abordar el repecho final de la parte IV. Con las fuerzas ya mermadas, te quedará el sprint (¿esprín?) final, corto e intenso de la parte V.

Parte I. Las palabras

Esta parte comienza aclarando algunos conceptos relacionados con el uso de la lengua y con las decisiones lingüísticas, que tomas continuamente. Después te presento los tipos de palabras según la función que desempeñan y las variaciones de forma que pueden sufrir. Esos tipos se llaman categorías gramaticales y en el capítulo 2 se explica cuáles son y los criterios utilizados para establecerlas. A partir de ahí, algunos capítulos tratan una sola de ellas y otros agrupan varias que tienen ciertas similitudes.

Parte II. La escritura de las palabras

En esta parte abordamos la ortografía, una pesadilla para muchas personas y un asunto en el que ni siquiera piensan muchas otras. Lo bueno de la ortografía es que una vez aprendida no se olvida nunca. Conocerás las normas que rigen el uso de las letras que pueden ser más problemáticas en español. Después toca entrar en el mundo de las tildes y sus normas. Con esos conocimientos consolidados, te explicaré la escritura de palabras que a menudo provocan muchas dudas, como las que pueden ir juntas o separadas y las que expresan cantidades.

Parte III. Las letras y los signos

No parece probable que vayan a desaparecer las letras mayúsculas en el español (a pesar de que nada indica que eso fuera una catástrofe, sino todo lo contrario), así que verás muchos de los tipos de palabras cuya primera letra debe serlo. No es posible estar seguro por completo ni aprender todas las normas y recomendaciones, pero con lo que encontrarás en esta parte ya tendrás mucho ganado. Asimismo las abreviaturas tienen sus normas y también los recursos ortotipográficos. Y no se escapa la puntuación: ese conjunto de signos que no se pronuncian al hablar (¿o sí?) pero que son imprescindibles al escribir y pueden incluso cambiar el significado de las palabras.

Parte IV. Las oraciones

Tras haber recorrido la lengua por partes, llega el momento de analizar cómo se construyen las frases y conocer los mecanismos que sirven para engarzar sus elementos para que sirvan a una finalidad: que te comuniques de la manera más eficaz y correcta posible. Para ello, verás la diferencia entre oraciones simples y compuestas y el papel expresivo que pueden desempeñar las segundas. Pero, además, conocer la sintaxis y sus recursos es esencial para expresarse de manera más fluida y elegante; por eso dedicaremos el último capítulo a algunos de esos recursos.

Parte V. Los decálogos

No hay libro para dummies sin decálogos y este no iba a ser menos. En esta parte hallarás compendiados y resumidos los principales rasgos y normas de la gramática y de la ortografía del español. No creas que esta parte puede sustituir a las otras (de ser así no hubiéramos gastado tanto papel). Es un recordatorio, una llamada de atención sobre los asuntos que sabemos que suelen presentarse como una gran roca caída en mitad de la carretera ante quien debe escribir un texto y ante el hablante.

Iconos utilizados en este libro

ma.pngEsa manita con el dedo apuntando a una frase es tu mejor guía en este libro. Indica que hay un ejemplo de una explicación, que a veces lo precede y otras lo sigue. Los ejemplos ayudan a entender la explicación y, por lo general, es más fácil recordar una frase que una norma. Pero una frase que diga algo cotidiano quizá no llame mucho la atención; por eso te parecerá que muchos de los ejemplos son disparatados.

borra.pngCuando te encuentres este icono fíjate bien... pero para olvidar alguna mala costumbre. Te indica algo que aparece con frecuencia en la lengua escrita o hablada pero es incorrecto o impropio del castellano. Si lo eliminas de tus costumbres lingüísticas, mejorará tu expresión. Los errores (o la forma poco adecuado de expresar algo o de usar un signo) están en el marco de una frase y puedes identificar cuál es el error concreto porque verás algunas partes del ejemplo tachadas.

sedice.pngComo la idea es que mejores la manera de expresarte, presta atención a los ejemplos que lleven este icono. A menudo ejemplifican la solución de un error marcado con el icono anterior. Las partes en las que debes fijarte suelen estar subrayadas. Si no hay subrayados, presta atención a todo el ejemplo.

seescribe.pngEste icono es el equivalente del anterior pero en la escritura. Muchos de los ejemplos que lo llevan son la alternativa correcta a un ejemplo de error. También aquí el subrayado te muestra el núcleo del ejemplo. Como no todo lo que se escribe se pronuncia, fíjate bien en los ejemplos que lo lleven para fijar en tu memoria la ortografía correcta.

norma.pngLas normas que rigen la lengua española las dicta la Real Academia Española. No todos los estudiosos están de acuerdo con algunas de ellas, pero para no acatarlas hay que conocerlas.

apuntate.pngSeñala asuntos importantes, que, a veces, no están regidos por normas, pero que te ayudarán a hablar y escribir mejor.

paranota.pngLa lengua, como casi todo, tiene su jerga y sus intríngulis. Si quieres meterte en esos vericuetos, presta atención a este icono; pero si vas a agobiarte, olvídalos; no necesitas la información técnica para escribir o hablar bien.

A lo largo del libro verás que aparecen muy a menudo tres siglas. RAE es la Real Academia Española; DRAE es el diccionario de la RAE; y DPD es el Diccionario panhispánico de dudas.

Y ahora...

Seguro que has oído alguna vez que a escribir se aprende leyendo; es una afirmación errónea. Si fuera tan fácil... Hay muchas personas que leen con cierta frecuencia y a la que se ponen a hablar o a escribir parece que la lengua se les haya hecho un nudo o que hayan volcado un saco lleno de comas sobre el texto y las hayan dejado distribuidas al azar.

No, por supuesto que no es tu caso. Te sugiero que antes de empezar a leer escribas un texto de diez líneas, como mínimo (¡venga!, que no duele); en castellano (si lo escribes en otro idioma tendrás que comprarte otro libro de la colección «para Dummies»). Revísalo cada vez que acabes un capítulo. Se entendía bien al principio (o no), pero quizá decidas ir cambiando un sustantivo o una preposición, o una coma o un punto (si ya le pones ahora algún punto y coma, eso que llevas ganado). ¡Ojalá no tengas que cambiar ninguna tilde! (pero debería haber alguna ya de entrada) Puede que esa conjunción (que aún no sabes que es una conjunción) introduzca una oración compuesta (que aún no sabes que es compuesta) un poco liosa. Si al acabar el libro has retocado todo el texto, la probabilidad de que haya mejorado y de que tú sepas más gramática y más ortografía es muy alta, pero no creas que eso te hace muy especial: casi nadie escribe bien a la primera y casi todos tenemos que repasar y retocar.