—¡Fijaos! —gritó Cromi a sus amigos—. ¡Glis-Glis me sigue a todas partes!
Orgullia, Baba, Kakatúo, Ululú y Roco dejaron de corretear por el prado y se arremolinaron junto a Cromi para comprobar el fenómeno.
—¡Glis-Glis, vamos! —ordenó Cromi a su mascota echando a andar.
Y Glis-Glis, obediente, salió tras él con la cola bien tiesa.
Glis-Glis era un pequeño lirón gris que le había regalado Crom, su papá.
—¡Por un puñado de moscas! ¡Es verdad! —se asombró Orgullia.
El lironcito no se separaba de Cromi.
—Lo tratas tan cha-chi-chu que se cree que eres su mamá —dedujo Baba con timidez.
Tal vez Baba tuviera razón. Cuando Crom lo encontró en el linde del bosque, el pequeño lirón estaba perdido y asustado, y Cromi, su hijo, lo había alimentado con nueces y castañas, y había dormido junto a él.
Ululú, el fideo, alargó una mano para toquetear a la mascota de Cromi.
—Está gordito, y huele bieeeeen... mmmm...
Cromi no se lo podía creer... ¿Acaso Ululú estaba sugiriendo que Glis-Glis...?
—¡Mi lirón no se come! ¡Es mi amigo! —gritó inmediatamente.
—Eso es cierto, Ululú, tú no te comerías a Baba, ¿verdad? —reflexionó Orgullia.
Ululú, sorprendido, miró a Baba de arriba abajo. Baba, por si acaso, dio un paso atrás desconfiada.
Ululú siempre estaba hambriento.
—Podríamos jugar con él —sugirió Roco.
—Buena idea —aprobó Orgullia, que era la más resolutiva—. ¿A qué jugamos?
—Nos lo pasamos por los aires, y quien lo deje caer al suelo se tira al río —soltó el grandullón tan fresco.
Cromi se puso delante de su lirón para protegerlo del bruto de Roco.
—Como se te ocurra poner una manaza tuya sobre Glis-Glis, te lleno la cabezota de arañas.
Roco era muy grande y muy fuerte, pero sentía horror por las arañas.
—No te atreverás —lo retó Roco dando un paso al frente.
—¡Claro que sí! —respondió al desafío Cromi, a pesar de ser mucho más canijo.
Se dirigió hacia una telaraña que crecía entre dos matorrales, capturó a la araña por una pata y la zarandeó ante la nariz de Roco.
—¡Aaaaaaaah! —gritó Roco huyendo despavorido. Su berrido se oyó hasta en territorio neandertal.
Orgullia se encaró con Cromi.
—¿Y ahora qué? Has asustado a Roco y no podemos jugar. —Hizo un mohín de enfado y pateó el suelo—. Pues me marcho.
—Yo también me marcho, quiero desayunar —se unió Ululú—. Baba, ¿me acompañas para decirme qué es venenoso y qué no?
Y los tres se dieron media vuelta. Cromi se quedó helado.
—¡Eso, marchaos! ¡No quiero jugar convosotros NUNCA MÁS! —gritó enfadadísimo.
Solo quedó Kakatúo, el hijo del jefe Pavorreal.
—¿Me dejas tocar a tu lirón? —le preguntó educadamente.
Cromi asintió y Kakatúo acarició al animalillo.
—Qué piel tan suave que tiene... y qué color gris tan favorecedor...
Cromi sonrió. Kakatúo tenía toda la razón: GlisGlis era muy muy guapo. Kakatúo lo miraba arrobado.
—¿Cuánto mide?
—Pues... una mano mía —calculó Cromi.
Kakatúo pareció decepcionado.
—Vaya... Necesitaría más que los dedos de una mano para hacerme una capa.
—¿U-u-na ca-capa de pi-piel de li-lirón? —balbuceó Cromi sin creérselo.
—Quedaría preciosa —suspiró Kakatúo, que era muy presumido.
Cromi, solo imaginarlo, se puso enfermo. Su querido Glis-Glis convertido en capa.
—¡Vete! ¡Tampoco quiero jugar contigo nunca más! —se enfureció.
Y se quedó solo.