Suena un poco frívolo, pero es un hecho: la relación más larga que vas a tener en tu vida es con el dinero. Con el paso del tiempo, los hombres pueden ir y venir (algunos varias veces en la misma vida… otros no se van demasiado rápido… otros de plano nunca regresan), tus amigas también. Los hijos tarde o temprano encuentran su propio camino. Pero el dinero está siempre ahí, día tras día, en las buenas y en las malas (en el primer caso más que en el segundo), hasta que, literalmente, la muerte nos separe.
Es, a fin de cuentas, la única relación constante y perenne que vamos a tener en la vida. Por eso es vital (y no uso esta palabra como exageración, sino como un hecho) darle la importancia que se merece. Parafraseando a Marilyn Monroe, “un beso es grandioso pero no paga la renta… todas perdemos nuestros encantos a fin de cuentas… el dinero es el mejor amigo de una mujer.”
Y vaya que de dinero hablamos todas nosotras, el problema es que tenemos la conversación equivocada. ¿Quién es el hombre más rico de México? ¿Quién es el hombre más rico del mundo? ¿Cuánto dinero se gastó mi vecino en su nuevo coche? ¿Cuánto cuesta la nueva bolsa, el nuevo juguete, los nuevos zapatos?
Somos voyeristas financieras, nos gusta ver lo que hacen los otros. Nos da un placer enorme (rayano en lo sexual) hablar del dinero ajeno, de lo que compran los otros, de sus problemas de dinero… Pero rara vez volteamos la mirada hacia adentro, hacia lo que nosotras estamos haciendo, sea para bien o para mal. De dinero estamos acostumbradas a hablar en tercera persona (él hace, ella tiene), pero pocas veces en oraciones que comienzan con yo.
Empecemos por lo más obvio. Ni siquiera sabemos, bien a bien, cuál es el papel que el dinero juega en nuestra vida. Nuestro cerebro opera con base en dos visiones completamente diferentes que no alternamos entre sí, sino que participan al mismo tiempo (algo así como un angelito hablándonos sobre un hombro y un diablito aconsejándonos sobre el otro):
Visión 1. El dinero hace que el mundo gire. “El dinero es lo más importante en la vida. Por más que queramos negarlo, vivimos en un mundo en donde toooooodo está en venta. Quien dice que el dinero no compra la felicidad, o no tiene suficiente dinero o no sabe en dónde comprar.” Ésta es la visión racional, la que gobierna el cerebro de yuppies, titanes corporativos y adictos al trabajo.
Visión 2 (mejor conocida como la visión Beatle). El dinero no compra el amor. “El dinero es simplemente un mal necesario sin verdadera importancia porque hay cosas (las más valiosas de la vida) que no puede comprar. A fin de cuentas, a nadie lo entierran con su dinero o con sus bienes materiales, lo único que somos y dejamos en el mundo son las relaciones humanas y éstas trascienden el dinero.” Ésta es la visión emocional, la favorita de los amantes de la música de trova, de los enamorados y de los eternos adolescentes.
¿Cuál es la visión correcta? Ninguna. Para cada persona el dinero desempeña un papel diferente. Incluso para una misma persona la importancia del dinero cambia según los diferentes momentos de la vida. Generalmente, en los años de vacas flacas le damos más importancia a la parte racional del dinero (justamente porque lo necesitamos y no lo tenemos), mientras que en los años de vacas gordas nos podemos dar el lujo de observar y opinar sobre las emociones que nos genera la vida.
Ahora, el problema de manejar dos visiones en el mismo cerebro al mismo tiempo resulta un poco confuso. ¿A quién hacerle caso? ¿Con base en qué tomar decisiones? Pues con base en la única verdad que hay en torno al dinero: puede ser que no compre las cosas más valiosas de la vida, pero sólo en la medida en que manejamos bien lo que tenemos, sin importar la cantidad, podemos realmente disfrutar de esas cosas.
Saber manejar bien nuestro dinero no sólo nos da bienes materiales, también hace maravillas para nuestra autoestima y seguridad personal (y estoy segura de que en algunos años descubrirán que también sirve para arrugarse menos). Vivir angustiada o presionada por el dinero es, automáticamente, un freno para la vida. Como bien dice el dicho: puede ser que el dinero no compre la felicidad, pero tenerlo definitivamente ayuda a aligerar la tristeza.
Dame una mujer en control de sus finanzas y te enseñaré una mujer más exitosa en su relación con los hombres; una mujer que es más atractiva y deseada en el momento de la conquista y a lo largo de toda la relación. Y no, no porque los hombres estén en busca de una mujer que los mantenga (ésos no son hombres, son primates), sino porque al estar en control de tu situación financiera te presentas de una manera distinta y mucho más apetecible.
Parte de lo que espanta a los hombres modernos al enfrentarse a una relación es justamente el aire de dependencia y desamparo financiero que proyectan ciertas mujeres (sin importar la cantidad real de dinero que ellas tengan). Los hombres se sienten avasallados por la responsabilidad (no, vivir con el paradigma del príncipe rescatador tampoco es fácil).
Saber manejar tu dinero te permite irradiar el claro mensaje de que estás buscando una relación por amor o por deseo (sea cual sea el caso), pero jamás por necesidad.
Cuando mi editor me propuso la idea de este libro, me tomó menos de treinta segundos decirle que sí (nunca, con ningún hombre, me había visto tan fácil). ¡Cómo a nadie se le había ocurrido escribir un libro así cuando la liga entre ser Cabrona y ser Millonaria es tan lógica!
Las características de una mujer Cabrona y las armas necesarias para volverte Millonaria no son parecidas, ¡son idénticas! La actitud asertiva y proactiva que se requiere para vivir una vida plena y empoderada es, escrita en palabras más técnicas y ecuaciones más matemáticas, exactamente lo mismo que recomiendan los manuales de inversión y éxito financiero.
Y más allá de compartir las mismas características, son inseparables. No puede existir una sin la otra. Necesitas saber manejar tu dinero para tener auténtico control de tu vida, a la vez que necesitas actuar de manera fuerte e independiente para hacer crecer tu dinero al máximo. Son dos lados de la misma moneda:
Una mujer independiente que no sabe manejar su dinero es como un coloso con pies de barro. Al parecer es invencible, pero es completamente vulnerable ante cualquier pequeña eventualidad. Puede aparentar fortaleza, seguridad, control e independencia, pero todo esto se queda en simples apariencias ya que a fin de cuentas es dependiente de algo (la tarjeta de crédito, la eternidad de su trabajo, de que la vida sea estática y sin sorpresas…) o de alguien (de su pareja, de sus padres…). La única manera de ser real y honestamente segura e independiente es teniendo control sobre el dinero, para que todas tus decisiones y acciones sean tomadas con base en lo que quieres y no en lo que estás sujeta, directa o implícitamente, a hacer.
Una inversionista que no es inteligente, directa y segura es como un perro persiguiéndose la cola, vuelta y vuelta sin alcanzar nunca lo que quiere y sin llegar a ningún lado; puede parecer muy ocupado pero es poco efectivo en sus resultados. El no tener carácter, y hacer todo con miedo a equivocarse es la receta perfecta para quedarse estática. En el mundo de hoy, la única manera de hacer crecer tu dinero al máximo es con información, fortaleza interna para tomar acciones contundentes, decisiones tajantes, riesgos controlados y, sobre todo, con confianza en ti misma.
Que te quede bien (¡pero bien!) claro, no importa cuál sea tu situación financiera hoy, si ganas más o menos de lo que te mereces, si tienes mucho o poco, si cometes varios o sólo algunos errores en el manejo de tu dinero: toda mujer tiene las armas para convertirse en Cabrona y Millonaria, para manejar mejor su dinero, tener mayor riqueza y hacer sus sueños realidad.
En el mundo de doble moral en el que la mayor parte de nosotras fuimos educadas (un esquema de valores azul y otro rosa), los mismos adjetivos y características que son bien vistos, e incluso deseados, para ser un hombre exitoso son considerados una maldición para las mujeres.
Un hombre ambicioso es la imagen de la tenacidad y la perseverancia; una mujer ambiciosa es considerada fría y calculadora (Lady MacBeth, por ejemplo). Un hombre autoritario es fuerte, una mujer autoritaria es castrante…
Lo mismo pasa con el egoísmo. Ser calificada como egoísta es uno de los peores insultos que le puedes hacer a una mujer, porque atenta contra la imagen de bondad y desinterés que asumimos como mandato divino.
Craso error. El egoísmo es una de las mejores virtudes que puedes tener. Por ti, por tu dinero y, aunque no lo creas, por el bienestar de la gente que te rodea. Ser egoísta implica pensar y hacer lo que es bueno para ti y para tu dinero antes de preocuparte por satisfacer las necesidades o conflictos de los demás. Tu bienestar financiero debe ser tu máxima prioridad.
¿Esto implica ser un ogro tacaño y desalmado? No. Muy por el contrario. En el momento en que piensas primero en lo que es bueno para ti y para tus intereses, puedes tomar mejores decisiones para ayudar con más inteligencia a la gente que te rodea.
Arriesgar o poner en peligro tu dinero por llenar las expectativas, prioridades o necesidades de los demás no es altruismo, es estupidez.
Tener el propósito de convertirte en Cabrona y Millonaria es una meta doble que consigues con la mitad del trabajo, algo así como comprar uno y llevarse dos por el mismo precio.
Estés donde estés parada, hayas cometido los errores que hayas cometido y cualesquiera que sean tus deseos materiales, el camino para obtener el control de tu dinero no está pavimentado de sermones motivacionales (“Tienes dentro de ti la luz para hacerlo”… ¡guácala!) ni de recetas de cocina (“Vamos todas juntas de la manita a pintarnos los labios y a invertir en fondos de inversión”) ni de porras vacías (“Sí se puede, sí se puede…”). Simplemente depende de tener la actitud correcta y saber tomar las decisiones acertadas para ti, para tu situación y para cumplir tus objetivos.
Ni más ni menos.
Es mucho más sencillo que bajar de peso.