CAPÍTULO 5

Razas y escorias

¿Dónde adquirió Hitler aquel odio vesánico hacia los judíos y el convencimiento de que el mundo era propiedad de los germanos?

De las malas lecturas de su desordenada juventud, de los infectos panfletos antisemitas que devoraba en Viena y de su propio resentimiento de vagabundo desclasado que asistía de lejos al éxito social y financiero de ciertas familias judías de la ciudad. Allí fue donde se hizo, según la definición de Churchill, «un maniaco de genio despiadado, depositario y expresión de los odios más violentos que jamás han corroído el corazón humano».

El nazismo comenzó siendo un credo político, pero rápidamente evolucionó hasta convertirse en un credo religioso, en una religión nacional alemana con sus propios dogmas, ritos y ceremonias que, en cierto modo, aspiraba a sustituir a la cristiana.

Los dos dogmas principales del nazismo eran la superioridad de la raza aria, alemana y nórdica, y su derecho a esclavizar o a exterminar a las razas inferiores usurpadoras del «espacio vital» al que la raza superior tenía derecho.

A la raza aria no le bastaba con estar constituida por individuos altos y apuestos, rubios, de ojos azules, nobles, inteligentes y sanos. Además era la única creadora de cultura, la única verdaderamente humana, el pueblo de los señores (Herrenvolk), destinado a dominar a las razas inferiores (en realidad especies distintas, infrahumanas: Untermenschen) y a neutralizar a una raza particularmente ponzoñosa, la judía, con la que Hitler tenía, como hemos visto, una cuestión personal.33

El joven Hitler pudo contaminarse de ariosofía, una doctrina popular en ciertas esferas de la Viena de su juventud que pretendía rescatar la religión ancestral de los antiguos germanos arrinconada por el Dios judío de la Biblia. 34

La ariosofía atrajo a algunos románticos adictos al excursionismo y añorantes de las sociedades ancestrales que en 1911 fundaron una hermandad, la Hoher Armanen Orden (HAO), en la que se ingresaba mediante certificado de pureza de sangre. Esta sociedad inspiró, a su vez, al grupo Thule,35 otra agrupación de tenderos y funcionarios subalternos aficionados al ocultismo y a la fantasía. En su impreso de ingreso leemos: «El abajo firmante jura que, hasta donde su conocimiento abarca, ninguna sangre judía fluye por sus venas ni por las de su mujer, y que entre sus antepasados no hay miembros de razas inferiores».

O sea: todos arios puros.

Uno de estos thulianos sin mácula racial era Anton Drexler, el cerrajero fundador del mencionado Partido de los Trabajadores Alemanes, que Hitler convirtió en el partido nazi. No es coincidencia que algunos miembros del grupo Thule, entre ellos Rudolf Hess, Alfred Rosenberg y Hans Frank figuren entre los altos cargos del partido de Hitler.

Hitler y las nietas de Wagner.