Capítulo 1


TANYA ABBOTT NOTÓ el temblor de su dedo índice al pulsar las tres teclas plateadas bajo la lluvia: 9 . . . 1 . . . 1. Mientras escuchaba el tono de marcado, sin darse cuenta se puso a calcular mentalmente el número de días transcurridos desde su llegada a Nueva York.

Había contado veintiséis cuando la operadora contestó a su llamada: tres semanas completas, más cinco días.

—Novecientos once. ¿Cuál es su emergencia?

Tanya había tomado el Amtrak a Penn Station hacía tres jueves, y era martes por la noche. Veintiséis días en Nueva York. Veintiséis días desde que había empezado desde cero. Veintiséis días, y ya estaba llamando al 911.

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Cuál es su emergencia?

Tanya se aclaró la garganta.

—El ático de Lafayette con Kenmare.

—¿Está usted ahí, señora? Dígame qué sucede.

La esquina de Lafayette con Kenmare ya no era la ubicación de Tanya, pero veinte minutos antes había estado en el lujoso ático encaramado en lo alto del edificio de ladrillo blanco de la esquina. Había dado sorbitos a un Veuve Cliquot en una flauta de cristal, apoyada en la barra de granito negro. Se había arrellanado en el bajo sofá modular de cuero blanco con las piernas cruzadas en actitud modesta mientras su anfitrión señalaba las vistas panorámicas de SoHo, temporalmente veladas por las cortinas de lluvia en cascada. Lo había seguido a la suite principal. Se había limpiado con una toalla en el reluciente baño de mármol cuando todo hubo terminado.

—Disparos. Ha habido disparos.

Tanya usó la palma de la mano para limpiarse la humedad de los ojos, lágrimas mezcladas con lluvia. Los intentos fueron vanos y solo contribuyeron a que el rímel corriera por sus húmedas mejillas.

—¿Ha oído disparos?

—Dentro del apartamento.

—Señora, necesito que sea más explícita. ¿Ha oído disparos desde dentro del apartamento? ¿Sabría decirme de dónde procedían?

—Ha habido disparos. Dentro del apartamento de Lafayette con Kenmare.

—La tengo localizada en Lafayette con Bond, señora. ¿Lafayette con Bond es lo que quiere decir . . .? Necesito que me diga algo más, señora. ¿Puede confirmarme si se encuentra bien? ¿Está herida?

Tanya no era consciente de que había recorrido cinco manzanas enteras hasta dar con un teléfono público. Ni siquiera recordaba haber cruzado Houston. Tal vez el corazón le latía con fuerza de la carrera. La idea de que había cierta distancia entre ella y el apartamento la reconfortó.

—Lafayette con Kenmare. El ático.

—¿Sería tan amable de decirme su nombre, señora? Tengo una ambulancia de camino. Usted no deje de hablarme. Me llamo Tina Brooks. ¿Sería tan amable de decirme su nombre?

Tanya volvió a dejar el auricular en su soporte y corrió presurosa por el sur de Lafayette hacia la estación de metro de Bleecker. No le había dado su nombre a la operadora, ni usado su teléfono móvil. Podía moverse velozmente sin llamar la atención entre los otros peatones que trataban de refugiarse de la lluvia a toda prisa.

Mientras tanto, Tina Brooks mandó una ambulancia al ático y, por descontado, un coche de policía al teléfono público en la esquina de Lafayette con Bond para localizar a la interlocutora anónima que había llamado al 911. Pero mucho antes de que ninguno de los dos vehículos alcanzara su destino, Tanya Abbott llevaría un buen rato lejos de allí, secándose el rostro con la manga húmeda y recuperando el aliento en el tren 6.