BLAISE PASCAL

(1623-1662)

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EL NIÑO SABIO

EL 19 DE JUNIO DE 1623 NACIÓ BLAISE PASCAL, segundo hijo de Étienne Pascal y Antoinette Bégon, en Clermont, al centro de Francia. Nadie se imaginaba que ese niño tan bello sería uno de los grandes genios de su época, que construyó sorprendentes calculadoras mecánicas y escribió tratados matemáticos desde los 16 años. Cuando nació, su hermana mayor, Gilberte, ya tenía tres años. Parecía que Blaise era un niño sano y alegre, pero al año comenzó a enfermarse. Primero cayó en una profunda languidez, miraba de una manera muy profunda, sin sonreír. Apenas se acercaba al agua, reaccionaba con violencia, y lo mismo cuando veía a sus padres acercarse el uno al otro. Las crisis eran tan fuertes que Étienne y Antoinette llegaron a pensar que Blaise estaba perdido.

En esa época, las ideas acerca de la infancia eran muy particulares, así como los remedios de los médicos. Leyendo El filósofo de la luz, de Richard Washington (Ediciones B, 2003), biografía de Descartes, contemporáneo de Pascal, nos enteramos de ello. Algunos doctores pensaban que la comida se pudría dentro de los niños, por lo tanto les recetaban purgas, supositorios o enemas. También había expertos que pensaban que la infancia era una enfermedad, porque los niños todavía no podían equilibrar los cuatro humores del cuerpo: sangre, bilis, atrabilis y flema. Seguramente, cuando Blaise fue llevado con el médico, éste dijo: “Su mal se debe a un exceso de atrabilis o bilis negra, la cual es fría y seca, por lo cual yo recomiendo dar a su hijo más alimentos para que produzca más sangre y pueda equilibrar sus humores”. En otras ocasiones, los médicos recetaban que se les hiciera pasar hambre para aumentar su resistencia. Todos estos tratamientos tan científicos no hicieron ningún efecto en el pequeño Pascal.

No es de extrañar que la servidumbre y los vecinos comenzaran a decir que el mal de Blaise era producto de un sortilegio lanzado sobre el niño por una anciana llamada Perolle, quien iba a casa de los Pascal a pedir limosna. Al principio, Étienne se reía de estas historias. No obstante, Blaise cada día amanecía peor, hasta que su padre decidió ir a buscar a Perolle para interrogarla. Cuando Étienne llegó a casa de la anciana, se presentó como si supiera que sabía la verdad y comenzó a amenazarla con llevarla a la cárcel e incluso a la horca. Entonces, la vieja confesó que había lanzado un embrujo contra el niño y que sólo se curaría si se invocaba al diablo para traspasar el maleficio a otro ser. Al día siguiente, Perolle llegó con tres clases de hierbas y colocó un cataplasma sobre el vientre del niño. Blaise comenzó a ponerse peor, hasta que entró en un estado de catalepsia. Cuando despertó, estaba curado. Sí, fue inexplicable. Tal vez muchos no creían que una bruja lo hubiera curado; no obstante, para Pascal fue un hecho muy importante en su vida y siempre lo creyó un suceso real. Siempre creyó en lo inexplicable; cuando la gente lo cuestionaba sobre su milagrosa curación, contestaba: “El hombre está dispuesto a negar todo aquello que no comprende”.

Cuando Blaise cumplió 2 años, nació su hermana Jacqueline. Los conocedores de la vida de este filósofo dicen que era tanto el cariño entre estos dos hermanos, que quizá fue un amor que se dio “bajo el signo del incesto”. Y ese cariño fue más grande a causa de que Antoinette, la madre, murió en 1626, cuando Blaise apenas tenía tres años.

Cuando Étienne, quien era el segundo presidente del Tribunal de Ayudantes de la ciudad, se dio cuenta de la inteligencia de su hijo, su vida comenzó a girar alrededor de su educación. Incluso, decidió dejar su trabajo para darle clases de latín y de griego. Por desgracia, a Blaise no le interesaba mucho el estudio de estas lenguas, y su padre lo encerraba para que avanzara en las lecciones. Un día que se encontraba encerrado, un poco aburrido, tomó una hoja y comenzó a dibujar un triángulo y a hacer operaciones con los ángulos. Cuando su padre regresó a ver qué tan avanzado iba su hijo en sus lecciones descubrió que él solo había deducido las primeras 32 proposiciones de Euclides. Fue entonces que su padre se dio cuenta del verdadero talento de su hijo. Desde ese momento, decidió dejar Clermont para dirigirse a París. Todos los días, padre e hijo se reunían a conversar. En una ocasión, Étienne le dijo: “No te voy a enseñar más latín, ahora te voy a explicar cómo todas las lenguas tienen la misma estructura, la cual se puede estudiar gracias a la gramática”. El tema le interesó tanto que decidió hacer sus propios estudios. Más adelante, su padre le habló de la pólvora y Blaise se maravilló con los inventos tecnológicos.

El semanario francés Le Point dedicó la portada de su número 1925 (6 de agosto de 2009) a este “genio espantoso”, como le llamara Chateaubriand. En su texto, Roger-Pol Droit hace una espléndida biografía de Pascal y expone con detalle sus aportaciones a la ciencia, las matemáticas y la filosofía. Droit se pregunta: “¿Todos los niños serían así?”. Y nos responde: “Más o menos. Son pocos, a pesar de todo, los que pueden redactar un «tratado de los sonidos» a la edad de 11 años, o haber observado que las vibraciones cesan cuando se pone la mano sobre una caja de resonancia. Este chico hiperdotado no deja de buscar, de amontonar explicaciones. Su deseo de inteligencia es insaciable, hipertrofiado. Al punto a veces de inquietar a sus allegados. Hay un Mozart en casa de este niño con capacidades desmesuradas”.

Como dice el semanario, Pascal es un tema de actualidad y cada vez más los franceses vuelven a él. Este pensador siempre quería investigar todo por cuenta propia, pero no nada más pensaba con la cabeza, sino con el corazón. Sobre todo, descubrió uno de los mayores secretos: “La sabiduría nos envía de nuevo a la infancia: haceos como niños”.