Si yo pudiera enumerar cuánto debo a mis grandes antecesores y contemporáneos, no me quedaría mucho en propiedad.
JOHANN W. GOETHE
La gratitud es la más poderosa fuerza mágica que hay sobre el universo. No se trata de dar las gracias sin más, no basta con pronunciar un «gracias» automatizado y luego pensar que te devuelvan el cambio por haber comprado la barra de pan o de que te hayan abierto una puerta y cedido el paso en el ascensor de tu casa. Es evidente que hay que hacerlo por educación, pero también por espíritu mágico.
Ese gracias es formal, educativo, cortés, pero no es lo bastante mágico si no se pronuncia conscientemente. No lo es porque se lanza al aire de forma automatizada. Al salir solo, casi sin pensar, genera en los otros y en el entorno poca vibración. Desde luego emite una sintonía y es evidente que cada vez que dices gracias estás en una mejor y mayor vinculación emocional y mágica con el universo, pero hay que ir un poco más allá, hay que trabajar el agradecimiento.
Si te fijas, todas las culturas han empleado la llamada «acción de gracias». Los celtas le cantaban al sol en señal de agradecimiento por la llegada del nuevo día. Entre los papúas de Nueva Guinea existía la costumbre de darle las gracias a la luna llena por la luz que les proporcionaba. Los vikingos agradecían a Thor la presencia de las nubes en el cielo, pues sabían que gracias a ellas aparecería la lluvia que regaría sus campos.
La gratitud, sea en forma de alabanza, cántico, postura o acción, es algo muy humano y muy asentado en todas las culturas, no digamos ya en las religiones. Es curioso cómo al paso de los años, y más en personas que no son religiosas, se pierde el llamado acto de gratitud. Se automatizan los procesos y al final, como se suele decir, sólo nos acordamos de que el paraguas está roto cuando llueve. En cambio, durante todos los días que pudimos utilizarlo y que nos guareció de la lluvia, no fuimos capaces de agradecer el hecho de tenerlo.
Sé que el ejemplo del paraguas puede sonar a poca cosa, pero ¿te has parado a pensar cuántos objetos realmente útiles tienes a tu alrededor? Sí, los has comprado, te los han regalado o quizá has encontrado alguno de ellos, pero ¿fuiste agradecido de verdad al recibirlos?
Debes comenzar a agradecer todo lo que tienes, pues hacerlo te colocará en sintonía con tu realidad. Te permitirá tomar conciencia de todo lo bueno que te ha dado la vida hasta ahora. Puede que estés pensando: «sí, pero lo he comprado». Muy bien, perfecto, pagaste por ello, pero ¿acaso el dinero salió de la tierra como una coliflor? Imagino que en la mayoría de los casos el dinero lo ganaste a cambio de tu trabajo, lo que me lleva a otra pregunta: ¿agradeces tu sueldo cada vez que lo recibes o simplemente te limitas a ver un apunte más en tu cuenta bancaria? Si la respuesta es no, o si sólo lo agradeces cuando recibes algo extra, no tienes la actitud mágica adecuada.
En el día de hoy vas a trabajar el agradecimiento. Digamos que vas a poner las bases para futuras jornadas de práctica, pero también vas a reconocer ante el mundo y el universo, por tanto ante la magia de la vida, que eres capaz de sentir aprecio por lo que tienes, incluso por lo más pequeño. ¿Para qué sirve todo esto? En primer lugar, para despejar la mente de falsedades y automatismos. Aquello que se posee y se usa de forma frecuente se desvaloriza con el tiempo. Grave error: debería tener cada vez más valor, porque lo tenemos a nuestro servicio, pero también porque sigue funcionando y en segundo lugar porque podemos utilizarlo. Es decir, agradecimiento en dos direcciones, lo tenemos y estamos en condiciones de usarlo. Y es que cuanto más agradecemos, más fuerte es nuestra esencia vital y más mágicos nos volvemos.
Recuerdo que en la pasada Navidad, una agencia de comunicación vinculada con temas solidarios lanzó una campaña en la que se veía a unos niños de África diciendo: «Queremos apadrinarte porque nos han dicho que has perdido la sonrisa.» Los niños deseaban regalar sonrisas a adultos del primer mundo por motivos que dan la sensación de ser muy esenciales en sociedades como la nuestra. Decían: «No estés triste por no poder tener el último modelo de smartphone y sonríe por disponer de un teléfono móvil.» «No estés triste por no poder apuntarte al gimnasio para adelgazar, sonríe porque puedes comer cada día casi todo lo que quieres.» «No estés triste porque tu ropa ya no está a la moda, sonríe, tú vas vestido.»
Así es, nuestra escala de valores nos hace perder la objetividad y olvidar lo esencial que es todo cuanto tenemos. Ya verás, detén por un momento la lectura y, si estás en casa, mira todo lo que te rodea. Aunque en su momento dedicaremos un día mágico a la casa, me gustaría que tomases conciencia de los objetos que hay en tu entorno. Piensa de dónde han venido o cómo los has adquirido.
Fíjate si es fácil, estás en un sillón o sofá, quizá en una silla. Puede que frente a ti haya un mueble con un televisor o un equipo de música, quizá un ordenador. Seguramente habrá un teléfono (móvil o no), y también alguna lámpara... ¿Te has parado a pensar que todo eso es tuyo? ¿Has caído en la cuenta del dinero que vale? En caso de que no sea tuyo, porque compartes piso o porque estás en casa de tus padres, ¿eres consciente de que tienes para tu uso y disfrute todos esos objetos que no has tenido que pagar?
Tanto si los objetos que he descrito te han costado dinero como si no, deberías agradecer al mundo y al universo poder disponer de ellos. Es más, en primer lugar deberías agradecer al dinero, y por extensión al trabajo, haberlos podido conseguir. Pero vayamos un paso más allá. Con toda la intención del mundo he citado elementos electrónicos. ¿Te das cuenta de que si no tuvieras dinero para pagar la luz ninguno de esos aparatos funcionaría? Sí, debemos dar las gracias por poder pagar la luz, por tenerla, por disponer de una instalación adecuada.
Hay que agradecerlo todo. Por tanto, durante el día de hoy, ya que estamos en el día de los agradecimientos, te pido que des las gracias por los suministros. Ahora bien, no basta con un «gracias, compañía de la luz, del agua, del gas y del teléfono», eso sería muy cómodo. Quiero que cada vez que te acuerdes y que enciendas o apagues una luz o un aparato eléctrico des sinceras gracias. Que hagas lo mismo cada vez que abras el grifo del agua, sea para lo que sea. Y que procedas de idéntica forma cuando uses el gas o después de hacer o recibir una llamada telefónica.
Sé que acabo de pedirte algo un poco pesadito y reiterativo, pero sólo así tomarás conciencia de lo que tienes, de lo que usas y de lo bueno que es para ti. Además, al efectuar tanto agradecimiento, generas muy buena vibración mágica. Eso sí, prefiero que te olvides de dar un gracias al encender la luz a que los pronuncies sin sinceridad ni pensando en lo que haces.
Avancemos. Cuando puedas, levántate y acude a tu dormitorio o al lugar en el que tienes el armario donde guardas la ropa. Cuando estés frente a él, ábrelo y fíjate en las prendas que contiene. ¿No crees que deberías dar las gracias por disponer de toda esa ropa? No quiero profundizar ahora en ese aspecto tan concreto, tiempo habrá para ello cuando abordemos el «Día de la casa mágica». Sólo pretendo que tomes conciencia y que durante el día de hoy digas con frecuencia (cuánta, la dejo a tu criterio) «gracias por lo que tengo». Fácil, ¿no?
Sólo si somos verdaderamente capaces de darnos cuenta de lo que tenemos estaremos en condiciones de agradecerlo con auténtica sinceridad, por eso te sugiero que, si puedes, a lo largo del día te centres en todo lo que entiendes que es tuyo, esas cosas materiales y tangibles que posees, que te pertenecen y que usas. Agradece disponer de ellas todo cuanto puedas.
Piensa en tu edad, en el camino que has recorrido para llegar donde estás. Tuviste una infancia en la que alguien con su esfuerzo, cariño y dedicación te alimentó, vistió, formó, educó y cuidó. ¿Te has parado a agradecer eso? Si no lo has hecho, te sugiero que dejes la lectura en este mismo momento. Bueno, todavía no, espera un poco. Antes de cerrar el libro o apagar tu lector digital, piensa en qué harás después. Quiero que cierres los ojos y que pienses en tu infancia, en todo lo que tuviste durante los primeros años de tu vida. No tienes que hacer nada (ya profundizaremos luego en el ejercicio), sólo pensar. Permanece reflexionando sobre esos recuerdos durante unos cinco minutos y después vuelve a abrir los ojos y sencillamente di «gracias». Ahora sí, puedes dejar la lectura, yo te espero en el siguiente párrafo.
Cuando damos gracias por lo que somos, con nuestros errores y defectos, estamos asumiendo mejor quiénes somos, tomamos conciencia de estar vivos y de alguna forma le decimos al universo mágico que nos rodea que estamos en condiciones de fluir con una vibración armónica y positiva.
Piensa que cuanto más agradeces, más vínculo hay con la magia, y que cuanto más piensas en ti, más fuerza le das a tus pensamientos y a tu mente, dos de las herramientas que usarás para propiciar la magia de la vida. De manera que hoy te pido que en este día de agradecimiento le des gracias a la existencia, a la vida, a tus padres, a tus educadores y a ti, por estar aquí y ser lo que eres. No nos importa, no debería importarte, si eres lo que ansiabas de pequeño o no. No importa si eres feliz o infeliz. De momento existes. Si eres feliz, vamos a trabajar para que no sólo conserves la felicidad, sino para que, además, la incrementes, y si eres infeliz, trabajaremos para que abandones ese estado transitorio.
Para dar gracias de forma efectiva sobre lo que eres, te pido un sencillo ejercicio: piensa en quién eres, en cómo actúas, en tu naturaleza, y después haz una lista en la que anotarás cinco defectos y cinco virtudes. No se trata de explicarlos con detalle, sólo de poner una palabra que identifique a la perfección esa virtud o defecto. Cuando estén anotados, quiero que los releas y que revises si has sido objetivo y has plasmado esas condiciones de forma clara y determinante. Puede que haya algún defecto más relevante o alguna virtud más importante que no has escrito y que deba sustituir a otra. Si es el caso, hazlo.
Esa lista debe ir contigo hoy a todas partes. Debes mirarla y leerla por lo menos, como diría un médico, antes y después de cada comida. En serio, intenta por lo menos verla y leerla seis veces. Y cada vez que lo hagas, agradece ser como eres. No, no importa lo bueno o lo malo, el defecto o la virtud; lo importante es ser capaces de reconocernos y de agradecer a la vida ser así. Incluso cuando reconocemos lo que no es armónico estamos haciendo magia, le estamos diciendo al universo que tenemos capacidad de reconocer nuestros fallos o errores y podremos cambiarlos cuando decidamos invocar la magia para ello.
Vamos con la tercera fase de agradecimiento. Entramos en el proceso de automatización, es decir, tienes que intentar que algunas de las acciones que veremos seguidamente formen parte de tu día a día con naturalidad. De igual forma que te levantas y acuestas cada día, que te cepillas los dientes tras las comidas, que te duchas, que comes, etcétera, debes dar las gracias.
Automatizar procesos no es quitarle sensaciones ni sentido ni tampoco emociones o fuerza mágica. Es una manera de incorporarlos a nuestra vida y ser conscientes de ellos. Ahora bien, para que verdaderamente tengan la fuerza mágica que merecen, debemos pensar en eso y agradecerlo con plena conciencia.
Durante el día de hoy, y también cada día que puedas en el futuro, debes detenerte unos segundos en aquello que estás haciendo y que es importante. Debes sonreír con sinceridad y dar las gracias en las siguientes situaciones.
Al despertarte: Antes de salir de la cama, nada más abrir los ojos al mundo, debes darle gracias a la vida por seguir aquí.
Al acostarte: Agradécele al universo las experiencias que has vivido durante todo el día, y si puedes y quieres, recuerda dos: la mejor y la peor de la jornada. Agradécele a la vida la oportunidad de vivirlas, experimentarlas y aprender de ellas.
En las comidas: ¿Recuerdas esas oraciones y acciones de gracias antes de realizar un ágape? Si eres creyente practicante será normal para ti agradecerle a tu Dios los alimentos que vas a comer, pero si no lo eres, agradece al universo, mental o verbalmente, los alimentos que vas a comer y la compañía, eso es muy importante, las personas con las que tienes la suerte de compartir la mesa. Repite esos agradecimientos cada vez que te sientes a comer, pero también antes, es decir, mientras los preparas. Debes agradecer tenerlos, haberlos podido comprar, saber cocinarlos y tener a tu disposición elementos para hacerlo. Cuanto más agradezcas, más magia generas en el acto de cocinar o comer, emites mejor vibración y fortaleces tu poder mágico.
Al asearte y vestirte: Toma conciencia de lo que haces, de tu cuerpo y de lo que haces con él. Agradece poder lavarlo e higienizarlo, poder vestirlo, etcétera. Debes dar las gracias por todo lo que tienes.
Al salir a la calle: Al respirar el primer aire del día, da las gracias. Haz lo mismo cuando veas los rayos del sol o cuando mires a las nubes, cuando caigan las gotas de agua de lluvia o los copos de nieve sobre ti. Formas parte del mundo, estás en él, por eso debes agradecer la interactividad con el ser vivo al que llamamos Tierra y con los elementos que la rodean.
Al conducir o caminar: Tanto si tienes coche como si te trasladas en el de un amigo que te lleva al trabajo, o como si acudes a cualquier lugar en transporte público o caminando, da las gracias. Gracias por tener vehículo, por tener un amigo que te lleve, por disponer de dinero para pagar todo eso, por tener salud y fortaleza para caminar. Insisto, hoy durante todo el día, cada vez que te muevas de un lugar a otro (no hace falta que lo hagas por casa), agradécelo.
Al realizar una actividad: Tanto si es para ir a trabajar, como para acudir a una fiesta, para estudiar o reunirte con alguien, incluso si es para pagar una factura. No importa lo que hagas. Cada vez que estés a punto de emprender una actividad da gracias y repítelas de nuevo al finalizarla.
Al estar con otras personas: ¿Te imaginas ser el único habitante de una isla desierta? Sería terrible, nadie con quien hablar, compartir... Estás rodeado de personas en la calle, en las tiendas, en el trabajo, en el gimnasio, en el transporte público. Es cierto que no nos relacionamos igual con todas, pero sí que debemos fomentar vínculos mágicos y energéticos con algunas. Una mirada limpia, una sonrisa, una charla amigable o un gracias por todo es una potente fuerza mágica que debemos usar. Por eso cada vez que estés en compañía —no te digo ya si es íntima o afectiva—, debes darle las gracias a la vida por permitirte esa relación. Al tiempo, compórtate con esa persona (por mal que te caiga) con gratitud. Recuerda que poner mala cara o utilizar el desprecio como forma de acción sólo te traerá desgracias y mal rollo. Así pues, no vale la pena.
¿Pensabas librarte de lo adverso o negativo? Sería un error hacerlo. En la magia hay algo que es capital: un problema no es un problema sino una oportunidad para generar confianza, estrategia y resolución. En sí, es una posibilidad de aprendizaje.
Está claro que a todos nos gustaría vivir mejor, tener más cosas, más dinero... ¿Acaso no crees que vayas a conseguirlo? Claro que sí, lo tendrás mágicamente, pero antes debes asumir que careces de ellos. En este caso, no se trata de darle gracias a las desgracias, sino de agradecer las vicisitudes por las que nos hace pasar la vida para aprender y experimentar.
Fíjate en un detalle y lo entenderás en seguida. Tropiezas, te caes y te haces daño en el pie. En vez de dar las gracias por poder levantarte o agradecer no haberte hecho más daño, ¿qué haces? Sí, yo también hacía lo mismo: gritar, quejarme, culpabilizar, maldecir, etcétera. La queja sólo sirve para que lancemos energía desfavorable a nuestro entorno, además fomenta la aparición de emociones negativas, nos pone de mal humor y nos aleja de la perspectiva por lo bueno. Está claro que a nadie le gusta tener un accidente, caerse, hacerse daño o padecer un disgusto o bronca. Pero si cada vez que nos ocurre algo malo, en vez de cocinarnos en nuestro jugo de maldades escapáramos de él, seríamos más felices.
En el capítulo «Día mágico de la adversidad» descubrirás cómo contrarrestar las fuerzas negativas para volverlas a nuestro favor y cómo debemos enfrentarnos a ellas utilizando desde la gratitud hasta la sonrisa. En el día de hoy sólo quiero que cada vez que tengas un contratiempo, una adversidad o un problema te limites a darte cuenta de ello, y que en vez de enfadarte o molestarte digas «gracias por permitirme tomar conciencia».
Ésta es una de las frases y actitudes que deberían formar parte de tu naturalidad y del día a día. Evita los enfados, la tensión emocional, las malas caras, las palabras obscenas y ofensivas. Ante lo malo, adverso o conflictivo, dale gracias a la vida por evitar que las cosas vayan a más, y dale gracias a la existencia y al universo por permitirte tomar conciencia de eso que ha ocurrido. Al hacerlo estás positivando una adversidad, la estás cambiando mágicamente. La despojas del miedo. No hay nada peor que tener miedo al pensar en lo nefasto. Al contrario, reflexionar sobre eso nos hace más fuertes y nos permite encararlo con más seguridad.
El que da no debe volver a acordarse, pero el que recibe nunca debe olvidar.
MÁXIMA HEBREA
Por si no te ha parecido suficiente todo el acto de agradecimiento de hoy, vamos a terminar el día en la cama con un nuevo acto de gratitud.
1. Cuando estés en la cama a oscuras, toma conciencia de tu cuerpo y del lugar en el que estás. Sí, estás en una cama, qué suerte tenerla, ¿no? Da las gracias por ella.
2. Tu cama tiene un mullido o duro colchón (eso ya no es magia, sino preferencia por dormir de una u otra forma) sobre el que descansas y pasas de promedio una tercera parte del día. Da las gracias.
3. En tu cama hay ropa, es decir, tienes un pijama o camisón que ponerte, o más de uno; tienes sábanas, manta o funda nórdica, etcétera. Bien, pues es una suerte, porque dispones de algo que conforta tu descanso y tus sueños. Da las gracias.
4. Ahora piensa en el dormitorio ¿Te has dado cuenta de que dispones de uno? Sí, es una habitación que te resguarda del frío o del calor y de las inclemencias del tiempo. Que te permite mantener tu intimidad y gozar de un descanso. Da las gracias.
A partir de hoy y siempre que puedas y te acuerdes —ya sabes que cuanto más lo hagas mejor será para ti pues más fuerte será tu magia—, cuando te metas en la cama estírate y bosteza, para relajarte y quedarte muy a gusto. Y justo en ese momento di «gracias por esta cama en la que voy a dormir». Es muy fácil hacerlo, no cuesta trabajo y todo son ventajas, pues tomas conciencia de lo que tienes, le das las gracias al mundo, valoras el lugar en el que descansarás y te acuestas con una actitud mágica positiva. ¿Cómo no hacerlo?