Yo, Lorca y Margarita íbamos siempre juntos por aquellos días.
MARUJA MALLO
Margarita Manso es una figura extraordinaria. Su existencia es tan inquietante que desde que supe de ella, hará más o menos seis años, la sueño, la pienso, la imagino. Mujer a quien Federico García Lorca le dedica su poema «Muerto de amor», incluido en Romancero gitano, ha sido durante largas décadas solo eso, un nombre sin rostro, inscrito bajo el título de uno de los mejores versos del gran poeta.
Fue el historiador y escritor Ian Gibson quien me habló por primera vez de ella, en un restaurante en la plaza de Oriente de Madrid. Me contó que fue Salvador Dalí quien le reveló la historia que precedía a la enigmática dedicatoria de Lorca durante una entrevista. Allí sentados, en una pequeña mesa redonda, Gibson me descubrió los pocos datos que de ella se sabía. Recuerdo perfectamente esa conversación. Fue la primera vez que tuve la certeza de lo injusta y cruel que podía llegar a ser la memoria. Lo que un viejo Dalí le contó al hispanista irlandés se había publicado, a modo de reportaje, un domingo de enero de 1986 en El País. Por primera vez se intuían algunos rasgos sobre esta joven muchacha de la que nadie sabía nada: «Resulta que Lorca, frenéticamente enamorado de Dalí, quería intimar sexualmente con él (me quería dar por el culo dos veces), pero que el pintor, pese a su deseo de complacer al amigo y a su esfuerzo por hacerlo, era incapaz de satisfacerlo […]. Lorca, la segunda vez, sacrificó en su lugar a una innominada muchacha, la primera con la cual habría tenido una relación sexual. Esta frecuentaba el grupo que alternaba entre la Residencia de Estudiantes y la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y era sorprendentemente libre de represiones sexuales. Además, ofrecía para Federico la ventaja de tener pechos muy pequeños… La chica sin senos fue sumisamente al sacrificio, que tiene lugar delante del propio Dalí. “Federico estaba excitado al saber que yo le miraba”, comenta el pintor […]. “Traspasó su pasión a la muchacha”. Consumado el acto, el poeta, en vez de tratar a esta con desprecio —reacción que esperaba Salvador—, se comporta con exquisito tacto. Cogiéndola de las manos y mirándola, recita dos versos del romance Thamar y Amnón: “… y en las yemas de tus dedos,/ rumor de rosa encerrada”».1
Después de cruzar fechas y lugares de los tres protagonistas, se podría afirmar que, si este acto existió realmente, es muy probable que transcurriera a lo largo de 1925. Dicho esto, a mi parecer el sexo compartido entre la musa y el poeta, bajo la atenta mirada del excéntrico pintor, se reduce a un simple juego erótico aceptado entre tres amigos, en un tiempo que resultó mucho más transgresor de lo que ahora desde este presente podemos llegar a imaginar. Pero, a pesar de ello, y después de años investigando sobre la vida de esta mujer, aún hoy no puedo dejar de preguntarme: ¿pero quién fue realmente Margarita?
Margarita Manso nació en Valladolid el 25 de noviembre de 1908, en el seno de una familia de clase media. Fue la segunda hija del matrimonio entre Luis Manso López, jefe de oficina del taller de fundición Gabilondo, y de Carmen Robledo Daguerre, una modista de origen vasco-francés.
En 1912 Luis Manso muere de forma repentina a los treinta y un años de edad. Margarita tiene por entonces cuatro años, y sus hermanas Carmen, cinco, y María Luisa, dos. Pronto la familia de la madre anima a la reciente viuda a que se case nuevamente. Pero, según recuerda su nieta Margarita Conde Manso, Carmen era una mujer muy autónoma y de fuerte carácter emprendedor, por lo que declina cualquier oferta de matrimonio. Lo que sucede durante los siguientes cuatro o cinco años con la familia Manso-Robledo es un misterio. Por un lado, existe la leyenda familiar de que Carmen Robledo decide dejar a sus tres hijas al cuidado de su madre y marcharse a París, donde ingresa como trabajadora en los talleres de Coco Chanel (casualmente esta había abierto en 1915 una tienda en Biarritz, lugar de donde procedía la familia de ella). No puedo certificar tal dato, pero sí que es cierto que Carmen fue una de las modistas que años después introdujo la moda parisina en la capital española. Luego existe el dato censal en los archivos municipales de Madrid, que nos dicen que desde 1910 viven en la misma casa los padres y varios hermanos de Carmen, por lo que no es difícil pensar que la familia Manso-Robledo se trasladara a Madrid a vivir con sus parientes.
Fuese como fuese, la verdad es que la familia al completo, es decir, la madre y las tres hijas, aparecen censadas en Madrid a partir de 1917. Según el registro del padrón del distrito Buenavista, barrio Conde de Aranda, Carmen Robledo alquila un bajo en la calle Columela, 17. El piso tiene un alquiler de mil doscientas cincuenta pesetas al mes y ocho habitaciones, de las cuales tres están destinadas al taller de alta costura propiedad de la madre.
Este dato se certifica con la fecha del expediente académico de bachiller de Carmen Manso Robledo, la mayor de las hermanas, que nos dice que ingresó en el instituto Cardenal Cisneros en 1918, terminando sus estudios con notas sobresalientes en 1924. No existe expediente de bachiller de Margarita y María Luisa, por lo que seguramente no lo cursaron.
Carmen educa a sus tres hijas procurando su independencia y autonomía. A mediados de la década de 1920, la marca Carmen Robledo Alta Costura ya se ha convertido en una de las boutiques más importantes e influyentes de la capital. Margarita, quien posee una exótica belleza, ya desde su adolescencia, es el mejor escaparate de los diseños de su madre inspirados en la nueva moda a lo garçon. «Tenía una boca grande, muy espectacular, y con esa cosa de artista, que sabía vestirse de manera más original y descarada», recuerda José María Alfaro.2
Margarita ingresa en otoño de 1923, a los quince años, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Allí coincide durante tres cursos (1923-1924 hasta 1925-1926) con Ana María Gómez Mallo, más tarde conocida como Maruja Mallo, y con Salvador Dalí, de quienes se hace muy amiga a pesar de que los futuros pintores se encuentran en un curso superior al de Margarita. En una entrevista que Mallo concede allá por el principio de los años ochenta a Paloma Ulacia, nieta de Concha Méndez, la artista le cuenta: «Cuando él era estudiante [Dalí] y yo también lo era, el hobby de él siempre era hacer un escándalo, llamar la atención, como si Dalí hubiera nacido antes del surrealismo… en el patio cuando daban descanso [en la Real Academia], el hobby de él era tomarnos de la mano a Margarita Manso y a mí, y a toda velocidad correr hasta que nos veía en el suelo. Entonces nos levantaba y a Margarita Manso le decía: “Tú eres la reina de Saba”, y a mí me decía que era la mezcla entre marisco y ángel, era el goce de él».
A través de Dalí y de Mallo, Margarita conoce a Federico García Lorca, del que se hace amiga íntima y por quien la joven sentirá una absoluta fascinación.
En San Fernando, Margarita pasará sus mejores años, ya que entra en contacto con las figuras más relevantes del universo artístico de Madrid; ella es divertida, moderna, bella y enigmática: «Era encantadora, era adorable, era, mira la veías y daban unas ganas de violarla, cuando éramos jóvenes […]. Todos nosotros teníamos nuestros sueños eróticos con ella», recordaría de nuevo el escritor José María Alfaro.
Al igual que sus compañeros de generación, Margarita quiere viajar por Europa. Como muy bien recuerda Concha Méndez en Memorias habladas, memorias armadas: «Todos queríamos irnos de España. Madrid se nos quedaba pequeño».
Margarita protagoniza junto a su grupo de amigos distintas «travesuras» en los años de estudiantes, que muestran su frescura y sus anhelos de transgresión. Solo dos han llegado hasta nuestros días, pero seguro que hubo muchas más. Una de ellas es la ya mencionada acerca de pasearse sin sombrero por la Puerta del Sol. Este episodio es también recordado por el dramaturgo Santiago Ontañón: «Un día salió [Maruja Mallo] de la escuela de Bellas Artes de San Fernando, en compañía de Federico García Lorca, Dalí y Margarita Manso, y como iban sin sombrero al llegar a Sol un grupo de gente comenzó a tirarles piedras, pues ir sin sombrero constituía provocación».3 A esta acción, le sigue otra que tiene como escenario el monasterio de Santo Domingo de Silos en Burgos. Según los recuerdos de Mallo, un domingo, ella, Manso, Lorca y Alberti, fueron de excursión y se acercaron al convento con la intención de entrar en la iglesia. Pero los monjes se opusieron rotundamente a que las dos mujeres accedieran. Ante la prohibición, las chicas decidieron disfrazarse con atuendos masculinos para hacerse pasar por hombres, ayudadas por las chaquetas de sus dos compañeros que convirtieron en improvisados pantalones, y ocultando su pelo bajo una gorra. A hurtadillas consiguieron entrar en el templo: «Debió ser la primera vez que unos travestidos al revés entraron en Santo Domingo de Silos», recordaría la pintora en una entrevista televisiva. Tengo que constatar que no existe en los libros de visitas de Silos la presencia de Federico por aquellas fechas; sí se documenta allí la de Rafael Alberti, quien, junto a su rúbrica, deja escrito un poema el 24 de agosto de 1925, por lo que es muy probable que Maruja inventara ese recuerdo o lo transformara.
En 1927 Margarita termina los estudios, con los que adquirió una buena técnica pero sin un talento manifiesto en el terreno artístico. Seguramente abandonó la Academia de San Fernando de la mano de quien sería su gran amor, el pintor Alfonso Ponce de León, también estudiante de la Escuela de Bellas Artes. Según sus expedientes académicos, encontrados en el Archivo General de la Universidad Complutense, ambos culminan el mismo año. Maruja Mallo y Salvador Dalí habían abandonado sus estudios en la academia un año antes. Dalí, que viaja por primera vez a París en 1926, le escribe a Margarita desde Versalles una postal que no llegará a enviarle, con un dibujo de un putrefacto y en la que se puede leer: «Ola [sic], ¿qué tal? Versalles».
Aquellos que conocieron a Maruja Mallo en los últimos años de su vida, como Ian Gibson o Juan Manuel Bonet, coinciden en explicar que la pintora hablaba a menudo de Margarita y se preguntaba qué había sido de ella porque «se había esfumado». La inquietud de la pintora solo se entiende si su amistad con Manso se extendió fuera de la academia. Sabemos por ejemplo que en junio de 1928 Maruja sufre un accidente de coche acompañada por Carmen Manso, hermana de Margarita, y Eugenio Rosell, primo de Marga Gil Roësset.
Asimismo, Alfonso Ponce de León, por aquellos años novio de Margarita, se convierte en uno de los máximos representantes del realismo mágico español. Entre 1930 y 1936 expone en varias galerías coincidiendo con Maruja Mallo, ya que ambos formaban parte del grupo conocido como los Artistas Ibéricos. Todo ello nos lleva a pensar que Margarita y Maruja siguieron con su amistad.
En cuanto a Lorca y Dalí, gracias a la correspondencia que se ha preservado entre los dos, sabemos que permaneció entre ellos cierto recuerdo de Margarita. El pintor catalán, durante el verano de 1926, le escribe a su amigo desde Cadaqués y al final de la misiva afirma: «Tampoco he comprendido nada nada a Margarita. ¿Era tonta? ¿Loca?», según consta en Querido Salvador, Querido Lorquito. Epistolario 1925-1936, recopilado por Víctor Fernández en 2013. Acaso pueda interpretarse que este comentario hace referencia a la relación sexual que la joven tuvo con el poeta granadino. Por desgracia, no tenemos la carta que Federico le envió previamente a Dalí, donde seguramente exponía el desconcierto que le causaba la actitud de la joven y que dio pie a la pregunta del pintor. Existe un poema de Lorca, publicado en la portada de la revista Verso y Prosa en abril de 1927, para el que es muy probable que Federico volviera a inspirarse en aquel encuentro con Margarita. «Remansos» se titula. En él Lorca se pregunta enigmáticamente: «Margarita ¿quién soy yo? […] Me miré en tus ojos / pensando en tu alma, / Adelfa blanca. / Me miré en tus ojos / pensando en tu boca, / Adelfa roja. / Me miré en tus ojos/ pero estabas ciega, / Adelfa negra». El poema va acompañado en la publicación por un dibujo a pluma de Dalí titulado «La playa» donde las cabezas del pintor y del poeta se funden. No podemos sino detenernos en la «casualidad» del título del poema «Remansos» y el apellido de Margarita… Manso. Debemos tener en cuenta que a Lorca le gustaban mucho los juegos de palabras.
En enero de 1927, Margarita escribe desde Madrid una postal a Federico, que se encuentra en Granada: «¿Qué tal estás, amigo Federiquito? Me alegra mucho saber que aún existes, yo me acuerdo siempre de ti muchísimo. ¿Vas a venir? Te mando una infinidad de recuerdos. Tu amiga Margarita. A tu hermano un recuerdo grande mío».
Posteriormente, en mayo del mismo año, Dalí le escribe al poeta granadino y le vuelve a mencionar a Margarita: «Recuerdos a Margarita, debe de ser casi una chica grande y todo». Al año siguiente, con ocasión de la publicación de Romancero gitano, Dalí le remite una misiva a Lorca en la que incluye duras críticas a su obra, y expone sin dudarlo que el poema que más le ha gustado es «Thamar y Amnón», con sus «pedazos de incesto», en particular el verso «rumor de rosa encerrada» aludiendo, de nuevo, a la experiencia con Margarita.4
También Santiago Ontañón recuerda en sus memorias: «A Federico no le conocí novia alguna, aunque tenía muchas amigas […]. Admiraba y hablaba con mucho cariño de Margarita Manso, mujer muy bonita y muy como las de ahora, lo que en aquella época la hacía doblemente interesante. Recuerdo un día que estuvimos hablando con entusiasmo de ella, decidimos ir a rondarla a su casa de la calle Lagasca esquina con Columela. Su madre, que se apellidaba Robledo y era una modista muy conocida, tenía los balcones de la casa a poco más de un metro de altura. Era temprano, y a Federico se le ocurrió que fuéramos a cenar la rondalla entera, Aladrén, él y yo, pero entre nosotros no juntaríamos dos duros y no era posible».5
No obstante, a partir de 1927, Margarita se entrega por completo a su noviazgo con Ponce de León. No sabemos muy bien si ella, Federico y Dalí se volvieron a encontrar, probablemente sí, ya que Margarita y Alfonso participan activamente en la vida artística e intelectual madrileña. Además, Ponce de León es amigo y colabora en 1932 con La Barraca, la compañía de teatro universitario de Lorca, como escenógrafo y figurinista.
En las fotos que nos han llegado de Margarita y Alfonso de la época aparecen como una pareja joven, moderna, guapa, elegante y transgresora. Fueron durante seis años la comidilla del sector más conservador de Madrid, ya que la pareja hizo vida en común, bajo el mismo techo, recorrieron Europa juntos y aparecieron en público en actos de la alta sociedad, sin estar casados, algo impensable en aquellos tiempos. Una prueba de ello es la foto que ilustra la noticia aparecida el 2 de diciembre de 1929 en el Heraldo de Madrid, anunciando la inauguración de la exposición de «Los Independientes» en los salones de dicho periódico; en ella se ve en primera fila a Margarita, acompañada de Ponce de León.
En 1930 emprenden juntos un viaje a París, donde conocerán a Pablo Picasso. Al parecer permanecieron varios meses en la Ciudad de la Luz y allí establecieron contacto con la llamada Escuela de París, integrada por los pintores Francisco Bores, Manuel Ángeles Ortiz y Hernando Viñes. Este traslado a Francia le permite a Alfonso disfrutar de cierto reconocimiento en el panorama artístico internacional mientras Margarita saborea las mieles de la vida social y artística parisina.
En 1933 Alfonso se afilia a Falange Española, partido de nuevo cuño. Desencantado con el gobierno de la Segunda República, Ponce se adhiere a los valores fascistas y sus amistades se reducen a aquellos afines a su ideología: José Manuel Aizpurúa, Francisco Maura (casado con María Luisa, la menor de las hermanas Manso), José Antonio Primo de Rivera, Dionisio Ridruejo, Edgar Neville, Emilio Aladrén y José María Alfaro entre otros. Ridruejo recuerda en Casi unas memorias: «A Ponce no solo le veíamos en el café a mediodía sino también, de vez en cuando, en nuestras navegaciones nocturnas. Alguna vez venía con nosotros su mujer, que era atractiva y misteriosa».6 Está claro que del brazo de Alfonso, Margarita pierde esa fuerte presencia social de la que gozaba años atrás. Por las palabras de Ridruejo se entiende que su porte era reservado, aunque seguía manteniendo esa belleza desbordante y desafiante.
Durante los años siguientes crece la vinculación de Ponce de León con Falange Española. Alfonso se torna cada vez más contrario a los principios republicanos; así, también es el autor de varios carteles del partido y el creador del logotipo del SEU (Sindicato Español Universitario) que reivindicaba la ideología falangista en el ámbito estudiantil. El SEU mantuvo violentos enfrentamientos con la FUE (Federación Universitaria Escolar), sindicato universitario correspondiente a la izquierda republicana y del que María Zambrano sería uno de sus miembros más activos.
A pesar de la afiliación fascista de Ponce, no parece que Margarita le siguiera en su derrotero ideológico. Según sus familiares, Margarita simpatizaba por aquellos años más con el comunismo, aunque nunca llegó a afiliarse. De tradición familiar izquierdista, tanto por el lado paterno (Manso López) como materno (Robledo Daguerre), Margarita no llegó a pronunciarse públicamente sobre su ideología política. Todo lo contrario que su hermana Carmen, clara defensora del gobierno republicano. Carmina, como se la conocía familiarmente, estaba casada con el abogado Carlos Castillo García-Negrete, hombre muy vinculado al gobierno de la República. De todos modos, en aquellos años, aunque las tendencias ideológicas eran motivo de acaloradas discusiones, se convivía con cierta cordialidad. En el seno de una familia común podrían coexistir ideologías dispares sin que eso a priori supusiera un problema. Una prueba de ello son las fotografías familiares fechadas en el verano de 1935, en las que las tres hermanas Manso Robledo junto a sus maridos, Carlos, Alfonso y Francisco, posan de forma despreocupada y divertida, durante sus vacaciones en Mallorca, lugar de residencia de María Luisa y Francisco Maura.
El 9 de diciembre de 1933, Margarita Manso y Alfonso Ponce de León finalmente se casan en la parroquia de Santa Bárbara de Madrid, presionados por la madre de Alfonso, Guadalupe Cabello, que nunca acabó de aceptar la relación de ambos.
No tenemos mucha información acerca de lo que acontece los años siguientes. Sabemos que Ponce de León sigue exponiendo y que en 1935, junto a Samuel Ros, funda el cineclub del SEU. Asimismo, que participa como actor en un corto de Edgar Neville (Do, Re, Mi, Fa, Sol o La vida privada de un tenor) y que dirige un documental, Niños, actualmente desaparecido. Según Gustavo Maura, hijo de María Luisa y de Francisco Maura, Alfonso agudiza cada vez más su carácter provocador contra el ideario republicano. Es difícil saber qué pensaba Margarita sobre esta actitud, pero lo que sí resulta factible es que esa afiliación casi obsesiva de Alfonso aleje a Margarita de los ámbitos de izquierdas en los que había participado considerablemente en años anteriores.
Poco tiempo después, en julio de 1936, Alfonso pinta una de sus mejores obras, El accidente (actualmente expuesta en el Museo Nacional Reina Sofía), donde se retrata víctima de un accidente de tráfico que le deja malherido en una cuneta. Según Francisco Umbral, se trata de «… un autorretrato póstumo, en el sentido de que se pinta a sí mismo como moriría poco después: con un teléfono de piedra en la mano, con una mirada de muerto en el ojo visible, con un puñado de cardos en la otra mano, con medio cuerpo —un traje azul— iluminado por el faro roto del coche que acaba de atropellarlo, y con el rostro cementerial maquillado por una luz que viene de otro sitio y que pone toda la magia al realismo de la escena. El muerto tiene la mano izquierda enredada en unos cardos, precursores de la manigua verde y nocturna que invade ya el motor del coche, el urbanismo de la escena, con la presencia espesa y verde de la noche».7
Cuando los militares se sublevan el 18 de julio, todo se rompe. El asesinato del teniente de Asalto José Castillo, primo carnal de Carlos, cuñado de Margarita, a manos de un grupo falangista, y el secuestro y asesinato del diputado derechista José Calvo Sotelo, escenifican el inicio de la guerra y poco a poco el gobierno legítimo empieza a perder el control del orden público, asfixiado por la ofensiva de las tropas nacionales. En pocas semanas Madrid se convierte en un hervidero. Margarita y Alfonso, no obstante, permanecen en la capital, pero se trasladan de la calle Ferraz, 10, domicilio conyugal, situado muy cerca del frente, a casa de la madre de ella, en la calle Colón, 2, ya que consideran que el barrio es más seguro especialmente para Alfonso, que se siente en el punto de mira de los comités de policía política secreta de los milicianos republicanos. Pero a pesar del aparente peligro y según nos cuenta de nuevo Dionisio Ridruejo, Alfonso siguió adoptando una actitud provocadora: «… Quizá salió a buscar la muerte. Cuando ya las cosas estaban muy avanzadas, solía acercarse a su casa silbando el himno falangista y seguramente no dejó de silbarlo hasta que lo llevaron al muro».8
Un mes después del inicio de la Guerra Civil, Federico García Lorca es brutalmente asesinado en Granada por falangistas. Margarita queda muy impresionada por la muerte de su amigo, que sabemos tenía en alta estima. Seguramente Federico escenificaba en el recuerdo de Margarita aquellos años de pasión y juventud, sus sueños de una vida sin prejuicios. Ahora Madrid, esa ciudad vivida y sentida, amanecía cada vez más gris y peligrosa. Margarita sufre y está inquieta, sabe que corren peligro.
El 20 de septiembre de 1936, mientras Alfonso y ella caminaban por el paseo de la Castellana, advirtieron que unos coches se detenían frente a su domicilio y que de ellos bajaban un grupo de hombres que se introducían en el portal. Se disponen a esperar sentados en un banco cercano, pero cuando los individuos abandonan el edificio, son delatados por la portera y Alfonso es detenido inmediatamente.
Durante los dos días siguientes Margarita vaga por Madrid, de checa en checa, en busca de su marido. Le pide ayuda a su hermana Carmen, que por aquel entonces residía en Barcelona, y a su cuñado Carlos Castillo para que intercedan y le liberen. Pero no llegaron a tiempo. Ponce de León fue juzgado y ajusticiado a los pocos días de su detención en la checa de Fomento, que, detalle macabro, estaba ubicada en el Círculo de Bellas Artes, donde pocos meses antes el pintor había expuesto una obra suya. El cuerpo de Alfonso Ponce de León fue abandonado en una cuneta en Vicálvaro y descubierto el día 29, nueve días después de su arresto. Al asesinato de Alfonso se sumaron el de su padre y dos de sus hermanos, todos ellos afiliados a Falange. Pocos años después su madre moriría de tristeza.
Margarita Manso Robledo tiene por entonces veintiocho años. Destrozada y bajo una crisis nerviosa, viaja a Barcelona, junto con su madre y su hermana Carmen, quien dará a luz a su hijo Carlos el 30 de noviembre de ese mismo año, en la maternidad de Barcelona. Así lo recuerda Carmen Manso Robledo en sus diarios inéditos: «Por la tarde, a la hora de la visita fueron a conocerle [al niño] mamá, Margarita y mi abuela… También fueron Carlos, mi tío Domingo y un camarada del cuartel de Carlos». Lo poco que sabemos de Margarita a lo largo de esos meses lo conocemos gracias al mencionado diario de su hermana Carmen, que escribió durante los años de contienda. «Son las once y media de la mañana. Él [Carlos] se va a Madrid, mi hermana Margarita también, ¿volverán? Se me anula la garganta y solo les digo: ¡volved, volved pronto! 27 de diciembre de 1936». No sabemos qué hace Margarita en Madrid, ni a dónde acude, pero Carmen vuelve a hablar de ella el 5 de enero de 1937: «… Recibimos una tarjeta de mi hermana Margarita diciendo que salen de Madrid [Carlos Castillo y ella] el 2 o el 3, ¿vendrán hoy?». Pero el día 6 Carmen anota: «Hoy me traen a mano por orden de Lozano, el delegado de Hacienda, una carta de Carlos del 2. ¡Cuánto me alegran las cosas que dice! Tampoco había escrito yo pensando que vendría. Tendré que esperar con la intranquilidad de todo lo que está pasando en Madrid, donde esos canallas vuelven a emprender una ofensiva seria y con la amenaza de esa guerra, sucia y cruel, que desean los nazis». Carlos y Margarita retrasan su salida de Madrid hasta unos días más tarde: «A las ocho y media de la tarde llega Carlos con Margarita, 11 de enero de 1937».
Por lo que se puede concluir de los registros de su hermana, Margarita va y viene entre Madrid y Barcelona, durante algunos meses, su estado preocupa mucho a su familia: «… Mamá me hace mucha falta, pero no me atrevo a insistirle que se quede con nosotros… porque si pensó en marchar fue por Margarita —aunque ella no lo crea— y ahora que Margarita está desalentada, parece no desear ir a Buenos Aires, piensa en nosotros. Solo en nosotros y ya que tiene allí trabajo y sueldo no quiere sernos grasa [12 de enero de 1937]». Finalmente el 25 de enero de 1937, Carmen, su hijo, su madre y Margarita viajan a Valencia, para reunirse con Carlos, trasladado allí para asumir su cargo como director del Banco Central del gobierno republicano. Poco después Carmen registra en su diario que Margarita no aguantó más y se marchó a Barcelona para embarcarse con destino a Marsella. «… Vuelvo a hablar con Carlos por teléfono, vendrá mañana después de dejar a Margarita embarcada, 12 de febrero de 1937». La última anotación de Carmen sobre su hermana data del 21 de febrero de ese mismo año y dice: «Hoy recibimos carta de Margarita desde Marsella, nos dice [que]irá a París».
Sin embargo, por la información con la que contamos, Margarita nunca viajará a París, sino que, desde Marsella, pasará a Italia, concretamente al balneario de Salsomaggiore en Parma, donde se encuentra María Luisa, su hermana pequeña, junto a su marido y sus hijos Gustavo y Marta. Las termas de Salsomaggiore fueron habilitadas por el gobierno fascista de Mussolini para dar refugio a falangistas españoles durante la Guerra Civil. Hay fotografías que certifican que Margarita estuvo allí desde abril hasta octubre de 1937. No deja de ser extraño que Carmina no mencione ese viaje de Margarita a Italia. Pero más extraño resulta aún que, según su sobrino, Gustavo Maura, cuando su padre Francisco Maura, va a recoger a Margarita al paso fronterizo de Ventimiglia (histórica frontera entre Francia e Italia), esta lleva dos pasaportes, uno nacional y el otro republicano, monedas de oro cosidas sustituyendo los botones y propaganda comunista escondida en el abrigo. ¿Para quién era esa propaganda? ¿Fue Carlos Castillo quien se la suministró antes de embarcar en Barcelona? ¿Y con qué objetivo? Y si fue realmente así, ¿por qué Margarita en las sorprendentes fotografías tomadas durante su estancia en las termas de Tabiano (a cuatro kilómetros de Salsomaggiore) junto a un grupo nutrido de compañeros, entre los que aparece su hermana María Luisa, luce orgullosa una insignia falangista y la boina negra característica? Nunca sabremos exactamente qué pasó y qué decisiones tomó Margarita durante esos meses de contienda. Su hermana Carmen en la última nota de su diario, escrito en su exilio mexicano en 1939, afirma: «¡Si pudiera estar mamá aquí y mi hermana…! Quisiera estar en un puño, todos bien apretaditos. ¡Cuánto he sufrido, y aún sufro! Querría, hijo mío, poder abrirme un poco, pero no todo lo debes saber. Hay cosas que ni uno mismo debiera saberlas nunca… y si suceden se olvidan, aunque cueste trabajo».
Margarita Manso Robledo regresa a España por Guipúzcoa, llevando consigo un salvoconducto nacional, fechado entre octubre y diciembre de 1937. Es muy probable que durante esos meses en San Sebastián Margarita participe de la elaboración de la revista falangista Vértice, que ese año había iniciado su publicación en la ciudad donostiarra. Durante los primeros meses de 1938, se refugia en Burgos, donde se introduce en el círculo del poeta Dionisio Ridruejo, conocido como el «Grupo de Burgos», con el que colaborará diseñando carteles y decorados para su grupo de teatro Compañía Nacional. Allí se reencontrará con antiguos amigos de antes de la guerra, como Emilio Aladrén y su hermana María Teresa o Gonzalo Torrente Ballester, quien por cierto regalará a Margarita un ejemplar de su primera novela El viaje del joven Tobías, con una apasionada dedicatoria: «A Margarita Ponce, a quien de ningún modo puedo decir todo lo que se me ocurre, porque levantaría celosísima tormenta. Con mi amistad apasionada. Gonzalo Torrente Ballester (estoy viejo, Margarita). Burgos, 1 de septiembre de 1938, III A.T ¡Arriba España!».9 Al parecer, Margarita seguía levantando pasiones entre sus compañeros masculinos. No sabemos qué pasó realmente entre Torrente Ballester y Margarita, pero a los pocos meses de llegar a Burgos, ella conocerá al que se convertirá tres años después en su segundo marido, a Enrique Conde Gargollo, doctor en endocrinología y nutrición, discípulo de Marañón, y que por aquel entonces colaboraba en prensa y propaganda de Falange; años después editará las Obras completas de Primo de Rivera. Según Margarita Conde Manso, su abuela Carmen Robledo animó a su hija a casarse, ya que sufría por la soledad de esta en un entorno tan hostil.
Margarita vuelve a Madrid a finales de 1938 y se instala en la calle Antonio Maura, 6. Ese mismo año se presenta como testigo en el juicio por la detención y muerte de Alfonso Ponce de León. Debemos mencionar un detalle curioso: en 1939 la familia de Ponce de León publica una esquela en ABC en memoria de sus fallecidos, víctimas de la guerra; en ella no mencionan a Margarita como viuda de Alfonso. Finalmente, en 1940 Margarita se casa con Enrique. Su hermana pequeña, María Luisa, había muerto en 1938 de unas fiebres en su residencia de Palma de Mallorca, y su madre se exilia junto a su hija Carmen en México, así que Margarita se deja arrastrar por los acontecimientos. Se sumerge así en la España gris del franquismo. Su marido, hombre de régimen, la convence para someterse a un duro tratamiento hormonal para poder procrear. En cuatro años nacerán sus tres hijos, Enrique, Luis y Margarita.
Nada queda ya de aquella mujer moderna, protagonista de los sueños eróticos de una generación, que alentó con su transgresión el sinsombrerismo, que inspiró uno de los mejores poemas del poeta universal, de la mujer de ojos penetrantes y mirada profunda.
Sus hijos conservan la imagen de una mujer triste: «Recuerdo ver a mi madre llorar muchas veces»; también enferma: le diagnosticaron un cáncer de pecho que acabó con una metástasis en los huesos. Nunca nadie les contó el pasado de su madre, ni su amistad con Lorca, Dalí y Maruja Mallo. Su hija Margarita se acuerda de que, de niña, encontró una foto donde su madre, joven y bella, posaba con un hombre de físico rectangular y pose elegante, Ponce de León. La foto se encontraba escondida en el fondo de un cajón. Ella, extrañada, lo abría a menudo. Pero un día una nana la sorprendió y, cerrándole el cajón de golpe, le dijo que no debía preguntar. La siguiente vez que la pequeña Margarita abrió el cajón, la foto estaba recortada y el hombre joven y bello había desaparecido. Margarita y Enrique conservan muy pocos recuerdos de su madre. Pero hay uno que no olvidarán jamás: por la noche, al calor de la intimidad de la habitación infantil, su madre les recitaba poemas de un tal Federico…
Margarita Manso Robledo murió en 1960 a los cincuenta y un años de edad. Protagonizó un tiempo soñado, que creyó para siempre, pero acabó subsistiendo en una vida que no le pertenecía.