Ainhoa ARBIZU

Ni en mis mejores sueños. Aunque probablemente si me lo volviesen a ofrecer me lo pensaría. Fue un 25 de marzo de 2007. Hacía un mes que había cumplido los veintiocho años y lo había hecho precisamente pisando por primera vez en mi vida un circuito. Soplaba las velas en el trazado de Jerez con los entrenamientos de pretemporada. Después volaríamos a Qatar para rodar bajo los focos del desierto y volveríamos al trazado jerezano con el Gran Premio de España. Vamos, que tenía poca idea de lo que realmente era la maravillosa vida del paddock. «Jugar» en casa tiene sus ventajas y desventajas. Íbamos hasta arriba de trabajo cuando Javier Grima —mi admirable jefe en el Mundial— me miró a los ojos, sutilmente subió la ceja derecha y con su peculiar pausada voz me preguntó.
—¿Quieres subirte mañana en moto para dar una vuelta al circuito?
—¡SÍ! —bramé.
—Pues pásate en cuanto puedas por la Clínica Mobile. Tu piloto será Mamola. Lo haremos durante la retransmisión.
Así es él. Al grano. Y así fue.
Se sucedían los colores. Como si de un cuadro a brochazo limpio se tratara. Recuerdo el gris del asfalto que literalmente besaba con la moto inclinadísima en la curva Sito Pons, los colores de la grada y la vocería de la afición —que atravesaba la fibra de vidrio de mi casco— en las curvas Nieto-Peluqui y el azul intenso del cielo. Y de golpe, un fuerte cambio de dirección en la curva 3. Abría y cerraba los ojos. No paraba de sudar y de gritar. «No te rindas. No te rindas». Emoción, límite, adrenalina, pero miedo. Mucho miedo también, a pesar de estar en buenas manos con el subcampeón en cuatro ocasiones de 500 cc. Randy Mamola me había abrazado antes de subirme a la moto biplaza con él. Me había tranquilizado. También lo habían hecho todo el equipo de Ducati y los compañeros de la Clínica Mobile. Puedo prometer que jamás me ha latido el corazón tan rápido. ¡Ni a mi madre, que lo estaba viendo en directo por televisión! Durante esas dos vueltas a la pista andaluza me dio tiempo de reír sola a carcajadas, a pensar en los míos, a sentir ese algo imposible de definir que solo experimentan los pilotos a más de 250 kilómetros por hora. Una de las mejores experiencias de mi vida y un regalo que me ayudó a conectar y a entender y sentir mejor a estos admirables pilotos durante las tres temporadas que estuve en el Mundial. Ese domingo presenté el previo vestida de piloto. Sudé, volé y luego me cambié para retransmitir minutos más tarde las carreras de verdad, las que ganarían Talmácsi (125 cc), Lorenzo (250 cc) y Rossi (MotoGP).
Actualmente la gallina vieja, Rossi, sigue haciendo buen caldo. Alucino con sus ganas de seguir superando récords, cosechando éxitos y pasándoselo bien sobre la Yamaha. Él dijo que el día que ya no disfrutara encima de la moto lo dejaría. Creo que es algo fundamental. Disfrutar de la vida: apasionarte con el trabajo. Yo he podido hacerlo gracias al periodismo y al deporte. A pesar de vivir bonitas historias mientras presentaba —durante cuatro años— los deportes en las noticias de las tres de Antena3 es, precisamente, con las motos donde he vivido más anécdotas.
He visto cómo a Álex Barros le cosían un agujero en la mano sin anestesia, me he perdido con Àlex (Crivillé) con el coche por los prados australianos llegando al circuito solo cinco minutos antes de que arrancase el directo, he podido conocer y tantear los trazados en scooter con grandes expertos y compañeros como Álvaro Bautista o Pablo Nieto, o me he ido con Ángel Nieto en su motorhome desde Madrid al circuito de Assen. Una vez lo hicimos con su camión y otra nos fuimos de Barcelona a Le Mans en moto con parte del equipo de TVE. He visto a Marc Márquez subir al podio por primera vez mientras Roser —su madre— sollozaba cargada de emoción. He despedido el Gran Premio de Italia encima de una plataforma acorralada por los tifosi que invadían la pista, y he compartido con los pilotos momentos tensos y deportivamente tristes o frustrantes para ellos. Pero también he vivido junto a ellos momentos (y muchos) felices, divertidos y emocionantes. He viajado por medio mundo y he subido de copiloto al safety car junto a Carlos Prátola en los circuitos de Laguna Seca o Estoril. Recuerdo, además, con especial ternura haber podido celebrar con Marco Simoncelli (¡al que tanto echamos de menos!) y su familia su título de 250 cc en Malasia. ¡Y la despedida de Carlos Checa en la categoría reina! ¡Son tantos momentos! Ellos disfrutan encima de una moto. Yo me siento una gran afortunada y me emociono recordando esos años. Disfruté y disfruto con este deporte.