Antonio ALCOBA

A los periodistas veteranos, ya dinosaurios para los nuevos periodistas deportivos, que nos soliciten un breve comentario nos produce desasosiego, por tener tantas anécdotas y hechos a que referirnos…, que el intento de sacar a luz uno de ellos del amplio zurrón, que no armario, de nuestros recuerdos supone una complicación. No obstante, para relacionarlo con la confusa actualidad deportiva española, inmersa en la vorágine política y económica comercial, estimo conveniente dedicar mi comentario a una persona que es historia en el deporte espectáculo, hoy convertido en motivo de discordia entre los ciudadanos de este país y hasta de enfrentamientos cruentos. Me refiero, naturalmente, al fútbol.
El personaje no es otro que don Santiago Bernabéu, y escribo don, porque tenía tal personalidad que a nadie se le pasaba por la imaginación tutearle.
De cuantas veces le fotografié y le entrevisté, me ha quedado grabada la visita que, a requerimiento de mis jefes en As, Rafael Gómez Redondo Rienzi y Manuel Sarmiento Birba, le hice en su casa de Santa Pola, durante mi luna de miel con Manoli, en septiembre de 1969.
Cuando Manoli y yo llegamos a su chalé, nos abrió la puerta doña María, la esposa de don Santiago, que me conocía por haber estado en su domicilio de Madrid. Sorprendida al verme, me dijo: «Pero, hijo, qué haces aquí». Le respondí que el periódico me había enviado para entrevistar a don Santiago. Nos hizo pasar a lo que debía de ser el salón y nos dijo que iba a avisarle, pues ese día no fue de pesca en La saeta rubia, su barca. Don Santiago salió enseguida y nos saludó con su tradicional «¡qué hay, chaval!», y al ver a Manoli, se quedó un poco cortado. Le aclaré que estábamos de viaje de novios y que Rienzi y Sarmiento me animaron a que le entrevistase, por estar en Alicante. Nos hizo pasar y nos dijo que aguardáramos un momento, pues esperaba la llamada de Agustín Domínguez, que le iba a dar el parte diario del club, y luego ojear los recortes de prensa enviados por una agencia todos los días.
Como era la hora del aperitivo, doña María sacó unos platos con queso y embutidos, si bien nosotros declinamos la invitación, ya que debíamos regresar al hotel y almorzar en él. Don Santiago, con la vestimenta propia de un pescador normal, atacó el embutido cortándolo con una navaja, así como el queso y el pan. Y empezamos a hablar. Fue una conversación en la que salieron a relucir muchas cosas, que explicadas quedaron en aquella entrevista y por falta de espacio es imposible reproducirlas aquí.
Al finalizar la charla y despedirnos, doña María y don Santiago nos acompañaron a la puerta, y al ver nuestro humilde 600, ambos nos recomendaron cuidado con la carretera y que no corriésemos.
La enseñanza de esta experiencia única fue que el presidente del club de fútbol más laureado del mundo —llegados a su casa, nos abrió la puerta su esposa— nos recibió con vestimenta de pescador, debido a que no salió aquella mañana en su «yate» bautizado con el apodo de la estrella futbolística del Real Madrid; que nos invitó a tomar unas tapitas de queso y embutido; que contestó a todas las preguntas, incluso las de orden político; que denunció la hipocresía existente en el fútbol, en la política, la de los políticos y la del país. Y, para finalizar, nos despidieron con los consejos propios de los padres a sus hijos.
La moraleja de este hecho se refiere a si, en la actualidad, cualquier presidente de una entidad, deportiva o no, recibiría a un periodista deportivo sin cita previa, sin pasar por el gabinete de prensa y en su domicilio, con la sencillez, trato cordial y el cariño con que lo hizo don Santiago Bernabéu con nosotros. ¿Será cuestión de educación o…?