Chema ABAD

Las anécdotas y los hechos sorprendentes que este periodista ha vivido, contado y disfrutado durante 37 años de profesión han ido tan solapadas al fútbol que forman parte de su historia. No es fácil que la memoria te dé, en un momento determinado, la claridad y nitidez necesarias para elegir la que puede llegar a interesar más a los lectores. Dentro de esas dudas, me voy a trasladar al 28 de noviembre de 1984, día que fui a Bruselas para narrar el partido de octavos de final de la Copa de la UEFA (encuentro de ida) que jugaron el Anderlecht y el Real Madrid.
Los belgas habían ganado una UEFA dos años antes, además de tener en sus vitrinas dos Recopas de Europa, y tenían un equipazo con un futbolista exquisito: Vincenzo Scifo. En el Madrid jugaban ilustres del nivel de Uli Stielike, Míchel, Martín Vázquez, Santillana, Valdano, Gallego, Camacho o Emilio Butragueño; el entrenador era Amancio Amaro.
Los periodistas que cubríamos la información del Real Madrid éramos invitados por el club a un almuerzo el día previo al partido (tradición que se cargó Ramón Mendoza). Era costumbre de la época hacer una porra para acertar el resultado del encuentro, previo pago de una cantidad en metálico, que, si acertabas, resultaba interesante para el bolso o bolsillo del afortunado. Recibí el encargo de mis compañeros de viaje y profesión de hacer la famosa porra y a los postres me puse manos a la obra.
Después de que la canallesca dejara impreso su pronóstico, solo faltaba el jefe de la expedición: don Luis de Carlos, que era el señor presidente, y digo SEÑOR porque era un CABALLERO con señorío, educación, respeto, humildad y honradez. De profesión… presidente del Real Madrid.
Me dirigí a él para pedirle su resultado, no se lo pensó dos veces y me dijo:
—Ponga 3-0.
Ante tal afirmación le insistí.
—¿Querrá usted decir 0-3?
Y él, muy seguro de lo que decía, matizó:
—Don José María —trataba a todos de usted—, ganarán los belgas 3-0, pero remontaremos en el Santiago Bernabéu.
Todos los compañeros fueron testigos de algo tan insólito y los periódicos dieron fe al día siguiente de semejante convicción del presidente del Real Madrid. En el viaje de vuelta del 29 de noviembre, don Luis, en el avión de la expedición, aceptó el montante económico que se había ganado (él siempre decía que era uno más del grupo) porque el Real Madrid perdió 3-0.
Os podéis imaginar cómo fueron los catorce días siguientes hasta el partido de vuelta, subiéndonos todos a la percha que había colgado don Luis de Carlos para creer en que el Madrid podía pasar la eliminatoria y meterse en cuartos de final. El 12 de diciembre se jugó el encuentro y en ese momento empezó a acuñarse el término remontada porque el Madrid ganó 6-1 con tres goles de Butragueño, dos de Jorge Valdano y uno de Manolo Sanchís.
Valdano habló por primera vez del «miedo escénico» y don Luis, tras el partidazo, dijo algo así como: «Hombres de poca fe». El Real Madrid ganó la Copa de la UEFA por primera vez (al año siguiente, ante el Colonia, ganaría la segunda) y don Luis dejó el cargo de presidente (había sucedido a don Santiago Bernabéu). Las remontadas del club de Concha Espina entraban ese invierno de 1984 en la historia del fútbol, de la misma forma que Emilio Butragueño Santos abrió la puerta de su propia leyenda.