En el principio fue Catulo

El arte de insultar lo inventaron, también, los romanos. Si en el principio fue el verbo, inmediatamente después vinieron Catulo o Marcial para darle mordiente. Ellos estilizaron un género tan denostado como popular. El arte del insulto surgió casi a la par que la literatura y nunca se ha separado de ella. Ya sea como apotegma, como juicio irónico o como diatriba ha estado siempre en las vísceras de la creación literaria.

Catulo es conocido por sus excelsos versos amorosos y lascivos, los que hablan del dolor de la pérdida y la honda melancolía que acompaña al mal de amores. Pero el poeta latino, azote de inmorales, cuenta con poemas soeces de crítica, de burla, de sátira, que incluyen el insulto personal como recurso literario.

El poeta, que en el fondo esconde un moralista, arremete contra todos los vicios de su época y sus dardos alcanzaron al mismo César. Aquí destacamos una pieza dedicada a una patética figura tan antigua como el mundo: el donjuán que alardea de sus conquistas. Se trata del Poema 97, que ha sido calificado como el más repugnante de la poesía latina:

«Válganme los dioses, no sé si establecer diferencia entre olerle a Emilio el culo o la boca. Ni la una está más limpia ni el otro más sucio, aunque en verdad aquel es más limpio y mejor porque no tiene dientes, mientras que la boca los tiene de a pie y medio, más unas encías de carro viejo, y sin contar con una risa que recuerda el mear de una mula en celo. ¿Y este se acuesta con muchas y se hace el guapo, y no le envían al molino o al asno? Y a la que le toca, ¿no la creeremos capaz de lamer el culo de un verdugo enfermo?».

Otro récord de su libérrima pluma se halla en el Poema 16 que escribió como respuesta a las críticas de dos amigos que consideraban su obra propia de una delicada nenaza. El poema hería muchas sensibilidades, especialmente la anglosajona, por lo que no fue traducido al inglés hasta bien entrado el siglo XX. Sin duda, una plusmarca de censura universal. Su primera frase tiene el honor de haber sido calificada como la expresión más sucia jamás escrita en la antigüedad: «Pedicabo ego vos et irrumabo, Aureli pathice et cinaede Furi» (os daré por el culo y me la chuparéis, maricón Aurelius y sodomita Furius).

A Catulo tal vez le debamos también el origen de la palabra puta que, según Covarrubias, vendría del latín putida (podrida) por el mal olor que desprendían las mujeres de la calle en la antigua Roma, adjetivo que el poeta de Verona dedica a una ramera y que acabaría por nombrar a las que ejercen el oficio. Covarrubias acompaña su explicación de unos conocidos versos de Catulo dirigidos a una mujer a la que insulta por haberse llevado sus escritos: «Moecha putida, redde codicillos» (puta hedionda, devuélveme los escritos). De la mujer en cuestión no sabemos más; de los escritos de la increíble nenaza, afortunadamente damos aquí cuenta.