La reina coja y el rey del calambur

Francisco de Quevedo, mente preclara del Siglo de Oro, poeta ilustre en un imperio en decadencia, fue uno de los grandes maestros del insulto, posiblemente, sin pronunciar ni uno; se las arregló con audaces e insolentes juegos de palabras. De mente lúcida y discurso ágil, se le permitían sus excesos y hasta su acritud a la hora de criticar a la monarquía.

Cuenta el anecdotario popular que don Francisco apostó con unos amigos a que llamaría «coja» a la reina coja, esposa de Felipe IV, sin que esta pudiera ofenderse. Así que, aprovechando que había sido invitado a una recepción en palacio, acudió con un vistoso ramo con dos tipos de flores: claveles y rosas. Al ofrecérselo a la reina, le dijo: «Señora, traigo lo que solo es un anticipo del ramo que os traeré. Desconociendo vuestra flor favorita, entre el clavel y la rosa, su majestad escoja».

Y es que «entrever desaires» («entre verdes aires»), al parecer, no era una habilidad de la reina, sino otro divertido calambur; ese retruécano que hace variar el significado de una frase agrupando sus palabras de distinta forma. Sin duda, el más famoso de la lengua española es el que te acabamos de contar, atribuido a Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos, señor de La Torre de Juan Abad y caballero de la Orden de Santiago y, proclamado por nos, rey del calambur.