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ERA EN GRANADA, A LA HORA...

Mi pequeño amigo Sergio, cuyas aventuras algunos ya conocéis, me ha pedido que escriba esta historia. Trataré, pues, de contarla con palabras muy sencillas.

Todo empezó una tarde soleada, con un cielo limpio y azul. Fue hace ya dos años, en una vieja librería de Granada.

Me acuerdo muy bien. Un anciano con ojos de ratón atendía detrás de un montón de libros en desorden.

—Quédese pasmado dentro o fuera, pero cierre la puerta. Entra el calor —me dijo el anciano con un gruñido.

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No hay nada que me guste más que los libros antiguos, así que decidí curiosear.

Dentro, había libros por todas partes. Sobre estantes que llegaban hasta el techo. Sobre bancos y mesitas. En el suelo…

Como buen vendedor, el anciano me dejó husmear a mi gusto.

Fue así, andando entre torres de libros, como encontré el increíble relato que tanto le ha gustado al pequeño Sergio y que, ahora, voy a compartir con vosotros.

Ocurrió como sigue. Apartaba algunos tomos interesantes, cuando, de repente, tropecé con el Viaje a España del francés Théophile Gautier. Aquel era un libro del siglo XIX que yo había perseguido durante años, así que os podéis imaginar la ilusión que me hizo terminar su búsqueda. Las manos me quemaban de la emoción. Allí estaba, después de tanto tiempo. ¡Allí!, por fin a mi alcance. Al instante me olvidé de los otros libros. Tomé el de Gautier sin abrirlo y le pregunté al anciano el precio. Me lo indicó con un tono definitivo, mientras tocaba las pastas de tela con una mano de ceniza, de uñas muy largas. Lo pagué sin dudar. Y salí para disfrutar a solas de su lectura en un tranquilo café.

Fue entonces cuando realicé el segundo descubrimiento. Al pasar las páginas noté que en la parte posterior había un amplio bolsillo destinado a guardar mapas y dibujos de los caminos y ciudades de España. Pero en su lugar había un grueso sobre de color amarillo. Era un sobre cerrado. Lo puse en la mesa, y al darle la vuelta, leí lo que parecía la dirección de un misterioso envío:

A quien lo encuentre

No había ninguna otra indicación. Solo esa frase escrita con tinta azul. Por un momento pensé en devolvérselo al viejo librero, pero enseguida me venció la curiosidad y lo abrí.

A quien lo encuentre…

volvía a repetirse en la primera de las hojas que había en el sobre. Treinta hojas escritas por ambas caras con una letra diminuta.

… Esta es la historia de un viaje, un viaje a la historia de España. Si tú, que ahora lees mis palabras, no crees en los sueños, si no amas los horizontes, si no has deseado alguna vez embarcarte con los crueles piratas del Pacífico, con tal de navegar…, si tú nunca has imaginado lo imposible, deja dormir estos recuerdos hasta que ojos más vivos que los tuyos los despierten.

Aún me acuerdo. Oscurecía en Granada cuando me acomodé en la silla, desdoblé las hojas una a una y comencé a leer aquel relato extraordinario, el más fabuloso que jamás haya contado nadie. Era la hora del crepúsculo. Por los ventanales del café entraban los últimos reflejos de la ciudad y la luz creciente de la luna.

Me llamo Marcos, y esta es la historia…