LA LUNA. NUESTRO SATÉLITE
Con nombre propio

Selene y Endimión
(óleo de M. Schwind, 1831)
La palabra Luna, el nombre con el que conocemos a nuestro satélite, es de origen latino y significa ‘la que ilumina’. Sin embargo, paradójicamente, la Luna no tiene luz propia, refleja la que emite el Sol, aunque sin duda su brillo no tiene rival en el firmamento, sobre todo si pensamos en ella como inspiración para poetas, cantantes, pintores, cineastas, artistas en general, o como la que mueve los mares, hace sombra al sol, estimula las plantas o inicia los partos… De su papel en nuestras vidas, real o legendario, es de lo que trata este lunario.
Otro nombre propio asociado a la Luna es el de Selene, la diosa griega lunar y hermana de Helios, el dios del Sol, parentesco divino lógico, ya que es el segundo astro más brillante después del astro rey. Del nombre de esta diosa griega deriva el término que la literatura eligió para designar a los ficticios habitantes de la Luna, los selenitas, ‘los que pertenecen a la Luna’.
La Luna en el firmamento
A pesar de ser mucho más pequeña que el Sol —tiene un diámetro que no llega a los 3 500 kilómetros frente a los 1 392 000 de su oponente—, la Luna está mucho más cerca de la Tierra, por eso el tamaño aparente de ambos es muy parecido.
Hay muchas teorías sobre la formación de nuestro satélite. Una de ellas postula que su origen es similar al de la Tierra, y sería el resultado de la compactación de material en órbita alrededor del Sol. Según otra, es consecuencia del impacto de un enorme meteorito que chocó contra la Tierra y produjo un desprendimiento de materia terrestre cuyos fragmentos quedaron atrapados por la gravedad y acabaron fusionándose, formando la Luna.

Tamaño aparente de la Luna, vista desde la Tierra

Huella de Amstrong sobre la Luna (misión Apolo XI)
La Luna no tiene atmósfera, es decir, no existe una capa de gas atrapada por su gravedad. Por eso, en la Luna no se produce el efecto invernadero que se da en nuestro planeta: parte de los gases que componen la atmósfera terrrestre tienen la curiosa habilidad de dejar pasar una parte de la radiación que procede del Sol resultando, en cambio, prácticamente impermeables a la que emite la Tierra. De esta manera, la atmósfera terrestre se encarga de atrapar calor en su interior. En la Luna, en cambio, el Sol abrasa de día su superficie, donde llegan a superarse los 100 °C. Luego, de noche, todo el calor recibido escapa de nuevo hacia el universo. Un teórico termómetro ubicado en nuestro satélite registraría temperaturas nocturnas de hasta –170 °C.
Al carecer de atmósfera, en la Luna «no hace tiempo»: no llueve, evidentemente, ni tampoco hay viento. Gracias a la calma lunar, de hecho, las huellas de nuestros astronautas perdurarán por los siglos de los siglos impresas en su superficie.
La superficie lunar
Observando la Luna a simple vista se distinguen zonas oscuras y zonas claras. Las zonas oscuras las conocemos como mares. Son extensiones lisas, sin apenas cráteres. Los mares de la Luna tienen nombres, como los mares terrestres, pero algo más poéticos: el mar de la Tranquilidad, el mar de las Lluvias…
Se cree que los mares de la Luna están hechos de lava porque están compuestos principalmente de basalto, una roca volcánica, y que datan de una época en la que nuestro satélite tenía volcanes activos.

La superficie lunar. Principales mares y cráteres
Pero sin duda, el rasgo más característico de la Luna son sus cráteres. Se corresponden con las zonas más claras. Son extensiones con mayor elevación que los mares y presentan una gran cantidad de huellas de potentes impactos de meteoritos. Hay cráteres de tamaños muy distintos: algunos tienen más de 1000 kilómetros de diámetro y otros —muchísimos más— apenas unos metros. Además, el bombardeo de meteoritos sobre la superficie lunar es incesante ya que la ausencia de atmósfera permite que cualquier roca alcance su corteza… Y es que en la luna no hay lluvia de estrellas.
Hay más de 1500 cráteres selenitas con nombre propio. La Unión Astronómica Internacional decidió bautizar algunos cráteres lunares con los nombres de científicos que contribuyeron a su estudio. Así, hay un cráter Copérnico, otro Galileo… O el famoso cráter Tycho (de Tycho Brahe), que es donde los astronautas de 2001: Una odisea en el espacio encontraban el monolito alienígena.

El monolito alienígena oculto en el cráter Tycho (2001: Una odisea en el espacio, de S. Kubrick)

A la izquierda, la primera fotografía de la cara oculta de la Luna, obtenida en 1959 por la sonda soviética Lunik III. A la derecha, sello conmemorativo de esta histórica misión espacial
La Luna… ¿cómo no iba a ser el escenario ideal para la ciencia ficción una esfera de roca que siempre nos oculta una cara? ¿Quizás es ahí donde se esconden los selenitas?
LA DANZA CÓSMICA
La órbita de la Luna
Según el Diccionario de la Real Academia Española, órbita es la «trayectoria que, en el espacio, recorre un cuerpo sometido a la acción gravitatoria ejercida por los astros». La Luna orbita alrededor de la Tierra.
El movimiento lunar es mucho más complejo de lo que parece. Está compuesto por una rotación y por una traslación: la Luna da vueltas sobre sí misma (rotación) y al mismo tiempo da vueltas alrededor de la Tierra (traslación).

El sistema solar
A su vez, el sistema Tierra-Luna da vueltas alrededor del Sol. Y el sistema solar rota solidariamente con nuestra galaxia, la Vía Láctea, alrededor del centro de la galaxia, que a su vez se mueve respecto al resto de galaxias del universo. Es un gran baile cósmico, descrito y predicho por las leyes físicas que, a pesar de implicar a objetos celestes inmensos (satélites, planetas, estrellas y galaxias), tiene su incidencia en nuestra vida y nuestro día a día.

La Vía Láctea
Como hemos dicho, este baile cósmico se compone principalmente de rotaciones y traslaciones. En el caso de la Luna, estos movimientos están determinados por las influencias gravitatorias de la Tierra y del Sol. La Luna describe una órbita elíptica alrededor de la Tierra. En el punto en el que la Luna está a mayor distancia de la Tierra, llamado apogeo, se encuentra a 406 000 km de la Tierra, mientras que en el perigeo (cuando la Luna está más cerca de la Tierra) se encuentra a 356 000 km.
LA SUPERLUNA |
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Cuanto más cerca estamos de un objeto más grande lo vemos. Eso mismo ocurre con la Luna. Cuando está más cerca de la Tierra aparentemente es más grande. Por tanto, cuando se encuentre en el perigeo será cuando más grande la veamos. Si durante estos pocos días en los que la Luna se encuentra en el perigeo tenemos luna llena, entonces veremos una luna mucho mayor y más luminosa. En concreto, un 14 % más grande que una luna llena «normal» y un 30 % más brillante. Es un fenómeno que suele darse con una periodicidad de entre 15 y 18 años. La próxima superluna está prevista para el 10 de febrero de 2028. |
De hecho, la influencia de la gravedad terrestre es la principal causa del freno en la rotación de la Luna. Se ha frenado tanto que ahora el periodo de rotación —el tiempo que tarda la Luna en dar una vuelta completa sobre sí misma— es el mismo que tarda en dar una vuelta alrededor de la Tierra: 27 días y unas horas.
Este es el motivo por el que siempre vemos el mismo lado de la Luna o, dicho de otra manera, de que exista un lado oculto.
Las estaciones y las mareas son consecuencia directa de esta danza. Las primeras están relacionadas con la posición de la Tierra respecto al Sol; las mareas marinas, por su parte, son resultado de la influencia de la Luna.

La cara visible (izda.) y la cara oculta (dcha.) de la Luna (NASA)
Las fases de la Luna
Las fases lunares es otra de las consecuencias de los movimientos relativos entre la Luna, la Tierra y el Sol. Veamos cómo se producen.
Aunque parezca una obviedad, diremos que un objeto está iluminado cuando los rayos de luz inciden sobre él; una parte de los rayos, los que no son absorbidos por el objeto, rebotan y llegan a nuestros ojos.
Este mismo proceso ocurre con la Luna. Parte de los rayos que emite el Sol inciden sobre la Luna, se reflejan en ella y llegan a nosotros.
En el movimiento de traslación de la Luna alrededor de la Tierra ocurre que a veces está totalmente iluminada por el Sol, otras veces solo está parcialmente iluminada y otras no le llega ni un solo rayo de luz.
Cuando la Luna se encuentra justo entre el Sol y la Tierra, la cara de la Luna visible desde la Tierra queda totalmente de espaldas al Sol. Al no llegarle, por tanto, los rayos solares está oscura: no la vemos. En este caso se encuentra en fase de luna nueva. Dos días antes y dos días después al novilunio, la Luna ya no es visible.
A medida que la Luna prosigue su vuelta alrededor de la Tierra, se va separando de la línea que une el Sol a la Tierra. Como la Luna gira alrededor de la Tierra en el mismo sentido que la Tierra gira alrededor del Sol vemos que la Luna se desplaza hacia el este. Ahora la Luna empieza a estar un poco iluminada, y desde la Tierra vemos un pequeño gajo de la Luna que día tras día se va haciendo más grande. Una semana después de la Luna nueva se alcanza el cuarto creciente (el sistema Luna, Tierra y Sol forman un ángulo de 90°).

Fases de la Luna
Siguiendo con su viaje alrededor de la Tierra, la cara visible de la Luna se ve cada vez más expuesta a la luz solar, de modo que cada vez vemos mayor proporción del disco lunar. Justo cuando la Luna se sitúa totalmente detrás de la Tierra se alcanza la fase de luna llena o plenilunio: todo el disco lunar está iluminado por el Sol, por lo cual lo vemos en toda su extensión y con gran brillo.
A continuación, la fracción iluminada del disco disminuye hasta llegar al cuarto menguante, una semana después de la luna llena. Y una semana después de esta fase se alcanza otra vez la fase de luna nueva, repitiéndose el ciclo, que dura 29 días.
Por tanto, las fases de la Luna están asociadas a las posiciones relativas entre el Sol, la Tierra y la Luna, y la forma en que esta está iluminada.
LA LUNA AZUL |
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Cada 29 días tenemos una luna llena, es decir, una cada mes. Pero la mayoría de los meses tienen 30 o 31 días, por lo que si confluyen los dos ciclos es posible que en un mismo mes tengamos dos lunas llenas. Esto sucede, como promedio, cada dos años y medio. A esta segunda luna llena se la conoce como «luna azul». La luna azul tendrá su clásico color gris perla. Porque la fecha en la que se produce una luna llena no cambia su color, es tan solo la consecuencia de constreñir un fenómeno natural, astronómico, a un calendario artificial creado por el hombre. La última luna azul tuvo lugar el 31 de agosto de 2012 y la próxima se producirá el 31 de julio de 2015. |
CUANDO LOS ASTROS JUEGAN AL ESCONDITE
Los eclipses
Cuando en astronomía hablamos de eclipse nos referimos a la desaparición transitoria de un astro en el firmamento, debido a que otro se pone delante de él y lo oculta total o parcialmente.
Desde la Tierra podemos ver fundamentalmente dos tipos de eclipse: los de Luna y los de Sol. Aunque no son los únicos…
Eclipses lunares
Los eclipses lunares ocurren cuando la Tierra se interpone entre el Sol y la Luna. Poco a poco, la sombra que la Tierra proyecta sobre nuestro satélite se va «comiendo» pequeñas porciones de este hasta que, en los eclipses más espectaculares, termina por taparla por completo. Pero, contra todo pronóstico, la Luna no llega a desaparecer, sino que se vuelve roja. ¿Magia? ¿Hay algún astro que la ilumine y no tenemos constancia de ello?

Representación gráfica de un eclipse lunar
Nada más lejos de la realidad. La luz roja que tiñe la Luna procede de la Tierra. No porque tengamos las luces encendidas de nuestras ciudades, sino porque lo que tenemos encendido es la atmósfera. Cuando amanece o anochece, el cielo se tiñe de colores rosados y rojizos. Cuando la Luna se pone detrás de la Tierra y no le llega la luz del Sol, lo que se ve desde el satélite es un halo rojo alrededor de nuestro planeta, es decir, se ven a la vez todos los amaneceres y atardeceres que están ocurriendo. El resultado es que esa luz rojiza atraviesa el espacio e impacta de lleno en la Luna y, dado que está completamente eclipsada, esta tenue luz es más que suficiente para iluminar su superficie.
En el pasado, esta luna roja daba lugar a un sinfín de supersticiones que intentaban explicar ese extraño color «sangriento», que se interpretaba como mal augurio aunque —como acabamos de ver— no tiene en sí nada de maligno.
La próxima vez que ocurra un eclipse de Luna, y en su pueblo o ciudad esté atardeciendo, levante la mano y salude, que igual le ven desde la Luna…

Distintos momentos de un eclipse lunar
Los eclipses de luna pueden ser de tres tipos: parciales, penumbrales o totales.
Cuando nos encontramos un eclipse penumbral, la Tierra solo tapa parte de la luz que llega del Sol a la Luna, por lo que su superficie es algo más oscura de lo habitual pero no llega a quedarse negra; en ese caso la Luna solo entra en la zona de penumbra.
Si la Luna llega a meter parte de su superficie (pero no toda) en la zona de sombra se denomina eclipse parcial, y observamos en este caso como si alguien le hubiese pegado un mordisco. Sin embargo, cuando entra en la zona de sombra, el eclipse es total.
Para que se produzca un eclipse lunar, el Sol, la Tierra y la Luna tienen que estar alineados, de ahí que sucedan en luna llena.
Debido al tamaño de nuestro planeta, y por tanto de su sombra, los eclipses de la Luna pueden llegar a durar varias horas.
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En 2014 tendrán lugar dos eclipses lunares:
• El 15 de abril se producirá un eclipse total de Luna, que podremos ver en España. Su máximo se producirá a las 9:46 (hora peninsular). • El 8 de octubre habrá otro eclipse total, pero no será visible desde España. Sí se verá desde Asia, Australia, el océano Pacífico y América. |
Eclipses solares
Los eclipses solares se producen cuando la Luna se interpone entre el Sol y la Tierra; suceden, por tanto, en luna nueva.
Hay tres tipos de eclipses solares: totales, parciales o anulares.
• Eclipse anular: la Luna interpone entre el Sol y la Tierra, pero no llega a tapar completamente el disco solar.
• Eclipse total: similar al anular, aunque en este caso la Luna se encuentra a una distancia diferente y sí llega a taparlo completamente.
• Eclipse parcial: la Luna solo tapa una parte del Sol.
Durante un eclipse solar, el ocultamiento del astro no solo provoca oscurecimiento o ensombrecimiento —más o menos acusado, según el tipo de eclipse—, sino que también desciende la temperatura, especialmente si el eclipse es anular o total y ocurre en invierno.
Nunca hay que mirar un eclipse de sol directamente y sin protección, ya que puede provocar quemaduras en la retina. Lo mejor es proyectarlo sobre una hoja de papel o utilizar gafas con filtros especiales. Las gafas de sol convencionales no son seguras.

Representación gráfica de un eclipse solar

Tipos de eclipse solar
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En 2014 se producirán dos eclipses solares:
• El 29 de abril habrá un eclipse solar anular, pero solo será visible como tal en la Antártida. Será visto como parcial en el sur del océano Índico y en Australia. • El 23 de octubre tendremos un eclipse solar parcial —tampoco se verá desde España— visible en el norte del océano Pacífico, Norteamérica y el extremo noreste de Asia. |
Otros eclipses
Otro curioso eclipse es el de la estrella Epsilon Aurigae. Alrededor de la misma está rotando una nube de polvo que, cuando se interpone entre la Tierra y la estrella, esta desaparece del firmamento.
CUESTIÓN DE FUERZA
La Luna y el mar
Que la fe mueve montañas es un dicho popular de origen religioso, de sobra conocido por casi todos. Lo que es posible que todos no sepan —y no se trata de un dicho—, es que es la luna mueve los mares. Ahí está, orbitando a nuestro alrededor, a veces luminosa y brillante, a veces oscura y discreta, pero siempre incansable, moviendo hacia arriba y hacia abajo el agua de mar que baña todas las playas.

La Luna y el mar: una atracción irresistible
La Luna orbita alrededor de la Tierra atraída por la fuerza gravitatoria que esta ejerce sobre el pequeño satélite, la misma fuerza que nos mantiene a nosotros también orbitando alrededor del Sol, en nuestro sistema solar. Por este motivo también el Sol tiene algo que ver en los movimientos mareales oceánicos, pero sin duda es la Luna quien lleva la batuta, la voz cantante en la subida y bajada de los mares, cada seis horas, a lo largo de los tiempos.
Son muchas las leyendas acerca del satélite plateado, algunas relacionadas con nuestro propio organismo, con nuestros estados de ánimo, con el crecimiento, la fertilidad, el parto… Bien es cierto que la mayoría son eso, leyendas. De hecho, en muchos casos se ha demostrado que no son ciertas. Hay una en particular que tiene que ver con la mujer, y que se remonta a tiempos inmemoriales. Hablamos del carácter femenino que se ha atribuido a la Luna en muchas culturas, por su relación con los ciclos menstruales de la mujer. La Luna tarda casi 28 días en dar una vuelta alrededor de la Tierra. Es lo que se conoce como período orbital sinódico, que coincide aproximadamente con el tiempo que transcurre entre los ciclos menstruales de las mujeres. De ahí que algunos hayan establecido ciertas relaciones entre la Luna y estos cambios hormonales. En realidad no hay nada probado en este y otros diversos campos acerca de las posibles influencias lunares.
La Luna y su poder sobre los océanos
La Luna es el quinto satélite de mayor tamaño del sistema solar, y es el más grande en relación al planeta alrededor del cual orbita. Aun así, es bastante más pequeña que la Tierra, pero esto no disminuye su capacidad de afectar de manera muy clara y contundente sobre nuestro planeta.
Es el caso de los océanos. Esas enormes masas de agua, que cubren más del 70% de la superficie del planeta, se ven afectadas por la atracción que genera la Luna al orbitar sobre nosotros.
Es lo que se conoce como las mareas. Técnicamente, la marea es la variación del nivel de la superficie libre del mar debido a la atracción gravitatoria de los cuerpos celestes. Aunque, en la práctica, estos se reducen a dos: el Sol y la Luna. Son los únicos que ejercen una fuerza apreciable. Esta fuerza es la fuerza de marea.
Los componentes de esta fuerza de marea son dos: la primera es la atracción de la gravedad de la Luna y del Sol, la segunda es la fuerza centrífuga del sistema Tierra-Sol y Tierra-Luna. En definitiva, la onda de marea es el efecto de atracción que ejercen la Luna y el Sol sobre el fluido oceánico.

Representación gráfica de las mareas
Mientras orbita alrededor de la Tierra, la Luna atrae hacía sí la masa líquida que tenemos en la superficie, los océanos. Al mismo tiempo, por su parte, la rotación de la Tierra genera un movimiento de la superficie del mar, debido a la fuerza centrífuga. Es decir, por un lado la Luna «tira» del mar mientras, por otro, la Tierra, al girar, «lanza» un poco hacia arriba la superficie del mismo.
Bien es cierto que lo que nosotros observamos en nuestras playas es la suma de dos contribuciones bien distintas: la marea astronómica, que consiste en la interacción gravitatoria de la Luna y el Sol con la Tierra, y el residuo meteorológico, que es la interacción entre la atmósfera y el mar. Aquí nos interesa fundamentalmente la primera.
Como es sabido, tenemos la marea alta, o pleamar, y la marea baja, o bajamar.

Efectos de la marea. El monte Saint Michel en pleamar (dcha.) y en bajamar (izda.)
Diaramente se producen cuatro mareas, dos altas y dos bajas, aproximadamente cada seis horas. Como sabemos, la Tierra tarda 24 horas en dar una vuelta completa sobre su propio eje, por lo que podríamos pensar que solo debería haber una marea alta diaria, que sería cuando la Luna atrae el agua hacia sí. Sin embargo, si en el lado del globo terrestre en el que nos encontramos se está produciendo una marea alta, justo en el lado opuesto, y al mismo tiempo, está teniendo lugar otra marea alta. Lo mismo sucede con las bajas.
Cuando la Tierra hace una rotación completa, la Luna se ha movido un cierto ángulo con respecto a ella, porque sigue realizando su traslación alrededor de nuestro planeta durante 28 días. Esto hace que las mareas se vayan retrasando aproximadamente 50 minutos.
Mareas vivas y mareas muertas
Cuando hablamos de mareas vivas o muertas, no queremos atribuirle características vitales al ciclo de la marea. Se trata más bien de la cantidad de agua que sube o baja en cada una de las mareas. Se habla de marea viva cuando las aguas suben mucho en los puertos y llegan muy arriba en las playas durante la pleamar, para luego descender mucho en la bajamar, dejando al descubierto enormes extensiones de tierra que el resto del mes permanecen cubiertas y ocultas por el agua.

Cómo se producen las mareas: arriba, marea viva; abajo, marea muerta
Las mareas vivas se originan cuando el Sol y la Luna están alineados, es decir, en luna nueva y en luna llena. En esta posición, la atracción gravitatoria de la Luna se ve apoyada por la acción gravitatoria del Sol, sumándose las fuerzas de ambos astros.
Por el contrario, cuando las posiciones de la Luna y el Sol forman un ángulo de 90° —es decir, con luna en cuarto creciente y en cuarto menguante— se producen las mareas muertas.
Cuando la Luna y el Sol se alinean provocan por tanto la retirada de las aguas marinas, dejando al descubierto los fértiles fondos de rías y ensenadas para que los mariscadores extraigan de ellos las maravillosas viandas del mar. ¡Gracias, Luna!
OBJETIVO: LA LUNA
Por querer, siempre quisimos la Luna
La Luna ha sido una fuente de fascinación, atracción y misterio para los seres humanos desde el principio de los tiempos, como prueba su presencia poderosa en los mitos de las más dispares culturas. Desde científicos, hasta poetas, novelistas, cineastas o músicos, han hecho de nuestro satélite el objeto de sus estudios, trabajos y creaciones artísticas.
La llegada del hombre a la Luna
La Luna se encuentra a 384 400 km de distancia media de la Tierra, distancia que ya en el siglo II había sido calculada de manera muy precisa por el astrónomo Hiparco, el inventor de la trigonometría.

La sonda soviética Lunik I (1959)
De todos es sabido que el astronauta americano Neil Amstrong fue el primer ser humano en pisar la Luna. Sin embargo, hay que recordar que no fueron los americanos los primeros en acercarse a ella. Ya lo habían intentado anteriormente los soviéticos. La primera aproximación del hombre a la Luna tuvo lugar el 2 de enero de 1959. Ese día la nave espacial rusa no tripulada Lunik I se acercó a 6000 kilómetros de nuestro satélite. Era la primera actuación del programa Luna —o Lunik— de la Unión Soviética, que tenía como objetivo estudiar y fotografiar la superficie lunar. La sonda Lunik IX, lanzada en 1966, fue la primera que consiguió alunizar, y regresó a nuestro planeta con muestras de suelo lunar.

Insignia de la misión espacial norteamericana Apolo XI (1969)
El 16 de julio de 1969, a las 10:32 hora local en el complejo de Cabo Kennedy (Florida), Estados Unidos envió al espacio la nave Apolo XI, la primera misión tripulada que alcanzó a la superficie de la Luna. La tripulación del Apolo XI estaba compuesta por los astronautas Neil Amstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins. El comandante de la misión, Amstrong, fue el primer ser humano que pisó la superficie de la Luna el 21 de julio de 1969 a las 2:56 —hora internacional UTC—, al sur del mar de la Tranquilidad (Mare Tranquilitatis).
Este acontecimiento —que pudo ser seguido por unos 600 millones de personas en todo el mundo— está considerado como uno de los momentos más significativos de la historia de la humanidad y de la tecnología.
El futuro de la exploración lunar y el negocio de la Luna
Rusia se propone para el año 2030 iniciar su propio programa de exploración lunar con un vuelo tripulado y la instalación de un laboratorio en la superficie de nuestro satélite. Los científicos soviéticos suponen que la Luna cuenta con depósitos de hielo, que podrán descongelarse para obtener agua y producir a su vez oxígeno. Con este y otros materiales locales se podrá proyectar como meta una Luna habitable y habitada.
Sin embargo, el negocio de la Luna se había iniciado años atrás. En 1954 el abogado chileno Jenaro Gajardo Vera había registrado y escriturado a su nombre la propiedad de la Luna, pagando 42 000 pesos de la época. Según afirmó, en 1969 el entonces presidente de EE UU, Richard Nixon, cumplió la formalidad de pedirle permiso para el alunizaje del Apolo XI, a lo que él respondió afirmativamente.
En 1967 Naciones Unidas firmó un tratado por el se que prohibía a los países la compra-venta de objetos exteriores a la Tierra. Sin embargo, en 1980 el estadounidense Dennis Hope formalizó de nuevo la compra de la Luna. Hope aprovechó un vacío legal, ya que Naciones Unidas «olvidó» extender su veto a particulares y empresas. Desde entonces se dedica a vender parcelas en suelo lunar. En la actualidad, casi 2,5 millones de personas de cerca de 180 países han comprado terrenos en la Luna por medio de su empresa, Lunar Embassy (‘Embajada Lunar’). La idea de Hope ha sido copiada por otras empresas, como Moon States, creada por dos avispados abogados británicos.

La Luna en venta. Página web de Moon States, una de las «inmobiliarias» del futuro
A la Luna… con la imaginación
En 1902, el francés Georges Meliès estrenó su película Le Voyage dans la Lune (‘Viaje a la Luna’), reconocida por la crítica cinematográfica como una las más importantes creaciones de la ciencia ficción. A ella pertenece la imagen icónica de la cara de la Luna recibiendo el impacto de un cohete espacial disparado por una bala de cañón, uno de los planos más conocidos de la historia del cine.
Esta película está basada en dos relatos precursores del género que luego se conocerá como ciencia ficción: Los primeros hombres en la Luna (1901), de Herbert George Wells, y De la Tierra a la Luna (1865), de Julio Verne. En esta obra Verne había descrito con minuciosidad científica los problemas que habría que resolver para lograr enviar un objeto a la Luna. En esta y otras obras, Julio Verne predijo hechos que después sucedieron en la realidad. A saber: en De la Tierra a la Luna, llama Columbiad al cañón que se utiliza para lanzar el proyectil tripulado por humanos que viaja a la Luna. Ciento cuatro años después, el módulo de la nave Apolo XI que completó la misión real llevaba el nombre de Columbia. El viaje de la obra de Verne se hizo a una velocidad de 40 000 km/h en 97 horas. El Apolo XI viajó a 38 500 km/h y se realizó en 102 horas. Por último, la nave de Amstrong amerizó en un punto concreto del océano Pacífico que distaba solo cuatro kilómetros del imaginado por Julio Verne.

Fotograma de Viaje a la Luna, de Méliès

El famoso cañón Columbiad (De la Tierra a la Luna, Julio Verne)
Pero Verne no ha sido el único escritor visionario en temas de exploración lunar. Lester del Rey, en 1954, comenzaba su obra Misión a la Luna con el siguiente párrafo: «La nave Apolón se posó en la superficie de la Luna. Tras varios pequeños saltos consiguió estabilizarse. Se abrió su rampa y por ella descendió el comandante Amstrong…».
Y para no acabar «lunáticos» con tantas revelaciones, vamos a finalizar poniendo un poco de música... ¿Qué tal Blue Moon, que hizo famosa Elvis Presley, o Fly me to the moon, de Frank Sinatra, Moondance, de Van Morrison, Moon shadow de Cat Stevens, Moon shiner de Bob Dylan o The dark side of the moon de Pink Floid? Porque canciones sobre la Luna hay para todos los gustos…
