PRÓLOGO

Doña Rogelia me sorprendió papel y calculadora en mano, absorta en mis cuentas. Llevaba algo envuelto en un trapo de cocina. Se sentó a mi lado sin decir palabra y, al rato, como permanecía callada, le pregunté.

Imagen Mari Carmen

—¿Quiere algo, doña Rogelia?

Imagen Doña Rogelia

—Un martillo. ¿Puede prestarme uno, por favor?

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—¿Un martillo? ¿Para qué? ¿Y qué lleva usted en brazos con tanto mimo?

Imagen Doña Rogelia

—Mi banco privado.

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—¿A ver...? (Descubriendo el enorme bulto que portaba). ¡Pero si es una hucha! ¡Es un cerdo!

Imagen Doña Rogelia

—¡Claro! ¡Prefiero guardarlo en mi cerdo a que me lo guarden otros!

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—¿Qué otros?

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos qué otros van a ser! ¡Los otros cerdos! ¡Los bancos!

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—¿Pero qué cerdos ni que ocho cuartos?

Imagen Doña Rogelia

—¡Sastamente! ¡Usté lo ha dicho! Si metes en el banco diez, te se queda en ocho. ¡Y eso con suerte!

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—Ya, ¿y para qué quiere usted el martillo?

Imagen Doña Rogelia

—Pa cascarle un zurriagazo en toa la cresta.

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—¿Va a romperle la cabeza al cerdo?

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora, al cerdo... ¡del director de mi banco!

Menos mal que eran las siete de la tarde y los bancos estaban cerrados. Doña Rogelia estaba muy enfadada y yo muy preocupada. La crisis nos alcanzaba a todos. Mis ahorros de toda la vida me permitían vivir dignamente, sí, pero las cuentas ya no eran las mismas que hace no demasiados años. Me conmovía ver a doña Rogelia hurgando con un cuchillo por la rendija de su hucha, sacando las monedas y los billetes cuidadosamente doblados que guardaba en su cerdito, ordenando todo en la mesa de la cocina en montoncitos de diez euros... Pero cuando empezó a sacar dólares y libras esterlinas, amén de pesetas en billetes de 5000, me quedé de piedra. Sobre todo al comprobar que el dinero alcanzaba una cantidad bastante respetable.

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—¿Pero doña Rogelia? ¿De dónde ha sacado todo este dinero?

Imagen Doña Rogelia

—Llevo sisándola desde los años setenta. Mientras usté recorría el mundo haciendo reír al personal, conmigo como guante, servidora le cogía un poco de aquí, un poco de allí y bastante más de su billetera. Y usté en la inopia.

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—¿Así que lo que me pedía para sus gastos realmente no lo gastaba, y además me cogía más de mi cartera?

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora. Yo le pedía pa la peluquería, pero no iba. Me lavaba yo misma la cabeza y el pañuelo, las dos cosas a la vez, que si solo te lavas la cabeza, te se ensucia el pañuelo, y si solo te lavas el pañuelo te se ensucia la cabeza. Y así con todo... Esto es lo que tengo. Y es pa las dos y pa lo que sea menester.

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—No puedo aceptarlo. ¡Son sus ahorros!

Imagen Doña Rogelia

—¡No señora! ¡Que son los suyos y no hay más que hablar!

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—No sé cómo agradecérselo, doña Rogelia...

Imagen Doña Rogelia

—Yo sí. Ya se lo diré en su momento. Pero ahora lo que tenemos que hacer es estirarlo y gastarlo con mucho tiento.

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—En ese caso, de acuerdo, doña Rogelia. Estoy en sus manos.

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos ya me tocaba a mí que estuviera usté en mis manos y no al revés! ¡Que hasta ahora la que lleva toda la vida en sus manos soy yo! ¡Que me ha trepanao usté la espalda veinticinco años con tanto manejo pa hacerme hablar!

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—Pues ahora es usted la que tiene la voz cantante...

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—Pos cantar no sé si cantaré, pero aunque usté me siga haciendo la voz, la batuta la llevo yo. ¡Mecagüenlaleche si la llevo!

Y así empezamos a diseñar un plan anticrisis. Iríamos a la casa de su pueblo, en Orejilla del Sordete. Me dijo que allí guardaba todas las notas y apuntes sobre cómo se las apañaron en la guerra y en la posguerra, en el 39, y que nos serían muy útiles.

Dicho y hecho, hicimos las maletas (doña Rogelia, el hatillo) y partimos para Orejilla. Eso sí, en coche de línea. Según ella, en su pueblo estaría mal visto que fuéramos en coche, podía incluso peligrar el vehículo. Al parecer, en Orejilla nadie tiene coche, ni siquiera el alcalde, que hace años que dejó de tenerlo.

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—¿Y ahora cómo va al ayuntamiento?

Le pregunté por preguntar, suponiendo que iría andando, pues en su pueblo todo está cerca. Como no me contestaba, volví a preguntar.

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—Diga, doña Rogelia, ¿cómo va el alcalde al ayuntamiento?

Imagen Doña Rogelia

—No va, que lo llevamos.

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—¿Qué quiere decir?

Imagen Doña Rogelia

—Pos eso, que lo llevamos. Vamos a su casa, lo vestimos, lo levantamos de la cama entre tos, lo aupamos y lo llevamos al ayuntamiento. A la sillita de la reina... Aunque el párroco se cabrea, porque dice que le fastidiamos el paso de la procesión de san Eustaquio, que le matamos el efecto.

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—¿Y por qué van a buscarlo y tienen que llevarlo? ¿Por qué no va él solo a trabajar?

Imagen Doña Rogelia

—No señora, que no va...

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—¿Pero por qué?

Imagen Doña Rogelia

—Porque no quiere. No, señora, dice que trabaje Rita la Cantaora.

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—¡Qué cara! ¡Rita la Cantaora!

Imagen Doña Rogelia

—Y eso que la muchacha fue unos días y to, pero ya no puede ir más: se ha ido a Madrid a un club.

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—¿A cantar?

Imagen Doña Rogelia

—No señora. A un club, a beber. ¡Por eso se llama club! El mismo nombre lo dice: «¡Club, club, club!». ¡Y menudos lingotazos de güisqui que se arrea la moza!

Mientras esperábamos el autobús empecé a pensar que me iba a divertir de lo lindo en Orejilla... Era mi primera visita al pueblo, pero prometía muchas e insospechadas sorpresas.

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—Por cierto, doña Rogelia, y volviendo a lo del alcalde. Después de cogerlo y levantarlo de la cama, ¿cómo lo llevan? ¿En brazos?

Imagen Doña Rogelia

—En volandas hasta el ayuntamiento, sí. Luego lo atamos a su sillón y listo.

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—¿Por qué lo atan? ¿Tiene algún problema? ¿Se cae?

Imagen Doña Rogelia

—Pos sí. Se cae de bruces encima de la mesa y se vuelve a dormir.

Solté una carcajada. Sí, estaba segura de que me iba a divertir mucho en Orejilla del Sordete...

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—Bueno, doña Rogelia, aquí viene el autobús. Vamos a cogerlo.

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—Sí, vamos a cogerlo antes de que él nos coja a nosotras.

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—¿Pero qué dice? ¿Que nos puede atropellar?

Imagen Doña Rogelia

—Pues no sería la primera vez... El autobús de Orejilla, na más estrenarlo, se llevó por delante al Nemesio. Y eso que era el primer día que guiaba el Satur, que estrenaba carnete...

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—¿Se lo llevó por delante?

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora. Y por detrás al Jacinto, todo en la misma maniobra.

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—¡Qué horror! ¿Y cómo pasó?

Imagen Doña Rogelia

—Pos que se equivocó de marcha. El Nemesio estaba delante y el Satur pensó que había puesto la marcha atrás... pero no.

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—¿No?

Imagen Doña Rogelia

—No, puso la primera.

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—¿Y qué hizo entonces?

Imagen Doña Rogelia

—Pa que el Nemesio sacara el pie de debajo de la rueda, le dio a la marcha atrás.

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—¿Y...?

Imagen Doña Rogelia

—Y que detrás estaba el Lorenzo.

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—No siga, puedo imaginarme el resto.

De repente, doña Rogelia dio un respingo.

Imagen Doña Rogelia

(Muy alterada). ¡¡Coña!! ¡¡La Remigia!! ¡¡Que me se olvidaba!! ¡¡Y la Torbellina!! Sin ellas no voy a parte alguna.

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—¿Quiénes son esas? ¿Sus amigas?

Imagen Doña Rogelia

—¡Más que eso! ¡La Torbellina es mi gallina y la Remigia mi vaca!

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—¿Su vaca? ¿Tenemos que volver para recogerla? ¿Y dónde la llevamos?

Imagen Doña Rogelia

—¡¡En la baca!! ¿Ande va a ser? Así se cree que está con su hermana y no se solivianta.

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—¿Y si se cae?

Imagen Doña Rogelia

—¡¡Quia!! ¡Ya le pongo yo el pulpo en los cuernos!

Naturalmente, me tocó llevar a mí la gallina. En mi regazo se sentía bien, calentita. Tan calentita que a medio camino puso un huevo en mi falda, huevo que ipso facto me arrebató doña Rogelia diciendo muy contenta: «¡¡Coña!! ¡¡Qué bien!! ¡Ya tenemos cena!». Y así, entre cabezadas, conversación y algunos baches, llegamos a Orejilla del Sordete.

LA INSÓLITA HISTORIA DE UN HUEVO ETERNO

Felizmente, llegamos a Orejilla y nos dirigimos a la casa de doña Rogelia. Entramos directamente a la cocina. Me pareció volver a mi niñez, a los años cincuenta en Cuenca: fogón de carbón, soplillo, cortinilla de cuadros rojos y blancos en las ventanas, mesita de madera, sillas de enea, tele con cuernos...

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—Bueno, doña Rogelia, ya estamos en casa. Voy a deshacer el equipaje y vamos a cenar, que tengo hambre.

Imagen Doña Rogelia

—¡No se preocupe, que vamos a cenar a huevo!

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—No diga palabrotas, doña Rogelia, mujer...

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—¿Pos qué he dicho?

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—¿No se acuerda o qué?

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—¡Pos claro que me acuerdo¡ He dicho «a huevo», pero eso no es hablar mal.

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—¿Ah, no? ¿Pues qué es?

Imagen Doña Rogelia

—¡Decir la verdad!

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—¿Qué quiere decir?

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos lo que he dicho! ¡Qué vamos a cenar el huevo que ha puesto la Torbellina en el autobús!

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—¿Solo vamos a cenar eso?

Imagen Doña Rogelia

—¡Y dé gracias que lo vamos a compartir! Ya puede darse usté con un canto en los dientes...

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—¿Un huevo?

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora, allá por 1939 teníamos dos.

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—¿Tenía usted dos huevos en 1939?

Imagen Doña Rogelia

—No señora, servidora nunca ha tenido huevos, ¡servidora siempre ha tenido «huevarios»!

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—Quiero decir que si solo tenía dos huevos para comer.

Imagen Doña Rogelia

—¡Uno! ¡Teníamos uno para comer, cenar y desayunar! El otro me lo guardaba.

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—¿Dónde se lo guardaba?

Imagen Doña Rogelia

—En la caja fuerte del banco.

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—Pero ahí se podía estropear, ¿no?

Imagen Doña Rogelia

—No señora, ¡¡porque lo guardaba frito!! Y cuando teníamos mucha hambre y no podíamos más, lo calentaba un poquejo y hala, ¡pa dentro!

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—¿Era para tanto?

Imagen Doña Rogelia

—¿Que si era para tanto? ¿¿Que si era para tanto?? ¿¿¿Que si era para tanto??? ¿Quiere que le diga el menú del día?

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—Sí, por favor.

Imagen Doña Rogelia

—Huevo al agua.

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—Será huevo pasado por agua...

Imagen Doña Rogelia

—¡No señora! ¡Huevo al agua!

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—En mi vida había oído hablar de esa receta.

Imagen Doña Rogelia

—Es muy fácil. Cuando rompe a hervir el agua, se echa el huevo y se reserva.

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—Ya, se reserva para añadirlo a la sopa cuando ya esté hecha...

Imagen Doña Rogelia

—No señora. Se reserva pa otro día. La sopa ya está hecha, se bebe el agua y se guarda el huevo. Así nos duró sus buenos añitos, mal que nos pese y mejorando lo presente.

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—Bueno, pero esta noche tenemos el huevo de la Torbellina...

Imagen Doña Rogelia

—¡¡Quieta pará!! ¡¡Sooo!! No vaya a ser que nos lo comamos y nos quedamos sin el huevo. Que como la cosa se ponga como parece que se va a poner, solo nos va a quedar suplicar a Santa María...

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—¿La patrona de Orejilla? ¿La Virgen Santa María?

Imagen Doña Rogelia

—No señora, a la Soraya Saénz de Santamaría, la Vice. ¡¡¡Que esa sí que tiene huevos!!!

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—No nos pongamos de los nervios, doña Rogelia, que ustedes en los pueblos, tienen muchos recursos.

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora, de reculo, así vamos.

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—¡Recursos! ¡Que tiene usted otros recursos, otras soluciones!

Imagen Doña Rogelia

—¿Cualos, a ver?

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—Pues, por ejemplo, los animales.

Imagen Doña Rogelia

—Ya, pero con la familia no se puede contar casi nunca, y menos si se trata de dineros, ya sabe.

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—Me refiero a los animales que tiene usted aquí, en Orejilla del Sordete.

Imagen Doña Rogelia

—¿Mande?

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—Que digo, que por ejemplo tiene a su gallina, que seguirá poniendo huevos, ¿no?

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora, la Torbellina sigue poniéndolos. Lo malo es que no sabemos dónde... ¡La jodía los esconde!

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—¡Pero qué tontería! ¿Para qué va a esconder su gallina los huevos?

Imagen Doña Rogelia

—Pa venderlos en el mercado negro, sin IVA y sin factura.

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—¿Y su conejo?

Imagen Doña Rogelia

—¿Lo cualo?

Imagen Mari Carmen

—Que también tiene usted un conejo...

Imagen Doña Rogelia

—Pues... Sí... Pero no creo yo que nadie se atreva... A mis años... Ya me entiende usté...

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—También tiene usted leche.

Imagen Doña Rogelia

—¡¡¡Mecagüenlaleche!! ¡Y bien mala que la tengo!

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—Estoy hablando de su vaca.

Imagen Doña Rogelia

—¿De la Remigia?

Imagen Doña Rogelia

—Claro, ella le dará leche cada día, ¿no?

Imagen Doña Rogelia

—¿Pero qué leche me va a dar? ¡Si me la cobra a tres euros el litro!

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—La verdad es que todo está fatal, Angela Merkel dice...

Imagen Doña Rogelia

—¿Quién? ¿La Pitufa? ¿La de las cumbres borrascosas? ¿La trepapicachos? Tanta cumbre, tanta cumbre... ¡Si hasta el pobre Sarkozy se puso alzas en los tacones para estar a su altura y ya ve usté como acabó!

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—¿Y cómo acabó?

Imagen Doña Rogelia

—¡¡¡Despeñao!!!

Sacamos con escrupuloso cuidado el famoso huevo que había puesto la Torbellina en mi regazo. Mientras lo llevaba a la sartén pensé que al menos ese no nos lo había cobrado la gallina. Claro que, como dijo doña Rogelia, ese no lo había puesto, «se le había caído a la jodía». Una vez frito, nos lo repartimos en dos partes exactas. Lo acompañamos de un chorizo que no sé de dónde salió y una hogaza de pan de centeno que tenía guardada doña Rogelia en un viejo arcón tapado bajo un inmaculado paño blanco. Una cena frugal, sí, pero que me supo a gloria.

Antes de que llegara el sueño, ya en la cama, noté algo suave en mi hombro: ¡la Torbellina se había acurrucado junto a mí! «En fin... Solo falta la vaca», pensé. Y efectivamente, al rato sentí su bufido en los pies: «¡Pues mira qué bien! ¡Así me los calienta!». Aunque pudiera parecer lo contrario, dormí como un bebé. El sueño fue tan profundo que solo me desperté cuando doña Rogelia me llamó para desayunar.

A CUESTAS CON LOS PRÉSTAMOS

Amanecí con mis dos nuevas amigas al lado, la vaca Remigia y la gallina Torbellina. En la mesa de la cocina, doña Rogelia me había dejado el desayuno ya preparado. Junto a un arenque encima de un papel de estraza con un martillo (para desmigar el arenque, supongo), encontré una manzana que olía a manzana, un pan blanco muy tierno y un tazón de leche con un dedo de nata amarillita, como debe ser. ¡La de tiempo que hacía que no veía yo nata en la leche! Seguro que fue un regalo de la Remigia y no le había cobrado nada. ¡Delicioso!

Puse la radio, un modelo de los años cincuenta con «ojo mágico», aquel círculo verde luminoso que indicaba si estabas sintonizando bien la emisora. Además de oírse de maravilla, aquel aparato tenía el don de despertar en mí la nostalgia. En la casa de mis padres, en Cuenca, teníamos una muy parecida. A modo de adorno, doña Rogelia había incorporado a la suya un pañito de ganchillo y la figura de una señorita con paraguas muy propia. Mientras escuchaba las poco esperanzadoras noticias, mientras oía por enésima vez que la economía no levantaba cabeza, llegó doña Rogelia.

Imagen Doña Rogelia

—¡Buenos días nos dé Dios, hermosa! ¿Qué tal ha dormido?

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—Como un tronco, de maravilla. ¿De dónde viene usted, doña Rogelia?

Imagen Doña Rogelia

—Del banco. Bueno, yo sigo llamándolo caja, antes se llamaba caja de ahogos y tensiones, pero ya no.

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—Ahorros y pensiones, querrá decir...

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. Mis ahorros que ahora son los suyos y mi pensión que está al caer...

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—¿Ha ido a sacar dinero?

Imagen Doña Rogelia

—¿Mande?

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—¡Que si ha ido a sacar dinero!

Imagen Doña Rogelia

—¿Sacar dinero de este banco? ¿Pero qué dice? ¡Para sacar dinero de este banco hay que llevar antifaz, garrote y llevar un saco a la espalda! ¡Dinero, dice! (se ríe bajito) ¡¡Mecagüenlaleche!!

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—¿Pues a qué ha ido?

Imagen Doña Rogelia

—A pagar.

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—¡Ah, ya! A ingresar.

Imagen Doña Rogelia

—No señora, ingresar, lo que se dice ingresar, me han dado cita para noviembre.

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—No entiendo... ¿Ha ido al banco o no?

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—¡Pos claro que he ido! ¡Que ya se lo he dicho, cojona! ¡A pagar!

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—¿Y por qué dice que le han dado cita para noviembre?

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—¡Coña, porque me han enviado al hospital! ¡Que me van a operar!

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—¿Que la van a operar? ¿De qué?

Imagen Doña Rogelia

—¡De la hipoteca! ¡Me van a hacer un trasplante!

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—¿Un trasplante de hipoteca?

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—Sí señora, se la van a trasplantar a otro. Así que ya lo sabe...

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—¿Pero qué está diciendo?

Imagen Doña Rogelia

—Lo malo es si hay rechazo... ¡Y no se me acerque mucho que esto de las hipotecas es muy contagioso! ¡La coge uno y a escape la coge otro! ¡Es como la gripe!

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—¿Pero usted tiene hipoteca?

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos claro que tengo hipoteca! ¡Como to el mundo! Me la contagió la Benita, por eso ahora se la van a trasplantar a ella.

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—Pero mujer, las hipotecas no se trasplantan ni se operan, tiene usted que seguir pagando.

Imagen Doña Rogelia

—¡Si es que no me llega, alma de Dios! ¡No me llega!

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—Ya, esperemos que no vuelvan a subir los tipos...

Imagen Doña Rogelia

—¡Cojona! ¿Cómo lo sabe?

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—¿El qué?

Imagen Doña Rogelia

—¡Que subieron los tipos!

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—Todo el mundo lo sabe, doña Rogelia.

Imagen Doña Rogelia

—¿No me diga? ¿Tó el mundo sabe que subieron dos tipos a mi casa vestíos de negro, con sombreros negros, gafas negras y seguramente los calzoncillos también negros, pa intentar cobrarme?

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—¿Han subido dos tipos a su casa?

Imagen Doña Rogelia

—Bueno, dos no. Eran tres. Porque detrás de ellos iba el cobrador de la boina.

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—¿De la boina? Será el cobrador del frac...

Imagen Doña Rogelia

—No señora, este llevaba boina. Cómo es de Orejilla...

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—¿Pero qué clase de banco es ese? ¿En qué banco tiene usted el dinero?

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos ya le he dicho! ¡En una caja! ¡Que más que caja es un ataúd! ¡Que me van a matar a disgustos!

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—¡Pues no vuelva! ¿Por qué ha ido?

Imagen Doña Rogelia

—Pa pedir un préstamo.

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—Y... Perdone si soy indiscreta... ¿Cuánto ha pedido?

Imagen Doña Rogelia

—Quince millones de euros.

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—¡Madre mía! ¡Qué barbaridad! ¿Tanto pidió?

Imagen Doña Rogelia

—Sí señora. Pero una cosa es lo que pedí y otra es lo que me dieron.

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—¿Y cuanto le dieron?

Imagen Doña Rogelia

—Quince.

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—¿Quince, qué?

Imagen Doña Rogelia

—Quince euros.

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—¿Y qué interés tenían?

Imagen Doña Rogelia

—Ninguno, no tenían ningún interés en darme el dinero, no...

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—A ver si me aclaro, yo hablo del interés. ¿Sabe usted lo que es el TAE?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora, TAE: Tontos Asociaos Escapan... ¡pa no pagar!

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—No, doña Rogelia, no es eso. Verá, los bancos no se casan con nadie...

Imagen Doña Rogelia

—¿Qué coña está usté diciendo? ¿Ahora me voy a tener que casar con el director pa que me den el préstamo?

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—No, mujer, pero entienda que no es igual meter que sacar...

Imagen Doña Rogelia

—¡Nos ha jodío! ¡Ya lo sé! Si meten, dan más. Y si sacan, dan menos.

Imagen Mari Carmen

—Veo que sigue usted sin entender lo que es el TAE.

Imagen Doña Rogelia

—¡Ellos sí que lo entienden! En cuanto llevo los cuartos de la pensión a la ventanilla pa meterlos en la cuenta, sale una mano peluda de entre los barrotes de la jaula ande está metío el hombre, saca su garra peluda, estruja el sobre y dice: «¡¡Tae, tae, que ya lo has visto!!».

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—¡Vaya por Dios!

Imagen Doña Rogelia

—No va a estar el tío entre barrotes... ¡¡En una jaula o en chirona!! ¡¡Así es como debían estar tos!!

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—Bueno, doña Rogelia, ya buscaremos una solución a este tema. Ahora vamos a comer. Por cierto, ¿qué tenemos hoy de menú?

Imagen Doña Rogelia

—Revuelto de ajos de la estación.

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—¡Qué ricos! ¡Ajos tiernos de temporada revueltos con huevo!

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—No señora, los ajos los he arrancao yo de los bordes de la vía del tren, en la estación, y son duros como piedras.

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—Bueno, pero por lo menos tenemos el revuelto con huevo.

Imagen Doña Rogelia

—No señora, van revueltos en la sartén, revuelvo los ajos pa que se doren bien. Los huevos nos tocan mañana.

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Imagen Mari Carmen

—Vaya... al menos me garantiza que los huevos siguen en su sitio, ¿verdad? ¿Puedo verlos? ¿Dónde están?

Imagen Doña Rogelia

—En la fresquera. ¡Pero ni se acerque! ¡¡No me toque usté los huevos, que esta crisis me altera y no respondo como me los toque!!

Ya tenía yo la mano en la fresquera dispuesta a abrirla, pero fue tan contundente el tono de doña Rogelia y su orden, que me quedé con la mano levantada sin atreverme a mover un dedo. Finalmente cenamos solo los ajos, pero yo seguía teniendo apetito.

Imagen Mari Carmen

—Doña Rogelia, me he quedado con hambre. ¿Puedo repetir?

Imagen Doña Rogelia

—Eso es lo bueno que tienen los ajos, hija mía, que repiten solos. ¡A la cama, que mañana será otro día!

¡¡Y ya lo creo que repitieron!! ¡¡Menuda noche pasé!! De madrugada me levanté sin hacer ruido, a tientas, de puntillas como la Pantera Rosa, buscando algo para comer por toda la casa. Llegué hasta la cocina, pero no encontré nada. Miré por todas partes y ni un mendrugo. Con el mismo sigilo e idéntico hambre, me encaminaba de regreso a mi cuarto cuando de repente un extraño ruido me sorprendió. Venía de la alacena, de donde yo había estado husmeando hacía apenas unos instantes. Muy despacio, volví al lugar intentando identificar el ruido. Siempre a oscuras y de rodillas, pasé la mano por toda la superficie del armarito. De repente di un respingo. ¡Algo suave había rozado mi mano! Fuera lo que fuera, aquello se deslizó con rapidez a no sé dónde. Me levanté como un rayo y allí estaba, mirándome fijamente con unos ojillos redondos y atentos, alerta ante cualquier movimiento que pudiera hacer. ¡Era un ratón!

Imagen Mari Carmen

—¡¡¡Doña Rogelia, venga enseguida!!! (Me subí a una silla, completamente aterrorizada). ¡Venga, por favor! ¡Hay un ratón en la cocina!!

Doña Rogelia apareció con una vela encendida en la mano (a las diez de la noche cortaban la luz en todo el pueblo, para ahorrar) y un palo largo en la otra. En camisón y con una redecilla en la cabeza encima de su pañuelo negro, ese que nunca se quita, su imagen era lo más parecido a un cruce entre don Quijote y la duquesa de Alba.

Imagen Doña Rogelia

—Así que has vuelto, jodío... ¿Qué cojona estás buscando? (Repartiendo palos a diestro y siniestro). ¡No te escapes, que voy a por ti!

Imagen Mari Carmen

(Subida aún en la silla, con el camisón remangado hasta la cintura). ¿Le conoce?

Imagen Doña Rogelia

—¡No le voy a conocer! ¡Si antes de la crisis y después de quedarse huérfano tos los días le ponía una tacita de leche con migajas de pan!

Imagen Mari Carmen

—¿En serio?

Imagen Doña Rogelia

—¡Y tanto! Pero ahora las cosas han cambiado. ¡Ni sopitas, ni leches! Dígame, hermosa, ¿dónde estaba el animalejo cuando lo encontró?

Imagen Mari Carmen

—Aquí, en la alacena.

Imagen Doña Rogelia

—Ya, ¿pero dónde sastamente?

Imagen Mari Carmen

—Aquí estaba cuando lo... (Bajé de la silla y, poniéndome en cuclillas, metí la mano en el agujero hasta dentro). ¡Espere! Aquí hay algo...

Imagen Doña Rogelia

—¡Lo sabía!

Imagen Mari Carmen

—¿Qué es lo que sabía?

Imagen Doña Rogelia

(Ignorando mi pregunta). ¡¡Deme ese bulto!! ¡¡Vamos a cenar de verdad!!

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que vamos a cenar? ¡Pero si no tenemos nada!

Imagen Doña Rogelia

—¡¡Claro que tenemos!! ¡Lo ha encontrao Ratontín!

Imagen Mari Carmen

—¿Quién es ese?

Imagen Doña Rogelia

—Coja el pan, tengo media hogaza en el arcón pa emergencias. Y deme un cuchillo, que voy a partir el queso.

Imagen Mari Carmen

—¡Queso! ¡Qué guay! ¡¡Guau!!

Imagen Doña Rogelia

—¿Qué hace, hija? ¿Ladra? ¿El hambre la está convirtiendo en perro y el queso que ha encontrado Ratontín se la antoja un hueso?

Imagen Mari Carmen

(Mascullando con voz ininteligible, mientras intentaba engullir una bola de pan y queso del tamaño de dos pelotas de golf). ¿Por qué llama al ratón Ratontín?

Imagen Doña Rogelia

—Porque es un ratón, encuentra el queso y nos lo comemos nosotras. Es algo tonto, ¡es un Ratontín!

Solté una carcajada y claro, me atraganté con la bola. Doña Rogelia salió corriendo y apareció con una botella de vino, me dio una palmada en la espalda tan fuerte que la bola salió disparada como una bala y se estrelló contra el televisor. La señorita del paraguas cayó al suelo. Me alcanzó un vaso de vino que yo bebí encantada y sin rechistar. Me dio otra ración de queso, puso a la señorita ya sin paraguasencima de la tele y cogió su vela.

Imagen Doña Rogelia

(Como si no hubiera pasado nada). ¡Mastique, coña, mastique! No se vaya a aturullar otra vez y se me ahogue.

Imagen Mari Carmen

—Sí, gracias, doña Rogelia. ¡Menuda fiesta hemos montado!

Imagen Doña Rogelia

—Si se levanta antes que servidora, no barra las miguitas, que se las coma Ratontin, que al fin y al cabo si no es por él, no hubiéramos encontrado el queso.

Imagen Mari Carmen

—Descuide. Buenas noches, doña Rogelia.

Imagen Doña Rogelia

—Buenas noches, hermosa.

Con el estómago lleno y el ánimo levantado después del trago, me fui a la cama. Me preguntaba dónde tendría doña Rogelia la botella guardada. ¿Y el resto del pan? Intrigada con estas reflexiones me dormí con la duda de si comeríamos al día siguiente. Las noticias sobre la economía seguían sin ser buenas y en las ciudades se repetían las manifestaciones. Nada demasiado grave, pero sí inquietante. En fin, seguro que antes o después llegarían las soluciones, solo es una mala racha.

DE REFORMAS

Amaneció un día brillante y frío. Cuando el sol estaba ya bien alto, mi amiga seguía sin estar en la casa y yo necesitaba entrar en calor. Suponiendo que en algún sitio debería haber leña, fui hasta el establo y sí, allí estaba. Cogí un buen hatillo y encendí la chimenea, pero me preocupaba la idea de que si seguía el tiempo así acabaríamos con los troncos pronto. Ya me veía con el hacha cortando leña como una posesa en medio del bosque... Pero cualquier cosa menos pasar frío, ¡no lo soporto!

Oí un portazo y apareció doña Rogelia más tiesa que un ajo. Vino hacia mí con ese paso ligero y firme que tienen las viejecillas de los pueblos de España, como si siempre tuvieran prisa, como si precipitasen sus tareas por si no les quedara tiempo para terminarlas, como si tuvieran que dejarlo todo «atado y bien atado» para que a los que nos quedábamos no nos faltara de nada, aunque nada hubiera. Esa, creo yo, es la herencia de nuestros mayores. Prever. De ahí las reservas a buen recaudo que tenía doña Rogelia en su casa y gracias a las cuales, de momento, sobrevivíamos incluso con alegría y buen humor.

Imagen Doña Rogelia

—Buenos días nos dé Dios, bonica.

Imagen Mari Carmen

—Hola, doña Rogelia. ¿De dónde viene?

Imagen Doña Rogelia

—De robar.

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo dice?

Imagen Doña Rogelia

—He dicho lo que ha oído: de robar.

Imagen Mari Carmen

—¡Pero doña Rogelia! ¿Qué ha hecho usted? ¡No estamos tan mal como para robar!

Imagen Doña Rogelia

—¡Que le he robao dos huevos a la Torbellina, que ya los había empollao, mientras estaba coqueteando con el gallo Pirulo!

Imagen Mari Carmen

—¡Ah, bueno, qué susto! ¡Estupendo! Aunque con tanto huevo, nos vamos a quedar «enhuevás»...

Imagen Doña Rogelia

—No, si no son para nosotras. Se los he llevao a la Benita, la pobre no tiene de na. Nosotras nos defendemos, mal que bien, tenemos mucho más que la mayoría.

Imagen Mari Carmen

(Emocionada por el gesto de solidaridad de doña Rogelia, otra virtud para recordar y poner en práctica). Bueno, no pasa nada por un día que no comamos...

Imagen Doña Rogelia

—¡De eso nada! ¡Pos claro que vamos a comer! ¡Más faltaría! De momento, traigo aceite que me ha dao el Satur, que tiene olivos. Y Nemesio, vino y pan. También traigo una orza llena de chorizos y lomo, que me ha dao el alcalde. Yo les he dao trigo, que tengo de sobra, y leche. Le firmaré un pagaré a la Remigia y mañana, en otro descuido, cuando se formalice el compromiso de la Torbellina con el gallo Pirulo y estén en plena faena, le arrebato tos los huevos que pueda a la gallina. Al gallo se los dejo, sus huevos, digo. Que nos hacen mucha falta.

Imagen Mari Carmen

—¡Genial! ¡Son ustedes increíbles!

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. Así hacíamos cuando la posguerra, lo compartíamos to y no llegamos a pasar necesidades, solo una miaja de hambre.

Imagen Mari Carmen

—Pues que majo también el alcalde, ¿no? ¡Qué generoso!

Imagen Doña Rogelia

—No, otra cosa no tendrá, pero gorrinos... ¡Rodeao de ellos está to el día!

Imagen Mari Carmen

—¿Y eso?

Imagen Doña Rogelia

—Fíjese usté en los concejales, a ver si no...

Imagen Mari Carmen

—¿Y a dónde más ha ido?

Imagen Doña Rogelia

—Al banco, para variar.

Imagen Mari Carmen

—¿Por el crédito?

Imagen Doña Rogelia

—Pos sí señora.

Imagen Mari Carmen

—Claro, es que le dieron muy poco...

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. No me llega, me se queda corto.

Imagen Mari Carmen

—¿Y para qué quiere usted el dinero?

Imagen Doña Rogelia

—Pa la reforma.

Imagen Mari Carmen

—¿Va a hacer reforma?

Imagen Doña Rogelia

—En el establo.

Imagen Mari Carmen

—¿Y qué va a poner?

Imagen Doña Rogelia

—Voy a poner un yacusi y una sauna.

Imagen Mari Carmen

—Esto... Vamos a ver, ¿quiere poner una sauna y un jacuzzi en el establo?

Imagen Doña Rogelia

—¡Sí! ¿Qué pasa? ¿¡Pasa algo!? ¿Tiene usté algún «pero»?

Imagen Mari Carmen

—¡Pues claro que pasa! ¿A quién se le ocurre poner un jacuzzi en el establo?

Imagen Doña Rogelia

—¿Y dónde quiere usté que lo ponga?

Imagen Mari Carmen

—Pues, por ejemplo, en el baño.

Imagen Doña Rogelia

—Servidora no tiene baño.

Imagen Mari Carmen

—¿No me diga? ¿Y adónde va cuando tiene que...?

Imagen Doña Rogelia

—¿Que qué?

Imagen Mari Carmen

—Pues eso...

Imagen Doña Rogelia

—¿Aligerar el bajo vientre?

Imagen Mari Carmen

—Pues sí, defecar.

Imagen Doña Rogelia

—¡Cojona, qué fina! ¡Usté quiere decir hacer de vientre! ¡Pos dígalo y ya está!

Imagen Mari Carmen

—No sea escatológica, por favor.

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que no sea católica? ¿Qué quiere usted que sea? ¿Una testiga de Jeovás de esas?

Imagen Mari Carmen

—Bueno, vamos a seguir... ¿Dónde estábamos?

Imagen Doña Rogelia

—Servidora haciendo de vientre y usté, con perdón, defecando...

Imagen Mari Carmen

—¡¡Que adónde va usted a hacer sus cosas, le acabo de decir!!

Imagen Doña Rogelia

—¡Al establo, le acabo de decir yo!

Imagen Mari Carmen

—¡Qué horror!

Imagen Doña Rogelia

—¡Ahí se ha colao! ¡El baño está ahí! ¡Que no me deja usté acabar nunca, coña!

Imagen Mari Carmen

—¿En el establo?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, en el establo. Pero la Remigia no me deja usarlo.

Imagen Mari Carmen

—¿Su vaca?

Imagen Doña Rogelia

—Sí. Y perdone que me ausente, pero la tengo que ordeñar que la he dejado con las tetas reventando.

Imagen Mari Carmen

—Por favor, doña Rogelia...

Imagen Doña Rogelia

—¡Que como la saquen en toslés por ahí ya la veo en el Sálvame dando cornás a la Belén Esteban! ¡Y eso sí que no! ¡Que yo por mi Belén ma-to!

Imagen Mari Carmen

—No diga más tonterías y piense cómo va a pagar la hipoteca.

Imagen Doña Rogelia

—Podría vender la leche de la Remigia... Pero la tiene tan mala, la jodía, que en vez de leche le sale yogur griego, y esos, los griegos, bastante tienen con lo que tienen, los pobres...

Imagen Mari Carmen

—Pues que se relaje un poquito, ¿no?

Imagen Doña Rogelia

—¡Usté lo ha dicho! ¡Por eso le quiero poner un yacusi!

Imagen Mari Carmen

—¿Y si no le llega para pagar la hipoteca, eso si se la dan, qué va a hacer?

Imagen Doña Rogelia

—Que se queden con la vaca, que pa eso es avalista.

Imagen Mari Carmen

—Usted tiene ideas para todo... Bueno, ¡vamos a comer que ya es hora!

Imagen Doña Rogelia

—Sí, vigile el fuego que yo voy a la huerta, creo que los tomates ya están maduros. Vengo a escape, vaya poniendo la mesa.

Imagen Mari Carmen

—¡Pues parece que tenemos un montón de cosas! ¡Mañana igual hasta podemos elegir menú!

Imagen Doña Rogelia

—Ya lo he pensao.

Imagen Mari Carmen

—¿Sí? ¿Y qué comeremos mañana?

Imagen Doña Rogelia

—Patatas a la Rajoy.

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que patatas «a la Rajoy»?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, es una receta que ha heredado de Zapatero.

Imagen Mari Carmen

—¿Y cómo se llamaba antes?

Imagen Doña Rogelia

—Patatas a lo pobre, creo... Bueno, que me voy a la huerta a por los tomates, hermosa.

Mientras ponía la mesa escuchaba el fuego cantar, soltando chispas con ese sonido tan rico que recuerda a la lluvia cuando estalla en los cristales. Yo estaba contenta y canturreaba mientras ponía los cubiertos. De reojo, vi que doña Rogelia había dejado los tomates en la mesa, tan hermosos y tan rojos, expandiendo su aroma por toda la cocina. Ella estaba sumergiendo un enorme tenedor de madera en la olla de barro para sacar dos tajadas de lomo y dos chorizos. Muy despacio, como si fueran a romperse de camino a la sartén, escurrió el aceite. Por supuesto, era puro de oliva, de la primera y única prensada. Yo ya estaba relamiéndome, pero intenté disimular mi gula. En las ascuas, la sartén recibió nuestros manjares y se doraron a fuego lento encendido con ramas de sarmiento.

Almorzamos en silencio. Antes, bendijimos la mesa. Era de recibo darle las gracias a Dios por los alimentos que íbamos a tomar. Era justo y necesario.

DE VUELTA A LAS HIPOTECAS

Aunque la comida no fue, precisamente, copiosa, un ligero sopor me invadió en la sobremesa. Absorta en mis cosas, me había quedado callada y pensativa mirando al infinito. Doña Rogelia pareció preocuparse...

Imagen Doña Rogelia

—¿Está usté bien?

Yo seguía en las musarañas, así que doña Rogelia no dudó en reclamar mi atención...

Imagen Doña Rogelia

(Dándome un sopapo en la cara). ¡¡Reaccione!! ¡¡Espabile!! ¡¡Contésteme, coña!!

Imagen Mari Carmen

—¡Ay, perdone! Estaba distraída.

Imagen Doña Rogelia

—Distraída no, ¡agilipollá!

Imagen Mari Carmen

—Es verdad, me paso el día en las nubes.

Imagen Doña Rogelia

—Pos tenga cuidadico, a ver si se va convertir en escarcha. ¡Que está usté como los bancos con los créditos!

Imagen Mari Carmen

—¿Y cómo están?

Imagen Doña Rogelia

—Congelaos.

Imagen Mari Carmen

—Ya, usted sigue esperando a que le den uno que ya ha solicitado, ¿verdad?

Imagen Doña Rogelia

—No señora, no he solicitado uno. He solicitado diez.

Imagen Mari Carmen

—¿Tantos? ¿Diez? ¿Por qué?

Imagen Doña Rogelia

—Por si cae alguno. Pagar, lo que se dice pagar, solo quiero pagar la hipoteca.

Imagen Mari Carmen

—¿Y cómo va pagar el préstamo?

Imagen Doña Rogelia

—Con otro préstamo.

Imagen Mari Carmen

—Pues también tendrá que pagarlo.

Imagen Doña Rogelia

—No importa, ya pediré otro.

Imagen Mari Carmen

—¿Y así hasta cuándo?

Imagen Doña Rogelia

—Hasta que me cojan.

Imagen Mari Carmen

—¿Y cuando la cojan, qué?

Imagen Doña Rogelia

—Primero que me encuentren...

Imagen Mari Carmen

—¿Y si la encuentran, qué va a hacer usted?

Imagen Doña Rogelia

—Recurrir a mi solvencia.

Imagen Mari Carmen

—¿Usted tiene solvencia?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. Soy íntima amiga de Solbes.

Imagen Mari Carmen

—Pero Solbes ahora no puede hacer demasiado, me parece a mí...

Imagen Doña Rogelia

—Ni antes tampoco.

Imagen Mari Carmen

—Entonces, ¿qué va a hacer?

Imagen Doña Rogelia

—Suspensión de deudas.

Imagen Mari Carmen

—Querrá usted decir suspensión de pagos...

Imagen Doña Rogelia

—No señora. Yo lo que quiero es que me suspendan las deudas, no los pagos. Pagarme, lo que se dice pagarme, que me sigan pagando.

Imagen Mari Carmen

—Eso no existe, solo existe la suspensión de pagos.

Imagen Doña Rogelia

—Me da igual.

Imagen Mari Carmen

—¿Pero usted tiene pagos?

Imagen Doña Rogelia

—¡¡Pos claro!! ¡Tos los créditos que he pedido a los bancos!

Imagen Mari Carmen

—¡Pero eso no se puede hacer!

Imagen Doña Rogelia

—Sí que se puede, lo hacen todos los días. ¡Qué poco sabe de macroeconomía! Se parece usted a De Guindos, que parece que se haya caído del ídem...

Imagen Mari Carmen

—Ya, y si De Guindos está en el guindo, ¿dónde está Montoro?

Imagen Doña Rogelia

—En Las Ventas, esperando a San Isidro.

Imagen Mari Carmen

—¡Qué bobadas dice usted! Suspensión de pagos...

Imagen Doña Rogelia

—Y luego, estos señores que hacen eso, después de suspender los pagos —los suyos claro— dan una fiesta y hacen una fogata con las letras, los cheques y los pagarés que ya no valen para nada...

Imagen Mari Carmen

—¿¡Qué!?

Imagen Doña Rogelia

—...y luego hacen una barbacoa y terminan con un concurso: el que más deudas haya quemao en la hoguera, se come el chorizo más gordo, que por lo general suele ser el presidente de la empresa.

Imagen Mari Carmen

—Pero...

Imagen Doña Rogelia

—Hace unos años se lo dieron a Mario Conde y este año creo que está de los primeros pal premio. O sea, que está nominado otra vez.

Imagen Mari Carmen

—Ya... ¿Y los acreedores?

Imagen Doña Rogelia

—Esos no están invitados.

Imagen Mari Carmen

—¿Y entonces quiénes van?

Imagen Doña Rogelia

—Los empresarios y los abogaos.

Imagen Mari Carmen

—Pues mira qué bien... ¿y quién más?

Imagen Doña Rogelia

—Y el Ignacio Urdangarín. Iñaki, pa los amigos. Pero últimamente cada vez más gente le llama Ignacio...

Imagen Mari Carmen

—¿Está invitado?

Imagen Doña Rogelia

—No, señora. Él va a trabajar y cobrando, no pierde el tiempo en bobadas.

Imagen Mari Carmen

—¿Y qué clase de trabajo hace?

Imagen Doña Rogelia

—¿Cómo dice?

Imagen Mari Carmen

—¿Por qué trabajo va a cobrar? ¿Qué va a hacer?

Imagen Doña Rogelia

—Ir.

Imagen Mari Carmen

—Ya, ¿y qué más?

Imagen Doña Rogelia

—¡Na más! ¿Qué quiere usted que haga?

Imagen Mari Carmen

—Bueno, dejémoslo... ¿Quiénes más van?

Imagen Doña Rogelia

—Los dueños de algunas agencias de viajes.

Imagen Mari Carmen

—No la entiendo, ¿qué pintan allí las agencias de viaje?

Imagen Doña Rogelia

—¿Cómo que qué pintan? ¡Esos son los que les han sacado los billetes para el crucero que van a hacer tos los presidentes a las Islas Chuchis!

Imagen Mari Carmen

—Si la culpa la tengo yo...

Imagen Doña Rogelia

—No, señora. Usted no ha hecho suspensión de pagos, ¿o es que no me va a pagar la nómina este mes?

Imagen Mari Carmen

—¡Digo que la culpa la tengo yo, por escucharla!

Imagen Doña Rogelia

—¡Pues escuche y conteste, recojona! ¡Le he preguntado si me va a pagar la nómina este mes!

Imagen Mari Carmen

—Usted no tiene nómina.

Imagen Doña Rogelia

—¿Ah, no? ¿Me está pagando en negro? ¡A que la denuncio!

Imagen Mari Carmen

—¡Que usted está jubilada!

Imagen Doña Rogelia

—¡Y usted también!

Imagen Mari Carmen

—Yo estoy en activo.

Imagen Doña Rogelia

—Ya, y yo en pasivo.

Imagen Mari Carmen

—¡Que usted tiene una pensión!

Imagen Doña Rogelia

—¡Claro, servidora una pensión! ¡Y usted un hotel de cinco estrellas! ¡No te jode!

Imagen Mari Carmen

—No diga más tonterías, por favor.

Imagen Doña Rogelia

—¡Y usted no las haga!

Imagen Mari Carmen

—Mejor vamos a dejarlo...

Imagen Doña Rogelia

—Me parece que me voy a hacer autónoma.

Imagen Mari Carmen

—¿Sí?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, autónoma.

Imagen Mari Carmen

—¿Y eso por qué?

Imagen Doña Rogelia

—Porque no quiero que me meta más la mano por la espalda pa hacerme hablar.

Imagen Mari Carmen

—¿Y por eso quiere ser autónoma?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, prefiero ser autónoma que autómata.

Imagen Mari Carmen

—Pues si tanto lo desea, le doy el finiquito...

Imagen Doña Rogelia

—¿Qué coña es eso de «fini-tequito» ?

Imagen Mari Carmen

—Yo no le voy a quitar nada...

Imagen Doña Rogelia

—De eso, estoy segura.

Imagen Mari Carmen

—¿Y por qué está tan segura?

Imagen Doña Rogelia

—¡Porque no tengo na! ¡Así que no sé qué coña me va a quitar!

Imagen Mari Carmen

—Creí que usted confiaba en mí...

Imagen Doña Rogelia

—Y confío en usté...

Imagen Mari Carmen

—Gracias, doña Rogelia.

Imagen Doña Rogelia

—... yo confío en usté lo mismo que los bancos confían en mí, por eso no les firmo na si no es en presencia de un notario y de mi abogado.

Imagen Mari Carmen

—Mujer, tampoco es eso...

Imagen Doña Rogelia

—¡Sasto! ¡Tampoco es eso! Te crees que has firmao un plazo fijo, y fijo que te encasquetan las «preferidas». Y luego, si te he visto no me acuerdo.

Imagen Mari Carmen

—No se preocupe, doña Rogelia. Yo iré con usted, nunca la dejaré sola, siempre estaremos juntas.

Imagen Doña Rogelia

—¿Juntas para todo?

Imagen Mari Carmen

—Para todo. Adónde vaya usted iré yo, y adónde vaya yo, irá usted.

Imagen Doña Rogelia

—¡Pues mire, casi me alegro!

Imagen Mari Carmen

—Y yo, doña Rogelia, seguiremos juntas.

Imagen Doña Rogelia

—Así que... ¿dónde vaya yo, irá usted?

Imagen Mari Carmen

—Por supuesto.

Imagen Doña Rogelia

—Entonces, vámonos.

Imagen Mari Carmen

—¿Adónde?

Imagen Doña Rogelia

—A los otros bancos, que aún me quedan cinco pa seguir pidiendo...

Imagen Mari Carmen

—¡Doña Rogelia!

Imagen Doña Rogelia

—... y como usted tiene muy buena fama, seguro que los liamos.

Imagen Mari Carmen

—¡Pero bueno! ¡Que yo no quiero liar a nadie!

Imagen Doña Rogelia

—¡Pero yo sí! ¡Vamos, que nos cierran!

Imagen Mari Carmen

—¡Pero si aún no han abierto!

Imagen Doña Rogelia

—¡Por eso! ¡A ver si abren, nos ven y vuelven a cerrar!

Imagen Mari Carmen

—Pero doña Rogelia, ¡yo no me presto a eso!

Imagen Doña Rogelia

—¡No! ¡Si no hace falta que usted me preste na! ¡Ya me prestarán los bancos!

Como ya eran las tres de la tarde, convencí a doña Rogelia para echar una siestecita y dejar sus visitas a los bancos para otro día. Se quedó dormida en su mecedora. La Torbellina se acurrucó en su regazo con la cabeza debajo de su ala, de forma que solo quedaba a la vista la cresta. Las miré embelesada un buen rato, me hubiera gustado hacerles una foto y eternizar esa imagen tan tierna e irrepetible.

DOÑA ROGELIA Y LOS IDIOMAS

A la mañana siguiente empecé la nueva jornada con un baño. No teníamos agua corriente, debíamos sacarla del pozo y bombear. Ya sabéis: el cubo, la cuerda, la garrucha... un follón, pero había que ducharse. Doña Rogelia me contaba que ella solo se lavaba los pies, las manos y «la flor», que así me dijo que llamaba su Ildefonso —que en paz descanse— a su... bueno, a eso. Incluso en verano lo hacía completamente vestida, con refajo y pololos incluidos, pero eso es otra historia... El jabón lo habíamos hecho nosotras mismas con el aceite que sobraba de cocinar, mezclado con sosa. Las medidas anticrisis eran las medidas anticrisis... Lo cogí y me dispuse al sacrificio. ¡Dios mío! ¡Qué fría estaba el agua! Pero me duché. A pesar de todo, la verdad es que me dejó como nueva. Volví a vestirme y fui en busca de mi amiga a la casa.

Cuando entré en la cocina, quedé paralizada por una imagen sorprendente. ¡Doña Rogelia estaba leyendo! ¡¡Leyendo!! Ni le di los buenos días, me quedé en el umbral de la puerta muy quietecita para que no advirtiera mi presencia. Mascullaba entre dientes, despacio, y me pareció entender que deletreaba algo. Finalmente me decidí a hablar.

Imagen Mari Carmen

—¿Qué hace, doña Rogelia?

Imagen Rodolfo

—Leyendo, hermosa, leyendo.

Imagen Mari Carmen

—Déjeme ver... ¡Anda! ¡Si es el Financial Times! ¿Pero usted habla inglés?

Imagen Doña Rogelia

—No.

Imagen Mari Carmen

—¿Entonces, qué hace con ese periódico?

Imagen Doña Rogelia

—He dicho que no lo hablo, no que no lo lea...

Imagen Mari Carmen

—Pues eso es bien raro...

Imagen Doña Rogelia

—De raro nada. Hay mucha gente que habla pero no lee. ¿Qué digo mucha? ¡¡Muchisma!! Gente que hablar, habla «que te defecas» —con perdón, incluso servidora mismamente, hace un rato...—, pero escribir lo hace regular. Por eso yo estoy yendo a clases para mayores y estoy aprendiendo castellano, catalán, euskera y el inglés.

Imagen Mari Carmen

—Pues vaya lío que tendrá usted...

Imagen Doña Rogelia

—No se crea, lo que más me cuesta es el alemán y el chino.

Imagen Mari Carmen

—¿Qué me dice? ¿Que también está usted aprendiendo alemán y chino?

Imagen Doña Rogelia

—¡Anda esta! ¡Pos claro! ¡Los idiomas son la llave para triunfar en el mundo mundial!

Imagen Mari Carmen

—Vayamos por partes, que estudie usted español...

Imagen Doña Rogelia

—Castellano, si no le importa.

Imagen Mari Carmen

—Bueno, da igual.

Imagen Doña Rogelia

—No, no da igual. «De casta te vendrá lo de Castilla... ¡Qué morada es Castilla, que morada de Dios, y qué amarilla!» ...

Imagen Mari Carmen

—¿Qué dice, doña Rogelia?

Imagen Doña Rogelia

—No lo digo yo, lo dice Miguel Hernández, poeta y hombre de bien.

Imagen Mari Carmen

—Me deja usted... No sé...

Imagen Doña Rogelia

—No señora, yo no la dejo. Se lo prometí a su madre, que en gloria esté. Que estaría siempre a su lado, cuidándola y vigilándola, pa que no se volviera a casar otra vez con el mismo y con ninguno que se le pareciera.

Imagen Mari Carmen

—¿Y puede decirme para qué quiere usted hablar catalán?

Imagen Doña Rogelia

—Buena pregunta...

Imagen Mari Carmen

—Pues contéstela.

Imagen Doña Rogelia

—¿En catalán o en castellano?

Imagen Mari Carmen

—Es igual.

Imagen Doña Rogelia

—Sí, casi todo es igual. Por ejemplo, ¿sabe usted cómo se dice butifarra en catalán?

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo?

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos butifarra!

Imagen Mari Carmen

—Ya lo sabía.

Imagen Doña Rogelia

—Usted y cualquiera. Y buenas noches, bona nit; adiós, adeu; te quiero, te estimo; no jodas, no fotis; una moza y un soldao, una noya i un soltat...

Imagen Mari Carmen

—Vale, vale... Y ¿el euskera?

Imagen Doña Rogelia

—Ese es más enrevesao, pero ahí estoy. Lo que más me interesa es que si voy a San Sebastián y voy a comer, si pido kokotxas, que no me den gato por liebre.

Imagen Mari Carmen

—El País Vasco es maravilloso. Y Cataluña también.

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. Y Orejilla del Sordete, ni le cuento... Primero fuimos reino, luego condado, después pueblo y ahora aldea.

Imagen Mari Carmen

—Tendrán mucha historia entonces...

Imagen Doña Rogelia

—Sí que la tenemos. En el siglo XII, Godofredo V impuso la ley aquella del derecho de pernada...

Imagen Mari Carmen

—Esa ley era una barbaridad.

Imagen Doña Rogelia

—... y muchas mozas se opusieron.

Imagen Mari Carmen

—Pues hicieron muy bien en oponerse.

Imagen Doña Rogelia

—No, ¡se opusieron cuando la quitaron!

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo dice?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. Se opusieron porque el tal Godofredo medía uno noventa, era rubio, hacía pesas con las bolas esas que tenían pinchos y que se usaban pa arrearse en las guerras, contaba chistes muy buenos y era mu simpático...

Imagen Mari Carmen

—Pero eso no justificaba que...

Imagen Doña Rogelia

—... y les hacía regalos: camafeos y camaguapos de oro con su retrato.

Imagen Mari Carmen

—¿¿Camaguapos??

Imagen Doña Rogelia

—Sí, mujer. La propia palabra lo dice: cama, de cama, y guapo, de guapo. Es que parece ser que era mu guapo, el jodío... Sin mejorar lo presente y aunque me esté mal el decirlo.

Imagen Mari Carmen

—¿Y los camafeos? ¿También llevaban retratos?

Imagen Doña Rogelia

—Claro, los novios cama-feos también se arretrataban. Y no tenían comparación, esos eran más grandes que los de Godofredo.

Imagen Mari Carmen

—¿Por qué?

Imagen Doña Rogelia

—Porque a los novios no les cabía la ceja en uno normal.

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que no les cabía la ceja? Querrá decir las cejas...

Imagen Doña Rogelia

—No, es que solo tenían una. Que de recias, espesas y crespás que eran se les juntaban a tos en una en el entrecejo.

Imagen Mari Carmen

—¡Pero eran doncellas vírgenes! ¡Pobrecillas! Forzadas antes de casarse...

Imagen Doña Rogelia

—Bueno, forzadas tampoco... Se hacían las remolonas, pero poco. Y vírgenes, lo que se dice vírgenes, no había muchas en aquella época. Como en esta, vamos...

Imagen Mari Carmen

—Fíjese que yo pensaba que las mozas de su pueblo serían muy recatadas...

Imagen Doña Rogelia

—¡Ya lo creo que lo son! ¡Las catan y las recatan tos los mozos del pueblo!

Imagen Mari Carmen

—¡¡Ja!! ¡¡Ja!! ¡¡Ja!! ¡Me encanta su pueblo!

Imagen Doña Rogelia

—Pues me alegro, hija mía, me alegro.

Imagen Mari Carmen

—Y volviendo al tema de los idiomas, ¿para qué le sirve el chino?

Imagen Doña Rogelia

—Pa comprar.

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que para comprar?

Imagen Doña Rogelia

—¿Usted no ha ido nunca a comprar a una tienda de chinos a las tres de la mañana?

Imagen Mari Carmen

—Pues sí, alguna vez.

Imagen Doña Rogelia

—¿Y no le ha pasao que haya pedido pan y le han dado detergente?

Imagen Mari Carmen

—¡Je! ¡Je! Sí, la verdad es que los chinos son muy trabajadores, pero casi no hablan español...

Imagen Doña Rogelia

—Pos por eso estoy aprendiendo, pa que si pido huevos, no me den lejía.

Imagen Mari Carmen

—Muy inteligente, sí señora. ¿Y el alemán?

Imagen Doña Rogelia

—Ese solo lo quiero pa decirle a la Merkel bien clarito: «¡La madre que te parió!»

Imagen Mari Carmen

—Bueno, tampoco se pase, que de alguna forma dependemos de ella.

Imagen Doña Rogelia

—¿De quién?

Imagen Mari Carmen

—De Merkel, de Alemania.

Imagen Doña Rogelia

—No se pase usted tampoco, que si no nos dan perras van a tener que comerse las neveras, pero vacías. Y los coches los van a vender en la feria de Orejilla como coches de choque.

Imagen Mari Carmen

—Vaya, vaya... Parece que se está poniendo al día en economía internacional...

Imagen Doña Rogelia

—¡Nos ha jodío! ¡A ver si no! ¿O por qué cree usted que estoy leyendo el Financial Times?

Imagen Mari Carmen

—¿Por qué?

Imagen Doña Rogelia

—Porque quiero saber dónde invertir mis cuartos y buscar la afoto de esa sinvergüenza, la tal Prima de Riesgo. Que no da la cara, oiga. Ni ella ni su primo, el tal Riesgo, que no sé quien cojona es, pero menuda pieza debe ser.

Imagen Mari Carmen

—Pues no sabía yo que estaba usted tan puesta.

Imagen Doña Rogelia

—¡Y más que me voy a poner!

Imagen Mari Carmen

—¡Pero usted no tiene ni idea de lo que es invertir!

Imagen Doña Rogelia

—Usted hágame caso, que los ahorrillos que tenemos los voy a meter en la bolsa.

Imagen Mari Carmen

—¡¿Cómo?!

Imagen Doña Rogelia

—¡En la bolsa! ¡Lo saco del calcetín y lo meto en la bolsa!

Me quede en shock, pero ella siguió a lo suyo, escribiendo con un lápiz sobre un papel de estraza manchado de aceite, el mismo que hacía unos días había servido para envolver los chorizos que trajo como regalo de la casa un vecino. Doña Rogelia nunca dejará de sorprenderme.

Imagen 02

LA BOLSA O LA VIDA

Estuve toda la mañana dándole vueltas a lo que me había dicho doña Rogelia. ¿Qué pensaría hacer con el dinero que llevaba guardando tantos años? Hasta la fecha no habíamos echado mano siquiera a un céntimo de sus ahorros. Eso, como dijo doña Rogelia, era sagrado y no se podía tocar salvo en situaciones límite. Pero ahora podíamos perderlo todo si se le ocurría invertir equivocadamente... ¿Invertir? ¿Doña Rogelia? ¡Madre mía!

Después de un buen rato de paseo por el pueblo, volví a la casa y me encontré a doña Rogelia en la cocina-comedor-cuarto de estar, y ahora también, sala de reuniones financieras. Estaba dormida encima de la mesa y abrazada a su cerdito, ya vacío. Supongo que debía de estar tan preocupada como yo y cayó derrotada por el sueño.

Imagen Mari Carmen

—¡Buenas tardes, doña Rogelia! Ya veo que se ha quedado traspuestilla...

Imagen Doña Rogelia

—¡No, qué va! Solo estaba descansando la vista...

Imagen Mari Carmen

—¿Descansando la vista? ¡Sí, pero completamente derrumbada y roncando encima de la mesa! ¡¡Ja!! ¡¡Ja!! ¡¡Ja!!

Imagen Doña Rogelia

—¿Quién? ¿Servidora?

Imagen Mari Carmen

—No, mi prima la de Cuenca...

Imagen Doña Rogelia

—Su prima la de Cuenca que yo conozco, la Conchi, no duerme de noche, pero de día...

Imagen Mari Carmen

—¿Qué pasa de día con mi prima la de Cuenca?

Imagen Doña Rogelia

—Pos que se echa una siestas como Camilo José Cela: de pijama, orinal y padrenuestro...

Imagen Mari Carmen

—Sea como sea, usted estaba durmiendo...

Imagen Doña Rogelia

—Pues se equivoca usted de medio a medio. Estaba echada en la mesa porque en este periódico, en la sección de la Bolsa, la letra es enana y no veo bien a cómo están cotizando las acciones...

Imagen Mari Carmen

—¡Pues ni que invirtiera usted en fondos internacionales!

Imagen Doña Rogelia

—¿Y usted qué sabe dónde invierto yo?

Imagen Mari Carmen

—¿Usted? A ver, sorpréndame. ¿Dónde?

Imagen Doña Rogelia

—¡En la Bolsa americana! ¡En el Don Cojons!

Imagen Mari Carmen

—Será el Dow Jones...

Imagen Doña Rogelia

—¡Y en la otra! ¡En la Na-dan!

Imagen Mari Carmen

—¡¿Qué?!

Imagen Doña Rogelia

—¡Na-dan! ¡Que no dan na! ¡No dan, no señora! ¡Pero na de na!

Imagen Mari Carmen

—¡Nasdaq!

Imagen Doña Rogelia

—¡Nas-de nas nos dan!

Imagen Mari Carmen

(Con ironía).¿Y en España? ¿También invierte?

Imagen Doña Rogelia

—También, pero menos. Invierto en el Ni-Vex 35, pero si no vemos una, como pa ver treinta y cinco... Que está el parquete con mucha cera y te puedes resbalar...

Imagen Mari Carmen

—Veo que lo tiene usted todo muy estudiado.

Imagen Doña Rogelia

—Digo yo que cuando se publique este libro ya nos habrán rescatao. Vamos, que a lo mejor ya nos han mandao a El Zorro, a Antonio Banderas montao a caballo... Porque ya llevan rescatándonos un añito largo... Se ve que Rajoy se lo está tomando con calma, será porque es gallego...

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—¡Qué tendrá que ver que sea gallego!

Imagen Doña Rogelia

—¡Mucho! Que los de la Troika esa no saben aún si va o viene, que un día pedía el rescate y luego se escondía, y cuando iban a rescatarle, no lo encontraban. ¡Que le gusta despistar al hombre!

Imagen Mari Carmen

—Qué tonterías dice usted...

Imagen Doña Rogelia

—Y cuando lo encontraban tenían que volver a contar...

Imagen Mari Carmen

—¿A contar? ¿La deuda?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, y volvían a taparse los ojos y a cantar lo de «Ronda, ronda, el que no se haya escondido que se esconda. Y el que no, que corra. Uno, dos y tres...».

Imagen Mari Carmen

—Me parece que me estoy mareando...

Imagen Doña Rogelia

—¿Ha dicho usted que se está meando o que ya está pensando en ir merendando?

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—Creo que lo mejor va a ser que yo también me eche un rato...

Imagen Doña Rogelia

—¡Ah! ¡Leche! ¡Así que quería usté merendar! ¡Pues dígalo, mujer! En la fresquera tiene un cazo con leche bien fresquita. Que no es que me la haya regalao la Remigia, no. Es que como tiene las ubres a explotar porque ni le hago negocio y ni la ordeño, la leche le chorrea sola y yo aprovecho para dejar un cazo debajo de las tetillas, que siempre cae algo.

Estaba visto que iba a resultar imposible mantener una conversación coherente con ella, así que opté por seguirla el juego y tomar el dichoso vaso de leche para que, al menos, zanjase la cuestión. A fin de cuentas, una no tiene ocasión de tomar una leche tan fresca todos los días...

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—¿Hay algo para mojar, doña Rogelia?

Imagen Doña Rogelia

—Yo tengo el refajo de primavera-verano en remojo. Si quiere mojar su muda también, métala con la mía. Está en el barreño, fuera, en el zaguán. Así se quedan las dos en remojo y aluego las restregamos en la tabla de madera pa que se sequen al sol.

Me di por vencida. Me concentré en saborear la leche despacito. Realmente estaba riquísima y permanecí en silencio, disfrutándola. Pero el momento de paz apenas duró unos segundos... Mi amiga volvió al ataque:

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—Por cierto, si quiere comer algo, he hecho rosquillas de anís en la sartén. Tenemos una planta en el huerto y da unos anises buenismos. ¡Coja, coja alguna! Verá que ricas están.

Como si sus palabras hubieran tocado un resorte secreto dentro de mi cabeza o mi estómago, no sé...di un respingo y fui derecha hacia la cestita de mimbre que estaba en la mesa, tapada con un pañito de ganchillo. Cogí tres rosquillas.

Imagen Doña Rogelia

—¡No sea glotona, coña! ¡Coja dos! ¡Que tenemos que apañarnos con las que quedan toda la semana!

Imagen Mari Carmen

—¿Pues cuántas ha cogido usted?

Imagen Doña Rogelia

—Ninguna.

Imagen Mari Carmen

—¿Ninguna?

Imagen Doña Rogelia

—Ninguna ahora... Pero cuando las estaba friendo me se fue la mano y me comí seis. Por eso le digo que tenemos que apañarnos con las que quedan.

Mientras mordisqueaba una de las rosquillas, me atreví a retomar el tema del dinero.

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—Perdone, doña Rogelia, si me he puesto algo nerviosa antes, pero es que no duermo pensando que podamos hacer alguna inversión desafortunada.

Imagen Doña Rogelia

—Tranquila, que servidora no está dispuesta a perder un euro. Ya he pensado una solución por si las cosas van a peor y nos quedamos sin na.

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—¿Ah, sí? ¿Y qué ha pensado?

Imagen Doña Rogelia

—Me voy a hacer pirata.

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—¿¡Cómo!?

Imagen Doña Rogelia

—¡Como sea! ¡Si hace falta me saco un ojo y me pongo un parche!

Imagen Mari Carmen

—¿Pero se ha vuelto usted loca?

Imagen Doña Rogelia

—Porque... a todo esto, ¿usté no podría darme ese préstamo?

Imagen Mari Carmen

—¿Yo? ¿De cuánto?

Imagen Doña Rogelia

—De lo que buenamente pueda. Unos cien mil eurillos, mil arriba, mil abajo... Mejor arriba que abajo, así no me tengo que agachar...

Imagen Mari Carmen

—Ya...

Imagen Doña Rogelia

—... por la cosa de la espalda, ¿sabe usted?

Imagen Mari Carmen

—¿Qué le pasa en la espalda?

Imagen Doña Rogelia

(Levantándose de la silla de un salto). ¿Por qué? ¿Me ha visto algo? ¿Me ha salío una chepa? ¿Tengo algún bicho? ¡¡Coña!! ¡Quítemelo! ¡Deme un manotazo en la espalda, mecagüenlaleche! ¡Pero quítemelo!

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—¡Que no tiene nada!

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora, eso es. Por eso, porque no tengo nada, le digo que me dé un préstamo, mejorando lo presente y si no es mucho pedir. Y si es mucho, me apaño con la mitad.

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—¿Y cómo va a responderme?

Imagen Doña Rogelia

—Depende...

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—¿De qué?

Imagen Doña Rogelia

—De lo que me pregunte.

Imagen Doña Rogelia

—Quiero decir que si tiene bienes.

Imagen Doña Rogelia

—¿Adónde?

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que adónde?

Imagen Doña Rogelia

—¿No me acaba de decir que si vienes?

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—Sí, pero...

Imagen Doña Rogelia

—¡¿Y por qué cojona me pregunta usté adónde?! ¡¡Usté sabrá adónde va y adónde quiere llevarme!!

Imagen Mari Carmen

—¡Yo no la quiero llevar a ningún sitio!

Imagen Doña Rogelia

—¡Pues por lo menos podía llevarme al cine!

Imagen Mari Carmen

—¿Ha dicho al cine?

Imagen Doña Rogelia

—¡Sí, al cine! ¡Que la última vez que me llevó era mudo y en blanco y negro, y ahora es en colorines y en 3D!

Imagen Mari Carmen

—Desde luego, no sé qué va a pensar de mí cualquiera que la oiga... ¡Van a creer que solo me interesa el dinero!

Imagen Doña Rogelia

—¡Pos claro que sí! ¡Parece que trabaja usted en Hacienda!

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—No se pase, que ya sabe que Hacienda somos todos.

Imagen Doña Rogelia

—¡Eso! Menos Julián Muñoz, la Pantoja, la Zaldívar y la madre que los parió a tos. Y digo a tos porque hay más... ¡No me tire de la lengua, no me tire de la lengua!

Imagen Mari Carmen

—Pues si no fuera por los que pagamos impuestos, usted no tendría una pensión.

Imagen Doña Rogelia

—¡Y si no fuera por la mierda que me dan por mi pensión, usted no iría a hoteles de cinco estrellas, ¡cacho rácana!

Imagen Mari Carmen

—¡Pero qué quejica es! Con la buena pensión que tiene...

Imagen Doña Rogelia

—Pues más que una pensión parece la Posada del Peine...

Imagen Mari Carmen

—¿A estas alturas nos vamos a enfadar?

Imagen Doña Rogelia

—¡Mecagüenlaleche! ¿A qué alturas ni a qué bajuras? ¿Me va a dar la pasta o no?

Imagen Mari Carmen

—¡Usted no se anda por las ramas!

Imagen Doña Rogelia

—No señora, servidora no se anda por las ramas. Mayormente por si me escoño, con perdón, y porque no soy un mono. ¿Me va a dar el préstamo, aunque sea la mitad?

Imagen Mari Carmen

—¿Pero cuánto necesita?

Imagen Doña Rogelia

—Cincuenta mil.

Imagen Mari Carmen

—Doña Rogelia, eso es mucho dinero.

Imagen Doña Rogelia

—En libras esterlinas, sí.

Imagen Mari Carmen

—¡Y en euros también!

Imagen Doña Rogelia

—¿Veinticinco mil? ¿Ni pa ti, ni pa mí?

Imagen Mari Carmen

—Sigue siendo mucho...

Imagen Doña Rogelia

—¿Hacen veinte mil y no se hable más?

Imagen Mari Carmen

—Que no, no insista...

Imagen Doña Rogelia

—¿Y mil eurillos de na? ¿Eh?

Imagen Mari Carmen

—¡Pero bueno! ¡Qué pesadita está usted! ¡Que le he dicho que no! ¿Está usted sorda o qué?

Imagen Doña Rogelia

—¿Mande?

Imagen Mari Carmen

—¡¡¡Que si está usted sorda!!!

Imagen Doña Rogelia

—¡Cojona! ¡Pos claro! ¿O es que no lo sabe usted? ¿Cien euretes de na? Por el amor de Dios, que Él se los pagará, que yo no tengo nada suelto...

Imagen Mari Carmen

—¿Cómo que no tiene nada suelto?

Imagen Doña Rogelia

—No señora, yo lo único que tengo suelto es el vientre... ¿Me da los cien euros o qué?

Imagen Mari Carmen

—No insista, por favor.

Imagen Doña Rogelia

—Desde luego... ¡Qué tía más roñosa y rasposa es usted! Cómo será de agarrada que cuando coge un euro lo aprieta tanto y cierra tan fuerte el puño que don Juan Carlos tiene que sacar la cabeza asfixiadico por entre los dedos, la criatura...

Imagen Mari Carmen

(Retirándome a mi cuarto). Ahora sí que necesito echarme un rato, esta conversación me ha agotado.

Imagen Doña Rogelia

(Insistiendo machacona). ¿Y cincuenta? ¿Me podría dejar cincuenta? (Rezongando entre dientes). Mañana te va a poner el desayuno don Quijote de la Marcha, que en toda su marcha y en sus andanzas no vio un mendrugo de pan... en to el libro. Con to lo que estoy haciendo yo por usté... ¡Desagradecida! ¡Avariciosa! ¡Que no me da ná! Hay que joderse... O mejor... ¡Que se joda! Como diría la Andrea Fabra... ¡Qué venga ella mañana a ponerle el desayuno!

La verdad es que la pobre tenía razón. Estuve dándole vueltas al tema y concluí que tenía que hacer algo por ella. Decidí sorprenderla de la mejor manera que se me ocurrió. Ella misma me había dado la pista...

UNA SORPRENDENTE SORPRESA

Madrugué y preparé el desayuno yo. En la alacena encontré huevos, tocino salado y el lomo de la orza, que preparé en tajaditas. Freí los huevos e hice el café que teníamos reservado para las ocasiones. Para rematar el momento puse en la mesa un jarroncillo con flores silvestres que cogí de los alrededores de la casa, encendí la chimenea y busqué en la radio música clásica. Chopin, creo que era. Por último, me quité mi reloj de oro, lo único que me quedaba de valor, y se lo puse encima de su servilleta. No tenía nada más, hacía tiempo que no disponía de dinero...

Imagen Mari Carmen

—¡Buenos días, doña Rogelia! ¡Levántese, que ya son las ocho! ¡El desayuno está esperándonos!

Imagen Doña Rogelia

(Apareciendo rauda, con su gorro de dormir y su camisón hasta los pies). ¡Coña! ¿Le ha dado a usted un aire? ¿Qué celebramos? ¿Ha dimitido el ministro de economía? ¿Le ha dado un yuyu a la Merkel?

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(Dándole un beso). Celebramos que nos queremos, que somos amigas, que estamos vivas, que nos reímos mucho y que debemos y queremos compartir lo que tenemos. ¡Que aproveche, mi querida doña Rogelia!

Imagen Doña Rogelia

(Desdoblando su servilleta descubre el reloj). Pero, ¿qué hace aquí su reloj? ¡Si esto es verdad, son más de las ocho! ¡Tome, tome! Póngaselo otra vez, que el mío no falla.

Se levantó como un rayo y volvió al instante con un reloj de arena que plantó de un golpe en la mesa.

Imagen Mari Carmen

—No, no me lo dé. Es para usted, se lo regalo. No me lo devuelva, por favor.

Imagen Doña Rogelia

—Gracias, hermosa. Mu agradecía, pero no lo necesito. Yo siempre sé la hora que es.

Imagen Mari Carmen

—Pero yo quiero regalárselo...

Imagen Doña Rogelia

—No, gracias. Ya le he dicho que yo siempre sé la hora; por mi reloj de arena o por mi reloj de sol que está en la fachada, aunque ese no va tan bien...

Imagen Mari Carmen

—¿No?

Imagen Doña Rogelia

—No, debe ser porque pa que no se estropease con la lluvia le puse encima un tejadillo y, claro, el sol solo le da de vez en cuando... Venga, póngase su reloj que usted lo necesita más que yo.

Me lo volví a poner, no sin cierta alegría por recuperarlo, emoción que ella percibió...

Imagen Mari Carmen

—Pero que sepa que si lo quiere, suyo es. Yo tampoco lo necesito tanto...

Imagen Doña Rogelia

—Sí que lo necesita... ¡Para llegar siempre tarde a tos los sitios! ¡No se hable más!

Y no hablamos más. Desayunamos mientras, entre bocado y bocado, nos intercambiamos alguna sonrisa de complicidad. ¡Qué buena persona es doña Rogelia y qué privilegio ser su amiga!

Imagen Mari Carmen

—¡Venga, pues comencemos el día! ¿Qué plan tenemos para hoy, doña Rogelia?

Imagen Doña Rogelia

—Vamos a vestirnos, nos vamos.

Imagen Mari Carmen

—Vale, ¿pero adónde?

Imagen Doña Rogelia

—Se lo explico de camino, es una sorpresa.

Salimos las dos del bracete, la mar de contentas y dispuestas, y empezamos a andar. Al llegar a la plaza del pueblo vi una cola de gente esperando para entrar en un local, era el ambulatorio. Doña Rogelia me dijo que nos pusiéramos a esperar nuestro turno... Yo no entendía nada...

Imagen Mari Carmen

—Doña Rogelia, ¿qué estamos haciendo aquí? Si le duele algo, dígamelo. ¿Venimos al médico?

Imagen Doña Rogelia

—Bueno, vengo yo. Pero si le duele a usted algo, aproveche y dígaselo al doctor pa ahorrarnos el copago ese que se han inventao estos, a ver si así en vez de dos euros pagamos solo uno...

Imagen Mari Carmen

—Es que a mí no me duele nada.

Imagen Doña Rogelia

—Pero a mí sí.

Imagen Mari Carmen

—¿Sí? ¡No me diga! ¿Qué le duele?

Imagen Doña Rogelia

—La basílica biliar.

Imagen Mari Carmen

—¡Cuánto lo siento! Igual tiene piedras...

Imagen Doña Rogelia

—Pos igual, ¡hasta hormigón armao puedo tener!

Imagen Mari Carmen

—Pero ha sido de repente, ¿no? Porque nunca me lo había comentado...

Imagen Doña Rogelia

—No, si hasta ahora no me había molestao, pero claro, esto debe ser de la misma preñez... Que quieras o no, ya voy por el cuarto mes... ¡Cómo pasa el tiempo! ¡Y pensar que hace na era virgen!

Imagen Mari Carmen

—¿¡Que qué!?

Imagen Doña Rogelia

—¡Que la estoy diciendo: que estoy preñá y que ya estoy en el cuarto mes! Pero parece que la criatura es muy grande y me está descolocando la basílica. El altar mayor, los huevarios, las trompas de falopio y los úteros.

Imagen Mari Carmen

—Perdone, pero solo tenemos un útero.

Imagen Doña Rogelia

—¡Eso lo será usted! ¡Servidora es digital! ¿No me ve usted el dedo? ¡Digital!

Imagen Mari Carmen

—Pero... ¿de verdad está usted encinta?

Imagen Doña Rogelia

—¿No le acabo de decir que soy digital? ¡No estoy en cinta! ¡Estoy en DVD!

Imagen Mari Carmen

—Pero... ¿está usted esperando un niño?

Imagen Doña Rogelia

—Pos sí, señora. Aunque me esté mal el decirlo y mejorando lo presente...

Imagen Mari Carmen

—Y disculpe la pregunta, pero ¿quién es el padre?

Imagen Doña Rogelia

—Carrasco.

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—¿Carrasco?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, señora. ¿Usté no ha oído nunca eso de «¡Toma del frasco, Carrasco!»?

Imagen Mari Carmen

—Sí, ¿por qué?

Imagen Doña Rogelia

—Porque el padre de mi criatura es ese.

Imagen Mari Carmen

—¿Carrasco?

Imagen Doña Rogelia

—No, señora. ¡El frasco!

Imagen Mari Carmen

—¿El frasco? ¿Qué frasco? ¡Pero qué me está usted contando, por favor! ¡Que estoy alucinando? ¿De qué habla?

Imagen Doña Rogelia

—¡De mi vientre! ¡Que le estoy sacando provecho como usté a sus vísceras! ¡Que entre las dos vamos a acabar poniendo una casquería!

Imagen Mari Carmen

—¡Sobre todo usted, que mira que casca!

Imagen Doña Rogelia

—Oiga, que servidora también quiere sacar buen provecho...

Imagen Mari Carmen

—¿Buen provecho?

Imagen Doña Rogelia

—Gracias, pero aún no he eructado. De momento no tengo gases, solo ardores.

Imagen Mari Carmen

—Pues menos mal...

Imagen Doña Rogelia

—Cuando los tenga...

Imagen Mari Carmen

—... me avisa.

Imagen Doña Rogelia

—No hará falta, lo notará de primera mano.

Imagen Mari Carmen

—Pero doña Rogelia, ¿por qué se ha quedado usted embarazada a estas alturas?

Imagen Doña Rogelia

—¿Que por qué?

Imagen Mari Carmen

—Sí, ¿por qué? Por favor, dígamelo.

Imagen Doña Rogelia

—¡¡Por seis mil euros!! ¡¡Y si me salen dos me dan doce mil!! Yo no hago más que apretar y apretar pa que no se me caiga. Como cuando no encuentras dónde hacer pis y haces esfuerzos pa que no te se escape ni una gotilla, ¿sabe usté? Pos yo igual. ¡A ver si cuaja!

Imagen Mari Carmen

—¿Y quién le va a dar seis mil euros?

Imagen Doña Rogelia

—Los padres, los que me han alquilao el vientre y a lo mejor me dan doce mil. Y eso que cuando estaba Zapatero daban dos mil más, pero como luego lo quitó y se lo dio a los picapedreros...

Imagen Mari Carmen

—¿A quién?

Imagen Doña Rogelia

—Sastamente no sé quiénes eran, pero se dedicaron a romper las aceras de toda España y a hacer piscinas y polideportivos con to el dinero que les dieron, ¿no se acuerda?

Imagen Mari Carmen

—Sí me acuerdo, sí...

Imagen Doña Rogelia

—Y ahora Rajoy ya no da na a nadie. Es más, creo que va a multar a los que tengan niños, que nacen y se hacen viejos y terminarán por cobrar una pensión y ya no quedan perras pa tos.

Imagen Mari Carmen

—Definitivamente, se ha vuelto usted loca...

Imagen Doña Rogelia

—Es que se paga mu bien, aunque solo paguen los padres putativos.

Imagen Mari Carmen

—¿Y cómo se ha metido usted en esto?

Imagen Doña Rogelia

—¡Un momentito! ¡Que servidora no se ha metido nada en parte alguna de las personas físicas! ¡Que me lo han metido, que no es igual! ¡Cosas de la ciencia!

Imagen Mari Carmen

—¡Es que no salgo de mi asombro! ¿Y cómo se va a llamar?

Imagen Doña Rogelia

—Si es niño, como su padre.

Imagen Mari Carmen

—¿Carrasco?

Imagen Doña Rogelia

—¡Frascuelo!

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—¿Y si es niña?

Imagen Doña Rogelia

—Probeta.

Imagen Mari Carmen

—¡Ya entiendo! ¡¡Así que le han hecho una inseminación artificial!!

Imagen Doña Rogelia

—¡No señora! ¡Yo no me dejaría que me hicieran semejante gorrinería! A servidora le han metío en sus partes —las mías, claro, no las suyas— un perozoide congelao...

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—¿Cómo congelao?

Imagen Doña Rogelia

—¡¡Helao!! Sí, señora. Que no vea qué frío pasé en los entresijos, mayormente llamaos partes bajas... ¡¡Pasmaíta me quedé!! Como le dije a los médicos: ¡Cojona! ¡Ya podían habérmelo metío en los huevarios con bufanda, polainas y calcetines de fútbol!

Imagen Mari Carmen

—Pero doña Rogelia...

Imagen Doña Rogelia

—¡Que casi me da un catarro virginal en la zona bajera!

Imagen Mari Carmen

—En fin, le tendré que seguir la corriente. Desde luego le ha dado un yuyu...

Imagen Doña Rogelia

—Y ahora me tengo que cuidar.

Imagen Mari Carmen

(Con tono apaciguador, para no llevarle la contraria). Claro, claro...

Imagen Doña Rogelia

—Y sobre todo, no constiparme...

Imagen Mari Carmen

—¿No constiparse?

Imagen Doña Rogelia

—Si, no vaya a ser que estornude y me se caiga...

Imagen Mari Carmen

—A mí ya se me han caído...

Imagen Doña Rogelia

—¿Lo cualo? ¿Qué se le han caído?

Imagen Mari Carmen

—¡Los palos del sombrajo se me han caído con lo que me está contando!

Imagen Doña Rogelia

—¡Pero no me diga que no ha sido una sorpresa!

Imagen Mari Carmen

—¡Ya lo creo! Bueno, no se preocupe. Yo la voy a cuidar muchísimo y me encargaré de que no estornude...

Imagen Doña Rogelia

—¿Pero se lo ha creído usted, criatura de Dios?

Doña Rogelia soltó una estruendosa carcajada. Nunca la había visto reírse de ese modo y consiguió que yo también estallara en risas. Dejamos la cola del ambulatorio y volvimos a casa dando un paseo y sin dejar de reírnos.

Imagen Doña Rogelia

(Sofocando una carcajada y haciendo un esfuerzo por poder hablar). ¡Las cosas que me tengo que inventar para hacerla reír y sorprenderla!

Imagen Mari Carmen

—¿Así que esta era la sorpresa?

Imagen Doña Rogelia

—Sí, pero tengo más.

Imagen Mari Carmen

—Pues, si le digo la verdad, no sé si alegrarme o asustarme...

Imagen Doña Rogelia

—Yo que usted me quedaría con las dos cosas por si acaso.

Imagen Mari Carmen

—¿Puede adelantarme algo?

Imagen Doña Rogelia

—La única que puede adelantar algo aquí es usted, que es la que tiene la pasta...

Imagen Mari Carmen

—¡Yo no estoy hablando de dinero! Y además, yo no tengo nada, la que tiene el cerdo es usted...

Imagen Doña Rogelia

—¡Oiga! ¡La recuerdo que servidora es viuda! ¡Y a mucha honra!

Imagen Mari Carmen

—¡Estoy hablando de la hucha!

Imagen Doña Rogelia

—¡Una lucha fue mi matrimonio, sí señora! Pero también vivimos buenos momentos, to hay que decirlo...

Imagen Mari Carmen

—Me alegra oír eso, doña Rogelia. Espero que algún día me cuente alguno de esos buenos momentos.

Imagen Doña Rogelia

—Contaos.

Imagen Mari Carmen

—No, aún no me los ha contado.

Imagen Doña Rogelia

—Que digo que esos momentos fueron contaos...

Imagen Mari Carmen

—Bueno, pero me los contará...

Imagen Doña Rogelia

—¡Uno, dos y tres! ¡Ya están contaos!

Ya estábamos en casa y yo seguía riéndome de la sorpresa de doña Rogelia y de los comentarios sobre su matrimonio. Me prometí a mí misma sonsacarle todo lo que pudiera de esa relación tan surrealista. ¡Aquello sí que debió de ser todo un carrusel de sorpresas!

Imagen Doña Rogelia

—¿Le gustaría comer algo, hermosa?

Imagen Mari Carmen

—Me encantaría, gracias. ¿Qué me va a dar?

Imagen Doña Rogelia

—Yo solo he dicho que si le gustaría comer algo, no que le iba a dar na.

Imagen Mari Carmen

—Nunca dejará de sorprenderme.

Imagen Doña Rogelia

—¿Pos no quería usted sorpresas? ¡Pos aquí las tiene, bonica!

Pero claro que doña Rogelia me dio de comer. Me ofreció unas migas muy ricas, un queso manchego y manzanas. Todo estaba delicioso, pero no podía dejar de pensar que había gente a la que la crisis le había quitado incluso la posibilidad de comer algo tan sencillo... Mi amiga vio pasar el nubarrón de la tristeza por mi rostro y rápidamente volvió a hablar para que no decayeran los ánimos.

Imagen Doña Rogelia

—Que digo yo, que en un momento determinao, lo de la broma de esta mañana podemos ponerla en práctica si estamos mu ahogás por la crisis.

Imagen Mari Carmen

—Muy mal tenemos que estar para que yo le deje someterse a esa cosa...

Imagen Doña Rogelia

—No, si no hablo de mí, hablo de usted.

Imagen Mari Carmen

—¿¡Yo!? ¡¡Ni lo sueñe!!

Imagen Doña Rogelia

—Ya, pero recuerde que ese huevo pide sal...

Imagen Mari Carmen

—¿Y eso qué quiere decir?

Imagen Doña Rogelia

—¡Piense coña, piense!

Y pensé, me quedé un rato en blanco y me aterroricé... ¡Qué fuerte es doña Rogelia!