DOS GUARDIAS CON CHAMARRAS PELUDAS y gorras enormes a juego escoltaron a Galen desde una celda con paredes de piedra hacia una habitación de yeso blanco y techo alto arqueado. Había trozos de albura crujiendo en las fauces de una chimenea grande, y el humo aceitoso que emanaba de ella chocaba contra los candelabros que pendían arriba. Una mujer muy robusta estaba sentada detrás de un escritorio tallado por el desgaste. Traía puesto un uniforme café y un cinturón. Estaba peinada de raya en medio, como libro abierto, el pelo relamido con lo que parecía ser grasa y con dos trenzas idénticas entramadas con estambre de colores y unidas entre sí. Anillos de plata adornaban sus deditos azules y regordetes, y un piercing en la nariz que parecía una gota redonda de sangre. Sus ojos eran negros y brillantes, y se veían aún más brillantes por el montón de moras estimulantes que tenía metidas en el cachete. Lo llamó a sentarse en la silla desvencijada frente a su escritorio.
Galen le mostró las manos con los brazos extendidos.
—¿Segura que no quiere ponerme esposas?
La sonrisa de la mujer reveló que sus dientes enormes estaban manchados de algo oscuro.
—No creo que pueda hacer mucho daño aquí, Doctor Erso —dijo en el idioma local—. A menos que la República le haya implantado una especie de arma secreta.
Galen se sumió en la silla. Todos le estaban aplicando la «ley del hielo» desde hacía dos semanas naturales, aunque le habían permitido a Nurboo una visita breve. Su amigo prometió intentar hacer llegar un mensaje de su parte a Lyra, en donde fuera que la tenían prisionera.
—Usted tiene unas nociones algo… extrañas sobre las funciones de la República. —Hizo un gesto de desdén con las manos—. Es la tragedia de vivir en el Borde Exterior, doctor. —Pausó, luego continuó en el mismo tono—. Soy la Capitana Gruppe. ¿Está usted cómodo, necesita algo?
Galen se frotó la cara con las manos.
—Una navaja de afeitar. Un baño caliente. Una cobija más.
—Me encargaré de que lo reciba. —Se volteó hacia un lado y escupió una especie de flemas negras a un bote en el piso.
—Pensé que en Vallt había leyes contra el arresto arbitrario, capitana.
—Nueva constitución, ¿qué le puedo decir? Podemos hacer lo que queramos, cuando queramos, donde sea, a quien sea —dijo Gruppe bruscamente.
—Estoy seguro de que será terrateniente pudiente más rápido de lo que usted cree.
—Un pequeño beneficio de mi línea de trabajo.
Galen volteó hacia el techo y vio que tenía goteras que manchaban de agua las paredes.
—Debería sellar esas goteras con un poco de permacreto.
—No sabía que además de ser investigador era usted albañil, doctor. —Gruppe giró levemente sobre su silla para seguir la mirada de Galen, que no pudo impedir su ira.
—¿Dónde está Lyra? ¿Eh, capitana? ¿Qué hizo con ella?
—Bien resguardada. Descansando plácidamente. —Sonrió con los labios tensos.
—¿Cuándo puedo verla?
—Eso depende de usted. —Gruppe se reclinó en su silla.
—No me está entendiendo… —Su expresión se endureció.
—Lo entiendo perfectamente, doctor. ¿Cuántos de sus meses faltan para que nazca la criatura?
—Dos, más o menos…, si es que no la han puesto en peligro.
Gruppe hizo un gesto para indicar que no le importaban un bledo sus preocupaciones.
—¿La criatura es suya?
—¡Por supuesto que sí!
—Sólo pregunto porque, según tengo entendido, las mujeres de Coruscant no gestan ni dan a luz a su progenie, contratan a gente para que lo haga por ellas, ¿no es así?
—No en el Coruscant que conozco.
—No son de los que moran en las nubes, entonces…
—Lyra y yo tenemos un departamento pequeño en uno de los campus de la universidad.
—¿En verdad? ¿Un hombre de su condición? —Gruppe consideró la información.
—Exijo estar con Lyra durante el parto, capitana —dijo sin vacilar.
—No hay nada que exigir, doctor, no somos bárbaros después de todo. —Lo miró sostenidamente un momento—. Ya nos habíamos conocido, ¿sabe? Hace tres meses, en el baile para darle a Zerpen la bienvenida a Vallt.
—Disculpe si prefiero no acordarme.
Gruppe frunció el ceño. Volteó de nuevo para escupir otro torrente de líquido oscuro y se limpió la boca en la manga de su uniforme monocromático.
—Dígame, ¿se siente como uno de los roedores que usa en sus experimentos?
—No uso animales en mi investigación.
—Bueno, el punto es que no tiene por qué quedarse aquí. El tiempo que permanezca encerrado es elección suya; podría salir hoy mismo, regresar con su mujer.
—Sólo tengo que confesar que soy espía de la República y jurarle obediencia a los separatistas, ¿no es así? —Galen sonrió sin alegría y negó con la cabeza—. Siento decepcionarla, pero sólo soy un empleado de Industrias Zerpen, no trabajo para la República y no pienso trabajar para el Conde Dooku.
—«La ciencia es imparcial», digamos.
—Ni más ni menos.
—Con los asuntos de la galaxia así como están, nadie gana nada al mantenerse neutral, doctor.
Galen inclinó la cabeza, la miró y dijo con honestidad:
—Me pregunto qué le ofreció el Conde Dooku al nuevo gobierno de Vallt. Apuesto que les prometió remolcarlos un poco más cerca de su sol.
—Respeto, intercambio comercial, representación justa en la Confederación…, ya sabe, todo lo que no recibíamos como miembros de la República —Gruppe se encogió de hombros.
—Las palabras se las lleva el viento, capitana, sobre todo el viento de aquí. Ustedes son los que ganarían más con la neutralidad. Sigan haciendo lo suyo sin meterse con nadie. Sugiéraselo a Marshal Phara.
—¿Para qué, doctor? ¿Para seguir viviendo bajo techos que gotean, durmiendo en camas heladas, bebiendo té rancio? ¿Cree usted que no deseamos todo lo que los mundos del Núcleo y el Borde Medio tienen al alcance de los dedos? ¿Preferiría que Vallt se mantuviera primitivo y alejado, como si fuéramos un museo para los turistas élite de Coruscant?
—¿Y si los separatistas pierden la guerra, qué le espera a Vallt?
—Para ser un hombre tan neutral, tiene una fijación con los ganadores y los perdedores.
—Me importa un bledo quién gane y quién pierda. Sólo sé que es un error pensar que Vallt va a beneficiarse de esta guerra. —Hizo una breve pausa y continuó—. ¿Cómo cree que responderá Zerpen cuando se enteren de que sus instalaciones fueron tomadas? Han invertido muchísimo tiempo y créditos en Vallt.
—Con ansias de renegociar los términos del contrato original.
—Supongo que soy el artículo de intercambio en esta negociación.
—Algo por el estilo, sí. —Se mantuvo pensativa unos segundos y luego dijo—: ¿Qué sabe usted sobre el ejército de la República?
—Nada en absoluto, por suerte.
—¿En dónde se originó el ejército de clones?
Galen la miró fijamente y rio.
—De verdad, ¿por quién me toma?
—¿Cuánto tiempo llevan Palpatine y los jedi planeando esta guerra?
—Pregúnteles a ellos, capitana. Conmigo pierde su tiempo.
Gruppe se inclinó para escupir, pero en lugar de eso se colocó una baya morada en la parte interior de la mejilla.
—A decir de todos, su investigación ha sido muy productiva.
—Vamos progresando, sí.
—En materia de enriquecimiento de energía…
—Gracias a la generosidad del Rey Chai y a la abundancia de recursos en Vallt, es correcto.
—Escuché que fabrica sus propios cristales.
—Sí. Es un proceso complejo, pero si logramos crear cristales funcionales, podríamos llevar energía barata a mundos en desarrollo.
—Como Vallt, por ejemplo.
—Como Vallt, por ejemplo.
—Pero también es cierto que la energía tiene varios usos: así como puede iluminar una ciudad entera, también puede destrozarla.
—Si tuviera motivos para sospechar que Zerpen desarrolla armas, no trabajaría con ellos.
—¿En serio? —Lo consideró—. Muchos de sus amigos nos dicen que lo desterremos o que lo entreguemos a sus superiores de Zerpen. Pero, verá, usted es demasiado valioso como para soltarlo así nada más, especialmente ahora con todas estas acusaciones de espionaje. No nos gustaría que su neutralidad se inclinara hacia la República y quisiera prestarle sus talentos. ¿Entiende nuestro dilema?
—No me está entendiendo, capitana.
—Tal vez no. Pero en Vallt el tiempo sobra, así que no nos molesta «perderlo», como dice usted. Tenemos suficiente tiempo para indagar y para llevarlo a juicio ante el Tribunal. Y todo el tiempo que «perdamos», lo pierde usted con su mujer. Entiendo su postura, pero una pensaría que usted querría darle una mejor vida a su hijo. —Exhaló—. Bueno, Marshal Phara está considerando este asunto con sus asesores. Si se dictamina su inocencia, podrá salir de Vallt, claro está.
Galen sacudió la cabeza con exagerado descontento.
—Verá, tenemos una prueba en las instalaciones de ignición… Se trata de someter ciertos cristales a una presión intensa para forzarlos a producir una corriente eléctrica. Esos mismos cristales pueden encogerse muchísimo cuando interactúan con una corriente externa. Me pregunto en cuál de estas situaciones me encuentro.
Los ojos de Gruppe se nublaron, después sonrió con genuina calidez, o así lo percibió Galen.
—Es usted un ser extraño, Doctor Erso.
—No es la primera en notarlo, capitana.
—Así que se enorgullece de su necedad.
—Es la única forma de ser que conozco.
—Debe ser difícil vivir así… —Gruppe inhaló profundamente.
—¿Con ética? —Intentó adivinar a qué se refería.
—No. —Golpeteó su sien con la punta del índice—. Con la cabeza llena de ideas.
Lyra abrió con manos temblorosas la carta que le entregó Nurboo. Estaba escrita sobre el tipo de pergamino rígido que usan los valltii, llena por ambos lados. Los márgenes de un lado estaban repletos de dibujos de rostros y figuras entre fragmentos de ecuaciones, como si Galen se hubiera dividido entre dos tareas distintas: una parte de él le escribía a Lyra, mientras otra parte resolvía lo que le viniera a la mente. Tuvo que girar la página en varios ángulos para descifrar sólo algunos de sus garabatos. El lado inverso estaba tapizado por completo con la letra microscópica de Galen. Sus trazos diminutos resultaban igual de crípticos que sus teorías sobre los cristales y cómo podrían generar energía barata, pero Lyra sumaba varios años de experiencia como intérprete de sus notas, por lo que logró leer las palabras y las cifras.
La carta decía lo siguiente:
La Capitana Gruppe, con quien llevo ya tres interrogatorios, me dice que estás, según ella, «bajo resguardo» en el ala norte del Torreón. Por suerte, alcanzo a ver un poco de esa porquería arquitectónica desde la ventanita ridícula de mi habitación (por no decir «prisión»), aunque para lograrlo tengo que balancearme precariamente sobre un banquillo de tres patas que puse sobre la plancha de concreto en donde duermo. A veces ni así se puede, a veces la luz débil del invierno hace que sólo vea un borrón donde está el satélite de Vallt. Pero aun así intento imaginarme el cuarto en el que vives, las cosas que ves, todo lo que tocas, y me gusta pensar que tú también te asomas hacia Tambolor y miras con todo tu amor la luz con la que te escribo.
No había hecho ninguna de esas cosas porque no tenía ni idea de por dónde buscarlo. Pero, en cuanto lo supo, se levantó de la silla afelpada al pie de su cama amplia y se dirigió lentamente hacia el mirador de su ventana. Con una mano sostenía su vientre, que cada vez era más grande y pesado. Limpió un poco de escarcha del vidrio y dirigió la mirada más allá del patio y de la ciudad que se esparcía adelante, hecha a mano sin mucha destreza ni planeación. Al centro del patio había una estatua enorme de un jinete taqwa ataviado con casco y capa. Su brazo derecho blandía un garrote de guerra. Más adelante, en las alturas, una decena de naves de ala ancha parecía flotar contra el cielo gris. En la ciudad se veían algunos valltii haciendo sus cosas sobre trineos jalados por bestias, un hato de tráfico y maniobras sobre un laberinto helado. La prisión se imponía sobre una meseta al este y se parecía al Torreón de muchas formas. Ambos sirvieron al palacio en épocas de antaño. Algunas luces titilaban en los pisos de abajo, pero en los de arriba, hasta el techo exagerado (tan escarpado que no acumulaba nieve), reinaba la oscuridad de la noche. ¿En qué nivel, en qué celda? ¿Por qué no le había dicho más o menos a qué hora mirar, o que haría una señal con su vela para hacerle saber que todo estaba bien?
Se sumió en el cojín suave del mirador de la ventana. El bebé lo percibió y la pateó (o le dio un codazo, tal vez). Lyra sonrió, pero de inmediato la inundó un profundo deseo de estar con Galen para que pudiera tocarle el vientre y sentir la vida que él puso ahí.
Una de sus damas de compañía era partera, emocionada por la posibilidad de presenciar y asistir un nacimiento humano. Las damas reían como niñas y sólo profesaban lealtad a Phara cuando los matones del alguacil estaban cerca. En realidad tenían tantas ganas de conocer a Galen como ella de abrazarlo.
Alzó la hoja para ver mejor en la luz tenue de su habitación y siguió leyendo:
En la categoría de celdas de prisión, la mía no está tan mal. Es impresionante lo que los valltii pueden hacer con la piedra, y esta habitación (el edificio entero, honestamente) es de los mejores trabajos de cantería que he visto en varios mundos. Las paredes tienen un metro de espesor, los techos altos son arcos ovoides impecablemente geométricos, y las columnas enormes están lisas, sin adornos, como si los albañiles quisieran que se reconociera su obra. Los corredores siempre están repletos del ruido constante de manos cincelando.
Pero bueno, también están los barrotes, la falta de luz, la peste y los trozos de nieve que caen como proyectiles del techo que está tan escarpado que casi es otra pared. Cuando hace mucho frío de noche, puedo patinar sobre las baldosas del piso. Lo interesante es que descubrí patrones y hasta caras en las algas y el musgo que sale por la humedad; encuentro patrones hasta en la irregularidad de las piedritas del suelo. Te incluyo un par como recuerdito.
He estado haciendo cálculos mentales de todo tipo. Lo único bueno de la rutina estricta para ir al baño y a comer raíces feculentas apenas tibias es que tengo espacio de sobra en la cabeza para meter esas cosas.
Pero no hablemos más de mí.
A decir de la Capitana Gruppe, te están tratando bien, pero me urge estar seguro. Nurboo vino a recoger la carta, y dice que no logra averiguar nada sobre tus condiciones de alojamiento ni tu estado de salud. Cuando me recordaste lo de la cuesta de Chandrila, me vinieron a la mente mil cosas de esa expedición…, sé que les debo la vida a ti y a tu inteligencia. ¿Te acuerdas del interior de esa cueva? La veo como si la tuviera enfrente…: las estalactitas, las gotas de agua que caían una por una por una, la vista desde el glaciar… Qué bien la hemos pasado juntos, ¿verdad? Tantas experiencias, tantas aventuras.
Siempre logramos salir de las peores; esto no es nada, cariño. Sólo tenemos que resistir y confiar.
Despegó los ojos de la carta un momento porque estaba absorta en el pasado. Galen solía irse por la tangente y, como de costumbre, estaba recordando mal las cosas a propósito. Él hizo lo mismo que ella para que sobrevivieran esa expedición; hizo fogatas, protegió el campamento, derritió nieve para poder cocinar…, pero nunca se daba crédito a sí mismo, intentaba no mencionar su fuerza y habilidad nata. Se acordó de lo que pensó cuando lo vio por primera vez, en Espinar: «Este tipo es tan magnético que seguro se la pasa despegándose droides y cucharas».
Continuó leyendo.
Asumo total responsabilidad por este embrollo (por Chandrila no, eso sí que no fue mi culpa). Tú no estabas cómoda con venir a Vallt, debí haberte escuchado. Sólo era cuestión de tiempo para que Vallt se aliara con los separatistas, no supe predecirlo. O quizá lo hice y me negué a reconocerlo; en aras de la investigación, por supuesto. Pero debes admitir que hemos conocido amigos entrañables estos meses…, y los cristales, todo lo que hemos descubierto en equipo… Estamos a punto de lograr algo grande con la última tanda de kybers sintéticos, lo presiento. A estas alturas, ya no hay límites: esto significa energía suficiente y sustentable para continentes enteros, quizá hasta mundos enteros. Me urge regresar al trabajo. Esto es para lo único que soy bueno y lo que más quiero es mantenerlas a ti y a nuestro bebé. Lamento que ese prospecto se sienta tan lejano, por el momento.
¡Pero, otra vez, dejemos de hablar de mí!
Más bien lo que me urge es abrazarte y haré lo que sea para estar contigo cuando nazca nuestro bebé. La Capitana Gruppe me ha dicho mil veces que yo decido cuándo irme. Pero esa «decisión» significa que tengo que acceder a trabajar con los separatistas, no en Zerpen. Olvidarán los cargos falsos de espionaje y podemos volver a vivir como hace algunas semanas. No puedo decidir sin tu opinión, ¿acepto los términos? Si me dices que sí, lo haré sin miramientos, por ti y por nuestra hija. Sólo dímelo.
Sabe que mi mente sigue libre y siempre contigo. Hasta pronto. Todo mi amor.
Dejó la carta en el sillón, junto a ella. Él sabía que ella nunca le pediría que actuara en contra de sus principios. Pero, aunque pudiera sonar como un plan para echarle a ella el peso de una decisión que él no soportaba tomar, Lyra leyó su sinceridad, palabra por palabra. Tomó la carta para volver a leerla; sus ojos desbordaron lágrimas cuando terminó. Fue doloroso leerla, pero ese pedazo de papel era lo primero que recibía de él en años. Lo atesoró.
Assis volvió en sí de golpe.
Sus sensores ópticos registraron que un soldado valltii con bigotes largos y enjoyados había removido el perno de restricción que otro soldado le había instalado hacía 27 días locales, 18 divisiones y 6.23 fragmentos.
Había mucho silencio en la entrada del domo de aparcamiento en donde el Doctor Erso y Lyra fueron atrapados con la red. Una nave de Zerpen yacía inmóvil sobre la capa de hielo que se formó desde la captura. Varios soldados circulaban la nave. Exhalaban nubes de aire helado. Uno de ellos se había percatado de los ruidos de Assis reiniciándose y haciéndose un autodiagnóstico, pero no le prestó mucha atención. La aleación que componía las extremidades de Assis se hacía un poco más frágil con el frío extremo. Sus circuitos y conductores tardaban mucho en calentar.
De acuerdo con las instrucciones programadas del Doctor Erso, los sensores del TDK-160 buscaron dispositivos con los cuales comunicarse. Encontró el transceptor de hipercomunicaciones de la nave, e inició un diálogo con él, muy quitado de la pena.
Mientras las máquinas hablaban, los sistemas de inteligencia de Assis produjeron varios posibles escenarios con respecto a su futuro si acaso los valltii descubrían que estaba ejecutando la encomienda del Doctor Erso: uno de estos involucraba que le borraran la memoria y lo programaran desde cero; el otro tenía que ver con desmantelamiento y reciclaje; y el tercero, con el elogio de aquellos a quienes servía, en donde pertenecía.
Luego de establecer una relación con la serie de comunicaciones hiperespaciales de la nave, Assis transmitió información audiovisual del arresto del Doctor Erso y la toma de las instalaciones, protagonizada por soldados del nuevo gobierno de Vallt. A su vez, el transmisor reenvió las imágenes a los recipientes adecuados en una emisión ráfaga.
Todo esto, en un abrir y cerrar de ojos.