Rayos láser pasaban a toda velocidad alrededor del Interceptor jedi de Obi-Wan, cuyos dedos se movían ágilmente por los controles. El pequeño caza estelar respondía desplazándose al ritmo, eludiendo los rayos. «El espacio debería estar vacío», pensó Obi-Wan mientras zigzagueaba a través del enjambre de droides tricaza.
En realidad, el espacio alrededor de Coruscant nunca había estado realmente vacío. El planeta principal de la República galáctica atraía cientos de naves todos los días que trasladaban diplomáticos y senadores, turistas y refugiados, comida y bienes, desde sistemas solares extraños y alejados. Ahora, las naves que llenaban el espacio, sin embargo, eran cazas, cruceros y acorazados, no había ni cargueros ni transportes.
«Al menos, muchos de ellos son nuestros», pensó Obi-Wan. Su nave se sacudió cuando un caza droide explotó demasiado cerca. Anakin había dado en el blanco. El rostro de Obi-Wan mostró un gesto de disgusto. No disfrutaba esa forma de volar, como sí lo hacía su antiguo aprendiz.
—Volar es para droides —murmuró. Cuando la bola de fuego se disipó, Obi-Wan advirtió movimientos contra las estrellas—. ¡Cuidado! —exclamó por el comunicador—. Cuatro droides se acercan.
Mientras hablaba, hizo un giro brusco para evadir a los tricazas que se aproximaban. Más abajo y a un lado, el interceptor de Anakin hizo el mismo movimiento, en perfecta sincronía. Volaron rápidamente por el costado de la formación de droides, luego bajaron en picada sorpresivamente cerca de las dos naves más cercanas. Un droide los vio y los siguió, pero la nave que iba detrás de este continuó en su curso original y los dos cazas chocaron.
«Dos fuera, dos que abatir». Pero los droides que quedaban no caerían en la misma trampa.
—¡Debemos separarlos! —sostuvo Obi-Wan por su comunicador.
—Gire a la izquierda —dijo la voz de Anakin a su oído—. Vuele a través de los cañones de esa torre.
—Es fácil decirlo —gruñó Obi-Wan, mientras llevaba su caza a toda velocidad hacia las torres de artillería del crucero más cercano—. ¿Por qué soy siempre la carnada?
—No se preocupe —lo tranquilizó Anakin—. Iré detrás de usted.
Obi-Wan hubiera expresado su fastidio, pero estaba demasiado ocupado con los controles de mando. Volar tan cerca de una nave estelar era complicado, incluso con la ayuda de la Fuerza. Sin embargo, los droides no estaban teniendo demasiados problemas. Ambos se quedaron con él y se estaban acercando.
Un rayo láser salió disparado y no dio en el caza jedi por poco.
—Anakin, ¡están sobre mí! —se quejó Obi-Wan.
—¡Está justo frente a mí! —sonó contenta la voz de Anakin—. Muévase a la derecha para que pueda tener un blanco limpio. Acercándome… ¡Fija el objetivo, R2!
Obi-Wan escuchó el bip apagado del astromec de Anakin, R2-D2, de fondo. Un instante después, uno de los tricazas detrás de él explotó. Obi-Wan habría estado más satisfecho si el segundo caza no hubiera seguido disparando. Además, su puntería estaba mejorando. Ese era el problema con los droides, no se les podía distraer.
—Me estoy quedando sin trucos —le dijo Obi-Wan a Anakin.
El crucero descendió detrás de ellos. En el espacio abierto todavía era un blanco fácil. Necesitaba escudarse detrás de algo. Un acorazado separatista se acercaba… No era la mejor idea, quizá, pero era la única que se le ocurría en ese momento.
—Voy a descender en la cubierta —le avisó a Anakin. Giró su caza, eludiendo por poco otra cortina de disparos láser.
—Buena idea —Anakin sonaba alegre—. Necesito espacio para maniobrar.
«¿Qué? ¿el espacio exterior no es lo suficientemente grande?» Pero, una vez más, Obi-Wan estaba demasiado ocupado deslizándose por la superficie de un acorazado como para hablar. Y este le estaba disparando, junto con el caza droide que lo seguía de cerca. «Quizás no haya sido tan buena idea», pensó mientras esquivaba los disparos que venían de todas las direcciones.
—¡Gire a la derecha! —exclamó Anakin, que por primera vez sonaba un poco tenso—. ¿Me escucha? ¡Corte a la derecha! No deje que lo alcance. —El comlink crujió, pero no se desconectó—. ¡Vamos, R2, fija el objetivo! —exclamó Anakin—. ¡Fija el objetivo!
—Apúrate —le indicó Obi-Wan—. Esto no me gusta nada. —Un disparo láser golpeó una de sus alas. La nave se sacudió y se retorció. Las manos de Obi-Wan pasaban a toda velocidad de un control a otro. Detrás de él, su droide astromecánico emitía bips enérgicamente—. Ni se te ocurra tratar de arreglarla, R4 —le ordenó Obi-Wan—. La apagué.
Eludir a los droides sería ahora más difícil. Si Anakin no se apresuraba…
Como si pudiera escuchar los pensamientos de Obi-Wan, Anakin dijo:
—Hemos fijado el objetivo. Lo tenemos. —Y un instante después, explotó el tricaza droide—. ¡Bien hecho, R2!
Obi-Wan lanzó un silencioso suspiro de alivio.
—La próxima vez tú serás la carnada —le dijo a Anakin. Podía imaginarse la sonrisa de su antiguo padawan frente a su reclamo. Y agregó—: ahora, encontremos la nave comando y abordémosla.
—Está justo adelante —respondió Anakin—. La que está rodeada de droides buitre.
—Los veo. —Era difícil no verlos; docenas de amplias formas semiplanas acechaban amenazantes detrás del campo de fuerza azul que protegía el hangar abierto—. Esto debería ser fácil —dijo Obi-Wan sarcásticamente.
—Vamos, Maestro —dijo Anakin—. ¡Ahora es cuando la diversión empieza!
Obi-Wan negó con la cabeza, aunque Anakin no podía verlo. Habían enfrentado situaciones complicadas como esta y habían ganado… por poco. Si esta hubiera sido una batalla común, Obi-Wan habría estado de acuerdo con Anakin. «Aunque yo no habría estado contento por ello. Pero un error ahora podría costar la vida del canciller».
—No esta vez —dijo Obi-Wan—. Hay demasiado en juego. Necesitamos ayuda. —Cambió la configuración de su comunicador y llamó al escuadrón de cazas clon más cercano.
Un momento después, se alegró de haberlo hecho. Los droides despegaron elevándose del hangar como una nube oscura. Se dirigieron directamente hacia Anakin y Obi-Wan.
El escuadrón clon de cazas ARC-170 apareció en formación detrás de ellos. Obi-Wan apenas tuvo tiempo para saludar su llegada antes de que los droides separatistas estuvieran sobre ellos. Destruyó uno, luego giró para apoyar a Anakin. Más cazas droide aparecieron detrás del crucero.
Obi-Wan disparó hacia un droide, eludió una serie de rayos láser de otros dos y luego lanzó una alerta:
—Anakin, ¡tienes cuatro atrás!
—Ya lo sé, ya lo sé.
—Y cuatro más se acercan a tu izquierda.
—¡Ya lo sé, ya lo sé! —la nave de Anakin voló a toda velocidad de un lado a otro, eludiendo los disparos láser—. Los llevaré a través de la aguja.
Obi-Wan miró fijo el acorazado de la Federación de Comercio. Al final de una larga trinchera, una torre de mando se levantaba sobre dos puntales de metal que parecían piernas y estaban separados sólo por una estrecha rendija. Anakin tenía razón; los cazas droide no podrían pasar por ahí. Incluso un jedi podría chocar con facilidad.
—Es demasiado peligroso —le advirtió—. Primera regla jedi: sobrevivir.
Otra explosión de fuego láser se desató alrededor de la nave de Anakin.
—Lo siento, no hay otra opción —respondió Anakin. Su caza esquivó el fuego y se sacudió—. Venga hacia aquí y redúzcalos un poco.
Obi-Wan volvió a negar con la cabeza, pero se lanzó hacia los ocho droides buitre mientras el caza de Anakin avanzaba a toda velocidad por la trinchera hacia la increíblemente angosta rendija.
Los disparos láser eran casi incesantes. «¿Dónde está Obi-Wan?», pensó Anakin mientras hacía saltar y zigzaguear su nave. Sintió una explosión en algún lugar detrás de sí y miró rápidamente a su pantalla de visualización trasera. Varios droides buitre habían desaparecido en una gran bola de fuego. «Bien. Ahora el resto de ellos me seguirá…».
La «aguja» estaba cada vez más cerca. R2-D2 emitió bips nerviosos.
—Tranquilo, R2 —dijo Anakin—. Hemos hecho esto antes.
—Usa la Fuerza —se oyó la voz de Obi-Wan por la unidad de comunicación—. Visualízate atravesándola; la nave te seguirá.
«Como si no supiera eso ya». Anakin sentía irritación cuando su antiguo maestro lo trataba como si todavía fuera una aprendiz padawan, en vez de un Caballero Jedi tan bueno como el propio Obi-Wan. O mejor. Pero no había tiempo para enojarse ahora, no con la torre de mando casi sobre él.
R2-D2 chilló de pánico cuando Anakin inclinó la nave hacia un lado justo a tiempo para colarse por el resquicio.
—¡Pasé! —le transmitió a Obi-Wan.
Salió alejándose del acorazado, y vio que el caza de Obi-Wan conducía a los últimos droides buitre a la bola de fuego pegada a las patas de la torre de mando. «Quisieron seguirme y fallaron», pensó Anakin con satisfacción.
Obi-Wan se elevó mucho antes de estar cerca de la torre, y los dos interceptores jedi volaron lado a lado. Alrededor de ellos, los cazas estelares clon zigzagueaban, giraban y disparaban, en una danza mortal con una enorme nube de droides buitre. Los clones estaban muy superados en número por sus atacantes.
—¡Iré a ayudarlos! —exclamó Anakin y comenzó a girar su caza.
—No —le ordenó Obi-Wan con firmeza—. Ellos están haciendo su trabajo para que nosotros podamos hacer el nuestro. ¡Dirígete a la nave comando!
Anakin obedeció, otra vez irritado, aunque esta vez más consigo mismo que con Obi-Wan. Se había olvidado, sólo por un instante, que ganar la batalla no era importante; no si la nave comando se escapaba con el canciller supremo Palpatine.
Dos tricazas droide aparecieron justo frente a ellos disparando misiles. Anakin gritó una advertencia a Obi-Wan mientras lanzaba su nave bien a la derecha. Dos misiles lo acechaban. «Veamos cómo persiguen esto», pensó Anakin y dio una vuelta cerrada. Los misiles chocaron y explotaron. Anakin buscó a Obi-Wan, justo cuando la voz de este surgió desde el comlink:
—¡Me dieron!
El corazón de Anakin dio un salto. Con frenesí, fue en busca de la nave de Obi-Wan. Parecía intacta; y luego vio droides saboteadores moviéndose como arañas sobre la superficie, rasgando el revestimiento y arrancando cables. A ese ritmo, destruirían el caza en cuestión de minutos.
Una calma poco normal atravesó a Anakin.
—Droides saboteadores —le dijo a Obi-Wan—. Los veo.
Un instante transcurrió silenciosamente mientras Obi-Wan absorbía la información. Luego su voz se oyó de nuevo, tranquila y casi resignada:
—Sal de aquí, Anakin. No hay nada que puedas hacer.
«Algo inventaré».
—No lo abandonaré, Maestro —respondió Anakin.
—La misión, Anakin —le recordó Obi-Wan con suavidad, como si le estuviera enseñando una lección particularmente difícil al reacio padawan—. Ve a la nave comando. Apoya al canciller.
Anakin dudó. Palpatine no sólo era el líder de la República; también era su amigo y consejero. Su amable sabiduría había ayudado a Anakin muchas veces. Sólo Padmé sabía más sobre los sentimientos secretos de Anakin. Pero Obi-Wan había sido su maestro y su compañero desde que tenía nueve años. Era el padre que Anakin nunca había tenido, el hermano que Anakin había imaginado, el compañero de trabajo que había salvado la vida de Anakin y lo había hecho más veces de lo que ninguno de los dos podía contar. Anakin apretó la mandíbula.
—No sin usted.
—Están desconectando los controles —dijo Obi-Wan.
Anakin tragó con dificultad. Los droides saboteadores ya habían despedazado el droide astromecánico de Obi-Wan, así que este no podía arreglar nada. Sin controles, Obi-Wan caería en espiral a través del espacio. Incluso si el sistema de soporte vital no estaba dañado, sería difícil encontrarlo antes de que se le terminara el aire. Y los droides saboteadores no se detendrían en los controles. Seguirían con el soporte vital.
«¡No!». Anakin se acercó a la nave de Obi-Wan en diagonal y disparó. El tiro desintegró varios saboteadores… y parte del ala izquierda de Obi-Wan.
—Eso no ayuda —dijo Obi-Wan.
—Estoy de acuerdo, mala idea —admitió Anakin. «¡Pero debo hacer algo! ¿Qué?»—. Gire a la derecha. Con firmeza… —acercó su nave a la de Obi-Wan más todavía—. Aún más…
—¡Detente! —protestó Obi-Wan—. ¡Terminaremos los dos muertos! —sonaba más preocupado por lo que estaba haciendo Anakin que por los droides saboteadores.
Anakin lo ignoró. Obi-Wan siempre contrariaba a Anakin cuando este quería intentar algo complicado. Si mantenía su nave firme y le daba a Anakin un objetivo estable, podía protestar todo lo que quisiera. Con cautela, Anakin se acercó todavía más. Su ala barrió casi todos los saboteadores, pero a pesar de su cuidado, la maniobra abolló las dos naves; y el droide saboteador que quedaba corría sobre su ala. «Mejor que no intente eso de nuevo».
Detrás de él, R2-D2 emitió bips de enojo. «R2 se las ingeniará», pensó Anakin.
—¡Acaba con él, R2! —exclamó.
—¡Ve por los ojos! —aconsejó Obi-Wan. Anakin escuchó un golpe y un segundo después, el droide saboteador se deslizó por el ala y cayó por el espacio.
—¡Destrúyelo! —dijo Obi-Wan—. Mis controles ya no sirven.
«Todavía puede pilotar», pensó Anakin. Pero sin el resto de los controles, la nave de Obi-Wan no era más que un blanco fácil para los droides saboteadores. Desesperado, Anakin buscó un lugar donde esconderse y vio que la nave de comando de la Federación de Comercio se aproximaba adelante de ellos.
«Genial, justo lo que nos faltaba… esperen, no, ¡es realmente justo lo que necesitamos!».
—Quédese en mi ala —le dijo a Obi-Wan—. La nave comando del general está justo adelante.
El humo frente al caza de Obi-Wan comenzó a disiparse. Un momento más tarde, la voz de este se quejó al oído de Anakin.
—¡Cuidado, Anakin! ¡Vamos a chocar!
Anakin sonrió. A veces su maestro era tan predecible…
—Ese es el plan. Diríjase al hangar.
La nave comando avanzó, enorme, frente a ellos.
—¿Has notado que los escudos están funcionando? —preguntó Obi-Wan.
«¡Uyyy!»
—Lo siento, Maestro.
Anakin voló rápidamente hacia adelante para hacer explotar el generador de escudo antes de que el caza de Obi-Wan, que se desintegraba con rapidez, lo chocara. Un instante después, los dos interceptores jedi volaron a través de las puertas del hangar de la nave comando. Las puertas se cerraron de golpe detrás de ellos. La nave de Obi-Wan se estrelló en el extremo más lejano del hangar, mientras droides de batalla de la Federación entraban a toda velocidad desde todas las direcciones.