
Para todos aquellos que se tomaron el tiempo de leer y estudiar La cabaña, para aquellos que adquirieron varios ejemplares, o una caja o más, y los regalaron, y además me enviaron correos electrónicos con sus maravillosas historias, quiero decirles: «Gracias». Y por favor lean El regreso a la cabaña. Si quieren comprender mejor las perspectivas y la teología que sustentan La cabaña, éste es un libro para ustedes. Baxter asumió la increíble tarea de explorar la naturaleza y el carácter del dios al que encontré en mi cabaña. Como teólogo de Misisipi que se fogueó con los hermanos Torrance en términos intelectuales, en Aberdeen, Escocia, Baxter es una combinación única de brillantez intelectual y genio creativo. Elabora anzuelos tan bellos que la gente los cuelga de sus paredes en lugar de usarlos para pescar, lo cual para Baxter es una «absoluta vergüenza». Según él, todo lo que existe en la creación debe usarse para lo que fue hecho, ya sea el bajo, la cerveza o Barth. Es un maestro en lograr que las cosas difíciles se vuelvan comprensibles para los demás. Si pudiste encontrar esperanza y aliento a través de La cabaña, este libro te ayudará a avanzar en su conocimiento sobre el amor de Papá, Sarayu y Jesús.
Para este momento, han pasado varios años desde que escribí una historia para mis seis hijos, casi todos adultos, con la idea de terminarla para Navidad en medio del ajetreo de tres empleos y una «vida». Creí que les estaba construyendo una barca, ya saben de qué tipo, con un par de remos y el espacio suficiente para llevarlos de dos en dos hasta el centro del lago. Para sorpresa para todos, en especial para mí, se convirtió en un buque petrolero que desde entonces ha surcado el océano de la humanidad, dejando tras de sí una estela de magnitud cósmica. Si aventuras una mirada al nombre de este barco, verás que se le bautizó como El Sentido del Humor de Dios.
Mi crianza espiritual fue ecléctica y en su mayoría solitaria. A pesar de haber asistido a la escuela bíblica y al seminario, para mí fue un viaje solitario en el que estuve acompañado por las voces unidimensionales provenientes de páginas polvorientas y de discursos y sermones grabados en casete. No podría decirse que Sören Kierkegaard sea una compañía exactamente «divertida», pero junto con él, y otros como Jacques Ellul, George MacDonald, Malcolm Smith, Jean Vanier, C. S. Lewis y una gran cantidad de autores y teólogos vivos y muertos –además de un montón de rock and roll– logré atravesar el páramo y llegué a... ¿Adónde? No estaba seguro. Había descubierto que la isla donde era un náufrago también estaba habitada por una plétora de músicos, poetas, escritores, pensadores y comediantes, cada uno de los cuales tenía algo que compartir: a veces un discernimiento y a veces una palabra de aliento. La cabaña también ha sido una balsa en la que me aventuré a la inmensidad del mar, para descubrir una familia de fe que no conocía; había escuchado sus nombres, pero nunca los conocí en persona. Descubrí mis raíces y encontré que mi árbol genealógico se extendía hasta nombres como Atanasio y Torrance, Barth, Policarpo, Ireneo y muchos más, que atravesaban fronteras establecidas por cismas religiosos y culturas de fe.
Ha habido una respuesta multitudinaria a La cabaña, la mayoría de índole positiva. Tan sólo en los correos electrónicos tengo cien mil historias que comparten la manera en que el libro ha entrelazado las vidas de personas valiosas que provienen de lugares extremadamente divergentes. De la comunidad «de ayuda», es decir, de aquellos que trabajan efectivamente en los campos de la salud con personas reales a través de la psicología, la formación espiritual, los programas de pasos, la psiquiatría, la atención pastoral y demás. Todavía no he recibido un solo comentario o una reseña negativos. Lo que importa para estos sanadores es que realmente algo funcione, que tenga valor y que sirva como auxilio para quienes atienden y aprecian.
Las críticas han venido casi exclusivamente de gente religiosa. Y aquí no es mi propósito utilizar el término en sentido peyorativo. Por supuesto, existen los que toman una postura sin haber leído el libro, con lo cual eliminan su derecho a aventurar una opinión, pero hay otros que realmente sienten el peso de la responsabilidad de proteger al «rebaño de fieles» y defender a Dios contra la intrusión de la herejía o de las «doctrinas seductoras». Estamos agradecidos por estos hermanos y estas hermanas que participan en la conversación familiar, por lo cual hemos leído con atención sus sugerencias.
La cabaña nunca tuvo la finalidad de ser una teología sistemática o un libro de versículos prácticos y demostrativos para atosigar a los infieles distraídos y lograr su sumisión religiosa. Es una obra de ficción y es un cuento; una narración absolutamente humana, repleta del misterio del viaje y el fracaso, de la pérdida y la incertidumbre, de preguntas y deseos profundos y valiosos. Intenta penetrar la superficie de la religión por fórmula y de la cultura motivada por los logros, para ver si más allá de este rebuscado exterior podríamos extraer un murmullo de gloria o la sensación de un hálito de vida que pueda avivar las llamas de la esperanza y el deseo de autenticidad.
Pero, por favor, no quiero que esto se preste a equívocos: La cabaña sí es teología. Pero es teología envuelta en una historia, el Verbo hecho carne que vive dentro de la sangre y los huesos de la experiencia humana común. Si crees, al igual que yo, que todo encuentra su origen, su significado, su valor, su identidad, su valía, su seguridad y su importancia en una relación y, principalmente, en la relación de uno mismo con Dios, entonces sabrás que todo lo que implique vida reside en el ámbito de la teología, la palabra viva de la realidad y la presencia de Dios.
La obra que ahora tienes en tus manos, o el audio que estás escuchando, es el inicio de lo que Baxter y yo esperamos se convierta en algo más que está por venir. Este libro marca la estructura y los límites. Es un intento por trazar una «imagen más amplia» que esclarezca una visión previa a la Ilustración y a la Reforma; de hecho, una visión de la Iglesia primitiva acerca de la hermosa vida del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y su sueño para la raza humana. Aquí, Platón y el dualismo no tienen cabida. Esta perspectiva, que es perceptible a través de la ventana que ha proporcionado La cabaña, se amplía y se articula en un lenguaje accesible y comprensible. Espero que la imagen naciente que Baxter traza sobre este lienzo de palabras te lance al asombro, al fervor y a las posibilidades.
A la larga, Baxter y yo querríamos lidiar, entre otras cosas, con la historia, para ayudarnos a comprender qué tanto nos hemos desviado del camino; con la teología, que hace las mejores y más difíciles preguntas, y con las implicaciones que necesariamente deben surgir de estas conversaciones. Si lo que intentamos develar y comunicar es cierto, ¿cómo afecta a nuestras ideas sobre el cielo, el infierno, el evangelismo, la homosexualidad, el trabajo, el papel de la mujer, la política, la religión, la ciencia, la separación entre lo sacro y lo secular, el comercio, la educación, la naturaleza de la Iglesia, el proceso de transformación, la sanación y todo lo demás?
Entonces, nos gustaría que esta realidad se aplique a la experiencia cotidiana. Queremos reunir a las personas que puedan comunicarnos cómo utilizan esta visión en sus áreas de interés: astrofísica, maternidad, artes, medios de comunicación, música, plomería, agricultura, paternidad, liderazgo empresarial, ministerio religioso, cuidados del planeta, medicina, jornada laboral, enseñanza, danza... En todas las que se les puedan ocurrir.
Muchos de nosotros crecimos en el barco del racionalismo y el dualismo de la Ilustración occidental; una nave que, si no corrige su curso, encallará en la playa de una irrelevancia cada vez mayor. Podremos encontrar a la élite intelectual en las galerías, perdida en las entrañas de una conversación profunda y misteriosa, mientras el mundo sigue navegando y el resto de nosotros hibernamos en una Gran Tristeza.
No creo que necesitemos una nueva teología. Más bien, debemos revisitar aquella temprana e inicial para comprender mejor sus raíces. Debemos cultivar la visión de los «evangelios» originales, que consideran toda la existencia y la realidad únicamente bajo la luz de la persona de Jesús y de su relación con su Padre y con el Espíritu.
De modo que mi amigo Baxter y yo, junto con una gran cantidad de otras personas, te invitamos con los brazos abiertos a revivir el mundo de La cabaña, un mundo donde el amor de Papá no tiene fin, la fe de Jesús en ti es «fuerte como una col», como diría Baxter, y la esperanza del Espíritu es más vasta que el cosmos; un mundo donde tú importas y ¡Papá es especialmente afecto a ti!
Wm. Paul Young,
autor de La Cabaña.