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LA TEORÍA DE LA TIERRA HUECA

La teoría de la Tierra Hueca se remonta a finales del siglo XVII. Edmund Halley, un afamado astrónomo inglés, amigo de Isaac Newton, escribió las primeras teorías. Hipótesis que rectificó y aumentó después de hablar con su amigo Newton, que creía firmemente en esta increíble historia.

Muchas religiones antiguas aseguraban que en el interior de la Tierra vivían los demonios y estaba el infierno, donde iban los condenados y eran los dominios de Satán. Mientras, los afortunados o buenos servidores de sus dioses iban con ellos a compartir la vida eterna, en los cielos, de donde ellos venían. Así ha sido durante milenios.

Este mundo interior es el que los asiáticos llaman Agartha, el lugar donde vive el rey del mundo.

Según la teoría de Halley, la Tierra tiene una corteza de aproximadamente mil kilómetros, y deja un hueco interior de casi diez mil kilómetros de diámetro hasta su núcleo. Halley afirmaba que en el interior de la Tierra había un sol que alimentaba la vida allí abajo y que el centro no podía ser macizo. El que escribía esto no era ningún aficionado o iluminado esotérico, como podríamos pensar la primera vez que escuchamos esta «loca» teoría. Era todo un astrofísico, así que algo de valor debían de tener sus investigaciones, teniendo en cuenta que fue el descubridor del cometa Halley, que lleva su nombre, y el primero en calcular la periodicidad de su paso cerca de la Tierra.

La corteza terrestre y sus medidas.

Pensemos que nos encontramos en el siglo XVII, cuando la astrofísica se encuentra en pañales e incluso el planeta no era conocido completamente: hacía sólo doscientos años se creía que la Tierra era plana.

Incluso hoy en día no hemos llegado a más de dieciséis o diecisiete kilómetros de profundidad y el núcleo estaría más o menos a seis mil quinientos kilómetros. Halley afirmaba que existen entradas o «puertas» en los dos polos para acceder a la Tierra Hueca. Al fin y al cabo, tampoco es una historia tan descabellada.

Julio Verne, en 1884, nos describió ese mundo con entradas en varios lugares del planeta, donde existían pasadizos y enormes cuevas que comunicaban las diferentes zonas terrestres. Allí dentro, en el mundo subterráneo, habitaban enormes animales, dinosaurios y otros seres que no conocíamos y, por supuesto, también afirmaba que tenían un sol propio.

Muchas de estas creencias las hemos podido confirmar en nuestra expedición a la cueva de los Tayos o en diversos viajes a Sacsayhuamán, en las alturas de Cuzco, en Perú. En la fortaleza que domina la ciudad de Cuzco existen unos túneles que, según se decía, guardaban los secretos y los tesoros del Imperio incaico; esto fue escuchado de la boca de un anciano cuidador de las ruinas. Estos túneles salían desde la fortificación en las alturas de la entonces Cuzco (el «ombligo del mundo» en quechua) y teóricamente llegaban hasta la ciudad. Se sabía dónde estaba la entrada secreta, pero lo más extraño es que nadie la había utilizado nunca. Hasta que un día en los años setenta del siglo pasado un grupo de estudiantes limeños se introdujo en este laberíntico túnel para explorarlo. Al cabo de varios días apareció caminando por las calles de Cuzco uno de ellos, con la cabeza totalmente ida, no sabía quién era, hablaba de grandes tesoros y túneles sin fin. De sus demás compañeros nunca se volvió a saber nada. Extrañamente, el gobierno peruano en lugar de investigar lo que hizo fue tapiar la entrada y nadie volvió a introducirse en los misteriosos túneles de Sacsayhuamán.

Lo mismo ocurría en las ciudades subterráneas de la Capadocia, lugares separados geográficamente miles de kilómetros y cuyas culturas no tienen nada en común. En esa zona de la actual Turquía existen enormes cavidades, pasadizos y ciudades bajo tierra comunicadas unas con otras y en las que en algún momento vivieron seres civilizados con altas tecnologías.

Aunque también hemos tenido que escuchar teorías fantásticas de personas que han visto seres extraños en este submundo intraterrestre. Testigos que han visto seres reptilianos bajo tierra de más de dos metros de largo, etc., aunque ya se sabe que la imaginación es libre. Pero aquí nos basaremos todo lo que sea posible en la realidad o en hechos consumados y documentados.

Hoy en día tenemos acceso a todos los lugares del planeta, aunque en pleno siglo XXI aún existan territorios remotos donde el hombre jamás ha pisado.

Aunque tengamos medios y facilidades para viajar a cualquier lugar –por recóndito o difícil que sea–, si no existen recursos naturales para extraer, el hombre no aparece por esas tierras. Existen nativos sin contactar o tierra sin explorar, en lugares perdidos de la mano de Dios. La única razón es la falta de intereses económicos. Como hemos visto, muchos de estos mundos subterráneos no se han visitado porque no interesa que el público en general albergue dudas sobre la historia del mundo, su pasado y, sobre todo, su futuro.

Halley decía que en los dos polos tenemos entradas a esta tierra desconocida. Un secreto que controlan las grandes potencias…, todo esto se ha tratado siempre como un mito, desde las primeras declaraciones de Halley hasta la actualidad. Pero en 1968, en las primeras fotos de satélite que se hacían de la Tierra –y como eran las primeras, no existía tanto control y censura sobre ellas–, apareció un agujero abierto en el Polo Norte. El 23 de noviembre de 1968 se realizaron dos fotos desde el satélite ESSA7, que tardaron casi un año en hacerse públicas y, por un fallo de seguridad, salieron a la luz. En una se veían nubes, como siempre, sobre el centro del Polo Norte; pero en la otra, tomada inmediatamente después, es como si se abriera una puerta perfecta hacia el centro de la Tierra. Los científicos se llevaron las manos a la cabeza y corrieron a dar la explicación más lógica que se les ocurrió en ese momento. Aquello se debía a una sombra de la luz del sol sobre el círculo polar en ese momento, la explicación más absurda y fácil que se les pasó por la cabeza. Pero había que actuar de la misma manera que lo habían hecho en ocasiones anteriores cuando algo extraño ocurría. Pasar a la prensa sensacionalista las fotos y que ésta las publicase diciendo que aquello era una base de ovnis era el sistema de la NASA. Te daban la información más absurda para que apareciera en los medios de menos credibilidad y ésa era la forma de que nadie creyera en la noticia…, un buen sistema, desde luego.

Algo que puede parecer absurdo en un mundo que gracias a Google Earth se ha convertido en un «gran hermano» virtual. Por eso mismo nos extraña tanto cuando buscamos el centro de los polos y hasta hace muy poco tiempo lo encontrábamos tapado a la vista en este navegador geográfico, simplemente era como un tapón blanco en la imagen. Hoy se ha mejorado el sistema de ocultación y puedes acceder a la zona sin ver el famoso tapón que tanto delataba la intención de ocultar algo. Simplemente, por mucho que te quieras acercar o ampliar la imagen, sólo aparece una enorme masa blanca sin ningún relieve. La tecnología avanza para todos.

Las razones son claras y sencillas, se evita que la gente llegue a ver el centro de los polos «por seguridad nacional», según las grandes potencias que siempre han velado y velan por nuestra seguridad. ¡Qué sería de los simples mortales sin su cuidado, sin que nos digan siempre lo que podemos ver o lo que podemos saber sobre nuestra historia! Existen normas de seguridad internacionales, suscritas por todos los países que tienen bases en territorio antártico (ya que la Antártida, de momento, no tiene un único propietario) que incluso prohíben sobrevolar esa zona.

Cuando estamos empezando a creer que lo de las entradas a la Tierra Hueca son pura fantasía, nos encontramos con esto.

Igualmente, textos sagrados hindúes nos hablan de Shambala, situada en algún lugar del Himalaya. Cuentan que allí existe una entrada a un mundo subterráneo donde viven seres superiores y sagrados, en el centro de la Tierra, otra muestra de que desde hace miles de años al hombre le ha interesado y ha creído en la vida bajo la corteza terrestre.

Todo esto puede parecer fruto de leyendas, pero no olvidemos que todas las leyendas se basan en realidades e incluso las superan. Obviamente, no afirmaré que existe un mundo interior con un sol propio y una vida totalmente desconocida para nosotros, pero con lo que veremos más adelante se nos plantearán serias dudas.