Los ritos de simbolismo étnico religioso elegidos para analizar en este trabajo se podrían definir como los principales cuatro hitos de la vida judía. Son momentos de alto contenido en los que se entrelazan religión, tradición, orgullo de pertenencia a un colectivo, continuidad y perpetuidad bajo la identidad judía.
Pueden ser agnósticos o ateos, pueden estar muy alejados del judaísmo, tanto que quizá lo sienten como algo ajeno, pero una pareja de judíos de nacimiento no duda un instante en circuncidar (brit-milá) a sus hijos varones. ¿Por qué? Hay tantas respuestas como judíos en nuestro país. Lo que es evidente es el peso de la historia, de la tradición, en fin, de la sangre. El niño será circuncidado y vivirá con esa marca aunque cuando sea adulto no tenga fe judía, no se sienta judío y reniegue de su condición. Felipe «Pipe» Stein, destacado publicista uruguayo director de la agencia Notable, grafica esta situación en entrevista para este trabajo: «Tengo un amigo judío que es budista. Nos conocimos en Macabi. ¿Deja de ser judío por ello? Del judaísmo no te podés bajar, no es una opción en tu vida. Una opción es asumirlo públicamente, es hablarlo. Pero bajarte. sería fantástico, porque no ha estado bueno ser judío en algunos momentos, pero fuiste, no es posible».
El brit-milá es un rito con significado puramente religioso, simboliza la continuación del pacto entre Dios y Abraham, el primer judío. Todo varón judío, según los textos liminares, debe ser iniciado en el pacto de Abraham por medio del brit ‘pacto’ milá ‘corte’.3 Tal como figura en el Génesis (capítulo 17, versículo 10 y siguientes):
Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros — también tu posteridad —: todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne del prepucio y eso será la señal de alianza entre yo y vosotros.
Más allá del contenido religioso, es un hecho que se ha transformado en una piedra fundamental de la tradición y el sentímiento del «ser judío» y por ello los judíos uruguayos (cuya enorme mayoría no son religiosos) practican «religiosamente» la circuncisión a sus hijos varones. Ha adquirido una dimensión que excede ampliamente lo religioso para transformarse en el primer hito de la vida de un varón judío.
Un claro ejemplo de ello es lo que siente Luis Polakof, director de la Intendencia de Montevideo y dueño de la cadena de supermercados El Dorado, quien cuenta su experiencia en entrevista para este trabajo: «Mi madre era la que tenía la fuerza más grande acerca del judaísmo, porque la madre de ella era la única de su familia sobreviviente del holocausto. Entonces, para mi abuela materna, tenia un peso muy grande el hecho de no renegar de ser judío. De hecho, cuando yo tuve mis hijos, y mis hermanos tuvieron sus hijos, a pesar de que no seguimos la religión ni la tradición —incluso no estamos casados con judíos— les hicimos la circuncisión a nuestros hijos». Polakof explica el peso de este rito: «Yo no tengo nietos, pero si los tuviera me gustaria que se circuncidaran. Es una sensación, la más fuerte que me dejaron mis abuelos: a una parte de mis antepasados los mataron, no voy a renegar de ellos. Es personal, es no renegar de que en esta familia hubo judíos».
La ceremonia del brit-milá se debe llevar a cabo a los ocho días de nacido el niño y en un lugar fuera del hospital. Generalmente (depende de los gustos y posibilidades de cada familia) se alquila un local y se invita a los familiares y amigos a presenciar este acto de iniciación al judaísmo. Presenta cierto paralelismo con la celebración cristiana del bautismo, tanto por lo que refiere al ritual religioso como a la dimensión de tradición y festejo social que toma.
La persona encargada de hacer el brit es llamada mohel. El portal de la colectividad judía uruguaya explica los pormenores necesarios para ser un mohel:
Es un maestro cirujano con experiencia especial en el ritual judío de la circuncisión. Para estar calificado como mohel debe ser temeroso de Dios, un judío observante de la Torá, y conocedor de la gran cantidad de leyes judías y médicas correspondientes al brit–milá. Al tener el brit llevado a cabo por un mohel calificado uno puede estar seguro de que todo el procedimiento es aceptable para los niveles bíblicos y halájicos (legislación judía), y llevado a cabo de acuerdo a la forma médica más competente. Se debe tener en cuenta que al hacer circuncidar al bebé por un cirujano pediátrico en un hospital no se cumple los requerimientos bíblicos del ritual judío de la circuncisión.4
El niño que va a ser circuncidado estará en los brazos de su padrino al momento del ritual.
Todo es muy rápido, cuestión de segundos: el grito del circuncidado suena casi al mismo tiempo que el llanto nervioso y contenido de la madre. Mientras el mohel detiene la sangre casi nadie respira. Luego hay aplausos, se rezan las correspondientes bendiciones, se brinda y se festeja. Un nuevo integrante se ha incorporado al pacto.5
Este rito probablemente sea el más conocido por los uruguayos no judíos, ya que desde el punto de vista social (sólo social, vale aclarar) es vivido como un símil de los cumpleaños de 15. Es común que en liceos a los que asisten judíos y no judíos se espere con ansiedad participar de esa novedad que significa lo distinto, tanto para unos como para otros.
Desde el punto de vista religioso podría trazarse un paralelismo entre la bar-mitzvá y la confirmación cristiana. Bar-mitzvá significa literalmente ‘hijo del deber’, ‘hijo de las normas’ o ‘hijo de la orden’. Esto quiere decir que a partir de los 13 años el niño judío se transforma en hombre judío y es responsable de cumplir con las órdenes o preceptos que indica el judaísmo. Antes de esta edad, los pecados o transgresiones de los hijos son asumidos por sus padres.
A partir de los 13 años el chico será tenido en cuenta para minián (quórum de 10 hombres adultos, necesario para iniciar un servicio religioso), queda habilitado para decir el Kadish, y para leer el rollo de la Torá en público.
El ritual de la bar-mitzvá es la culminación de un proceso de instrucción del chico respecto sus deberes y consta básicamente de tres partes:
1. Baruj Spetarani, una bendición en la que el padre del muchacho agradece a Dios por haberlo liberado de las responsabilidades adicionales por los pecados de su hijo y el hijo participa en la lectura de la Torá y la Haftará. La mayoría de los sefaradíes no dan lugar a esta bendición en su liturgia mientras los padres vivan. Los tefilim (plegarias) del adolescente se colocan en el brazo izquierdo (corazón) y en la frente (cerebro), para indicar la necesidad de combinar emociones y racionalidad en la vida del futuro hombre judío que, simbólicamente, comienza ese día.
2. El derashá es una alocución hecha por el «iniciado», llamado entonces bar-mitzvá. Parece haber sido una consecuencia natural de la práctica de muchachos muy jóvenes entrenados en la técnica del Talmud y del deseo universal de los padres de exhibir la inteligencia de sus hijos. [...] Hoy no es más que un discurso, a menudo escrito por el instructor del muchacho, donde agradece a sus padres por su amor y cuidado y anuncia la asunción de sus responsabilidades.
3. Una seudá o comida de festejo en celebración de la ceremonia, justificada en terreno religioso.6
En tanto, el término utilizado para este mismo ritual pero para las niñas es bat-mitzvá y la edad en la que la niña pasa a considerarse una mujer adulta es a los 12 años, cerca de su primera menstruación.
Un ritual laico que hoy día se practica en el marco del festejo es el encendido de las 13 velas del candelabro, cuando el homenajeado elige uno a uno a los que las van encendiendo y ellos simbolizan en un valor cada acto.
Luego sigue la fiesta, música israelí, brindis y mucha diversión.
Un elemento singular en la ceremonia de casamiento judío es la jupá (palio nupcial) debajo de la cual se colocan los novios y el rabino.
La visión judía del casamiento es que la pareja no solo se une bajo la jupá, sino que se reúne. La pareja comparte una misma alma que, al nacer, se divide en dos, y al casarse vuelve a reunirse. En otras palabras, los dos son partes incompletas de una unidad hasta el momento de reencontrarse en matrimonio. [...]
El casamiento judío representa también el ‘casamiento’ entre Dios y el pueblo judío celebrado en el Sinaí por medio de la entrega de la Torá. Muchas de las costumbres en el casamiento judío reflejan dicho paralelismo.7
No es sencillo llegar al casamiento, ya que los preceptos religiosos son bastante exigentes. En primer lugar hay fechas en las que casarse no está permitido. Para poder contraer matrimonio bajo la jupá ambos deben ser judíos, solteros, y no hijos de adulterio, lo que puede ser un problema serio en caso de una mujer casada que aunque tenga el divorcio civil no haya recibido el guet (divorcio religioso) y tenga hijos con otro hombre.
Generalmente el rabino pide la Ketubá8 de los padres de ambas partes o, en caso que estén divorciados, pedirá una copia del guet. También pedirá una copia de las libretas de matrimonio de los padres o las partidas de nacimiento de los interesados.9
En un momento de la ceremonia la novia realiza siete vueltas en torno al novio. Las vueltas tienen un alto contenido simbólico.
Representan varias cosas: los siete días de la Creación; una muralla protectora alrededor del marido; el derrumbe de las murallas de Jericó, que fueron derrumbadas cuando los judíos hicieron siete vueltas alrededor de las mismas. Significa que está en poder de la mujer construir las murallas externas que protegen al hogar y a la familia y derrumbar las murallas internas que dividen y debilitan a la familia.10
Otro momento característico de la boda judía es cuando al final el hombre rompe un vaso de vidrio con el pie. Esta acción es una tradición simbólica que conmemora la destrucción del templo de Jerusalén hace unos 2000 años. Pero también significa la destrucción de su alma, ya que según el simbolismo judío antes de que el marido naciera, él y su pareja eran una sola alma y con el acto del casamiento vuelven a juntarse.
«De la tierra vienes y a la tierra retornarás» es la premisa que respetan los judíos a la hora de enfrentarse a la muerte. Por ello, la sepultura judía es bajo tierra y a perpetuidad y está prohibida la cremación o la incineración de los restos mortales.
En nuestro país, quien nació judío, por más alejado que haya estado de la práctica del judaísmo o de la vida comunitaria, quiere morir como judío. Puede haber evitado la circuncisión por múltiples razones, no haber llevado a cabo la bat-mitzvá o casarse por el registro civil exclusivamente, incluso puede ser una persona no creyente, pero, llegado el momento de decidir cómo morir, querrá morir como judío. Esto es bajo las leyes y costumbres de la sepultura judía.
Está prohibido transportar a un muerto durante shabat (día reservado para el descanso semanal en que los judíos no pueden trabajar ni usar energía) o en las festividades, por lo que en caso de que el fallecimiento coincida con estos, el entierro será postergado.
La ley judía establece la práctica de la tahará, que consiste en lavar el cuerpo del difunto previo a darle sepultura, como simbolismo de su purificación. Hasta hace pocos años esto se realizaba en el propio cementerio judío de La Paz. Actualmente, una empresa (Road Hnos.) brinda el servicio en sus instalaciones previo a la partida del cortejo hacia el cementerio judío.
Durante el entierro se lleva a cabo una antigua costumbre que simboliza el desgarro del alma por el que se va y no volverá, que consiste precisamente en el desgarro de una prenda superior en el lugar donde está el corazón, conocido con el término keriá. Es el rabino quien rompe la prenda de los familiares directos varones del difunto, en tanto una mujer que no sea familiar directa desgarra las prendas de las familiares mujeres. Se entiende por familiares directos a los hijos, esposos y padres.
Terminando el servicio religioso, quienes despiden al difunto son sus hijos, que pronuncian una oración de fe por la cual se santifica a Dios y a la existencia en este mundo por él creado, llamada Kadish.
Posteriormente se entierra el ataúd y se lo cubre con tierra. Los participantes del entierro dejan pequeñas piedras en homenaje y señal de respeto.
Una vez efectuado el entierro, comienza un detallado duelo según marca la ley judía. El primero se denomina shivá y tiene una duración de siete días durante los que el doliente se priva del acicalamiento, deja crecer la barba, no trabaja, no usa cosméticos, no estrena ningún traje ni vestido. Los primeros tres días está estrictamente prohibido ir a trabajar, ya que estos días son dedicados al llanto, y lo que caracteriza a la shivá completa es hablar muy poco o el silencio.
El segundo período de duelo se llama shloshim y comprende los primeros 30 días a partir del entierro del difunto, período en el que está prohibido visitar el cementerio. Al cumplirse los 30 días, se suele ir al cementerio y realizar una ceremonia de recordación en homenaje al muerto.
El tercer período abarca los primeros 12 meses a partir de darle sepultura al difunto. Al año se acostumbra colocar una lápida recordatoria conocida como matzevá. En esa fecha tiene lugar el iortzait, día en que se conmemora la muerte del familiar encendiendo una vela en señal de recordación.
Festividades judías
Se la conoce a Rosh Hashaná como Yom Hadin (día del juicio), Yom Trua (día del toque del Shofar) y Yom Hazikarón (día del recuerdo), porque ese día Dios juzga a los hombres.
Es la instancia en que los judíos hacen balances del año que terminó y renuevan el compromiso para el año que llega.
La primera instancia consiste básicamente en reunirse en familia, cenar y recibir la llegada del año nuevo entre los afectos. En el transcurso de la tarde del día siguiente, los judíos van llegando a la sinagoga y en la tardecita-noche todos esperan el toque del shofar (cuerno que hace un sonido muy especial) como señal de inicio del año nuevo judío.
Este mes, Tishrei en la jerga hebrea y conocido como el séptimo mes, es muy especial para el judaísmo ya que conforma un proceso cargado de las festividades más importantes. Rosh Hashaná marca el comienzo de un período de 10 días (Aseret Iemei Teshuva) de autoexamen y de contrición espiritual que culminan en Yom Kipur, el día del Perdón.
«El día primero del mes séptimo será de santa convocación. No haréis en él, ninguna labor. Es día que se celebrará al son de la trompeta» (Números 29:1). Y también está escrito: «El día primero del mes séptimo lo conmemoraréis al son de las trompetas» (Levítico 23:24), dice la Torá.
El momento máximo de la celebración en la sinagoga es el toque del shofar, de alto contenido simbólico. El Rabi Saadaia Gaón (882-942) enumera 10 motivos para este precepto:
1. Por cuanto Rosh Hashaná marca el comienzo de la creación.
2. Rosh Hashaná marca el primero de los diez días de arrepentimiento.
3. El toque del shofar sirve como un recordatorio de la revelación en el Sinaí, la cual estaba acompañada con «El son del shofar era muy fuerte» y en ese lugar el pueblo de Israel declaró: «Haremos y escucharemos».
4. El toque del shofar sirve para recordarnos las protestas de nuestros profetas.
5. El toque del shofar sirve para recordarnos la destrucción del Bet Hamikdash.
6. El cuerno del shofar sirve como recordatorio del carnero que Abraham Avinu sacrificó en lugar de su hijo Itzjak. Luego del intento del sacrificio, en el cual estuvo Abraham, él vio: «Un carnero que estaba cerca tenía sus cuernos trabados en el matorral», y lo sacrificó en lugar de su hijo.
7. El toque del shofar inculca un sentímiento de inquietud y temor que nos lleva a ser humildes delante de Dios.
8. El toque del shofar sirve para recordarnos que algún día llegará el día del juicio final.
9. El toque del shofar sirve como un recordatorio de la futura reunión de los dispersos del pueblo de Israel.
10. El toque del shofar sirve para recordarnos acerca de la resurrección de los muertos. El precepto del día de Rosh Hashaná es de tocar el shofar y nos recuerda el mérito de nuestros padres. Se debe tocar 100 veces. Si Rosh Hashaná cae shabat no se toca el shofar ese día.11
Popularmente conocido como el día del Perdón, Yom Kipur es indudablemente la festividad de mayor adhesión de la colectividad judía. La gran mayoría de los judíos uruguayos asiste solamente una vez por año a la sinagoga y es este día. El significado de esta celebración surge a partir de hechos con un alto contenido religioso:
Yom Kipur es el aniversario de un acontecimiento que da una cierta visión e inspiración a todos nosotros. Al comienzo de la historia judía nuestro pueblo dejó Egipto triunfante y marchó hacia el monte Sinaí para la cita más trascendental de lo historia: la mañana en que tuvieron la Revelación y escucharon los Diez Mandamientos. Menos de seis semanas después, estaban bailando alrededor del becerro de oro y Moisés destruyó las Tablas de los Diez Mandamientos. La nación estaba bajo la espada amenazante de la ira divina por haber traicionado la confianza de Dios.
Dios perdonó a Israel después de varias semanas de oración y arrepentimiento, y Moisés subió nuevamente para recibir las segundas Tablas de la Ley. Una vez más bajó del monte con las Tablas, pero esta vez se encontró frente a un pueblo feliz de haber obtenido el perdón divino, arrepentido por haber caído tan fácilmente y decidido a pasar todas las pruebas a que fuese sometido en el futuro para probar su lealtad. Moisés volvió al campamento de Israel un décimo día de Tishré. Fue el día en que Dios dio su perdón por una trasgresión que aún no logramos comprender. Fue el día que aún nos recuerda el mensaje de que el hombre no debe nunca perder la esperanza, no importa cuán grave haya sido su pecado. El hombre puede haber perdido el afecto de sus seres queridos, sus amigos y consejeros, pero Dios sigue esperando ansiosamente su arrepentimiento y la oportunidad de poder perdonarlo.
Como dijo el salmista: «Aunque mi padre y mi madre me han dejado, el Señor me recogerá» (Salmos 27:9). Ese día se convirtió en el primer Yom Kipur, el primer día de Perdón y Dios decidió que el décimo día de Tishré fuese el día del año en que Él escucharía las plegarias, el remordimiento y los cambios del corazón.12
Para los judíos es un día de arrepentimiento por los pecados cometidos en el pasado y un compromiso de no cometerlos en el futuro. Para enfrentar este día el judío debe tener una actitud comprometida con el pedido de perdón por lo que ha hecho mal y que su arrepentimiento sea auténtico.
Por otro lado, es necesario abstenerse de todo lo terrenal y focalizarse durante esas 24 horas estrictamente en lo espiritual, encerrarse en uno mismo y alimentarse de aspectos ajenos a los instintos netamente naturales. Por ello, los judíos deben abstenerse de comer y beber, tampoco pueden bañarse, ni usar zapatos ni mantener relaciones conyugales.
Conocida como la pascua judía, la festividad de Pésaj dura siete días pero generalmente solo se festejan los dos primeros días en familia. En la cena festiva se llevan a cabo una cantidad de bendiciones, comidas, bebidas, cantos, preguntas que se realizan en un orden predeterminado como indica el ritual (Seder, orden en hebreo). En Pésaj está prohibido comer tomate asi como todo producto que contenga semillas. El hogar judío debe limpiarse de harinas durante toda la celebración y está prohibido comer levaduras.
Siete días comeréis panes sin levadura. El primer día quitaréis de vuestras casas la levadura, porque cualquiera que coma algo leudado desde el primer día hasta el séptimo, esa persona será excluida de Israel.13
El concepto principal de la celebración es festejar la libertad basada en una peripecia histórica del pueblo judío.
La periodista judía Alicia Haber, en un artículo titulado «¿Por qué esta noche es diferente de las otras? Es Pésaj: los judíos honramos la libertad», explica:
Conmemora el mítico relato de la liberación de los judíos de la esclavitud en Egipto en tiempos faraónicos, su paso de la esclavitud a la libertad, del exilio a la Tierra Prometida. Para los religiosos implica intervención divina y creencia en Dios, para los seculares Pésaj está basada en el mito y la leyenda, en la historia y la tradición. Pésaj contiene enseñanzas y valores y sobresale el papel otorgado a la libertad. Nos transforma en devotos de la libertad.
Lo fundamental es celebrar la libertad, recordar a través de un relato, recuperar el pasado, narrar para conocernos e identificarnos con nuestros ancestros y nuestros hermanos, para reconocer nuestra historia y ubicarnos en ella, y activar esa parte de la identidad, porque tenemos muchas, como todo el mundo, muchas identidades, una de ellas es la judía. Transmitimos. Por eso leemos, contamos, y damos un lugar preeminente a los niños que participan preguntando y jugando aprenden. Se lee un libro llamado Hagadá (‘cuento’ en hebreo) que relata el mítico éxodo del Egipto hacia la libertad, el fin de la esclavitud, y el comienzo del camino hacia la Tierra Prometida, hacia un país propio. Está inspirado en la gesta de Moisés contada en la Biblia, y ese acontecimiento específico se transforma en algo eterno con significados metafóricos que se van ampliando a lo largo de las generaciones pues el pensamiento judío estimula la apertura de interpretaciones, la exégesis, y ya los mismos religiosos generan incentivos para las nuevas lecturas, las diferentes miradas, las glosas explicaciones y comentarios enriquecedores. La Hagadá es un canto a la libertad y autonomía del pueblo judío y de todos los pueblos. El libro puede ser muy sencillo, puede estar ilustrado por artistas, puede ser lujoso y tener verdaderas obras de arte y puede ser muy antiguo y de enorme belleza artística. También hay versiones con dibujos para niños y otras con traducciones en diversos idiomas para los judíos dispersos por el mundo.14
Todos los días viernes al salir la primera estrella comienza el festejo de shabat y culmina con la salida de la primera estrella del sábado.
Durante esas 24 horas se lleva a cabo el día de descanso al que los judíos más religiosos le asignan una importancia superlativa. El shabat es uno de los diez mandamientos:
Recuerda el día de Shabat para santificarlo. Seis días trabajarás y harás todo tu trabajo. Y el séptimo día será un descanso ante Dios, tu Dios. No hagas ningún trabajo, ni tu hijo, tu hija, tu siervo, tu sirvienta, tu animal, y el extranjero que reside entre tus portones. Porque (en) seis días hizo Dios a los cielos y a la tierra y todo lo que contienen y descansó el séptimo día. Por lo tanto Dios bendijo al día de Shabat y lo santificó.15
En el día de descanso no se puede trabajar, encender la luz, usar ascensor ni andar en auto y se comen alimentos kasher.
Algunos asisten a la sinagoga a recibir la llegada del shabat.
La realidad judía uruguaya ante las festividades
Los judíos uruguayos son en su mayoría poco cumplidores de las muchas festividades judías que marca la religión. Las festividades más respetadas en nuestro país son en primer lugar y con notoria distancia Yom Kipur (día del Perdón) y Rosh Hashaná (inicio del nuevo año judío) y, en un segundo lugar, Pésaj (la Pascua judía) y Shabat (día de descanso). Las demás festividades (que las hay y muchas) son casi ignoradas por los integrantes de la colectividad judía uruguaya.
El espíritu laico que le impregnó el batllismo a principios de siglo XX hizo carne en quienes ya vivían en nuestro país pero también —es el caso de muchos judíos— en aquellos que se iban integrando a nuestra sociedad procedentes de los más variados lugares del mundo. Que existiera la libertad más absoluta de cultos y se careciera de una religión oficial sumado a la igualadora educación pública y laica permitían que los hijos y nietos de los judíos inmigrantes se ensamblaran rápidamente en la sociedad uruguaya, y es esta una de las posibles explicaciones al poco éxito de las religiones en general —en este caso particular, la religión judía— en la cosecha de fieles.
En el marco de investigación para este trabajo se dio una constante en las respuestas de los judíos sobre su relación con las festividades: la utilización del paralelismo Yom Kipur y Rosh Hashaná con Nochebuena, Navidad y Año Nuevo, y de Pésaj con Semana Santa o domingo de Pascua.
Antes que la religión, la tradición —o al menos algunos de sus elementos— pesa significativamente en la mayoría de los consultados.
Bernardo Olesker se apresura a aclarar que pese a que no es religioso respeta todas las festividades porque es tradicionalista, una identificación afín a la mayoría de los judíos, entiende: «La inmensa mayoría somos judíos tradicionalistas. Ser religioso implica cumplir con todos los preceptos: comer kasher, que implica que usted no puede comer cosas lácteas en los mismos platos que come carne. Usted no puede viajar el sábado, no puede comer carne de cerdo, no puede andar con la cabeza descubierta, debe rezar tres veces por día... Hay instituciones que lo cumplen al 100%, pero la mayoría de los judíos en Uruguay y en el mundo son tradicionalistas. Se casan con judíos, nacen como judíos, y se mueren como judíos, pero no cumplen con ninguna de esas obligaciones. Van a comer a restaurantes, ¡incluso comen jamón! Eso no implica que el tradicionalista sea menos judío que el religioso. El judío tradicionalista hoy es en primer término sionista, y eso es una identificación muy fuerte».
«Con respecto a las tradiciones, participo en todas en familia y me da mucho placer», señala Leonardo Haberkorn. «En la comida de fin de año, o Pascua, como mi hermano y yo tenemos hijas chicas, últimamente hemos tratado de revitalizar algunos contenidos de la ceremonia. Antes solo nos sentábamos a comer. Ahora hacemos algunas de las cosas para que nuestras hijas capten más de qué se trata».
Carlos Kierszenbaum respeta ciertas fiestas y ciertas formas: «Yo sigo algunas fiestas. Respeto Pésaj, no como harina. Creo en Dios, pero no en uno que me manda vestir de negro. Entiendo y comparto algunas cosas del cristianismo, sé del islam, me gusta saber. Ayuno en Yom Kipur, como algo netamente identitario. Sigo una corriente judío religiosa conservadora, la nci. Pero no hago shabat: no sé ni por qué pero no lo hago. Sobre todo por la dinámica familiar. (Llevo) la vida judía mínima que quiero vivir y transmitir a mis hijos».
Miguel Brechner se define agnóstico pero respeta ciertas tradiciones: «No creo en ninguna religión. Sí respeto las tradiciones. Respeto Yom Kipur, incluso ayuno; me gusta escuchar Rosh Hashaná y voy un rato a la sinagoga. Cuando un amigo me invita voy a shabat, aunque no hago cena shabat en casa. Me gusta Pésaj también, pero ninguna al punto de vida o muerte. He ido a sinagogas en Singapur, acá y allá, pero para ver cómo son».
En la misma línea se declara el arquitecto Vito Atijas: «Podría decir que soy claramente un tradicionalista. En el sentido de que por respeto a lo que me inculcaron mis mayores trato de que no se pierda el hilo, y trato de respetar las fechas más importantes, pero no me podría definir como un creyente religioso que tenga ese factor realmente incorporado. Apoyo a aquellos que sí lo son porque entiendo que ayudan muchísimo a mantener eso que quizá yo hago en una forma más liviana».
Como variante, el expresidente del Comité Central Israelita Pedro Sclofsky festeja Pésaj en familia «pero con una característica que ha pasado de generación en generación. invitamos a amigos no judíos a que la festejen junto a nosotros y les explicamos en qué consiste. Lo hemos hechos siempre y lo seguimos haciendo».
Dentro de un abanico tan amplio, Bernardo Gitman se ubica en un extremo. Se autodefine judío tradicionalista conservador, aunque no ortodoxo. «Creo en Dios, no soy ortodoxo, pero los viernes hago mi reunión con mi familia, respeto la entrada del shabat, hacemos todo de forma tradicional. Las fiestas las cumplo porque las siento. Yo en año nuevo voy todo el día a la sinagoga, porque lo siento, nadie me obliga. Llega el día del Perdón y ayuno desde siempre, nunca trabajé esos días y nadie me dijo nada. Hay cosas en las que la religión debería aggiornarse, pero ¡¿quién soy yo para decirlo?!».
En el otro extremo hay quienes no practican ninguna tradición. Es el caso de Luis Polakof: «Porque mi casa era muy laxa con eso. Me hicieron hacer la bar-mitzvá, aparte de que me circuncidaron. [...] Pero fuera de eso, nunca me sentí identificado con el judaísmo, tampoco en contra. Me sentí en esencia siempre uruguayo». El ministro León Lev es otro de los ajenos a las festividades: «Vivía en el barrio Palermo, donde naci y siempre me sentí muy integrado. Mantengo lo que fueron esos cuatro años de escuela judía, donde aprendí el idish, las tradiciones de la cultura judía, sus festividades, pero yo no soy practicante religioso, ni practico las festividades».
«Yo respeto todo. Pero no practico mucho», aclara el comunicador Orlando Petinatti. En su inherente postura sui generis, Freddy (su nombre verdadero) explica para este trabajo sus peripecias cuando llegan las festividades: «Cuando vienen las fechas más tradicionales, Rosh Hashaná o el día del Perdón, uno siente la necesidad, no me preguntes por qué, quizá tiene que ver con la educación, con sentírse más cerca de Dios. Yo paso por muchas etapas. De tener mucha fe en Dios a ser agnóstico, a creer en Dios, o a pedirle a Dios, aunque primero agradezco. Yo creo en Dios. No sé si creo en Dios todopoderoso, que creó la tierra en seis días, y el séptimo descansó. (Espero que Dios no esté leyendo esto, justo en el día que descansa). Sí creo en una energía más inteligente, creo en Dios como energía, creo en que hay algo más allá, y más acá también. Que nos conduce por un camino en el que uno después toma el rumbo que quiere. [...] Respeto todo. No soy de hacer shabat. Sí soy de ayunar en el día del Perdón, quizá más por tradición que por otra cosa, porque no me equivoco nunca y no tengo por qué pedir perdón (se ríe). Pésaj sí, pero no limpio mi casa de harinas, ni sigo todas las tradiciones al pie de la letra. A la sinagoga voy muy poco, porque creo que Dios está en todos lados. Y no es una frase hecha: no tenés que ir al cementerio para sentírte cerca de tus afectos, están siempre. igual que Dios: no tenés que ir a la sinagoga, él viene a casa de vez en cuando, y es bien recibido».
Mi primer Yom Kipur
El 26 de setiembre de 2012 la comunidad judía celebró Yom Kipur (día del Perdón). «Es el momento más sublime de todo el año para un judío», me comentaron varios de los entrevistados para este trabajo. Otros, con fina ironía, dijeron: «Son las únicas horas del año en que algunos se acuerdan de que son judíos».
A la hora 17 llegué a la sede de la Nueva Congregación Israelita (NCI) para zambullirme en esa experiencia, inédita para mí, de vivir los rituales y compartir con parte de la colectividad judía uruguaya este día que viven con tanto simbolismo y contracción espiritual.
Bastó que pisara la esquina del lugar para sentír que no era una tarde común para la institución. Rodeadas de un operativo de seguridad impresionante, que incluía decenas de personas de seguridad vestidas de impecable traje negro, policía de tránsito y francotiradores que se veían en las alturas de una torre de la institución, las familias iban llegando a la sinagoga.
Ni bien ingresé al templo me dio una calurosa y amable bienvenida el presidente de la NCI, Roby Schoindler, quien me insistió en lo interesante que sería que pudiera quedarme hasta el momento cumbre de la tarde cuando se tocara el shofar (cuerno utilizado como instrumento de viento) y se palpara la energía de las 1500 personas que asistirían a ese momento.
A esa altura de la tarde (17:30) unas 500 personas siguen atentamente los rituales, cantos y lecturas que el rabino indicaba. Como toda sinagoga, está orientada hacia Jerusalén y al fondo se halla un armario o tabernáculo, el arca sagrada (hejal en sefaradí o arón ha-kodesh en ashkenazí), que contiene los rollos de la ley (Torá). Todos los participantes deben estar de frente a ella y nunca darle la espalda.
Ante el arca sagrada una lamparilla arde constantemente en recuerdo de la luz perpetua que brillaba en el templo de Jerusalén. Un candelabro, de siete lámparas en línea, evoca el célebre candelabro (menorá) del templo. Una mesa colocada sobre una plataforma hace las veces de altar; sobre ella se lee la Torá.
A medida que pasan los minutos aumenta el flujo de gente que ingresa al templo; exactamente lo mismo sucede con las oraciones, rezos y canciones, que incrementan su intensidad.
En los rostros de algunos de los presentes se percibe el cansancio y el ayuno que ya lleva casi 24 horas. Hay quienes viven la ceremonia en silencio, otros siguen al pie de la letra los rezos y canciones, también hay quienes mantienen diálogos y no se los ve muy compenetrados con la ceremonia.
Los asientos en la sinagoga son pagos, es decir, cada persona tiene su lugar predeterminado de acuerdo al dinero que puso. Un palco vip se erige detrás del altar donde se lee la Torá y frente al arca sagrada. Tiene tres filas y a esos asientos solo llega gente de gran poder adquisitivo porque son verdaderamente costosos. Cada asiento tiene una etiqueta con el nombre y apellido de su dueño.
En varias oportunidades la liturgia indica que hay que correr las cortinas que resguardan los rollos de la ley (Torá) al momento de leer determinadas oraciones. El rabino es quien convoca a lo largo de la tarde a diferentes personas para que hagan efectiva la apertura y, luego de leídas las oraciones, el cierre de la ha-kodesh.
Tener el honor de abrir y cerrar la ha-kodesh cuesta dinero; cuanto más cerca de la hora culminante, más caro.
A la hora 18.30 no cabe un alfiler en la sinagoga de la NCI. Más de 1000 personas colman sus instalaciones. Comienzan a llegar figuras reconocidas del ambiente político, institucional y empresarial uruguayo.
De impecable traje pero con calzado deportivo y junto a sus hijos, arriba el embajador de Israel en nuestro país, Dori Goren. La razón del uso de ese calzado del diplomático israelí es religiosa: no se deben usar zapatos ni cuero. Vi a algunos vistiendo traje y zapatillas crocs.
También llegan el periodista deportivo y conductor de televisión Sergio Gorzy; el presidente del plan Ceibal Miguel Brechner; la destacada empresaria Nathalie Manhard; el exsecretario de la Presidencia durante el gobierno de Julio Sanguinetti (1995-2000) Elías Bluth; el expresidente del Comité Central Israelita del Uruguay Ernesto Kreimerman; el director de B’nai B’rith para América Latina Eduardo Kohn; el destacado periodista uruguayo corresponsal de CNN Darío Klein; el expresidente de la B’nai B’rith y el destacado empresario Enrique Jinchuk.
Los últimos 30 minutos generan una energía muy especial en el ambiente. Los concurrentes muestran una mayor compenetración y el ritual comienza a adquirir un aire más festivo. Las familias siguen las tonadas abrazados de sus familiares. A la hora indicada se hace un importante silencio y se siente el sonido del shofar. Los personas se saludan, se desean feliz y dulce año.
En la puerta esperan mesas con bolsitas con maní y pasas de uva. Algunas personas sacan algún chocolate para contrarrestar el ayuno que ya supera las 25 horas. Los más de 1000 concurrentes comienzan a abandonar la sinagoga con rostros de felicidad. El personal de seguridad desplegado por toda la cuadra vive alrededor de 20 minutos muy intensos cuidando que a ninguno de los concurrentes le suceda nada. Media hora después vuelve a la calma la cuadra de la calle Payán. Terminó el rito, los judíos pidieron perdón y lavaron sus culpas, comienzan el año limpios.
Una visita al cementerio judío de La Paz
Fue una experiencia verdaderamente impactante. Otras reglas, otras costumbres, otra arquitectura, otros símbolos, otros rituales.
Basta con atravesar los viejos portones del cementerio judío de la ciudad de La Paz (Canelones) para enfrentar un paisaje fúnebre muy diferente al que conocemos quienes no somos judíos.
La ausencia total de cruces y nichos hace más despejada la panorámica general del cementerio. Al ser bajo tierra, las lápidas y monumentos no exceden la altura de un metro y medio aproximadamente. No hay flores por ningún lado, en su lugar hay pequeñas piedras sobre las tumbas.
El predio está divido en dos aéreas: la más antigua, que se caracteriza por la división en sectores según la procedencia de los judíos, y la nueva, «intercomunitaria» y sin divisiones.
La parte antigua del cementerio tiene cinco divisiones entre calles de cemento o pedregullo: una para la comunidad sefaradí, una para la comunidad húngara, una para la comunidad alemana, una para la comunidad ashkenazí y un espacio para los judíos de la Mutual Israelita del Uruguay. Estos últimos son los judíos comunistas y no sionistas que no pertenecían a ninguna de las comunidades fundadoras del Comité Central Israelita del Uruguay.
Se dan varias curiosidades. La primera es que los enterramientos son organizados en filas por sexo, es decir, hay fila de hombres y fila de mujeres. Esa condición se rompe solo en el caso de un matrimonio que pidió ser enterrado uno al lado del otro o alguna circunstancia similar.
Otra característica es que hay espacios con la escritura «reservado» al lado de la lápida de algunos muertos. Esto significa que su pareja ya compró el lugar lindero para poder ser enterrado a su lado.
Otra nota interesante es la presencia de la foto del difunto en la gran mayoría de las lápidas. Asimismo, siempre hay algún símbolo o frase esculpida en el mármol.
El cementerio intercomunitario (parte nueva) luce muy similar a los actuales cementerios privados que existen en nuestro país. Hay césped y las tumbas están separadas unas de otras.
Una exortodoxa cuenta su experiencia
«La vida que tienen los integrantes del Opus Dei es muy parecida a la vida judía ortodoxa», concluyó en entrevista para este trabajo una uruguaya exortodoxa judía que vivió varios años en Israel. «Les domina la vida», agregó asombrada de las coincidencias que encontró tras su lectura del libro El peso de la cruz. Opus Dei en Uruguay (Montevideo, Sudamericana, 2009).
La rutina diaria de un ortodoxo, en procura de seguir al pie de la letra los preceptos religiosos, es muy exigente. «Apenas me levantaba, cuando abría los ojos, tenía que hacer una oración especial agradeciendo que no me había pasado nada durante la noche. Acto seguido, tenía debajo de la cama una palangana especial para lavarme las manos, porque durante la noche te impurificás y tenés que volver a purificarte. También te cambiás de ropa pero bajo las sábanas. Decís las oraciones de la mañana —al día son tres, mañana, tarde y noche—. Las oraciones duran como una hora y media o dos. Después, iba a clases de religión y a la universidad. Antes del almuerzo, la bendición. Luego un break, para leer libros permitidos de religión, salmos o lo que fuera. A la tarde, clases. Y a la hora de la cena, las oraciones antes y después de comer.»
Esta exortodoxa recuerda los preparativos de cada semana para recibir el shabat: «Ya desde el jueves de noche cambia la dinámica de la casa, vas limpiando todo. La comida tiene que estar organizada antes, porque no podés cocinar. No se puede encender fuego ni cortar papel higiénico, pones timers en la casa para no tener que encender las luces. Hay que tener resuelta la ropa que te vas a poner. El viernes en Israel a las dos de la tarde termina el mundo: te bañás, te aprontás, no te podés maquillar, hay miles de reglas para eso. Hay 39 cosas que no podés hacer durante shabat: por ejemplo no podés usar energía, no podés pintar ni dibujar... millones de cosas. Te aprontás, vas a la sinagoga y después vas a una casa a comer. En Israel cambia el aire. Cuando salís de noche, después de la cena, hay un silencio total. Porque no se puede poner música ni la televisión, ni viajar en auto. La gente camina con los cochecitos porque tienen miles de hijos. Muy espiritual, estar ahí es mágico. ¿En qué país del mundo todo acaba durante 24 horas? Está bueno, es lindo. Al otro día te despertás, vas a la sinagoga de nuevo, vas a comer a la casa de alguien, si querés te juntás y charlás de un tema.»
Las relaciones humanas se manejan bajo ciertas reglas en el mundo ortodoxo judío, en especial aquellas que tienen que ver con el relacionamiento de hombres y mujeres. Existe un procedimiento para vincularse con un joven del otro sexo. «“Siento que ya estás para empezar a salir con alguien”, te dice tu rabino y te pregunta qué querés, si preferís alguien que trabaje o alguien que sólo estudie Torá y que no esté en el ejército. Si elegís un chico que no trabaje, las mujeres son las que tienen que trabajar porque hay muchos hijos para mantener. La cita es arreglada por el rabino. Ellos te dicen el lugar de encuentro. Generalmente es en un lobby de algún hotel. Vas y hablás del tema objetivo, cuatro o cinco salidas y se define todo. Es una cita a ciegas. »
Se hace difícil interactuar con personas que no pertenecen a la comunidad ortodoxa. «Es totalmente incompatible con la interacción con gente normal. Por ejemplo, una mujer no puede estar sola sentada en un auto con un hombre. La vestimenta es todo un tema: no podés usar pantalón, la pollera siempre tiene que ser debajo de la rodilla, el pelo se cubre si estás casada. Muchas veces quienes no son religiosos dicen que son prácticas machistas, pero los religiosos entienden que la mujer tiene funciones tan importantes como las del hombre. Los días que estás menstruando no podés dormir en la misma cama que tu marido, porque estás impura. Tampoco en esos días podés tener contacto físico con tu marido. Ojo, el hombre no te trata mal. Una regla general para toda tu vida es que la mujer no puede tocar, ni besar en la mejilla, ni nada, a ningún otro hombre que no sea su marido. El hombre tampoco puede saludar a mujeres. Con la única persona que puede tener contacto físico es con su esposa.»
Esta joven judía no pudo con estas prácticas. «Mi mayor compromiso fue ser religiosa, pero fue un cambio de vida total. Alejarme de mis amigos, de mi familia, de mis amigos judíos, porque la mayoría no entiende... Dentro del judaísmo hay mucha discriminación hacia los judíos ortodoxos, y a veces al revés también. Notoriamente no era para mí, es una vida de mucho sufrimiento y renunciamientos.»

Bernardo Olesker hace uso de la palabra en acto organizado en la Comunidad Israelita del Uruguay (Kehilá).

Bernardo Olesker enciende una de las velas del candelabro en ceremonia organizada en la Comunidad Israelita del Uruguay (Kehilá).

Vista panorámica del cementerio judío de La Paz (Canelones).

Vista de tres lápidas del cementerio judío de La Paz (Canelones).
En las de los extremos están presentes símbolos típicos del judaísmo: la estrella de David y el candelabro de siete velas.
En la lápida del centro aparece un símbolo formado por dos manos en una posición particular.
Este símbolo se encuentra en varias tumbas. Significa que ese difunto es un cohanim, y por tanto descendiente directo de Aarón, el hermano de Moisés.

Tumba de Moisés Rabinovich. La presencia del símbolo comunista (la hoz y el martillo) se destaca entre las tumbas del cementerio.
Moisés Rabinovich fue pionero de la educación judeo-progresista, que contaba con una escuela obrera primero y luego laica.
En la escuela no sólo se enseñaban las asignaturas del programa, también idioma idish, literatura e historia del pueblo judío, festividades nacionales y judías, acontecimientos internacionales, entre otras.

No pasa inadvertido el detalle del símbolo masónico por excelencia. La escuadra, el compás y la G dejan claro que quien descansa allí es un iniciado en la masonería.
Federico Bueno

Un ritual muy diferente. Algo llama la atención en el paisaje fúnebre. Sobre las tumbas, en lugar de flores, se colocan pequeñas piedras. La explicación es que para los judíos las flores simbolizan la vida y las piedras simbolizan la inmortalidad.

Portada del Semanario Hebreo del jueves 13 de setiembre de 2012.
La foto central muestra a un niño tocando el shofar (cuerno hueco utilizado como instrumento de aire).