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Palabras de humo en el cielo

Un pionero de la ecología, Ariel Ciro Rietti (1923-2001), químico, piloto de aviones y especialista en aeromodelismo, construyó, en la terraza de su casa en el barrio de Almagro, el primer auto a energía solar, un Citröen 3 CV, bautizado el Ariel-Ra, en 1977. Ra es el dios del sol en la mitología egipcia y el auto, un prototipo sin carrocería, con paneles solares por techo, tenía una autonomía de apenas minutos y, si estaba nublado, no andaba. En una foto borrosa del coche se ve a un copiloto insólito: Jorge Luis Borges, con su eterno bastón, circulando en el Ariel-Ra por la calle Lezica, entre Medrano y Gascón. Borges no fue el único. Rietti se esmeró en invitar a celebridades a montarse en su auto del futuro: el ex presidente argentino Arturo Illia, los pilotos de Fórmula 1 Oscar Gálvez y Juan Manuel Fangio. Bajar el auto de la terraza no fue tarea sencilla: hizo falta una grúa con una pluma que lo levantara por los aires y lo depositara en la vereda. Rietti no había pensado en ese detalle. Tenía la mirada puesta en la esfera celeste: pasó años estudiando OVNIS y fue el inventor de la escritura aérea (aviones trazando palabras de «humo blanco» en el cielo). Fundó el Laboratorio Solar Argentino de Investigaciones Científicas (que luego se llamó Fundación Universal Solar Rietti, y funcionó hasta entrados los 2000). Hoy, en el lugar, hay un hotel.

En la misma ciudad en la que Rietti deliraba en clave ecológica y alternativa, en enero de 2015 se corrió la primera carrera de Fórmula E, en la que solo participan autos eléctricos.

Hoy, por todas partes, crecen grupos que, embanderados en el verde ecológico, descartan la alimentación basada en el consumo de animales y sus derivados, quieren derribar las rejas de todos los zoológicos, evitan vacunar a sus hijos, solo usan la bicicleta o sus propias piernas como medio de locomoción y abogan (y militan) por una tierra que imaginan verde ecológica en tu totalidad.

Orgánicos, vegetarianos, veganos, crudívoros y frugívoros, ayurvédicos, naturistas, macrobióticos, ecologistas, ambientalistas, permacultores, agroecológicos, biodinámicos. Las distintas tribus verdes conviven, en la ciudad y sus alrededores, no siempre pacíficamente, y buscan volver a un tiempo en el que humanos y animales vivíamos en un paraíso armónico, incontaminado. Restaurantes, festivales, plazas, ferias y mercados, ciclovías, maratones, marchas, abrazos, escraches, son los espacios y los modos de expresión de estos grupos que crecen y crecen en este mundo que Rietti, el pionero, ni siquiera soñó.

En esos lugares, entre esas tribus, pasé seis meses, el oído atento a esas voces, esos discursos. ¿Quiénes son? ¿Qué piensan? ¿Por qué? ¿Sirve para algo todo ese esfuerzo, esa suma de iniciativas individuales, mejor y peor, más y menos organizadas? ¿El verde es un color, una moda? ¿Una ideología? ¿Todo eso junto? Y además, ¿es puramente bueno?

Me sumergí durante meses en ese mundo, Mondo verde, y probé: fui vegana, ovo lacto vegetariana, orgánica, ambientalista, ecológica. Fracasé siempre. Pero no quedé inmune. El verde me dejó huella.