Pasados dieciocho años de la primera edición de Runas. El susurro del destino, quince del Libro mágico de las runas y ocho de Runas. Lecturas avanzadas, tengo la satisfacción de prologar mi obra integral y definitiva sobre el oráculo vikingo que, de tan inmensa, ni siquiera me atreví a soñar. Cuando Analía Rossi propuso una edición completa de las obras, revisadas, corregidas y ampliadas, sentí que el esfuerzo de casi dos décadas no había sido en vano. Un tratado sobre runas es lo que todo autor que dedicó su vida al estudio del oráculo nórdico aspira, y lo que el lector autodidacta anhela encontrar en los mesas de las librerías. Si bien es cierto que los talleres rúnicos, notas periodísticas, viajes de estudio y congresos son útiles para la difusión de las runas, nada se compara con la experiencia de la publicación y la amalgama ineludible e inexplicable entre el alma del autor y cada lector. Miles de personas en una red sutil e inquebrantable, tejen una nueva posibilidad, un nuevo mundo, fruto del trabajo de editores, asistentes, correctores, periodistas y, sobre todo, el gran curioso: el lector. Sin la urdimbre humana que sostuvo mi obra a lo largo del tiempo, ésta hubiera caído en el olvido. Recuerdo en mis comienzos, a principios de los 90, que la palabra runas era casi desconocida, se la confundía con ruinas, se las llamaba “ruanas”, etcétera. Hoy, en cambio, podemos decir que ocupan un lugar destacado dentro de las disciplinas esotéricas.
Es infinito mi reconocimiento a todos los que han colaborado con este sueño que se hace realidad. Paso de modo enfático, y sin ofender a los que creen sólo en lo que sus ojos ven, a agradecer a la voz del oráculo, a sus guardianes, a sus ancestros y guías espirituales. Es la voz inaudible la que habla a los corazones, la que maravilla a quienes saben abordarla con respeto y entrenamiento. Es la que otrora animó a los barcos vikingos en mares desconocidos, la que insta al consultante a ampliar sus propios horizontes. Es la que corre el velo y limpia espejos con la lucidez de la palabra y la fortaleza del símbolo. La misma voz que, junto a los guardianes de cada uno, cuenta historias que aún no fueron contadas.
Esta obra consta de cuatro partes, en honor a las cuatro puertas de la Tierra, los puntos cardinales, las cuatro estaciones del año y los cuatro arcángeles místicos.
La Primera Parte, El universo rúnico, delinea el mundo de los chamanes, sus leyendas y la génesis del universo según la Antigua tradición. Presenta cada divinidad del culto odínico con sus características principales y los roles que representan en el panteón nórdico. Cuenta historias, enlaces y enredos. Luego relata la creación de las runas, citando las fuentes clásicas y populares. Enfatiza el advenimiento de la palabra como hito histórico para luego desembocar en la raíz mágica de todo alfabeto. Ya con intención didáctica el texto se adentra en las Familias de letras rúnicas, sus disposiciones, organizando la información base para la complementación del alfabeto rúnico. Finalmente, el ángulo de visión deja de ser pasado para trasladarse al presente, proponiendo un nuevo abordaje del oráculo como herramienta para el crecimiento personal.
La Segunda Parte, Simbología rúnica, como su nombre sugiere, describe cada glifo y desmenuza el significado individual, tanto del alfabeto Futhark (compuesto por 25 letras) como del Futhorc (compuesto por 33) o runas celtas. Luego, enseña a encontrar la multiplicidad interpretativa de cada ideograma hilvanando y cosiendo sus significados en conjunto.
La Tercera Parte, El Campo del Sol, según mi criterio personal es el verdadero aporte, el corazón del Gran Libro de las Runas. En el se estudia el mandala rúnico como antesala de toda tirada completa. Es allí donde surgen los tesoros escondidos, los hundimientos personales y familiares, donde está escrita la saga de cada individuo, sus secretos, bendiciones y maldiciones de los linajes. Sin el Campo del Sol y sus laberintos, la lectura rúnica tendería a la superficialidad, a la corteza del “árbol de la vida”, sin traspasarla jamás, sin hallar la nutritiva savia.
La Cuarta Parte, La amplitud de las runas, está dedicada a las disciplinas complementarias como la astrología, el yoga, la elaboración de talismanes y amuletos, la gemoterapia, y recuerda antiguas prácticas chamánicas como la elaboración del sello personal y combinaciones rúnicas para situaciones especiales.
Finalizando, quisiera alentar a quienes trabajan en la dura disciplina de la investigación del alma humana, recordándoles la importancia de nuestros aportes para el cambio de la conciencia mundial y ofreciendo esta brújula conectora de mundos.
Ojalá la dicha de los deseos realizados viaje en cada ejemplar del Gran Libro de las Runas, iluminando a todo aquel que se atreva a descifrarlo.
F. D.
BUENOS AIRES, OCTUBRE DE 2008