img

Bolívar: emprendedor y gerente de excepción

Comentario especial de Henry Gómez Samper

Son pocas las obras publicadas sobre el Libertador que profundizan el análisis de su devenir. Antonio Herrera-Vaillant nos brinda un relato de un aspecto poco conocido: su quehacer como empresario, tarea que desempeñó desde temprana edad y ocuparía buena parte de su tiempo una vez cumplida su hazaña continental y restituidos los bienes que le fueron incautados por los realistas. Inmensamente más complejas, sin embargo, fueron sus tareas estratégicas, administrativas y gerenciales que debió desempeñar en las campañas militares que dirigió a lo largo de la iniciativa más extraordinaria jamás realizada en la historia de América Latina.

Los términos empresario, emprendedor, gerente y administrador tienen diferentes connotaciones y matices. Emprendedor denota “chispa”, intuición, creatividad, empuje, tenacidad y capacidad estratégica, talentos evidentes en el papel del Libertador al llevar adelante la prolongada Guerra de Independencia. Empresario puede significar diferentes actividades, desde idear y poner en marcha una empresa, hasta desempeñarse como gerente a fin de que la misma prospere y cumpla su misión; como gerente, el empresario se enfoca en el detalle, el seguimiento, la asignación de recursos, tareas que a veces son ajenas a la capacidad o inclinación del empresario.

Es así que toda empresa exitosa —la hazaña libertadora incluida— requiere dos insumos imprescindibles: capacidad para emprender y capacidad para instrumentar la gerencia eficaz. Al fusionarse los dos papeles y ser desempeñados por una misma persona se pone en evidencia un talento de excepción, digno del Libertador. La empresa de organizar y expulsar el poder que dominaba la mayor parte del continente, no menos que la efectiva y tenaz tarea gerencial de asegurar, asignar y movilizar recursos en función de su objetivo, las lideró y llevó a cabo Simón Bolívar, pese a carecer de experiencia administrativa, política o militar. ¡Vaya qué talento aquel!

La visión del Libertador sobre la gestión

Curiosamente, Bolívar reconoció: “Yo no he sido, ni soy ni seré, ni quisiera ser administrador”. Esta y otras afirmaciones del mismo tenor fueron recogidas por la lingüista y política peruana Martha Hildebrandt en su estudio Bolívar como administrador en el Perú, que trata sobre los tres años que pasó Bolívar en este país. La autora señala que la afirmación aparece en carta dirigida al vicepresidente Santander el 13 de agosto de 1822.

He aquí otras declaraciones afines:

En octubre de 1821 al Congreso General de Colombia, reunido en Cúcuta: “Estoy profundamente penetrado de mi incapacidad para gobernar a Colombia, no conociendo ningún género de administración”.

En septiembre de 1823: “Mi repugnancia en la administración del gobierno supera con mucho toda exageración…”.

Y en marzo de 1826 dice a Sucre, desde Lima, que sólo se quedará en el sur si lo dejan “libre del enfado de la administración que, como usted sabe, detesto más que a los españoles”.

Sin embargo, como bien lo manifiesta Hildebrandt (1990):

A pesar de este reiterado rechazo de las tareas administrativas, Bolívar se vio obligado por las circunstancias, no sólo a administrar sino aun a crear, previamente, los organismos que habrían de ser administrados. Y en esa colosal tarea dio clarísimas muestras de excepcionales aptitudes que aplicó con originalidad, decisión, formidable energía, indesmayable [sic] tenacidad y un cuidado al detalle que fue, sin duda, uno de los secretos de su triunfo.

¿Cómo logró Bolívar desarrollar su extraordinaria habilidad como emprendedor y estratega, por no mencionar sus ejemplares destrezas como gerente? Especular sobre tal interrogante requeriría de una tarea mucho más ambiciosa de lo que pretende el presente ensayo. Nos llevaría a explorar, por ejemplo, algunos rasgos de su formación, la influencia que sobre él tuvieron su mentor Simón Rodríguez y ciertos de sus familiares, las lecciones que pudo haber sacado de su voraz apetito por la lectura, sus años en la academia militar y penosas experiencias cuando joven, que parecen haber contribuido a acelerar su madurez.

Emerge el emprendedor y gerente

El Libertador dio muestra de tenacidad y talento emprendedor a temprana edad. Al prepararse para emprender su viaje a España en 1803, habiendo ya asumido responsabilidad por administrar su fortuna, acudió al Tesoro para obtener fondos requeridos para mantener sus haciendas, antes que para los gastos del viaje. Propuso reintegrarlos mediante el despacho de frutos de sus cultivos a casas comerciales en Cádiz. Aunque existía la práctica de facilitar tales operaciones con quienes pudieran afianzarlas, pues no era aconsejable viajar con dinero, el hecho fue que los fondos que Bolívar obtuvo los dedicó por completo a nuevas siembras de café y añil en sus fundos de Ceuce y Yare; tan interesado estaba en ellas que, apenas llegado a Cádiz, escribió a su encargado en Caracas pidiendo cuenta de todo lo hecho.

Al indagar sobre las habilidades del Libertador como emprendedor, destacamos su destreza al haber persuadido a banqueros en el exterior a que le otorgaran el cuantioso financiamiento requerido para adquirir armamento y provisiones requeridas para adelantar las primeras campañas militares —mucho antes de que se libraran batallas—. Haberlo logrado evidencia una impresionante capacidad de comunicar su empeño, articular sus necesidades y presentar la estrategia con la que se proponía alcanzar su objetivo.

Posteriormente, al comenzar a ejecutar su hazaña, muestra cómo se va perfeccionando su habilidad como gerente y organizador. En la primera etapa, de 1813 a 1819, la guerra es localista, fragmentaria; de 1818 en adelante, al contar con una infantería bien equipada, Bolívar da inicio a operaciones de largo alcance y muestra lo mejor de su genio. Se evidencia en su capacidad para asignar los recursos a su disposición, su obsesiva atención al detalle en el desempeño de las funciones operativas y de logística, y su liderazgo y sensibilidad humana en entender y asegurar la lealtad del más humilde soldado.

La comprobada destreza del Libertador en el manejo de estas y otras funciones gerenciales bien podría servir de ejemplo a muchos empresarios y dirigentes latinoamericanos de hoy, que se ufanan de las estrategias que trazan en grandes empresas e instituciones, pero cuyas prácticas de gestión dejan mucho que desear. Como ejemplos, basta mencionar su falta de atención al detalle (léase la deficiente calidad de ingentes productos y servicios tanto públicos como privados y la notoria falta de atención al cliente) y su menosprecio del recurso humano (léase la alta tasa de empleos asignados mediante “contrato renovable” para evitar el pago —a quienes los desempeñan— de vacaciones y demás beneficios laborales).

Ilustramos la capacidad de gestión del Libertador en las siguientes áreas de responsabilidad gerencial: su atención al detalle en operaciones y logística, la sensibilidad humana que evidencia su liderazgo y las prácticas de gestión que implantó en las nuevas entidades oficiales bajo su mando.

Atención al detalle: operaciones y logística

Hoy, una de las mayores quejas manifestadas por el público de consumidores frente a la calidad de los bienes ofrecidos al mercado es la falta de atención al detalle por parte de las empresas; descuido que se manifiesta particularmente en la falta de servicio al cliente. En lo que respecta la atención al detalle, Hildebrandt describe así al Libertador:

En el Perú, como antes en Venezuela y Colombia, Bolívar se informó acerca de todo, decidió sobre todo, se ocupó detalladamente de todo: de los soldados, su alimentación, su vestido, su alojamiento y su moral de combate; de los caballos del ejército, su forraje, su agua, su abrigo, su descanso, sus monturas, sus herraduras y aun los clavos de sus herraduras; de las bestias de carga, del combustible, del correo, de las maestranzas, del transporte. En fin, de todo aquello que, si hubiera sido descuidado, habría puesto en peligro la obra total de su vida…

He aquí algunas de las afirmaciones que Hildebrandt acota para ilustrar la obsesión del Libertador con las herraduras y los clavos, que le hacen perder la paciencia:

En carta a Heres, enviada desde Santiago de Chuco, en la sierra del norte, el 19 de abril de 1824:“Por los malditos clavos se han perdido las herraduras, una gran parte de los caballos y alguna gente (...) Ruego a usted, por Dios, que haga examinar el hierro de Vizcaya, si es dulce o no, para que hagan infinidad de clavos… A Cajamarca mande usted hierro de Suecia para que hagan herraduras sin clavos por el modelo que va ya adobado. En Trujillo y Huamachuco se harán los clavos y en Cajamarca solo las herraduras”.

Hildebrandt relata que nueve días después le dice al mismo Heres, desde Huamachuco: “Los clavos ingleses que ha traído López son muy delgados hacia la cabeza y se doblan. Tenga usted mucho cuidado con esto…”.

Ahora bien, la atención al detalle que caracteriza la gestión del Libertador no se limitaba al material y provisiones requeridos por la campaña; abarcaba también asuntos de orden financiero. El 15 de enero de 1824 escribió: “el Perú no tiene en el día ramos de hacienda de qué disponer… a Guayaquil se le deben setecientos mil duros”.

Hoy, tan minuciosa atención al detalle podría despertar en algunos la inquietud de que el Libertador se caracterizaba por ser lo que en la jerga de la gestión profesional se denomina microgerente; gerentes que se ocupan tanto de la minucia, que poco delegan la toma de decisiones y a menudo terminan por desautorizar a sus subalternos; falla, por cierto, comúnmente observada entre los fundadores de empresas latinoamericanas de propiedad familiar(1).

Sin embargo, el destacado estudioso de los escritos de Simón Bolívar y Andrés Bello, y prologuista de la obra de Augusto Mijares, Pedro Grases, acota que Bolívar se ufanaba de delegar a los oficiales bajo su mando toda confianza en el ejercicio de su responsabilidad: “Cuando confío, confío plenamente”.

Tal como advierte Hildebrandt al cierre de su estudio: [Bolívar] “fue un idealista, pero también un hombre práctico que no tuvo a menos ocuparse de los detalles más prosaicos si ello redundaba en una mayor seguridad de la victoria”.

Liderazgo y sensibilidad humana

Empresas de avanzada, por muchos años, pensaban que su activo más valioso eran los inmuebles, la tecnología sofisticada, los equipos y otros activos tangibles; hoy, han constatado que lo más preciado es la gente. Sin embargo, en América Latina la extrema desigualdad social que prevalece en la mayoría de los países, que incide sobre la baja calidad de los recursos humanos para desempeñarse en las organizaciones —su escasa formación, sus limitadas destrezas— ha dificultado el proceso de aprovechar a cabalidad el talento humano. Es así que las empresas más adelantadas tienden a destinar ingentes recursos a complementar la deficiente formación impartida por el sistema escolar al que acude la mayoría de la población.

Bolívar reconocía plenamente el valor humano de diferentes maneras. Su acierto en seleccionar a los más calificados para ejecutar sus planes y compartir responsabilidades en la inmensa tarea que significaba la emancipación lo señala Grases en el prólogo de la obra El Libertador, de Mijares. Pero más allá de elegir a los más talentosos y comprometidos oficiales, les brindaba a muchos una férrea amistad, como bien lo afirma en diferentes momentos: “La amistad es mi pasión”, “la amistad es preferible a la gloria”. Afirmaciones como estas las respaldaba el Libertador con gestos de generosidad y compañerismo que sin duda contribuyeron a fortalecer su liderazgo en el logro de su objetivo, no menos que la voluntad colectiva con la que se luchó por la Independencia.

Quizá el rasgo del carácter del Libertador que mejor ejemplifica su sensibilidad humana es su visión del igualitarismo. Una de sus más célebres afirmaciones sobre el particular se relaciona con su aprecio por los llaneros, contenida en una carta en la que recrimina a su sobrino Anacleto Clemente: “¿No te da vergüenza que unos pobres llaneros sin educación, sin medios para obtenerla, que no han tenido más escuela que la de una guerrilla (…) se han convertido en hombres de bien; han aprendido a respetarse a sí mismos tan sólo por respetarme a mí?”. Para él, “el soldado con quien había convivido era —en apretada síntesis de elogio y advertencia— ‘el que no tenía más familia que la patria”.

Sin embargo, las palabras más elocuentes del Libertador a favor del igualitarismo fueron las que dirigió al Congreso de Angostura, celebrado el 15 de febrero de en 1819 luego de realizarse las primeras elecciones parlamentarias. Reconoció que al alcanzar los venezolanos su independencia, “es imposible asignar con propiedad a qué familia humana pertenecemos. La mayor parte del indígena se ha aniquilado, el europeo se ha mezclado con el americano y con el africano, y éste se ha mezclado con el indio y con el europeo”. No obstante las fuertes presiones que recibía de la élite neogranadina para evitar su emancipación, imploró ante el mismo Congreso la libertad absoluta de los esclavos. Difícilmente podría haber sido más audaz al declarar su visión de cómo promover el igualitarismo, al afirmar ante los parlamentarios: “La sangre de nuestros ciudadanos es diferente: mezclémosla para unirla”. Tamaña aseveración, al sopesarla a la luz tanto de los prejuicios sociales de la época como los que aún prevalecen en la América Latina del siglo XXI.

Desarrollo de recursos humanos

Acorde con su sensibilidad humana, el Libertador una y otra vez manifiesta su interés por la educación y la formación de quienes han de ocupar cargos en el gobierno de las nuevas naciones. En el Congreso de Angostura, proclama la educación popular —asequible para todos— como materia legislativa de primera prioridad. Como quiera que el régimen colonial sólo había fundado universidades en Bogotá, Caracas y Quito, ordenó mediante la correspondiente legislación fundar nueve más, a fin de que cada departamento tuviera su propia universidad.

Cuando Bolívar cumple con su última permanencia en Caracas, en 1827, observa que los estatutos de la Universidad de Caracas impiden a los médicos ser rectores. El 22 de enero de 1827 dicta un decreto que cesa dicha prohibición, así como la obligación de que alternen en dicho rectorado un secular y un eclesiástico. Es así como el doctor José María Vargas, el científico más importante en Venezuela, puede ser elegido rector. Con Vargas y con José Rafael Revenga, Bolívar acomete la redacción de una nueva Constitución para la Universidad de Caracas.

Por lo demás, el Libertador estableció la Universidad de Trujillo en Perú. En Colombia, decretó la creación de una Escuela Normal en la capital de cada departamento; y fundó varios colegios de educación media —tanto para varones como para niñas— y organizó las rentas que debían sostener cada instituto.

Anticipándose a las necesidades de desarrollo gerencial para funcionarios de los nuevos entes oficiales, giró instrucciones al Consejo de Gobierno a que enviara “diez jóvenes a Inglaterra para que aprendan allí las lenguas europeas, el derecho público, la economía política y cuantos conocimientos forman al hombre de Estado”.

Conclusión

En síntesis, Simón Bolívar fue un emprendedor y gerente de excepción. Su más destacado talento, como bien lo reconoce Augusto Mijares en su biografía El Libertador, fue su extraordinaria capacidad de planificar la estrategia emancipadora mediante el liderazgo de quienes lo acompañaron, incluidos no sólo sus talentosos lugartenientes a cargo de sus ejércitos, sino también los más humildes soldados. Sin embargo, no menos imponente que su don como estratega militar, fue su capacidad para establecer los principios de gobierno y de relaciones internacionales para las repúblicas que fueron creadas con cada victoria.

HENRY GÓMEZ SAMPER es profesor emérito y ex presidente del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA), en Caracas; y profesor visitante de la Universidad de los Andes, en Bogotá. Autor de libros, capítulos de libros y artículos en inglés y español sobre la gestión del emprendimiento económico y social. Es miembro del Comité Ejecutivo del Consorcio de Investigación sobre Latinoamérica (LARC), operado por la Escuela Freeman de Negocios de la Universidad Tulane. Fue fundador y presidente del Consejo Latinoamericano de Escuelas de Administración (CLADEA), y presidente fundador de INTERMAN, la Red Global para el Desarrollo de la Gerencia (Bruselas).

1 Ver, por ejemplo, los estudios realizados bajo el programa de investigación STEP (Prácticas exitosas de emprendimiento transgeneracional), en Sieger, P. et al. (2012), Aprendizajes del estudio de familias emprendedoras -Folleto mundial STEP. Bogotá: Facultad de Administración de la Universidad de los Andes-.