
Mi “primer beso”…
De hecho le pedí permiso a la chica.
Ella exhaló un suspiro
y cerró los ojos con cierta impaciencia,
adelantó los labios y los entreabrió un poco,
justo para decir:
“De acuerdo, pero que sea rápido”.
PHIL DONHAUE
Mi primer beso fue…
Mar del Plata, Argentina. 14 de marzo de 1982. Falta un día para mi cumpleaños número nueve. Estoy en la casa de Georgina, mi amor de la infancia. El reloj marca las 2:46 p. m. de un domingo lluvioso. Su familia es de italianos bien tradicionales, y a esta hora todos duermen la siesta plácidamente. Todos menos el hermano de Georgina, un guardabosques gigante y rabioso que merodea la zona. Nosotros nos escapamos hacia su cuarto, en el piso de arriba. Desde hace varias semanas imaginaba ese momento con mucha ilusión. Porque, tú sabes, el inicio de un beso es cuando comienzas a imaginarlo. Ella, una chica de más experiencia, me empujó hacia atrás de la puerta. Se puso en puntas de pié, colocó su mano derecha en mi mejilla y apoyó sutilmente sus labios sobre los míos…
Mi boca aún conserva el sabor, el roce, el suave sonido y la adrenalina de ese instante. Los besos tienen memoria. Son el punto de partida de recuerdos con sensaciones intensas y emociones múltiples.
Seguro que te estás imaginando ese primer beso de muchas maneras: desde el olor, la textura, la presión, la situación, lo sorpresivo, lo prohibido, la persona… Y a todos nos produce algo: nostalgia, placer, deseo, angustia, alegría, tristeza. Esos recuerdos, esas sensaciones, esas emociones son la vida misma, y besar es vivir con intensidad.
¿Existe alguien que no recuerde su primer beso? ¡Es imposible! De hecho, una investigación realizada por el psicólogo Jhon Bohannon de la Universidad Butler de Estados Unidos arroja un dato contundente: el 90% de las personas encuestadas describe con mucho mayor detalle su primer beso que su primera relación coital. Y no es descabellado, ya que suele producirse en una etapa de mayor curiosidad y menos conceptos creados acerca de la sexualidad.
Helen Fisher, la célebre antropóloga norteamericana de la Universidad Rutgers, lo atribuye a las sensaciones que produce el primer contacto con las hormonas de otra persona. De hecho, según ella y otros investigadores, el beso tiene una función de selección natural casi automática de la pareja sexual y afectiva.
Las anécdotas acerca de los primeros besos de hombres y mujeres no hacen más que reafirmar la importancia de ese momento en la vida de cualquier ser humano, independientemente de su edad y de su cultura.
Sábado 16 de noviembre de 1969. Era una tarde lluviosa. Tenía apenas quince años y una gran inocencia. Pasillo largo de un edificio. Apareció él y, no recuerdo con qué excusa, me llevó a un rincón apartado. Yo caminaba a su lado cuando de pronto el mundo se detuvo. Solo sé que sentí un brazo alrededor de mi cintura, una cercanía de pieles en mis mejillas, un leve roce de un pecho en el mío. Cerré mis ojos y fue justo en ese instante cuando sentí que el mundo se había detenido. No olvidaré jamás la tibieza de esos labios, la ternura de ese encuentro de lenguas que se acariciaban por vez primera. No hubo pasión, no hubo fuerza, no hubo técnica, no hubo desenfreno. Hubo entrega, mariposas en el estómago, temblores en todo el cuerpo, un corazón que palpitaba a rabiar, un calor sofocante que me recorrió de los pies a la cabeza y el recuerdo que no me ha abandonado a pesar de los cuarenta y seis años transcurridos.
NINA
Realmente estaba entusiasmada porque sabía que era algo que quería sentir. Esa tarde se acercó un chico un poco mayor que yo, y en un cruce corto de palabras cerré mis ojos y sentí una boca húmeda y una lengua que exploraba la mía. Fueron tantas sensaciones, que desde aquel momento descubrí que un buen beso lleva a sentirlo en todo el cuerpo y en el alma cuando se está enamorado. Ahora, a mis escasos treinta años, me declaro una besóloga incandescente.
LEIDY
Tenía ocho o nueve años. Visitaba como todos los veranos a mis tíos que moraban en un pueblito de campo llamado Vela, y mis primas, mayores que yo, hacían que mi estancia allí fuera más placentera. Había una (no recuerdo su nombre, los caballeros no tenemos memoria) que me gustaba enormemente, me había enamorado profundamente de ella. Tanto así que aguardaba con ansiedad el próximo verano. Una noche, ya con once años, la invité a cenar a la casa de los tíos. Terminada la cena, la acompañé hasta su domicilio, vivía a cuadra y media, la abracé como siempre... y le di el primer beso de mi vida en su carnosa boca. Sentí un estremecimiento que aún perdura en mi memoria, fue solo eso, un beso, después del cual vendrían otros...
JORGE
La magia de algunos primeros besos tiene que ver con que lo deseaste tanto, que hasta te preparaste para ese momento.
He pensado tanto acerca de cómo fue mi primer beso, que hasta le escribí al susodicho para que me diga qué recuerda de esa experiencia, pues en su caso él ya había besado a otras chicas, y yo era la adolescente inexperta. La preparación que tuve antes (desde los doce hasta los dieciséis años), fue realmente interesante. Me gustaba chupar naranjas (obviamente peladas para que el zumo no me partiera los labios), para practicar y no quedar mal cuando llegara el momento. No resultó del todo mal mi práctica previa, porque en el momento, cuando el chico que me gustaba se acercó a mí y posó sus labios deliciosamente carnosos sobre los míos... ¡me lo comí desesperada! Ahora, si me preguntas la sensación que tuve, mentiría si te digo que la recuerdo exactamente, así es que prefiero imaginar (como creo que lo hace todo el mundo) esa sensación de mariposas en la boca del estómago y las pulsaciones a mil por hora.
TATIANA
Otras veces no te lo esperabas, y esa fue la clave: la sorpresa te movió toda la química… o no te movió nada.
Mi primer beso fue impresionante… me llevó no sé ni a dónde, solo sé que ese hombre me besó como ningún otro, en un momento en el que ni siquiera estaba pensando en eso. Todavía recuerdo lo rico, excitante y diferente que fue.
JENNY
Son de esas cosas que quisiera olvidar, pero tengo muy buena memoria. Tenía diecisiete años, era un viernes y salí con una amiga, su novio y el amigo (ambos chicos eran mayores por lo menos once años). Al terminar la noche, íbamos en el auto rumbo a mi casa, cuando le pregunté algo al amigo en cuestión, me tomó por el hombro y me besó. No me gustó en absoluto, aparte de que fue un beso que sabía mal (cosa que también recuerdo como si fuera ayer), a mí el chico no me gustaba para nada. Al llegar a mi casa, me bajé del automóvil, entré y me lavé los dientes muchas veces. Lloré desconsoladamente.
MARCELA
Mi primer beso fue cuando yo tenía quince años, en la fiesta de cumpleaños de una prima. Al chico lo conocía como desde hacía tres días, y esa noche en la fiesta bailamos toda la noche. Cuando nadie nos miraba, me arrimó contra una pared y pegó su boca con la mía. Fue horrible porque él me llenó toda de baba y se movía bruscamente. Y lo peor es que cuando termina de babearme me sonríe como si hubiera hecho la gran cosa.
SHIRLEY
No falta esa experiencia en la que estabas pensando más en que no te descubran que en disfrutar de ese beso.
Fue el 14 de noviembre de 1980. Todo muy inocente, mas no hubo pasión. Justo cuando ya mi novio terminaba de hacerme la visita, me temblaban las rodillas, entré a la casa y me fui al baño a mirarme al espejo y a verme la boca. Me preocupaba si los de la casa al mirarme notarían algo en mis labios.
ELSY
No siempre predomina una sensación placentera al rememorar ese primer beso, sino más bien el asco que te dio sentir esa lengua y toda la saliva adentro de tu boca, dejando un amargo recuerdo.
La verdad no me gustó mi primer beso, este me lo dieron, porque ni lo di. Fue a la edad de doce años y no me agradó porque mi novio en ese momento dejó mi boca totalmente baboseada, y no me dio la opción de mover mis labios. Parecía que mis labios se fueran a gastar como dulce, lo recuerdo y en verdad no me gustó.
PAOLA ANDREA
Mi primer beso fue el momento más frustrante del mundo, y el más tonto también. Estaba en el tercer curso de colegio, de lo que me acuerdo es que estuve conversando con un compañero, y cuando de pronto me dijo que quería darme un beso y que buscáramos un lugar en donde no nos vieran. Llegamos a un aula vacía, se me acercó, y para ser gráfica, ¡me besó un San Bernardo! Quedé con toda mi cara llena de saliva, un beso de lo más feo y grosero del mundo. ¡Simplemente fatal!
IVI
Como leíste, el primer beso no siempre es una experiencia agradable, feliz y placentera. De hecho, puede ser lo suficientemente desagradable como para que te abstengas de besar por mucho tiempo. Lo bueno es que la vida siempre te da revancha. Si no bajas los brazos, sabes lo que quieres, te animas a pedir lo que deseas y eliges a la persona indicada en el momento preciso, tendrás el premio de un beso sabroso.
Sea como sea, en donde sea, con quien sea, los besos siempre tienen memoria. Y besar es vivir con intensidad.
Cristina Saralegui es la reina de los talk shows en Hispanoamérica. Desde adolescente sigo sus programas y admiro profundamente su carisma. Tuve la suerte de coincidir con ella en la Feria Internacional del Libro de Panamá en el 2015, y tuvimos una muy linda conexión, así como con Marcos, su esposo. Accedió encantada a mi entrevista, y yo quedé fascinado con sus respuestas.
—¿Qué sensación es la que más recuerdas de tu primer beso?
—Mi primer beso fue sobre ruedas. Tenía diez años y montaba bicicleta junto a mi primer novio. Paramos por un momento debajo de una mata de mango y nos dimos un beso tan dulce como los mangos que colgaban sobre nuestras cabezas en aquel caluroso mes de julio habanero. Fue tanta la emoción de ese primer beso que cuando eché a andar mi bicicleta perdí el control del manubrio y me caí raspándome la rodilla.
—Un beso que se haya inmortalizado en tu vida.
—La primera vez que besé a Marcos, mi esposo, sentí una conexión que nunca antes había sentido. Fue como si aquellos labios se acoplaran a los míos en perfecta simetría y los hubiera besado antes a lo largo de muchas vidas.
—El sabor preferido de un beso.
—El beso que das y recibes con amor. Ese es el mejor de los besos.
—Un beso diferente, que nunca diste. ¿Cómo sería?
—Al contrario, te voy a hablar de un beso que sí di. En esos primeros días de mi relación con Marcos, en el fragor de la batalla de amarnos, le lamí la cara con besitos de perro y él se quedó tan asombrado que se paralizó. Esto me hizo mucha gracia y hasta el día de hoy, treinta y dos años después, todavía recordamos mis besitos de perro.
—Un famoso que te hubiera gustado besar.
—Russell Crowe vestido de gladiador.