9 de Febrero

Gabo…

Los domingos son los mejores días de todos. Me puedo parar a la hora que quiera. Mamá me trae el desayuno a la cama. Todo el día pasan fútbol y comiquitas en la tele, y a veces, cuando mi tío puede, me lleva para el estadio, donde todos gritan y cantan. Siempre que vamos a algún juego de Táchira yo procuro ponerme mi uniforme: mis medias bien altas que me lleguen hasta arriba (negras tienen que ser), mi franela amarilla y negra, mi short, y mis guayos. A mamá no le gusta que utilice los guayos para ir al estadio; siempre me dice: ¿Gabito otra vez? Llévate las botas. – ¿Mamá no entiendes? Voy al estadio, ¿cómo voy a ir con botas?- (Le respondo yo). Lo que pasa es que ella no sabe que con ellos es que se juega. Pero bueno, ¿cómo va a saber si es mujer?

¿Me pregunto si hoy será día de ir al estadio? Es raro, es como que un domingo sí, un domingo no. Aunque a veces pasan meses sin jugar. Debe ser que se cansan de tanto jugar, o los jugadores se lesionan. Sí, se lesionan. Porque se la pasan cayéndose a patadas. Yo también juego. Pero no tanto a las patadas. Mis compañeros y yo no nos damos tantas patadas. El profe siempre me dice que lo que pasa es con el tiempo los que no saben con la pelota se vuelven sucios ¿Sucios? ¿Sucios por qué? No entendía eso de sucios. Pero debe ser cuando pegan mucho se vuelven sucios. No se bañan. En la escuela hay un niño de esos, de esos que solo juega para pegar. Pero casi nunca lo dejamos jugar con nosotros. No es de nuestro grupo. Mi grupo es Alí, y Francisco. Kevin no me cae bien por eso. Siempre quiere irse a los golpes. Y yo no soy de los que pelea por todo. Aunque a veces peleo con mi primo Esteban. Pero es porque somos familia (eso dice mi abuela).

Mientras veo la tele mamá me trae el cereal. Ese de bolitas negras que pone la leche color chocolate. Mamá siempre me fastidia. Quiere que coma ese de viejos, que son pura hojuela y sabe a carcasa, que le eche frutas me dice -¿Frutas? ¿Para qué quiero frutas? Ni que tuviese cincuenta. Definitivamente mamá no sabe lo que un niño quiere-.

-¡Gooooool! Golazo mamá ¡Gol!

-¿Quién hizo el gol hijo?

-Messi mamá. Lo hizo Messi.

-Me alegra hijo. En media hora nos vamos a bañar, recuerda que a la una nos vamos a almorzar donde tu abuela.

-¡Ay mamá!, ¿otra vez?

-¿Cómo que otra vez? Sabes que todos los domingos vamos a comer donde tu abuela.

-De acuerdoooo.

No entiendo porque a mamá no le emocionan los goles. Siempre que los escucha en la tele se hace la despistada, como si aquello poco le importara. En cambio yo puedo estar en el patio, en la cocina, bañándome, o haciendo cualquier cosa, y si escucho gol, salgo corriendo de inmediato a la tele para verlo. Y es que, ¿a quién no le gustan los goles? A todo el mundo le gustan los goles. Cada vez que grito gol, ella me hace la misma pregunta, y yo casi siempre le doy la misma respuesta: Messi mamá, lo hizo Messi. Pero a ella nada que le emociona. A veces pienso que lo hace por llevarme la contraria, porque cuando los hace Ronaldo si se queda viendo y me los grita al oído porque sabe que lo odio. Lo odio porque es como diría el profe: es un agrandado.

Casi lo olvido, aun debo hacer la tarea del lunes. No sé por qué pero a los profesores pareciera encantarles arruinarnos el fin de semana. Con tanto que hacemos entre semana, y se empeñan en ponerte a estudiar también los sábados y los domingos. Pareciera que lo hicieran a propósito. No lo dejan a uno ni vivir. La profe quiere que diga quien fue un tal Ezequiel Zamora, no entiendo, ¿para qué quiero saber quién es ese hombre? Qué aburrimiento. En clase solo nos hablan de sujetos que estuvieron en mil y un batallas, a mí me gustaría escuchar hablar de otras cosas, la verdad es que no me gustan las guerras. Definitivamente los profes tampoco saben cuáles son los intereses de los niños. Y lo peor, es que mamá no tarda en preguntarme si hice la tarea.

¿Será que Esteban va a donde la abuela?...

Génesis Tinoco…

¡Dios! Ya se van a hacer las doce y aun siquiera me he bañado. Con todo lo que me falta por hacer: no he terminado de limpiar el baño, y siquiera empiezo a poner el almuerzo de mañana. ¡Dios mío! Y mañana es lunes, le prometí a los alumnos que les llevaría las notas de sus exámenes mañana. ¡Ay no! ¿Y en qué momento voy a corregirlos? Hoy ni siquiera hay juego para que Javier se lleve a Gabito un rato y me deje tiempo libre.

-¡Gabito!

-¿Si mami?

-¿Ya hiciste tu tarea?

-¡Eh! Este…

-¿Cómo hijo? No te escucho.

-Sí mami ya.

-De acuerdo. Báñate entonces para irnos a donde tu abuela.

¿Me baño primero o pongo al menos las pechugas para el almuerzo? No, yo como que mejor le digo a mamá que nos tenga almuerzo mañana. ¡Ay no! Y ahora el teléfono ¡Dios! ¿Quién será?... La ropa, ¿dónde están las medias? No tengo ropa interior limpia. ¿Un mono? ¿Y si después salimos a hacer algo y yo con esta pinta? Pero yo no quiero ponerme un pantalón hoy, quiero estar cómoda. Las botas están horribles. Ay…

-¿Aló? ¡Hola! Mari, ¿cómo estás? Cariño, disculpa que no te contestara pero es que estoy que no te imaginas.

-Tranquila Génesis, entiendo, ¿qué haces? ¿Arreglándote para ir a donde tu madre?

-Sí. No. Bueno sí, algo así. Pero aún tengo que hacer el almuerzo de mañana, y tengo que corregir unos exámenes, ¡ay chica! La verdad no sé qué voy a hacer.

-Bueno cálmate un poco. Ya te he dicho que tienes que bajarle dos al estrés ¿Adivina? Te tengo un notición…

-¿Notición? Cuéntame de inmediato, ¿qué es eso que te tiene tan emocionada? Porque tienes una voz.

-¿A qué no adivinas quien preguntó por ti?

-¡Ay Mariana! Tú sabes perfectamente que yo ahorita ni tengo tiempo, ni estoy dispuesta a salir con nadie.

-Ni siquiera me has dejado decirte de quien se trata

-Chica, pero es que…

-Deja de quejarte y escucha. ¿Te acuerdas del juez sexy? ¿El de control?

-¿Alejandro?

-¡Umju! El mismito. El que vimos en el congreso de Derecho Procesal Penal la semana pasada.

-¡Ay no Mariana! Ya basta. Tú sabes que no estoy dispuesta ahorita. Además lo último que quisiera es involucrarme con alguien que me recuerde el trabajo de mi marido.

-Pero Génesis, ¿qué estas esperando? Ya ha pasado más de un año. Alejandro está soltero, es apuesto, un gran profesional, y te aseguro que no es chavista.

-¿Estás segura? Porque a mí me han dicho…

-Segurísima gene, tú sabes que la gente habla mucho. Y bueno, para él poder mantener su puesto tú sabes que le toca meter la coba de que está con el proceso, la revolución y la vaina. Pero nada que ver.

-¡Mamá! ¡Mamá! Ya me bañé, ¿qué ropa me coloco?-.

-¡Ay mari no sé! Mira tengo que dejarte. Gabito me llama y yo aún tengo que alistarme. Hablamos luego.

-Pero gen…

-Te llamo más tarde.

¡Dios mío! Entre Gabito y mis amigas me van a volver a loca. Necesito con urgencia tiempo para mí…

-¿Mami nos vamos ya? Vamos rápido que el juego está en entretiempo.

-Déjame bañarme hijo. Dale un momento a mami.

Gabito, los alumnos, Venezuela. Ya no sé qué me atormenta más ¿Alejandro? ¡Dios! ¿Cuánta tensión? ¿Será que Alejandro? ¡Dios! ¿De un fiscal a un juez? Pero es muy apuesto. Aun me faltan los exámenes. Y Gabito apurándome. No lo soporto. ¡Dios! Me provoca como, como… Necesito liberar esta tensión ¿Cuánto tiempo llevo sin satisfacerme, reprimiéndome? ¿Por qué me reprimo? Si los deseos de carne no se pueden evitar ¡Tocarme! Yo no me siento tan vieja. No me veo vieja, y no tengo arrugas. Aún tengo buen trasero y mis senos siguen firmes, solo se han ensanchado demás mis caderas ¿De dónde se esparce entonces toda esta culpabilidad? A veces siento inclusive que mis alumnos me miran de otra forma… cómo si, como sí, yo no sé. Pero de otra forma ¿Por qué me siento tan miserable entonces; si yo antes era tan erótica? ¿Por qué me siento tan culpable de desear tan solo un poco de piel, de roce, de caricias, de acción? Un susurro en mi oído, una mirada a mi escote, un beso a mis labios, un pellizco a mis nalgas; un pervertido que me quite a la fuerza toda la ropa ¿Cuál es el problema en rehacer tu vida Génesis? Amaste a tu esposo y le fuiste fiel todos y cada uno de los días de tu vida. No es tu culpa que haya muerto. El agua. El contacto del vapor con mi cuerpo. Aun me siento atractiva ¡Dios mío! Los dedos. Cuánto llevaba sin palpar los encantos de mi vagina, esa sensación de tiempo muerto, de placeres escondidos, de gritos secuestrados, había olvidado inclusive que podía llegar a mojarme tanto ¡Ay! ¡Alejandro! ¡Oh sí! Alejandro, Ale…

-¡Mamá ya va a empezar el juego apúrate! Ya estoy listo…

-¿Ah?

-¡Qué ya va a empezar el juego! Apúrate mamá, para que me hiciste vestirme tan rápido. Me quiero ir. El juego empieza. Mamá vamos ya. ¡Vamos mamá, vamos!

-Alejand?...

-¡Mamaaaa!

-¡Ya voy Gabriel José! ¡Ya voy! Mamá necesita darse un baño.

-Pero mamá…

-¡Qué te esperes te dije! Déjame que me bañe y nos vamos.

¡Coño! Ya uno no puede ni masturbarse en este país…

Salimos de casa a eso de la una… ¿Dos? Ya no tengo ni noción del tiempo. Una falda, franela de tiritas. Expongo mi piel al sol, mientras que a Gabito lo lleno de protector. Vamos a casa de mi madre, vive a un par de cuadras… Qué digo: casas. A cuatro casas, (tres y media). Usamos los pies, aunque aquí todo el mundo usa los carros. Es un día de esos que te hacen recordar que vale la pena vivir, el estrés es automáticamente nublado por el cielo despejado. Sí, el color azul que disfraza el cielo cuando las nubes no lo manchan y el sol es su única estrella, me provoca ese cosquilleo de sentir que he vuelto a nacer. La energía el solar, el tiempo en la tierra. Universo somos todos.

Vamos por la acera caminando y me saluda desde el otro lado de la calle la señora Marina. Está como siempre sonriente con su escoba barriendo el frente de su casa; así es ella, feliz, integra, comunitaria. Dándole los buenos días a todo el que pase por el frente de su casa; siempre me dice que esa es su forma de espantar los malos augurios de su hogar, y de sus hijos; ¡Buenos días señorita! Dice con ese acento heredado de sus padres costeños. Yo le devuelvo el saludo.

-¡Gabito saluda!

-Hola señora Marina, qué pase feliz tarde.

-Igual para ti Gabriel José. Ya sabes, mañana te tengo la torta de zanahoria que te prometí.

-Da las gracias Gabriel –Le digo al oído-.

-Mañana la busco señora Marina. Muchas gracias.

Los carros cruzan la avenida, mientras nosotros llegamos a casa de mamá, esa casa que también solía ser mi casa, con sus paredes blancas manchadas de años, su enorme jardín (infrecuente en las casas de esta época), y ese aire de familia que ya no brota en los hogares de hoy en día.

-Miren quien está por aquí –Dice mamá, al aproximarse a la reja-. Es la hija más linda de todas, ¿y Gabito? ¿Dónde está Gabito?

-Abuela aquí estoy. Aquí.

-¿Gabito? ¿Gabo? Yuju… ¿Dónde estás?

-Abuela aquí abajo. Mírame. Aquí estoy.

-¿Génesis no trajiste a Gabito? ¿Lo dejaste en casa?

Entonces mamá abre la puerta, y Gabito se “le guinda a la pata” (como dice la gente de ayer).

-¡Gabito! ¡Qué milagro! Aquí estás. Pensé que ya no querías venir a ver a la abuela.

-Aquí estoy abuela ¿Qué hiciste de almorzar? ¿Preparaste pastelitos de yuca?

-Ay Gabriel José, tú sabes que esos son para la tarde. De almuerzo tenemos algo muy especial.

-¿Qué es? ¿Qué es? ¿Esteban está?

-Te hicimos friticas de arroz con pollo a la canasta. Y sí, Esteban ya llegó.

-¡Uy! Qué rico abuela ¿Hay salsa de tomate?

-Toda la que quieras. Pero recuerda que primero tienes que tomarte la cremita de espinacas.

-¡Ah! Umm. Bueno.

Bajo estas cuatro paredes y este techo percibo esa parsimonia acogedora y espiritual que cada vez es más difícil encontrar; aquí me reúno cada fin de semana con todos mis hermanos para recordar que se siente estar en un verdadero hogar. Mientras Nelly frita los pollitos para los niños, Verónica prepara la limonada, y mamá hace sus “platos especiales”; Javier está como siempre frente al televisor con sus cuñados viendo juegos de fútbol; esta particular y habitual escena eran como un despojo a todos mis males, por alguna extraña razón verlo allí a Javier, tan metido en su fútbol, tan apasionado con su juego, me brindan esa calma que muchas veces pierdo por sentir que el amor y la pasión por las cosas de la vida pueden morir en cualquier momento. Esteban se lanzaba reiteradamente de las escaleras, jugando como siempre al peligro, desafiando las ordenes de su madre, a la espera de que llegara Gabito para poder jugar o pelear con él; y es que así son los niños: juegan media hora, y pelean la otra, pero a la larga se terminan amando.

-¿Y Geraldine? –Pregunté-.

Entonces se apareció detrás de mí halando mi pierna.

-¡Tía gesis! Hola tía gesis.

-¡Ah!, si aquí está mi princesa, ¿cómo estás tesoro?

-Mami me compró ua muequita azul.

-¿Si preciosa? ¿Y te gustó?

-Si tía.

-¿Y ese cabello tan precioso de donde lo sacaste?

Mis hermanos, mis sobrinos, mi madre, mi hijo, los retratos de mi difunto padre, y mi difunto esposo, congregan en esta casa todo aquello que alguna vez he amado en esta vida; en esta tierra con forma de elefante, que se ha acostumbrado cada vez más a llorar sus muertos, y no a festejar la vida. Mejor me pongo a preparar algo, así sea a cortar cebollas, en este país las distracciones es lo único que nos salva de la desesperanza.

Javier Tinoco…

Hace un par de días me encontraba transitando la autopista regional del centro en el Estado Aragua, muy cerca de la entrada a Maracay, cuando mi teléfono comenzó a sonar (se trataba de mi hermana Génesis) entonces contesté el teléfono, y si pasaron veinte segundos desde ese momento hasta que un policía me pasó por el lado y me pidió que me orillara, fue mucho (sí, hablar por teléfono sin el manos libres mientras conduces está prohibido en Venezuela) ¡Mierda! –Pensé-. De inmediato le dije a mi hermana que le llamaría luego y me orillé a un lado en la autopista. El policía se acercó a mi ventana y me dijo: Disculpe señor, ¿puede bajar del vehículo?; claro, por qué no, aunque la verdad no había razón a mi parecer; ¿Sabe por qué lo detuve? –Me preguntó-; por supuesto, por hablar por teléfono –Le dije-. Mi negro, ¿y por qué habla por el teléfono si sabe que está prohibido?; de verdad lo lamento, fue una imprudencia, mi hermana me llamó y contesté de inmediato; Mi negro pero eso está prohibido, ¿por qué no usó el manos libres? ¿Sabe que eso amerita una sanción cierto? Por supuesto –le respondí-, fue imprudente de mi parte, póngame la multa, yo entiendo; entonces respondió ¿Me permite los papeles del vehículo, su licencia y certificado médico?; Claro no hay problema (aunque la verdad, aquí empezó el problema).

Mi certificado médico había expirado hace un par de semanas (algo que yo no había notado), y bueno, aunque lo hubiese notado, en San Cristóbal, o sus adyacencias, para esta fecha es un problema recurrente sacar el certificado médico y la licencia de conducir, muy pocas veces hay material, y cuando digo muy pocas veces me refiero a casi nunca (de hecho en el Estado Táchira existe una prohibición para multar por certificado médico vencido, debido a que no hay como sacarlos); cuando llega el material (si es que llega) la gente se vuelve loca (como todo en Venezuela) por sacar sus papeles y toca: hacer colas de horas o días, o pagarle a alguien para que te den tu licencia o certificado (sí, así toca hacer con todo en Venezuela); y bueno, como nunca se me ha pasado por la cabeza pagar por algo que es mi derecho como ciudadano, y que dicho sea de paso el Estado debería facilitarnos el acceso, como lo es una licencia de conducir o certificado médico, y realmente detesto enormemente hacer una cola (porque no me considero animal, me parece inhumano aguantar horas parado y sufriendo de calor, y soy de quienes piensa que con citas se trabaja mejor que con colas) tenía como consecuencia mi certificado médico vencido, razón que ameritaba una nueva sanción administrativa.

¡Ay! –Me dice el policía- Y tiene el certificado médico vencido, ¿por qué?; -¿De verdad querrá saber por qué está vencido? ¿Qué clase de pregunta es esa?- En el Estado Táchira no hay material para sacar certificados médicos, de hecho está prohibido multar por certificados médicos en el Estado –Le expliqué-. En Venezuela existen ciertos reglamentos tan estúpidos, ¿cómo es que alguien de veintitantos años de edad tiene que estar renovando cada dos años un certificado visual para conducir? Se cree de personas mayores de 45 años, cuando a lo mejor las cualidades visuales comienzan a perderse, ¿pero a los 20? ¿No es una burocracia supremamente innecesaria? Pero bueno, este es el país en el que vivimos.

Lo lamento, pero tendré que ponerle otra multa porque en Aragua sí se necesitan vigentes –Me dijo-; de acuerdo –dije sin protestar-. Entiendo. Haga su trabajo.

Hasta ese entonces todo transcurría como debía de ser en un país civilizado, el policía reprendía mi incumplimiento con la ley, y yo no protestaba a sabiendas de que había irrumpido el ordenamiento; pero entonces, como muchas veces sucede en nuestro país, llegó el que nadie había llamado, y que por cierto, tampoco faltaba: ¿Qué pasa aquí? –Le dice el agente que recién llegaba en moto a su compañero- El ciudadano iba hablando por teléfono y tiene el certificado médico vencido, voy a armarle la boleta –Le responde a su compañero- Certificado médico vencido y hablando por teléfono, son dos sanciones, nada de boleta, hay que llevarlo al comando –dijo el recién llegado-. Entonces no pude evitar reírme; ¿Qué le causa gracia? –Me dice el recién llegado-; lo lamento, es que me dio risa eso de que por hablar por teléfono y tener el certificado médico vencido, me tienen que llevar al comando; ¿y qué tiene eso de gracioso? –Preguntó-; me dio risa aquello de llevarme al comando como si hubiese cometido un delito, porque es algo que no pueden hacer; ¡¿Qué no podemos hacer?! –Me dijo con prepotencia- ¿A qué se dedica ciudadano?; Soy abogado –le respondí mintiéndole para retarle-; ¡ah! Entonces piensa que porque tiene un título de abogado sabe más de la ley que yo que tengo doce años siendo policía de tránsito; la verdad no me interesa juzgar quien sabe más de ley entre usted y yo, sólo sé que no puede llevarme detenido por unas sanciones administrativas, eso es todo –Respondí-; ¿entonces piensa decirme usted qué puedo y qué no puedo hacer? Pues sabe qué, por acumular dos faltas, le acarrea suspensión de la licencia de conducir, y sin licencia no puede conducir, así que si no quiere más problemas, sígame ya pal comando, o llamaré una grúa para que se lleve el carro y usted tendrá que pagarla; habiendo dicho todo esto el recién llegado, no pude evitar sonreírme una vez más, un poco con hipocresía y otro poco con rabia, lo cierto es que sus palabras no me causaban gracia, pero debía reír un poco para evitar mostrar mi arrechera, mientras tanto lo único que pensaba era ¿A cuántos habrán jodido de esta manera?; si quiere llamar la grúa adelante, llámela, pero tendrá que pagarla con plata de sus bolsillos, porque yo no pienso pagar por algo que no pedí, y además bajo ninguna circunstancia permitiré que mi carro sea remolcado por un capricho suyo; segundo, mi licencia no puede ser revocada, el acto administrativo para revocar mi licencia, es por acumulación de cinco infracciones de tránsito, y yo solo cometí dos, si gusta revise la ley. Así que si quiere póngame por las buenas mi multa y yo me marcho, o después yo arreglaré este problema por otra parte, pues usted me tiene aquí retenido de forma ilegal; ¿Ilegal? –Resopló él-¿Ilegal? –Me gritó- ¿Cree usted que sabe más que yo? ¿Se la tira de muy arrechito? –Me dijo afincando con fuerza sus dedos sobre mi pecho- Su vehículo va retenido, me lo llevo pal comando; -Entonces reí de nuevo-; ¿Se cree muy cómico catire marico? Vamos a ver con que se va a sonreír luego de que la parta la jeta y todos los dientes; entonces me sorprendí, jamás imaginé que llegara un “oficial de seguridad” del país, a ofrecerme coñazos porque yo me rehusara a ofrecerle dinero y apegarme a la ley, porque por supuesto, su arrechera se debía únicamente a que yo no había cedido ante sus amenazas y ofrecido dinero; ¡Venga acá! –Me dijo- escondiéndose detrás del vehículo y quitándose los guantes y el casco ¡Venga acá! –Gritó-; entonces el otro oficial se acercó a mí y me dijo: haga caso por favor, vamos al comando y allá resolvemos el problema, yo no puedo contradecirlo a él porque es mi superior. Vamos al comando; ¡No! –Le dije- no pienso moverme, si quiere colóqueme mi multa y me largó, si no me va a tocar arreglar esto de otra manera; entonces el recién llegado comenzó a insultarme de nuevo y ofrecerme coñazos “Vente, ¿por qué no te alejas de tus amiguitos? Vámonos los dos pal monte”; entonces me cansé, tomé mi teléfono y empecé a marcar; ¿A quién llamas tú? –Me dijo-; ese no es su problema –respondí-, entonces me acerqué un poco, lo suficiente para leer el nombre de su camisa y pronunciarlo en voz alta. Entonces el tipo terminó de enfurecer, se abrió su camisa e insistía ofreciéndome golpes, la única razón por la que no había procedido él a dar la iniciativa, era de seguro por la enorme cantidad de vehículos que transitaban la autopista, y las personas que se encontraban dentro de mi carro. Me alejé con el teléfono y lo puse en mi oído; el otro oficial me preguntó con cierta complicidad: ¿A quién llamas? Ya me harté de ese tipo –le dije-, (en el fondo el recién llegado gritaba: te voy a meter preso maricón, por faltarle el respeto a un funcionario) estoy llamando a… -y le mencioné el nombre de uno de los mano derecha de Tareck el Aissami (Gobernador de Aragua) nombre que por mera casualidad había escuchado en días anteriores en una de las cuantas conversaciones políticas que tenía, y de alguna forma le di a entender que yo me encontraba vinculado al chavismo-; entonces el oficial se puso azul y se quedó a mi lado intentando escuchar que decía “Sí, es un tipo moreno, alto, medio gordo, anda en una de las patrullas motorizadas, aparentemente es el superior, estoy a unos metros de la entrada de Maracay en la autopista regional del centro, el tipo me ofreció coñazos y todo porque no quiero darle plata, se apellida p…, de acuerdo. Tranquilo. Yo espero.” Y tranqué el teléfono. Oiga mi negro –me dijo el oficial-, no tenía por qué llamar, de verdad le pido disculpas en nombre de mi compañero; no señor –le dije-, usted no tiene por qué disculparse, usted cumplía con su trabajo y de usted tengo las mejores referencias, pero aquel tipo, merece que le quiten la placa y que además le den una rumba de coñazos o le metan un tiro, por corrupto y por malandro. Tranquilo que ese problema ya se va a solucionar; entonces el oficial se fue a hablar con el recién llegado, le dijo un par de cosas, y el tipo se subió en su moto y se fue sin decir nada.

El oficial se acercó una vez más a mí: Mi negro, de verdad le pido disculpas en nombre de mi compañero, usted tiene que entender que uno a veces pasa sus arrecheras porque la gente se pone grosera; yo en ningún momento fui grosero –le respondí- únicamente le dije que no podía retener mi vehículo, ni mucho menos llevarme detenido-; bueno sí, yo sé, pero mejor dejarlo así, tome, allí están sus papeles, puede marcharse, pero procure no hablar por teléfono mientras conduce y renovar el certificado médico, ¿está bien? De acuerdo –le dije- y sin decir más me subí enfurecido a mi auto y arranqué.

Se estarán preguntando, ¿a qué viene toda esta historia? Y bueno, la verdad, es que desde aquel día, no he podido dejar de pensar en aquello, en la impotencia que sentí, la arrechera que me dio, que un tipo con chapa y pistola amparado por el gobierno intentara amedrentarme de tal manera. Afortunadamente mis conocimientos adquiridos por las tantas conversaciones sobre la ley con mi hermana y un poco de astucia me permitieron salir ileso de la situación, pero no puedo parar de preguntarme ¿A cuántos habrán jodido? Quiero pedir disculpas de antemano por cómo voy a expresarme, pero la verdad es que en el momento sentí ganas de tener yo una pistola y meterle un tiro a ese hijo de puta. No era únicamente por el hecho de sentirme amedrantado, si no por pensar que por basuras como él, mi país estaba como estaba; que por malandros disfrazados de policía, es que en Venezuela reina la impunidad. Sentí una rabia enorme de encontrarme de frente con uno de los eslabones de la desgracia de mi país y no poder hacer absolutamente nada para erradicarlo. Sí, de momentos me gobernó la ira, pero siempre tuve presente que la violencia no puede erradicarse con una violencia mayor; en aquel momento pude manejar la situación y salir sin inconvenientes de aquel problema; pero, acciones como esa, no debería tener que pasarla ningún venezolano, o si quiera un extranjero dentro de nuestro país.