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LA SOLIDARIDAD

Para mí, la solidaridad es el valor más importante, y se resume en ponerte en la posición de alguien más, así no entiendas muy a fondo la situación que está viviendo. A mí me pasa que a veces no entiendo cómo se siente alguien porque nunca lo he vivido ni he tenido mucha cercanía al problema que está viviendo, pero logro ser solidaria no porque me sienta identificada ni porque sepa de qué se trata, sino porque siento que la otra persona se merece mi solidaridad, mi respeto y mi buen trato, por el simple hecho de ser otra persona.

Una persona que tiene la capacidad de tratar a alguien en el mundo, a cualquier persona y a las personas que se han ganado su amor, es una persona que vale la pena y que además está bien y sana por dentro. Es una persona que no piensa que necesita el amor de alguien más para dar algo bueno.

La gente se encarga de tener un círculo limitado de personas que le importan. Entonces, sin contar a tu familia, tienes unas cinco personas que son tus amigos, que los quieres, se han ganado tu amor y son lo más especial para ti.

Habitualmente conozco gente que es muy mala con otras personas. Me pregunto cómo pueden tener amigos, y resulta que con sus amigos son lo máximo. Son malas personas con los demás porque los demás no se han ganado su cariño o su respeto, pero la verdad es que no creo que uno debería respetar, cuidar o ser una buena persona con alguien solo porque se lo gane. Supongo que hay personas que crean excusas para no tratar bien al resto de la humanidad.

Es cierto que uno también se gana el respeto de los demás, pero si no se lo ha ganado, tampoco es una invitación a dar cualquier cosa o a merecer menos. ¿Qué pasaría si todas las personas nos limitáramos a tratar bien a esas cinco personas cercanas o a una cantidad tan restringida de personas en el mundo? ¿Qué pasaría si uno solo le diera la oportunidad a la gente de ser buena porque le nace, si solo hace lo correcto porque ama a otra persona, pero si no la ama entonces no?

Mi mamá me enseñó que la vida se basa en el amor, y que la solidaridad es darle el amor que tú tienes por la vida, por ti mismo y por tu familia a la gente de manera general, y que eso se manifiesta en el respeto que les das a los demás, desconocidos o no. Eso es lo que he encontrado en las personas que quiero, y por eso son mis amigos.

La gente me dice: “Es muy difícil hacer amigos de verdad” (si quieres saber más sobre mis amigos, ve a

“Mi familia de la vida”). Y pienso que no es difícil, encuentro gente increíble y maravillosa constantemente y en diferentes países. La gente difícil es fácil de detectar desde el principio.

ES CIERTO QUE UNO TAMBIÉN SE GANA EL RESPETO DE LOS DEMÁS, PERO SI NO SE LO HA GANADO, TAMPOCO ES UNA INVITACIÓN A DAR CUALQUIER COSA O A MERECER MENOS.

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LA CONFIANZA

Creo que desde el primer momento en el que hablo con alguien sé si puedo o no confiar en esa persona. No juzgo un libro por su portada, y dejo que las personas me sorprendan, pero creo que solo hace falta poner atención a detalles muy sencillos desde el principio para reconocer a las personas.

Conozco a alguien en cierta situación y según como reaccione o lo que diga, dependiendo de lo que esté pasando, empiezo a crear un concepto de él. Me baso en lo que las personas opinen sobre situaciones muy específicas, y así, aunque ni siquiera hayan pasado treinta minutos de estar en el mismo lugar, si algo está sucediendo y esa persona reacciona de cierta manera, ya voy a poder pronosticar cómo se va a comportar y cómo va a ser en el resto de nuestra amistad o relación.

En lo que me fijo para hablar de confianza es en las palabras, en el trato que hay en la relación con los demás y en su falta o no de juicios y de prejuicios. De ahí en adelante, miro qué tan incondicional es una persona. Inicialmente no tengo prejuicios ni estoy pensando que me van a decepcionar (ni con mis amistades ni con mis relaciones amorosas). Cuando confío en alguien, confío plenamente, hasta que me dan razones para pensar lo contrario, pero si me demuestran algo que cambia mi idea respecto a ellas como persona, ya no puedo volver a confiar.

Yo tengo un montón de amigos, pero realmente cercanos, son algunos menos. Si ellos se ganaron el puesto para ser mis amigos es porque siento la confianza, porque sé que son personas que quiero en mi vida, porque me gusta como son, como piensan y como reaccionan ante las situaciones. A las personas con las que no estoy de acuerdo en varios temas, pero puede que me caigan bien en ciertas situaciones, las llamo “gente de fiesta”. Son aquellas con las que no profundizas mucho y con las que todo es muy diplomático.

Con mis amigos todo eso es diferente, es a ellos a quienes llamo un domingo cuando me acabo de levantar para verlos. Si me arreglo para verlos, no lo hago porque crea que me pueden juzgar o porque no van a ser mis amigos si no lo hago, esas cosas no importan. Justamente, no soy de las personas que consideran sus amigos a personas con las que no sienten la confianza para estar desarregladas, ni mis amigos son tan prejuiciosos como para juzgarme. No son de esas personas a las que si vives en un lugar que no te gusta les vas a decir: “Déjame en la esquina”. Son las personas con las que realmente me siento en la libertad de ser quien soy y como soy. Mis amigos me aceptan tal como soy y yo a ellos.

Sin embargo, si primero pienso algo de alguien y luego hace algo que cambia mi opinión, yo no me quedo pensando que tengo que mantener lo que pensé al principio. Yo dejo que la gente me sorprenda y si siento que debo cambiar de idea sobre algo, lo hago; creo en las segundas oportunidades. Pero tengo que admitir que cuando alguien ya se ha ganado mi confianza y la traiciona, es difícil que se la vuelva a ganar, y aunque ha habido ocasiones en las que vuelvo a confiar plenamente, tiene que haber algo muy fuerte que me convenza, y eso solo sucede con el tiempo.

En general, las personas con las que decido no volver a hablar nunca o que descarto de mi vida son aquellas que me han decepcionado, pero que no son malas. A las malas personas —que para mí son esas que hacen algo en contra de alguien más, o a las que no les importa el bienestar de otra persona, y se equivocan pero no por ignorancia o tontería, sino por actuar con maldad— las descarto desde el primer momento de la vida. Pero desde el principio voy a tratar bien a cualquier persona porque es un ser humano como yo, y se merece que lo trate con respeto, independientemente de su historia.

No confío en las personas que necesitan perjudicar a otros para lograr lo que quieren porque no creo en eso de “el fin justifica los medios”. A veces te dicen: “Haz todo lo que necesites para llegar a ese lugar”, y para mí está escrito entre líneas nunca hacerle daño a alguien más. Recuerdo algo que me decía mi abuela cuando era muy pequeña: “Hay tres clases de personas en el mundo: las inteligentes, las tontas y las malas”. Las malas personas son aquellas a las que no les importa hacerle daño a alguien para su propio beneficio; las tontas hacen lo mismo, pero sin sacar ningún provecho; y las inteligentes son esas personas cuyas metas no dependen de beneficiar o dañar a los demás. Más específicamente, son personas que no tienen que subir o bajar de categoría a alguien para lograr lo que necesitan, y eso va de la mano con la idea de la sana competencia.

Si una persona traiciona mi lealtad, pierde mi confianza. Si es de esas personas que están dispuestas a sacrificar sus principios y sus valores, es porque finalmente no los tienen y, por ende, tampoco me interesan. Es gente con la que no puedo ni quiero contar.

Si una persona se avergüenza de ser mi amiga o no está orgullosa de nuestra amistad, también pierde mi confianza. A mí me quieren mucho o me odian y creo que soy muy marcada con lo que soy, pero si alguien se avergüenza de mi pelo, de mis actitudes, de mi manera de reaccionar con la gente o con mi entorno, esa persona tendría que salir automáticamente de mi vida. No podría lidiar con alguien con quien me tocara cambiar de actitud para que se sintiera cómodo conmigo.

Finalmente así soy: si eres mi amigo, tienes que aceptarme y valorarme como soy, y yo a ti (que es muy diferente a decir “te lo tienes que aguantar”). La idea no es que tengas que aguantarte nada de nadie, ni sacrificarte todo el tiempo, sino que no te molesten cosas esenciales de las personas que están más cerca de ti.

Image NO ME GUSTA LA GENTE MENTIROSA. No me parece grave que alguien te mienta por pena, como cuando alguien miente sin razón (todo puede tomarse dependiendo de las circunstancias y de acuerdo con la gravedad sobre lo que se miente), pero las mentiras triviales siguen siendo mentiras, entonces ¿para qué hacerlo? Siguen negando una situación real.

Image TAMPOCO ME GUSTAN LAS PERSONAS NEGATIVAS. Una cosa es negar la realidad, pensar que todo está siempre bien, ser ingenuo, y otra cosa muy diferente es dejarse llevar por miedos todo el tiempo. Una cosa es ser realista, y otra muy diferente es ser absolutamente pesimista. Creo que tenemos lo que merecemos, y puede ser bueno o malo dependiendo de lo que sembremos y construyamos. A esas personas les diría: ¡el mundo no está en tu contra! (Hay más en un capítulo dedicado única y exclusivamente a ellas: “Si la vida es una mierda, juega con la mierda”).

Tal vez tienes que hacer las cosas de una manera diferente si la forma en la que lo estás haciendo no está dando resultado. A eso va la frase de Albert Einstein que dice: “Si buscas resultados distintos, no hagas lo mismo”.

Image NO ME GUSTAN LAS PERSONAS QUE SOLO TE TRATAN BIEN CUANDO ERES SU AMIGO o cuando necesitan algo de ti, pero que mientras tanto tratan mal a otras personas (a otro amigo tuyo, al mesero o a alguien que simplemente no es de su interés). Tampoco confío en las personas a las que les preguntas: “Y entonces, ¿por qué eres amigo de esa persona?”, y te responden: “Porque a mí me trata bien”, sin importar si a los demás no. Si alguien trata mal a mis amigos o a otras personas porque sí, nunca va a tener la oportunidad de ser mi amigo. Automáticamente no tiene un lugar en mi vida, ni en mi mente, ni en mi conversación.

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LA INFIDELIDAD

La mayoría de la gente lo entenderá, pero sé que muchas personas no estarán de acuerdo conmigo. A veces parece que hablar de infidelidad es como hablar de política o de religión. Es un tema confuso, porque la infidelidad va de la mano de la confianza, pero también del ego. Antes, cuando era mucho más pequeña, pensaba: “Nunca perdonaría una infidelidad. No podría estar con alguien que me haya sido infiel, nunca lo haría”. Pero lo hice y no tuve ningún problema. En ese momento la confianza que tuve fue muy extraña. Porque esa persona no recuperó mi confianza instantáneamente, pero nunca me volví controladora, ni celosa, ni posesiva. No quiero decir que me guste la infidelidad, no quiero justificarla, porque, de hecho, no soy una persona infiel ni tengo facilidad para ser infiel en mis relaciones, pero creo que de alguna manera la infidelidad puede llegar a ser muy relativa.

Tú vas entendiendo, a medida que sales con alguien, si tienes una relación abierta, si no pasaría nada si te metes con alguien más, o si es una relación en la que eso no estaría bien recibido. Así no se diga claramente en un contrato, eso se va entendiendo en la dinámica de la relación, y es en el momento en el que rompes esa confianza implícita de tu pareja en el que las cosas se dañan. Si estás con alguien más y tu pareja asume que no es lo correcto porque es el acuerdo que tuvieron desde el principio, la confianza se daña. Sin embargo, creo que sí hay infidelidades más graves que otras.

Si tengo una relación con alguien y se va de viaje y en una fiesta termina con alguien más, no me parece igual de grave a tener una relación en la misma ciudad y enterarte de que esa relación paralela lleva varios meses. Las dos son infidelidades, las dos están ‘mal’, porque en las dos estás traicionando la confianza de tu pareja, pero no creo que deberían suscitar la misma reacción. En la segunda seguramente hay sentimientos involucrados, y que la persona con la que estoy se meta con alguien más solo por una noche no creo que tenga el mismo peso o valor.

No me molesta, por ejemplo, que una persona con la que esté se bese con alguien más. Y no sé en qué momento cambió mi perspectiva, pero me importa más cómo se sienta mi pareja con relación a mí que con relación a otras personas. Todo el mundo sabe que eso es mucho más importante, pero nadie lo dice porque a todos les da miedo que aparezca otra persona y le interese más a su pareja que ellos mismos. Por supuesto que da miedo, creo que nadie quiere tener a alguien al lado para decirle: “Ve, besa gente por ahí a ver si te encuentras con alguien que te guste más que yo”. No es la idea. Yo prefiero, sinceramente, que nunca me pase, pero si llega a pasar, creo que es perdonable. Si mi pareja se besa con alguien más en una fiesta, puede que en realidad no signifique nada para ninguno.

En situaciones en las que es un hecho que tu pareja te está siendo infiel, puedes sentirte traicionado y pensar qué faltaba en la relación. Pero también puede ser que realmente no faltara nada. Puede ser que se trate de una persona diferente, con emociones diferentes y sujeta a ciertos factores ajenos a ti. En realidad, puede haber un millón de razones para la otra persona que nada tienen que ver con la relación.

Traicionar la confianza casi nunca es aceptable, pero cuando uno está en una relación hay algo que también tiene que aceptar y es que la otra persona no piensa lo mismo que uno, que al compartir con una persona diferente, uno tiene que respetar su manera de pensar y su manera de reaccionar.

A VECES PARECE QUE HABLAR DE INFIDELIDAD ES COMO HABLAR DE POLÍTICA O DE RELIGIÓN. ES UN TEMA CONFUSO, PORQUE LA INFIDELIDAD VA DE LA MANO DE LA CONFIANZA, PERO TAMBIÉN DEL EGO.

Creo que si decides aceptar y perdonar la infidelidad de alguien, no puedes hacerlo mientras sigues reaccionando como si nunca lo hubieras hecho. La gente dice: “Olvidar las cosas no es lo mismo que perdonar”. Y estoy de acuerdo, no se trata de olvidar, se trata de aceptar que fue un suceso importante en la relación, pero también creo que se trata de superarlo y de saber en qué momento debes dejarlo atrás para no tenerlo en cuenta como el eje en tu relación.

Y esto no es machismo, por alguna razón en su genética, es un hecho que los hombres son más carnales que las mujeres. Por eso creo que es más posible que ellos sean infieles solo por la emoción del momento, y que las mujeres para ser infieles, tengan que pensarlo varias veces hasta que cuando finalmente lo son, están conscientes de lo que hacen (a menos de que también sea una situación muy “masculina” por alguna razón). Pero pienso que las mujeres son igual de infieles, que no es tan diferente para unos o para otros, y que ningún caso es más justificable que el otro.

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LA JUSTICIA

Hay injusticias innegables, como que los gobiernos se centren más en favorecer a una parte de la población que a otra, o que haya tanta gente que gane dinero mientras que hay tanta pobreza en el mundo. Sin embargo, también creo que lo justo muchas veces es relativo, porque no todos necesitamos lo mismo, mucha gente confunde la justicia con la igualdad, pero creo que la justicia es relativa, que un niño no necesita lo mismo que un adulto, y un adulto no necesita lo mismo que un anciano. Todos tenemos necesidades diferentes y, algunas veces, pretender que somos iguales solo hace todo un poco más injusto.

Cada persona escoge en qué creer, pero yo creo que mi definición de justicia es poder darle a la humanidad en general lo mismo que esperas recibir, y no por miedo al karma o a que te hagan algo similar, sino porque simplemente te nazca hacerlo. Ser justo es no tener que hacerles daño a otros para lograr lo que quieres (algo que si ya pasaste por “Confianza”, lo sabes). Y nunca he dudado si ser o no justa, de acuerdo con lo que yo creo. De hecho, cuando peleo con alguien intento todo para estar bien con esa persona, pero si me parece que la otra persona no está ofreciendo lo que siente que es justo, dejo de hacerlo.

También hay gente que piensa que porque otros se han equivocado o han actuado mal se merecen que los demás los traten mal también. Desde mi perspectiva, la gente se merece consecuencias, tal vez que les sucedan las mismas acciones que llevan a cabo y en su misma proporción, pero también creo que hay gente que se toma el atrevimiento de hacer justicia por su propia cuenta cuando es un derecho que no les pertenece. Creo que el karma sí existe y cada quien tiene sus razones, cada persona está en circunstancias diferentes, todo el mundo tiene procesos distintos, ha sido criado diferente y con ideologías diversas. Decir que le puedo hacer algo a alguien más porque se lo merece es como ponerse en la posición de un dios, decidir de qué manera castigar a alguien es algo que no nos corresponde.

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EL PROBLEMA ES QUEDARSE SIN SABER PARA QUÉ.

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CUANDO TE TIENES QUE ALEJAR

Siento que es importante darnos cuenta de cómo son nuestras relaciones. No se trata siempre de una relación de amor, también puede ser de amistad, y no necesariamente me refiero a una falta de lealtad, o a cuando tu amigo algunas veces no resulta ser tan buen amigo como esperabas. Me refiero a esos momentos en los que es importante revisar si la manera en la que dos personas comparten sus vidas es sana. Puede ser algo tan simple y tonto como que cuando estás en clase, tu amigo se distrae mucho por estar hablando contigo, pero tú igual puedes hacer lo que tienes que hacer. O cuando empiezas a notar que tus amigos no son productivos si no estás con ellos, o cuando una persona depende demasiado de tu amistad, y sabes que aunque tú estás bien, la relación le está haciendo daño a la otra persona. Ese es el momento en el que alguno de los dos tiene que resolver sus problemas de forma individual, porque hay problemas que simplemente no podemos resolver por alguien más: una relación sana no es en la que una de las dos personas depende de la otra.

Por eso, a veces tenemos que darles espacio a las personas que amamos para que puedan ver por sí mismas, para que la relación se torne sana y no manipuladora, no por la intención de las personas, sino por el devenir de los sucesos.

A veces simplemente tenemos que basarnos en la otra persona para tomar decisiones que nos afectan en una relación. Es difícil lograr entender esto en el momento. Cuando nos dejamos ir y le damos espacio a una relación, por lo general lo hacemos teniendo la esperanza de que la otra persona nos entienda en algún momento. Pero la mayoría de las veces, también debemos asumir que, por el momento, nos estamos alejando, estamos dejando a alguien que amamos, arriesgándonos a perder a esa persona para siempre.

Lo difícil de alejarnos y dejar luchar solas a las personas que queremos o a nuestros amigos es que están siguiendo adelante, y que al no estar con ellos en ese proceso tal vez empezamos a hacer parte del capítulo pasado de su vida. Pero, una vez más, muchas veces es importante hacer ‘sacrificios’ para poder ayudar a quienes lo necesitan, y la idea de esto es hacerlo desde el fondo del corazón, teniendo muy en cuenta que también puedes provocar muchas pequeñas ventajas en la otra persona después de un tiempo y que cualquier resultado es algo que logramos aceptar desde el comienzo, en pro de que funcione sanamente. Si quieres saber más sobre lo que aprendí de mis amigos, ve a “YouTube y la sana competencia”.

UNA RELACIÓN SANA NO ES EN LA QUE UNA DE LAS DOS PERSONAS DEPENDE DE LA OTRA.

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SI CREES QUE LA VIDA ES UNA MIERDA, JUEGA CON LA MIERDA

Si vienes de “Tampoco me gusta la gente negativa”, ya sabes lo que pienso sobre las personas que todo el tiempo se quejan, que dicen que el mundo está mal, que el gobierno es lo peor y que por eso su vida también. Hay cosas que en sí mismas ya son complicadas; hay situaciones difíciles en la vida en general como para que literalmente sigas jodiéndote a ti mismo y teniendo pensamientos negativos que no tienen sentido. Si la vida ya es complicada, ¿para qué hacerla peor? ¿Te está yendo mal? ¿Piensas que la vida es una mierda? ¡Pues juega con la mierda!

No soy de las personas a las que cuando se les rompe la pantalla del teléfono en mil pedazos, se quedan pensando en eso todo el día, en que es una mierda que se haya roto, en que ahora tienen que comprar otro nuevo, etc. Todo se resume en esta mágica frase: “Ya qué”. Ya tengo que comprar otro teléfono, ya tengo que arreglar esa pantalla, ya tengo que tener el teléfono así, al menos un par de días. Todo esto es un hecho. Soy de las personas a las que les está yendo mal, y se estresan, pero al final de todo terminan riéndose de la situación, y piensan: “Esto solo me pasa a mí”. Si la vida es una mierda, juego con ella. Sigo el día como normalmente lo iba a llevar, no le doy relevancia a los momentos de angustia, decido agarrarme de otras cosas y no dejo que esas cosas acaben con mi felicidad y la frustren.

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HILAR DELGADO

Es rara la relación que tengo con los seres humanos: a veces los quiero a todos y siento que casi todo el mundo tiene algo bueno, que cada persona puede ofrecer algo maravilloso, y la gente en general me parece increíble; en realidad le tengo fe a la humanidad. Pero, por otro lado, a veces me da mucha rabia. La verdad es que no me enojo fácilmente (si quieres saber más sobre eso ve a “Cosas que no sabes de mí”), pero antes solía ofenderme, por ejemplo, si alguien en la calle insultaba a mi mamá, y siempre recibí de ella un sabio: “Juana, hay que saber hilar delgado”.

De “hilar delgado” aprendí que es importante saber cuándo tomarse algo en serio y cuándo no. Ofendernos y responder a todo de la misma manera es el error que cometen muchas personas impulsivas. Es cuando tu mente asimila algo, aunque parezca una palabra fuerte, de manera retorcida. O también, cuando le prestas atención al contenido de unas palabras que no lo merecen. Creo que un buen ejemplo son los chistes: saber reconocer cuándo un chiste puede ser ofensivo y cuándo no depende de quién te lo haga y con qué intención. Seguramente lo has vivido también estando en la otra posición y claro que es un momento incómodo, en el que piensas: “Mmm… no me refería a eso”.

Hilar delgado es pensar exactamente en lo que te están diciendo, en qué contexto y cómo, y lo mejor sería asumirlo de la manera más simple posible. Creo que hay momentos para todo. Creo que uno tiene que saber en qué momentos debe desgastarse con algo frustrante o inquietante, y en qué momentos debe dejarlo ir. Es aprender que no puedes controlar lo que los demás hacen, pero puedes controlar cómo vas a reaccionar tú. Dependiendo de cómo te trate la gente, esto es lo único que puedes elegir: cómo vas a reaccionar ante las cosas que no te hacen bien, cómo tomarlas o cómo soltarlas. Algunas personas deciden llorar, otras deciden enojarse, y otras acumulan rabia y un día explotan.

Creo que hay que saber escoger ciertas batallas; a veces me enojaba mucho cuando me encontraba en una situación en la que alguien demostraba su ignorancia o sus prejuicios, una de esas situaciones que todavía no entiendo (hablo sobre ello en el siguiente capítulo), pero creo que también aprendí que todas las personas tienen sus propios procesos y sus formas de llegar de forma más o menos lenta a ser más abiertas o no. Aprendí a no perder el tiempo en debates con personas con las que creo que no voy a llegar a ningún lado porque realmente no tienen la intención de entenderme o de abrirse a otra forma de ver el mundo. No es nuestra labor hacerlo.

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¿QUÉ PASARÍA SI LO SUPIÉRAMOS TODO?

Si ya sabes todo sobre “Hilar delgado”, entenderás esto: no hay que abarcarlo todo siempre. Si lo supiéramos absolutamente todo, no quedaría ninguna curiosidad. Ya no existiría nada más en el mundo que nos moviera. Lo que te mueve son las dudas y querer aprender y lograr cosas, pero para lograr algo necesitamos haber deseado algo que no teníamos antes y haber aprendido otras lecciones anteriores también. Tal vez el mundo sería un lugar quieto, muy aburrido, incluso peligroso.

Tuve una edad en la que tenía la costumbre de preguntar todo demasiado. Muy pequeña, casi a los diez años, preguntaba adónde íbamos, cuánto tiempo íbamos a estar ahí, a qué horas volveríamos y por qué. Así que cuando preguntaba qué íbamos a comer, me explicaban: “Comida”. Cuando preguntaba qué íbamos a hacer, me decían: “Algo”. Cuando preguntaba adónde íbamos a ir, me respondían: “A un lugar”. Y así con todo. Creía que todo merecía una explicación y una pregunta. Pero con el tiempo me di cuenta de que a veces no es necesario y a veces ni siquiera estás listo para entenderlo todo. Entonces es probable que si no estás listo, tampoco vayas a reaccionar de la mejor manera posible o a través de la mejor versión de ti. Lo todo es un movimiento constante, y cada aprendizaje tiene su momento.

SI LO SUPIÉRAMOS ABSOLUTAMENTE TODO, NO QUEDARÍA NINGUNA CURIOSIDAD.

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TODO TIENE SU MOMENTO

“La manera de solucionar las cosas no es negar la verdad ni ocultarla”. Hay algo ahí que es una variable: que tengas que enfrentar tus problemas no significa que tengas que enfrentarlos ya mismo. La gente piensa: “Tengo esta duda, eso significa que tengo que resolverla y estrellarme contra el problema, porque si no, seguramente quiere decir que estoy huyendo de él”. Pero, la verdad, he descubierto que todo tiene un proceso y que todos somos diferentes. Por eso los consejos siempre son tan raros, porque así sean buenos, están basados en lo que piensa y siente otra persona, y puede que esa persona tenga un proceso diferente a ti de recuperación o reconciliación, de sentir enojo y amor.

Hay tanta gente en el mundo como clases de reacciones. Todo el mundo tiene un momento diferente en el que sabe que está listo para enfrentarse a sus problemas: la gente se prepara, adquiere valentía y se acobarda de maneras diferentes. Están las personas que piensan que enfrentar sus problemas es darse durísimo cada vez que tienen una duda y se van al límite, o están quienes lo manejan todo de manera muy práctica. Y así todo se parezca mucho, por pequeña que sea esa particularidad, en algún momento del problema todo es diferente.

Lo importante es que a veces hay temas que uno tiene que resolver primero, cosas que uno tiene que entender antes de enfrentarlas, como cuando vas a la casa de tu exnovio o exnovia y tienes que hablar con él o ella por última vez, porque nunca vas a volver a hablarles en la vida.

Siento que hay un momento específico en el que me siento mejor para enfrentarlos. Yo no soy de las personas que se quedan con la duda, y aunque haya aprendido que no hay que saberlo todo, casi siempre necesito aclarar todos los hechos que rodean una situación que me importa, porque así determino lo que está pasando. También creo que hay que saber cuándo necesitas compartir el final de una historia con otra persona, y ser valiente para hacerlo.

La mayoría de las veces siento que esa es la opción más factible para mí: poder hablar con la otra persona y explicarle por qué siento que podría merecer una explicación, o sencillamente enfrentarme al momento, al hecho o a lo que sea que esté pasando, porque no se dejan cabos sueltos. Creo que en algunos momentos, eso es lo más sano para dar un cierre a los capítulos o un final a los acontecimientos de la vida.

Pero otras veces solo es momento de irse. Soy de las personas que también piensan que si algo ya alteró una situación y le quitó la relevancia en la vida de las dos personas, no es necesario decirlo y darle más trascendencia de la que ya tuvo. A veces es momento de resolver la situación tú solo, con tus propias conclusiones, probablemente cuando ya lo intentaste muchas veces con la otra persona.

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DEJAR IR EL PASADO

Un día como hoy entendí la importancia de estar sano por dentro y por fuera, de estar bien contigo mismo y con todo lo que conforma tu ser. Es saber entender el pasado como algo que pasó y dejó experiencias, sucesos, decisiones y mil sentimientos, pero que hace parte de otra etapa, de un ciclo cerrado y dejado atrás. Creo que no deberíamos revivir el pasado haciéndolo parte de nuestro presente o nuestro futuro, porque a veces los seres humanos llenos de distracciones y prejuicios nos confundimos y no es fácil reencontrarnos. Es difícil persistir y seguir luchando por las cosas que creemos perdidas, pero también es difícil dejar de luchar por las cosas que nos negamos a olvidar, que nos negamos a perder y mantenemos apartadas de nuestro actual proceso.

Muchas veces es difícil ver y reconocer situaciones en nuestra vida que nos hacen daño. A veces preferimos conservar una parte de la balanza por ser más pesada y no necesariamente más valiosa, y creo que ese es el momento en el que nos desequilibramos. Ese es el momento en el que sentimos que tenemos que buscar cada vez más razones para convencernos de nuestros caprichos, y aunque todo esto pase en repetidas ocasiones a lo largo de la vida de todos nosotros, siempre llegamos a un mismo lugar. Ese punto que siempre evadimos, al que nunca quisimos llegar, y el que más nos atemoriza. Pero justo en ese momento nos preguntamos muy dentro de nuestro corazón si ya sabíamos las respuestas y las teníamos enterradas justo aquí en la mitad del cerebro y del alma. ¿Por qué no nos ahorramos la tristeza de intentarlo tanto y concluir en lo mismo? ¿Por qué intentarlo tantas veces sin lograrlo?

Aunque las preguntas no sirvan de nada, siento que haciéndolas y gritándoselas a la vida, la vida reaccionará y recompensará todas las partes del corazón que perdimos en el camino. Nada peor que la incertidumbre y el ahogo de las respuestas nunca dadas, pero no existe la felicidad sin algo de tristeza. Eso también hace parte de mi vida y de la tuya también.

“Fracasé”. “Perdí”. “Me rindo”. Todas son palabras que nos decimos o pensamos cuando no logramos lo que queríamos. Pero nos detenemos solo porque nos quedamos con el lado oscuro de la vida, sin saber la respuesta final, y la incertidumbre es aún más dolorosa. Hay que arriesgarse a querer y a actuar. Creo que los adultos, por lo general, tienen más miedo de querer porque sienten que tienen menos tiempo para ‘perder’. Tal vez el tiempo o la vida los ha llenado con un poco más de frustraciones que a nosotros, que todavía nos sentimos muy libres, pero la pena y las apariencias no deben hacer parte fundamental de nuestra vida.

VINIMOS A DISFRUTAR DE LAS DECISIONES TOMADAS Y DE LO QUE APRENDEMOS DE ELLAS.

Lo bueno de las crisis es que siempre hay una salida, a veces no muy clara, para ver la luz. Quizás tienes que acercarte lo suficiente como para verla, porque por más hondo que esté el hoyo, siempre hay un escalón para dejarlo atrás. Lo importante y mágico de esto es que, sin darnos cuenta, muchas veces estamos reconstruyéndonos de a pedacitos; estamos levantando de nuevo eso que tanto valoramos; estamos avanzando, evolucionando, transformándonos y, finalmente, viviendo.

Image Con mucha frecuencia se nos olvida que no vinimos al mundo solo a resolver problemas o a tomar decisiones, vinimos a disfrutar de las decisiones tomadas y de lo que aprendemos de ellas; vinimos a vivir los problemas y aprender a valorarnos por las metas cumplidas hoy, en el presente, ahora. Sin embargo, creo que lo que hace la diferencia en estas situaciones es también valorar cada paso chueco, cada hoyo en el que nos hemos metido, porque eso también, como la felicidad, nos hace lo que somos y también nos alimenta cada segundo.

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SOBRE LA MODA

La moda juega un papel importante en mi vida y aunque de vez en cuando sigo literalmente la moda social del momento porque ahora todo dura siete veces menos cada año, sigue siendo algo primordial para mí. Cuando hablo de moda me refiero a MI moda. Mi manera de vestir es importante para mí porque, como siempre lo he dicho y lo he mencionado en varios videos, la moda es una representación combinada de tu personalidad. No deben juzgarnos por lo que usamos y no debemos dejarlos.

Muchas veces cierro los ojos mientras escucho jazz y me imagino vestida con colores de los años sesenta en la mitad de Manhattan caminando con un bolso increíble y unos zapatos probablemente de charol de algún color que rechine. Imagino los carros gigantes de fondo y la gente fumando dentro de lugares públicos con boquillas largas y elegantes, cuando las mujeres apenas tomaban algo de valor (afortunadamente, porque era hora). Me imagino todo un poco más lento y latente.

Los tiempos pasados me inspiran a conservar la calma y las costumbres que valen la pena; me recuerdan que hay valores que hemos perdido y también maneras de comunicarnos con la vida que hemos ganado por mucho y en muy poco tiempo.

La moda no es solo la ropa y los accesorios, es todo un ambiente, es una manera de comunicarnos y reflejar en cada paso y manera de usar diferentes prendas lo que somos por dentro y por fuera. Es también una música especifica de fondo, es una manera particular de caminar y, déjenme confesarles algo: dependiendo de lo que traiga puesto muestro el papel de mi vida que quiero actuar de alguna manera. No es que sea una persona diferente, solo soy esa versión de mí más adaptada a mi mood del día, a mis emociones y a mi manera de estar. No solo representa lo que quiero y cómo me siento en relación con el mundo y mi entorno, también me hace sentir segura y confiada de lo que decidí mostrar ese día.

Vivo a diario mis emociones en mi vestimenta. Si quiero resaltar, si quiero pasar desapercibida, si quiero tener colores alegres o prefiero algo más oscuro, si quiero sentirme en una película, si quiero sentirme antigua y en qué fecha exacta de la antigüedad.

Descubrí lo que me gustaba y lo que quería reflejar en mi vida conforme iba adquiriendo una descripción exacta de mi personalidad. Me estaba descubriendo y necesitaba usar muchas cosas diferentes y no solo usarlas si no demostrar y conformar distintas maneras de comportarme y reaccionar.

Debo confesarles algo: cuando era pequeña normalmente no podía pedirle a mi familia que me llevara a comprar ropa por una gran cantidad de dinero solo porque sí o cada poco tiempo; eso solo pasaba en fechas especiales y yo no esperaba más, pues eso era más que suficiente. Además, también era lo que podíamos permitirnos. Entonces decidí seguir de alguna manera el consejo de mi madre y empezar a renovar mi ropa diseñando nuevas cosas en ella, cortaba mis pantalones y pegaba estampas en mis camisas. Ser recursiva y crear mi propio estilo en base a algo viejo me ha demostrado que lo clásico fue mi manera de actuar favorita. Simple pero no fácil, esa es la mejor descripción de lo que elegí para mi vida en la mayoría de sus aspectos.

Luego cada vez que compraba ropa en esas fechas especiales me encargaba de elegir cuidadosamente qué podía combinar con muchas prendas sin ser redundante con mis atuendos. Cuando estudiaba en el colegios de ballet tenía un uniforme al que intentaba ponerle mi propio sello usando las únicas partes de mi vestuario que podían ser realmente diferentes a las de los demás, como las medias, los aretes, probablemente algunas pulseras que fueran remisibles, el pelo, las uñas, mi asiento del salón, mi maleta y la manera desordenada y colorida que llevaba en cada cuaderno.

Les juro que pertenecí a varios estilos, fui algo hippie (más de lo que soy en este momento), fui medio emo y oscura, jajajaja, fui medio de la moda de la época, que me permito decir en este momento que no es de mis favoritas. Esta última fue en Bogotá y estuvo relacionada algo más con los abrigos grandes cuadrados, los abrigos que robé descaradamente del clóset de mi abuela con la excusa de que eran perfectos… y debo decir que aún en este tiempo me parecen invaluables.

Así, comencé a usar muchas medias veladas, un tanto por obligación con el cambio de clima. En esas fechas utilizaba la excusa para pasarme horas viendo qué me iba a poner o creándome a mí misma atuendos de emergencia para cuando no quería pensar o no estaba de humor para vestirme. Iba todos los días al colegio con un atuendo completamente diferente y creo que fue allí cuando me empecé a caracterizar como la rara de alguna manera, jajaja, y la verdad nunca me ha molestado ese sobre nombre.

Cuando empecé a trabajar por mi cuenta y a adquirir pequeños pagos, los repartía entre planes divertidos, tiempo con mis amigos, ayudar a mi familia y comprar ropa de vez en cuando. Debo admitir que también tuve una época en la que abandoné la estética que había establecido en algún momento de mi vida para simplificarla a su mayor expresión y renovarme después de un tiempo de cambio y decisiones importantes. Cada vez que pasaba algo importante durante el año mi manera de dejarlo atrás era cargándolo en mi pelo, sí en mi pelo. Me lo cortaba tanto como creyera necesario, hasta incluso terminar rapada en una gran época de mi vida y que ahora es la razón por la que simplemente siento que no me crece el pelo.

LA MODA NO ES SOLO LA ROPA Y LOS ACCESORIOS, ES TODO UN AMBIENTE, ES UNA MANERA DE COMUNICARNOS Y REFLEJAR EN CADA PASO Y MANERA DE USAR DIFERENTES PRENDAS LO QUE SOMOS POR DENTRO Y POR FUERA.

Luego descubrí los tintes, mi pasión por los zapatos, los accesorios y el maquillaje; este último no porque no quiera ser lo que soy, sino porque es una manera de resaltar eso que te gusta de ti, de tu cara y de tu manera de combinarlo con el resto. Estas son las razones por las que todo lo que te conforma, te conforma realmente.

Los labiales vibrantes y el pelo de colores que nunca pensé llevar se empezaron a volver mi manera de negarme a la belleza convencional. Nunca lo hice queriendo ser diferente y es precisamente esa la razón por la que creo que una cierta cantidad de gente cree que es auténtica, porque nunca lo hice por los demás, lo hice por mí y por mis ganas de desarrollar una vez más mi presentación hacia el mundo.

Todo esto se volvió mi lema de libre expresión y me alegra ser exagerada y redundante en un montón de cosas. Eso convirtió en algo que las personas que me seguían resaltaban sobre mí y fue ese momento en el que me di cuenta de que así siempre haya querido ser lo que soy de la manera en la que la vida me ha permitido serlo en sus debidos momentos, es lo que siempre quise y que así haya cambiado y me haya renovado tantas veces, así haya sido indecisa y haya tomado decisiones de vez en cuando apresuradas, es la razón por la que ahora estoy tan segura de lo que soy y de lo que quiero llegar a ser.

En el día a día, mi expresión física no solo ayuda a mi autoestima a pensar: “me gusta mi imagen”, también me da la confianza que quiero reflejar y lo orgullosa que estoy de lo que soy y de lo que he creado para mí. Aprendí, además, y ya se los he dicho muchas veces, que siempre hay momentos para todo pero que siempre cabe tu personalidad en cualquier cosa que hagas.