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Severiano Ballesteros, la génesis del golf

Todos tenemos ídolos. Severiano Ballesteros fue uno de los míos. En Inglaterra era un dios. Todo el mundo conocía a Seve o Sevi, como le llamaban allí. Es asombroso que una persona de orígenes tan humildes (a él le gustaba contar cómo creció en una casa de dos plantas donde la calefacción la ponían las vacas, que se guardaban en el piso de abajo), en un país donde el golf no tenía aún dimensión internacional, llegara hasta lo más alto.

Coincido con mi amigo John Carlin cuando dice que los británicos tienen una actitud ambigua frente a España y los españoles. Por un lado están los tópicos: siesta, holgazanería, etcétera; por otro sienten admiración e incluso envidia de la exuberancia latina, hispana, que Seve tan bien encarnaba. En aquel tiempo los británicos elegíamos la versión positiva de los españoles y Seve la representaba porque era un personaje carismático que despertaba admiración y también afecto. Tenía además esa exuberancia tan única en un mundo, el del golf, donde priman la sobriedad y la circunspección.

En Acento Robinson le dedicamos un programa emocionante en el que repasamos los hitos de su vida y su larga lucha contra el cáncer, la madre y el padre de todas las enfermedades, y hablamos con su hermano Baldomero.

 

 

DE PEDREÑA AL CIELO CON UN HIERRO 3

 

Severiano Ballesteros Sota tuvo la suerte de nacer un 9 de abril de 1957 en uno de los rincones de Europa continental con más tradición de golf: Pedreña, una pequeña localidad cántabra de menos de mil quinientos habitantes pero con gran tradición golfística. Todos sus hermanos mayores —Manuel, Vicente y Baldomero— fueron profesionales del golf y un tío suyo, Ramón Sota, fue uno de los mejores jugadores de Europa en la década de 1960. Con un hierro 3 que le regaló su hermano Manuel, Seve dio sus primeros golpes en la playa. Cavaba un hoyo usando el revés del palo, metía una lata de tomate vacía, colocaba dentro una vara de arbusto y le ataba un pañuelo a modo de banderín.

Así empezó a desarrollar una técnica individual propia, arriesgada e innovadora. Algunas incursiones nocturnas en el club de golf de Pedreña le ayudaron a mejorar su swing y destacó en sus primeros torneos amateur a pesar de ser un niño. Con 17 años, el 22 de marzo de 1974, se hizo profesional.

 

 

A HURTADILLAS

 

Seve es la génesis del golf. Lo reinventó desde sus raíces humildes en una familia muy unida. Digo que sus comienzos son muy curiosos, porque, no nos engañemos, en aquellos tiempos el golf era la cosa más pija del mundo. Hacía falta ser millonario para jugar; era un deporte de lo más clasista. Y sin embargo todos los Ballesteros fueron profesionales. ¿Cómo? Pues según nos contó Baldomero, en el caso de Seve, a hurtadillas. En la playa y colándose en el club sin que nadie le viera. Pero ya entonces le dedicaba muchas horas. Del día y de la noche.

Según Baldomero, la familia pronto se dio cuenta de que Seve iba a ser grande: «A partir de los 12 o los 13 años en casa vimos que tenía verdadera obsesión por el golf. Seve era un embaucador, en el sentido de que era una pesadilla para mis padres, el clásico pelota; a mi padre le tenía encandilado. A esa edad en casa vimos que lo que le gustaba era el golf y que le dedicaba horas que debía haber dedicado a la escuela». Aunque asegura que los hermanos discutían mucho pero estaban muy unidos, yo personalmente creo que a Seve sus hermanos mayores le trataban mal porque le daban un hierro 3, que es el palo más difícil (los que juegan al golf saben que es el que menos se usa). Y también bolas cortadas, que no volaban... Pero seguramente gracias a aquello aprendió a dar todo tipo de golpes y a rescatar la bola de los sitios más complicados. En eso era un auténtico maestro.

 

 

ROYAL LYTHAM

 

El palmarés de Seve es demasiado extenso para incluirlo aquí y está plagado de hitos. Fue el primer europeo en ponerse la chaqueta verde del Masters de Augusta, el golfista más joven en ganar tres Open británicos. Noventa y seis títulos en total. Está en el Hall of Fame de golf. Pero Seve es inmortal porque cambió la concepción de un deporte que se juega desde hace más de seis siglos. Introdujo un ingrediente nuevo: el corazón. Inventó una forma de jugar diferente: osado en el juego largo y creativo en el corto. Con técnicas de golpeo inverosímiles y un espíritu combativo desconocido hasta entonces. Los que saben de golf, dicen que Seve reunía la elegancia de Hogan, la potencia y agresividad de Palmer, la tenacidad de Player, la técnica de Nicklaus y la frialdad de Watson. No sería descabellado afirmar, por tanto, que hoy día el golf es lo que es porque Severiano fue.

A mí siempre me emocionaba verle por la televisión. Recuerdo concretamente cuando ganó su primer British Open en Royal Lytham, en 1979. Baldomero nos contó cómo vivieron los hermanos Ballesteros aquel viaje y la sintonía tan especial que había entre ellos. En esa ocasión Seve también hizo aquello que hacía siempre y que nunca dejó de asombrarme: salirse de calle y plantarse en el green de un solo golpe: «Es difícil de explicar. Fue muy emocionante, inolvidable. Es el torneo del que mejores recuerdos tengo. Estábamos los cuatro hermanos. Seve tenía 22 años y muchas posibilidades de ganar, pero no tantas como mucha gente creía. En el hoyo 17 se fue a bunker. La sacó, la dejó a tres o cuatro metros del hoyo y embocó. En el hoyo 18 Vicente me dijo: “Hay que decirle que cierre la mano izquierda porque en este hoyo hay que fallar por la izquierda”. A la derecha se podía perder la bola. Pero no tuvimos ocasión de decírselo y cuando vimos cómo colocaba la pelota en el tee, comprobamos que tenía la mano izquierda cerrada para producir el efecto necesario. Y ganó. El abrazo que nos dimos es inolvidable. La foto dio la vuelta al mundo. Felices, emocionados e incrédulos».

 

 

UN MESSI FRENTE A MUCHOS CRISTIANOS

 

Mi semicompatriota John Carlin y yo recordábamos en el programa el inmenso afecto que sentía por Seve todo el pueblo británico y no solo los aficionados al golf. Sí, Arnold Palmer fue su antecesor, pero Seve era una figura reconocida por casi todos los ingleses. Una especie de David Beckham del golf, que iba mucho más allá del propio deporte. Y no me quiero poner frívolo, pero también era un poco el icono del latin lover. Un auténtico superstar, vamos. Recuerdo que mis vecinos en Liverpool tenían un doberman llamado Sevi y recuerdo también un viaje que hice con él (con Severiano, no con el perro, claro). Cuando aterrizamos en Londres vi a otro Seve, más feliz, que medía cinco centímetros más. Era consciente del amor que le tenían allí. ¡Si es que le querían más que a los golfistas británicos!

¿Y en España? Sí, claro, ahora todos coinciden en que Severiano ha sido uno de los grandes campeones de la historia, pero no estoy seguro de que sus triunfos tuvieran siempre el reconocimiento que merecían. Por ejemplo, la primera vez que volvió a España con la jarra de clarete del Open le pararon en la aduana y le retuvieron el trofeo dos días. Según Baldomero cuando ya estaba enfermo, reflexionando sobre su trayectoria, Seve le dijo que, de haber tenido detrás un periodista como tiene Fernando Alonso, se le habría reconocido más en España. Da que pensar, ¿no?

Lo impresionante de Seve, además, es que su carrera triunfal se prolongó mucho en el tiempo. No hay ningún jugador en la historia del golf que, como él, estuviera diecisiete años consecutivos ganando. Y eso que tuvo grandes rivales: desde Jack Nicklaus, que en 1986 le ganó en Augusta, pasando por Johnny Miller, Tom Watson, Lee Trevino o Raymond Floyd, hasta Gary Player, que le ganó también en Augusta en 1976. Vamos, que no era un Messi frente a un Cristiano —esa analogía no sirve—, sino un Messi frente a muchos buenos Cristianos. Hace tiempo, en una de nuestras conversaciones, le pregunté cómo se podía lograr algo así. Esto es lo que me contestó: «Cualquier muchacho que destaca en un deporte ignora sus responsabilidades, no tiene la presión. ¿De dónde se sacan las ganas para seguir jugando y ganando? Es muy sencillo; yo solo he tenido un amor en mi vida... Y ha sido el golf».

 

 

SEVE ‘MULLIGAN

 

Un 5 de octubre de 2008 llegó la enfermedad. Diagnóstico, varias operaciones —que Seve afrontó, en sus propias palabras «como quien va al campo de prácticas»— y la convalecencia en Pedreña. A esta segunda oportunidad que le daba la vida Seve la comparaba con un mulligan que, en la jerga del golf, es cuando en un partido informal se le permite al jugador repetir el primer golpe si le ha salido mal.

Se enfrentó a la enfermedad como hacía con aquel hierro 3 de la infancia. Dejando cada célula de su piel en el golpeo. Y con la dignidad, la elegancia y las dosis de humor que ponía en el juego. Pero este campo no tenía solo dieciocho hoyos y un 7 de mayo de 2011 Seve se marchó dejando huérfanos a millones de aficionados al golf.

Y no nos hacemos a la idea de su ausencia, yo por lo menos no. Pero tenemos que festejar su vida, porque dio mucho a los demás. Hay una canción que me gusta mucho de Supertramp; se titula Goodbye Stranger y el estribillo dice: It’s been nice, hope you find your paradise, algo así como «Ha sido un placer, espero que encuentres tu paraíso».

Me imagino muy bien cómo será el paraíso de Seve, esté donde esté. Goodbye, Sevi. Seguimos echándote de menos.