Capítulo 3
Escocia

“Un gran rollo mío es el colegio donde me mandaron, donde me enseñaron mucho, pero donde al mismo tiempo aprendí que la sociedad quiere que seas una marioneta: cuanto más famoso y mejor es el colegio, más marioneta vas a salir, o sino, más loco. Yo salí loco”.

Luca en la revista Pelo.

En 1934, Kurt Hahn emprendió el camino del exilio luego de ser amenazado de muerte por miembros del partido nazi. El educador alemán de origen judío no solo era una amenaza racial para los grupos de choque hitlerianos. Había osado criticar públicamente al régimen por hechos de violencia extrema, arengando a alumnos y profesores desde su puesto de director de la escuela Salem, un establecimiento privado con sede en Baden, al suroeste de Alemania. Hahn sufrió cinco días de arresto y fue liberado gracias a un recurso presentado por el primer ministro británico Ramsay MacDonald. En julio de ese año, abandonó el país para radicarse en el norte de Escocia y fundar Gordonstoun, un colegio modelo para su tiempo, que trasladaba al Reino Unido la experiencia pedagógica que había iniciado en tierras germanas. Sus ideas están contenidas en la educación experiencial, una filosofía basada en la convicción de que todo conocimiento debe empezar en la relación directa del individuo con el ambiente, donde encuentra la oportunidad de esclarecer y estudiar la complejidad de esta relación y sus estados funcionales emergentes. Dicho de otro modo, Kurt Hahn estaba convencido de que el aprendizaje es el resultado de la exposición directa ante situaciones que permitan que los estudiantes se involucren, pongan todos sus sentidos en actividad y que, desde ahí, puedan generar espacios de reflexión. Una teoría innovadora que incorporaba a la relación directa del individuo con el ambiente, poniendo a prueba la imaginación de una manera no tan académica sobre la base de ciertos principios: “Construcción, adquisición y descubrimiento de nuevos conocimientos, habilidades y valores a través de vivencias desarrolladas de manera sistémica”. El objetivo final aspiraba a estimular las destrezas y habilidades del liderazgo. Es por esta razón que cobran importancia capital actividades de carácter motriz, artístico, lúdico, los acertijos, los juegos de ingenio e inteligencia y un sinnúmero de estrategias que, usadas de manera adecuada, siempre según Kurt, conducen a aprendizajes altamente significativos y duraderos. Estos mismos propósitos, que contradecían totalmente los fundamentos de la rígida educación británica, son los que formaron la educación de Luca Prodan durante su estadía en Gordonstoun.

El profesor Hahn tardó años en poner en marcha el proyecto, pensado desde un principio como un colegio internacional. Atravesó la guerra y, por un tiempo, debió mudar las instalaciones del instituto a Gales. Pero, a finales de la década del 40, Gordonstoun ya marchaba como su mentor lo había soñado: inspirado en los escritos de Platón, promovía la creación de una sociedad basada en el compromiso, la responsabilidad, la honestidad, la justicia y el servicio a los demás. El sistema funcionaba sobre un estricto cumplimiento de las normas, que incluía métodos de castigo como los baños de ducha fría. Entre las bases formativas, Kurt Hahn puso mucho énfasis en la educación física y la disciplina militarista, impulsando actividades como la navegación a vela y el montañismo. El ámbito natural de Elgin, perteneciente al condado de Moray, frente al fiordo del mismo nombre, ofrece ventajas para estas prácticas deportivas, una postal escocesa ubicada en la costa nordeste del mar del Norte en donde dominan los acantilados y un clima oceánico subpolar en invierno.

Rigor, responsabilidad y altas miras humanistas. Una pesada cadena de expectativas y exigencias escolares para un chico de diez años extrapolado desde Roma, casi como el objeto de un experimento para probar adaptación y eficacia de un sistema educativo que brillaba desde la Europa insular, y que contaba entre los matriculados a varios miembros de la casa real británica. En la misma época en que Luca vivió en el colegio, el Príncipe Carlos de Gales formaba parte de la población estudiantil de Gordonstoun: había llegado ahí por recomendación de su padre, Felipe Duque de Edimburgo, otro discípulo de Kurt Hahn que incluso estudió en la sede alemana de Salem. Los hijos de la reina Isabel y hermanos de Carlos, Andrés y Eduardo, siguieron el mismo derrotero educativo. Los príncipes obtuvieron el título de “Guardianes” para representar a la escuela en eventos y otra serie de comisiones protocolares. A los exalumnos se los conoce como “Old Gordonstounians” o “OGs”, entre los que se destacan el escritor William Boyd, Balthazar Getty (actor y heredero de la fortuna petrolera Getty), el remero y medalla de oro en las Juegos Olímpicos de Londres 2102 Heather Stanning y Duncan Jones, también conocido como “Zowie Bowie”, director de cine e hijo de David Bowie. En esa galería de notables OGs también aparece el nombre de Luca Prodan y su métier: músico.

Como tantos otros niños que llegaban a Gordonstoun, Timmy MacKern provenía de un país lejano, al sur de todo, y llevaba la impronta de una familia argentina con fuertes lazos británicos. Tanto su padre como su abuelo estudiaron en Inglaterra y debieron atravesar el Atlántico en barco siguiendo una tradición familiar que había comenzado varias generaciones antes. Esta vez la ubicación cambió a Escocia y Timmy siguió los pasos de su hermano mayor. Poco había cambiado para el futuro amigo de Luca Prodan, que ya había pasado varios años pupilo en una escuela de La Cumbre, en las sierras cordobesas. MacKern no tuvo mayores problemas de adaptación durante los años escolares en Escocia (1968-1972). El problema se insinuaba en la lejanía y el encierro.

Luca tenía nueve años cuando ingresó en Gordonstoun. Sus primeras cartas familiares incluían pedidos para dejar el colegio y regresar a Roma; solía despedirse dibujando la forma de la bota italiana como un ruego de ayuda. Andrea Prodan siguió el camino de su hermano. A los 10 años, ingresó en Brambletye School, ubicada al sur de Londres (en el condado de Sussex) y luego en el aristocrático The King’s School, en Canterbury. Andrea corrió con ventaja cuando tuvo que enfrentar la discriminación de sus compañeros ingleses: Luca lo había preparado para el contraataque.

Timmy MacKern: Mi padre es argentino, de quinta generación, pero con muchas tradiciones inglesas. Primero mandó a mi hermano al colegio Gordonstoun y después fui yo. Como él había hecho el colegio allá, quería que siguiera sus pasos. Soy un año más chico que Luca. Yo ya era pupilo desde los siete años, siempre lo fui. El plan de irme del colegio en Córdoba al que iba, que no era muy agradable, a un colegio allá, me parecía buenísimo. No me molestaba para nada. En Córdoba iba al colegio San Pablo, estaba en La Cumbre y era una bosta. Muchos hablan bien, pero mi experiencia fue mala. El director era profesor de educación física del ejército y manejaba una dictadura escolar. Te pegaban por cualquier cosa, censuraban todo, lo que llegaba de los padres pasaba por un filtro y vivíamos bajo un régimen de terror. Básicamente, era su forma de educar. Entonces, las familias mandaban a sus hijos y eran todos muy correctos, pero no por educación: por miedo. El Gordonstoun, que es un colegio que cree en tu palabra, para mí era como una vacación en comparación con el colegio de Córdoba.

Andrea Prodan: Los ingleses, sobre todo los de clase alta, primero te dicen “Hello” y enseguida te atacan para medir tu reacción. Si lograbas ser cínico y responderles algo inteligente, empezaban a respetarte. Me acuerdo que el día que llegué a mi primer colegio, agarraron a un chico nuevo y lo pusieron en un baúl. Todos llegábamos al colegio con un baúl, algunos vivían en pueblos cerca del colegio, otros en Londres, otros en Sudáfrica, en Australia, Sudamérica o Roma. Para algunos ingleses, vivir en Roma era incluso peor que vivir en Sudáfrica, porque Sudáfrica es más británica que Roma. A este chico lo agarraron en el dormitorio, en un tercer piso y lo empujaron adentro del baúl. Lo encerraron y dijeron: “A los pelotudos como este les pasan cosas así”, y lo tiraron por las escaleras. El chico cayó dos pisos, después todos se rajaron, llegaron los maestros con los chicos más grandes, los monitores, los prefectos, lo abrieron y estaba todo ensangrentado, temblando, con un cagazo tremendo. Te hacían ese tipo de cosas. Entonces, lo primero que pensás es: “¿Cómo mierda voy a hacer para que no me pase esto a mí?”.

Timmy MacKern: Estudié ahí entre 1968 y 1972, pero Luca había empezado antes. Él hizo también la primaria allá, o la última parte de la primaria. Había ido mucho antes que yo, cuando estaba mi hermano, que era más grande. Cuando llegué al colegio me acompañó mi hermano y Luca estaba ahí. Me lo presento así nomás. A diferencia del colegio de Córdoba, en Gordonstoun no la pasabas mal, pero estabas en un colegio pupilo. Encerrado. No volvías a tu casa y hacías otra vida. En cualquier colegio pupilo estás bajo un régimen y te controlan todas las horas del día. La educación estaba buena, no se mataban tanto por la parte académica, era un colegio bastante abierto. Los tipos estaban siempre buscando lo mejor en vos. Tenía un costado humanista. Más de grande tenés otro enfoque, pero cuando estás ahí querés irte, lo odiás, querés que se termine y quedarte ahí lo menos posible, no aprovechás un carajo. Es la reacción típica.

Andrea Prodan: Gordonstoun era otro planeta, la escuela donde la reina mandó a sus hijos. Eso le daba mucho prestigio, pero no era considerada una escuela académicamente respetable. En ese sentido era bastante floja. Te preparaba para una vida de militar y de supervivencia. No le daban mucha bola a la literatura ni a la cultura. Te enseñaban a organizar a grupos de personas, te daban un rifle y tenías que saber cazar, reconocer todos los tipos de pájaros, catalogar a los animales, sobrevivir una semana con dos latas de leche condensada y una vela. Era un mega ambiente boy scout. El primer regalo que me hizo Luca fue cuando él tenía 15 años y ya estaba en el colegio en Escocia. Yo tenía siete y me regaló Action Man, el muñequito soldado. Tenía el pelo como de verdad, y me lo mandó con una cartita y todo. Me lo compró con su plata y me llegó desde Inglaterra como regalo. Nunca voy a olvidarme de eso. También me regalaba mucha música, no veía la hora de estar con él de vacaciones para que me diera nuevas cosas para escuchar. Cuando él volvía de Escocia, nos tirábamos en nuestro dormitorio de la casa en Tarquinia y escuchábamos un programa de radio de la época que se llamaba Supersonic.

Timmy MacKern: La amistad con Luca fue dándose porque los dos éramos extranjeros. El colegio tenía un porcentaje alto de gente de otros país. Además de los ingleses, que eran mayoría, había muchos extranjeros. A mí me decían “wog”, que es una especie de negro indio. A Luca le decían “italiano grasoso”. Los italianos no eran respetados por los ingleses, eran “los cobardes de la guerra”. Obviamente, en el colegio siempre se imponen las actitudes más despectivas, entonces había como una afinidad, supongo, entre lo latino o algo así. Los dos veníamos de afuera. Sin embargo, también teníamos otros amigos en común que eran de ahí. Era un colegio que le prestaba mucha atención a la cuestión deportiva. Ahí estudió el príncipe Felipe y después mandó a sus hijos. David Bowie también mandó al hijo ahí. Jugábamos al rugby y al hockey. Ya en el colegio, Luca era una especie de líder para las hazañas absurdas que hacía. Tenía mucho magnetismo. Fue un adelantado en la parte la música, ahí armó su primera banda, hacían covers de Canned Heat. Me acuerdo de un tema, “Going Up The Country”. Luca era muy fan de todo eso. Tocaba el tambor y la trompeta, pero la gaita no. En el colegio se hacía el circo de marchar y todo eso. En realidad mucho no tocaba, se la daba más de Sr. Profesor Boy Scout.

Andrea Prodan: Estaba la banda del colegio, con las gaitas, y Luca tocaba trompeta y también tambor. “Crua Chan” es un tributo a todo eso. Tenía una gran capacidad instintiva para tocar, eso lo aprendió en la escuela, pero siempre decía que no tocaba bien la guitarra. No era un prolijito ni le interesaba serlo, le gustaban los acordes.

Nora Fisch: Luca siempre me contaba que él jugaba con los niños pobres del pueblo, ya tenía esa cosa de involucrarse con todo el mundo y con lo popular. Decía que él venía de una situación de gran privilegio, de una familia muy aristocrática, de un colegio en Escocia que era muy top, donde por cierto lo discriminaban mucho por ser italiano. Al mismo tiempo, me parece que le gustó estar ahí. La manera en que él se presentaba frente a mí, en ese momento, era como alguien con una crianza en un clima muy aristocrático y de mucho privilegio y de muy buena educación, pero que a la vez se rebeló contra eso y sintió el deseo de involucrarse con la cosa más popular.

Rodrigo Espina: En mi película, Andrea dice: “El primer pacto de Luca con la muerte fue seguramente cuando estuvo en el Gordonstoun”. Yo lo tenía escrito desde el segundo guión. El que se filmó fue el quinto, y era una de las primeras cosas que dije. Cerca del Gordonstoun había un castillo en ruinas, donde yo imaginaba que hacían ciertos rituales, ciertas cosas, porque eran en las ruinas de un castillo abandonado, como si fuera en el patio del Gordonstoun. Si uno se escapa del colegio, seguramente va ahí. Si buceás en las letras vas a ver un montón de eso. En los cuadernos de Luca hay un dibujo en el que hay una cabeza, con un dragón que sale de ahí. Es un dragón, no es una gallina.

Andrea Prodan: Yo tengo sus report cards, los boletines del colegio. Sobre Luca escribían lo mismo que después escribieron sobre mí, aunque creo que Luca era más extremo y más quilombero, y seguramente fuera así. Pero es lo mismo: “Tiene alto potencial, es un chico sociable, los otros se llevan muy bien con él, es muy gracioso en la clase pero no se dedica realmente a esto, no está tomando demasiado en serio sus cosas, tendría que tener más respeto con los maestros”. Encontré esas report cards hace poco, con los comentarios de los maestros. Es raro ver que esos comentarios son tan divertidos, conociendo el final trágico de Luca. En el colegio era el clásico chico amable, inteligente, que tenía todo, del que los demás piensan: “Qué lástima que no sea más partisano de esta movida británica de la educación”. Pero también es cierto que nosotros pensábamos como italianos y estábamos ahí de prepo. Habíamos aprendido los códigos de los ingleses, hablábamos igual que ellos, no había forma de que ellos pudieran discriminarnos sin ver un documento que diga “italiano”. Pero dentro nuestro, en nuestra esencia, estaba esta cosa de: “Sí, sí, sí, pero soy italiano y te la voy a poner en el orto”. Los ingleses reaccionaban pensando cosas como: “¿Nosotros te damos todo esto y vos lo tirás?”. Cuando Luca se fue del colegio muchos seguramente se ofendieron, pero también debieron sentirse aliviados.

Timmy MacKern: Cuando Luca se escapó de Gordonstoun fue una revolución, porque nadie se había animado a hacerlo de esa manera.

Luca Prodan: Para mí, fue una decisión momentánea e irrevocable. Dejar todo lo de la sociedad. Mi colegio era muy especial, te inculcaban cosas para ser una famosa e impresionante marioneta de la sociedad, no aquel obrero pobre… Ahí era toda una manera de pensar, te hacían pensar de una manera que podría estar acá ocho horas para decirte cómo fue, pero un día… Yo era muy rebelde en el colegio, pero era el primero de la clase y tuve una beca para Cambridge y usé ese hecho de la beca porque salía después en la revista anual del colegio y los padres mandaban a sus hijos ahí porque decían: “Este año hubo tres becas para Cambridge”, como si fuera… Era todo un comercio y a mí me hicieron como un trato, porque yo me portaba mal pero tenía la beca: “Vos portate un poco mejor y no te echamos del colegio, y si querés no tenés que levantarte a las 6.30 de la mañana y correr semidesnudo”, cosa que hice durante seis años, todas las mañanas, a las siete y media. Me hicieron un trato comercial que no tenía nada que ver con el lado espiritual que te vendían en ese colegio, de ser un buen tipo, de decir la verdad, de todo eso. Ahí me di cuenta de que era todo mentira y me escapé y chau, me escapé de todo. Dejé todo el lado normal de ser un ciudadano honorable.

Andrea Prodan: A Luca no le gustaba Gordonstoun.

Cecilia (Madre de Luca): Gordonstoun era otra cosa. Él se escapó. Bien hecho.

Andrea Prodan: Mi papá le dio un sopapo, Luca le dio otro.

Cecilia: Bien por él.

Timmy MacKern: En realidad, escaparse era fácil, porque no es que estabas encerrado. Tenías el fin de semana para ir al pueblo: firmabas un libro cuando te ibas y cuando volvías. Ahí había un bache, porque te daba un día entero antes de que alguien se diera cuenta de que no habías vuelto. Además, cuando se escapó, cruzó a Italia. Tenía 16 años y justo le habían regalado una escopeta de esas de caza, de doble caño. En el colegio se criaban faisanes. Era una de las actividades que se hacían en el campo y si querías podías anotarte. Él se metió más que nada para criar a los faisanes y recibió la escopeta, que valía mucha guita. Entonces la vendió y con esa guita se escapó. Viajó en tren hasta Londres y de ahí se tomó un ferry. Una vez, cuando estuvo preso en Italia, me escribió: “Es lo mismo que estar en la escuela, pero mejor porque no hay que hacer nada”.