UNA MULTITUD EN LA ODEONSPLATZ
1 de agosto – 20 de octubre de 1914
Nacieron por las mismas fechas con diez años de diferencia. Los dos crecieron en pequeñas ciudades; eran estudiantes mediocres que aspiraban a ser artistas. Los dos acabaron en Múnich, la meca alemana de los artistas. Después del estallido de la guerra, fueron destinados al mismo regimiento el día en que se formó. Los dos amaban a su regimiento: el 16.º Regimiento Bávaro de Infantería de Reserva (RIR 16), llamado comúnmente Regimiento List por su primer comandante, Julius von List. Los dos eran fervientes partidarios de la guerra. Pero ahí es donde terminan las semejanzas entre Albert Weisgerber y Adolf Hitler, y no sólo porque Weisgerber, a diferencia de Hitler, fue aceptado en la Academia de las Artes y llegó a ser uno de los pintores de más éxito de Alemania; y tampoco únicamente porque Weisgerber se convirtió en uno de los héroes más celebrados de la historia oficial del Regimiento List, publicada en 1932, y sin embargo a Hitler apenas se le menciona.
Mientras que los amigos de Hitler de antes de la guerra procedían de un entorno nacionalista pangermanista, entre los amigos de Weisgerber estaba Theodor Heuss, la imponente figura del liberalismo alemán y primer presidente de Alemania Occidental tras la caída de Hitler. Mientras que los amigos de Hitler se convirtieron en peones de su régimen, uno de los más estrechos colaboradores y amigos de Weisgerber, Rudolf Levy (que se alistó como voluntario), fue víctima del Holocausto en 1944. Más aún, mientras que las relaciones de Hitler con las mujeres eran problemáticas, Weisgerber estaba casado y su esposa sería calificada de «medio judía» cuando entraron en vigor las Leyes de Núremberg. Mientras que Hitler no había viajado más allá de una pequeña región de la Austria germanohablante y del sur de Baviera, Weisgerber había pasado un año en París, donde conoció a Matisse. Mientras que Hitler pintó vulgares postales en las calles de Múnich, Weisgerber se convirtió en presidente de los Neue Secessionisten —el grupo más vanguardista de los expresionistas, cuyas obras serían tachadas de «arte degenerado» en el imperio de Hitler—[27]. Así pues, las biografías de Weisgerber y de Hitler ilustran de manera patente los peligros de trazar una línea demasiado directa entre el servicio en el Regimiento List y la evolución de la Alemania nazi.
Antes de que sigamos a Adolf Hitler y a Albert Weisgerber al Frente Occidental, encontraremos a los dos hombres y a sus futuros compañeros en las calles de Múnich en el momento en que llegó a la capital bávara la noticia de que Alemania estaba en guerra. Conoceremos su regimiento y la sociedad de la que surgió antes de ver cómo los hombres que lo integraron recibieron un entrenamiento apresurado que involuntariamente propició que cometieran atrocidades cuando llegaron al frente.
En cuanto se declaró la guerra en el verano de 1914, tanto Hitler como Weisgerber se alistaron como voluntarios en el Ejército. El sábado 2 de agosto de 1914, al día siguiente de estallar la guerra, Hitler acudió a la Odeonsplatz, en el centro de Múnich, para tomar parte en la gran concentración patriótica que iba a tener lugar aquel día. Mientras se reunían ante el Feldherrenhalle, el imponente edificio erigido en honor de los comandantes militares bávaros del pasado, Hitler se halló rodeado de muchos de los hombres que servirían con él en la I Guerra Mundial. En una fotografía de la escena (ilustración 1) —que se convertiría en una de las imágenes más icónicas del siglo XX— vemos a Hitler en medio de una multitud enfervorizada[28]. Una y otra vez se nos ha dicho que esta imagen demuestra claramente dos cosas: que Múnich estaba infectada de entusiasmo público por la guerra y que Hitler era un representante de la población media de la ciudad[29]. Durante mucho tiempo se creyó que toda Alemania había deseado con impaciencia que estallara la I Guerra Mundial[30].
Entre los presentes en la Odeonsplatz que servirían con Hitler en la guerra estaba Fridolin Solleder, un aprendiz que trabajaba en el Archivo del Estado bávaro. A principios de la década de 1930 recordaba que, en la concentración de la Odeonsplatz, «parecieron surgir todas las nobles pasiones que las personas albergaban. Las melodías, las canciones militares y las entusiastas palabras que se elevaron aquel día sonaban como un canto sublime a la fuerza alemana, de la confianza alemana… Era una celebración de hermandad; para muchos, un último adiós. Estreché la mano de hombres que un año después yacerían en suelo extranjero»[31].
De forma parecida, Hitler, cuando estuvo encarcelado en el castillo de Landsberg en los años veinte, añoraba aquel fin de semana del estallido de la guerra. Para él, había sido el mejor de su vida: «No me avergüenza reconocer hoy que me dejé llevar por el entusiasmo del momento —escribió en Mein Kampf— y que caí de rodillas y agradecí al cielo de todo corazón el favor de haberme permitido vivir un momento así»[32]. Recordaba que, como millones de alemanes, había deseado la guerra: «Desde luego, la Guerra de 1914 no se le impuso a las masas; la gente incluso la deseaba». En un momento de «entusiasmo excesivo», el pueblo alemán «ansiaba un ajuste de cuentas radical. Yo estaba entre los millones que lo deseaban». En Mein Kampf Hitler consideraba el estallido de la guerra una «prueba inexorable» que «la mano de la diosa del Destino» ponía a los países para determinar su «autenticidad y sinceridad», y concluía que «lo mismo que millones de personas, sentía una orgullosa alegría de que se me permitiera someterme a esa prueba»[33].
Si hemos de creer a Hitler, que se había mudado de Viena a Múnich hacía un año casi con seguridad para evitar el servicio militar en Austria[34], se alistó como voluntario en el Ejército bávaro al día siguiente de la concentración patriótica en la Odeonsplatz. El enrolamiento de Hitler como ciudadano austriaco en el Ejército bávaro era algo insólito. Más tarde afirmó que había solicitado al rey bávaro que le permitiera servir en las Fuerzas Armadas alemanas. Según Hitler, la dispensa especial para servir en el Ejército bávaro no tardó más que un día en llegar. En Mein Kampf recordaba el momento en que supuestamente recibió la carta de la oficina del gabinete del rey: «Abrí el documento con las manos temblorosas y no hay palabras para describir la satisfacción que sentí al ver que se me ordenaba presentarme en un regimiento bávaro. […] Para mí, como para cada alemán, comenzaba el periodo más memorable de mi vida». Y declaraba que su gratitud y alegría no tenían límites[35].
A mediados de agosto Hitler, que había cumplido 25 años en abril, fue admitido en el 6.º Centro de Reclutamiento del 2.º Regimiento Bávaro de Infantería. El 1 de septiembre de 1914 fue transferido a la 1.ª Compañía del recién creado Regimiento List[36].
Hitler nos dice que el hecho de presentarse como voluntario no tenía nada de extraño y nos recuerda que «más de dos millones de hombres y jóvenes alemanes decidieron servir voluntariamente a la bandera, dispuestos a derramar hasta la última gota de su sangre por la causa»[37]. De forma parecida, Solleder sostenía en 1932 que, tras la concentración patriótica en la Odeonsplatz, a la que Hitler había asistido, numerosos grupos de hombres acudieron a los centros de reclutamiento y en muchos casos acabaron en el mismo regimiento que Hitler y que él mismo:
Ante el centro de reclutamiento se agolpaba una marea de voluntarios. El teniente de alcalde de Múnich, el doctor Merkt, salió al balcón y pronunció un discurso. Espontáneamente, los voluntarios respondieron con la desafiante canción alemana La guardia del Rin. La mayoría de aquellos voluntarios fueron enviados al campo de batalla unas semanas después en el Regimiento List[38].
Uno de los voluntarios a los que Solleder quizá viera a las puertas del centro de reclutamiento era Arthur Rödl. Aprendiz de cerrajero en Múnich, Rödl —que 31 años después se suicidaría por su participación en los crímenes de la Alemania nazi— era uno de los voluntarios más jóvenes del regimiento de Hitler. El muchacho, que acababa de cumplir 16 años en mayo, tuvo que mentir sobre su edad y declaró que tenía dos años más cuando se presentó voluntario el mismo día que Adolf Hitler asistió a la concentración patriótica en la Odeonsplatz[39].
El Regimiento List era uno de los nuevos regimientos de voluntarios o, al menos, eso es lo que nos dicen todas las biografías de Hitler, la historia oficial del regimiento publicada en 1932 y otras muchas publicaciones[40]. Como Adolf Meyer, que sirvió con Hitler en la guerra, expresó en sus halagadoras memorias de los años de la guerra, publicadas en 1934, fue «el primer regimiento bávaro de voluntarios que llegó al Frente Occidental en octubre de 1914»[41]. Si el RIR 16 era un regimiento de voluntarios, la implicación inmediata es que Hitler era representativo de todo el regimiento y, por extensión, de todos los bávaros y alemanes que habían apoyado la guerra desde el comienzo.
Las postales que podían utilizar los miembros del Regimiento List para escribir a sus hogares fomentaban esta imagen de regimiento de voluntarios. Una de esas postales reproducía un poema que el padre de Karl Naundorf, un voluntario de 24 años del RIR 16, había escrito para su hijo al poco tiempo de que éste se alistase:
Ahora, cíñete la espada, hijo mío,
¡vas voluntariamente al campo de batalla!
Si Dios quiere, regresarás victorioso a casa.
Si no, morirás como un héroe
por nuestra amada patria
y, como recompensa, te digo:
Fuiste, eres y siempre serás
un buen hijo alemán[42].
Además, Valentin Witt, que actuaba como oficial de reclutamiento cuando estalló la guerra y que sirvió en el RIR 16, declaró en un folleto de finales de 1915 sobre el historial del Regimiento List hasta aquel momento que, al estallar la guerra, su centro de reclutamiento se había visto inundado de voluntarios: «Hace una hora mandé poner en la puerta del colegio que en adelante será la sede del batallón un cartel que decía “Reclutamiento de voluntarios”. El espacio delante de mi despacho ya está abarrotado. […] Hay empujones a mi alrededor mientras pido los documentos; todos quieren ser los primeros, todos temen que no les toque el turno». Witt nos quiere hacer creer que todo Múnich estaba intentando alistarse desesperadamente, en particular los jóvenes de la ciudad:
Salieron apresuradamente del instituto, de la oficina, de la fábrica, para venir en ayuda de la patria. Todas las profesiones estaban representadas. Especialmente, se presentan muchos hombres de las artes y las ciencias a los que Múnich debe en buena medida la fama de su nombre y su importancia. Los hijos de las mejores familias de nuestra ciudad se están enrolando… Ricos y pobres, sin distinción. Han respondido cuando se les ha llamado. El amor a la patria les muestra el camino de las armas[43].
Como Witt, numerosos propagandistas nazis sostendrían más tarde que el regimiento estaba lleno de estudiantes, artistas y universitarios[44]. De hecho, una de las principales autoridades nos dice que el gran número de estudiantes y graduados universitarios que había en el regimiento fue de una importancia decisiva en la «creación» de Hitler[45]. Valentin Witt también quiere que creamos que el plan de incorporar al Regimiento List a soldados con experiencia fue abandonado en cuanto las autoridades militares bávaras se dieron cuenta de la excepcional categoría de los voluntarios: «Los efectivos de los nuevos regimientos debían mezclarse con hombres del Landwehr [reservistas experimentados]; se quería incorporar en ellos a soldados experimentados que hubieran terminado su entrenamiento militar obligatorio». Sin embargo, cuando los superiores observaron a los Listers durante los ejercicios, les parecieron soldados excelentes y que podían enviarse a la guerra sin necesidad de «acompañantes»[46].
Por persuasivos que resulten los relatos de Hitler, Solleder y Witt, son poco más que ficción. La explicación que Hitler da al hecho de que como ciudadano austriaco consiguiera ser admitido en el Ejército bávaro es particularmente problemática, pues la oficina del gabinete del rey no estaba facultada para emitir dispensas especiales para servir en él. Incluso si dicha oficina hubiera tramitado las solicitudes de los extranjeros para servir en las Fuerzas Armadas alemanas, habría tenido asuntos más importantes que atender al día siguiente de estallar una guerra que estudiar una petición de un pintor de postales austriaco de 25 años[47]. De cualquier forma, el caso de Hitler no era tan excepcional como a veces se ha creído, pues no era el único soldado austriaco del Regimiento List[48]. Es probable que Hitler fuera admitido en el Ejército bávaro simplemente porque nadie le preguntó si era ciudadano alemán cuando se presentó para alistarse o porque los encargados del reclutamiento aceptaban a cualquier voluntario y no les preocupó la nacionalidad de Hitler, o porque quizá dijera a las autoridades bávaras que tenía la intención de hacerse ciudadano alemán. Es imposible saberlo.
Mucho más importante que los pormenores de cómo logró Hitler ser admitido en el Ejército bávaro es su afirmación de que su actitud y su conducta eran representativas de los hombres de su regimiento y de las masas; en otras palabras, que su respuesta a la guerra fue la típica en Alemania.
Es cierto que, en los días que precedieron a la declaración de guerra, por las calles y los cafés de Múnich habían ido bandas de música tocando canciones patrióticas. Una muchedumbre de estudiantes y alborotadores habían asaltado un café que no les parecía lo suficientemente patriótico[49]. No obstante, resulta difícil determinar hasta qué punto aquellos estallidos eran representativos de la población general, pues las respuestas más ruidosas y visibles a la guerra no son necesariamente las más extendidas. De hecho, en un principio sólo estaban verdaderamente entusiasmados con la guerra una minoría de alemanes[50]. Ansiedad, temor y pesadumbre fueron las respuestas iniciales. Un joven Heinrich Himmler, que vivió el estallido de la I Guerra Mundial en Landshut, en la Baja Baviera, se quejaba el 27 de agosto de la falta de entusiasmo popular por la guerra en esa región. Anotó con desdén en su diario que Landshut estaba llena de gente llorando y sollozando. En efecto, hay una gran discrepancia entre las respuestas inmediatas a la guerra como la que describe Himmler y las que se publicaron más tarde en un intento de dar sentido al conflicto retrospectivamente[51]. Por esta razón hemos de tratar los recuerdos de agosto de 1914 escritos con posterioridad con una gran reserva. Lo mismo sucede con lo que respecta a la fotografía de Hitler entre la muchedumbre en la Odeonsplatz el 2 de agosto (ilustración 1).
En realidad, la fotografía no apoya en ningún sentido la afirmación de Hitler de que era representativo de la población de Múnich, ni de los futuros miembros del Regimiento List ni de la población alemana en general. La foto nos dice más sobre por qué su autor, Heinrich Hoffmann, se convertiría más adelante en el fotógrafo personal de Hitler que sobre el estado de ánimo de los alemanes el día en que estalló la guerra. Durante el Tercer Reich serían sus excelentes fotografías y las magníficas películas de propaganda de Leni Riefenstahl lo que crearía la imagen pública de Hitler y de una Alemania joven, enérgica y proyectada al futuro.
El 2 de agosto sólo asistió a la concentración patriótica que muestra Hoffmann una pequeña fracción de los casi 600.000 habitantes de Múnich[52]. En la fotografía parece que toda la plaza está llena de gente entusiasmada. Sin embargo, la secuencia de una filmación de la escena que ha sobrevivido y que, al contrario que la fotografía de Hoffmann, no enfoca de cerca a la muchedumbre que se encontraba delante del Feldherrenhalle, nos da una impresión muy diferente. No toda la plaza está llena de gente. Incluso hay suficiente espacio como para que un tranvía la cruce a velocidad normal. Cuando la cámara empieza a filmar a la muchedumbre, vemos a personas inquietas. Sólo cuando se dan cuenta de que los están filmando se ponen a vitorear y a levantar los sombreros. Ése es el momento en que Heinrich Hoffmann, que estaba al lado del equipo de filmación, hizo la foto. Y así nació el mito del centro de Múnich desbordante de multitudes entusiasmadas y belicistas. Incluso hay ciertos indicios de que Hoffmann podría haber «manipulado» su fotografía para colocar a Hitler en el centro de la concentración, pues en la filmación aparece en un lugar más marginal. Y donde, al fondo de la foto, se ven nutridos grupos de personas ante la Theatinerkirche, en la filmación hay mucha menos gente[53].
Incluso si el Regimiento List hubiera sido una unidad de voluntarios en sentido estricto, no habría tenido por qué estar integrado necesariamente por hombres con las mismas actitudes hacia la guerra. Los casos de Eduard Abtmayr —un criminal empedernido que se alistó en el regimiento casi con seguridad para librarse de ir a la cárcel[54]— o de Georg Ferchl —un técnico que se alistó voluntario a los 19 años y que, todavía en Múnich, se escapó durante casi dos semanas de su centro de reclutamiento porque le parecía que sus superiores no le habían prestado suficiente atención[55] (una impresión que estaba generalizada)— son casos que aconsejan prudencia cuando se pretende equiparar de forma automática el alistamiento como voluntario con actitudes políticas hipernacionalistas, chauvinistas y militaristas[56].
En cualquier caso, al contrario de lo que se suele creer, el regimiento de Hitler nunca fue un regimiento de voluntarios. No sabemos cuántos hombres de los que Solleder había visto a las puertas del principal centro de reclutamiento de Múnich acabaron en el Regimiento List. Pero sí sabemos que no constituían una muestra representativa del regimiento. En la historia del RIR 16 se reproduce una pintura de las masas de voluntarios a las puertas del centro de reclutamiento de Múnich que Solleder había descrito[57]. El pintor ni siquiera necesitaba la habilidad de Heinrich Hoffmann para deformar la realidad. Con el pincel simplemente pudo proyectar en el lienzo, después de la guerra, sus fantasías y añoranza del entusiasmo y la unidad populares que supuestamente habían reinado en Alemania en agosto de 1914.
Aun al comienzo de la guerra, sólo una minoría de los hombres del Regimiento List habían sido voluntarios. De los soldados que, a finales de 1914, habían ingresado en la unidad, no más de tres de cada diez eran voluntarios[58]. En la 1.ª Compañía de Hitler, la proporción era incluso menor. Al contrario que él, más del 85 por ciento de los hombres de su compañía no eran voluntarios sino reclutas[59].
Irónicamente, el grupo judío era el que más se aproximaba a la versión nazi de que el regimiento de Hitler era una unidad de voluntarios: hombres como Leo Guggenheim, que acababa de regresar de Italia, donde había pasado seis meses aprendiendo italiano, y que se alistó de inmediato cuando estalló la guerra. En 1914, tres de los seis judíos que había en el RIR 16 eran voluntarios. No obstante, esta tasa tan elevada de voluntarios entre los judíos sólo obedecía al extraordinariamente alto nivel educativo y social de los judíos del Regimiento List. En comparación con los protestantes y católicos de estatus social parecido, la proporción de voluntarios judíos no tenía nada de especial. Al contrario de la imagen pública del regimiento, sólo un número relativamente pequeño de voluntarios habían realizado estudios de educación secundaria o superior (menos del 5 por ciento). Sin embargo, hay que señalar que el número de voluntarios entre los estudiantes del regimiento era asombroso (el 72 por ciento), con independencia de su procedencia religiosa[60].
Desde luego, a diferencia de Albert Weisgerber, pero lo mismo que Hitler, la gran mayoría del regimiento (más del 70 por ciento) carecía de instrucción militar previa[61]. Pero no eran voluntarios. Habían pertenecido a la Ersatzreserve o reserva suplementaria. En la Alemania imperial, teóricamente, todos los hombres adultos habían realizado un servicio militar obligatorio. Pero, en realidad, las Fuerzas Armadas alemanas carecían de la capacidad y los recursos financieros necesarios para movilizar a más del 55 por ciento de la población masculina cada año[62]. La mayoría de los que no habían hecho el servicio militar simplemente nunca fueron movilizados, pero la minoría que sí lo había sido fue destinada inmediatamente a la Ersatzreserve[63]. Los reclutas de la reserva suplementaria solían ser hombres a los que no se consideraba lo suficientemente aptos para servir en el Ejército en tiempo de paz, pero sí para ser movilizados en caso de guerra. Así pues, el Regimiento List no estaba integrado por entusiastas voluntarios como Hitler, sino por una mezcolanza de hombres no del todo aptos, y se formó en un desesperado intento de las Fuerzas Armadas alemanas de reunir un ejército lo suficientemente grande como para vencer a Francia antes de la inminente guerra con Rusia.
A mediados de agosto, Hitler y los hombres del RIR 16 comenzaron su entrenamiento en varios cuarteles de Múnich. Disponían de menos de dos meses para prepararse para su bautismo de fuego en lo que sería la primera batalla de Yprés. El 8 de septiembre, el coronel Julius von List, un soldado de carrera de 49 años que acababa de ser nombrado comandante del regimiento, dirigió las siguientes palabras de recepción a Hitler y los demás reclutas:
¡Compañeros! De todo corazón y lleno de confianza doy la bienvenida a todos los oficiales, médicos y funcionarios, a todos los Offiziersstellvertreter, suboficiales y tropas. El regimiento, la mayoría de cuyos hombres carecen de formación militar, debe estar listo para desplegarse en el frente en pocas semanas. Una tarea difícil, pero, con el admirable espíritu que anima a todos los miembros del regimiento, no será imposible. […] Con la bendición de Dios, ¡pongámonos manos a la obra por el káiser, el rey y la patria![64]
Como Hitler y sus nuevos compañeros no tardaron en darse cuenta, la vida en Múnich había cambiado radicalmente desde el comienzo de la guerra y las autoridades bávaras incluso cancelaron la famosa Oktoberfest[65].
Lo único que el Regimiento List tenía en común con una unidad de voluntarios era que sus hombres carecían por completo de preparación para las realidades de la guerra. Como en los cuarteles de Múnich ya no quedaba espacio para todos los nuevos reclutas y voluntarios, Hitler, Solleder, Weisgerber y los hombres que se convertirían en sus compañeros fueron alojados en varios colegios que habían sido habilitados a toda prisa[66]. Hitler llevaba ahora el primer uniforme de su vida, un sencillo conjunto gris verdoso, con «RIR 16» cosido en rojo en las charreteras y una franja roja lateral de arriba abajo en los pantalones, que tenía instrucciones estrictas de no arrugar. Debía meterse los pantalones por dentro de sus nuevas botas de cuero y ceñirse la chaqueta con un grueso cinturón. Como no había suficientes cascos y macutos reglamentarios, Hitler y sus compañeros fueron equipados con mochilas normales y quepis de hule recubiertos de fieltro gris, que debía darles la apariencia de cascos. Así, los hombres del regimiento de Hitler fueron a la guerra con gorros que prácticamente no les proporcionaban protección alguna y que, como no tardarían en descubrir, a otros alemanes de gatillo fácil les parecían cascos británicos en la distancia[67]. Su lamentable equipo demostraba a las claras que Weisgerber y Hitler estaban en un regimiento que en ningún momento figuró entre la élite del Ejército bávaro.
En el curso de su entrenamiento en Múnich, Hitler y los demás hombres sin preparación militar del Regimiento List pronto aprendieron cómo funcionaba su regimiento y cuál era su lugar en las Fuerzas Armadas alemanas: era uno de los más de 400 regimientos de infantería, integrado en la recién creada 6.ª División Bávara de Reserva (RD 6), que comprendía un total de cuatro regimientos de infantería de reserva, así como unidades de artillería y caballería (el 6.º Regimiento Bávaro de Caballería de Reserva y el 6.º Regimiento Bávaro de Artillería de Reserva) y, más adelante, también una compañía de ingenieros (la 6.ª Compañía Bávara de Zapadores de Reserva). El Ejército bávaro, que desde la fundación de la Alemania imperial en 1871 había conservado un estatus semiautónomo en el seno de las Fuerzas Armadas alemanas, con la guerra quedaba bajo el mando supremo del káiser alemán. Los contingentes de los estados alemanes más pequeños se habían integrado hacía mucho en el Ejército prusiano, pero los estados más grandes conservaban sus propios ejércitos, lo que significaba que las Fuerzas Armadas alemanas estaban constituidas por los Ejércitos de Prusia, Baviera, Sajonia y Wurtemberg. Los regimientos de infantería hermanos del Regimiento List eran el RIR 17, RIR 20 y RIR 21, que tenían una composición social parecida a la del List. Cada uno de ellos se había formado en una de las regiones militares de Baviera. No obstante, aunque la mayoría de los hombres de cada regimiento procedían de su región militar, los cuatro regimientos también recibieron contingentes significativos de reclutas de fuera de su región militar, lo que les daba un carácter bávaro por encima de los particularismos. Como no tardaron en darse cuenta los compañeros de Hitler, cada regimiento de infantería de reserva se emparejaba con otro para formar una brigada: el RIR 16 y el RIR 17 —los dos regimientos del sur de Baviera— constituían la 12.ª Brigada de Infantería de Reserva (RIB 12), mientras que el RIR 20 y el RIR 21 de Franconia, en el norte de Baviera, integraban la 14.ª Brigada Bávara de Reserva[68].
Cuando el regimiento estuvo dispuesto para entrar en combate constaba de tres batallones, cada uno de los cuales se subdividía en cuatro compañías. Cada batallón tenía 1.000 hombres. No obstante, el número total de hombres que pasaron por el regimiento durante la guerra es mucho mayor. Las listas de tropa contienen hasta 16.000 nombres de soldados que fueron miembros del regimiento en algún momento entre 1914 y 1918, aunque el número real de hombres que prestaron servicio en él es menor, puesto que muchos de ellos aparecen citados en más de una compañía del regimiento. Por ejemplo, hay dos entradas para Hitler: una en la 1.ª Compañía, en la que sirvió durante el primer año de la guerra, y otra, para el resto de la guerra, en la 3.ª Compañía[69]. Los batallones y compañías estaban a las órdenes de oficiales experimentados, como Julius Graf von Zech, de Neuhofen, exgobernador del Togo alemán, que no mandaba una unidad militar desde hacía 17 años, pero que ahora estaba a cargo del batallón de Hitler[70].
Hasta comienzos de octubre Hitler y los hombres del regimiento recibieron un entrenamiento básico en Múnich: aprendieron a disparar, a montar una tienda de campaña y a hervir el agua que iban a beber en el frente[71]. No obstante, debido a la escasez de material —y en lo que puede considerarse otra señal de que el RIR 16 se hallaba cerca de la base en la cadena alimentaria de las Fuerzas Armadas alemanas—, su entrenamiento se llevó a cabo con fusiles anticuados cuyo funcionamiento era muy distinto del de los fusiles que utilizarían en el frente[72]. La mayoría de los hombres —casi con seguridad, también en el caso de Hitler— era la primera vez que cogían un arma.
Hitler era representativo de su regimiento, donde la edad media de los soldados estaba muy cerca de la suya. Tenía 25 años cuando la guerra estalló. Casi el 60 por ciento de los soldados no se llevaban con él más de cinco años de diferencia. Los mayores habían nacido en la década de 1870, pero eran muy pocos, mientras que el 18,5 por ciento había nacido después de 1895. En la unidad de Hitler predominaban los campesinos, los trabajadores agrícolas, los comerciantes y los artesanos. Casi un tercio trabajaban en la agricultura y en torno al 40 por ciento eran comerciantes o artesanos; el 7,5 por ciento eran trabajadores manuales, mientras que el 7,7 eran empleados de cuello blanco; el 4,9 por ciento dirigían sus propios negocios o tenían propiedades, sólo menos del 2 por ciento eran estudiantes de enseñanza secundaria o superior y el 3,6 por ciento eran profesionales o académicos, mientras que otro 3,6 por ciento eran jornaleros o sirvientes[73]. El regimiento estaba constituido principalmente por reclutas de Múnich y del sur de Baviera (el 80 por ciento), pero sólo algo más de la mitad procedían de la Alta Baviera. Hitler no era el único soldado que había crecido o vivido fuera de Baviera. En total, el 4,4 por ciento eran de otras regiones (y, de ellos, aproximadamente la mitad de otros países)[74]. Más de la mitad de los hombres del regimiento de Hitler procedían de comunidades rurales y un cuarto incluso de pueblos con menos de 100 habitantes. Sólo uno de cada 10 soldados procedía de ciudades de tamaño pequeño-medio, mientras que un tercio de los miembros del RIR 16 vivían en grandes ciudades, la mayoría en Múnich. En total, dos de cada diez soldados procedían de la capital bávara[75]. En muchos casos, los soldados del campo y los de Múnich habían vivido en mundos completamente distintos.
La vida en el sur de Baviera, fuera de Múnich y de las ciudades grandes, era rural y tradicional. Era una región de ciudades pequeñas y pueblos y, al pie de los Alpes, de granjas aisladas o aldeas formadas por un puñado de granjas lecheras, una posada y una iglesia. Al contrario que el norte de Baviera y que en muchas zonas de Prusia, las granjas seguían siendo pequeñas propiedades familiares, como lo habían sido durante siglos. En 1907 menos del 40 por ciento de las granjas del sur de Baviera empleaban maquinaria. La vida rural estaba dominada por campesinos locales que eran patriarcas en sus comunidades. La vida en la Baviera rural se parecía más a las aldeas sicilianas en las que había surgido la mafia que a Múnich, y mucho menos que a Berlín o las ciudades industriales del Ruhr. Más de la mitad de la población bávara vivía en lugares con menos de 2.000 habitantes, en comparación con sólo un tercio de la población de todo el Imperio Alemán. En la Baja Baviera casi el 70 por ciento de la población seguía trabajando en la agricultura. Mucho más que en el resto del país, la población rural bávara aún vivía en un mundo que estaba dominado por lo local o, en todo caso, por lo bávaro. Los habitantes se sentían unidos a un pueblo determinado y bávaros, además de católicos, pero no principalmente alemanes. Sus referencias monárquicas eran el rey bávaro y los castillos de Ludwig II, el Rey Loco, no el emperador alemán y los palacios de Potsdam[76].
Los habitantes de las regiones rurales del sur de Baviera eran en su mayor parte apolíticos y en las elecciones votaban habitualmente por el católico Partido de Centro[77]. Al estallar las hostilidades, respondieron con temor y ansiedad, no sólo en Landshut, como señalaba Himmler, sino también en el campo. Cuando Balthasar Brandmayer, un trabajador de la construcción de 22 años de la rural Alta Baviera, recibió su orden de alistamiento, su hermana y su madre no se alegraron, sino que rompieron a llorar. No fueron capaces de pronunciar una sola palabra de ánimo[78]. En la memoria colectiva de la población rural del sur de Baviera, los recuerdos negativos de la guerra competían con los de la victoria sobre Francia en 1870-1871, y con frecuencia eran los que predominaban. A los campesinos les preocupaba qué ocurriría con sus granjas si los movilizaban, en especial porque los jornaleros rusos que trabajaban en el campo en el sur de Baviera tuvieron que marcharse con el estallido de la guerra. Por todas partes se hablaba de esposas y madres apesadumbradas. Algunos jóvenes solteros vieron la guerra como una oportunidad para salir de allí y ver mundo, pero la respuesta mayoritaria fue de pesimismo. A fin de calentar los ánimos en pro de la guerra, el gobierno bávaro se sintió en la necesidad de difundir rumores como que los franceses habían bombardeado una línea de ferrocarril próxima a Núremberg y que los espías campaban por sus fueros. Para conseguir el apoyo activo para la guerra entre los católicos, en todo el sur de Baviera los sacerdotes leyeron en misa una carta de los obispos bávaros en la que decían que se trataba de una guerra defensiva que se le había impuesto a Alemania[79].
Mientras en el campo bávaro la vida seguía dominada por la agricultura y el catolicismo, como lo había estado durante cientos de años, y había una falta relativa de entusiasmo por la guerra, Múnich se había transformado a finales del siglo XVIII y durante el XIX en una elegante capital. En vísperas de la I Guerra Mundial se habían multiplicado los edificios modernistas, tanto municipales como privados, y florecían el liberalismo y la socialdemocracia. El apoyo a los partidos socialdemócrata y liberales era tan grande en Múnich que, en las elecciones al Reichstag, en toda la Alta Baviera los socialdemócratas obtuvieron un 33,6 por ciento y los distintos partidos liberales un 17,2 por ciento de los votos, a pesar de que las zonas rurales no eran en absoluto proclives a esas ideas políticas. La escena artística de Múnich posiblemente hacía de ella la más cosmopolita y liberal de las ciudades alemanas. Lenin, que había vivido en Múnich unos años antes que Hitler, se había sentido atraído por su subcultura política de izquierdas. Bajo la égida de una casa real benevolente y —en comparación con las alternativas existentes— progresista, el Múnich de los artistas de fin-de-siècle y de Lenin coexistía pacíficamente con las formas de vida tradicionales y conservadoras y con un creciente número de trabajadores industriales. Sólo la extremada volatilidad política y económica del Múnich de la posguerra resultaría explosiva para las relaciones comunales, creando las condiciones en las que medraría el nacionalsocialismo. En las elecciones al Reichstag de 1912, en la Alta Baviera ningún partido de derecha radical recibió un apoyo significativo. Incluso el Partido Conservador obtuvo menos del 0,50 por ciento de los votos[80].
La mayoría de los compañeros de Hitler en el Regimiento List procedían del campo de las zonas circundantes de Múnich, y menos del 20 por ciento de la capital bávara. La mayoría eran de pueblos y ciudades próximos a Múnich y de las colinas al pie de los Alpes. Pertenecían a todas las profesiones y segmentos sociales, y entre ellos había numerosos intelectuales y artistas, tales como los escritores Georg Kleindienst, Josef Pflügl, Heinrich Schnabel y Albert Weisgerber[81]. No obstante, la afirmación de que había un gran número de estudiantes universitarios no se ve corroborada por los hechos. De los hombres que ingresaron en el RIR 16 en 1914, menos del 2 por ciento eran estudiantes de enseñanza secundaria o superior[82].
A diferencia de Hitler, los hombres del regimiento eran bávaros. Algo más del 60 por ciento eran solteros, lo que no resulta sorprendente si se tiene en cuenta la estructura por edad del regimiento. La gran mayoría (aproximadamente el 88 por ciento) eran católicos, lo que era característico del sur de Baviera, pero no del Imperio Alemán en su conjunto. Una pequeña minoría eran judíos (0,8 por ciento) y el resto protestantes[83].
En total, prestaron servicio en el Regimiento List 59 judíos[84], entre ellos tres hombres de Ichenhausen, un pintoresco pueblo de unos 2.700 habitantes del sur de Baviera. Al comienzo de la guerra, los alemanes de casi todas las tendencias políticas celebraron lo bien que los judíos se habían integrado en la sociedad alemana y lo dispuestos que estaban a contribuir al máximo al esfuerzo bélico alemán[85].
Desde luego, en la Baviera de comienzos del siglo XX existía un grado considerable de anticuado antisemitismo vulgar, tanto católico como protestante; pero el moderno antisemitismo racial también había empezado a levantar su repugnante cabeza en algunos segmentos de la sociedad bávara[86]. No obstante, como demuestra un artículo de Fridolin Solleder, publicado en 1913, sobre la historia de la interacción de judíos y gentiles en la Baja Franconia, el antisemitismo racial todavía estaba confinado a los márgenes de la sociedad bávara. Solleder sostenía que, durante la Edad Media y comienzos de la Moderna, muchos judíos de la Baja Franconia habían mostrado rasgos negativos como la codicia y la falsedad de carácter. No obstante, los atribuía a la discriminación a la que se les había sometido, al hecho de haberlos tratado «como extranjeros en su propio país». Solleder reservaba sus palabras más negativas para los cristianos que perseguían a los judíos. Describía cómo la «chusma» había matado a «mártires judíos» durante las Cruzadas y «la gente ciega y desesperada» recurrió al asesinato durante la peste. Entre tanto, elogiaba a los que habían actuado como «poderosos protectores de los judíos» y habían debilitado las políticas antijudías. Sostenía que los problemas que habían existido durante cientos de años se habían resuelto favorablemente gracias al proceso de asimilación judía en la vida alemana. El siglo XIX, «la era de la gran liberación de la humanidad», concluía, había traído «la emancipación y la igualdad cívica» de los judíos, lo que les había permitido, con todo el talento que poseían, contribuir «con su actividad fecunda» al comercio y a las profesiones[87].
En un balance final, las cosas habían evolucionado en una dirección favorable para los judíos de Baviera. Los judíos alemanes se enorgullecían de ser los más asimilados y prósperos del mundo. Como símbolo de su confianza y orgullo, la comunidad judía de Múnich había levantado una magnífica sinagoga en el centro de la ciudad, que cuando fue inaugurada en 1887 era el tercer templo judío más grande de Alemania[88].
Contrariamente a lo que se ha pensado durante mucho tiempo, en la Alemania imperial los judíos tenían las mismas oportunidades profesionales en la vida pública que los judíos británicos al otro lado del canal de la Mancha[89]. El único sector de la sociedad en el que los judíos habían logrado entrar sólo temporalmente era el Ejército prusiano. Durante la Guerra Franco-prusiana había llegado a haber un número significativo de oficiales judíos. No obstante, entre 1885 y 1914 ningún judío practicante había sido ascendido a oficial (aunque sí lo habían sido 300 conversos, y al menos uno de ellos a general), mientras que en 1910 había en Francia 720 oficiales judíos. En cualquier caso, este marcado contraste franco-prusiano no puede explicar lo que les ocurriría a los judíos alemanes durante el Tercer Reich. La situación de los judíos en el Ejército bávaro antes de la guerra —en otras palabras, el Ejército en el que Hitler sirvió y que supuestamente le «creó»— y en el Ejército y la Armada británicos era prácticamente la misma. Gracias a una clase política relativamente progresista e ilustrada, Baviera —junto con otros estados del sur de Alemania— en general ofrecía a los judíos incluso más oportunidades que el resto del Reich. A diferencia del Ejército prusiano, el bávaro siguió teniendo oficiales judíos (practicantes) hasta 1914. En 1909 había 88 oficiales judíos en el Ejército bávaro, mientras que, en 1910, la cifra combinada de las mucho más numerosas Fuerzas Armadas británicas (esto es, Royal Navy, Ejército Regular, Milicia, Yeomanry y Voluntarios y la Reserva de Oficiales) era de 182[90].
En principio, en Alemania, los judíos seculares en las regiones urbanas protestantes eran los más integrados. No obstante, los judíos ortodoxos de las regiones rurales católicas que servían en unidades como el Regimiento List contradecían este principio. En 1800, la población judía de Ichenhausen era proporcionalmente más numerosa que la de Jerusalén; en 1900 aún era, en términos relativos, más numerosa que la de Nueva York. Los judíos contaban con una nutrida representación en la asamblea local, en clubes y sociedades locales e incluso en la asociación de veteranos de la Guerra Franco-prusiana. En 1913 la ciudad concedió el estatus de ciudadano de honor al presidente de la comunidad judía. Al comienzo de la guerra, el sacerdote católico y el rabino judío de Ichenhausen hicieron puerta a puerta una colecta de dinero para los soldados. El caso de Ichenhausen podría ser un ejemplo extremo; pero era un extremo, no un ejemplo atípico[91]. Cuando estalló la guerra, muchos judíos estuvieron entre los más fervientes partidarios de la causa alemana.
El 8 de octubre, Hitler y sus nuevos compañeros desfilaron en el cuartel Prinz-Arnulf de Múnich ante el rey Ludwig III de Baviera, que se despidió personalmente de los hombres del RIR 16[92]. No obstante, antes de ser enviados al frente, Hitler, Weisgerber y los demás integrantes del RIR 16 recibieron instrucción militar durante diez días en el Lechfeld, al norte de Múnich, el lugar en el que, en la Edad Media, el emperador Otto el Grande había derrotado a los magiares. En el transcurso de un acto religioso celebrado en el Lechfeld, el capellán protestante de la división, Oscar Daumiller, que había prestado servicio en el Ejército alemán al acabar sus estudios universitarios, dijo a los soldados del Regimiento List que estaban a punto de participar en «una guerra santa por la justa causa de nuestro pueblo» y que debían estar preparados «si Dios los llamaba a una muerte dichosa»[93].
Si alguien pensó que el joven Hitler y el Regimiento List estaban preparados para entrar en combate cuando Ludwig III pasó revista al regimiento, tales esperanzas se desvanecieron en el Lechfeld. Hitler incluso se quejó de lo agotador que había sido llegar al valle del Lech: «Como le dije —escribió a Anna Popp, la esposa de su casero en Múnich—, salimos de Múnich el sábado. Caminamos desde las 6:30 de la mañana hasta las 5 de la tarde y durante la marcha realizamos un gran [ejercicio de prácticas], todo bajo la lluvia. Nos acuartelaron en Alling. Me mandaron a los establos y estaba completamente empapado. No hace falta que le diga que no pude pegar ojo»[94].
En el centro de entrenamiento del Lechfeld, sin enemigos magiares (ni británicos o franceses) a los que enfrentarse, los hombres del regimiento ya se encontraban extenuados incluso antes de llegar al frente. Hitler escribió a Anna Popp que «los primeros cinco días en el valle del Lech fueron los más agotadores de toda mi vida. Cada día una marcha más larga todavía, ejercicios más duros y marchas nocturnas de hasta 42 kilómetros seguidas de maniobras de la brigada»[95]. En contraste, Ludwig Waldbott, conde de Bassenheim, un aristócrata bávaro nacido en Jersey y oficial del Regimiento List, anotó en su diario aquel mismo día que los ejercicios no habían sido particularmente duros, pero que «la disciplina externa ha empeorado mucho debido a [las] marchas y al agotamiento»[96]. Cuando ya se encontraban cerca del frente, Bassenheim se quejó de que las tropas no se habían entrenado con la suficiente energía y que habían perdido el tiempo en el Lechfeld[97].
El único consuelo era —si hemos de creer los relatos de Hitler y de la historia oficial del regimiento— lo bien que los recibió la población local. Si es cierto, sería un testimonio del apoyo de la gente al regimiento y al esfuerzo bélico alemán. Hitler escribió a Anna Popp que la población local «casi [los] había atiborrado de comida»[98]. En la historia oficial del regimiento, Franz Rubenbauer, un oficial que fue comandante del regimiento durante un breve periodo de tiempo a comienzos de noviembre de 1914, también señalaba:
Todavía recordamos con agradecimiento la cálida acogida que recibimos de la población local de aquel acantonamiento. Cuando las unidades regresaban por la tarde después de los agotadores ejercicios diarios en el vasto Lechfeld o de las prácticas de tiro en las praderas del Lech, cantando marchas militares con sus voces altas y claras, se acercaban jóvenes y viejos y caminaban junto a nosotros. Después del «rompan filas» se llevaban a los soldados a sus casas, donde los pucheros ya esperaban humeantes a los hambrientos combatientes[99].
El relato de Rubenbauer, posterior a los hechos, es desmentido por el diario de guerra del conde Bassenheim. Éste consignó a su diario que los campesinos locales «son excepcionalmente poco amistosos. El coronel List tuvo que actuar con extremada firmeza porque en la posada se negaban a proporcionarle alimentos y material para calentarse». Un día, dos compañías sólo recibieron medias raciones de comida porque los campesinos locales habían dado al regimiento carne podrida[100].
Es sabido que los ejércitos planifican las guerras futuras como una repetición de la última. Desde la Guerra Franco-prusiana, a los alemanes les había obsesionado el peligro que los francs-tireurs —los partisanos franceses— habían representado en 1870-1871. Para los oficiales del Regimiento List la solución al problema fue entregar cuerdas a los soldados. Bassenheim señaló que su compañía «proporcionó sogas a las tropas para colgar a los francs-tireurs; cada tres hombres reciben una con el lazo corredizo ya preparado. Estas sogas están muy solicitadas entre los soldados»[101]. Cuando Bassenheim entregó sogas a unas tropas inexperimentadas y faltas de entrenamiento, que intentaban compensar su inexperiencia con fogosidad, para que las utilizaran con los francs-tireurs, había puesto en marcha involuntariamente, como veremos, una profecía que se autocumpliría.