«La condena más general de todas las relaciones homosexuales (especialmente masculinas) tuvo su origen por el siglo VII antes de Cristo», explica Alfred Kinsey. Por aquel entonces el enfrentamiento político entre diferentes grupos religiosos provocó que unos condenasen las prácticas homosexuales de sus enemigos como método para diferenciarse y señalar la maldad del adversario.

Hay que tener en cuenta que entonces no existían los conceptos de homosexualidad ni de bisexualidad tal como los entendemos ahora, ni constituían una identidad con la que poder identificarse. Simplemente había relaciones sexuales entre hombres y eso es lo que se declaró pecado. Las relaciones sexuales entre mujeres pasaron más inadvertidas porque no se concebía que eso pudiera existir. En el pasado se consideraba que la mujer no tenía deseos y mucho menos sexuales; su función se reducía a tener hijos y criarlos.*

La condena de la homosexualidad ha incluido, a lo largo de los siglos, a las personas bisexuales cuando tenían relaciones con el mismo sexo. A efectos prácticos, bisexuales y homosexuales eran metidos en el mismo saco.

Durante mucho tiempo, sobre todo cuando el poder político no estaba separado del religioso, la homosexualidad fue calificada de pecado, muchas veces relacionada con la herejía. En el siglo XIX cambió la forma de interpretarla y pasó a considerarse más como una enfermedad. Aunque era un delito penado por la ley (incluso con la muerte),* los homosexuales eran vistos como unos enfermos y la ciencia empezó a indagar sus causas para erradicar el mal.

Sin embargo, las investigaciones llevadas a cabo demostraron que eso no era verdad y, por fin, en 1973 la homosexualidad fue excluida de la lista de enfermedades mentales por la Asociación Americana de Psiquiatría (la más alta institución sobre la materia en Estados Unidos) y, unos años después, por la OMS (Organización Mundial de la Salud).

Como siempre ha ocurrido a lo largo de la historia de la humanidad, los cambios son muy lentos y requieren muchos años para que se completen y asuman. En la actualidad, a pesar de que la ciencia considera estas orientaciones como una expresión más de la naturaleza humana y sin ninguna connotación negativa, esta creencia no se ha asentado aún en el saber popular, ni siquiera en toda la comunidad científica, política y jurídica. Y esto tiene cierta lógica porque hasta ahora casi nadie ha tratado de acabar con esas creencias desfasadas. A principios del siglo XIX también era impensable que las mujeres tuvieran derecho al voto o que los niños no tuvieran que trabajar en las fábricas. Si nos remontamos en el tiempo, la esclavitud era algo normal y aceptado por la sociedad y a nadie se le pasaba por la cabeza que los esclavos pudieran tener derechos o que fueran iguales a sus amos. Incluso en tiempos más remotos se hacían sacrificios humanos en honor a las divinidades, sin que nadie se sorprendiera de lo que hoy nos parece una atrocidad. Hace sólo sesenta años, un régimen dictatorial consideró que los judíos debían ser exterminados y a quienes ejecutaban esa orden les pareció de lo más normal hacerlo.

Hoy en día todo esto nos parece inaceptable e incomprensible. La humanidad ha evolucionado en otra dirección y los derechos de las personas se han convertido en algo que defender. Con la homosexualidad y la bisexualidad ocurre lo mismo, mucha gente sigue aferrada a antiguas creencias que tuvieron sus orígenes en otro contexto cultural e ideológico pero que se han convertido en algo natural. Ahora llega el momento de cambiar esas creencias y tú tienes la oportunidad de hacerlo, de ser una avanzada a tu época. Tanto si eres lesbiana o bisexual como si no.

Por desgracia, aunque estemos en un momento histórico de cambio respecto a la aceptación de homo y bisexualidad, el rechazo infundado tiene terribles consecuencias para millones de personas en todo el mundo. Hasta el punto de que Amnistía Internacional ha incluido a las personas homosexuales como minoría perseguida en numerosos países. Ha costado mucho, pero al fin algunas instituciones y organismos empiezan a dar la señal de alarma sobre lo que está ocurriendo.

En 73 países todavía es ilegal la homosexualidad, según el informe de la ILGA (International Lesbian and Gay Association) de 2000.

En el mundo occidental, la inmensa mayoría de los estados discriminan legalmente a los homosexuales basándose en estas creencias que ya no tienen defensa posible a la luz de las investigaciones de los últimos treinta años. A causa de estos prejuicios, los gobiernos privan a homosexuales y bisexuales de derechos tan fundamentales como el del matrimonio, la adopción o la custodia de los hijos que se comparten con la pareja. Y este hecho le parece normal al resto de la población, que lo acepta con total naturalidad. La homofobia es algo generalizado en todas partes. La heterosexualidad está por encima de la homosexualidad y la bisexualidad.

Hay gente que opina que esto no es cierto en España y se basan en las encuestas sobre las actitudes de la población que suelen difundir los medios informativos cada vez que se debate la conveniencia de equiparar nuestros derechos a los de los heterosexuales. En ellas la mayoría de los encuestados se declara favorable a la igualdad. Sin embargo, esto no significa que la realidad haya cambiado. Ni la calidad de vida de gays, lesbianas y bisexuales ha mejorado de forma tan espectacular ni la gente heterosexual nos acepta de verdad. Tal como señala Juan Antonio Herrero Brasas, profesor de la Universidad de California y autor de un interesante libro sobre la cuestión homosexual en la actualidad, La sociedad gay. Una invisible minoría: «Efectivamente se han hecho encuestas, según las cuales a un porcentaje alto de la sociedad española no le importaría tener un hijo homosexual, le aceptarían, etc. Yo no estoy de acuerdo en absoluto en que la situación de gays y lesbianas en la sociedad sea buena y, ni mucho menos, óptima. En la ceguera del mundo heterosexual sí entiendo que puedan llegar a creerse esas cosas. Pero, como dice el refrán: no hay peor sordo que el que no quiere oír. La abrumadora represión emocional y psicológica, el trauma emocional acumulado de tantos gays y lesbianas es el testimonio irrefutable de la represión y la opresión».

DICEN QUE NOS ACEPTAN

Hace un año se me ocurrió sondear a un grupo de amigos heterosexuales a los que conozco desde hace muchísimo tiempo y aseguran no tener prejuicios sobre este tema. Para ponerles a prueba (¿te he comentado que a veces soy un poco perversa?) les pregunté si pensaban que los gays y las lesbianas eran más promiscuos que los heterosexuales. Para mi sorpresa algunos estaban convencidos de ello: «No tienen parejas estables, pero yo creo que eso es por su naturaleza», me dijo uno. ¡Y nos conocíamos desde hacía doce años!

Heterosexismo, homofobia

y prejuicios sexuales

El primero en utilizar el término homofobia fue el psicólogo George Weinberg en 1969. Este término se usa para describir las reacciones hostiles hacia gays y lesbianas. Algunos estudiosos consideran que la homofobia no estaría dentro del ámbito de las fobias tradicionales, sino que se asemeja más a actitudes como la xenofobia (odio a los extranjeros) o la misoginia (odio a las mujeres).

Por la misma época se acuñó también el término heterosexismo, que el psicólogo Gregory M. Herek, uno de los principales estudiosos de los prejuicios hacia las personas homosexuales, bisexuales y transexuales en Estados Unidos, define como «sistema ideológico que niega, menosprecia y estigmatiza cualquier forma no heterosexual de conducta, identidad, relación o comunidad».1Y señala que el heterosexismo actúa a través de un proceso doble de invisibilidad y ataque: la homosexualidad permanece culturalmente invisible y cuando las personas homosexuales se muestran, entonces son atacadas por la sociedad.

Herek desaconseja el uso de la palabra homofobia porque implica que el prejuicio antigay es una enfermedad más que un fenómeno social. La palabra heterosexismo tampoco le parece adecuada porque está más vinculada a lo social y cultural que a las actitudes individuales. Por eso él propone el uso de «prejuicio sexual» para definir las actitudes negativas basadas en la orientación sexual, tanto si el objeto a quien van dirigidas es homosexual, bisexual o heterosexual. Dada la organización social de la sexualidad que existe, este tipo de prejuicio casi siempre se dirige hacia las personas que realizan prácticas homosexuales o se definen a sí mismas como gays, lesbianas o bisexuales.2

El heterosexismo, la homofobia y el prejuicio sexual pueden actuar, sobre todo, en dos ámbitos: el social y cultural por un lado y el individual y psicológico, por el otro.

1. ÁMBITO SOCIAL Y CULTURAL

La sociedad presupone siempre la heterosexualidad, sin tener en cuenta que hay una minoría de la población que no se corresponde con esta etiqueta. Hay varias formas en que la sociedad oprime a homosexuales y bisexuales, según el psicólogo Dominic Davies.3 Es evidente que estos mecanismos represivos varían según el país e incluso la zona geográfica dentro del mismo:

 Conspiración de silencio: parece como si homosexuales y bisexuales no existieran, apenas aparecen en los medios de comunicación y hay escasez de centros sociales o culturales donde puedan reunirse y encontrarse.

 Negación de su cultura: se ha eliminado toda referencia positiva a la homosexualidad, ocultando las contribuciones realizadas por artistas, filósofos, científicos, políticos... homosexuales y bisexuales a lo largo de la historia.

 Negación popular: a pesar de todos los estudios realizados, la gente de la calle sigue ignorando la existencia de lesbianas, gays y bisexuales, y la mayoría de los países no les permiten tener los mismos derechos que tienen las personas heterosexuales. Por mucho que gays y lesbianas lleven a cabo actos reivindicativos que mueven a cientos de miles de personas, casi nunca aparecen de forma positiva en los medios de comunicación.

 Miedo a la visibilidad: muchos heterosexuales e incluso algunos homosexuales se sienten incómodos ante las relaciones entre personas del mismo sexo. La gente heterosexual habla sin problemas de lo que hace con su pareja durante el fin de semana, pero si lo hace un gay es acusado de ir propagando a los cuatro vientos su intimidad o de estar haciendo apología de la homosexualidad. Mucha gente acepta a gays y lesbianas mientras estén calladitos y sean discretos.

 Simbolismo negativo: la sociedad crea reglas y normas de conducta de las que se excluye a los grupos minoritarios, que además son vistos como desviados. Un ejemplo de esto es que gays y lesbianas no pueden beneficiarse de las ventajas legales y sociales que permite el matrimonio y luego la misma sociedad que les niega ese derecho les acusa de ser incapaces de establecer relaciones duraderas y de ser promiscuos.

El heterosexismo se puede observar en todas partes, sobre todo en la educación. Para muchos psicólogos especialistas en el tema es muy importante incluir imágenes positivas sobre homosexualidad y bisexualidad en la educación de los y las adolescentes para:

• ayudar a quienes lo son a aceptar su sexualidad como algo natural y saludable,

• educar a los y las jóvenes heterosexuales sobre diversidad sexual, lo que permitirá acabar con el heterosexismo y la homofobia,

• ofrecer a quienes tienen dudas información veraz y objetiva sobre la diversidad sexual y así permitirles que encuentren apoyo para evitar el rechazo, el miedo y la opresión que, de otra forma, tendrán que sufrir.

Pero a pesar de las recomendaciones de los expertos, los estados siguen sin cumplirlas. Por ejemplo, en Gran Bretaña existe un norma promulgada en 1988 durante el mandato de Margaret Thatcher (la famosa sección 28 de la ley de gobierno local) que prohíbe expresamente ofrecer educación positiva sobre diversidad sexual en las escuelas públicas. Desoyendo a los especialistas en la materia, algunos estados contribuyen a que una minoría de adolescentes paguen las consecuencias de ese grave error político.

En su tesina Lesbianismo: sexualidad ignorada,4 la psicóloga especializada en sexualidad Marian Ponte llevó a cabo una investigación sobre la influencia del control social a las lesbianas. Este se produce a través de dos mecanismos: el autocontrol y el control externo. Por autocontrol «se entiende todas aquellas conductas que tienen como objetivo evitar que el entorno conozca una determinada información del sujeto y pueda actuar en consecuencia. Se trata fundamentalmente de comportamientos de ocultación, mentira, camuflaje, etc.». El control externo «se ejecuta sobre el individuo con el fin de inhibir determinados comportamientos desviantes. Este control puede ir desde una conducta manifiesta, como el despido, por ejemplo si lo aplicamos al mundo laboral, hasta conductas muy sutiles y de difícil apreciación, como son actitudes hostiles o discriminatorias, comentarios, silencios, etc.».

En ambos mecanismos influyen factores personales y sociales. Por ejemplo, en el autocontrol podría haber las siguientes variables personales: miedos e inseguridades, edad, bajo nivel de autoestima; y como variables sociales: un entorno familiar hostil y experiencias previas negativas. Ambas clases de control afectarán en la satisfacción de la persona. Para la psicóloga «el control de la identidad sexual favorecerá la insatisfacción independientemente de si este control es propio o externo». «Si las personas pueden expresar con libertad su identidad sexual lesbiana en sus diversos entornos será más fácil tener un nivel alto de satisfacción.»

Ponte también explica que el control social sobre las lesbianas puede provocar:

– que transcurra un largo período de tiempo desde que descubren su homosexualidad hasta que la reconocen y admiten

– que, ante el hecho de plantearse la homosexualidad, tengan alguna de las siguientes reacciones:

– negación

– culpabilidad y rechazo

– vergüenza

– ocultación

– represión

– evitación

– miedo y duda

– que al reconocer su homosexualidad puedan sentir:

– arrepentimiento

– marginación social

– necesidad de aceptación

– discriminación

– falta de una imagen social positiva y no estereotipada

– desaprobación de los padres

– chantajes o reproches de los padres

– ponerse a la defensiva

– dificultades

– pérdida de relaciones

– falta de adecuación personal

– falta de adecuación familiar

– ocultación social

– indefensión

– postura de negación de los padres

– malestar o angustia

– mantener relaciones heterosexuales

– cambio de actitudes

– inhibición personal

ETIQUETAS LIMITADORAS

Master status5 es un concepto psicológico con el que se explica el fenómeno por el cual una persona se ve reducida a una única etiqueta. Esto se observa a menudo en mujeres a las que mucha gente sólo ve como lesbianas. Un ejemplo concreto sería el de una escritora a la que los medios de comunicación siempre definen como «escritora lesbiana», anulando otras características que ella puede considerar más importantes en su propia definición.

2. ÁMBITO PSICOLÓGICO E INDIVIDUAL

El heterosexismo, la homofobia y los prejuicios sexuales también actúan de forma individual y pueden distinguirse dos clases diferentes de actitudes:

a) Actitudes negativas hacia la homosexualidad y la bisexualidad

El heterosexismo cultural fomenta en los individuos actitudes negativas hacia quienes no son heterosexuales. Ya sabemos que desde muy pequeñas las personas aprenden a valorar las relaciones heterosexuales como lo único positivo, bien porque no oyen hablar de otras opciones, bien porque de forma directa se les indica que las otras posibilidades sexuales no están bien. Estas actitudes negativas pueden limitarse al pensamiento o materializarse en actos concretos, que van desde discriminaciones de todo tipo a agresiones verbales o físicas (incluido el asesinato).

CRÍMENES DE ODIO

En el año 2000 más de 200 personas fueron asesinadas en todo el mundo por su orientación sexual según se desprende del informe anual de la ILGA.

Entre los llamados crímenes de odio (hate crimes), que comprenden los asesinatos a todo tipo de minorías (raciales, religiosas, etc.), los estudios indican que los cometidos contra las personas homosexuales son más crueles y feroces. ¿Por qué?, se preguntan los investigadores. ¿Qué les pasa a quienes cometen esa clase de crímenes? ¿Qué les mueve a perpetrarlos?

Los seres humanos tendemos a servirnos de los prejuicios y los estereotipos para ordenar el mundo en el que vivimos. Esto nos crea la ilusión de que todo está bajo control. Como dice Gregory Herek, los gays, las lesbianas y los bisexuales no son más que un símbolo para muchas personas, porque en realidad no conocen a nadie así o creen que no lo conocen, ya que la mayoría de ellos optan por ocultar su orientación para ahorrarse problemas.

Pero ¿qué motiva a las personas a mostrar este rechazo hacia la homosexualidad? Herek6 asegura que hay tres actitudes diferentes que tienen finalidades concretas:

 Actitudes que cumplen una función de expresión de valores y que permiten a las personas afirmar su adherencia a una serie de ideas que están relacionadas de forma estrecha con sus concepciones de sí mismas. Un católico practicante puede rechazar la homosexualidad porque así lo manda la Iglesia. Al hacerlo está expresando sus convicciones religiosas.

 Actitudes con una función de expresión social porque al mostrarlas, el individuo siente que pertenece a un determinado grupo, lo que le otorga aceptación, aprobación e incluso estima de quienes considera importantes (familia, vecinos, compañeros de clase). Es decir, un joven que está en un ambiente donde se expresa de forma habitual el rechazo hacia la homosexualidad mediante burlas y chistes heterosexistas, repetirá este tipo de conducta para sentir que forma parte de ese grupo.

 Actitudes que sirven a una función ego-defensiva cuando la persona, al mostrar esa negatividad, reduce la ansiedad que le produce su propio conflicto con la sexualidad. Es el caso, por ejemplo, del personaje que aparece en la película American Beauty, que es abiertamente homófobo y que en realidad también tiene deseos homosexuales. Su rechazo de la homosexualidad tiene que ver con sus deseos reprimidos. Cuando algunas personas insultan a una persona homosexual, están afirmando su heterosexualidad y esa necesidad de declararla puede estar relacionada con sus propias dudas.

Para Herek, hay un vínculo muy claro entre las actitudes individuales y el heterosexismo cultural, puesto que cualquier manifestación de prejuicio sexual se produce sólo cuando el individuo necesita coincidir con la ideología cultural a la que pertenece. Por tanto, a mayor educación positiva sobre la diversidad sexual humana, mayor facilidad para que las personas tengan una actitud más abierta y tolerante sobre la misma.

Por las investigaciones que se han llevado a cabo, se ha descubierto que la mayoría de la gente que rechaza a las personas homosexuales no conoce a ninguna. En una encuesta entre universitarios estadounidenses, el 94 por ciento de quienes tenían actitudes negativas no conocía a una lesbiana y el 92 por ciento no conocía a un gay.

PERSONAS CON MAYORES PREJUICIOS HACIA GAYS Y LESBIANAS7

 Hombres: al parecer tienen más dificultades para aceptar la homosexualidad, sobre todo la masculina. Gregory Herek señala incluso que en Estados Unidos la socialización masculina implica la homofobia, es decir, que para ser hombre en ese país, hay que ser homófobo.

 Mayores: en general, las personas de mayor edad aceptan menos la homosexualidad.

 Con una educación muy religiosa, conservadora y tradicional: quienes han sido educados o proceden de familias tradicionales y muy religiosas, aceptan menos la homosexualidad.

 Con un tipo de pensamiento autoritario o de blanco-negro: las personas con actitudes más negativas suelen reducir la realidad a blanco o negro, correcto o incorrecto, bien o mal, sin permitir que haya opciones intermedias.

 Con menos educación: a menor educación, más prejuicios hacia gays, lesbianas y bisexuales.

b) Homofobia interiorizada (actitudes negativas interiorizadas por los propios homosexuales)

Al habernos educado en este ambiente que rechaza y critica todo lo que no sea heterosexual, interiorizamos esta negatividad de forma inconsciente y se produce un fenómeno psicológico con el que los homosexuales tienen que capear sin conocer su existencia: la homofobia interiorizada. Algunos estudiosos prefieren llamarlo opresión interiorizada.

Como ya vimos, los niños y las niñas aprenden a ser heterosexuales. Pero en la adolescencia, cuando tienen sus primeros impulsos sexuales conscientes, no todos se amoldan a esas enseñanzas. Una proporción considerable siente deseos hacia personas de su mismo sexo. Sin embargo, casi todos los mensajes que reciben sobre la homosexualidad son negativos y de la bisexualidad apenas oyen hablar. En principio podría parecer que esto no es cierto. No es habitual hallar mensajes que rechacen de forma directa la homosexualidad y la bisexualidad, pero si nos fijamos, hay infinidad de mensajes implícitos que no las apoyan. Basta con acudir al cine o a una biblioteca para comprobar que los referentes que tienen los jóvenes son claros y unívocos: hay que ser heterosexual; hay que establecerse en parejas estables, sobre todo el matrimonio; hay que tener hijos. No encuentran referentes positivos de lo que ellos y ellas sienten. En todo caso, el mensaje implícito que reciben es: «lo que tú sientes está mal».

Los pocos personajes homosexuales o bisexuales que pueden encontrar en el cine o la televisión son en su mayoría negativos (asesinos psicópatas; personas infelices; retratos llenos de tópicos y risibles como el gay afeminado, la lesbiana marimacho o el bisexual vicioso)* y se silencia de forma evidente todo lo relacionado con lo que ellos y ellas sienten, incluida la presencia de la homosexualidad y la bisexualidad a lo largo de la historia. Todo esto unido a las actitudes negativas (no reconocimiento de sus derechos, persecución legal, agresiones físicas y acoso) que se producen en gran parte del mundo* provoca que los gays y las lesbianas incorporen en su sistema de creencias la homofobia en mayor o menor grado. Y lo peor de todo es que ignoran su existencia, pero en cambio son víctimas de sus estragos:

 Debido a la homofobia interiorizada, el proceso de formación de la identidad de las personas homosexuales es mucho más lento, duradero y costoso que el de los heterosexuales, puesto que supone integrar una identidad estigmatizada. El concepto de estigma se utiliza en las ciencias sociales para referirse a una marca socialmente indeseable que se atribuye a ciertas personas para indicar su condición desviada respecto a la norma mayoritaria. Gays, lesbianas y bisexuales afrontan las consecuencias psicológicas de tener una conducta que no se corresponde a la de la mayoría. Por desgracia, las personas estigmatizadas además son percibidas por la gente como culpables de su estigma, es decir, que poseen esa marca porque quieren. Hay expertos8 que sugieren incluso que esto provoca un retraso en el desarrollo de estas personas, ya que mientras sus compañeros y compañeras heterosexuales se dedican a madurar en sus vidas afectivas y profesionales, los homosexuales invierten todo ese tiempo en formar su identidad ante una sociedad que no les ayuda para nada en esa tarea. De alguna manera, la sociedad les ha escatimado muchos años de su vida al no responsabilizarse de sus necesidades como minoría.

 La homofobia interiorizada también provoca una mala construcción de la autoestima, que es la base de una personalidad equilibrada y feliz. Como dice el psicoterapeuta Nathaniel Branden,9 uno de los mayores expertos mundiales en la autoaceptación, aparte de los problemas de origen biológico no hay «una sola dificultad psicológica —desde la angustia y la depresión, el miedo a la intimidad o al éxito, el abuso del alcohol o de las drogas, el bajo rendimiento en el estudio o en el trabajo, hasta los malos tratos a las mujeres o la violación de menores, las disfunciones sexuales o la inmadurez emocional, pasando por el suicidio o los crímenes violentos— que no sea atribuible a una autoestima deficiente. De todos los juicios a que nos sometemos, ninguno es tan importante como el nuestro propio».

 La homofobia interiorizada también es la responsable de que entre la población homosexual se produzcan discriminaciones. Los gays de aspecto muy afeminado o las lesbianas muy masculinas son a veces criticados por los propios homosexuales, que les aplican calificativos como loca o camionera .

Volveremos sobre el tema de la homofobia interiorizada y cómo puede afectar a nuestras vidas en el capítulo 5.

En el caso de las personas bisexuales, la falta de estudios rigurosos —porque durante mucho tiempo casi nadie ha prestado atención al fenómeno— ha provocado que exista una mayor confusión en torno a qué es serlo. Esa confusión ha dado lugar a que los tópicos corran de boca en boca y la realidad se distorsione.

Las personas bisexuales se enfrentan a varios problemas:

• la bifobia, el rechazo a este tipo de orientación sexual, tanto por ciertos sectores heteros como homos. Para muchos heterosexuales, los bisexuales suponen una amenaza porque cuestionan los roles de género y las relaciones tradicionales de la cultura dominante. Para muchos gays y lesbianas, los bisexuales son personas que no quieren definirse por cobardía y que gozan de las ventajas de la heterosexualidad, pero disfrutan de la libertad de los homosexuales. Como señala Sue George, ser bisexual no implica recibir sólo un 50 por ciento de discriminación. Cuando una persona bisexual mantiene una relación estable con alguien de su mismo sexo, se enfrenta a las mismas discriminaciones que tienen los homosexuales. Cuando su relación es con el sexo contrario, muchas veces ha de pasar por heterosexual y no puede hablar de forma abierta de su auténtica orientación sexual. También es cierto que hasta ahora las personas bisexuales en España no han sentido la necesidad de agruparse independientemente para luchar contra las discriminaciones que existen hacia ellas. En Estados Unidos y Gran Bretaña los actos reivindicativos del día del Orgullo Gay incluyen a las personas bisexuales, mientras que en nuestro país, el año pasado fue la primera vez en que la manifestación celebrada en Madrid incluía a los bisexuales.

• La mala fama basada en estereotipos y prejuicios: la falta de información precisa y adecuada sobre la bisexualidad ha fomentado que circulen numerosos tópicos sobre ella que no tienen ningún fundamento. Voy a contaros una anécdota sobre ello. Hace poco hablaba con una amiga heterosexual sobre una pareja de conocidas comunes. Le conté que ellas dos se consideraban bisexuales y mi amiga me preguntó: «Entonces ¿también salen con hombres?». Le contesté que no, que eran pareja, y ella replicó: «Ya, pero si son bisexuales, también saldrán con hombres». Le expliqué que no, porque estaban juntas, y ella dijo: «Entonces son lesbianas». Por desgracia, la gente no tiene claro qué es ser bisexual y lo asocian con la promiscuidad y la infidelidad.

¿Cómo acabar con los prejuicios sexuales?

Hay tres cosas que puedes hacer si quieres cambiar tus actitudes y creencias sobre la homosexualidad y la bisexualidad, al margen de que seas lesbiana, «bi» o hetero:

1. Informarte. A mayor información, mejor comprensión de lo que supone ser homosexual o bisexual y del heterosexismo de la sociedad, que es hacia donde deberíamos dirigir nuestra preocupación.

La psicología moderna es unánime al afirmar que la solución de cualquier problema pasa por la toma de conciencia. Darnos cuenta de estas desigualdades y estar alerta ante todos los mensajes equívocos que recibimos de nuestro entorno es la única forma de dar pasos hacia adelante para cambiar y superarlo.

Aunque como hemos dicho la homofobia no estaría dentro de las fobias típicas, no hay que perder de vista que para hacer frente a los miedos irracionales, hoy en día una de las técnicas que mayor resultado ha dado es la terapia breve estratégica. Mediante esta técnica a la persona fóbica se le induce a que adquiera toda la información posible acerca de aquello que le produce miedo, de tal forma que se convierta en experta en la materia. Conocer a fondo la homosexualidad y la bisexualidad es la mejor manera de comprender que no tienen nada de malo, que son naturales, que sólo son una expresión más de la sexualidad humana y que no comportan ningún riesgo para quienes la practican ni para quienes están en su entorno. Y, por supuesto, que ser homosexual o bisexual no implica ser inferior al resto de las personas que no lo son.

2. Conocer a personas homosexuales y bisexuales nos ayudará a acabar con los estereotipos irreales y prejuicios inconsistentes que nos hacían tener esas ideas negativas. El contacto real con personas gays, lesbianas y bisexuales te permitirá tener una imagen positiva o menos condicionada, porque no hay que olvidar que la orientación sexual no tiene nada que ver con la calidad humana de las personas ni con sus actos. Hay que aprender a no juzgar por la orientación sexual, al igual que no ha de hacerse por el género, la raza o la religión. Construir una imagen positiva de lo que es ser lesbiana o bisexual te permitirá aceptarte a ti misma, ser más tolerante con las diferencias y crecer como persona.

Diversos estudios han permitido comprobar que las personas heterosexuales que tienen contacto cercano con gente homosexual o bisexual se muestran mucho más positivas y tolerantes hacia la diversidad sexual. Gregory Herek señala que «informar directamente de la propia homosexualidad —hablando sobre ella de forma abierta— parece ser un factor de gran peso en el cambio de actitudes». Hablando de forma abierta con amigos y familiares sobre homosexualidad y bisexualidad, se posibilita que estas personas acaben con los estereotipos que pudieran tener. Pero no hay que olvidar que salir del armario es algo delicado que debe estudiarse a fondo, hay que saber cómo, cuándo y con quién (abordaremos esta cuestión en el capítulo 9).

Por último, conocer la cultura gay también te permitirá descubrir cuáles han sido los logros de otras personas como tú a lo largo de la historia. Acercarte a tu cultura ayudará a que construyas una identidad positiva de lo que eres y sientes.

3. Cambiar las actitudes que no son buenas para nuestro desarrollo personal. Los pensamientos autoritarios del tipo blanco-negro son muy frecuentes, por desgracia, entre la gente. A veces sólo los aplicamos en un determinado aspecto de nuestras vidas, otras, sin embargo, rigen todas nuestras relaciones con el mundo que nos rodea y provocan un gran sufrimiento. Si ese es tu caso, ¿no te gustaría encontrar una forma mejor de afrontar situaciones y problemas?

PSICOLOGÍA DEL RECHAZO

En un interesante estudio llevado a cabo por la psicóloga Linda Gannon10 entre universitarios estadounidenses, se obtuvieron unos datos muy reveladores sobre las actitudes hacia gays y lesbianas. La mayor parte de las personas que tenían actitudes negativas se correspondían a individuos con maneras de pensar del tipo dicotómico, es decir, pensamientos blanco-negro (las cosas están bien o mal; esto puede hacerse y esto otro no). Esta clase de pensamiento parece reportar más problemas que beneficios, aunque es una estructura mental muy común entre la gente. El estudio de Gannon demostró que las personas cuyo pensamiento era del tipo relativista o del tipo dialéctico (las formas más maduras y abiertas de pensar, según la psicóloga) tenían actitudes más positivas hacia la homosexualidad. Otro dato revelador fue que los hombres mostraron mayor negatividad hacia los gays que hacia las lesbianas, mientras que en las mujeres no había un paralelismo, es decir, la negatividad se expresaba de igual forma para gays que para lesbianas.

Ejercicio

Si aún dudas de si eres lesbiana o bisexual, te propongo un pequeño ejercicio. Coge una hoja de papel y un bolígrafo y ponte cómoda. Trata de relajarte. No te ocupará demasiado tiempo. Escribe todo lo que te venga a la cabeza con relación a la palabra lesbiana y/o bisexual. Intenta poner lo primero que se te pase por la imaginación, no te detengas a racionalizar ni a darle demasiadas vueltas, tienes que ser espontánea. Pon cualquier cosa, sea positiva o negativa.

Cuando hayas terminado de escribirlo, descansa un momento y luego léelo. Observa qué cosas positivas y negativas has dicho. ¿Cuántas son buenas? ¿Y malas? Ahora analiza una por una las negativas. ¿Puedes contrastar esas ideas? ¿De dónde proceden? ¿Quién te las ha inculcado? Si logras refutar cada una de ellas y empiezas a sustituirlas por otras positivas, quizá logres desmontar tus creencias erróneas sobre la homosexualidad y la bisexualidad. Si no logras contrastar alguna de las afirmaciones que has puesto, busca en algún libro o llama a algún colectivo donde puedan darte una respuesta. No es conveniente que recurras a una organización homófoba, como ciertos grupos religiosos o conservadores, porque son parciales y sus explicaciones son más irracionales que lógicas.

Por el momento, guarda el papel. No trates de darte una respuesta sobre lo que tú eres o no eres. Ten un poco de paciencia. Y sigue leyendo. Dentro de unos días quizá te sorprenda releer lo que has escrito.