La personalidad del niño se va formando a lo largo de su vida y empieza a hacerlo en el momento del nacimiento. Todo lo que ocurre a su alrededor puede condicionar su carácter y modularlo, si bien es cierto que hay una base, un estilo de reaccionar, que se llama temperamento, que los bebés ya demuestran los primeros días de vida.
La personalidad es una de las características más relevantes a la hora de decidir cuáles van a ser nuestras estrategias educativas. No es lo mismo enfrentarse con un bebé movido que con uno dócil y tranquilo.
Si podemos averiguar cuál es el temperamento del recién nacido, tendremos una valiosa información para trazar nuestra línea educativa. Como ya he dicho, no es lo mismo enfrentarse a un bebé dócil que a uno movido o a un bebé tozudo o a un pequeño explorador.
A menudo creemos que somos los culpables de las reacciones de nuestros hijos, de que no duerman o de que no coman. Además, muchas veces nos debemos enfrentar a comentarios de amigos o familiares del tipo: «No lo estáis educando bien... el nuestro es perfecto.» (¡Sí, seguro...!)
Pero desengañaos, ningún niño reacciona igual ante la misma situación ni la reacción de los padres suele parecerse. Imaginad un recién nacido dormilón, tranquilo, que hagas lo que hagas cae rendido al tocar la almohada. Y ahora visualizad un pequeño llorón, al que le cuesta relajarse y nunca encuentra la posición adecuada para dormirse. Obviamente no es lo mismo enfrentarse a uno que a otro. Con el primero todo es fácil y el segundo acaba por desquiciar al más pintado.
Ante la constatación de múltiples diferencias entre los recién nacidos, es básico poder identificarlos para saber cómo hemos de reaccionar ante sus primeras conductas. Durante los primeros meses de vida se muestran los rasgos y tendencias temperamentales de forma más clara. Hasta los tres años de vida, éstas se mantienen bastante estables, y es a partir de esta edad cuando empezamos a notar los efectos de la educación.
Para averiguar qué tipo de bebé tenemos sólo hay que observarlos. El tono muscular es su «talón de Aquiles», ya que ayuda a detectar algunos de los rasgos más significativos que van a caracterizar su personalidad.
Los niños muy nerviosos siempre están muy tensos, con el cuerpo rígido, no se amoldan fácilmente a los brazos que los sostienen y, si no quieren estar, se arquean para que los dejes. También suelen tener los puños cerrados, al contrario de los que son tranquilos, que presentan una musculatura más flexible y acostumbran a dormir con las palmas de las manos completamente abiertas.
De todas formas no hay que dejarse llevar por las primeras impresiones. Los niños, igual que los adultos, pueden comportarse de diferentes maneras cuando cambian las circunstancias. Hay niños curiosos y movidos que en cuanto los sacamos de su ambiente no se despegan de nuestras faldas, y otros extrovertidos y locuaces que ante la presencia de desconocidos no abren la boca y parecen tímidos y apocados.
Esta pequeña prueba sirve para conocer las reacciones temperamentales de nuestro hijo y se puede poner en práctica a partir de los quince días de su nacimiento.
Tanto su tonicidad muscular como sus reacciones motrices condicionan su carácter. Por otra parte, sus reacciones no son simples casualidades, sino fruto de la interacción entre su temperamento y sus capacidades físicas.
Para conocerlo, déjalo encima de un espacio amplio y agradable que no sea el suelo; una alfombra de juegos infantiles mullida, una colchoneta o la cama de matrimonio son ideales para este ejercicio. Una vez elegido el lugar, ponlo boca abajo.
Hoy, los recién nacidos suelen dormir boca arriba o de lado y no están acostumbrados a esta posición, así que estar boca abajo es una situación nueva que exige un esfuerzo para ellos. Observa su reacción y comprobarás cuál es su tendencia.
• Nervioso. Se irrita por todo. La nueva posición le sorprende, está incómodo. No consigue levantar la cabeza y restriega la naricita contra la superficie de contacto. Acaba llorando al cabo de cinco minutos, muy enfadado. Este tipo de niño no es demasiado dócil. Aunque tenga un carácter pasivo, no le gustan las sorpresas y le cuesta adaptarse a los cambios. Es bastante llorón, pero sólo da problemas si se le cambian los hábitos y rutinas. Le cuesta un poquito conciliar el sueño y encontrar la postura adecuada, pero una vez se duerme lo hace de un tirón. Le costarán más los cambios de comidas, adaptarse a la cuchara, etcétera. Son bebés poco flexibles, y al cogerlos en brazos ofrecen bastante resistencia a doblarse. Pero no todo son desventajas; aunque son muy tozudos, no es difícil darles la vuelta.
• Equilibrado. Se queja lo justo. Al ponerlo boca abajo, en la nueva posición, se queja un poco, pero en seguida encuentra cierta libertad de movimientos y se tranquiliza intentando darse la vuelta y mirando las cosas desde la nueva perspectiva. Protesta cuando algo no le gusta pero se conforma rápidamente. Se podría decir que es el bebé ideal. Le alteran los ruidos fuertes y suele llorar sólo si tiene hambre. Es muy fácil de contentar.
• Tranquilo. No se altera por nada; podría pasarse el día durmiendo. A la que está tranquilo, te das la vuelta y ya se ha dormido. Es un bebé que casi no da trabajo. Su comportamiento es muy estable y sus reacciones altamente previsibles. Si lo coges te sonríe, y si no le haces caso, se entretiene solo.
• Hipotónico. Su reacción es de pasividad total. Intenta levantar la cabeza, pero, como no lo consigue, acaba recostándose con la cabeza ladeada y se duerme plácidamente. Esta reacción nos muestra un bebé muy dócil y adaptable. Todo le va bien, no se esfuerza demasiado. Es fácil de llevar, se adapta a todo. Le gusta dormir y comer, está casi siempre relajado porque su tono muscular es más bien laxo. Más adelante será necesario estimularlo para que no se duerma en los laureles.
• Hipertónico. No para quieto. Este bebé es muy activo, y suele crecerse en las situaciones nuevas y difíciles. Su tono muscular es muy elevado, lo que le permite convertirse en un pequeño explorador, y ya con quince días es capaz de desplazarse «reptando» de un extremo al otro. Aguanta la cabeza boca abajo perfectamente con sólo un mes de vida. Nunca te lo encuentras en la misma posición en la que lo has dejado y no te puedes despistar ni un minuto. Se podría caer sin que te dieras cuenta, ya que se mueve mucho más de lo normal para su edad. Es un niño aventurero por naturaleza, con mucha iniciativa y una actividad inagotable. Todas sus reacciones son muy intensas y nos dará más de una mala noche. Le cuesta mucho relajarse debido a su elevado tono muscular.
Con los resultados de esta prueba podemos saber, por ejemplo, hasta qué punto puede ser guerrero nuestro hijo y ayudarnos a tomárnoslo con calma. Estos rasgos de carácter incipiente irán persistiendo a lo largo del tiempo y formarán parte de lo que más adelante será su personalidad.
Para interpretar correctamente sus reacciones hemos de tener presente cómo es nuestro hijo. No tiene el mismo significado que un niño generalmente nervioso se ponga a llorar cuando le cambiamos de actividad que lo haga un niño tranquilo. No todos los bebés reaccionan igual frente a los mismos estímulos.
Tampoco hemos de tener en cuenta sólo si la reacción es positiva o negativa, sino que nos hemos de fijar, además, en si ésta es pasiva o activa. La inhibición también se considera una forma de reaccionar y suele ser muy significativa. Sería el extremo opuesto a las reacciones intensas.
La respuesta de inhibición nos remite a una actitud aislada del entorno, carente de iniciativa. Un recién nacido de este tipo sería aquel que, aun sin estar dormido, no se inmuta cuando lo molestamos enfocando su cara con un haz de luz o hacemos un ruido excesivo. Es necesario no pasar por alto este tipo de ausencia de reacciones, ya que aunque estos niños no sean absorbentes y no reclamen su dosis de atención, no significa que no la necesiten. Muy al contrario, seguramente será adecuada una buena estimulación sensorial y afectiva.
La primera vez que sus padres tomaron en brazos a Yago ya sintieron un gran desconcierto por la potencia de su llanto. No es un niño fácil de amamantar, ya que nunca le va bien y también le cuesta dormirse. Así que la experiencia de sus papás podría resumirse de la siguiente manera: «Ser padres es agotador, nos trae locos con sus lloros y no nos deja descansar.»
Por el contrario, los padres de Claudia están encantados con su niña y resumirían de esta manera sus primeros días como padres primerizos: «Es una sensación maravillosa que pensamos repetir.»
Estas dos opiniones tan contrarias podrían chocarle a cualquiera que no se hubiese estrenado en estos lances, ya que parecen hablar de experiencias distintas. Sin embargo, para los niños también ha de ser distinto tener a unos padres u otros.
Yago posiblemente pensaría: «Qué raros son mis papás, están muy nerviosos; parece que no me entienden.» Y Claudia diría algo así: «Qué suerte tengo, me quieren mucho.»
La comunicación entre padres e hijos es muy complicada ya desde que nacen, y van apareciendo nuevos obstáculos a medida que crecen. Si algo nos ha de quedar claro es que el bebé no llora para molestar, es su manera de comunicarse con nosotros. Lo que hay que hacer es aprender a interpretar su llanto y observarlo.
Un buen consejo sería apuntarnos todo lo que nos llama la atención de él y sus reacciones en una libreta especial, igual que lo hacemos con su talla y peso. Nos sorprenderá lo útil que puede sernos en un futuro para ayudarlo en su crecimiento emocional.