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Desde el cuerpo hasta el alma

 

 

Osho,

Jesús dice: «Busca y encontrarás». ¿Existe la búsqueda sin deseo?

 

Jesús se encontraba en una situación poco halagüeña porque conocía todos los secretos de Oriente y estaba introduciendo en la tradición hebrea algo que no había existido hasta entonces; y ese fue su crimen. Las mentes ortodoxas, tradicionales y convencionales, no supieron entenderlo.

Lao Tzu fue más afortunado porque habló a la gente adecuada. Buda tuvo mucha suerte porque pudo decir las cosas de la manera más sutil. En ese sentido, las esperanzas de Jesús eran vanas. Suponía un gran desafío y lo aceptó arriesgando su vida. Pero lo malinterpretaron. Tenía que ser así irremediablemente, no podía ser de otra manera. Si quieres enseñar una nueva verdad tendrás que sufrir, pero ese sufrimiento te reportará una gran alegría pues defiendes la verdad.

Jesús no pudo contar toda la verdad porque habría sido excesivo. Las declaraciones que adjudican a Jesús solo son la mitad de la historia; la otra mitad nunca ha sido contada. Jesús no pudo hacerlo porque estaba rodeado de judíos, y los cristianos llevan aferrándose a esas medias verdades desde hace dos mil años.

Por ejemplo, la siguiente declaración es una verdad a medias: «Busca y encontrarás». Pero la otra mitad, que fue enunciada por Lao Tzu, es mucho más importante; sin ella la primera mitad no solo no tiene sentido, sino que puede resultar peligrosa. Lao Tzu dice: «No busques y encontrarás. No busques y ya lo habrás encontrado». Aunque ambas declaraciones parezcan contradictorias, no lo son.

El principio de la peregrinación comienza con la búsqueda, la indagación, la investigación; no hay otra forma de empezar. A menos que indagues el sentido de la vida y busques la esencia de la existencia no avanzarás nunca, ni siquiera llegarás a dar el primer paso. Por eso la búsqueda tiene que comenzar. Pero si buscas eternamente, si esa búsqueda nunca cesa, te habrás quedado recluido en la mente. Quien busca es la mente.

La búsqueda es un tipo de deseo muy sutil; la indagación del saber también es una ambición. El deseo de querer lograr algo, ya sea dinero, poder, prestigio, meditación, Dios o cualquier otra cosa te dirige al futuro distrayéndote del presente. Y la única realidad que hay es el presente, esa es la única verdad.

Si una persona nunca inicia la búsqueda, permanece en la inconsciencia; pero si sigue buscando eternamente, enloquecerá. La búsqueda debe tener un principio para que puedas estar un poco más alerta, vigilante, despierto, ser más observador. Y después tienes que abandonarla para poder permanecer en silencio y para que la mente desaparezca; de ese modo el futuro se disipará y simplemente estarás aquí y ahora, sin buscar ni investigar. En esa quietud de la no-búsqueda es donde hallarás la verdad.

Lao Tzu estaba en lo cierto cuando dijo: «Si buscas te perderás. No busques y encontrarás inmediatamente». Pero esta manifestación es la segunda parte del viaje. Jesús hablaba para los principiantes; era como un maestro de primaria. Lao Tzu habla a los adeptos, a los que llevan mucho camino recorrido; habla a los iniciados. Habla a la gente que puede comprender la felicidad de no buscar, de la quietud, de la tranquilidad, de la calma de simplemente ser, sin ambiciones, sin deseos, sin futuro, sin tiempo, sin mente.

La declaración de Jesús es una mitad de la verdad, la primera mitad. Está bien para quienes aún no hayan empezado a caminar. Pero para quienes ya están en el camino y empiezan a darse cuenta de la inutilidad de la búsqueda no es solo insignificante, sino que puede ser peligrosa.

La verdad está en tu interior y la búsqueda significa salir afuera, ir a otro sitio, dejar tu casa. Cuando dejas de buscar volverás a casa de forma natural, espontánea, y te asentarás en el mismo centro de tu ser.

También preguntas: «¿Existe la búsqueda sin deseo?». No. Toda búsqueda es la manifestación de un deseo, aunque haya algo semejante a un estado de conciencia que podría llamarse de no-búsqueda, no-exploración, un estado de quietud absoluta. Y en esa quietud absoluta se halla el samadhi. La realización está en esa absoluta tranquilidad.

Hay alguien que ha hecho una pregunta muy parecida: «Desde hace muchos años me he preguntado cuál es la diferencia entre la espiritualidad y la religiosidad. Hasta ahora no he dado con ninguna respuesta. ¿Podrías decirme cuál es?».

La declaración de Jesús: «Busca y encontrarás, pide y recibirás, llama y las puertas se abrirán para ti» emana religiosidad. La declaración de Lao Tzu: «No busques e inmediatamente encontrarás». O lo que Rabiya al-Adabiya declaró a Hassan...

 

Hassan era un buscador sufí; Rabiya era una maestra sufí. Todos los días, Rabiya salía a la calle y veía a Hassan arrodillado frente a la mezquita, rezándole a Dios con los brazos levantados:

—Dios mío, ¿cuántas veces te lo he pedido? ¡Ábreme las puertas para que pueda entrar!

Rabiya había oído esta oración muchas veces. Un día, se acercó a Hassan y, sacudiéndolo para sacarlo de su absorción, le dijo:

—Déjate de tonterías. ¡Las puertas siempre están abiertas! ¿Por qué no entras?

Esto fue una gran revelación para Hassan. De repente se dio cuenta de lo que había estado pidiendo: «¡Señor, ábreme las puertas para que pueda entrar!». Y Rabiya le estaba diciendo: «Las puertas siempre están abiertas, Dios nunca las ha cerrado. Si quieres entrar, hazlo, pero deja de repetir esa estúpida oración una y otra vez. ¡No pierdas el tiempo y no se lo hagas perder a él! Si quieres entrar, hazlo; de lo contrario, ¡vete a casa! ¡No quiero volver a verte aquí frente a la mezquita!».

Hassan estaba confuso, desconcertado. Pero era el momento adecuado, porque cuando alguien como Rabiya dice algo, siempre es el momento adecuado..., el momento en que la persona puede entenderlo. Y él lo entendió. Obedeció a Rabiya, se postró a sus pies dándoles las gracias, y dijo:

—Tienes razón. Estaba haciendo el tonto. ¡He desperdiciado mi vida!

—¡Cállate! —exclamó Rabiya—. Deja de decir tonterías. No la has desperdiciado. Si no hubieses estado rezando todos estos años, no me habrías entendido. Te ha servido. No le ha servido a Dios para abrirte las puertas, porque ya estaban abiertas, pero te ha servido a ti para entender que las puertas siempre han estado abiertas para poder pasar. En esta ciudad no puedo decírselo a nadie más, solo tú estabas preparado para oírlo. La primavera ha llegado solo para ti, y por eso ha nacido la flor.

 

La religiosidad es la circunferencia y la espiritualidad, el centro. La religiosidad tiene algo de espiritualidad, pero solo un poco, un vago halo, como el reflejo de la luna llena en el lago en una noche estrellada. La espiritualidad es lo auténtico; la religiosidad solo es una consecuencia.

Uno de los mayores infortunios de la humanidad es que le hayan dicho que tiene que ser religiosa y no espiritual. De ese modo empiezan a decorar la circunferencia, a cultivar el carácter. El carácter es tu circunferencia. Aunque maquilles la circunferencia, el centro no cambiará. Pero si cambias el centro, la circunferencia se transformará inmediatamente.

Cambiar el centro... eso es la espiritualidad. La espiritualidad es una revolución interna. Sin duda afecta a tu comportamiento, pero solo de forma colateral. Afecta porque estás más alerta, más despierto, y naturalmente tu acción cambia; tu comportamiento tiene una nueva cualidad, un sabor distinto, otra belleza. Pero no ocurre en sentido contrario. Cuando tu cuerpo está sano, tienes los labios rojos, pero también estarán rojos si te los maquillas con carmín..., pero serán horribles. Una mujer con los labios pintados está horrorosa. ¡A veces me pregunto a quién pretende engañar! Su rostro expresa otra cosa, todo su cuerpo expresa otra cosa, pero los labios están muy rojos —de un tono que no es natural—, están maquillados. ¡Y hay insensatos que desean besar esos labios!

No me lo puedo creer. Si has probado el sabor del carmín, sabrás a qué me refiero cuando digo que no me lo puedo creer. ¡Una capa de carmín encima de otras muchas capas viejas y cuarteadas!

La gente que lleva el rostro maquillado, lleva una máscara. Y estos son los que llamáis religiosos. Los cristianos, hindúes, musulmanes, jainistas son religiosos. Buda, Jesús, Zaratustra, Krishna o Lao Tzu son personas espirituales.

La espiritualidad forma parte de la esencia de tu ser, y la religiosidad solo pertenece a la capa externa: las acciones, el comportamiento, la moralidad. La religiosidad es una formalidad; ir a misa todos los domingos es una cuestión social. La iglesia es sencillamente otro club más, y los hay de muchos tipos. La iglesia es un club con pretensiones religiosas.

Una persona espiritual no forma parte de ningún credo, de ningún dogma. No pertenece a ninguna iglesia, ya sea hindú, cristiana o musulmana... Es imposible pertenecer a ninguna. La espiritualidad solo es una, aunque haya muchas religiones.

Aquí yo estoy defendiendo la transformación interior. No predico una religión, sino la espiritualidad.

Entiendo que hayas sido incapaz de encontrar una respuesta. Seguramente habrás estado preguntándoselo a las personas religiosas, a los cristianos, los obispos, los papas, los sacerdotes y los rabinos. Y ellos te contestan porque en teoría deberían saberlo. Pero no saben nada; solo es una suposición.

 

—Rabino —preguntó el pequeño Raúl un día—, ¿por qué los carreteros siempre tienen una barba blanca, roja o negra, pero nunca es verde?

—Tendré que meditar sobre ello —respondió el rabino.

—Rabino —volvió a preguntar Raúl—, ¿por qué atas el caballo al carro por la cola y no por la cabeza?

—Lo pensaré —respondió el rabino.

Al día siguiente, el rabino vio al pequeño Raúl.

—He encontrado la respuesta a tus dos preguntas —le dijo—. Si la barba del carretero fuese verde y atase el caballo mirando hacia el carro, ¡el caballo pensaría que es hierba y se la comería!

 

Se supone que los rabinos, los sacerdotes y los papas lo saben todo. Siempre tendrán una respuesta. Para cualquier pregunta que les hagas, sea racional o irracional, tenga sentido o no. Su trabajo consiste en responder toda clase de preguntas estúpidas.

Seguramente habrás estado preguntándoles a estas personas, y ese es el motivo por el que no has obtenido ninguna respuesta. Porque no la tienen. Solo puede darte una respuesta alguien como Jesús, Buda, Kabir o Nanak, alguien que conozca la vida en su fuero interno, alguien que haya conocido la eternidad en su interior.

La espiritualidad forma parte de lo eterno, y la religión forma parte de lo transitorio. La religión pertenece al comportamiento de las personas. En realidad, esto es lo que Pavlov, Skinner, Delgado y otros denominan comportamiento condicionado. Cuando un niño recibe una educación cristiana, lo condicionan en un sentido para que se convierta al cristianismo. Si recibe una educación hinduista tendrá otro condicionamiento, y se convertirá al hinduismo. Su condicionamiento es una cárcel; siempre será hinduista. Pensará como un hinduista o como un cristiano el resto de su vida. Pero estos pensamientos no son los suyos propios, le han sido inculcados por los poderes establecidos, por el Estado, por la Iglesia. Y lo hacen porque tienen unos intereses determinados: quieren dominarte. La mejor forma de dominar a alguien es creando desde el principio un condicionamiento tan profundo que empiezas a creer que eres ese condicionamiento.

No eres cristiano, ni hindú, ni musulmán. Has nacido como un ser espiritual y luego te conviertes en víctima de tus padres, de tus profesores, de los sacerdotes. Y, por supuesto, esos padres, profesores y sacerdotes te dicen: «Respeta a tus padres, respeta a tus profesores, respeta a los sacerdotes». Si no lo haces, irás al infierno; pero si los respetas, tendrás acceso a todos los placeres del cielo. Se trata de una simple estrategia psicológica para inculcarte el miedo y volverte más ambicioso. La gente se rige por estos dos sentimientos: el miedo y la ambición. Una persona espiritual está libre de ambos.

Justamente hace unos días hablaba de un amigo que hace un mes quería tomar sannyas, Ajai Krishna Lakanpal, aunque luego me escribiera diciendo: «Hoy estoy dispuesto a tomar sannyas si tú me lo pides; de lo contrario, me encantaría hacerlo el veinticinco de octubre, porque es el día de mi cumpleaños. Me gustaría preguntárselo a mi madre. Sé que accederá, que no me lo impedirá».

«De acuerdo —le dije—, pregúntaselo a tu madre.» Y la madre no se ha opuesto, le ha permitido tomar sannyas. Por supuesto ella dijo: «No me hace muy feliz, pero si eso es lo que tú deseas, hazlo».

Pero ahora vuelve a escribirme diciendo: «Mi madre no está muy convencida, y he decidido no tomar sannyas». Primero necesitaba el permiso de su madre; y ahora que lo tiene, a su madre no le hace mucha ilusión.

Hace varios días, cuando lo discutí con él, se enfadó mucho y me mandó una carta muy disgustado. Conviene tener en cuenta algunas de las cuestiones que ha mencionado, porque son una muestra de cómo se condiciona a alguien. Lo primero que le sentó mal es que le dijera que tenía cuarenta y cinco años. Le sentó mal porque solo tiene treinta y seis. Pero ¿cambia algo si son cuarenta y cinco o treinta y seis? Lo que provoca su enfado es otra cosa; se trata de una excusa para buscarme alguna falta.

Me habían informado mal pero ahora lo estoy diciendo bien. Ajai Krishna, no tienes cuarenta y cinco años, tienes veintisiete. Cuarenta y cinco más veintisiete dividido entre dos son treinta y seis, ¡treinta y seis exactos!

Pero sigue justificándose, diciendo: «Kamu Baba, mi antiguo maestro, me dijo que no hay que herir nunca los sentimientos de los padres porque, si lo haces, ningún maestro podrá ayudarte». Es verdad. Pero ¿estás seguro, Ajai Krishna, de no estar hiriendo los sentimientos de tus padres?

Él mismo dice en su carta: «Mi padre murió y me siento culpable por ser un alcohólico y no haberle hecho caso. He seguido bebiendo demasiado, y él murió. Ahora me siento culpable de no haber cumplido sus expectativas».

¿Y entonces no te acordaste de la declaración de Kamu Baba? ¿Acaso crees que a tu madre le gusta tu alcoholismo? ¿No estás haciéndole daño a tu madre por beber demasiado? Pero no quiere abordar esta cuestión. Su padre ha muerto, el hijo se siente culpable aunque siga bebiendo, e incluso más, para no sentirse culpable. La madre es una anciana, tiene sesenta y ocho años, o quizá setenta y ocho, ¡porque es mi secretaria quien me informa de esto! ¿Y tu madre está muy satisfecha con tu alcoholismo? ¿No le estás haciendo daño? ¿Acaso piensas que si le haces daño a tu madre el alcohol te va a ayudar? Un maestro no te puede ayudar, es verdad; es probable que Kamu Baba tenga razón. ¿Y el alcohol te ayudará?

Y no solo eso, sino que menciona incluso el Corán: «El Corán dice que no hay que hacerles daño a los padres. Rendirse a los padres, estar a sus pies es estar en el paraíso». Ajai Krishna, ¿dice el Corán que tengas que beber todo lo que puedas? El Corán también dice que irás al infierno si bebes. Solo escoges la parte del Corán que te viene bien para lo que tú quieres hacer.

También menciona las escrituras hebreas en relación al respeto hacia los padres. Pero todas las religiones están en contra del alcohol. Si realmente respetas a tu madre, demuéstraselo: deja de beber. Si realmente quieres verla feliz, deja de beber. Esa será la prueba; todo lo demás son juegos de palabras, justificaciones. No te importa Kamu Baba, ni te importa tu padre, ni te importa tu madre. Lo único que te importa es tu miedo al sannyas.

Y lo último que dice en su carta es: «No es verdad que tenga miedo al sannyas. Solo lo hago porque siento compasión por mi madre». ¿Y te compadeces mucho de tu madre siendo un alcohólico?

Las religiones de todas las épocas te han enseñado a respetar a los padres. ¿Por qué? ¿Por qué te enseñan eso? Es un mecanismo sutil para aprovecharse de ti. Heredas la religión de tus padres y si te enfrentas a ella, se sentirán dolidos.

Si un hinduista declara: «Solo soy un ser humano, ya no soy hinduista», sus padres se sentirán apesadumbrados. Los padres no pueden estar equivocados; también te han enseñado a respetarles y a creer en todo lo que ellos dicen. ¡Como si tus padres estuviesen iluminados! ¡Como si tus padres supiesen lo que hacen! Sus padres hicieron lo mismo con ellos, y ellos lo hacen contigo, y tú lo harás con tus hijos. Y así es como se van transmitiendo las enfermedades de generación en generación.

Pero, claro, el sacerdote te dirá: «Respeta a tus padres»; porque es una conspiración, una conspiración para mantenerte amarrado.

Ser uno de mis sannyasin es ser un rebelde. No te estoy pidiendo que hieras los sentimientos de tus padres; te estoy pidiendo que seas tú mismo. Que seas tú mismo con amor y con respeto. No tienes por qué empeñarte en herir a tus padres, pero si no te permiten ser tú mismo, ellos son los culpables. Si se sienten dolidos, es su culpa, no la tuya. No les hagas daño, pero tampoco te lo hagas a ti mismo, porque en primer lugar eres responsable contigo mismo; todo lo demás es secundario.

Pero la mente del hombre es muy astuta. Oculta su cobardía bajo una bonita palabra: «compasión»; y así lo justifica todo.

Todas vuestras religiones sirven para justificar el miedo y la ambición. Es una conspiración contra ti de todos los poderes establecidos, de las personas que te gobiernan desde un punto de vista político, religioso, filosófico y en cualquier ámbito, de todas esas personas que han reducido a la humanidad a un gran campo de concentración.

Probablemente les hayas preguntado: «¿Cuál es la diferencia entre la espiritualidad y la religión?». Y no te habrán respondido porque ellos mismos no lo saben.

La espiritualidad es una rebelión; la religiosidad es una ortodoxia. La espiritualidad es individualidad; la religiosidad equivale a seguir formando parte de la psicología de las masas. La religiosidad te convierte en un cordero, la espiritualidad es el rugido de un león.

 

 

Osho,

Me han contado que tus sannyasins celebran la muerte.

 

Lo que te han contado es cierto. Mis sannyasins lo celebran todo. La base de mi sannyas es la celebración; no el renunciamiento sino el júbilo. Es celebrar la belleza, la alegría y todo lo que te ofrece la vida, porque la vida es un regalo de la existencia.

Las viejas religiones te enseñan a renunciar a la vida. Van en contra de la vida; tienen un enfoque pesimista. Van en contra de la vida y de todas sus alegrías. Para mí, vida y Dios son sinónimos. De hecho, el término «vida» me gusta más que «Dios», porque Dios solo es un término filosófico, mientras que la vida es real, es existencial. El término «Dios» solo está en los libros sagrados; es una palabra, simplemente una palabra. La vida está dentro y fuera de ti, en los árboles, en las nubes, en las estrellas. Toda la existencia es una danza de la vida.

Yo te enseño a amar la vida.

Yo te enseño el arte de vivir la vida con plenitud, emborrachándote de lo divino a través de la vida. No soy un escapista. Las viejas religiones os han enseñado el escapismo; en cierto sentido son muy hip,1 están a la moda. Hay que entender el significado de la palabra «hippie». Significa alguien que huye de la lucha vital, ¡alguien que enseña las caderas...! ¡Vuestras viejas religiones son hippies! Han mostrado las caderas. No pudieron aceptar los desafíos de la vida, no pudieron oponerse y hacerle frente a la vida. Han sido cobardes; y se han refugiado en las montañas y en los monasterios.

Pero aunque te recluyas en las montañas y en los monasterios, ¿cómo puedes huir de ti mismo? Tú formas parte de la vida. La vida está latiendo en tu sangre. La vida respira dentro de ti. La vida es tu propio ser. ¿Dónde puedes esconderte? Considerados en su justa medida, todos esos esfuerzos por huir son suicidas. Vuestros frailes y vuestras monjas, vuestros mahatmas y supuestos santos son suicidas; se han ido suicidando paulatinamente. Y no solo son suicidas, también cobardes..., porque no han sido capaces de suicidarse con un disparo. Lo hacen de forma gradual, a plazos, poco a poco, van muriendo lentamente. Y todas estas personas enfermas, nocivas, perturbadas son las que hemos reverenciado. Estaban contra Dios porque estaban contra la vida.

Yo estoy completamente enamorado de la vida, por ese motivo os enseño a celebrar. Debemos celebrarlo todo, debemos vivirlo todo, amarlo todo. Para mí no hay nada mundano ni sagrado. Todo es sagrado, desde el peldaño más bajo de la escalera hasta el más alto. Es una misma escalera que va desde el cuerpo hasta el alma, de lo físico a lo espiritual, del sexo al samadhi; todo es divino.

 

Uno de mis sannyasins más antiguos le comentó a un actor que estaba representando a Hamlet que él también había representado ese papel.

—¿Y cómo interpretaste el papel? —le preguntó el actor—. ¿Crees que Hamlet realmente hizo el amor con Ofelia?

—No sé qué haría Hamlet —le contestó el sannyasin—, pero te aseguro que ¡yo sí lo hice!

 

La celebración tiene que ser total y solo así podrás ser rico de forma multidimensional. Esto es lo único que podemos ofrecerle a la existencia.

Si existe Dios y un día tuvieses que rendirle cuentas, solo te haría una pregunta: «¿Has vivido tu vida con totalidad?». Porque has recibido esta oportunidad para vivirla, no para renunciar a ella.

Mis sannyasins también celebran la muerte porque la muerte para mí no es el final de la vida sino un in crescendo; es la culminación de la vida. Es lo esencial de la vida. Si has vivido tu vida correctamente, si la has vivido con totalidad, en cada momento, si le has sacado todo el jugo, entonces tu muerte será un orgasmo absoluto.

Un orgasmo sexual no es comparable al orgasmo de la muerte. ¿Qué ocurre en un orgasmo sexual? Por un instante te olvidas de que eres el cuerpo, por un instante los amantes se funden en uno solo, forman una misma unidad orgánica. Por un instante dejan de ser dos entidades separadas; se funden el uno con el otro como dos nubes que se convierten en una sola.

Pero solo dura un instante y luego vuelven a separarse. Es por eso que todos los orgasmos sexuales provocan un estado similar a una depresión, porque caes desde las alturas. Alcanzas una cumbre y por un pequeño instante permaneces allí, pero luego esa cumbre se disipa. Y al caer desde tan alto, te sumerges en las profundidades de la depresión.

Esta es una de las contradicciones de las relaciones sexuales, porque te ofrecen el mayor placer pero también te producen el sufrimiento más atroz. Te dan el éxtasis y la agonía. Y cada vez que alcanzas un estado orgásmico, sabes que pronto desaparecerá. Se produce una desilusión, un desengaño.

Sin embargo, la muerte te provoca una alegría orgásmica absoluta: dejar tu cuerpo para unirte a la totalidad. Es inconmensurable. Si ser uno con una persona te causa tanto gozo, imagínate la alegría que puede producirte el ser uno con el infinito. Pero esto no le sucede a todo el mundo, porque si no has vivido correctamente, tampoco morirás correctamente. Las personas que han vivido inconscientemente morirán inconscientemente. La muerte solo te dará lo que has vivido durante tu vida; es la esencia de toda tu vida.

Si has llevado una vida meditativa, consciente, observadora, también podrás testimoniar la muerte. Si durante tu vida no te han afectado las situaciones, si te has mantenido centrado, la muerte será el último reto, la última prueba. Y si puedes mantenerte centrado, tranquilo, sin que te afecte y observando lo que ocurre, entonces tu muerte no será inconsciente, tu muerte te llevará a la cima de la consciencia. Y, por supuesto, es motivo de celebración.

Cuando muere uno de mis sannyasins lo celebramos bailando y cantando. Le brindamos una buena despedida.

 

Un enano murió y su mujer se quedó viuda. Los amigos fueron a dar el pésame a la viuda y subieron al velatorio en una de las habitaciones del primer piso de la casa. Al bajar uno de sus amigos, la viuda le preguntó si había cerrado la puerta donde se encontraba el cadáver.

—No —respondió el amigo—, no creo que sea necesario.

—Entonces tendré que subir a cerrarla —contestó la viuda—. El gato ya lo ha bajado por la escalera un par de veces. Es un gato neo-sannyasin, y ¡quiere celebrar la ocasión!

 

Jaimito se va de cámping con sus padres. Al anochecer, y después de haber hecho muchas cosas, se disponen a dormir.

—Mamá, no me puedo dormir —exclama Jaimito—. ¡Hay una hormiga muerta encima de mi tripa!

—Calla, Jaimito —dice su madre—, sé bueno y duérmete, no pasa nada.

Al cabo de unos minutos se vuelve a oír la voz de Jaimito.

—Mamá, mamá, no me puedo dormir, ¡hay una hormiga muerta encima de mi tripa!

—Jaimito —lo regaña su madre—, ya está bien. ¡No me digas que no puedes dormir porque tienes encima una hormiga muerta!

—En realidad —exclama Jaimito—, ¡no es por culpa de la hormiga, sino de todos sus amigos sannyasins vestidos de naranja que han venido a celebrar su muerte!

 

Sí, mis sannyasins celebran la muerte porque saben celebrar la vida. Y la vida no está enfrentada a la muerte; no es el final de la vida sino la maravillosa culminación de la vida. La vida continúa incluso después de la muerte. Estaba antes de nacer, y seguirá después de la muerte. La vida no está limitada a un pequeño espacio entre la vida y la muerte, sino al contrario: los nacimientos y las muertes son pequeños episodios en la eternidad de la vida.

Lo celebramos todo. La celebración es nuestra forma de recibir los regalos de la existencia. La vida es un regalo, la muerte es un regalo, el alma es un regalo. Lo celebramos todo. Amamos el cuerpo y amamos el alma. Somos espirituales materialistas. Esto es algo que no ha ocurrido con anterioridad. Es un experimento nuevo, un nuevo comienzo, y tiene mucho futuro.

En el pasado ha habido materialistas que negaban el alma, y ha habido personas espirituales que negaban el cuerpo. Ambos estaban de acuerdo en un punto: que solo se podía admitir la existencia de uno de los dos, ya fuera el cuerpo o el alma. Eran excluyentes. No estaban dispuestos a aceptar la totalidad tal como es; tenían que escoger.

Mis sannyasins viven en una consciencia sin elección. No elegimos; aceptamos lo que venga. Los materialistas —los charvakas de la India y los epicúreos de Grecia— negaban el alma. «El alma no existe», afirmaban. «El alma solo es una suposición. El alma es una ilusión.» Y algunas personas espirituales —Shankaracharya en la India y Berkeley en Europa— decían que la materia es una ilusión, el maya. En realidad, el cuerpo no existe. Es tu imaginación quien lo crea. Es un sueño y está hecho de la misma sustancia que los sueños; tú eres el alma. Pero ambas concuerdan en un punto: no aceptan la realidad tal como es y te obligan a elegir.

Es como si un electricista escogiese el polo positivo y otro escogiese el polo negativo, y ambos negasen el polo contrario. Entonces la electricidad no existiría, no habría luz en el mundo.

Y es precisamente lo que ha ocurrido; las personas espirituales no han podido transformar el mundo y los materialistas han fracasado también porque en el mundo se dan los polos opuestos. Si no hubiese polaridades el mundo no existiría. El día es tan necesario como la noche; el cuerpo es tan necesario como el alma; el mundo es tan necesario como la divinidad. No puede haber una circunferencia sin centro, y no puede haber un centro sin una circunferencia. Es un hecho.

Mi sannyas es la aceptación de lo que hay. No elegimos. ¿Quiénes somos nosotros para elegir? ¿Puede nuestra elección cambiar algo? Puedes elegir lo que quieras, pero lo que no te guste seguirá existiendo. No va a desaparecer simplemente porque no lo hayas elegido. Y te quedarás a medias, te quedarás cojo por el hecho de no haberlo elegido.

Oriente se ha quedado cojo debido a la espiritualidad. Ha permanecido pobre, sin ciencia, sin tecnología, sin industria. Se ha quedado atrasado, perezoso, aletargado; ha perdido toda la ilusión por la existencia porque dice: «Todo es un sueño, ¿para qué molestarnos?». Hay hambre, enfermedad y pobreza, pero dice: «Todo es una ilusión. Estás soñando que eres pobre, pero en realidad no lo eres. Estás soñando que estás famélico, pero en realidad no es así».

Occidente se ha decantado por el materialismo y posee mucha tecnología, casas maravillosas, mejores carreteras, mejores coches, mejores aviones, pero el hombre está vacío y su vida no tiene sentido. Sin la espiritualidad no hay un centro; el hombre se desintegra. El hombre occidental es una mitad y el oriental es la otra mitad.

Mi propósito es crear un hombre completo. Para mí, el único hombre santo es el hombre completo. Oriente y Occidente tienen que confluir, tienen que ser complementarios y no antagonistas. Esto solo es posible si cambiamos el trasfondo filosófico. Por eso la filosofía que os enseño es contradictoria, por eso llamo a mi filosofía materialismo espiritual.

Quiero que seáis al mismo tiempo materialistas y espirituales, de una forma equilibrada. Me gustaría que la sociedad contase con todos los adelantos, todos los lujos y las comodidades que pueden proporcionarnos la ciencia y la tecnología, pero también me gustaría que la gente tuviese mucha conciencia para poder disfrutar de todo lo que la ciencia puede ofrecer. Me gustaría que todo el mundo fuese un buda, y al mismo tiempo quiero que el mundo se vuelva cada vez más confortable, más amigable, más bonito.

Podemos transformar el mundo en un paraíso, pero tendremos que dejar de elegir. Hay que aceptar la totalidad simplemente como es, con todas sus contradicciones. Esas contradicciones son el resultado de nuestra obsesión racional; de lo contrario serían complementarias. La vida y la muerte... ambas cosas son maravillosas.

 

 

Osho,

¿Qué significa que una mujer diga que teme a un hombre?

 

Si me hubieses preguntado qué significa que un hombre diga que teme a una mujer, te habría contestado con mucha precisión. Pero has hecho una pregunta casi imposible de contestar. Es muy difícil saber lo que quiere decir una mujer cuando afirma que teme a un hombre... ¡Cuando las mujeres dicen una cosa quieren decir lo contrario! Es posible que solo quiera que te sientas cómodo: «No te preocupes, yo también te temo». ¡Se habrá dado cuenta de que estás temblando! Debe de haber percibido tu miedo.

Todos los hombres temen a las mujeres, es inevitable. Desde el primer momento están en manos de una mujer, su madre, y el miedo surge en esa primera etapa. La primera impresión que tienes de una mujer proviene de tu madre, y esta te producía mucho miedo. Y luego te has dado cuenta de que no eras el único, porque tu padre también la temía. Fuera de casa este se comportaba como un león, ¡pero en casa se convertía en un perrito faldero!

Esto es lo que has aprendido. Los niños son muy perceptivos; se dan cuenta de todo lo que sucede. Entienden perfectamente quién manda en la casa. Temen a su madre, y su padre también la teme, todo el mundo la teme; por lo que, de forma natural, empiezan a acostumbrarse al miedo.

Un hombre es capaz de resolver cualquier problema intelectualmente. Pero teme a la mujer porque esta resuelve sus problemas de manera muy intuitiva, muy instintiva. Las mujeres no son intelectuales; son inteligentes, por supuesto, pero no intelectuales. La inteligencia del hombre es distinta a la de la mujer. La inteligencia del hombre proviene de la esencia de su intelecto, y la inteligencia de la mujer surge de su intuición. No convergen, es imposible. Son polos opuestos. Por eso se sienten atraídos el uno por el otro. Entre ellos hay algo misterioso porque no se entienden, y el misterio resulta muy atractivo.

 

Consternado, un hombre mira tristemente la vía por la que el tren acaba de partir.

—Si no hubieses tardado tanto en arreglarte, no lo habríamos perdido —le dice a su mujer en un tono acusatorio.

—Sí —responde ella—, y si no me hubieses metido tanta prisa, ahora no tendríamos que estar esperando el siguiente tren durante tanto tiempo.

 

—¿Se supone que esto es arte? ¿Cómo se les ha ocurrido colgar ese cuadro aquí? —le pregunta una mujer a otra en una galería de arte.

—A lo mejor no pudieron encontrar un albañil —contesta la otra.

 

Una rubia despampanante está rellenando una solicitud de empleo.

El director de personal ojea la solicitud.

—Señorita —dice—, en el apartado «Experiencia» ha puesto «¡Madre mía!»; ¿podría ser un poco más específica?

 

Una chica de un burdel del barrio rojo anunció un día a la madame que lo dejaba.

—No puedes hacerme esto —protestó la madame—, eres la mejor chica que tengo. Te he visto subir más de treinta veces en una noche.

—Tiene razón —asintió la chica—. Por eso lo dejo. ¡Los pies me están matando por culpa de esa maldita escalera!

 

Me cuesta mucho responder a tu pregunta. Es mejor que le preguntes a tu mujer.

 

El cartero estaba a punto de jubilarse y su último día, como de costumbre, le llevó el correo a una vecina que lo invitó a tomar un fabuloso desayuno.

Cuando había terminado y estaba a punto de marcharse, ella lo atrajo hacia su dormitorio donde hicieron el amor durante una hora. Y cuando estaba a punto de marcharse, le tendió un sobre en el que había un billete de un dólar.

Abrumado, el cartero le dijo finalmente:

—Mire, llevo veinte años trayéndole el correo y jamás me ha ofrecido ni una mísera taza de café. ¿A qué se debe esto?

—Bueno —contestó—, cuando le he contado a mi marido que hoy se jubilaba, me ha dicho, «¡Joder! ¡Dale un dólar...!», y lo del desayuno ha sido idea mía.