Introducción

Emilia Niyu, mi hija mayor de 12 años, me preguntó recientemente: “Papá, ¿qué significa ser feliz?”. Me sorprendió que una niña de su edad hiciera preguntas tan complejas y sentí que debía escoger cuidadosamente mis palabras, pues mi respuesta podría marcar la vida de Emilia para siempre. Después de respirar profundamente, le respondí: “Ser feliz es ser libre. Si eres libre —continué—, podrás estudiar lo que te guste y no lo que alguien te imponga; te dedicarás a lo que te apasiona y no a lo que la vida te empuje; escogerás como compañero al hombre que realmente amas; educarás a tus hijos con tus propios valores; es decir, conducirás tu vida con tus propias decisiones, pues lo más importante de las decisiones no es necesariamente que sean buenas o malas, sino que sean tuyas. Así no serás esclava ni prisionera de nada ni de nadie”.

Como era de esperarse, mi respuesta condujo inmediatamente a otra pregunta: “Papá, si ser feliz es ser libre, ¿qué es una persona libre?”. “Una persona libre es aquella que desarrolla sus talentos”, añadí. En efecto, cuando una persona expande sus talentos absorbe conocimiento, construye capacidades y adopta comportamientos que la convierten no solo en un mejor trabajador, profesional o emprendedor, sino sobre todo en un mejor padre o madre, hijo o hija, y en un ciudadano o ciudadana más respetuoso y consciente. Al desarrollar sus talentos, los individuos sacan lo mejor de sí, expanden su humanidad. Por eso, buscar la felicidad significa liberar nuestras mentes.

Los países son como las personas. El Perú, nuestro amado país, no es feliz porque no es libre. Hace doscientos años nos independizamos políticamente de España y en ese mismo tiempo hemos sido incapaces de independizarnos económicamente. Desde que nacimos como República, nuestro progreso ha dependido más del guano, el salitre, el caucho, el petróleo y los minerales, y mucho menos de nuestro propio conocimiento. Hemos sido y seguimos siendo prisioneros de un tipo de progreso que no está bajo nuestro control. Esa falta de libertad nos impide perseguir nuestros sueños, lograr un país integrado con oportunidades para todos, donde el progreso no dependa de los privilegios sino de los méritos y donde todos seamos respetados como ciudadanos plenos. El día en que el Perú se levante del “banco de oro” iniciaremos la búsqueda de nuestra felicidad plena.

La evidencia demuestra que los países con más recursos naturales han progresado menos, y viceversa. La explicación es que, desde hace varias décadas (y también será así en el futuro), el talento, y no las materias primas, alimenta el progreso rápido, justo y sostenible. Esto se debe a la revolución digital y la rápida acumulación del conocimiento en todas las áreas del quehacer humano. El Perú ha invertido mucho en minas; hoy es tiempo que también invierta en las mentes. Así como hemos extraído las riquezas de nuestro suelo, si queremos progresar, hoy es momento de extraer riquezas de los talentos de los peruanos.

El modelo de progreso anticuado y obsoleto, basado casi exclusivamente en la gran inversión y la extracción de recursos naturales, ha creado muchos privilegios en una muy minoritaria pero poderosa fracción de la población que se resiste al cambio por temor a perder sus prerrogativas. Estas islas de poder tienen al Perú de rehén y le impiden liberarse para avanzar hacia la prosperidad con oportunidades y derechos para todos. Nuestra política ha sido secuestrada por los políticos tradicionales de siempre —“las mismas caras y los mismos apellidos”—, relacionados muchas veces con actos de corrupción y actividades ilegales. Nuestras instituciones, como el Congreso y el Poder Judicial, han sido tomadas por lobbies, intereses particulares y mafias que atentan contra la dignidad de los funcionarios públicos honestos; nuestra vida cotidiana está colmada de ejemplos de los abusos de los monopolios y oligopolios que atentan contra el bienestar y la libertad de los ciudadanos.

Los peruanos debemos recuperar nuestro país y tenemos la oportunidad de hacerlo. Hoy ha surgido un nuevo peruano, que sale adelante “desde abajo hacia arriba”, no gracias al Estado sino a pesar de él; optimista, que cree en sí mismo, que anhela un país donde el éxito dependa de los esfuerzos y no de las argollas; y que clama por una sociedad que nos ponga la cancha plana a todos, con los mismos derechos y responsabilidades. Esos nuevos peruanos somos hoy la mayoría, y está en nuestras manos cambiar el estado de la situación si apostamos por una propuesta política que nos represente.

La principal razón por la que escribí este libro es justamente esa: ofrecer a todos los peruanos la visión de país y los principios de una nueva propuesta política: “Nuestro propio camino”, que rompe con los planteamientos tradicionales y plantea un enfoque de progreso que corresponde con las actuales necesidades de los peruanos y con el nuevo y cambiante contexto mundial. El mensaje político es claro: necesitamos un Estado que dé oportunidades e integre a los peruanos a través de la inversión masiva en los talentos de las personas.

Varias de las ideas que expongo en las siguientes paginas son parte del nuevo y deslumbrante conocimiento que historiadores, antropólogos, economistas y científicos sociales de todo el mundo vienen discutiendo desde hace años, para facilitar la transición de las naciones hacia una nueva concepción de desarrollo. Por lo tanto, la novedad de este libro —y de la propuesta política del Partido Morado— consiste en recoger y reinterpretar estas ideas de vanguardia y plasmarlas en una propuesta política clara y viable para el Perú.

Escribir este libro también me da la oportunidad de compartir pasajes de mi historia familiar y personal, aún desconocidos por muchos, que fueron parte importante en la construcción de mi carácter y mis convicciones políticas. Estas experiencias fueron difíciles de compartir, debido a las circunstancias de mi incursión en la política y a la corta duración de la campaña presidencial.

Finalmente, esta publicación me ha permitido reflexionar y reconstruir parte de mis memorias sobre la campaña presidencial, desde el momento en que tomé la decisión de postular a la Presidencia de la República. Reseña los avatares de la campaña, el vertiginoso crecimiento en las encuestas, mi salida de la contienda electoral y la decisión de crear un nuevo partido, el Partido Morado.

Registrar los éxitos y las lecciones aprendidas que acompañaron el avance de la Ola Morada es importante porque envía un mensaje a todos los peruanos, en especial a los mas jóvenes: podemos hacer política de una manera diferente, sincera, seria y con visión de futuro. Mi expectativa es que el relato de los hechos que rodearon mi candidatura presidencial sirva de inspiración a otros peruanos que desean incursionar en política y que continúe emocionando a muchísimas personas con la convicción de que el cambio es posible en nuestro país. La Ola Morada no solo marcó el inicio de un nuevo proyecto político, sino que despertó la esperanza en millones de familias peruanas.

Hay muchas personas a las que quiero agradecer, cuya inspiración y apoyo fueron fundamentales para escribir este libro. En primer lugar, quiero agradecer a mis padres, Gloria y Julio, cuya orientación e iluminación me impulsaron a ser libre, a perseguir mis sueños y a ser consecuente con mis principios. Quiero rendir homenaje a mi esposa Michelle, por su amor y su apoyo incondicional en los mejores y los peores momentos de mi vida política, y por ser una inspiración para muchas peruanas que trabajan y sacan a sus hijos adelante. También agradecer a mis tres adorables hijos, Emilia, Camilo y Clara, por todo el tiempo que debido a los gajes de la política no pude dedicarles la atención que se merecen.

La publicación de este libro no hubiese sido posible sin el aporte y las experiencias vividas con algunas personas como Jonathan Reynaga, quien fuera mi jefe de campaña; Francisco Sagasti, quien me incentivó a escribir este libro; a Daniel Silva y José Ramírez, mis amigos y miembros de mi seguridad personal, quienes velan por mi tranquilidad y la de mi familia. Quiero ofrecer un especial agradecimiento a mi equipo de trabajo, a quienes considero también mi familia y con quienes hemos caminado de la mano compartiendo experiencias maravillosas durante estos últimos años. Entre ellos se encuentran, en orden alfabético, Flor Borja, Daniel Bracamonte, Alan Bravo, Ruth Cárdenas, Pablo Castro, Roxana de la Cuba, María Teresa Guzmán, Katherine Hidalgo, Eduardo Ladrón de Guevara, Carolina Lizárraga, Cesar Loredo, Daniel Olivares, Micaela On Chon, Rodolfo Pérez-Osores, Víctor Rimach, Francisco Sagasti, Carlo Magno Salcedo, Javier Sirvas, Catherine Thorne, Rollin Thorne y Gonzalo Velasco.

Finalmente, quiero agradecer a todos nuestros líderes, jóvenes morados, militantes y simpatizantes que creyeron y creen en la Ola Morada como una opción nueva y diferente para lograr un progreso con oportunidades, a fin de que todos los peruanos puedan ser libres y puedan expandirse como seres humanos usando sus propios talentos.