UNO

Ya han pasado tres meses. Tres, desde el día de nuestra primera y hasta hoy única sesión del año. El 5 del 5 del 2015 a las 5. Tal como fueron las cosas esa tarde, es posible que haya sido no solo la primera sino la última de nuestra historia; la del cierre no con “broche de oro” sino de mierda. Bien podrá decirse: el 5 de mayo, tras 45 años ininterrumpidos, se cerró con broche de mierda el Club Real del Libro. Pero hay que pensar en positivo. Recién son las 8 a.m. Todavía hay tiempo. Todavía Rita puede mandar un correo: “Estimadas socias, por encargo de nuestra presidenta les comunico que hoy se reinician nuestras sesiones a la hora y en el lugar de siempre: Sala de sesiones del Club Real, 5 p.m.”.

Normalmente empezamos en abril, fin del verano, adiós a las vacaciones. Cuando nuestros hijos eran chicos, también empezaban sus clases en abril; y nosotras, nuestras sesiones. Hoy no es así; los colegios comienzan en marzo, algunos incluso en febrero. Los tiempos cambian. Pero cuando en la reunión de clausura del 2014 se discutió el cronograma del año siguiente, año además de nuestro 45 aniversario, Mercedes sugirió empezar el primer jueves de mayo pues la Semana Santa, dijo, cae la primera semana de abril. Y en Semana Santa muchas de nosotras viajamos fuera de Lima partiendo el mismo jueves, o incluso el miércoles. Su marido trabajaba en New York y ella iba y venía aprovechando cualquier feriado largo. ¿Y por qué no se queda a vivir allá con él? ¿Acaso tiene hijos chicos en el colegio? No, su madre es una anciana de 99 años; se deprime cuando Mercedes viaja, por eso no puede estar más de tres o cuatro días fuera de Lima. La sugerencia de Mercedes se sometió a votación y ganó por mayoría, 6 contra 2: empezaremos el 5-M a las 5 p.m. Aplaudió feliz. Ángela y Nena cruzaron una mirada burlona. Todo lo que decía las irritaba. En realidad, irritaba a Ángela; pero Nena, la más joven, y todavía la “nueva” del grupo, la imitaba en todo. Si Ángela votaba en contra de la última novela de García Márquez porque era mala, Nena también. Si al cabo de unos meses Ángela reconsideraba su juicio y se rectificaba: es muy buena, debemos leerla, Nena también se rectificaba: Sí, debemos.

¿Qué les irritaba de Mercedes? Todo lo que hacía y decía; su manera de amar los libros, quizá. Tan romántica, tan amateur y escasamente crítica. Era libresca, lo que ocurría en la realidad lo relacionaba con las novelas que había leído, hasta con las noticias de los periódicos. Lo de 5-M, por ejemplo. ¿No podía decir, como todo el mundo, 5 de mayo? No, para ella era 5-M; creía que estaba en Estados Unidos, como si 5-M fuera equivalente en importancia al 11-S de NY o al 11-M de Madrid. Pero quizá lo que no soportaba Ángela era que tuviera un esposo que nunca le había sido infiel, que la seguía amando como desde el primer día: “besa el piso que pisa”, afirmaba Rebeca. Para él, Mercedes fue y seguía siendo la mujer más hermosa del mundo y no parecía registrar sus más de 70 años, su descuido para arreglarse; sus canas, los vestidos que ella misma se hacía usando el molde de Burda, una vieja revista ya desaparecida, y que era como una carpa enorme: solo cambiaba los colores y el material de la tela según la estación del año. Nunca se maquillaba y había dicho que jamás se pondría Botox ni siliconas en sus casi desaparecidos labios. Juraba que en toda su vida había hecho dieta solo una vez, cuando el médico le advirtió que su colesterol y sus triglicéridos estaban peligrosamente altos.

En ese momento no podíamos saberlo, pero Mercedes acertó: ese jueves fue nuestro 11-S. Si bien las fechas no coincidían con exactitud (el atentado había ocurrido un martes), ese día marcó un antes y un después en la historia del club. Nuestro “Jueves aciago” como lo dijo Rebeca, más latinoamericana. Lo anunció cuando después de la votación y luego de que Mercedes aplaudiera feliz, tuvo una suerte de revelación y dijo preocupada: ¿5 del 5 a las 5 del 2015? Era supersticiosa y no le gustaban esas coincidencias numéricas. ¿Podemos postergar el inicio para junio? Las vibraciones del 4-J son positivas, las escucho cual campanas de domingo. Había sentido que los vientos desbordados de una desgracia todavía en ciernes le helaban el corazón. Saltémonos ese jueves aciago, dijo con convicción y como atemorizada. Ángela y Nena evitaron mirarse para no reír.

Si Mercedes las irritaba, a Rebeca la menospreciaban; les parecía demasiado ingenua y un poco tonta. Pero sobre todo no soportaban su manera de hablar.

Desde cuando leímos Cien años de soledad, para Rebeca los amores eran contrariados o imprevistos; la naturaleza desatinada; las pasiones alborotadas; los domingos áridos; los obstáculos incontables; las noches delirantes; los crepúsculos desgarrados; los amaneceres instantáneos; y así podía seguir ad infinítum. No abuses, el adjetivo cuando no da vida, mata, le decíamos después de haber leído a Huidobro. Pero a veces Rebeca acertaba, como con lo del “jueves aciago”.

Sí, ese jueves fue aciago; y aciagas sus consecuencias para todas y para el destino de nuestro club.

Finalmente se estableció que la sesión inaugural sería el 5-M: a la mayoría, incluso a Úrsula, le pareció que el pedido de Rebeca era poco racional y que empezar en junio retrasaría demasiado las actividades y lecturas. Rebeca, a su pesar, aceptó: mayoría manda, dijo.

La reunión de clausura fue más larga de lo normal. Antes de discutir el cronograma, Amalia recordó que debíamos apurarnos pues a las 6 p.m. llegaría Aída a quien presentaría como posible socia. Amalia nos venía hablando de ella desde hacía meses y en la sesión de noviembre pidió formalmente permiso para presentarla. Era la joven esposa del gerente general de uno de los grupos económicos más poderosos del país. Los Brescia, o los Rodríguez Pastor, alguno de esos para los que trabajaba el marido de Amalia. Se habían conocido en Santo Domingo, donde el grupo tenía negocios. A él lo mandaron una temporada para que reflotara las empresas y luego volvió al Perú como gerente general, casado con Aída, una joven psicóloga que no ejercía porque entre sus labores de madre —tenía un niño de un año y una mujercita en camino—, y de esposa: organizar cenas, asistir a reuniones, acompañar al marido en sus viajes, no se daba abasto para atender pacientes. Además, no necesita trabajar; el marido tiene un sueldazo y ella pertenece a una de las mejores familias de la isla, explicó Amalia. Es más, sus padres son íntimos de los Vargas Llosa, desde la época en la que Mario fue a Santo Domingo para investigar sobre el dictador Trujillo. Eso debe haber sido a mediados o fines de los 90, precisó Ángela súbitamente entusiasmada. La fiesta del chivo se publicó en el 2000.

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Para: Rebeca

De: Arcadio

Asunto: Las travesuras de Marito

¿Has visto que Marito se ha metido con una chibola de 62? La prensa española dice que Vargas Llosa está separado de Patricia y que ha agarrado viaje con una ex de Julio Iglesias; una que no es su tía ni su sobrina.


Para: Arcadio

De: Rebeca

No son más que chismes, hijo. Pura envidia. Estuvieron juntos acá en Lima hace apenas un mes, en el Festival de la Palabra del Centro Cultural de la PUCP. Caminaron todas las mañanas por el malecón de Barranco como siempre; asistieron a la conferencia del hoy famoso y respetadísimo cubano Leonardo Padura, al homenaje al escritor peruano Alonso Cueto, a los almuerzos y cenas con las autoridades de la universidad y los muchos escritores invitados. Nadie notó nada extraño; nada que revelara tensiones ocultas, silencios culposos, miradas acusatorias. Estuvieron como siempre, como una pareja que lleva años juntos y no necesitan hablar para entenderse porque se leen el pensamiento. Además, no me ha gustado nada la manera como te expresas. Eso de “chibola” y de “ha agarrado viaje” es ofensivo y vulgar. Ni qué decir de la manera como te burlas de la familia.


De: Arcadio

Para: Rebeca

Bueno, perdona; no era mi intención ofenderte. Pero si dudas, mira esto: https://twitter.com/morganavll/

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¿Cuánto tiempo le habrá tomado investigar sobre Trujillo? ¿Dos, tres años? ¿Tanto? Faltan 15 minutos para las seis, anunció Rita. Sugiero dejar los siguientes temas para después de la presentación de Aída; y todas estuvimos de acuerdo. La esperamos en el salón que el club nos prestaba para nuestras celebraciones. Según el protocolo, la socia que presentaba a la nueva ofrecía al grupo una “colación”, como llamaba Rebeca al lonchecito limeño, durante el cual conversábamos informalmente con la candidata, quien se retiraba al final para que las socias expresaran sus opiniones antes de proceder a la votación. Llegó a las 6:20, “disculpen la tardanza, el tráfico de esta ciudad es espantoso”, se excusó sin ninguna culpa, con la típica entonación caribeña. Y desde el inicio se comportó como si nos conociera de toda la vida. Contó que era íntima de Morgana, la hija menor de Patricia y Mario; que la conoció cuando fue con sus padres a Estocolmo en el 2010 y a partir de ahí se hicieron íntimas. ¿Apareces en la famosa foto donde el Nobel posa junto a Patricia sosteniendo a uno de sus nietos y rodeado de todos sus familiares y mejores amigos? Dicen que el auditorio estuvo lleno de peruanos, parientes cercanos y lejanos que viajaron hasta allá para acompañarlo en un día tan especial. Algunos periodistas comentaron la diferencia con la ceremonia del año anterior cuando Herta Müller ganó el Nobel y fue a recibir la medalla y el diploma acompañada solo de una amiga. Ni esposo, ni hijos, primos, tías, sobrinos. Solo una amiga. Una. Mario declaró en una entrevista en El País que los Llosa son una tribu, que los peruanos somos entusiastas, andamos siempre “en choclón”; que nos gusta celebrar. El clan Vargas Llosa, comentó Aída, del cual él es ahora una suerte de patriarca y figura central, funciona así. Donde va uno, van todos. Son muy unidos, planifican juntos sus vacaciones, fiestas, cumpleaños, aniversarios, y asisten a todas las premiaciones. Debe ser muy divertido ser parte de esa tribu. Pero no es fácil ser admitido. ¿Hay que pasar pruebas de iniciación?, preguntó Nena. Algo así, pero una vez que entras, no sales; a menos que cometas alguna infidencia; o seas desleal, poco agradecido, oportunista. Los que forman parte de la tribu se sienten protegidos. Todos contra uno; uno contra todos. Así son.

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Como dice la salsa, todo tiene su final, nada dura para siempre.

Morgana nos ha invitado a mi marido y a mí a la cena de Año Nuevo en Paracas. A ellos les gusta celebrarlo allí, en el hotel recién remodelado, en “petit comité”. Nena la miró: ¿y quién te preguntó? Pero no dijo nada. Solo asistirá la familia y algunos amigos muy cercanos. ¿Los de la foto de Estocolmo?

A las 7:30 Aída se retiró apurada; su chofer y dos guardaespaldas que le ponía la empresa la esperaban afuera, y volvimos a nuestra sesión para discutir si la aceptábamos como socia. Mercedes dijo que era realmente guapa. Guapísima y jovencísima, completó Rebeca. Parece de 20. Esos atributos no bastan para aceptarla como la novena socia, dijo Nena. ¿O sí? Y contra lo esperado, Ángela la contradijo: no, pero su amistad con el clan Vargas Llosa sí lo es. Conversé un rato con ella mientras tomábamos el té y le pregunté si creía posible que Mario aceptara una invitación a nuestro club, ya sea como conferencista o simplemente para que dialogue con nosotras. Rebeca interrumpió: qué buena idea, Ángela, estupenda idea invitar a nuestro Nobel para celebrar el 45 aniversario del club. Ángela pareció sorprendida, como si no hubiera pensado en que se trataba de una celebración, pero se limitó a sonreír, agradecida por el elogio aunque viniera de Rebeca. Amalia dijo que podríamos ofrecerle un homenaje; le entregamos un diploma de honor como agradecimiento por habernos brindado tan maravillosos libros, la razón de ser de nuestro club. Ángela ignoró la idea. Debe tener miles de diplomas de instituciones de primera línea y le vamos a ofrecer uno comprado en Azángaro. ¿Y qué te dijo Aída? Que hablaría con Morgana para que a su vez hable con Patricia. La agenda de Mario está prácticamente copada hasta el 2018 en Madrid, New York y Londres. La de Lima puede ser más flexible. Ellos llegan, impajaritablemente, los primeros días de diciembre y parten en marzo; a veces se quedan hasta los primeros días de abril. Eso es imposible, protestó Mercedes; ya quedamos en que empezaremos en mayo. Lo ideal sería octubre, que corresponde al día central de nuestro aniversario. Nosotras tenemos que acomodarnos a la agenda de Mario, no él a la nuestra. Es verdad. Si dice que puede en abril, que sea abril. Pero yo estaré en NY. No nos adelantemos; esperemos a ver qué le dice Patricia a Morgana después de haber hablado con Aída. Sería un inicio de año espectacular. Qué tal invitado de lujo, no puedo creerlo. Lo importante es que gracias a Aída tenemos a Patricia de nuestro lado. Ella le hace la agenda y él la cumple al pie de la letra sin protestar. Es su cerco, su muro. Nadie puede acercarse a él sin la aprobación de su mujer, que es también su secretaria, administradora y cumple las funciones de una agente literaria. Además, como si fuera poco, su lectora principal. Vargas Llosa no publica nada sin que antes haya sido aprobado por Patricia. Qué tal poder. Ya quisiera yo tener la décima parte de esa influencia sobre mi esposo, bromeó Rebeca. Otra sería mi vida. Y Patricia hace lo que dice Morgana. ¿Quién dice eso? Aída. ¿Será verdad? La gente inventa. Sería extraordinario que venga a conversar con nosotras, ¿se imaginan? Tenemos que empezar a pensar en qué le ofreceremos, ¿una colación? No, es muy poco; una cena tendría que ser. No cualquier cena, se la encargamos a la Guiulfo. ¿A la Guiulfo? No me parece; Queta no tendrá la fama de la Guiulfo pero es una excelente chef; y además es socia. Había sido una de las primeras, allá en los 70, en preparar excelentes cenas y bufets para matrimonios y eventos. Gracias a ese trabajo que había aprendido sobre la marcha, sacó adelante a sus cuatro hijos que ahora eran todos profesionales. Más importante que hablar de la comida es pensar en las preguntas que le haremos; en la manera en que lo recibiremos, en quién de nosotras dará el discurso de bienvenida. Úrsula, como presidenta. No, no. Que sea Ángela, ha estudiado Literatura, es una profesional. Además, la invitación fue idea de ella. Sí, es verdad. Luz verde para Ángela. Se me ocurre que podemos avisar a la editora de Cosas o de Hola. Con toda seguridad mandan un fotógrafo y publican una foto con nosotras a su alrededor, se entusiasmó Mercedes: “Nuestro Nobel en entretenido diálogo con las socias del Club de Libro del Real Club, el más antiguo de Lima”. No será Estocolmo, pero algo es algo. No, por favor, nuestro club es serio, no lo frivolicemos. Nada de revistas. Tú haces las preguntas sesudas, nosotras le pedimos autógrafos y nos tomamos todas las fotos del mundo, ¿te parece que somos muy superficiales y frívolas , Angelita? bromeó Amalia. Y todas reímos, hasta Nena. Menos Ángela.

Úrsula miró el reloj. Sabíamos que su marido llegaba, lloviera o tronara, a las 8:30 en punto. Y que detestaba no encontrarla. Lloviera o tronara, tenía que estar en su casa antes de esa hora; siempre había sido así y ni la última reunión del año podía justificar o explicar una tardanza. Rita, siempre atenta, preguntó si ya podíamos proceder a la votación. Nena, la única que había parecido algo reacia a la admisión de la nueva socia, no puso ninguna objeción y Aída fue aceptada por unanimidad.

Elevemos nuestras plegarias a los dioses, declamó Rebeca en una suerte de libre versión del poema de Cavafis, para que el camino de Aída con nosotras sea largo, pleno de aventuras, pleno de conocimientos. Para que no le tema a los lestrigones ni a los cíclopes, ni al irritado Poseidón; para que sean muchas las mañanas estivales en que entre a puertos nunca vistos y en los mercados fenicios adquiera ámbares y ébanos, marfiles y corales y perfumes de toda clase y en las ciudades egipcias y en las páginas de cada libro aprenda todo de los sabios que en el mundo han sido. Que muchos años dure este viaje a Ítaca, llegar allí es nuestro destino pero no lo apuremos. Que muchos años dure. Elevemos nuestras plegarias, completó Mercedes. ¡Bendiciones! Nena buscó la mirada cómplice de Ángela para reírse entre ellas de Rebeca y Mercedes, pero no fue correspondida. Por el contrario, Ángela asintió y se unió al coro: ¡Bendiciones! Luego se procedió a planificar el cronograma de presentaciones; y de las ocho socias, solo Ángela y Úrsula ya habían elegido su novela. A Úrsula no se le preguntaba qué novela había elegido sino “qué ruso nos vas a mandar a leer ahora”. Y esta vez fue Chéjov. Cuentos imprescindibles. Antón Chéjov. Es una antología preparada por Richard Ford, explicó. Úrsula amaba a los rusos, especialmente los del XIX. No solo los más conocidos como Tolstói, Dostoievski, Pushkin, Pasternak, sino escritores de culto como Irène Némirovsky, Anna Ajmátova, Mijaíl Lérmontov y cuanto autor nacido en esa vasta región encontrara traducido. No era fácil porque nadie quería leer novelas viejas o a autores desconocidos; la mayoría de nosotras sentía más atracción por las publicaciones recientes, novelas de moda que daban que hablar y se comentaban en revistas y periódicos. Tuvo suerte al encontrar la antología de Ford, pues aun cuando la versión en inglés datara de 1998, la edición española era del 2001. Ford ha actualizado al viejo Chéjov en una edición muy linda y moderna. Chéjov, gracias a Ford, es un autor del siglo XXI, explicó Úrsula tratando de convencer a las demás de leerlo. Me lo van a agradecer. Estamos seguras de que así será.

Ángela propuso Desgracia, de Coetzee. Me tomé la libertad de encargar siete ejemplares en Crisol, dijo, pensando en que todas estarían de acuerdo con leer esa novela cuyo autor recibió el Nobel en el 2003. Ahora, con Aída, somos 8. Va a faltar un ejemplar, dijo Nena. No hay problema, mañana mismo lo encargo. La antología propuesta por Úrsula, que me parece una excelente elección tanto por Chéjov como por Ford y que nos permitirá releerlo bajo la mirada de un contemporáneo, también puedo encargarla, así adelantamos. Buena idea. ¿Puedes explicarnos por qué elegiste Desgracia? preguntó Nena. La propongo porque me pareció increíble que hasta ahora no hayamos leído nada de este Nobel. Qué raro, siempre has dicho que el hecho de que alguien gane el Nobel no garantiza que sea un gran autor. ¿Has cambiado de opinión? No, sigo pensando igual. Me parece que debemos leer a Coetzee no porque le dieron el Nobel sino porque actualmente es uno de los escritores más reconocidos, como consta en una encuesta publicada recientemente en El País. ¿Qué encuesta? A los más sobresalientes críticos literarios y escritores se les pidió que nombraran cinco autores fundamentales y Coetzee fue el único nombrado por todos los encuestados. Rebeca se sorprendió: Me gustaría saber qué expertos no mencionaron a Shakespeare, a Dante, a Homero. O a García Márquez. Me parece increíble. La pregunta aplicaba para autores vivos y en actividad, precisó Ángela. Ah, eso es otra cosa. Sí, otra.

Y qué hacemos con los libros que faltan, preguntó la diligente Rita. Si queremos tener las novelas a tiempo, debemos encargarlas con anticipación y por eso sería ideal que elijamos las cinco primeras máximo en enero. Úrsula precisó, algo impaciente: pongámonos como plazo el 20 de enero, ¿les parece? Cada una manda un correo a Rita con copia a todas, incluyendo el título de la novela que propone presentar y explicando brevemente por qué la sugiere. Si alguien está en desacuerdo con alguna propuesta, escribe la razón y Ángela, como coordinadora, toma la decisión final, tal como se ha venido haciendo los últimos años. Ángela sonrió. Le encantaba ser la coordinadora, la que dictaba la “política cultural” del club. Lo importante es que hoy elaboremos el cronograma de las presentaciones, aunque no precisemos las novelas, excepto Úrsula y yo, que ya elegimos. ¿Tú quisieras comenzar el 5 de mayo? Si no les importa, preferiría presentar en setiembre; a mi regreso de Rusia. Todas nos sorprendimos. ¿Finalmente se animó tu marido a hacer tu viaje soñado? El 2015 me toca elegir a mí; tuvo que aceptar. Este año escogió Las Vegas y no me quedó más remedio que ir a aburrirme viéndolo jugar ruleta, asistiendo a los shows o paseando por los falsos canales de una Venecia de cartón. Ustedes sí que practican una verdadera democracia, dijo Rebeca. Qué envidia. Y te vas a impregnar de la vida y obra de tu autor. Seguramente ya tienes preparado un tour “por la ruta de Chéjov”. En eso estoy, sonrió Úrsula. Será una presentación maravillosa; ya quiero que sea setiembre, dijo Amalia. Espero no defraudarlas, sonrió Úrsula.

El cronograma quedó establecido como sigue, según da cuenta el acta redactada por Rita:

5-M: Ángela. Desgracia. Coetzee

4-J: Rita

2-J: Rebeca

6-A: Amalia

3-S: Úrsula. Cuentos imprescindibles. Antón Chéjov. Edición y prólogo de Richard Ford

1-O: Mercedes

5-N: Queta

3-D: Nena

¿Y Aída?, preguntó Nena. Acaba de ser aceptada como socia, ¿no? No entiendo por qué no la consideran. Rita le explicó rápidamente que, de acuerdo con el reglamento del club, la nueva socia no presentaba el primer año: participa activamente en las sesiones, pero su primera presentación se programa después de que haya asistido a nueve sesiones. Ese primer año tenía que demostrar puntualidad, disciplina, interés, buena disposición ante el grupo, sentido de colaboración. Su rito de pasaje, precisó Mercedes. Una suerte de prueba por la que todas hemos pasado. Excepto las fundadoras, acotó Nena. Parecía molesta; tal vez porque Ángela no había correspondido con la complicidad de siempre a sus comentarios. ¿No has leído el reglamento?, preguntó Rebeca. Se supone que leerlo es un requisito para ser socia. No, no lo he leído, lo siento. ¿Me van a expulsar por eso? Ya van a ser 10 años que navegas con nosotras, te has ganado la membresía, ¿con qué argumento podríamos expulsarte? Con el de mi desconocimiento de los estatutos, si quieren ser legalistas. Nadie quiere condenarte al naufragio, querida. Nena parecía intimidada, nerviosa. Intervino Mercedes: ¿y no recuerdas que cuando te aceptamos como socia pasó un año sin que presentaras nada? Sí, me acuerdo. Pero creí que desconfiaban de mí porque era más joven que ustedes. No tiene que ver con la edad. Sí tiene. No. Úrsula se impacientó: creo que podemos dar por concluida la discusión del cronograma; el Reglamento es muy claro en ese punto, tal como lo ha explicado Rita. ¿Algo más? ¿Podemos dar por finalizada la sesión? Sí, podemos. Mercedes y Rebeca aplaudieron como niñas pues había llegado el momento más esperado: el intercambio de regalos bajo la modalidad de la “amiga secreta”. Úrsula sonrió aliviada, identificó su regalo, que era claramente un libro; y abrazó a Rita, su amiga secreta, fingiéndose sorprendida y partió tratando de guardar la compostura pero estaba tan apurada que no se dio el trabajo de abrir el paquete. Cuánto trabajo le habría costado a Rita elegir el libro; debe haberse pasado días buscando un autor ruso que Úrsula no conociera o una novela que no hubiera leído para sorprenderla. Y tanto esfuerzo para nada; solo le importaba el marido, correr para llegar a la hora aunque con ello ofendiera a sus amigas, o se privara de hacer algo que le gustara. ¿Lo haría por amor o porque le temía o porque la habían educado para obedecer?

Eran las 8:10. Vive cerca, dijo Mercedes. Llegará a tiempo.

Las que nos quedamos afuera porque no teníamos marido o, si lo teníamos, daba igual llegar más tarde o más temprano, nos dedicamos a hablar de Aída, claro. ¿Sería verdad que era tan amiga de Morgana? Por supuesto, por qué iba a inventar una cosa así. ¿La considerarían una más de la tribu? Eso es más difícil de afirmar. Yo he visto la foto de Estocolmo y ella no aparece ahí, afirmó Queta. Puede ser que no sea del “cogollo”; pero que es cercana, lo es. Con ella como socia vamos a saber la vida y milagros del Nobel. Nos autografiará sus novelas, nos tomaremos fotos con él y las publicaremos en nuestro Facebook. Nuestros maridos se van a poner celosos, ja, ja. Luego nos despedimos hasta mayo. O hasta abril, todo depende de Mario, dijo Ángela, inusualmente relajada, inusualmente amiga de todas sin ese aire de superioridad o de condescendencia que solía adoptar. Feliz Navidad. Feliz Año. Feliz verano. Así nos despedimos, ilusionadas, pensando en que el 2015 sería un año lleno de fiestas y celebraciones. En nuestro feliz reencuentro del 5-M; o del 2-A. Todo depende de lo que diga Mario. Sí, todo.

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En internet hay un anuncio publicitario de la revista Hola. Dice: “Isabel y Mario han sido fotografiados en Madrid mientras compartían un almuerzo. Las imágenes de este encuentro las podrás ver en las páginas del número de la revista de esta semana, que ya está a la venta en todos los quioscos”. También dice que Mario y Patricia están separados y que el romance entre Isabel y el escritor surgió a raíz de un encuentro de ambos en una cena de raíz publicitaria en Buckingham Palace, la residencia de la reina de Inglaterra. Luego fueron vistos en Madrid. Las fotos ya están en internet. Patricia ha mandado un comunicado a la prensa: “Mis hijos y yo estamos sorprendidos y muy apenados por las fotos que han aparecido en una revista del corazón. Hace apenas una semana estuvimos con toda la familia en Nueva York celebrando nuestros 50 años de casados y la entrega del doctorado de la Universidad de Princeton. Les rogamos respetar nuestra privacidad”. El comunicado no aclara nada. ¿Es verdad o no es verdad que se han separado? El comunicado es clarísimo: Patricia y Mario acaban de celebrar sus bodas de oro apenas hace una semana. El patriarca escuchó los discursos de sus nietos y nietas, aplaudió, brindó, agradeció, fue abrazado y abrazó. Si hubieran estado separados, no habría habido nada que celebrar. Cosas de la prensa sensacionalista; increíble. El propio Mario ha sido víctima de la sociedad del espectáculo. Involucrarlo a estas alturas de su vida en el escándalo de un romance furtivo me parece el colmo. Vas a ver que mañana mismo sale a desmentir ese infundio. Además, ¿en qué tiempo iba a sacarle la vuelta? Eso mismo digo, es inverosímil. Él escribe todo el día; y cuando no escribe da clases, dicta conferencias, recibe premios, recibe cientos de honoris causa en universidades del mundo entero. Y todo eso lo hace con Patricia cuidándole las espaldas, el frente y los costados. Con el comunicado todo queda claro. Punto final. Pasemos a nuestro tema de hoy. No, no queda claro. Si fuera como muchas pretenden creer, él mismo habría mandado el comunicado desmintiendo los rumores. Pero no lo ha hecho. Lo ha firmado Patricia; habla de ella y de sus hijos, no de él. ¿No les parece extraño? Isabel y Mario almorzaron juntos. Tienen un romance; acá está la foto, en YouTube.

Perdonen mi ignorancia, pero ¿quién es Isabel?

* * *

Desde la mañana del 5-M, muchas horas antes de que empezara la sesión, ya varias de nosotras sabíamos que tras el terremoto causado por la noticia, la agenda de Mario Vargas Llosa, —esa de la que tanto había hablado Ángela, esa que tan primorosamente elaboraba Patricia y sus asistentas con la anticipación de varios años— ya no tenía vigencia alguna. Sabíamos que por esa razón, ese 5-M no hablaríamos de las celebraciones del aniversario, que no discutiríamos la planificación de las actividades del voluntariado en las bibliotecas y escuelas de los conos y que Ángela no podría tomar la palabra para presentar a su amado Coetzee. Tampoco tomaríamos la “colación” al final ni Úrsula nos contaría los preparativos de su viaje a Rusia buscando a Chéjov.

En enero, Ángela nos había enviado un correo descartando el 2-A pero entusiasta, feliz:


Para: Socias del Club Real del Libro

De: Ángela

Asunto: Mario

Chicas, acabo de recibir un mensaje de Lucía, la secretaria de Mario. Muy amablemente dice que el 2 de abril es una fecha imposible por las múltiples actividades que tiene que cumplir ese día —recuerden que Aída ya lo había anticipado— pero que gracias a la señora Patricia se ha agendado la conferencia en nuestro Club para el 3 de diciembre. En el mensaje indica: el señor Vargas Llosa llegará a las 6 p.m. y se retirará a las 7.

Besos,

Ángela


Nos entristeció que no aceptara la cena que queríamos ofrecerle. Apenas estaría una hora con nosotras.

Qué insatisfechos somos los seres humanos; siempre queremos más. Ya no nos contentaba que hubiera aceptado venir a conversar sin cobrarnos (Ángela dijo que escritores como él, o Coetzee, Philip Dick o Paul Auster cobraban arriba de 10 mil dólares por conferencia); que lo tendríamos frente a frente hablándonos solo a nosotras. No. Queríamos comer con él, tomar una copa con él, tomarnos fotos con él y conversar de tú a tú.

Ese 5-M Ángela estaba molesta con nosotras y con el mundo entero. Debe haber sido uno de los días más amargos de su vida. Ni siquiera pudo presentar Desgracia. Seguramente había preparado un complicado y riguroso PowerPoint y su clase maestra nos hubiera dejado enmudecidas. Le encantaba comentar libros: tienes pasta de profesora, le decíamos. Le gustaba tanto que no desaprovechaba ocasión alguna para hacerse cargo de las presentaciones. No era para nada usual, pero cuando ocurría algún imprevisto y la presentadora de turno avisaba que no podría asistir, Ángela no dudaba en ofrecerse a hacer ella la presentación. Y aunque se le avisara a último momento, llegaba con su PP como si lo hubiera tenido listo con anticipación, como esperando que a la presentadora del mes le pasara algo que le impidiera asistir. Un día Queta dijo: ¿se han dado cuenta de que cada vez que a Ángela le toca ofrecer la colación alguien se enferma? Mejor no coman sus chocolates ni sus sánguches, cualquier cosa puede pasar. Nos reímos; pero desde entonces, muchas de nosotros fingíamos estar mal del estómago cuando a ella le tocaba ofrecer la comida. Ni que fuera Circe, dijo Ángela cuando se enteró, seguramente por Nena, de la broma de Queta. Y nadie entendió el sentido de su comentario hasta cuando un año después presentó algunos cuentos de Cortázar. Y “Circe” fue uno de ellos. Chocolates rellenos de cucaracha.

Aunque tratara de disimularlo, se le notaba la rabia, la frustración. Le habíamos encargado organizar la celebración de nuestros 45 años de reuniones ininterrumpidas, sin más motivación que el amor a los libros y la certeza de que leer educa, instruye, culturiza, sensibiliza, etcétera, etcétera, sentada junto a Vargas Llosa, quien no dejaría de elogiar los valores que nuestro club había cultivado por “amor al arte”, como se decía antiguamente; es decir, sin ningún interés político ni económico. Solo por el puro placer de leer, por nuestro amor a los libros. Ángela debe haber recordado una vez más el famoso discurso que leyó cuando recibió el Nobel:

“Leer es protestar contra las insuficiencias de la vida. Quien busca en la ficción lo que no tiene, dice, sin necesidad de decirlo, ni siquiera saberlo, que la vida tal como es no nos basta para colmar nuestra sed de absoluto, fundamento de la condición humana, y que debería ser mejor. Inventamos las ficciones para poder vivir de alguna manera las muchas vidas que quisiéramos tener cuando apenas disponemos de una sola. Sin las ficciones seríamos menos conscientes de la importancia de la libertad para que la vida sea vivible y del infierno en que se convierte cuando es conculcada por un tirano, una ideología o una religión”.

Había traicionado sus propias ideas sobre la lectura y la ficción. No le bastaron los libros, ni los propios ni los ajenos; buscó saciar esa sed de absoluto en una nueva relación, en el amor apasionado, en la realidad. La verdad de las mentiras de las ficciones no fue suficiente para satisfacerlo. Traidor.

Pobre Ángela y pobres todas. Ese 5-M quedamos sumidas en la desolación.

Queta dijo: en medio de la desolación en la que quedamos sumidas, solo una cosa me pareció divertida. Rebeca se asombró: ¿qué pudo haber sido divertido en esa aciaga tarde? Que Ángela no pudo deslumbrarnos. ¿A quién le iba a dar ahora su clase magistral? ¿A quién le iba a interesar su erudito PP sobre Coetzee? Tal vez en la próxima sesión, dijo Mercedes. No habrá próxima, sentenció Rebeca con el tono de voz de una vidente. Y a muchas se nos heló la sangre. Rebeca lo había anunciado, aquello del 5 del 5 a las 5 era una mala cábala.

Ese día nos ofendimos unas a otras y, como diría Rebeca, la tan añorada, esperada, deseada, anhelada primera sesión del año naufragó en las aguas tormentosas de esa tarde cuando Rita no pudo contener el llanto y salió apurada, casi corriendo, sin que nadie hiciera el más mínimo esfuerzo por detenerla y preguntarle qué le pasaba, qué o quién la había ofendido, qué la había entristecido. En qué podíamos ayudarla como buenas amigas que éramos. O que pensábamos que éramos. Simplemente la dejamos ir. Como si no nos importara por qué se iba así, molesta, llorosa. Como decepcionada; desesperanzada, tal vez avergonzada. Difícil decirlo, concluyó Rebeca insatisfecha por no hallar el adjetivo preciso. Pero el naufragio estaba anunciado desde el principio, desde el momento en que Queta mostrando la foto de la carátula de la revista dijo: “cómo pudo haberle hecho algo así a su mujer. Es un hijo de puta”, y Amalia le dio la razón mientras que Rita y Úrsula se quedaron pensativas, y Ángela, en un tono más elevado que el normal, nerviosa y molesta, dijo que no podíamos bajar el nivel hablando de un tema tan frívolo como ese, que nuestro club era serio, que no nos juntábamos para leer las páginas sociales de revistas que formaban parte de la sociedad del espectáculo. En algún momento, Rita empezó a llorar y luego se marchó sin dar ninguna explicación, sin siquiera despedirse.

Tras la salida intempestiva de Rita siguió un incómodo silencio. Como presidenta, a Úrsula le correspondía presentar los puntos de la agenda: discurso inaugural 2015 que incluía la bienvenida a las socias en general y con acento especial en la nueva, Aída; solicitar el informe de Ángela sobre las actividades conmemorativas del 45 aniversario y específicamente el evento central de diciembre con la presencia de Mario Vargas Llosa; luego, Mercedes presentaría un resumen de las gestiones realizadas con las instituciones a las que ayudaríamos el 2015 a fin de que cada una de nosotras se comprometiera a realizar alguna de las actividades programadas. Y, finalmente, la presentación de la novela Desgracia, exposición y comentarios, la verdadera razón de nuestro club. Úrsula pudo haber ignorado los puntos complicados de la agenda y pronunciar su discurso de bienvenida sin anuncio alguno. Todas esperábamos que tomara la palabra y así, calmados los ánimos, pasar al informe de Mercedes y luego a la presentación, y posterior discusión de Desgracia.

Sobre las celebraciones del aniversario y la invitación de diciembre no había ya nada que hacer ni decir; ese era el punto que había que ignorar. ¿Quién iba a pensar que el plan original se podía mantener como si nada hubiera pasado? Había que continuar con la oficialización del ingreso de Aída como nueva socia. Pero eran las 6 y aún no llegaba. Tratándose de su primera sesión tenía que haber estado presente desde el inicio. Pero ese 5-M simplemente brilló por su ausencia. No se dio el trabajo de llamar para excusar su ausencia: una gripe, un súbito viaje, una reunión intempestiva de su marido con el Gerente General que se programó sin esposas pero que a último momento se consideró que debían estar presentes por aquello de lo “políticamente correcto” y el miedo a ser denunciados como responsables del manejo de una empresa misógina. Recientemente, los directivos se empeñaban en mostrar la importante participación no solo de las mujeres trabajadoras ocupando cargos gerenciales, sino la de las esposas de los funcionarios y gerentes que de manera silenciosa contribuían al desarrollo de sus familias y, por ende, así lo dijo el gerente de Recursos Humanos, de su comunidad y de su patria. Era una buena razón para excusarse; pero no llamó ni mandó un mensaje o un correo. Nada.

Su ausencia se sintió como una confirmación del anuncio de la revista y los comentarios sobre el súbito romance del escritor que cambiaba de manera radical y para siempre la famosa agenda que con la precisión de una computadora manejaba Patricia, como si, vana ilusión, tuviera la vida comprada. Como si no existieran los imprevistos, los terremotos, las enfermedades, las inundaciones, los cambios súbitos de fortuna que mostraban que los seres humanos estamos a merced del azar, que no controlamos nada, que en el momento menos pensado todo lo que hemos construido se derrumba como una casa cuando se incendia, como un castillo de arena cuando llega la ola o uno de naipes cuando sopla el viento.

En lugar de hacerse cargo de la sesión, Úrsula se puso de pie y, tan abruptamente como lo había hecho Rita, salió sin decir nada ni mirar a nadie. Era inconcebible que la serena, sensata y siempre controlada Úrsula abandonara la reunión de esa manera. Pero lo hizo. Parecía triste, devastada. Como si estuviera haciendo un gran esfuerzo para no llorar y mantener así la dignidad. ¿Por qué actuó así? Apenas eran las 6 p.m., o sea que no era por el apuro de llegar a casa antes que su marido. ¿O era que la noticia de la separación la había afectado más de lo que cualquiera hubiera imaginado?

Lo cierto es que no estuvo a la altura de su cargo de Presidenta; no pudo, o no quiso, tomar las riendas y sacar adelante esa difícil sesión.

Y todas nos contagiamos de esa tristeza. Nos fuimos solas; menos Queta y Amalia que compartían el mismo taxi. Nadie dijo “chau, chicas”, “nos vemos al próximo mes”; ninguna de las desmemoriadas preguntó, como era usual, “¿Qué libro toca para junio? ¿Quién lo comentará? ¿Ya lo pidieron? ¿Saben si ya llegó a Crisol? ¿Cuánto cuesta?”. No. Tampoco se formó el pequeño grupo que se quedaba fuera del club. Nunca faltaban tres o cuatro, no siempre eran las mismas, que seguían hablando y se despedían a cada minuto pero nadie se movía porque todas tenían algo que decir y ganas de seguir ahí, hablando, hablando de todo y de nada, acompañándose unas a otras, contentas de haberse visto, tristes porque la tarde se había acabado y no querían que terminara. No. Ese jueves cada una se fue por su cuenta, en silencio.

* * *

Mientras se dirigía a la estación de Atocha en Madrid, España, rumbo a la ciudad de Alicante, fue asaltado por periodistas, fotógrafos y camarógrafos. “No hago declaraciones sobre mi vida privada, señorita. Muchas gracias”, decía mientras avanzaba con su carry on; solo, sin Patricia ni secretaria ni guardaespaldas que lo protegieran. Como un ciudadano cualquiera sorprendido ante el acoso de las preguntas, de las cámaras y de los flashes. “Estamos provocando todo un alboroto, señores. Van a creer que soy un artista de cine. Soy solo un escribidor”. ¿Se ha separado o no? Sí, pero no hablo de mi vida privada, entiéndalo bien, señorita periodista. Por favor.

Estoy consternado; nunca imaginé que mi vida privada iba a ser objeto de tanta atención; me han seguido hasta por las mañanas cuando salgo a caminar. Ni que fuera un actor de cine, un cantante de fama mundial.

Como si no supiera que es un escritor de fama mundial que ha elegido ser mediático al relacionarse con una mujer mediática. Una socialité. Ella sabe cómo es el mundo del espectáculo y sabía muy bien todo lo que iba a pasar. Pero él no. A él no le gusta exponer su vida privada; se le notaba incómodo.

Nadie, ni sus amigos ni sus enemigos; ni los lectores de sus novelas, ensayos y artículos periodísticos, ni los lectores de Hola, ni sus amigos escritores ni sus amigos políticos, nadie pudo imaginar lo cómodo que se le vería pocos meses después hablando con los periodistas de su vida privada, posando para los fotógrafos como artista de cine cegado por las luces de los flashes como un modelo apoyado en la fachada de la casa de Isabel. No reconozco a mi padre; parece otra persona, declaró meses después su hijo Gonzalo.

* * *

“El Perú es Patricia, la prima de naricita respingada y carácter indomable con la que tuve la fortuna de casarme hace 45 años y que todavía soporta las manías, neurosis y rabietas que me ayudan a escribir. Sin ella mi vida se hubiera disuelto hace tiempo en un torbellino caótico y no hubieran nacido Álvaro, Gonzalo, Morgana ni los seis nietos que nos prolongan y alegran la existencia. Ella hace todo y todo lo hace bien. Resuelve los problemas, administra la economía, pone orden en el caos, mantiene a raya a los periodistas y a los intrusos, defiende mi tiempo, decide las citas y los viajes, hace y deshace las maletas, y es tan generosa que, hasta cuando cree que me riñe, me hace el mejor de los elogios: ‘Mario, para lo único que tú sirves es para escribir’”.

* * *

Y ahora resulta que sirve para sacarle la vuelta, para abandonarla. De un día para otro empezó a exhibirse por calles y plazas, a aparecer en las portadas de las revistas frívolas, en los programas de la tele, en los restaurantes de lujo de Londres, en las playas del Mediterráneo y en las calles de Manhattan. Siempre haciendo manitas, como le enseñó la tía Julia; pero con ella las hacía en las salas de cine de Lima mientras veían las películas mexicanas que ella amaba y él amablemente despreciaba, amparados en la oscuridad. Eran los 50 y había que ser discretos. Estamos en el siglo XXI y está permitido hacer manitas en cualquier lugar y frente a las cámaras de televisión y de los paparazzi.

¿Cuándo hacía manitas con Isabel no vio ninguna cámara, ningún fotógrafo? No, no vio.

¿Isabel sería ahora el cerco, el muro, el policía malo, la que mantendría a raya a los periodistas y a las intrusas como nosotras las del club? ¿Le haría en adelante la agenda? ¿Decidiría los viajes y las citas? Ella tiene su propia agenda, tanto o más recargada que la de él. Es una mujer ocupada, una con vida propia; tiene asistentes y secretarias. Están locas si creen que va a tener tiempo para mirarle la cara y hacer de policía malo. Qué ingenuas; no conocen el mundo de la socialité. Y tú lo conoces porque te la pasas leyendo Hola. Va a revisar la agenda para acomodarla a sus propios intereses: cena con los Reyes, agendada; honoris causa en Harvard, agendada; honoris causa en Tumbes, Perú: no, imposible. Cena con el embajador del Perú en Madrid: anda tú. Se la haría para España, Inglaterra, Filipinas tal vez. A Lima, Perú, ya no vendrá más. Era tierra de la familia a la que le había dado una patada en el culo, dijeron Queta y Amalia. Ellas no querían saber nada de él, estaban ofendidas. Ni que las hubiera abandonado a ustedes, ni que fuera su marido, dijo Ángela. ¿No te da pena que se hayan separado? ¿No te duele su cruel comportamiento? No tiene nada que ver, estamos hablando de literatura; lo que ese señor haga en su vida privada no nos debería interesar. A quién le importa si se casa o descasa. Lo que pasa es que ustedes son unas provincianas conservadoras que no han aprendido nada de nada de la modernidad. ¿Estás segura de que no te importa? Yo creo que te afecta más de lo que estás dispuesta a aceptar, dijo Queta. Yo estaría feliz si mi marido me dejara, dijo intempestivamente Mercedes. Podría vivir en paz, sin estar yendo y viniendo, de acá para allá. Ya no puedo más, entre mi madre y él me van a matar. Déjala en un asilo, hasta cuándo vas a estar así; te necesito acá conmigo, eres mi mujer. Y mi madre, nerviosa: “¿cuándo vuelves? Me duele el corazón, siento que algo me oprime el pecho, tengo punzadas en la cabeza, qué dolor en los huesos. Me voy a morir y no estarás a mi lado para cerrarme los ojos”. Y tiene razón, le quedan meses de vida, quizá días. Quiero acompañarla; estar ahí hasta el final. Uff, qué tranquilidad para mí sería no escucharlo. ¿Y por qué no lo dejas tú? No puedo, me da pena. Si le digo que quiero separarme, entra en crisis. Además, a estas alturas de la vida es demasiado tarde. Tengo 70. Él, 75. No deberías conformarte. Hace años que me resigné. Sepárate, Mercedes. Sigue el ejemplo de Mario, ¿por qué los hombres se atreven y las mujeres no? Soy de otra generación, me educaron para ser esposa. Estás atrapada entre tu marido y tu anciana madre. Sí, estoy.

Yo siento lo mismo que sentí cuando mis padres se separaron, interrumpió Nena sorprendiéndonos a todas con esa confesión. Cuando lo supe esta mañana no podía dejar de llorar. ¿Por Patricia? Por los dos, por el final de una relación que parecía sólida, eterna, indestructible. Cuando yo tenía 10 años mis padres me dijeron que habían decidido divorciarse; que igual me seguían queriendo, pero que papá viviría en una casa y mamá en otra. Yo podría elegir con quién quería estar y cuándo. Era libre. Después él empezó a vivir con otra mujer. Y mi madre no volvió a levantarse de la cama. Esas heridas nunca se curan, son como la lava ardiente de los volcanes desatinados. Entendimos mejor a Nena; su relación con Ángela. Seguramente buscaba en ella a la madre que hubiera querido tener: fuerte, decidida, independiente. Una que no necesitaba un marido para funcionar.

* * *

Isabel Preysler es la ex de Julio Iglesias, el cantante; mamá de Enrique Iglesias, cantante más famoso aún que su padre; de Chábeli, que dio que hablar años atrás cuando vino al Perú y navegó con Fujimori por las aguas del Titicaca. A Fujimori le gustó Chábeli. La prensa dijo que coquetearon, que fue amor a primera vista; que los campesinos les preguntaban cuándo se iban a casar. Ella tenía 25 años; él, 58 y se acababa de divorciar de Susana, la madre de sus cuatro hijos. Y casi 20 años después, el archienemigo de Fujimori se enamora de la madre de Chábeli. Qué chico es el mundo. Pero Isabel es más famosa que su hija Chábeli. A Isabel le dicen la “reina de corazones”, es una celebridad del jet set. Una puta, una robamaridos. Ninguna mujer debe expresarse así de otra mujer. Qué poco cultivamos la solidaridad de género, es lamentable. Qué decepción; nuestro gran escritor se ha portado como un jugadorazo. Así lo ha llamado Magaly Medina en su programa de la tele. Es un perro, como todo macho. Que me abandonen mientras soy joven y atractiva, lo acepto. Pero hacerle eso a tu mujer después de 50 años, no te pases pues, tío. La exprimió hasta sacarle el jugo y cuando ya no tiene nada más que sacarle, la deja tirada como a un zapato viejo por una más joven y guapa. Tiene casi la misma edad que la otra. Quienes piensan en el tema de la edad, la belleza, la juventud, son unas machistas. Creen que las mujeres tienen que ser jóvenes y guapas para atraer a los hombres. ¿Acaso no es verdad? Los hombres pueden ser panzones, gordos, calvos, idiotas hasta la pared del frente y nunca faltará una jovencita que les mire la cara. Tan joven no es, tiene 63; es una vieja. Eso es un punto a favor de él, ¿no les parece? Lo distingue de la mayoría de viejos que dejan a su mujer por una 20, 30 y hasta 40 años menor. Él no. No ha hecho ningún papelón; Isabel es una mujer elegante, fina, discreta y guapísima. Pero se ha estirado; cuántas veces habrá pasado por el quirófano, parece un maniquí. ¿Y eso te parece mal? ¿Está mal cuidar la apariencia? ¿Si se te cae un diente debes resignarte y quedarte así, ostentando un hueco en tu sonrisa cada vez que abres la boca? No tergiverses lo que digo. Hay que reconocer que él ha sido valiente; ha arriesgado su seguridad, su tranquilidad, el orden de una vida doméstica bien regulada. A su edad se ha instalado en el lugar de la incertidumbre, del miedo que acompaña el no saber. Es que está enamorado. ¿Cómo va a estar enamorado a su edad? Va a cumplir 80. ¿Quién dice que solo los jóvenes se enamoran? La pregunta no es qué le vio él a ella sino al revés. ¿Al revés? ¿Qué puede verle una mujer tan guapa, tan elegante y distinguida a un viejo como ese? Es un Nobel, un escritor de fama mundial. Y muy atractivo; a mí me gusta como está ahora, mucho más que cuando era joven. Como les pasa a los buenos vinos, con el paso de los años ha mejorado. Y un hombre valiente que no se resigna a vivir una vida mediocre temiendo el qué dirán. Busca la felicidad y eso lo convierte en un héroe. Por favor, qué ridiculez. Cómo va a ser un héroe el que traiciona, miente, causa sufrimiento, no piensa en el otro sino en sí mismo y destruye a quienes lo rodean. Se olvidó de su mujer, de sus hijos, de sus ocho nietos a los que decía adorar. Él no se está separando de sus hijos ni de sus nietos; solo de su mujer. No confundan. Yo confundo. Al separarse de su mujer ha roto con toda su familia y amigos. Qué equivocada estás; qué anticuada eres. Ama la libertad, se resiste a resignarse a vivir una vida mediocre. Como Emma Bovary. Sí, “Madame Bovary soy yo”, dijo Flaubert. No. Madame Bovary es Mario.

Declaraciones de Mario Vargas Llosa en una entrevista publicada en El País:

EN PORTADA / ENTREVISTA

MARIO VARGAS LLOSA: “NO TENGO TALENTO NATURAL. ME CUESTA ESCRIBIR

El Nobel de Literatura ha terminado su última novela, Cinco esquinas, y se declara pletórico en su nuevo momento vital. Eso sí, reflexiona, la “privacidad ha desaparecido”

Juan Cruz 24 Oct 2015

¿Siente como que está en medio o a punto de uno de esos viajes que narraba en El pez en el agua?

Mi vida privada ha sufrido una transformación muy profunda. Soy inmensamente feliz porque es una experiencia que me ha enriquecido extraordinariamente. Lo único que lamento es que la felicidad se consiga muchas veces causando infelicidad a tu alrededor. Me siento muy ilusionado, me siento muy rejuvenecido y tengo mucha esperanza de que en el futuro esto va a tener un efecto no solo en mi vida privada sino fundamentalmente en mi trabajo de escritor.

Por respeto, debería callar tanta felicidad y evitarle el dolor que produce al abandonado la exhibición pública. ¿No podría ser más discreto?

La felicidad no se puede ocultar. Para ser completa se tiene que compartir. De no ser así, a los enamorados les bastaría estar juntos y solos. Pero no, necesitan mostrar su feliz unión; corren donde los amigos para contársela, hacen ceremonias en las que declaran públicamente cuánto se aman y formulan juramentos conmovedores hasta la eternidad. ¿Podrá Patricia rehacer su vida y ser feliz? ¿Qué significa “rehacer” su vida? Bueno, que encuentre otro hombre, que se enamore. ¿Eso es “rehacer su vida”? ¿Tener una pareja? Por favor, qué absurdo. ¿Por qué? Tenemos que revisar esa expresión que empleamos demasiado alegremente porque conocemos a mucha gente con matrimonios de pocos o de muchos años que viven absolutamente infelices: no se soportan, pelean, se asfixian. Paralizados, enganchados uno con el otro deseando desengancharse sin conseguirlo, solo les consuela saber que por lo menos nadie les va a decir que tienen que “rehacer su vida”. Que aunque duerman separados y lleven años sin mirarse ni tocarse, son esposos y comparten una casa. Su vida está hecha. Mal hecha, pero hecha. En cambio, las solas están incompletas; su vida se destruyó cuando fueron abandonadas o quedaron viudas, que a la larga es lo mismo como dice la madre en Todo sobre mi madre, y tienen que rehacerla. Si no lo hacen, si no encuentran una nueva pareja, alguien con quien compartir su vida, merecen la compasión de los demás. Pobrecita, está sola; no pudo rehacer su vida. Una mujer tan guapa, o inteligente o generosa o dulce o talentosa ¿cómo es posible que no haya logrado conseguir una pareja? Y se buscan explicaciones que permitan entender su fracaso; la mayoría de veces, si no siempre, se concluye en que la culpa es de ella, solo de ella. Algún problema tendrá. Como si las personas que tienen pareja no tuvieran problemas. ¿Hasta cuándo vamos a seguir con esa mentalidad anticuada? Yo me avergüenzo de las mujeres que creen que solo se puede ser feliz teniendo una pareja. Piensen en Sor Juana, que prefirió entrar al convento antes que convertirse en la sombra de un marido. Cuando una pareja se separa, debería decirse: bien por ella; finalmente va a poder rehacer su vida lejos de ese inútil. ¿Bien por él también? Son raros los hombres a los que se les desea que “rehagan su vida”.

A veces Ángela puede ser insoportable; pero tenía razón.

Sí, tenía.

Todas las personas que opinan sobre la reciente separación del Nobel compadecen a Patricia; consideran que es la víctima de esta historia. Se ha quedado sola, sufriendo el abandono; su vida giraba en torno al marido exitoso, su trabajo era ocuparse de todo para que él pudiera escribir. Pero en realidad, nadie sabe qué está pasando con ella porque después de ese extraño comunicado al inicio de la historia, no ha hecho una sola declaración. Mantiene el perfil bajo de siempre. ¿Por qué no pensar en que es posible que se sienta realmente feliz y aliviada? Finalmente se quitó de encima a ese hombre que exigía que todo girara alrededor de él. Ahora puede elegir hacer lo que le guste, con quien le guste, sin depender de los deseos del marido. Ángela dijo: podría convertirse en una agente literaria de primera. No solo conoce a los más importantes escritores, editores, dueños de editoriales, organizadores de concursos literarios, de congresos y festivales sino que es una estupenda administradora; sabe gerenciar, es excelente lectora, tiene buen gusto, sabe qué libro funcionará y en qué mercado. Sería mejor agente que Carmen Balcells, sin duda alguna. Si yo escribiera, le pediría que me represente. No todos, pero casi todos los escritores peruanos son unos pichiruches porque no tienen agente literario que promueva su obra. En este negocio, dijo un escritor hace poco en un programa de la tele dedicado a hablar de libros, sin agente estás perdido; nadie protege tus derechos y tus libros se quedan en los sótanos de las editoriales; o si se venden, no salen de nuestras fronteras. Ni siquiera de Lima. Patricia podría rehacer su vida. No, rehacerla no; construir una mejor. Y promovería a los escritores y escritoras que se quedaron en el Perú.

Ángela tenía razón.

No, no tenía.

La vida perfecta es de a dos. Acuérdense de Platón en El banquete, dijo Amalia recordando cuando en sus estudios teológicos habían aparecido temas platónicos como punto de partida del pensamiento de los Padres de la Iglesia. San Agustín o Santo Tomás; uno de ellos. ¿O fue San Pablo? Bueno, no interesa. La cosa es que, contó Amalia, cuando los amigos de Sócrates hablan del amor, Aristófanes relata que en el principio de los tiempos vivían unos seres perfectos, porque tenían los dos sexos. O sea, eran completos, se bastaban a sí mismos. Los dioses se sintieron amenazados y Zeus dijo: voy a partirlos en dos. Desde entonces, cada parte no cesa de buscar la mitad que le falta. De ahí viene la idea de la media naranja, tan difícil de encontrar. ¿Difícil? Más que difícil, imposible. Como buscar una aguja en un pajar, una prenda en medio del mar, una botella de agua en el desierto. Yo no la he encontrado ni la encontraré, dijo Mercedes. ¿Isabel será la mitad que le faltaba a Mario? ¿Y él la de ella? Tal vez sí; tal vez era la mitad que anduvo buscando hasta que la encontró. Bien por él. Y por ella.

Presten atención a la parte en la que dice: “tengo mucha esperanza de que en el futuro esto va a tener un efecto no solo en mi vida privada sino fundamentalmente en mi trabajo de escritor”. ¿Será que sus últimas novelas parecían de manual, y él lo sabía, porque estaba cansado, aburrido y asfixiado viviendo una vida tan ordenada que ya no había lugar para la improvisación, la novedad, la sorpresa? Todo agendado, hasta los temas de las novelas futuras y el tiempo que debería tomarle escribirlas. La escritura es fuego, había dicho cuando era joven; pasión intensa, producto de búsquedas desesperadas viviendo en la incertidumbre, sufriendo, arriesgándose. Y del fuego no quedaba nada; solo contratos, regalías, entrevistas, número de ejemplares vendidos. Cenizas. Trabajaba como un oficinista; producía como si fuera una fábrica siguiendo los planes de su agente y de las editoriales. Del escritorio por la mañana a las ceremonias de premiación, a las conferencias acordadas, a las cenas y cocteles. Ahora ya nada será así; se ha rebelado contra ese sistema perverso que coaccionaba su libertad y lo sometía impidiéndole satisfacer sus deseos, explorar el mundo, conocer otras realidades.

Declaración de Mario Vargas Llosa en XL Semanal:

XL. A estas alturas de la vida, ¿no le da vértigo tirar la casa por la ventana y romper con tantas cosas?

M.V.L. Ningún vértigo. La vida es una aventura y hay que vivirla, porque la aventura es una de las expresiones más maravillosas de la vida. Toda existencia que se vuelve rutina se empobrece muchísimo y, aunque no hay que buscar la aventura por la aventura, las posibilidades que te ofrece la vida son muchas y muy diversas, y no hay que rehuirlas: hay que vivirlas. Creo que lo más bonito que te puede dar la vida es la posibilidad de cambiar, de renovarte, de ser distinto y de reinventarte continuamente.


Si es así, su próxima novela será genial. Estoy segura. ¿Te parece? ¿Con Isabel no irá a cenas ni cocteles? ¿Ya no producirá libros como salchichas? Sí, pero de otro tipo. Con ella conocerá otros mundos, otras vidas. Quién sabe si escribe la gran novela de Filipinas. ¿Conocemos a escritores filipinos? ¿Alguien ha leído a alguno? Pronto los conoceremos, gracias a Mario. Que tiemblen los escritores peruanos; se quedaron sin padrino que los recomiende a las editoriales españolas.