Agradecimientos
Diana Kormos Buchwald, responsable de los archivos de Einstein, leyó este libro meticulosamente y realizó numerosos comentarios y correcciones en muchos de sus borradores. Además, me ayudó a obtener un rápido y completo acceso a la rica variedad de nuevos documentos de Einstein disponibles a partir de 2006, y me guió a través de ellos. Fue también una amable anfitriona y me facilitó mucho mi tarea durante mis visitas al Einstein Papers Project del Instituto Tecnológico de California. Siente verdadera pasión por su trabajo y tiene un delicado sentido del humor, que sin duda habría agradado al sujeto de su tarea.
Dos de sus colaboradores fueron también de gran ayuda a la hora de guiarme tanto a través de los nuevos documentos disponibles como de las riquezas todavía inexploradas del antiguo material archivístico. Tilman Sauer, que también contrastó y comentó este libro, examinó especialmente las secciones que tratan de la investigación de Einstein de las ecuaciones de la relatividad general y su búsqueda de una teoría del campo unificado. Zeiev Rosenkranz, antiguo editor de los papeles de Einstein y ex conservador de los archivos del científico en la Universidad Hebrea de Jerusalén, me dio ideas sobre las actitudes de Einstein con respecto a Alemania y su legado judío.
Barbara Wolff, que actualmente trabaja en los mencionados archivos de la Universidad Hebrea, realizó una minuciosa comprobación de datos en cada una de las páginas del manuscrito, haciendo escrupulosas correcciones, grandes y pequeñas. Aunque ella me advirtió de que tenía fama de excesivamente puntillosa, yo le agradezco sinceramente todas y cada una de sus «puntillas». Aprecio asimismo el aliento de Roni Grosz, el conservador actual.
Brian Greene, físico de la Universidad de Columbia y autor de El tejido del cosmos, fue un amigo y editor indispensable. Comentó conmigo numerosas revisiones, pulió la terminología de los pasajes científicos, y leyó el manuscrito definitivo. Es un auténtico maestro tanto en ciencia como en lenguaje. Además de haber contribuido a la teoría de cuerdas, él y su esposa, Tracy Day, son los organizadores de un festival científico anual que se celebra en la ciudad de Nueva York, con lo que contribuyen a difundir ese entusiasmo por la física que tan evidente resulta en su trabajo y en sus libros.
Lawrence Krauss, profesor de física en la Universidad Case Western Reserve y autor de Oculto en el espejo, también leyó mi manuscrito, examinó las secciones sobre relatividad especial, relatividad general y cosmología, y me ofreció muy buenas sugerencias y correcciones. También él siente un entusiasmo contagioso por la física.
Krauss me ayudó a reclutar a un protegido suyo en Case, Craig J. Copi, que enseña relatividad en esa universidad. Le pedí que hiciera una completa revisión de todo lo relacionado con ciencia y matemáticas, y le agradezco sus diligentes correcciones.
Douglas Stone, profesor de física en Yale, también examinó la parte científica de este libro. Teórico especializado en materia condensada, en este momento está escribiendo lo que será una importante obra sobre las aportaciones de Einstein a la mecánica cuántica. Además de comprobar mis secciones científicas, me ayudó a escribir los capítulos relativos al artículo de 1905 sobre los cuantos de luz, la teoría cuántica, las estadísticas de Bose-Einstein y la teoría cinética.
Murray Gell-Mann, premio Nobel de Física en 1969, fue un agradable y apasionado guía desde el principio hasta el final de este proyecto. Me ayudó a revisar los primeros borradores, revisó y corrigió los capítulos sobre relatividad y mecánica cuántica, y me ayudó a redactar las secciones que explicaban las objeciones de Einstein a la incertidumbre cuántica. Con su mezcla de erudición y humor, y su admiración por los personajes implicados, convirtió esa tarea en una gran alegría.
Arthur I. Miller, profesor emérito de historia y filosofía de la ciencia en el University College de Londres, es autor de Einstein y Picasso y de El imperio de las estrellas. Leyó y releyó las versiones de mis capítulos científicos y me ayudó con numerosas revisiones, sobre todo las relacionadas con la relatividad especial (sobre la que ha escrito un libro pionero), la relatividad general y la teoría cuántica.
Sylvester James Gates hijo, profesor de física en la Universidad de Maryland, aceptó leer mi manuscrito cuando salió de Aspen para ir a dar una conferencia sobre Einstein. Realizó una exhaustiva revisión, llena de comentarios inteligentes, y rehizo algunos pasajes científicos.
John D. Norton, profesor de la Universidad de Pittsburgh, se ha especializado en el estudio de los procesos de pensamiento de Einstein cuando este desarrolló tanto la relatividad especial como, más tarde, la relatividad general. Leyó las secciones de mi libro relacionadas con ambas, hizo correcciones y me ofreció útiles comentarios. Agradezco asimismo la guía que me proporcionaron dos de sus colegas especializados en el método de desarrollo de las teorías de Einstein: Jürgen Renn, del Instituto Max Planck de Berlín, y Michel Janssen, de la Universidad de Minnesota.
George Stranahan, uno de los fundadores del Centro de Física de Aspen, aceptó también leer y revisar mi manuscrito. Me resultó de especial ayuda en la corrección de las secciones relativas al artículo sobre los cuantos de luz, el movimiento browniano, y la historia y ciencia de la relatividad especial.
Robert Rynasiewicz, filósofo de la ciencia en la Universidad Johns Hopkins, leyó muchos de los capítulos sobre ciencia y realizó útiles sugerencias sobre la investigación de la relatividad general.
N. David Mermin, profesor de física teórica en la Universidad de Cornell y autor de Va sobre el tiempo: Para entender la relatividad de Einstein, revisó y corrigió la versión definitiva del capítulo introductorio y de los capítulos 5 y 6 sobre los artículos de Einstein de 1905.
Gerald Holton, profesor de física en Harvard, ha sido uno de los pioneros en el estudio de Einstein, y sigue siendo una autoridad en el tema. Me siento profundamente halagado de que decidiera leer mi libro, hacer comentarios o ofrecerme su generoso aliento. Su colega de Harvard Dudley Herschbach, que tanto ha hecho en favor de la enseñanza de la ciencia, también me dio su apoyo. Tanto Holton como Herschbach hicieron útiles comentarios sobre mi borrador, y ambos pasaron una tarde conmigo en el despacho del primero repasando sugerencias y puliendo mis descripciones de los actores históricos.
Ashton Carter, profesor de ciencia y asuntos internacionales en Harvard, leyó y contrastó amablemente uno de mis primeros borradores. Fritz Stern, profesor en la Universidad de Columbia y autor de El mundo alemán de Einstein, me dio aliento y consejo en los primeros momentos. Robert Schulmann, uno de los editores originales del Einstein Papers Project, hizo lo mismo. Y Jeremy Bernstein, que ha escrito varios buenos libros sobre Einstein, me advirtió de lo difícil que podía resultar la ciencia. Tenía razón, y también por eso le doy las gracias.
Asimismo, pedí a dos profesores de física de secundaria que realizaran una cuidadosa lectura del libro a fin de asegurarse de que los temas científicos no solo resultaran correctos, sino también comprensibles para todas aquellas personas cuyos últimos estudios de física hayan sido los de secundaria. Nancy Stravinsky Isaacson enseñaba física en Nueva Orleans hasta que, por desgracia, el huracán Katrina la dejó con mucho más tiempo libre. David Derbes enseña física en el Laboratorio Escuela de la Universidad de Chicago. Sus comentarios fueron muy perspicaces y dirigidos al lector profano.
Existe un corolario al principio de incertidumbre que dice que, por mucho que se revise un libro, siempre quedará alguna errata. Las que haya solo a mí deben atribuírseme.
También me fue de ayuda poder contar con algunos lectores no científicos, que me hicieron sugerencias muy útiles desde la perspectiva del profano en física sobre diversas partes a lo largo de todo el manuscrito. Entre ellos se incluyen William Mayer, Orville Wright, Daniel Okrent, Steve Weisman y Strobe Talbott.
Durante veinticinco años, Alice Mayhew, de Simon & Schuster, ha sido mi editora, y Amanda Urban, de ICM, mi agente. No puedo imaginar mejores compañeras, y en sus comentarios sobre este libro volvieron a mostrarse, como siempre, útiles y entusiastas. Agradezco asimismo la ayuda de Carolyn Reidy, David Rosenthal, Roger Labrie, Victoria Meyer, Elizabeth Hayes, Serena Jones, Mara Lurie, Judith Hoover, Jackie Seow y Dana Sloan, de Simon & Schuster. Por sus incontables actos de apoyo a lo largo de los años, doy las gracias también a Elliot Ravetz y Patricia Zindulka.
Natasha Hoffmeyer y James Hoppes me tradujeron del alemán cartas y escritos de Einstein, especialmente el nuevo material que aún no había sido traducido, y les agradezco su diligencia. Jay Colton, que fuera editor fotográfico del especial «Personaje del siglo» de la revista Time, realizó también una labor creativa buscando fotografías para este libro.
Tuve también otros dos lectores y medio que fueron los más valiosos de todos. El primero fue mi padre, Irwin Isaacson, un ingeniero que infundió en mí el amor a la ciencia y que ha sido el maestro más inteligente que jamás he tenido. Le doy las gracias por el universo que él y mi difunta madre crearon para mí, y se las doy asimismo a mi brillante y sabia madrastra, Julanne.
La otra valiosa lectora fue mi esposa, Cathy, que leyó cada página con su sabiduría, sentido común y curiosidad habituales. Y la no menos valiosa «medio lectora» fue mi hija, Betsy, quien, como de costumbre, leyó párrafos escogidos de mi libro. La seguridad con la que luego emitió sus juicios compensa lo aleatorio de su lectura. Las quiero entrañablemente a las dos.