1           Escribir para el cine: inventar un mito

Alexander Steele

En el esplendor de su carrera, Charles Chaplin era la persona más famosa del mundo. Cuando se hizo con el poder a comienzos de la década de 1930, la gente le preguntaba al siniestro dictador alemán por qué tenía un bigote como el del cineasta: no a la inversa. Poco después, los espectadores de cine vieron reflejada la incierta situación mundial en una escena de la película El gran dictador, de Chaplin, donde aparece un tirano desequilibrado (interpretado por éste) bailando una especie de ballet mientras lanza al aire un globo terráqueo, le da vueltas y finalmente lo destroza.

El cine es la mitología contemporánea: transforma en tradición popular nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro, ofreciéndonos las historias de las que nos nutrimos.

Las películas atraen a gentes de toda condición, desde gobernantes hasta presidiarios, por lo que no es extraño que tengan una influencia enorme. Cuando, en la película Sucedió una noche, Clark Gable se arrancó la camisa, dejando el pecho al descubierto, se desplomaron las ventas de camisetas interiores. Cuando Marlon Brando apareció con la camiseta hecha jirones en Un tranvía llamado Deseo, las ventas de esta prenda se dispararon. Si dudas del poder que ejerce el cine sobre nuestra conciencia, pregunta a cualquiera que trabaje en la industria de la moda. Su influjo alcanza al turismo, la política, la lengua, la moralidad y hasta a la religión, y se percibe en lugares tan distantes entre sí como Nueva York, Estambul y Kuala Lumpur.

Lo más probable es que estés entre quienes desean convertirse en un Homero de nuestra época escribiendo un guión. En las clases que impartimos en el Taller de Escritura Gotham, hemos conocido a miles de alumnos con idéntica ambición, y a muchos de ellos les hemos ayudado a cumplirla. Si aspiras a entrar en el mundo del cine, te va a hacer falta una mezcla de imaginación, talento, determinación y tesón. Y quizá algo de suerte. Ante todo, tendrás que escribir uno o más guiones excepcionalmente buenos; y no vale con lanzar ideas en la lujosa oficina de una productora ni presentar sinopsis de cinco hojas que luego desarrollará un guionista consagrado: para conseguir lo que te propones, tendrás que elaborar guiones completos y de extraordinaria calidad.

Este libro te ayudará a lograrlo. Nos centraremos en la escritura de guiones para largometrajes, esto es, películas de 90 a 120 minutos de duración y pensadas para ser vistas sin cortes publicitarios. Si estás más bien interesado en escribir telefilms o cortometrajes, la técnica que expondremos te servirá igualmente, salvando algunos aspectos. Nuestras explicaciones valen también, en general, para las películas de animación, aunque conviene tener presente que los guiones para este tipo de films se escriben dentro de las propias productoras. A menos que hayas sido contratado para escribir un guión, vas a crear lo que se conoce en Estados Unidos como spec screenplay: un texto escrito motu proprio, confiando en que alguien lo compre. Spec es la abreviatura inglesa de «especulación»; la palabra tiene aquí el mismo sentido que en la frase «especular en el mercado de oro».

Un arte visual

Si Dios pudiera hacer los mismos trucos que nosotros, sería feliz.

Eli Cross, cineasta megalómano, en Profesión: el especialista

Ante todo hay que tener en cuenta que el cine es un arte visual. En una novela, las palabras lo son todo; en el cine, en cambio, predominan las imágenes: cuando uno piensa en una película, lo que le viene a la cabeza es una imagen.

Una mujer que se está bañando en el mar a la luz de la luna y de pronto se ve arrastrada hacia el fondo por una fuerza invisible. (Tiburón)

Un detective torpe tapándose los genitales con una guitarra: está haciendo pesquisas en una colonia nudista. (El nuevo caso del inspector Clouseau)

Una cantante de bar con un vestido escotado deslizándose sobre un gran piano. (Los fabulosos Baker Boys)

Una muchacha con el pelo teñido de rojo corriendo por la calle para salvar la vida a su novio. (Corre Lola, corre)

Un tornado llevándose una casa y haciéndola girar a gran altura por encima de las llanuras de Texas. (El mago de Oz)

Un héroe griego blandiendo su espada, tratando de cortar las siete cabezas de una hidra que se retuerce con furia. (Jasón y los argonautas)

Un padre y su hijo ya adulto lanzándose la pelota en un campo de béisbol iluminado por las estrellas. (Campo de sueños)

Compruébalo tú mismo: piensa en una de tus películas preferidas. ¿Qué sucede?

Esas imágenes se nos quedan grabadas en la cabeza. Contaré un caso personal. Una tarde de sábado, cuando tenía unos cinco años, me junté con varios niños mayores que yo para ver en la televisión una película de miedo titulada Escalofrío. (Fue una mala idea.) Lo único que recuerdo de ella es una imagen, que sin embargo no olvidaré jamás: una mujer sordomuda echada en la cama, y un tipo malvado que entra en la habitación con el propósito de hacerle daño; se ve la expresión de terror en la cara de la mujer, que no puede gritar por mucho que lo intente. Nadie considera Escalofrío una gran película, y puede que me pareciera ridícula si la viese ahora; pero lo cierto es que aquella imagen me dejó aterrado. ¡No podía dejar de pensar en la mujer tratando de gritar! Tuve pesadillas durante casi un año.

Leer una novela es fundamentalmente una experiencia interior: nos metemos en la mente de los personajes y visualizamos lo que sucede, creando nuestras propias imágenes a partir de las palabras. En el cine ocurre al revés: experimentamos las películas de fuera hacia dentro; vamos observando las imágenes en la pantalla, y éstas nos suscitan pensamientos, sensaciones y emociones.

«Muestra, no cuentes», aconsejaba un famoso escritor. Esta máxima es mucho más válida aún para la escritura cinematográfica. Prueba a ver una buena película quitándole el sonido: seguramente podrás seguir la historia, a grandes rasgos, sin ninguna dificultad, aun cuando nunca hayas visto el film. Si quieres progresar en tu educación visual, te sugerimos que veas una película muda. Antes de la llegada del sonoro, las películas fascinaron a la gente durante decenios. Nada hay en el cine tan terrorífico como el momento de El fantasma de la ópera en que Christine le quita la máscara al espectro, descubriendo su monstruoso rostro. Nada nos conmueve tanto como ver a Juana, en La pasión de Juana de Arco, contemplando la hoguera en la que va a morir. Y nada nos hace tanta gracia como la imagen de Buster Keaton perseguido por abejas, balas, rocas y la multitud de novias en Siete ocasiones.

Aunque no pretendas dirigir una película, ni averiguar, por tanto, la diferencia entre un teleobjetivo y una apertura de diafragma, en cuanto guionista tendrás que plantearte cómo contar una historia de manera visual. Para ello quizá sea útil comparar el cine con el teatro. En los primeros tiempos del cine, cuando éste era una novedad asombrosa, las películas eran, en esencia, obras de teatro rodadas; sin embargo, los directores no tardaron en descubrir toda clase de trucos para narrar una historia de manera más cinematográfica. He aquí los tres más importantes:

Saltos espaciales y temporales. Las películas tienen la facultad cuasi divina de hacernos viajar instantáneamente a cualquier lugar.

En el suntuoso cuartel general de El Cairo, y tras recibir la orden de ejecutar una misión, un oficial del ejército le enciende la pipa a su superior y apaga la cerilla de un soplo. A continuación, a miles de kilómetros de distancia, vemos amanecer en el desierto; el sol incendia el horizonte, y nos descubre al oficial cabalgando en camello, de camino hacia su misión. (Lawrence de Arabia)

Desplazamiento del campo visual. La cámara puede mostrarnos lo que quiere.

Dos forajidos llegan al borde de un desfiladero. Muy abajo, al pie de la quebrada, vemos un río precipitándose sobre rocas peligrosas; y, a lo lejos, una patrulla de agentes del orden persiguiendo a caballo a los dos hombres. Entonces observamos el pánico creciente en los rostros de los fugitivos. (Dos hombres y un destino)

Efectos especiales. La magia del cine no conoce límites, y el desarrollo de los gráficos por ordenador ha supuesto un avance notable.

Tres hombres con gafas oscuras disparan sus pistolas contra otro vestido de negro –el héroe–, que levanta una mano. Las balas se detienen en el aire y caen al suelo. Entonces el héroe vuela horizontalmente hacia uno de sus enemigos, desaparece dentro de su pecho, le deforma el cuerpo, le hace emitir descargas eléctricas y finalmente estallar en pedazos. (Matrix)

Con la llegada del sonido se añadió una nueva dimensión al cine. De pronto hablaban los actores, y era posible, además, enriquecer la historia con otros elementos sonoros: se oían los disparos y el fluir del agua y hasta podía percibirse el profundo silencio del desierto. Con todo, las imágenes siguen siendo el componente esencial de las películas; de hecho, a la hora de describir cierto momento en su guión, procura pensar primero en el aspecto visual, y luego en el diálogo y los efectos de sonido. En definitiva, el arte cinematográfico es el modo en que esos tres elementos –las imágenes, las palabras y los efectos de sonido– se combinan para contar una historia que atraiga al espectador y le haga sentir algo.

Prueba a hacerlo

Piensa en tres imágenes cinematográficas que te hayan impresionado mucho y escribe un párrafo sobre cada una. Descríbelas tal como las recuerdas y explica por qué te han causado tal efecto.

El plan

El público no sabe que alguien se sienta a escribir un guión; creen que los actores se lo inventan todo sobre la marcha.

JOE GILLIS, guionista que atraviesa una mala racha, en El crepúsculo de los dioses

Puede parecer que el guionista no tiene mucho que ver con el cine: trabaja con palabras, y en una película, como hemos dicho, cuentan ante todo las imágenes. De ahí que al director se lo suela considerar el cerebro del film, y que se hable de Sucedió una noche como la película de Frank Capra. ¿Sabe alguien quién escribió el guión? A los guionistas se les atribuye a menudo un lugar bastante modesto en la jerarquía de la industria: el magnate del cine Jack Warner los calificaba como «idiotas con Underwoods» (se refería a una conocida marca de máquinas de escribir). Aunque parezca mentira, sé de algunos que ni siquiera han sido invitados al estreno de la película que han escrito. Exceptuando los que también trabajan como directores, son prácticamente desconocidos para el público en general. Aquí queremos hacerles justicia.

Todo comienza con el guión. Es el guionista quien inventa el mito: Frank Capra era un brillante director de cine, pero Sucedió una noche no sería una obra maestra sin el guión no menos brillante que escribió un tipo llamado Robert Riskin. Cabe afirmar, incluso, que jamás se hecho una película extraordinaria a partir de un guión que no lo fuese también. Por eso hemos titulado este libro Escribir cine, y no Escribir guiones.

El guión es el plan de la película; todo surge de lo escrito ahí. Veamos un ejemplo de cómo un guionista puede escribir una escena:

INT. HABITACIÓN DE MOTEL – NOCHE

La habitación es vulgar. Jeff mira fijamente la lluvia que repiquetea triste en la ventana.

JEFF

Lo siento.

Amanda se quita el anillo de boda y lo coloca sobre la mesa.

AMANDA

Yo también.

Esta escena, con no ser genial, al menos transmite todo cuanto va a ocurrir –los elementos visuales, verbales, sonoros– con la elegante concisión de un plan. (En efecto: el guión considera las imágenes y los sonidos.) Está claro su propósito, pero aun así hay margen para que otros la enriquezcan con su creatividad y pericia. El guionista trabaja en dos planos a la vez: el guión y la futura película.

Si finalmente se rueda el film, en el proceso colaborará mucha gente. ¿Verdad que esa breve escena del motel parece bastante sencilla de rodar? En realidad no lo es. El director artístico y el de fotografía harán un esfuerzo tremendo para dar a la habitación el aspecto adecuado; y no nos olvidemos de los encargados de simular la lluvia. Una vez que la gente de vestuario, peluquería y maquillaje los hayan preparado para la escena, los actores tendrán que mirar hacia dentro de sí mismos y explorar sus emociones para interpretarla; y puede que tengan que llorar. El director de la película supervisará el proceso, tratando de que todo salga bien y luchando por cumplir el calendario. Llevará varias horas, quizá más tiempo, rodar la escena, y seguramente se harán tres encuadres: un primer plano de Jeff, otro de Amanda, y un plano general de los dos. Más tarde el director y el montador decidirán qué tomas utilizar y cómo armarlas; el montador de sonido incorporará el ruido de la lluvia, y es posible que el compositor aderece la escena con un poco de música. ¡Cuánto trabajo requieren apenas quince segundos de película! No es extraño que un rodaje suela costar millones de dólares, un dineral que sin embargo no valdrá nada a menos que el guionista haya inventado una buena historia; de lo contrario nadie pagará un céntimo por verla.

El guión, como la mayoría de los planes, no es sagrado: quienes intervienen en el proceso creativo pueden y deben tomarse libertades con él. Surgen imprevistos; el director modifica el escenario; los actores improvisan un poco; y las escenas se cortan o se cambian de lugar en el montaje. Por todas estas razones, la película final casi nunca se corresponde exactamente con el guión. No obstante, en la primera y decisiva etapa de este proceso tan complejo está el escritor ante la hoja en blanco, imaginando cada escena.

Ideas

CHARLIE: Solo hay una idea más sobada que la del asesino en serie, y es la del tipo con personalidad múltiple. Para colmo utilizas el tópico de que policía y criminal son en realidad dos aspectos de la misma persona. Todas las películas de polis tratan de eso.

DONALD: Mamá lo llamaba tensión psicológica.

Conversación entre un guionista profesional y su hermano, que aspira a serlo, en Adaptation (El ladrón de orquídeas)

Antes de que se ruede una película, antes de que se escriba un guión, tiene que existir una idea: un destello, una intuición, algo que ponga en marcha el proceso. Encontrar ese algo puede ser lo más difícil de todo, pero hay, por suerte, muchos lugares donde buscar.

Tu vida

Nada conoces mejor que tu vida. Pero hay que andar con cuidado: el argumento de una película tiene que tener mucha garra para mantener y aun aumentar el interés del espectador durante dos horas, más o menos; por eso el cine no recurre tanto a lo autobiográfico como la novela, que se presta más a las divagaciones y a la introspección. Ante todo, olvídate de contar toda tu vida a menos que sea tan fascinante como la de, por ejemplo, Napoleón. Incluso las películas sobre este personaje suelen centrarse en una parte de su vida en vez de narrarla entera. Aun cuando la tuya tenga algún aspecto interesante.

Una de las películas más autobiográficas de los últimos años es Casi famosos, escrita y dirigida por Cameron Crowe. Siendo un adolescente obsesionado con la música rock, Crowe consiguió un trabajo en la revista Rolling Stone sin que el redactor jefe supiese lo joven que era. Se trataba de escribir la crónica de la gira de un grupo que entonces estaba en alza. La película trata de este episodio de la vida de Crowe. Hay que reconocer que es un buen argumento: tomas a un muchacho inocente, lo arrojas en un ambiente de sexo, drogas y rock’n’roll y añades otros ingredientes como la presión que supone escribir para una revista importante y la tensión entre su trabajo y los lazos que se crean entre él y los miembros del grupo. La historia era tan interesante que Crowe no tuvo que inventar muchas cosas; algunas sí, para darle mayor dramatismo. Si estás tentado de escribir una película basada en tu vida, pregúntate si tu historia tiene la mitad de garra que la de Crowe. En caso afirmativo, te animamos a que la cuentes; pero, aun así, tendrás que echar mano de tu imaginación: que cierto episodio sea real y tenga algo de interés no lo convierte necesariamente en material valioso para una película.

Un método mejor consiste en tomar una experiencia personal únicamente como punto de partida. Por ejemplo: en un viaje en avión te toca sentarte al lado de un hombre gordo y ruidoso que no para de parlotear y que, para colmo, despide un olor insufrible al quitarse los zapatos. Sin embargo, al cabo de unas horas de das cuenta de que no es un mal tipo. Esta anécdota es un buen comienzo para una película, pero te va a hacer falta desarrollarla mucho más. Así que empiezas a fabular: la historia ocurre en Navidades, y el avión no puede despegar por una tormenta de nieve; los dos viajeros se ven obligados a compartir una habitación individual en un motel y luego a hacer juntos un largo viaje por tierra hasta su destino. No sé de dónde sacó John Hughes la idea para el film Mejor solo que mal acompañado, pero puede que siguiera un método así.

¿Te has quedado sin trabajo? ¿Has tenido un divorcio desagradable? Toda clase de episodios pueden servirle a uno de punto de partida para escribir un guión, y lo bueno que tienen las experiencias amargas es que, cuanto más lo sean, tanto más sugestivas resultarán como material narrativo.

Puedes incluso inspirarte en un medio que conozcas bien: la facultad de medicina, un rancho, la misión de una organización humanitaria en Mongolia. A la mayoría de los espectadores nos gusta atisbar un ambiente de los muchos que desconocemos: así, Los búfalos de Durham nos lleva al interior de un equipo de béisbol no profesional, y Desmadre a la americana, al de la fraternidad más escandalosa de un campus universitario. ¿Tienes algún mundo interesante que mostrarnos?

Sin embargo, a la hora de ponerte a escribir, no hagas mucho caso de la vieja máxima: Escribe sobre lo que conozcas. Te aconsejamos, más bien, escribir sobre lo que te apetezca.

Algo que hayas visto o conozcas de oídas

Ten los ojos y los oídos bien abiertos. Dondequiera que vivas –ya sea en un pueblo o en una gran ciudad–, hay infinidad de cosas que te pueden servir de inspiración.

Una noche, Sylvester Stallone vio en la televisión un combate de boxeo entre el campeón de los pesos pesados, Muhammad Ali, y un tipo desconocido al que apodaban Bayonne Bleeder por su capacidad para encajar golpes. Este último perdió, pero, en contra de lo que esperaba todo el mundo, duró quince asaltos y, en un momento emocionante, llegó a tumbar a Ali. Aquel combate le dio a Stallone la idea para Rocky.

De joven, en un viaje en autoestop por Virginia Occidental, John Sayles oyó hablar de los conflictos violentos que habían estallado en la región cuando, en la década de 1920, los trabajadores de las minas de carbón intentaron crear un sindicato. Casi todos los lugareños conocían la historia por sus padres y abuelos: Sayles les escuchó atentamente, y más tarde convirtió aquel hecho histórico en el argumento de la película Matewan.

El gran director y guionista Billy Wilder estaba viendo Breve encuentro, una película muy emotiva sobre una pareja adúltera que toma prestado un piso para sus encuentros amorosos, cuando le dio por pensar en el tipo que les deja el piso y se acuesta por la noche en la cama que han utilizado los amantes. Éste es el origen de El apartamento.

Las noticias o un acontecimiento histórico

La historia –los acontecimientos históricos– es una fuente inagotable de ideas. En la Primera Guerra Mundial, un excéntrico militar inglés acaudilló una rebelión de beduinos contra el imperio turco, y acabó dividido entre la lealtad a sus seguidores árabes y la que le debía al ejército británico. Solo era cuestión de tiempo que un director de cine decidiera llevar a la pantalla la epopeya de Lawrence de Arabia. Sin embargo, una película histórica no tiene por qué contar un acontecimiento tan extraordinario como el protagonizado por Lawrence, ni ceñirse estrictamente a la realidad (sobre todo cuando no se conocen bien los hechos). Así, El león en invierno, cuya acción se desarrolla en 1183, muestra la intimidad de una familia disfuncional a la que da la casualidad de que pertenecen el rey Enrique II de Inglaterra, su esposa Leonor de Aquitania y sus poco ejemplares hijos, los príncipes Ricardo, Godofredo y Juan.

No hace falta remontarse en el tiempo: siempre se puede uno inspirar en las noticias. Siendo estudiante de posgrado, Kimberly Peirce se topó, en un diario alternativo, con un artículo sobre una joven que se había hecho pasar por un hombre en un pueblo de Nebraska. Fascinada por la historia, Peirce viajó al pueblo, entrevistó a los lugareños que conocían a Brandon Teena, y escribió con otra persona el guión de Boys Don’t Cry. La película es bastante fiel a los hechos, que dan pie, sin embargo, a inventar una historia interesante: una noticia se puede tomar simplemente como punto de partida. Así, por ejemplo, Spike Lee se basó en un incidente racial sucedido en Brooklyn para escribir Haz lo que debas, pero la historia que cuenta en la película es totalmente ficticia. El argumento de ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú es muy inverosímil, pero está inspirado, sin duda, en la histeria creada en Estados Unidos por la Guerra Fría a comienzos de la década de 1960. Basta hojear cualquier día el periódico –desde las noticias de portada hasta la sección de bodas o necrológicas– para encontrar la semilla de un excelente guión.

Hacer una adaptación

Un gran número de películas son adaptaciones de obras literarias o de otro género. Veamos algunos ejemplos: La fuerza del cariño (una novela), Hombres de negro (un cómic), Amadeus (una obra de teatro), Los intocables de Eliot Ness (una serie de televisión), Luces de viernes noche (una obra de no ficción), Tarde de perros (un artículo publicado en una revista), Lara Croft: Tomb Raider (un videojuego).

Existen, en efecto, infinidad de historias listas para ser llevadas al cine: ¿por qué no escoger cualquiera? Hay un inconveniente. No se puede adaptar una obra protegida por copyright sin comprar los derechos, y, si es mínimamente conocida o goza del aprecio del público, ten por seguro que alguien de la industria del cine los posee ya, y que los ha adquirido por una suma considerable de dinero. Intentar hacerse con obras famosas –incluidas las películas antiguas o las extranjeras– suele ser una pérdida de tiempo, así que, si quieres hacer una adaptación, tienes que buscar algo que no se le haya ocurrido utilizar a nadie, una obra rara o poco conocida. Puede ser un relato corto: hoy en día casi todos se publican por primera vez en oscuras revistas literarias, de las que hay centenares. Muchos de ellos no se prestan a una adaptación cinematográfica, pero algunos sí, y lo más probable es que nadie en la industria del cine haya oído hablar del texto que te interesa. Una vez que lo hayas elegido, tendrás que localizar al autor, lo que no será muy difícil, y luego llegar a un acuerdo con él para comprar los derechos por una modesta cantidad de dinero. La ventana indiscreta, El crepúsculo de los dioses, Memento, Blade Runner, En la habitación y Brokeback Mountain, entre otras películas, son adaptaciones de relatos.

Si la obra es suficientemente antigua –si han transcurrido, por lo general, más de cien años desde su aparición–, entonces será de dominio público, disponible para cualquier guionista. Un clásico literario, sin embargo, puede plantear problemas, porque seguramente algún director ha pensado en adaptarlo o incluso lo está haciendo ya. Lo más seguro es actualizar el clásico, es decir, situarlo en la época actual (o en otra más reciente) introduciendo cambios en la historia (una adaptación libre): así, Apocalypse Now lleva el relato El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, a la Guerra del Vietnam; Jo, ¡qué noche! viene a ser Alicia en el país de las maravillas ambientado en el Nueva York actual, y O Brother, Where Art Thou?, la Odisea de Homero ambientada en el Sur de Estados Unidos en la época de la Gran Depresión.

Si tienes la mente abierta, podrás encontrar textos susceptibles de adaptarse en los lugares más inesperados. Amy Fox, que aparecerá en el capítulo 10, escribió una obra teatral de un solo acto sobre tres personas que pasan el rato en un tejado de Nueva York. Pese a haber escrito también varios guiones, nunca pensó que esa obra se pudiese llevar al cine. Sin embargo, al verla representada fuera del circuito de Broadway, Ismail Merchant, de la mítica productora Merchant/Ivory, se percató de su potencial cinematográfico; así que compró los derechos y contrató a Amy para escribir el guión. Unos años más tarde se estrenó la película, titulada En la cumbre.

Si te decides a hacer una adaptación, habrás adelantado bastante por lo que respecta a la historia, pero no creas que basta con escribir la obra original en formato de guión: tendrás que transformarla en una película, lo que te obligará a seguir, en general, los mismos pasos que si partieras de cero. La tarea será igual de difícil.

Tu imaginación

Puedes, naturalmente, crear una historia valiéndote únicamente de tu imaginación. ¿Quién sabe cómo surgió la idea de hacer una película sobre un gorila gigantesco que se enamora de una bellísima actriz, es transportado desde una isla remota hasta Nueva York, y acaba encaramándose a lo alto del Empire State mientras agarra a la chica? Puede que surgiera de la nada en la cabeza de alguien, pero da lo mismo: King Kong es una historia magnífica.

Venga de donde venga la idea inicial, tendrás que ejercitar tus facultades imaginativas para inventar el mejor argumento posible. Muchas veces se trata de jugar al juego de «¿qué tal si?». ¿Qué tal si un hombre presta su apartamento a parejas adúlteras? ¿Cómo dar la máxima tensión dramática a la historia? Supongamos que el tipo es ambicioso y que pone el apartamento a disposición de los directivos de su empresa confiando en obtener así un ascenso. De acuerdo; el argumento es interesante y bastante verosímil. Supongamos, además, que en el fondo es un romántico, por lo que le repugna tener que hacer algo así. Y se enamora de una mujer que trabaja en la empresa. A veces pasan estas cosas. ¿Y si ella tiene una aventura con uno de los directivos que utilizan el apartamento? Buena idea. ¿Y si él no lo descubre hasta que el directivo le ofrece el ascenso que tanto desea? Genial. ¿Y si…? Los mejores guionistas son maestros en este juego.

La sinopsis

Esta historia va a atrapar a la gente. Un tipo está loco por una chica pero, por otro lado, le gusta vestirse de mujer. ¿Debería decírselo o no? Tiene un gran dilema, Georgie. Eso es puro drama.

ED WOOD, guionista y director entusiasta pero sin talento alguno

que protagoniza la película homónima

Antes de ponerte a escribir, conviene que traduzcas tu idea en una sinopsis, es decir, un resumen de la historia que vas a narrar en la película. Luego podrás modificar algunas cosas según vayas avanzando en el guión, pero, en todo caso, es bueno contar desde el principio con una breve exposición del argumento.

Es importante la brevedad: no escribas más de tres frases. Esto te obligará a centrarte en la idea que quieres desarrollar. Más adelante, a la hora de vender el guión, tendrás que hacer otro esfuerzo de síntesis, ya que la sinopsis se convertirá en un texto de una o dos frases, la llamada logline. La sinopsis y la logline vienen a ser lo mismo; la única diferencia es que la segunda está perfectamente pensada para captar, con el menor número posible de palabras, el interés de quien la lea o escuche. De momento, sin embargo, no te preocupes tanto por la redacción como por transmitir la idea que tienes en la cabeza. Veamos un ejemplo de sinopsis:

Vértigo. De entre los muertos – Un detective privado recibe el encargo de seguir a una misteriosa mujer con tendencias suicidas y se acaba obsesionando con ella. No puede (a causa del vértigo que padece) evitar que se suicide arrojándose al vacío, lo que no hace sino agravar su obsesión. Entonces conoce a otra mujer que guarda un asombroso parecido con ella, e intenta transformarla en la mujer muerta cambiando su aspecto y su carácter.

No existe una receta para construir la historia perfecta, pero conviene utilizar los siguientes ingredientes:

. personajes interesantes,

. conflicto dramático,

. oportunidad visual,

. intensidad emocional.

Lee otra vez la sinopsis de Vértigo y verás qué prometedora resulta si atendemos a estos cuatro elementos. Es un buen punto de partida para un guión, dejando aparte que la película la dirigió Hitchcock.

Tienes que pensar en una sinopsis sugestiva, en la que se adivine una película capaz de atraer al público. Comprueba si puedes imaginar la historia llevada a la pantalla, y a los espectadores seducidos por lo que están viendo. Intenta, incluso, visualizar el cartel de la película. Una prueba muy eficaz consiste en contarles la sinopsis a varias personas y observar su reacción. ¿Asienten con actitud distraída? ¿O te miran enseguida con un destello de curiosidad? Un buen argumento suele despertar un interés inmediato. No pasa nada si a algunos no les fascina lo que cuentas –ninguna película atrae a todo el mundo–, pero, si ves que la historia no le causa a nadie el efecto deseado, es posible que le falte garra.

Es útil pensar en qué clase de película pretendes escribir. Te sugerimos que consideres tres elementos decisivos:

High / Low concept

Los argumentos se pueden clasificar grosso modo en high-concept y low-concept. Los primeros se caracterizan por ser insólitos, sorprendentes o llamativos. Veamos un ejemplo:

Speed – Un psicópata coloca una bomba en un autobús urbano, programándola para que estalle en el instante en que la velocidad disminuya por debajo de 80 kilómetros por hora. El autobús corre peligrosamente por las calles de la ciudad sin poder detenerse ni reducir su velocidad, y los pasajeros parecen condenados a una muerte segura. Pero un especialista en desactivación de explosivos consigue introducirse en el vehículo y, con la ayuda de una chica lista que conduce muy bien, intenta evitar la tragedia.

Es improbable que ocurra algo así en la vida real, pero los argumentos high-concept aspiran a procurar(le) una evasión al espectador más que a la verosimilitud: huir de la realidad es, a fin de cuentas, uno de los mayores placeres que ofrece el cine. Si bien tendrás, al final, que encontrar el modo de hacer la historia verosímil hasta cierto punto, puedes permitirte dar rienda suelta a tu imaginación al empezar a escribir. Muchos argumentos de ese género son pura fantasía; véase, por ejemplo, Campo de sueños, 1, 2, 3… Splash o The ring. El siguiente es uno de los más extraños o irreales que se hayan concebido jamás:

Cómo ser John Malkovich – Un titiritero que lucha por abrirse camino consigue un trabajo en una oficina, donde descubre un pasadizo que conduce a la mente del actor John Malkovich. Entonces monta un negocio con una mujer glacial por la que está colado: se trata de vender entradas a veinte dólares para pasar quince minutos dentro de Malkovich. Éste acaba enterándose y se pone furioso.

Las películas con argumentos low-concept parecen mucho menos apasionantes a primera vista: no tratan de psicópatas que amenazan con causar una catástrofe de proporciones gigantescas, ni se entregan a la fantasía. Su interés está en contar cosas que evocan la vida real y en retratarnos tal como somos. He aquí un ejemplo:

Lost in Translation – Un actor de cine americano entrado en años se siente perdido en Tokio, adonde ha viajado para embolsarse una buena suma de dinero rodando un anuncio de whisky. Se hace amigo de una compatriota suya veinteañera, casada con un fotógrafo de éxito, pero llena de dudas sobre su matrimonio. El actor y la chica se hacen compañía y se ayudan el uno al otro a superar las desilusiones de la vida.

A esta categoría pertenecen también American Beauty, Los fabulosos Baker Boys, El graduado y Mi cena con André, la película low-concept por antonomasia.

Tu argumento no tiene por qué ser radicalmente high ni low; algunos se sitúan en un lugar intermedio. El de Vértigo, por ejemplo, puede considerarse high por lo que tiene de extraño, y a la vez low, por centrarse en la fascinante relación entre los personajes.

Ninguna de las tres modalidades (high, low e intermedia) es mejor que las otras. En todo caso, sea cual sea tu opción, procura que la historia sea original, que ofrezca algún elemento sorprendente. Si se trata de una película de acción trepidante, nada mejor que un autobús que volará en pedazos en el caso de reducir su velocidad por debajo de cierto límite. Si quieres mostrar a dos almas perdidas, hazles vagar cansadas, arrastrando jet lag, por una ciudad donde no hablan el idioma.

Hollywoodiense / independiente

Cabe distinguir también entre las películas de estilo hollywoodiense y las de estilo independiente o indie.

Los términos «hollywoodiense» e «independiente» se aplican en sentido estricto a los films realizados, respectivamente, con el auspicio de los estudios de Hollywood y al margen de ellos. (Suele decirse que el movimiento indie nació a comienzos de la década de 1980, pero lo cierto es que hace mucho tiempo que se ruedan películas de este estilo.) En realidad, unos grandes estudios pueden producir un film de estilo indie, y uno de estilo hollywodiense se puede hacer fuera de los estudios de Hollywood. Todos están relacionados con todos en la industria del cine: por eso hablamos aquí de estilos, y no del lugar de origen de las películas.

De las películas de Hollywood se espera que funcionen muy bien en taquilla en todo el mundo, desde Sioux City hasta Singapur. Siempre ha sido así, aunque la verdadera avidez comercial surgió a mediados de la década de 1970, cuando Tiburón atrajo un número nunca visto de espectadores. Para obtener un éxito así, las películas de Hollywood suelen reunir los siguientes elementos, o por lo menos algunos de ellos:

. capacidad para conquistar a un público amplio (no pueden ser demasiado intelectuales ni tampoco deprimentes).

. papeles apropiados para grandes estrellas (personajes principales atractivos con escenas que se presten al lucimiento).

. argumento high-concept (más fácil de vender).

. glamour o espectáculo (que requiere un gran presupuesto).

Ejemplos destacados: Titanic, E. T. el extraterrestre, Una mente maravillosa.

Aunque también tienen que generar beneficios (ningún productor está dispuesto a perder dinero), las películas de estilo independiente se ruedan con un presupuesto relativamente bajo: pueden ser rentables sin necesidad de que las vea todo el mundo, lo que proporciona a quienes las hacen una mayor libertad artística. Pueden tener uno o más de los tres primeros elementos enumerados arriba, pero tampoco es preciso. Se dirigen a un público selecto, que busca algo más oscuro, extraño, audaz y sutil de lo que suele ofrecer la corriente dominante en el cine. Ejemplos destacados: Sexo, mentiras y cintas de vídeo, Cómo ser John Malkovich, American Splendor.

A ninguno de los dos estilos se le puede atribuir per se una mayor calidad que al otro: ambos han dado obras maestras y bodrios. Son diferentes, nada más. En cualquier caso, te conviene saber bien cuál de ellos estás utilizando, para evitar apartarte de él. Por ejemplo: si estás contando una grandiosa historia de amor ambientada en un trasatlántico de lujo que está condenado a hundirse, más te vale no convertir a uno de los protagonistas en un cobarde o un llorón, porque pocas estrellas de cine estarán dispuestas a interpretar un papel semejante, y al público, en general, no le gusta verlas comportándose así. Y si, por el contrario, estás describiendo la sutil relación entre un hombre y una mujer desencantados de la vida, que se conocen en Tokio y pasan el rato juntos, pero no llegan a tener una historia de amor, entonces tendrás que evitar las escenas peligrosas y los efectos especiales, y dar al guión la agudeza necesaria para complacer al público del cine indie.

El género

Las películas se clasifican por géneros. Existen diferentes formas de categorizarlos, pero ésta es la más común:

ACCIÓN / AVENTURAS: persecuciones, peleas, acciones intrépidas: Tiburón, Arma letal, Speed.

COMEDIA: predominantemente divertida: Con faldas y a lo loco, El graduado, Mejor solo que mal acompañado.

COMEDIA / DRAMA: una mezcla de divertida y seria: El apartamento, La fuerza del cariño, Lost in Translation.

POLICÍACO: los criminales y sus crímenes: Al rojo vivo, El padrino, Sospechosos habituales.

DRAMA: predominantemente seria: Casablanca, Matar a un ruiseñor, Million Dollar Baby.

ÉPICO: historia arrebatadora con un grandioso telón de fondo: Lo que el viento se llevó, Lawrence de Arabia, Titanic.

FANTASÍA: historia ambientada en un mundo mágico: Horizontes perdidos, La princesa prometida, El señor de los anillos.

CINE NEGRO: corrupción, oscuridad, desesperanza: Retorno al pasado, Sed de mal, Fuego en el cuerpo.

TERROR: un ser o una fuerza sobrenatural amenazadora que hace gritar de miedo: Frankenstein, El exorcista, The Ring.

MUSICAL: los personajes cantan y bailan: El mago de Oz, West Side Story, Chicago.

DE ÉPOCA: un tiempo lejano: Tom Jones, El golpe, Lo que queda del día.

COMEDIA ROMÁNTICA: una bonita historia de amor con final feliz: Historias de Filadelfia, Desayuno con diamantes, Cuando Harry encontró a Sally.

CIENCIA FICCIÓN: el espacio, el futuro, fantasías tecnológicas: La guerra de las galaxias, Blade Runner, Matrix.

SUSPENSE: basada en la intriga, principalmente psicológica: Vértigo, Atracción fatal, Memento.

BÉLICO: sobre la guerra: Senderos de gloria, Apocalypse Now, Salvar al soldado Ryan.

WESTERN: vaqueros, caballos, pistolas: La diligencia, Solo ante el peligro, Sin perdón.

Los géneros están sujetos a las modas. Así, las películas de acción o aventuras y las de ciencia ficción han gozado de gran popularidad en los últimos decenios (es más fácil lograr con ellas un éxito de taquilla), mientras que las de cine negro, las épicas, las del oeste y los musicales están a la baja desde hace tiempo. La situación, sin embargo, puede cambiar. Por lo demás, existen toda clase de subgéneros: películas iniciáticas, de deportes, de detectives, de juicios, de cárceles, de atracos, de espionaje y biográficas; buddy movies (que se centran en la amistad entre dos o más hombres), road movies (que se desarrollan a lo largo de un viaje por carretera) y falsos documentales.

El género está ligado a las expectativas del público, que lo tiene en cuenta a la hora de escoger una u otra película. Viene claramente indicado por el material promocional del film –los carteles, los anuncios, los tráilers, las páginas web–, y el espectador, aun cuando desconozca los nombres de las categorías enumeradas arriba, se deja guiar en su elección por esas señales.

Es importante tener claro el género al que corresponde tu historia, ya que tendrás que cumplir las expectativas relacionadas con él. Una película puede observar las convenciones de su género sin imitar servilmente otros films similares ni sacrificar su originalidad, pero aun así tiene que ofrecer los elementos esenciales que el público asocia con esa categoría temática. En una comedia romántica, conviene que el primer encuentro de la pareja tenga mucho encanto, y que terminen juntos. Si ella –pongamos por caso– muere de una enfermedad, no le perdonaremos que nos haya arruinado la película. Te recomendamos, por tanto, que estudies el género de tu película. La fidelidad a él es más importante en los films de estilo hollywoodiense que en los de estilo indie, cuyo público está más dispuesto a ver contrariadas sus expectativas.

¿Se puede mezclar géneros? Sí, y ésta es, de hecho, una forma original de tratar lo que nos es familiar, de contar las historias de siempre. La combinación de drama y comedia es tan frecuente que se considera un género en sí misma, pero no es la única posible. Así, por ejemplo, Dos hombres y un destino tiene la peculiaridad de ser un híbrido de western y comedia: hay caballos y pistolas para dar y tomar, pero tampoco faltan momentos como éste: Butch y Sandance están rodeados de bandidos y el primero le dice al otro, «Tengo que confesarte una cosa… nunca he disparado a nadie». Alien mezcla ciencia ficción con terror: el escenario –una nave espacial de transporte en el futuro– es típico de aquel género, pero, por otro lado, la película trata de la lucha entre la tripulación de la nave y una criatura maligna, elemento convencional del cine de terror. La frase promocional del film refleja la combinación de los dos géneros: «En el espacio nadie puede oírte gritar».

Cómo elegir un argumento

Los guionistas se enfrentan a menudo a la pregunta de si su idea es lo bastante original.

Puede que se te ocurra un argumento completamente insólito, como lo era el de King Kong cuando se estrenó la primera versión, en 1933. Desde entonces, sin embargo, se han hecho cientos de películas, por lo que las posibilidades de inventar una historia del todo original han disminuido bastante. Esto no es un inconveniente grave, ya que la verdadera originalidad no radica tanto en la idea central como en el modo de contar la historia. Si tu argumento resulta familiar, procura aderezarlo con un elemento novedoso. Teléfono rojo y Punto límite se estrenaron en plena Guerra Fría y parten de la misma idea general: Estados Unidos lanza un misil nuclear en dirección a Moscú y es imposible hacerlo regresar. Así como la primera es una delirante película de humor negro, la segunda, en cambio, no tiene nada de cómica. Años después se rodó Juegos de guerra, que tiene un argumento muy parecido: su singularidad está en colocar a unos adolescentes en el centro de la acción. En definitiva, las tres películas mencionadas pueden considerarse «originales». Si tienes tiempo, haz una lista de todas las variaciones que se han hecho en el cine de la historia de Romeo y Julieta.

Los guionistas también se plantean la siguiente cuestión: a la hora de elegir el argumento, ¿debería pensar sobre todo en cuál tiene más posibilidades de venderse?

Sí y no; las más de las veces, no.

Si te fijas en qué argumentos se venden mejor, verás que casi siempre se llevan el gato al agua los high-concept de estilo hollywoodiense. Pero si analizas, por otro lado, cómo entran los guionistas en la industria del cine, comprobarás que, en la mayoría de los casos, lo logran impresionando a la gente con su talento, aunque su guión no sea fácil de vender. Trataremos esta cuestión tan vidriosa en el último capítulo; basta, de momento, con que sepas que la mejor manera de dar el gran salto –si estás verdaderamente decidido a ello– es demostrando tu valía. Para ello conviene que cultives el género y el estilo a los que te sientas más afín. ¿Disfrutas con la oscura sensualidad del cine negro? Entonces escribe una película de este género. ¿Te atrae el extraño universo del cine independiente? No lo dudes: escribe una película indie. Deslumbrar a tus lectores, superando así a tus competidores, cuenta mucho más que hacer, con simple habilidad, un guión manifiestamente comercial. Y no te preocupes por las modas. Si ahora se llevan las películas sobre tsunamis, ten en cuenta que esta moda remitirá antes de que consigas vender el guión, y seguramente antes de que lo termines. Ese proceso, el de colocarlo en el mercado, requiere mucho tiempo, a menos que tengas excelentes contactos.

Escribe, en definitiva, una historia que te atraiga profundamente: solo así encontrarás la inspiración y el entusiasmo necesarios para crear algo admirable.

La persistencia de la visión

¡Este hombre se gana la vida creando! ¡Y nos da de comer a ti y a mí! ¡Dale las gracias por ello! ¡Dale las gracias, capullo ingrato! ¡Dale las gracias o estás despedido!

JACK LIPNIK, productor fervoroso, en Barton Fink

La siguiente situación lleva a mucha gente a la escritura cinematográfica: ven una película en la que Hollywood, evidentemente, ha invertido muchos millones de dólares y, mucho antes de que aparezcan los créditos finales, se dan cuenta de que es un bodrio, lo que les hace suponer que pueden escribir algo mejor; algo quizá no brillante, pero sí, desde luego, mejor que eso. De este modo llegan a la conclusión –del todo razonable– de que tienen el talento necesario para ser guionista profesional.

Quienes piensan así se equivocan en una cosa. Ciertamente, muchas de las películas que vemos son pésimas, pero la culpa rara vez la tienen los guionistas, ya que la inmensa mayoría de ellos son muy competentes en su oficio. La mala calidad de una película se debe, por lo general, a un problema tanto más frecuente cuanto mayor es el presupuesto. Un guionista vende un buen guión o recibe el encargo de escribir un guión y hace un excelente trabajo: los ejecutivos de los estudios suelen ser lo bastante perspicaces para contratar –o comprarles guiones– a los mejores. Pero sucede entonces que esos mismos ejecutivos sugieren una serie de cambios con los que confían en hacer la película más grata o accesible al público, dándole los ingredientes que creen necesarios para obtener un éxito de taquilla en todo el mundo. Hacen anotaciones como éstas: «Dale al protagonista un perro para que parezca más bondadoso» o «¿Qué tal si la doctora trabaja también de stripper?» o «¿Por qué no ambientamos la película en el espacio?». El guionista hace lo que puede para no arruinar el guión, pero la batalla está perdida a menudo y, para colmo, el texto suele pasar por otros guionistas, todos ellos tan competentes como incapaces de resistir la presión a la que están sometidos. En ocasiones, el director, las estrellas que van a salir en la película y la gente de publicidad alejan aún más el guión del planteamiento original. Como consecuencia de todo ello, un texto magnífico se convierte en un film horroroso para algunos.

Para entrar en la industria del cine, no basta con que tu guión sea un poco mejor que el de la película más mediocre que encuentres en el videoclub. Una vez que hayas accedido a la élite de los guionistas, es posible que te puedas permitir escribir algún guión así, y que te paguen bien por él; pero hasta entonces tienes que ser bueno en tu trabajo. Realmente bueno. Tienes que crear guiones tan brillantes como los que escriben los profesionales antes de volverse más «comerciales». Y eso no es tarea fácil.

Te puede dar la impresión, hojeando un guión, de que no cuesta gran cosa escribirlo. Suele ocupar alrededor de cien páginas, y no hay muchas palabras en cada una: verás un montón de espacios en blanco. No tienes que preocuparte demasiado por la corrección gramatical ni escribir frases dignas de Scott Fitzgerald. Se diría, en efecto, que plantea menos dificultades que una novela. Sin embargo, lo que lo hace parecer tan sencillo de escribir es justamente lo más complejo para el guionista. Se trata de escribir algo inteligente, profundo y a la vez ágil, de tal modo que todas y cada una de las palabras e imágenes resulten certeras y atrapen al lector de principio a fin, dejándolo asombrado y conmovido. Y hay que lograrlo en pocas páginas. Los buenos guiones son prodigios de concisión y exactitud.

Pero no te preocupes: has venido al lugar adecuado. Los siguientes capítulos están escritos por profesores del Taller de Escritura Gotham, todos ellos con experiencia como guionistas y educadores. Ellos te enseñarán los rudimentos del oficio, es decir, los principios generales que con el tiempo se han revelado útiles para escribir un buen guión. Dominar completamente la escritura cinematográfica te puede llevar toda la vida, pero la técnica se puede enseñar, y, desde el momento mismo en que empieces tu aprendizaje, irás escribiendo cada vez mejor. La buena calidad se basa en un riguroso conocimiento del oficio: sin él no llegarás muy lejos, por mucho talento que creas tener o por inspirado que te sientas. Es imposible saber en qué momento la técnica se convierte en arte, pero las dos cosas están, sin duda, ligadas. Seguramente el arte llega cuando la técnica alza el vuelo, por decirlo así.

La orientación que te brindamos aquí ¿es muy distinta de la que encontrarás en otros lugares? Los grandes gurús de la escritura cinematográfica ofrecen toda clase de consejos para guionistas, y hay infinidad de libros, profesores y páginas web dedicados al asunto. Muchas de las recomendaciones son valiosas, y coinciden con las recogidas en este libro. No sé si hemos conseguido formularlas mejor (espero que sí), pero de lo que no me cabe duda es de que hemos expuesto la técnica del guión en un manual riguroso, claro, exhaustivo, útil y flexible.

Es importante la flexibilidad. La mayoría de las grandes películas desafían alguna convención, alguno de los consejos al uso para guionistas: estamos tan saturados de historias que conviene saltarse ciertas reglas buscando un modo original de narrar. Ahora bien, conocer las reglas te permitirá saltártelas de manera mucho más eficaz.

Quiero traer a colación el caso de Orson Welles, que a los veinticinco años escribió, dirigió y protagonizó su primer largometraje, Ciudadano Kane. No sé si es, como se afirma a menudo, la mejor película de todos los tiempos, pero está sin duda entre las más revolucionarias. El guión tenía no pocos elementos novedosos o por lo menos infrecuentes –la fragmentación temporal, la multiplicidad de puntos de vista, los noticiarios falsos y la elección de un canalla como protagonista–, por no hablar de las filigranas en la dirección, como el momento en que la cámara se eleva hacia el tejado de un edificio y desciende al interior de un nightclub atravesando un tragaluz. Ciudadano Kane amplió las posibilidades de la narración cinematográfica, del mismo modo que el Guernica de Picasso y el álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, de los Beatles, revolucionaron, respectivamente, la pintura y la música popular.

Welles sabía bien lo que hacía. No era, pese a su juventud, inexperto ni mucho menos en contar historias, pues ya había escrito, dirigido y protagonizado numerosas obras teatrales y emisiones radiofónicas. Para dar el salto al cine vio muchas veces un gran western clásico como La diligencia, de John Ford, estudiando a fondo los mecanismos narrativos del cine tradicional. Aun así necesitó la ayuda del muy avezado guionista Herman Mankiewicz para escribir Ciudadano Kane. No le faltaba audacia, desde luego, ni le daba ningún miedo experimentar procedimientos nuevos; pero, por otro lado, tenía un conocimiento profundo del oficio. Tú también debes tenerlo, sea como sea la película que te propones escribir: un film de terror de serie B o algo innovador que hará mucho ruido en el festival de Sundance; da lo mismo. Orson Welles tampoco era un sabelotodo, sino más bien un estudiante que lo absorbía todo como una esponja y luego le daba un giro original a lo que sabía. Ésa es la forma de innovar.

Para aprender la técnica de la escritura cinematográfica, el mejor método (aún más aconsejable que leer este libro) es analizar películas. Si todavía no eres un cinéfilo, procura convertirte en uno lo antes posible. Es importante ver películas a menudo, y no solo por placer (al que no debes renunciar), sino también para examinarlas desde el punto de vista del guión. Si hablas con cualquier guionista de éxito, comprobarás que es un auténtico fanático del cine, capaz de recitar palabra por palabra los diálogos de la última escena de Casablanca y de explicar cómo el añadido de la voz en off afecta a nuestra idea del protagonista en Blade Runner. Para saber cómo los profesionales plasman las escenas en el papel, conviene que leas guiones; es fácil encontrarlos gratis en internet. Lo más útil es estudiar películas buenas o extraordinarias, pero de las mediocres o directamente malas también se puede aprender cosas; así que no dudes en ver Plan 9 del espacio exterior, de Ed Wood, y pregúntate por qué se la suele considerar la peor película de la historia.

No basta ser cinéfilo para convertirse en guionista: antes o después tendrás que atarte a una silla y dedicar cientos de horas a escribir. Crear algo es un placer inigualable, pero requiere mucho trabajo. Los guionistas no se pasan el día holgazaneando al borde de una piscina en compañía de estrellas de cine, sino que se desloman escribiendo.

Si estás decidido a escribir un guión, tienes que emplear mucho tiempo en ello, sin permitirte la menor distracción. Intenta dedicarle cinco horas a la semana como mínimo. Haz un plan y procura cumplirlo: es inevitable que las preocupaciones cotidianas se interfieran en él, pero no olvides que quienes escriben excelentes guiones suelen poner tanto empeño en proteger su tiempo como la madre osa en resguardar a sus cachorros. No siempre conseguirás escribir algo aceptable, pero no te preocupes: los guionistas están acostumbrados a tropezar, y tú también te lo puedes permitir. Tropieza todo lo que quieras. (Escribir guiones es, en este aspecto, algo diferente de otros trabajos.) Lo importante es que seas lo bastante disciplinado para sentarte a escribir con regularidad, hasta cuando no te apetezca. Así acabarás produciendo algo de calidad.

Puede ser un trabajo solitario. Estaría bien tener a tu lado a Morfeo (el personaje de Matrix), un estupendo mentor que te dijese que con el tiempo llegarás a detener las balas mediante tu poder mental; pero es improbable que ocurra algo así. Si te sientes incapaz de pasar muchas horas solo, busca a alguien que te ayude a escribir el guión. La escritura en colaboración no suele funcionar para las novelas, pero sí puede, en cambio, dar buenos resultados en el caso de una película. Para ello es imprescindible encontrar a una persona con la que estés a gusto. (Conviene, además, que sea más brillante que tú.)

Aparte del tiempo que pases al teclado o con el bloc, está la práctica extraordinariamente útil de darle vueltas en la cabeza a la historia mientras haces otras cosas, como ir en coche al trabajo, doblar la colada o pronunciar en la iglesia tus votos matrimoniales: así se le ocurren a uno con frecuencia excelentes ideas. Seguramente comprobarás que no hay procedimiento más eficaz que éste para resolver un problema que te tiene atenazado ante el ordenador. Te aconsejamos que lleves a todos sitios un cuaderno de notas, porque nunca se sabe cuándo puede surgir la gran idea y, si no la apuntas enseguida, es posible que se esfume. Uno de los mejores momentos para pensar en el guión es cuando estás en la cama, justo antes de dormirte. Y luego puedes, incluso, encontrar inspiración en los mundos oníricos, porque ¿qué son las películas sino sueños llevados al celuloide? Así que es bueno tener otro cuaderno en la mesilla de noche.

Ya encontrarás el método de escritura más adecuado para ti, pero permíteme explicarte brevemente uno que suele dar excelentes resultados. Primero dedicas un tiempo a recoger ideas y concretarlas, lo que quizá te obligue a documentarte sobre algún asunto. Luego haces un resumen del argumento. El primer borrador conviene que lo escribas deprisa, sin pararte a reconsiderar nada ni juguetear con otras ideas. Finalmente revisas y corriges el texto varias veces, hasta llegar a la versión más perfecta de la que eres capaz: ya tienes el guión.

Con el tiempo irás progresando como guionista. Tu primer guión seguramente no será una obra genial, ni tendrá siquiera la calidad suficiente para permitirte entrar en el círculo de los profesionales. Si te desanima esta realidad, evita pensar en ella. Escribir requiere tal esfuerzo y tal entusiasmo que los guionistas necesitamos pensar que estamos creando algo de lo que el mundo no puede prescindir. (No negaré, sin embargo, que unos cuantos triunfan en su primer intento.) Estés en la etapa en la que estés –la de guionista bisoño, prometedor o experto–, basta con saber que irás mejorando poco a poco, simplemente a base de perseverancia.

Si eres un principiante, a partir de ahora vas a absorber una enorme cantidad de información. A veces te desbordará. A veces sentirás como si la cabeza te estuviese a punto de estallar sin necesidad de efectos especiales. Pero no temas: eso suele pasar únicamente en la primera etapa. Si te aplicas a la tarea con paciencia y tesón, llegarás a manejar la técnica de la escritura cinematográfica sin ni siquiera pensar en lo que estás haciendo, del mismo modo que Neo, en Matrix, aprende a controlar mentalmente la hiperrealidad sin ningún esfuerzo. En una película, lo que en realidad vemos son miles de imágenes fijas unidas entre sí (y proyectadas a razón de veinticuatro por segundo): una ilusión óptica nos hace percibir la secuencia de fotogramas como un movimiento continuo. Este fenómeno tiene un nombre muy bonito: persistencia de la visión. Ocurrirá algo parecido con los conocimientos que adquieras: se acabarán articulando en un todo fluido, perfecto.

Cinco películas

A lo largo del libro nos centraremos en cinco películas: La jungla de cristal, Thelma y Louise, Tootsie, Entre copas y Cadena perpetua. Es probable que ya las conozcas. (Te advertimos que vamos a contar aspectos clave del argumento de cada una, así que, si aún no las has visto, conviene que lo hagas antes de leer los siguientes capítulos.) Los guiones se pueden descargar en www.WritingMovies.info.

Puedes ver las películas con el guión en la mano. Los textos se parecen lo bastante al producto final para que no te pierdas, pero existen ciertas diferencias, las suficientes para que te hagas una idea de cómo se van introduciendo cambios respecto al guión original en las fases de rodaje y montaje. A la hora de estudiar los largometrajes, te animamos a que dediques una atención especial al que más se aproxime a la clase de film que te gusta o que te propones escribir.

He aquí una presentación preliminar de las cinco películas:

La jungla de cristal (1988)

Guión: Jeb Stuart y Steven de Souza (a partir de la novela Nothing Lasts Forever, de Roderick Thorp)

Dirección: John McTiernan

Actores: Bruce Willis, Bonnie Bedelia, Alan Rickman y Reginald VelJohnson

La jungla de cristal es la clásica película de acción, y un magnífico ejemplo de film hollywoodiense de gran presupuesto. El protagonista compite en inteligencia, fuerza y armas con los malos: una historia que se viene contando desde la Antigüedad, y que aparece con frecuencia en otras películas del mismo género, así como en las de ciencia ficción y terror y, por supuesto, en las del oeste. Hollywood produce infinidad de películas de entretenimiento, pero pocas tan emocionantes y bien realizadas como La jungla de cristal, cuyo argumento high-concept ha sido objeto de incontables imitaciones: se han llegado a vender guiones como La jungla de cristal ambientada en un avión o en un crucero o en un taller de escritura.

Thelma y Louise (1992)

Guión: Callie Khouri

Dirección: Ridley Scott

Actores: Susan Sarandon, Geena David, Harvey Keitel, Brad Pitt y Michael Madsen

Thelma y Louise tuvo una gran repercusión cuando se estrenó, porque rompía con la película de fugitivos convencional eligiendo como protagonistas a dos mujeres y dando a la historia un trasfondo feminista. La revista Time llegó a dedicarle su portada. Por lo demás, combina los géneros de acción/aventuras y drama con los subgenéros de buddy y road movie: una mezcla interesante. Cuenta –y esto es lo más original de todo– una historia trágica y a la vez estimulante. La película tiene otros rasgos nada comunes en el cine de Hollywood: la escribió una mujer, entonces guionista primeriza, y la obra final apenas se aparta del guión.

Tootsie (1982)

Guión: Larry Gelbart, Murray Schisgal y Don McGuire

Dirección: Sidney Pollack

Actores: Dustin Hoffman, Jessica Lange, Teri Garr, Charles Durning, Sidney Pollack y Bill Murray

Tootsie, una de las películas más divertidas de la historia, hace reír en casi todas las escenas. Hay motivos para considerarla una comedia romántica, pero la describiremos como una comedia a secas, ya que la historia de amor tarda bastante en desarrollarse. Tiene no pocos elementos de la película de enredo tradicional, entre ellos un hombre que se traviste y tiene que cambiar de personalidad a toda prisa, y puertas que se abren y cierran de golpe; pero evita quedarse en lo superficial, pues la transformación del hombre en mujer parece sincera y creíble. El rodaje fue, según todos los testimonios, tan disparatado como el argumento –una legión de guionistas, cambios de última hora y una estrella caprichosa–, y sin embargo, de este lío surgió una comedia perfecta.

Entre copas (2004)

Guión: Alexander Payne y Jim Taylor (a partir de la novela Sideways, de Rex Pickett)

Dirección: Alexander Payne

Actores: Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen y Sandra Oh

Entre copas es el ejemplo que hemos escogido de película independiente. Atrajo, ciertamente, a muchos más espectadores de lo normal en esta clase de films, pero aun así es muy fiel al espíritu indie: película de bajo presupuesto y con argumento low-concept, que retrata minuciosamente la vida de personajes complejos (y, desde luego, llenos de defectos). Si le quitas el sonido y la ves con subtítulos, puede pasar perfectamente por una película francesa. A pesar de que su brillante trayectoria le habría permitido contratar a grandes estrellas, el director optó, sin embargo, por actores relativamente poco conocidos. Entre copas es un magnífico exponente del género de comedia/drama: oscila siempre entre lo triste y lo risible, y en eso se parece bastante a tu vida y a la mía.

Cadena perpetua (1994)

Guión y dirección: Frank Darabont (a partir del relato Rita Hayworth y la redención de Shawshank, de Stephen King)

Actores: Tim Robbins, Morgan Freeman, Bob Gunton, James Whitmore y Gil Bellows

Cadena perpetua es un drama carcelario cuyo protagonista es golpeado, violado, insultado y arrojado con frecuencia al «agujero» (la celda de castigo). El cielo es casi siempre tan gris como los muros de piedra de la cárcel, y no se ven más mujeres que las de los pósters que adornan las paredes de las celdas. La película es larga, lenta y triste, por lo que no funcionó bien en taquilla. Más tarde, sin embargo, y gracias al boca a boca, las emisiones televisivas y la edición en vídeo, se convirtió en una de las películas más populares de los últimos años: verla es casi una experiencia religiosa para muchos de sus devotos. Por lo demás, rompió no pocas convenciones desde el punto de vista de la técnica cinematográfica, lo que demuestra que una película no ha de seguir otra norma que la de conmover al público.

Todas estas películas han alcanzado la categoría de mitos. Si quieres inventar uno, ya sea con una historia espectacular te orientaremos en tu camino.

Primeros pasos: la sinopsis

Piensa en tres ideas generales que pueden dar lugar a sendas películas interesantes. Si ya tienes una en la cabeza, inventa otras dos, simplemente para ver lo que pasa. Escoge la más prometedora y exponla en una sinopsis de tres frases como máximo. Ésta puede ir cambiando a medida que escribas el guión, pero por lo menos te servirá de punto de partida.